━━ chapter O8
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ʏᴏᴜ ᴀʀᴇ ɴᴏᴛ ᴀʟᴏɴᴇ
ɪ'ᴠᴇ ʙᴇᴇɴ ʜᴇʀᴇ ᴛʜᴇ ᴡʜᴏʟᴇ ᴛɪᴍᴇ
sɪɴɢɪɴɢ ʏᴏᴜ ᴀ sᴏɴɢ
ɪ ᴡɪʟʟ ᴄᴀʀʀʏ ʏᴏᴜ
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Después de pasar cuatro horas en el bosque sin obtener ningún tipo de avance, Malia y Lydia se dieron por vencidas en su intento por ayudar en los entrenamientos de la nueva beta.
Laurel podría ser una persona excelente, pero era pésima prestando atención.
Ambas se dejaron caer al suelo vencidas por el cansancio de tener que repetir las mismas palabras más de mil veces, bajo la mirada confusa de la castaña que todavía se mantenía en pie, intentando concentrarse lo suficiente para cumplir con su orden y hacer algo tan sencillo como cambiar el color de sus ojos.
Pero no era algo fácil, o por lo menos no desde su punto de vista ¡Era una mujer lobo principiante por el amor de Dios! Debían darle un chance extra solo por eso.
- ¿Os vais a quedar todo el día tiradas o van a ayudarme? -preguntó cruzándose de brazos, y de fondo, se escuchó un gruñido por parte de la mujer coyote
- No recuerdo que conmigo hubiera sido tan complicado ¿No es así?
- Si hacemos una comparación ahora mismo, tu fuiste un sobresaliente -murmuró Lydia, separando las manos de su rostro para volver a reincorporarse.
Malia la siguió segundos después, sacudiendo el polvo de sus jeans y su cabello.
- Hey, sé que no soy la mejor en todo este lío de lo sobrenatural, pero hago lo que puedo ¿Vale? -comenzó la de apellido Jones- Hace apenas unas noches era alguien completamente normal. No esperen que vaya a dominarlo todo de golpe.
- Sé que no es fácil, guapa. Pero debes hacer un esfuerzo si quieres evitar poner en peligro a los demás.
- Lo intento. De verdad que sí, es solo que no funciona.
- No puedes tener miedo a tomar el control de lo que eres, Laurel -agregó Malia, basándose en su propia experiencia- De lo contrario, no podrás dormir tranquila sabiendo que tu lado animal va sobrepasarte en cualquier momento.
- Puedo usar cadenas. -sugirió.
La coyote hizo una mueca en respuesta.
- No es de mucha ayuda.
- ¿Y qué tal si me atan a un árbol? Eso podría servir...
- Pésima idea -negó la banshee- Liam tiene que hablarte mucho de sus propias experiencias para que tengas la guía exacta de cómo ser un beta sin echarlo todo a perder.
- ¿¡Entonces qué supone que haga!?
- Lo que acordamos en un inicio... -agregó otra voz- Aprender a cómo ser un monstruo.
Peter Hale había pasado un buen rato observándolas desde lejos. Estudiando cada movimiento torpe, cada reflejo y cada golpe fallido por parte de la chica que había adoptado como su obra de caridad personal.
Ella no era solo demasiado insegura, sino que carecía de la determinación y el carácter para asumir su parte lobuna. Algo así como un bebé que no tiene ganas de aprender a andar por miedo a caerse. Y eso, indudablemente, era un problema.
Caminó con pasos lentos hasta detenerse justo delante de la beta, dedicándole una expresión retadora que ella tomó como una burla, pero que a su vez, la hizo sentir demasiado nerviosa. Cosa que a él lo divertía de lo lindo.
- Pueden dejarme con ella, a partir de ahora yo seré quien guíe el entrenamiento.
- Peter... -advirtió su hija.
- Está bien, cariño. No voy a morderla... a menos que ella quiera.
Laurel entornó los ojos con fastidio, pero decidió solo quedarse callada. Total. Si él podía ayudarla no le importaba tener que soportarlo por las siguientes horas.
No obstante, la de apellido Martin no estaba muy convencida de dejarla a su cargo, e insistió una vez más en que podían quedarse sin ningún problema.
- No te preocupes, Lydia. Pueden irse -respondió la castaña, dando un leve asentimiento con la cabeza para incentivarlas a regresar a casa.
La mujer coyote y la banshee intercambiaron una mirada de soslayo, todavía dudosas, pero al final terminaron regresando con la esperanza de que Peter lograra ayudarla de alguna forma. Porque la chica era una verdadera complicación.
- Estamos a una llamada de distancia.
Laurel sonrió de medio lado, y luego volvió a suspirar pesadamente, notando cómo el silencio se iba haciendo cada vez más incómodo cuando los dos se encontraron solos en medio del bosque.
Sus ojos fueron directamente a la figura imponente del hombre delante suyo, y algo dentro de su estómago dió un vuelco al recordar la escena que habían protagonizado en el hospital.
No recordaba haberse sentido tan miedosa al lado de un hombre antes, pero al parecer, él sabía perfectamente lo que estaba haciendo, y no fallaba en su intención de intimidarla ni un solo segundo.
- Créeme, todo esto terminará cuando hayas aprendido y no causes más problemas -le dijo con seriedad, quitándose la chaqueta para dejarla a un lado.
- Hago lo mejor que puedo.
- Eso no es lo que acabo de ver. Tienes un instinto de ataque demasiado lento, ángel.
- No me llames así -espetó en tono rudo.
- Muy bien Laurel Helena Jones -recitó solo para hacerla bufar otra vez- Así como tú no cumples muy bien con tu tarea de obedecer, mi hija tampoco es muy buena enseñándote. Antes de aprender a luchar, tienes que primero ser capaz de utilizar tus sentidos.
- ¿Mis qué?
- Los sentidos que te ha dado la Madre Naturaleza... o en este caso llamémoslo Scott McCall. Cuando te piden que conectes con el lobo que hay dentro de tí, no estoy hablando de que ladres o gruñas como perro. Te pido que sientas. Y verás que dentro de poco vas a poder aullar libre y salvaje.
La mujer gruñó exasperada, pensando que para él era muy fácil decirlo porque tenía completo dominio de sus poderes y no estaba tan estresado como lo estaba ella en esos momentos. Rogando por una taza de té de menta y la suavidad de las almohadas de su sofá.
- Lo he intentado ya -repitió por décimo cuarta vez ese día- No sirve de nada. Ya está. Soy defectuosa.
- Lo que eres es un extraño caso de perezosa feminista.
- Hey ¿A quién estás llamando perezosa, anciano?
- Descuida, vamos a arreglar eso más rápido de lo que crees -murmuró, al tiempo que liberaba sus garras.
Laurel abrió mucho los ojos. No iba a decir en alto que aquello la había asustado hasta los huesos.
- Peter ¿Qué es lo que estás haciendo?
- Lo primero que debes saber de mí, es que no voy a tratarte como si fueras de cristal. Todo lo contrario, tendrás que luchar o dejar que te maten.
Sin previo aviso, embistió sobre esta usando toda su fuerza y agilidad, sorprendiéndose cuando ella pareció reaccionar antes de que pudiera alcanzarla.
Laurel esquivó su ataque con rapidez, sintiendo que su pecho subía y bajaba rápidamente, con sus agitadas respiraciones haciéndole creer que escupiría el corazón en cualquier momento.
- Para ya.
- ¡Pelea de vuelta! -ordenó, esta vez exigiéndole con voz de mando- ¡Pelea de vuelta!
Cuando la volvió a atacar, ya Laurel no experimentaba sentimientos de miedo u horror, sino una creciente oleada de rabia que la iba superando segundo a segundo. Ya no solo quería detenerlo. Ansiaba luchar contra él. Ganar aquel desafío que le imponía solo para demostrar cuánta fuerza guardaba dentro...
Algo en su interior exigió ser desatado, y ella no dijo que no esta vez.
Sus ojos adoptaron ese brillante color amarillo, y un rugido gutural atravesó su garganta para orgullo de su contrincante.
«Magnífico» fue lo que murmuró Peter, echándose para atrás en el instante que correspondió a su lucha.
Laurel saltó sobre él y sus colmillos brillaron bajo la luz del claro que atravesaba las ramas por encima de sus cabezas. Sus garras descendieron, pero no alcanzaron a dejarle ningún rasguño. Porque para su suerte, los Hale se caracterizaban por ser muy buenos en la batalla.
Pero antes de que la situación volviera a salirse de sus manos, él la sujetó por los hombros y la tiró al suelo, valiéndose de toda su fuerza para mantenerla ahí.
Hizo una mueca de dolor cuando sintió el filo de sus garras atravesando la carne tierna de sus brazos, pero no se apartó. Al contrario, mantuvo firme su agarre, y acto seguido, usó su voz para dominarla.
- Es suficiente -advirtió.
Tras un tercer rugido, los ojos de Laurel volvieron a su color ámbar, y su cuerpo se encogió a un lado para rehuirle entre sollozos.
La mirada inquieta viajó a sus manos para asegurarse que habían vuelto a ser normales, y solo cuando tuvo esa seguridad, se cubrió el rostro con ellas
- No vuelvas a hacer eso -dijo- Por favor.
- ¿Por qué?
- Me has asustado -a esas alturas le daba igual si sonaba muy infantil o no. No podía siquiera pensar en volver a hacerlo.
Conteniendo un profundo suspiro, Peter se agachó a su altura para mirarla de cerca, detallando en cuestión de segundos los rasgos más distinguidos de su rostro. Aquel par de pómulos altos y su frente tersa que arrugaba cada vez que fruncía el entrecejo.
Al final, decidió sentarse a esperar porque el ataque de ansiedad pasara, y segundos después, se percató de que ella también lo estaba observando.
- Sé que es duro, pero a veces las circunstancias te obligan a ser así la mayor parte del tiempo -susurró, esperando que ella pudiera entender- Al menos ahora lo sabes.
- El instinto de la pelea te alerta.
- Podría decirse, aunque a veces es el miedo el que habla por tí.
Ella no pudo decir nada contra eso, porque era, quizás, lo que más había sentido en su vida.
- Yo viví muchos años así. Debido mi padre -le dijo- Él siempre estaba furioso. Todavía me sigo preguntando por qué. Pudo haber sido por el alcohol, el dinero, no lo sé; pero lo cierto es que encontraba satisfacción en descargar ese enojo con nosotros.
Una interrogante se creó en su cabeza al preguntarse por qué de repente lo había elegido precisamente a él para revelar toda aquella historia. Podría ser porque no aguantaba tener ese nudo atorado en su pecho, o simplemente porque era lo más cercano a un amigo que tenía en esos momentos.
Pero si de algo estaba seguro, era que probablemente terminaría sintiéndose mal después de ello.
- Un día me desperté en urgencias con dos costillas rotas y un brazo dislocado, junto con la noticia de que mi madre y mi hermana estaban muertas porque él las había matado a golpes.
- No es necesario que...
- No. Está bien -ella insistió- Lo tengo superado, pero necesitaba contárselo a alguien.
- ¿Por qué?
La vió encogerse de hombros con simpleza, como si no supiera la razón.
- Supongo que porque llevo guardándomelo por mucho tiempo, o porque todavía no sé cómo alguien puede ser tan hijo de puta para matar a su propia familia.
Aunque hubiera querido decir algo, Peter no tuvo el valor para hacerlo porque ¿Qué podría decir para reconfortarla cuando él mismo era una representación exacta del monstruo que ella acababa de describir? Había matado por ambición, por locura, por el egoísmo que siempre lo caracterizó, y nada, absolutamente nada borraría los errores que cometió en el pasado.
Y ahora que acababa de escuchar lo que tenía para decir, se preguntó realmente cómo lo vería después de saber todo lo que había hecho.
- Fui criada por mi abuela. De ella heredé la posada que vendí en New Orleans para venir aquí -agregó.
- ¿Y qué pasó con tu progenitor?
- Está donde merece, tras las rejas.
- Por eso viniste, para alejarte de él.
- ¿Qué comes que adivinas, Hale?
Entonces, sucedió lo que nadie se esperaría, y una sonrisa sincera, sin ningún tipo de maldad, asomó por entre la comisura de los labios de Peter.
- Escucha, puede que todos me conozcan por ser un perfecto idiota la mayor parte del tiempo, pero siempre ten en cuenta algo -le dijo, ambos mirándose mutuamente- Eres muy fuerte, Laurel. Has llegado hasta aquí con toda determinación, y seguirás hasta el final sin volver a ser víctima del miedo. Porque yo estaré aquí y nunca dejaré que salgas lastimada otra vez ¿Vale?
Ella volvió a mirarlo significativamente, y asintió, creyendo en cada una de sus palabras.
- Lo sé
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Stiles dejó caer la caja encima de su cama, y desde ahí, comenzó a sacar todas las fotos y apuntes que seguidamente iba colocando por espacios separados en la pizarra que había ubicado en un rincón independiente de la habitación.
Acto seguido, con la ayuda de un hilo rojo fue conectándolos unos con otros, hasta convertir lo que antes había sido un espacio vacío en la peor versión criminal de un cálculo matemático.
Fechas de asesinatos cometidos en una especie de patrón que no había terminado de descifrar, pero que parecían irse dibujando cuidadosamente por encima del mapa de California. Los nombres de las víctimas estaban escritos en una lista similar a la que utilizó el Benefactor para enumerar sus objetivos, y varios de ellos habían sido tachados con el paso de los días.
¿Qué tenían en común todos los puntos? Pues que a juzgar por el material de sus balas, todos dejaban una marca distintiva representando a los asesinos del movimiento de cazadores más buscado del momento.
- Hijo -llamó una voz ronca proveniente de la puerta que daba a las escaleras.
El sheriff Stilinski miró todo a su alrededor, presintiendo la respuesta sin siquiera preguntar a qué se debía el desorden de archivos que estaba esparcido por el suelo.
- ¿Papá? -Stiles dejó las cosas a un lado para atenderlo- Creí que a estas horas estarías en la comisaría ¿Qué haces aquí?
- Lydia me dejó pasar. No contestas el teléfono.
-Sí, lo siento. Estoy algo ocupado con la investigación.
- ¿El Caso de la Flor de Liz? -preguntó al mirar el viejo pizarrón- Creí que te habían dejado fuera.
- Así es... pero no del todo.
- ¿A qué te refieres con "no del todo"?
Sabía que a su padre no le agradaba la idea de que metiera sus narices en un caso que no le pertenecía, y con certeza podía decir que de contarle lo que estaba haciendo iba a terminar por hacerlo enfurecer una vez más. Pero era inevitable, y Stiles tenía bien claro cuál era su misión.
Y no estaba dispuesto a desistir.
- Ese grupo de cazadores ha estado matando a muchas personas sin ninguna razón, solo por el mero hecho de ser hombres lobo. Y no solo eso, se llevaron a mi mejor amigo.
- Pero él está de vuelta. Está a salvo ahora.
- ¿Y crees que eso es suficiente?
- Stiles, hay un equipo entero de agentes del FBI detrás de ellos. Quizás deberías apartarte y dejar que se encarguen del asunto.
- Yo he estado estudiándolos por meses, papá ¿Qué te hace pensar que porque decidan perseguirlos ahora van a tener éxito? -cuestionó cruzándose de brazos- Ellos son jodidamente inteligentes. Se encargan de borrar su rastro antes de volver a actuar. No van a poder encontrarnos sin mí, lo apuesto.
El sheriff negó varias veces, más para sí mismo que para su hijo, preguntándose cuán cegado podía estar para no darse cuenta de que iba a perder la cabeza si seguía así.
- En lugar de enfocarte en conservar las buenas cosas que tienes ahora: un hogar propio, una vida con la chica que siempre quisiste, trabajo estable... ¿A qué se debe esta obsesión por atrapar un maldito grupo de cazadores?
- Antes era solo por la idea de hacer justicia a todos los seres sobrenaturales, pero después de lo que le hicieron a Scott... -se obligó a cortar sus palabras, sintiendo cómo de solo recordarlo la impotencia volvía a acumularse dentro de su cuerpo- No permitiré que vuelvan a acercarse a nosotros. El muchachito escuálido que se defendía con un bate ya no está. Ahora sé cómo sostener un arma, y te juro que voy a tomar venganza por todo lo que han hecho... puedes estar seguro de eso.
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Perseguida por una nube de vapor, Malia exprimió su empapado cabello sobre el lavamanos antes de abrir la puerta del baño hacia la habitación, sin molestarse siquiera en recogerlo antes o abrir la ventana para que se fuera la humedad.
Por su mente solo revoloteaba la idea de llamar a Deaton en cuanto tuviera oportunidad para preguntar si había descubierto algo en su búsqueda, pero iba tan ensimismada por eso, que no no se percató cuando sus pies pasaron por encima de la sudadera que había dejado tirada las otras noches. Aquella que había sido de Scott, y que ahora le pertenecía.
Haciendo una leve mueca con los labios, se agachó para recogerla y luego acariciar la tela con la yema de sus dedos, percibiendo ese característico olor desde donde estaba.
Varios recuerdos llegaron a su mente, y nada más doloroso que eso para hacer de su día otro fiasco, aunque si seguía sufriendo por eso, su corazón se rompería por cada vez que lo tuviera delante. Y ella no podía permitirse seguir así.
Era una Hale, y por tanto, tenía que evadir esos sentimientos. Aún cuando esto significaba tragarse su propio dolor.
- Malia ¿Estás aquí... ¡Oh mierda! -Scott saltó en el lugar, cubriéndose los ojos de golpe antes de que ella volviera a esconder la sudadera- Perdón. Entré sin avisar. No debí hacerlo, disculpa.
La fémina no pudo evitar reírse por lo bajo, viendo cómo su rostro adoptaba un color rosa intenso en las mejillas, y este apartaba la mirada hacia el lado contrario de la habitación.
- ¿Cuál es el gran problema? Estoy cubierta, no es como si me hubieras pillado desnuda.
- Se llama ser respetuoso -resaltó como si no fuera obvio, gesto que a la mujer coyote le pareció la cosa más adorable del mundo.
-Solo cálmate. Todos en la manada me han visto cada vez que me transformo, no es la gran cosa. Además, me viste aquel día en el bosque.
- Pero esa vez fue diferente. Yo estaba... bueno, ya sabes.
- ¿El qué?
- Que sabes a lo que me refiero.
- Pues creo que estoy algo confundida.
- Yo también -el alfa liberó un fuerte suspiro, como si hubiera estado reteniendo todo el aire de sus pulmones desde que entró y la vió semidesnuda delante de sus ojos- Solo olvida lo que dije ¿Vale? Me voy a voltear para que puedas cambiarte.
Malia tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no correr y besarlo en ese preciso instante. Él continuaba siendo el chico galante que siempre la respetaba, y eso era lo que más había extrañado además de su presencia.
- Listo, princesa. Ya puedes mirar -anunció después de haberse colocado unos shorts y una camiseta, permitiendo que este volviera a mirarla, a pesar de que todavía sentía vergüenza por lo ocurrido- ¿Para qué me buscabas?
- Uhm, estoy algo cansado de estar en cama, así que iba a poner una película y quise pasar a preguntarte si te apetecería acompañarme.
No iba a a negarlo, Scott se sentía inseguro cada vez que se acercaba a ella. No porque desconfiara de su persona, sino porque creía que de alguna forma podría molestarle tanta insistencia por llegar a conocerla mejor.
A Liam no parecía importarle, pero Malia era diferente. Más cerrada, directa y limitada únicamente a seguirles la corriente.
No dudaba que detrás de esa armadura se encontrara una chica genial, pero tendría que ir poco a poco para descubrirlo por sí mismo.
- Claro que sí -él se sorprendió al escuchar su respuesta, y algo dentro de su pecho se relajó.
- Vale -le dijo con una sonrisa de alivio- Te esperaré abajo. Emm... ¿Te gusta Star Wars? No es mi favorita pero solía verla antes con Stiles.
- Por mí está bien -respondió con simpleza.
- No demores entonces -dijo, pero al salir su cabeza se golpeó de lleno contra el umbral de la puerta- ¡Diablos!... h-ha sido mi culpa otra vez, no te preocupes.
- No importa.
- Ahora sí, iré a poner la tele.
Cuando lo vió desaparecer, Malia entornó los ojos y se volteó para recoger la toalla del suelo. Una inconsciente sonrisa se dibujó en su cara, pero no iba a aceptar que se debía a que los latidos acelerados de su corazón lo habían delatado y eso le causó cierta gracia.
A veces Scott podía ser un completo desastre andante cuando estaba nervioso.
Debo aclarar que hoy no pensaba actualizar, pero cuando recordé que se cumplían 10 años desde que salió el primer capítulo de esta maravillosa serie, me dije ¡Es una obligación!
Acepto que comencé viéndola solo porque una amiga mía me la había recomendado insistentemente, y gracias Ale por eso, porque de lo contrario me habría perdido de mucho. Es de las pocas series que me han encantado de inicio a fin.💙
Adoro Teen Wolf, y esta historia es una prueba de ello. La estoy haciendo con todo amor, para los lectores que como yo deseaban que nunca acabara o al menos que tuviera una temporada 7; y por supuesto, para los que todavía después de casi cinco años siguen obsesionados con ella.
Tyler bebé, dejamos nuestras esperanzas en tus manos.
Este capítulo va dedicado para todos ustedes, por darle una oportunidad a Oblivion y de paso dármela a mí al leer lo que escribo.
Me voy para Instagram 😭 necesito ver las publicaciones de mis niños antes de echarme a llorar, okno nos leemos.
Debbie
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