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━━ chapter O6

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ɴᴏ ᴅɪsᴛᴀɴᴄᴇ
ᴄᴏᴜʟᴅ ᴇᴠᴇʀ ᴛᴇᴀʀ ᴜs ᴀᴘᴀʀᴛ
ᴛʜᴇʀᴇ's ɴᴏᴛʜɪɴɢ ᴛʜᴀᴛ
ɪ ᴡᴏᴜʟᴅɴ'ᴛ ᴅᴏ
ɪ'ʟʟ ғɪɴᴅ ᴍʏ ᴡᴀʏ ʙᴀᴄᴋ ᴛᴏ ʏᴏᴜ

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Malia salió de la clínica temprano esa tarde, despidiéndose con una ligera sonrisa para Deaton, quien prefirió quedarse una horas más y guardar los instrumentos por sí mismo.

Sabía que los últimos días no habían sido muy gratificantes. Sobre todo para ella. Así que decidió darle un respiro después de verla trabajar con esa expresión perdida hacia donde quiera que se dirigiese o le ordenaran ir.

Años viéndolos crecer le permitieron al druida conocerlos como a su propia familia, y precisamente por eso, comprendía que cada uno necesitaba su espacio individual para afrontar el golpe que el destino volvía a propinarles.

No obstante, ese no sería precisamente uno del que pudieran recuperarse al instante.

La mujer coyote, aunque no podía decir que se encontrara literalmente bien, se permitió sentir al menos un poco reconfortada después de recibir la llamada de su padre esa misma mañana. Henry Tate había estado al tanto de todo lo que ocurría en Beacon Hills a través de ella, y no recibir noticias suyas dos días seguidos lo preocupó de sobremanera.

Tanto, que fue capaz de exigirle explicaciones a Peter Hale solo por saber si su hija estaba a salvo, y no luchando contra ninguna nueva fuerza sobrenatural. De esa forma, se enteró de todo lo que había acontecido, y realmente lo sintió porque sabía lo mucho que Malia debía de estar afrontando por sí sola.

Porque ella era así, tan cabezota que se guardaba su dolor para sí misma en vez de apoyarse en las personas que estaban allí para ayudarla.

Sin embargo, ella le aseguró que estaba bien, y rechazó su oferta de irse con él a Nuevo México con la excusa de que su manada la necesitaba, y no podía abandonarlos yéndose lejos cuando la situación se tornaba difícil.

Además, si había algo que ella nunca traicionaría era su fidelidad hacia los suyos.

Porque manada era sinónimo de familia, y su hogar era donde quiera que ellos se encontraran, en las buenas y en las malas.

Una sonrisa melancólica se coló por entre sus labios de forma inconsciente al recordar quien le había dicho esas mismas palabras, y ahora nada más pensarlo como un hecho que realmente había sucedido se la hacía tan lejano.

Porque de los dos, ahora ella era la única que lo atesoraría para sí misma.

Mientras intentaba no pensarlo, avanzó tranquila por la vacía acera del vecindario hasta llegar a la casa de los McCall. Se fijó fugazmente en los detalles de la puerta como cada vez que llegaba y atravesó el umbral sin pedir permiso antes. Una manía que había adoptado cuando se mudó de forma permanente con Melissa en el tiempo que su novio todavía estaba en la Universidad.

No sabría cómo llamarlo ahora.

La mujer corrió a abrazarla nada más verla llegar, demostrando lo mucho que la había echado de menos esos dos días en los que no había tenido oportunidad de verla ni por asomo, y solo por eso, Malia sintió una punzada de culpabilidad en el centro de su estómago.

Pero al menos, Liam estaba allí para acompañarla como mismo había hecho desde el principio.

Él también le dedicó una mirada alegre cuando la vio detenerse en el felpudo de la entrada, pensando que ya no era el único en dar pequeños pasos para reorganizar las piezas de la manada con calma y paciencia; y Malia se sintió tan orgullosa solo por eso, que no pudo evitar corresponderle a ese gesto con una sonrisa.

- ¿Estás bien? -le preguntó Melissa, acariciando su mejilla con aire maternal.

La castaña se encogió de hombros, porque ni siquiera ella misma sabía cómo se estaba sintiendo últimamente.

- Tratando -respondió en baja voz.

- Malia no tienes por qué irte de aquí -sabía que esa era un tema perdido, pero por lo menos, podía hacer el intento de hacerla cambiar de parecer- Sé que las cosas no están nada bien... pero mejorarán, lo sé ¿Y quién sabe qué pueda pasar después?

- Hey, solo me iré al piso de Peter, tampoco es que vaya a encerrarme en un convento ni nada parecido.

Melissa rió, y los dos pudieron notar un leve atisbo de nostalgia asomándose por sus expresiones de cansancio y estrés.

- Supongo que solo soy yo no queriendo dejarte marchar. Lo siento. Espero que ese idiota sepa cuidarte como yo lo he hecho o de lo contrario tendré que...

- Está bien, mamá McCall. Ya no tengo diecisiete. Creo que podré arreglármelas muy bien.

- Es solo el instinto sobreprotector hablando por ella, a mí todavía me recuerda que debo mirar hacia los dos lados antes de cruzar la carretera -agregó el joven Dumbar, ganándose un sopetazo en el hombro por parte de la mujer- ¡Auch!

- Y aún así te veo violar las leyes del tránsito cada vez que me llevas al hospital. No todos tenemos poderes sobrenaturales para sobrevivir a un accidente, niño.

- ¡Te doy mi coche y tú lo tratas así, pequeño engendro beta! -Malia abrió la boca con enojo- Vas a ser el próximo muerto de mi lista esta semana.

- ¿Y quién es el otro?

- ¿Acaso tengo que darte explicaciones ahora, Dumbar?

- No, señora. Amo mi vida. Gracias.

Melissa pasó de voltear la cabeza entre negaciones a entornar los ojos y darle un último beso en la mejilla a Malia.

- Llevé tus cosas a la habitación de invitados mientras Scott dormía. Puedes ir a por ellas allí, pero ya sabes que si quieres...

- Gracias, pero estaré bien. Lo prometo -la interrumpió, apresurándose en dar un último golpe en el hombro del beta y caminar rápidamente hacia las escaleras.

- ¿¡Pero qué les pasa a las mujeres de este pueblo conmigo!?

- Tranquilo, y ya vámonos antes de que se haga más tarde -murmuró la señora McCall con una mirada serena- ¡No olvides cerrar la puerta antes de salir, Lia!

- ¡Descuida! ¡No lo haré!

La coyote subió los dos últimos escalones con la vista puesta directamente en el pasillo, mirando hacia la puerta de la habitación del fondo, esperando no tener ningún encuentro inesperado.

Con movimientos silenciosos, pasó al interior de la alcoba que por mucho tiempo había estado vacía, encontrándose con que la cama estaba perfectamente vestida y sus cosas dentro del armario que había en el lado opuesto de la habitación, cuyas paredes color salmón distaban mucho de ser iguales a las del resto de la casa.

Malia suspiró ante el claro intento de su suegra por querer mantenerla allí, aún después de haberle aclarado que no se sentiría cómoda estando bajo el mismo techo que Scott. Quizás muchos podían verlo como un acto de cobardía por su parte, pero lo cierto es que no se sentía preparada para enfrentarlo sabiendo que a sus ojos no pasaría de ser una completa desconocida.

En tanto metía su ropa dentro de la mochila, una de sus manos se cerró en torno a la tela de una sudadera que no le pertenecía, y nada más hizo falta mirarla de cerca para que la determinación con la que había llegado a esa casa se esfumara de un solo plumazo.

El karma era una perra, de eso no cabía duda.

- Solo serán dos semanas -murmuró el alfa entre risas, separando el cuerpo de la castaña que lo abrazaba por la cintura con intenciones de no dejarlo ir.

Malia bufó, molesta, pero resignándose a que no lograría convencerlo de lo contrario.

- Sigue siendo demasiado tiempo ¿Qué pasa si luego se extiende como la otra vez?

- Juro que no será así. Son dos exámenes, necesito mantenerme enfocado y evitar que mi madre me mate por reprobar otra materia.

La vió entornar los ojos.

Últimamente lo hacía muy seguido. Las veces en las que un tema la aburría o con algo en lo que no estuviera completamente de acuerdo.

- A veces me gustaría poder encadenarte al pie de la cama para que no te subieras en esta moto.

- ¿Es eso una advertencia lo que oigo, señorita Tate?

- No quiero que te vayas -volvió a gruñir, esta vez cruzándose de brazos- No lo sé, tengo un mal presentimiento de que si te dejo ir no vas a regresar.

Scott la miró con sus ojos oscuros estudiando la expresión miedosa que poseía, como si realmente creyera en las palabras que estaba diciendo y eso la hiciera sentir insegura cuando no debía estarlo.

Él simplemente la atrajo por la cintura y con una mano acunó su mejilla para acercar sus rostros y besarla pausadamente. Esperando que así pudiera confiar en las palabras que le diría a continuación, y que para él, siempre serían verdad.

- ¿Recuerdas lo que hemos hablado? -murmuró- Yo siempre voy a regresar a tí. No importa dónde esté o si me pierdo. Ten presente que aún si eso sucede, encontraré mi camino de vuelta. Lo prometo.

Malia arrugó la nariz, apartando los malos pensamientos y abrazándolo por los hombros para asegurarse de que no iba a ponerse sentimental en ese preciso momento.

- Ten mucho cuidado.

- Lo tendré -prometió.

Y de repente, allí estaban sus ojos cristalizándose de tan solo recordar que esa había sido la última conversación que tuvieron antes de que él desapareciera días después, y ella ni siquiera se había asegurado de decirle que lo quería cuando lo vió alejarse en su motocicleta.

Le había hecho una promesa que no pudo cumplir, y ella fue una tonta al ignorar sus instintos y dejarlo marcharse.

Una vez, en la preparatoria, alguien en la clase de literatura preguntó cómo afectaría el olvido en la vida de las personas, y por aquel entonces no le había prestado mucha atención, pero ahora podía sentirlo.

¿Cómo hacerle frente a la idea de que lo había perdido cuando hacía solo unas semanas que él le prometió volver para pasar el fin de semana a su lado?

La mirada inexpresiva de Malia se mantuvo fija en la tela de la sudadera, luego la dejó en un rincón y continuó con su tarea hasta que un leve carraspeo la hizo estremecer.

Tragó en seco, tratando de controlar sus temblorosas manos para que dejaran de sudar mientras que Scott, quien ahora estaba apoyado en el umbral de la puerta, la observaba con el ceño fruncido.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó.

- Esto... yo... -Malia miró sus cosas y luego a él otra vez, al tiempo que intentaba encontrar las palabras correctas para responderle- Melissa me dejó subir a por mi mochila, ya me iba.

- ¿Vives aquí?

Vaya manera de complicar las cosas con solo signos de interrogación.

- Pues sí -respondió con simpleza- Mi padre se mudó a Albuquerque hace unos años, pero cuando desapareciste la señora McCall dijo que podía quedarme aquí mientras te buscábamos.

Se sintió incómoda cuando, al terminar su enredo de palabras, él todavía continuaba mirándola atentamente, con esos ojos oscuros carentes de cualquier signo de calidez.

- Eres Malia ¿No es así? -supuso- La chica que salvamos en el bosque.

- De ella no queda mucho ya, pero sí. Esa fue la primera vez que me transformé después de estar nueve años en el cuerpo de un coyote.

Le era difícil pensar en lo enfadada que había estado con ellos por hacerla regresar al mundo humano de forma tan brusca, pero actualmente, no podría estar más agradecida. Después de eso había sido mucho por lo que tuvieron que atravesar, pero no se arrepentía de nada.

La soledad de los bosques nunca se compararía a todos los años de experiencias vividas en Beacon Hills.

- Stiles me habló de tí -dijo en medio de una mueca de dolor cuando hizo el intento de caminar y sentarse en el extremo opuesto de la cama- De hecho, me ha contado sobre todos. Hay mucho que me es difícil aceptar todavía, pero confío en que con el tiempo me iré acostumbrando.

- No debe ser nada fácil.

- No, no lo es.

Ambos se quedaron allí sentados, separados por un espacio mucho más profundo y vacío. Uno tratando de asimilar esa nueva realidad que desconocía, mientras que la segunda hacía su mayor esfuerzo por dejar de mirar la pared y enfrentarlo directamente.

- Desearía poder recordar.

- Lo sé

La castaña se volteó, y por primera vez, Scott pudo detallar sus facciones y encontrar todos los puntos de similitud que tenía con la joven que recordaba haber visto aquel día en el bosque. Perdida, asustada... Y que para su impresión, ahora lucía como toda una mujer fuerte y segura.

- Nosotros... -comenzó a decir- ¿Éramos cercanos?

Malia dejó escapar un suave suspiro, recordando todas las veces que lucharon codo a codo junto a la manada. Los momentos en los que él fue la única persona que la apoyó, desde su ruptura con Stiles hasta cuando su psicótica madre intentó quitarle la vida.

Sí, él nunca la dejó sola. Ni siquiera cuando otros se fueron.

- Podría decirse que sí -susurró encogiéndose de hombros.

El apellidado McCall miró la desorganizada mochila en sus manos y luego a ella.

- ¿A dónde vas?

- Con Peter. De seguro no lo sabrás, pero él...

- Es tu padre biológico, ya lo sé. Pero... ¿Por qué?

«Porque el hecho de tener que mirarte ahora y no poder decir nada me está matando» pensó.

- Ya volviste, no veo necesidad de que me siga quedando aquí. Estarás más cómodo rodeado con las personas que todavía conoces.

- Quédate.

Ella se detuvo de pronto, cuestionándose sí habría escuchado bien.

- ¿Cómo has dicho?

- Sé que puede sonar algo loco en estos momentos, pero me gustaría relacionarme más con esa parte de mi pasado que no logro revivir.

- Podrías habérselo pedido a Liam o Stiles.

- ¿Te molesta que te lo pida a tí?

- ¡No! Es decir, por supuesto que no, pero... -tartamudeó- ¿Por qué yo?

Él estaba confundido, pero tras meditarlo unos segundos más, agachó su rostro con algo de arrepentimiento.

- No lo sé -murmuró- Quizás ellos tienen razón y me estoy adelantando mucho. Perdón si te molesté.

Antes de que pudiera marcharse, algo dentro de Malia saltó con la misma potencia de un relámpago, obligándola a levantarse de la cama y gritar su nombre con el corazón a punto de reventar en su pecho.

- ¡Scott! -dijo, viéndolo detenerse a medio camino- Me quedaré.

Tras esto, lo vió girarse y esbozar una pequeña sonrisa, la misma que le había dedicado aquella vez cuando lo salvó en la oscuridad de los túneles.

Una sonrisa de agradecimiento.

- ¿Hablas en serio?

- Me quedaré -asintió- y voy a hacer lo posible por ayudarte a recordar.

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Al ver que sus heridas parecían sanar sin ningún problema, el doctor no tardó en darle de alta treinta horas después de estar en observación, a pesar de haber llegado a ese sitio prácticamente irreconocible, tal parecía ser que sus heridas habían sido más superficiales que profundas. A excepción de la que tenía en el cuello, claro estaba.

Laurel se había mostrado reacia a la idea de marcharse, negándose rotundamente y alegando que aún no se encontraba bien del todo.

- Esto es un hospital, no un hotel. Yo solo cumplo órdenes -escupió la enfermera de muy mala gana, al tiempo que la ayudaba a prepararse para salir de allí.

Desde que había vuelto a despertar, el mundo se le estaba mostrando más raro que nunca.

No solo parecía escuchar voces en su cabeza, sino que juraría que estas pertenecían a las personas que se encontraban a su alrededor. En un radio de 80 metros a la redonda o algo por el estilo. Aunque llegados a ese punto, no dudaba que fueran sus demonios hablándole incoherencias mientras discutían de algún tema dentro de su atormentada mente.

Además, tampoco era como si su humor la estuviera ayudando. Se sentía tan internamente frustrada y molesta sin razón alguna que no podía evitar gruñir por cualquier mínima cosa que llegara a inquietarla. Como el hecho de que su casa era un completo desastre cuando puso sus pies por primera vez en ella

Y eso no era todo. Desde que se había despertado, sentía como si su cuerpo tuviera una cantidad excesiva de adrenalina en sangre que la impulsaba a ir de aquí para allá solo con el objetivo de hacer algo o quemar energías.

No obstante, eso no borraba el hecho de que parecía haber bebido un termo entero de cafeína con la fuerza suficiente para matar a un búfalo.

Estaba probado. Aquella bestia le había contagiado la rabia.

- Hombre lobo... -deltreó, moviendo su lengua al ritmo de un bajo susurro.

Google le mostró su respuesta casi al instante, y Laurel posó sus ojos automáticamente en el resultado. Probablemente tendría que ocupar su cabeza en cosas más importantes como organizar el montón de cajas que todavía quedaban apiladas en el salón o acomodar mejor los muebles, pero desde que tuvo la conversación con aquel tipo que la atrapó en el hospital, aquella interrogante no había dejado de dar vueltas cabeza.

«Según la tradición» comenzó a leer «la mayoría de los hombres lobo no se transforman voluntariamente; son víctimas de una maldición, y sufren enormemente a la hora de su metamorfosis. Lo que es peor, al transformarse pierden completamente la conciencia humana y se vuelven peligrosos, incluso para sus seres queridos. Generalmente poseen piel morena o blanca pálida. Sus ojos tienen algo que cautiva y atrae o bien puede causar un temor profundo e inexplicable. Tiene cambios de estado bruscos...»

La castaña tragó grueso.

«... esto le sucede inconscientemente. Tiene ataques de ira repentinos, sus sentidos se activan al instante, sus oídos son muy sensibles a los sonidos agudos y al contacto, además que los licántropos tienen mejor oído, esto les afecta a niveles que les molesta o les duele...»

- Mierda -murmuró la castaña, alejándose repentinamente del computador- Mierda, mierda, mierda.

Así que esas características coincidían perfectamente con el chico que la había atacado, la mayor parte, porque la otra solo servía para que en cualquier momento le diera un ataque de cardíaco.

Laurel se dejó caer al suelo, su espalda chocó contra la pared y las manos fueron a parar a su cuero cabelludo. De pronto, todo el peso de esa información pasó a dar vueltas dentro de su cerebro, perturbándola, atormentándola, asfixiándola. Hasta hacerla hiperventilar.

Los dedos comenzaron a picarle descontroladamente. Todo su cuerpo ardía como si su sangre, de repente, se hubiera vuelto veneno. Entonces, las sudoraciones la atacaron, mientras que algo dentro de su cuerpo clamaba por ser liberado.

«Control» se repetía por dentro. Suplicando por esa palabra como si fuera un cántico que su conciencia rebobinaba una y otra vez.

Pero entonces, la luz de luna atravesó el cristal de la ventana, reflejándose en el espacio del suelo que estaba junto a ella, y su propio miedo la traicionó.

Por más que intentó, sus respiraciones siguieron tornándose más erráticas y sus gemidos pasaron a ser extraños gruñidos que ni siquiera ella pudo entender de dónde provenían. Lo cual la hizo asustarse más.

Hasta que finalmente la picazón de sus dedos transformó sus uñas en afiladas garras, los dientes en colmillos y sus ojos pasaron de ser aquel luminoso ámbar a un amarillo brillante. Sin contar que su rostro se desfiguró hasta que su aspecto juvenil desapareció por completo para darle rasgos más animales.

Despacio, Laurel elevó su rostro hacia el espejo más cercano, asustándose por lo que vió del otro lado.

Trastabillando consigo misma, la mujer destrozó todo cuanto encontró a su paso, siendo víctima de su propia metamorfosis.

El lado lobuno que recién despertaba en ella estaba tomando las riendas de su transformación, llevándola a arañar la alfombra que había debajo de sus pies para luego destrozar la puerta de un solo golpe, lista para salir en busca de la libertad de los bosques y la adrenalina de lo que sería, quizás, su primera caza.

Solo hasta que sus extremidades la hicieron chocar contra una pared invisible que su visión nocturna no pudo divisar, y tal sacudida en los huesos la hizo aullar de rabia y retorcerse sobre sí misma mientras veía amenazadoramente al hombre que se encontraba del otro lado, mirándola con expresión retadora.

Peter Hale sonrió, al tiempo que su vista volvía a posarse en el círculo de ceniza de montaña con el que había rodeado la casa, para luego enfocarse directamente en su nuevo problema de última hora.

- Hola de nuevo, ángel ¿Me recuerdas?



Uuyuyuyyuy YA LAUREL SE HA TRANSFORMADO

Me siento tan emocional. Mi bebé ha desatado su lado sobrenatural al fin ¡I am crying! 😭

No, pero en serio. De no ser por Peter habría acabado con medio Beacon Hills, así que no queremos convertirla en una asesina tan rápido jjj

Nada, solo espero que la historia les vaya gustando tanto como a mí, y si les digo que probablemente nos veamos pronto, va a ser MUY pronto 😘

Saludos a todos, especialmente a ti Marce, porque te extraño y te quiero muchísimo.

Debbie

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