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1. EL DIA QUE TODO CAMBIO

《 La gente haría cualquier cosa para fingir que la magia no existe, incluso cuando la tienen delante de las narices》

-J. K. Rowling

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En el vestíbulo del orfanato Armstrong, una niña, delgada para su edad, o tal vez parecía más pequeña debido a la ropa que llevaba puesta, que era cuatro tallas más grande.

Su cara delgada estaba adornada con pecas en la nariz y las mejillas, y pequeños lunares esparcidos por todo su rostro le daban un aspecto angelical. Nadie podría imaginar que esta niña de bonitos ojos color avellana había sido transferida de varios orfanatos debido a su mal comportamiento y misteriosos "accidentes".

Suspirando, la niña se quedó mirando la pared de ladrillo desgastado, deseando que su nuevo hogar en Surrey no fuese tan terrible como los de Durham o Winchester. Desde que la dejaron en la casa hogar en Buckinghamshire, había estado en siete lugares diferentes. Se preguntaba si alguna vez encontraría un lugar donde pertenecer.

Un ruido de pasos la sacó de sus pensamientos. La directora, con su estricta presencia, aparecía acompañada por una trabajadora social que lucía una túnica celeste adornada con bordados plateados. La niña frunció el ceño ante la peculiar vestimenta.

- Es hora de irnos -anunció la trabajadora social, despidiéndose de la directora con un firme apretón de manos-. Llevaré tus maletas, cariño -dijo sonriendo amablemente, su voz sonaba cálida.

- Gracias -murmuró la niña, siguiendo a la mujer. Pero la directora le agarró el hombro con una mano firme.

- Compórtate. No hagas ninguna de tus cosas extrañas -susurró en un tono amenazante que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de la pequeña-. ¿Me has comprendido?

La niña asintió, con la mirada baja. En cuanto se libró de la directora, dejó escapar un susurro.

- Bruja...

- Créeme, no es una bruja, es una completa muggle -respondió la trabajadora social con una sonrisa ladeada que le dio a la niña un poco de alivio-. Por cierto, tenemos mucho que hablar en el camino a Surrey -dijo mientras guardaba las maletas en el baúl del auto que había estado esperando afuera.

«¿Genial, estoy en problemas? ¿Y qué demonios es un muggle?» pensó la niña mientras se acomodaba en el asiento. La trabajadora se sentó a su lado y, tras unos instantes de silencio incómodo, la niña se diera cuenta de que el auto había arrancado, pero se llevó una gran sorpresa cuando vio que nadie estaba conduciendo.

- No te preocupes por eso -dijo Elizabeth, captando la mirada atónita de la niña-. Por cierto, no me he presentado adecuadamente. Soy Elizabeth Diggory.

- Elena Stan -respondió la niña, sin dejar de observar cómo el volante giraba solo. Su voz temblaba entre el asombro y la incredulidad-. ¿Cómo... se... mueve... solo? -preguntó, con los ojos muy abiertos.

- Hay mucho que explicar y creo que deberíamos empezar por tu verdadero nombre -Dice con un tono suave.

- No comprendo... -dijo la niña confundida

- Bueno... cuando eras un bebé, tu madre te dejó en el orfanato con una identificación muggle falsa y un hechizo de ocultamiento.

Su corazón empezó a latir con fuerza. «¿Hechizo? ¿Y qué demonios es un muggle?» se preguntó, atenta a cada palabra de la mujer.

- Tu nombre es Selena Alya Lestrange y tus padres son Scarlett Avery y Rabastan Lestrange -palabras pesadas cayeron en el aire entre ellas.

- ¿Mis... mis padres? -la voz de la niña tembló, la confusión se reflejaba en sus ojos-. ¿Dónde están ellos?

Elizabeth tomó un profundo aliento, su sonrisa se desvaneció lentamente-. Tu madre murió poco después de dejarte en el orfanato... y tu padre está en Azkaban... es una prisión para personas como nosotros... Selena, eres una bruja.

La niña abrió la boca, horrorizada, pero no logró articular ninguna palabra. Estaba paralizada por la revelación. Había sido Elena Stan durante diez años y ahora se encontraba con que todo aquello no era más que un engaño. Había sido abandonada, pero ahora le decían que su vida estaba envuelta en magia y secretos.

- ¿Selena? -preguntó Elizabeth después de un largo silencio. La niña parecía haber sido petrificada.

- Es todo muy extraño -confesó, su voz un susurro. Había estado acostumbrada a lo extraño: objetos que se movían solos, vidrios que se rompían misteriosamente, cosas que se incendiaban. Pero esto... esto era otra dimensión de rareza.

- Sé que es mucha información -continuó Elizabeth, con una mirada comprensiva-, pero es una buena noticia que el Ministerio de la Magia haya descubierto de dónde provenía toda esa magia fuera de control.

- ¿Magia fuera de control? ¿Ministerio de la magia?... ¿No eres una trabajadora social, verdad? -cuestionó Selena, la incredulidad llenando su voz.

- Bueno... no exactamente, trabajo para el Ministerio de la Magia, en una división que se encarga de estas situaciones.

- ¿Hay un ministerio de la magia? -su voz apenas era un murmullo, pero había algo de asombro en su tono.

- Por supuesto, y créeme que le has causado un gran dolor de cabeza al Departamento de Uso Indebido de la Magia -respondió Elizabeth, dejando escapar una ligera risa.

- Lo siento, yo no he hecho nada. -Selena parecía angustiada, sus manos temblaban ligeramente en su regazo.

- Selena, sé que es difícil de creer. Has vivido toda tu vida con muggles, pero todas esas cosas raras que te han sucedido sin explicación son magia... como ese momento en que dejaste sin luz toda la cuadra en el orfanato de Norfolk.

Ella bajó la cabeza, sintiéndose culpable

- Yo... no sé cómo es que eso sucede... Pero yo no he sido... -Con el corazón palpitante y un torrente de preguntas en su mente, Selena miró por la ventana, sintiendo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

En todos los orfanatos donde había estado, a Selena siempre le dijeron que lo que hacía era malo; que había algo en ella que debía cambiar para convertirse en una "buena niña". Le asustaba la idea de que ella fuera la causa de todos los problemas que había ocasionado, los desastres que provocaban su expulsión de un lugar a otro. Mientras escuchaba a Elizabeth, esa angustia la atravesó como un frío cortante.

- Tranquila, cariño -respondió Elizabeth, su voz cálida mientras sonreía con dulzura-. La magia es un gran don. Es bueno que te hayan encontrado. Los niños no deben reprimir su magia como has intentado hacer todos estos años.

Selena tembló al escuchar esto; su mirada se desvió hacia el suelo. Había pasado toda su vida tratando de ocultarse, de no llamar la atención. Pero aunque lo intentaba con todas sus fuerzas, esas cosas extrañas sucedían sin su control, como un fuego interior que ansiaba salir. Ahora que Elizabeth le decía que eso era magia, una mezcla de confusión y alivio le llenó el pecho.

- Yo... yo no sé cómo sucede. Simplemente pasan cosas -dijo Selena, su voz temblorosa, casi como un susurro.

Elizabeth se inclinó un poco hacia ella, sus ojos brillando con comprensión.

- Pronto aprenderás a utilizar la magia. Para eso tenemos una increíble escuela -dijo con emoción, casi como si pudiera transmitir su confianza a Selena-. Lo importante ahora es que comprendas quién eres. Todos esos eventos... ¿sabes? Fueron provocados por la magia. Puede que al principio sientas dificultad para controlarla, es normal en los niños; pero ahora el Ministerio sabe de tu existencia y podrá ayudarte.

Selena masticó las palabras de Elizabeth, recordando momentos en que su magia había flado descontroladamente, siempre manifestándose cuando estaba enojada o asustada. La posibilidad de tener control sobre eso la emocionaba, pero también la aterraba.

- ¿Puedo preguntar algo? -dijo, levantando un poco la mirada, el nerviosismo tensando su voz.

- ¿Por qué me abandonaron en el orfanato? -preguntó Selena, su voz temblando un poco mientras sus grandes ojos avellana estaban fijos en Elizabeth. A medida que lo decía, sus manos se retorcían nerviosamente en su regazo.

- Oh... -dijo Elizabeth, poniendo una mano en su pecho como si el peso de la revelación fuera difícil de soportar-. Entiendo que esto es difícil de escuchar, pero creemos que tu madre huía de quien no debe ser nombrado. Ella no tenía la marca de sus seguidores, pero parece que estaba involucrada de alguna manera... y por alguna razón, decidió huir. Lo siento, tu padre sí pertenece a ellos.

Selena frunció el ceño, su confusión evidente.

- ¿Quién no debe ser nombrado? No comprendo - La niña se encogió en su silla

Elizabeth suspiró, su mirada entrelazándose con la de Selena, buscando calmar el torbellino de preguntas que vivía su mente. - No decimos su nombre. Fue un mago tenebroso, un ser oscuro que provocó mucho dolor antes de que nacieras. Fueron tiempos oscuros para nuestro mundo.

Selena se mordió el labio, su voz ahora apenas un susurro. - ¿Mis padres... eran malos?

- No los conocí realmente -respondió Elizabeth, después de una pausa.

- Pero mi padre está preso, eso significa que no es bueno, ¿verdad? -La lógica infantil exigió respuestas, y la niña buscaba claridad en un mundo confuso.

- Tu padre admitió muchos crímenes... -Elizabeth hizo una pausa, su tono se tornó más sombrío-. Tu madre murió antes de que tuviera la oportunidad de contarnos lo que sucedió. Solo sabemos que ella no tenía la marca.

Selena apretó los puños, reprimiendo el impulso de preguntar qué crímenes cometió su padre, esa información prefería no conocerla. No en ese momento. La sobrecarga de información ya la tenía mareada.

- ¿Cómo murió ella? -su voz tembló al formular la pregunta, el miedo a la respuesta era palpable.

- Se cree que fue asesinada por quien no debe ser nombrado o algún seguidor suyo -dijo Elizabeth, su voz tan suave.

- ¿Por qué? -La frustración comenzó a crecer en Selena

- No estamos seguros -respondió Elizabeth, moviendo suavemente su mano hacia la niña, como si pretendiera ayudarla a liberarse de la confusión.

- ¿Es que acaso no saben nada? -Selena elevó un poco el tono de voz, la mezcla de emociones era demasiada. Luego, se apresuró a disculparse-. Lo siento, no quería gritar.

- Tranquila -respondió Elizabeth, un halo de comprensión en su voz-. Es mucha información para un solo día. Realmente, no se sabe mucho sobre estos eventos. Solo son suposiciones.

- Entonces mi madre... ¿quizás hizo algo malo y luego se arrepintió por eso huyo? -Los ojos de Selena brillaban con una mezcla de esperanza y tristeza.

- Tal vez -Elizabeth se inclinó un poco más hacia ella, su expresión suavizándose-. Fueron tiempos difíciles. Quién sabe... Quería protegerte, por eso te dejó en el orfanato.

Selena giró la cabeza, mirando por la ventana - Me dejó en un lugar horrible -su voz era apenas un murmullo, y aunque las palabras estaban cargadas de resentimiento, el temblor en su voz delataba su vulnerabilidad.

- Lo siento, cariño... ahora ya sabes quién eres -dijo Elizabeth, buscando su mirada nuevamente-. Podrás empezar en un nuevo orfanato, y el próximo año, cuando tengas la edad suficiente, irás a la mejor escuela de magia.

- ¿El próximo año? -la pregunta salió apresurada, llenando el silencio entre ambas-. ¿Pero si hago magia y causo un desastre como siempre?

- El Ministerio de la Magia lo sabrá y podrá ayudarte -dijo Elizabeth con firmeza- Espero que ahora, sabiendo que eres una bruja, puedas aprender a controlar esos impulsos.

- ¿Y cómo me inscribo en la escuela el próximo año? -Selena frunció el ceño, su mente ahora girando en la idea de un futuro mágico.

- Tranquila, querida -Elizabeth sonrió, inclinándose un poco hacia adelante-. Te llegará una carta. Y probablemente en unos días, alguien del Ministerio vendrá al orfanato para quitarte ese hechizo de ocultamiento.

Elizabeth señaló el aro de media luna que colgaba de la oreja derecha de Selena, su único aro. La niña se llevó una mano a la oreja, tocándolo suavemente. Solo tenía uno y lo había tenido desde que tenía uso de razón. Desde que tenía memoria, había tenido un solo aro. Ignoraba dónde había perdido el otro o si alguna vez tuvo dos aros, tampoco tenía la marca de la perforación en su otra oreja.

- ¿Me dolerá? -preguntó Selena, su voz temblorosa delatando la inquietud que sentía aferrándose un poco más al aro en su oreja.

- Claro que no -respondió Elizabeth, sonriendo amablemente-. Tienes un hechizo en ese aro que nos ocultaba la magia que hacías. Por eso tardaron tanto en encontrarte. Debo reconocer que es un excelente hechizo... seguramente alguien más ayudó a hacerlo.

Selena frunció el ceño, recordando un momento aterrador de su infancia.

- Y... ¿cómo me van a sacar el... hechizo? Nunca me he podido sacar el aro. -Ella apretó los labios, evocando la memoria de aquella niña que le había arrancado la oreja en un intento de robarle el aro. El dolor aún resonaba en sus recuerdos.

- Bueno... no lo sé exactamente -Elizabeth se encogió de hombros, su expresión cambiando a una más reflexiva-. Probablemente manden a algún mago que sepa de magia antigua.

Selena asintió lentamente, un aire de incertidumbre envolvía sus palabras. - Está bien... creo.

- Oh, y casi me olvido -dijo Elizabeth, gesticulando con una mano de manera casi dramática-. Te llegará una carta de Gringotts. ¿Conoces Gringotts?

Selena sacudió la cabeza, sus ojos grandes reflejando confusión. - No...

- Gringotts es el banco que utilizamos los magos -explicó Elizabeth rápidamente, viendo cómo la niña comenzaba a perderse nuevamente en un mar de preguntas-. Podrás tener acceso a la bóveda de la familia Avery, pero lamento decirte que no encontrarás dinero en esa bóveda. Todo su oro fue transferido a la bóveda Lestrange cuando tus padres se casaron, y no tienes acceso a esa bóveda... pero el Ministerio está haciendo lo posible por darte acceso a la bóveda Lestrange.

- Bueno... -Selena sintió cómo la frustración comenzaba a filtrarse por sus palabras-. ¿Y entonces qué hay en la bóveda?

- No tengo idea -respondió Elizabeth, encogiéndose de hombros una vez más-. Cuando te envíen la llave, podrás ver tú misma lo que hay.

- ¿Por qué no puedo entrar en la otra bóveda? -inquirió Selena, cruzando los brazos sobre su pecho, irritación brotando de su pequeño ser.

- La familia Lestrange debe darte el acceso o una llave, pero no están colaborando -Elizabeth se cruzó de brazos también, reconociendo la dificultad de la situación.

- ¿Entonces tengo más familia? -preguntó la niña, el asombro y la inseguridad titilando en su voz.

- Bueno... -La compasión iluminó el rostro de Elizabeth, quien tragó saliva antes de continuar-. Tienes tíos, pero... también están en Azkaban.

- Vaya ejemplo de familia -dijo Selena, dejando caer su cabeza de lado y mostrando una sonrisa sarcástica.

- No todas las familias son perfectas -replicó Elizabeth, mientras movía las manos con un gesto de empatía-. Pero seguro tu padre te dará acceso a la bóveda familiar.

Selena sintió un retorcimiento en su estómago; sabía que Elizabeth le estaba mintiendo podia notarlo en su mirada, pero decidió no preguntar más. Guardar silencio parecía ser lo más fácil.

A medida que Selena se adentraba en el camino hacia su nuevo orfanato, una abrumadora mezcla de emociones la invadía. Durante el trayecto, Elizabeth le reveló una inquietante verdad: al cumplir 11 años, recibiría su carta para asistir a Hogwarts, la aclamada escuela de magia donde los jóvenes aprendían a controlar sus poderes. La idea de poder estudiar magia encendió una chispa de emoción en Selena, más intensa que cualquier otra. Sin embargo, esa emoción se desvaneció al darse cuenta de que aún estaba lejos de esa edad tan esperada.

Peor aún fue cuando Elizabeth le mencionó que su cumpleaños no caía el 8 de mayo como había creído, sino que en realidad era el 28 de julio, meses después. Esta revelación la abrumó: no solo le habían cambiado la identidad durante todos esos años, sino que también habían alterado su fecha de nacimiento. Una inquietante pregunta comenzó a formarse en su mente: «¿habría secretos más profundos que aún le estaban ocultando, o ya había recibido suficiente información por un solo día?». Sin embargo, lo que Selena ignoraba era que su viaje apenas comenzaba, y que aún le quedaban muchos misterios por descubrir.

Ademas, la inquietud de Selena no se limitaba solo a la espera. Cada vez que recordaba sus explosiones de magia incontrolable, un escalofrío recorría su espalda. No quería ser transferida nuevamente a otro orfanato. Aunque Elizabeth la tranquilizaba diciendo que no debía reprimir su magia, el miedo a lo que podría suceder cuando se enojaba la paralizaba. Era como si una fuerza salvaje habitara en su interior, lista para desatar el caos en cualquier momento.

El trayecto, aunque corto, se sintió eterno. A medida que se acercaban al orfanato en Surrey, su esperanza de que este fuera un lugar acogedor se desvanecía rápidamente. Las casas similares de aspecto pulcro que habían pasado hace unos minutos habían desaparecido y, al cruzar la plaza principal, el barrio perdió su encanto y comenzó a reflejar una atmósfera desalentadora.

Finalmente, al bajar del auto con Elizabeth, Selena se encontró frente a una imponente mansión. Su tamaño era intimidante y, aunque tal vez una vez hubo sido hermosa con su gran jardín, sus majestuosos salones y sus amplias habitaciones, el paso del tiempo había dejado su huella. El edificio mostraba signos de abandono, y un aire de melancolía lo envolvía. A pesar de que allí vivían casi cincuenta niños, la falta de juegos en el jardín hacía evidente que la alegría y la vida en el lugar se habían esfumado. Selena miró a su alrededor, ansiosa por encontrar un rayo de esperanza en aquel nuevo hogar, pero la imagen que se presentaba ante ella era todo menos prometedora.

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Hola a todes soy Kat y esta es mi primera novela y espero que les guste, quizás tenga algunas faltas de ortografía, sepan disculparme, las iré corriendo.

Esta demás decir que ninguno de los personajes me pertenece a excepción de Selena Lestrange todos los demás son obviamente de JK Rowling, la historia original va a sufrir algunos pequeños cambios.

Dejen comentarios o críticas constructiva para saber si les gusta o no la historia.

Saludos.

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