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━━ chapter 25

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ɪ ᴋɴᴏᴡ ᴛʜᴀᴛ
ʏᴏᴜ'ʀᴇ ᴡʀᴏɴɢ ғᴏʀ ᴍᴇ
ɢᴏɴɴᴀ ᴡɪsʜ ᴡᴇ ɴᴇᴠᴇʀ ᴍᴇᴛ
ᴏɴ ᴛʜᴇ ᴅᴀʏ ɪ ʟᴇᴀᴠᴇ

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Esa mañana de viernes la cafetería había tenido más clientes que nunca, y Laurel no dejaba de moverse de un lado a otro, llevando su bandeja cargada de bebidas y la libreta de pedidos en el bolsillo del pequeño delantal rojo.

Se había recogido la melena castaña en un moño alto que dejaba escapar varios mechones, pero le facilitaba mucho a la hora de recoger los platos sucios. Y gracias al cielo, las zapatillas nuevas no le habían provocado ampollas.

Puede que fuera un ser sobrenatural, pero eso no impedía que daños “sobrenaturales” aparecieran en su piel.

— ¡Hoy estás haciendo un gran trabajo, Laurel! —le gritó la señora Miller desde la cocina, asomando su redondeado rostro por encima de la barra— Tendré que aumentar tu salario después de esto.

La castaña solo dejó escapar una risa cansina, a la vez que recogía un montón de servilletas que habían dejado en la mesa número dos.

— Solo estoy siendo mucho más rápida.

— Ojalá tuvieras esa energía todos los días.

¡Amén señora! pensó para sus adentros, pero lo cierto es que no podía excederse mucho. Ya era un gran problema tener que controlar sus habilidades delante del mundo. Porque claramente no quería cargar con un peso mucho más grande de lo que sus escuálidos brazos le permitieran para que las personas pensaran que era una anormalidad con la apariencia de un cáncamo

Era el lado más difícil de ser una mujer lobo. Además de la parte en la que no podían embriagarse.

— Laurel.

La castaña se volteó ante la mención de su nombre. Esbozando una sonrisa cuando reconoció quien la llamaba.

— ¡Derek! —exclamó— Qué sorpresa ¿Qué estás haciendo aquí?

— Solo pasaba cerca y recordé que le habías dicho a Cassie que trabajabas aquí.

— ¿Ella vino contigo?

— No. Se quedó en el loft preparando una solicitud de trabajo para el instituto.

— Eso quiere decir que se quedarán.

— Al parecer —dijo, meneando la cabeza a ambos lados— Solo por una temporada.

No podía imaginar lo mucho que esa noticia la alegró. Desde que habían arribado en Beacon Hills, Cassie se convirtió en una compañía excepcional para ella.

— ¡Uh! Voy a pedirle a la señora Miller que prepare dos hamburguesas y un trozo de pastel de ciruela para llevar —le dijo— Así tenéis para el almuerzo ¿Qué te parece?

— Suena genial.

Después de pedirle que aguardara unos minutos, Derek la vió dirigirse a la cocina con pasos apresurados. Después de todo, aún le quedaban varias mesas que servir.

Laurel era una persona muy agradable, aparte de ruda. El tipo de chica que merecía vivir una vida tranquila después de tener que pasar por tantas dificultades.

El pelinegro sentía una enorme gratitud hacia ella por haberlos recibido tan cálidamente desde su regreso, y por ese lado, sentía que era su deber protegerla de lo que sea que quisiera su tío con ella.

— Aquí tienes —le sonrió, extendiéndole la bolsa de plástico con la comida.

— Gracias —Derek correspondió ante ese gesto, pero luego se obligó a aclarar su voz— Laurel, había venido principalmente porque necesitaba hablarte de algo.

— ¿Sobre qué?

— Peter —dijo, y el entrecejo de la chica se frunció ligeramente, provocando que se cruzara de brazos.

— ¿Qué sobre él?

El hijo de Thalia miró alrededor, notando que no quedaban muchas mesas sin servir.

— ¿Tienes algo de tiempo ahora?

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Melissa McCall corría por toda la cocina como si acabara de proponerse hacer una maratón de diez minutos. La tarta cuya receta robó de la señora Martin no había salido tan bien como esperaba, a pesar de que supuestamente era más fácil que la del pollo asado.

Al destapar el horno, una nube de humo escapó desde el interior hasta cubrirle toda la cara. La mujer tosió varias veces mientras agitaba las manos delante de su cara.

— ¡Chris vamos a tener que volver a raspar las paredes del horno!

En ese momento, Scott que iba entrando a la cocina se quedó impresionado por el gran desastre que su madre tenía armado. Incluso más grande que el que él podría hacer.

— ¿Mamá? ¿Todo bien aquí?

— De maravilla, Scott ¿No acabas de ver que se me ha quemado la jodida tarta? —exclamó como si no fuera obvio. Nótese el sarcasmo en que voz.

Los ojos del chico se fijaron en aquella cosa que parecía ser pan achicharrado, y silbó aún más estupefacto.

— Me alegra saber que no he sido el único que la ha fastidiado en la cocina.

Melissa entornó los ojos, y luego se dispuso a limpiarlo todo antes de que llegara su hora de regresar al hospital. Aquellos turnos de noche eran agotadores, pero por lo menos era algo que sí sabía hacer.

— Me sorprende verte solo por aquí —decía mientras se iba poniendo los guantes de cocina— ...esta muchachita desde que Deaton la contrató parece más ausente que nunca.

— ¿Quién?

— La única chica que he dejado vivir bajo mi techo con gusto —rió, pero al voltearse pudo notar cómo este agachaba la cabeza con incomodidad— ¿Todo bien, cariño?

El verdadero alfa negó tras emitir un profundo suspiro.

— Stiles me lo contó todo, mamá —le dijo, viendo cómo ella entreabría los labios ligeramente— Tú también lo sabías ¿No es así?

Al principio no dijo nada, simplemente se retiró los guantes de goma para limpiarse las manos con un trapo de cocina. Acto seguido, se apoyó a su lado en la barra y exhaló bajito.

— Lo sabía sí. Pero entiendo sus motivos ¿Sabes? Ella solo quería protegerte, y creyó que así era la mejor forma de hacerlo, incluso si eso significaba que no volvieras a quererla de igual manera.

— Debió contarme. Merecía saberlo —dijo él esta vez— creo que por lo menos debía darme la oportunidad de decidir.

— Oh cariño. Ella tenía miedo de que la rechazaras, yo pude verlo. Por favor, no te castigues a ti mismo intentando encontrar un por qué, cuando lo que deberías hacer es ir a por ella.

— Fui de hecho. Pero lo único que hicimos fue terminar peor que antes.

— No me digas —Melissa lo miró como si no pudiera dar crédito a lo que le estaba diciendo— ¿Peleaste con ella no es así? Si es que a veces yo quisiera darte en esa cabeza que tienes, Scott.

— No es fácil. Todavía cierro los ojos y me cuesta creer que ha pasado tanto tiempo desde que veía a Allison sosteniendo su arco delante de mí, o incluso sonriéndome. Si al menos hubiera sabido desde un inicio, no me habría sentido tan miserable al pensar que estaba traicionando su memoria enamorándome de Malia.

— Scott, tu no le debes nada a Allison... —resaltó la señora McCall— No puedes creer que tu vida va a quedar estancada porque una persona que fue parte importante de ella se ha ido para siempre. Te lo dije antes, y seguiré repitiéndolo hasta que te des cuenta que eres capaz de enamorarte más de una vez. Una, mil y las que sean. Sucederá de nuevo y tú no podrás evitarlo porque sigues siendo humano, y esa naturaleza te empuja a amar aún cuando no buscas hacerlo.

Una sensación similar a un pequeño aguijón atravesándole el corazón se instaló dentro de su pecho, y Scott se preguntó si se trataba del arrepentimiento o la culpa.

Por un momento pensó, sin los recuerdos que lo ataban al pasado de por medio, en lo que quería hacer realmente. Y la respuesta fue demasiado clara.

Lástima que hubiera sido tan necio de tener que esperar y oír a su madre diciéndole una sabia verdad para percatarse de ello.

Podría llamarse ingrato porque había tenido la oportunidad de encontrar el amor, inesperadamente, donde no se suponía que estuviera. Y aún así, atreverse a rechazarlo.

Quería tirarse de los pelos allí mismo, pero eso no arreglaría nada. Primero necesitaba pensar, controlar esa rabia interna que sentía hacia sí mismo, y luego... posiblemente arrodillarse delante de ella si hacía falta para obtener su perdón.

●●●

Al caer la noche, Peter regresó a su apartamento con varias bolsas desde el centro comercial.

Después de haber pasado mucho tiempo hablando con Deaton sobre la cura para el veneno creado por Foster, se le pasó completamente de la cabeza que debía rellenar el frigorífico y parte de la alacena.

Parecía el tipo de pensamiento que tiene un oso a punto de ivernar, pero prefería eso a tener que dar otro viaje al supermercado por los próximos días.

No terminó de dejar las cosas sobre la mesa, como todo un hombre de casa, cuando se percató de que no estaba solo.

Laurel lo esperaba sentada en uno de los sillones de la salita, con las piernas juntas, las manos apoyadas en su regazo y la mirada inexpresiva fija en algún punto de la puerta

— Hey, cariño. No sabía que te quedarías hoy —exclamó el apellidado Hale— Por supuesto, no tengo ninguna queja sobre ello. Prepararé algo especial, solo para los dos.

Sin embargo, cuando se acercó para darle un beso en la mejilla, ella automáticamente se alejó de su lado. Como si su toque le provocara cierta repulsión, lo cual lo hizo fruncir el ceño, extrañado.

— ¿Está todo bien?

Ella negó:

— Eres un mentiroso —le dijo en apenas un murmullo, uno que él alcanzó a escuchar perfectamente— Un mentiroso y un asesino. Te dejé entrar, dejé que te ganaras mi corazón y tú me estuviste mintiendo todo el tiempo.

El castaño no ladeó la cabeza ni siquiera solo un poco, ya que sabía bien la razón por la cual ella le estaba recriminando sin darle explicaciones.

Se iba haciendo una idea de quién podría haberle dicho, pero llegados a ese punto, lo único que pedía desesperadamente a todos los dioses era que no la dejaran salir de allí llevándose un mal recuerdo suyo.

— Te dije que no me gustaban los secretos, porque la mayoría siempre vienen con una mentira. Pero nunca imaginé que tu fueras a ser así...

— Eso fue antes —le dijo con honestidad, esa que pocas veces utilizaba— y precisamente por esto no quería contarte.

— ¿Porque no querías que supiera lo que hiciste?

— Porque dejarías de verme como soy ahora para compararme con quien fui antes —prosiguió— Hablaste tantas veces de tu padre, de lo mucho que lo odiabas por lo que le hizo a tu familia...

— No te atrevas a meter a mi familia en esto —le cortó, alzando la voz a  modo de advertencia— Tu mataste a tu propia sobrina, intentaste matar a Scott...

— Yo estaba loco, Laurel. Imagina pasar años encerrado en tu propio cuerpo, sin poder mover ni un músculo, sintiendo que lo único que te acompañan son tus pensamientos, los cuales se repiten una y otra vez hasta que se vuelven más y más oscuros y te consumen por completo.

Peter notó la expresión osca con la que se mantenía mirándolo directamente, casi tan rencorosa como la que le dedicaban los demás la mayor parte del tiempo.

Había querido que con ella fuera todo distinto desde un inicio para no llevarse la decepción de ser rechazado por alguien más, pero fracasó notablemente.

¿Y lo peor de todo? Es que con ello sentía que estaba perdiéndose otra vez.

— Me equivoqué de la peor forma posible, lo acepto —continuó— pero cambié, y si llegué a mentirte fue porque no quería que me miraras de la misma forma con la que todos me miran. Porque te amo Laurel, y no quiero perderte.

— Mentira. Una persona que fue antes así nunca puede cambiar su naturaleza. Yo confié en tí. Creí que te quería...

— ¿Y ya no lo haces?

— No puedo ser capaz de querer a un monstruo.

«Monstruo»

Tras escuchar esto, él dejó caer sus hombros. Vencido.

Eso era todo lo que no quería escuchar de sus labios, y sin embargo, ahora era la forma en la que ella lo recordaría siempre cuando mencionaran su nombre. No había redención que lo salvara después de eso.

—Laurel...

— No me vuelvas a acercarte a mí nunca más en tu vida —le advirtió la castaña, dando un paso hacia atrás para recoger su bolso y salir llorando de allí lo antes posible.

Peter, en lugar de reaccionar ante su partida, simplemente se quedó mirando la imagen de la puerta abierta ante sus ojos. Deseando desde lo más profundo que ella se arrepintiera y regresara, porque de ser así, él no dudaría en perdonarla.

Pero no sucedió, y solo pudo pasarse las manos por la cara. Dejándose caer en el sofá mientras intentaba asimilar que sus esperanzas de una segunda oportunidad se habían ido para siempre.











¿Alguien quiere matar a Derek?

Porque yo sí

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