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━━ chapter 18

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ʏᴏᴜ'ʀᴇ ᴛʜᴇ ʀᴇᴍᴇᴅʏ
ɪ'ᴍ sᴇᴀʀᴄʜɪɴɢ ʜᴀʀᴅ ᴛᴏ ғɪɴᴅ
ᴛᴏ ғᴀᴄᴇ ᴛʜᴇ ᴘᴜᴢᴢʟᴇ ᴛʜᴀᴛ ɪ sᴇᴇ ɪɴsɪᴅᴇ
ʙᴇᴛᴛɪɴɢ ᴀʟʟ ᴍʏ ᴅʀᴇᴀᴍs,
ᴛʜᴇ ᴄᴏʟᴏʀ ᴏғ ʏᴏᴜʀ sᴍɪʟᴇ
ᴡʜᴇɴ ɪ ғɪɴᴅ ʏᴏᴜ
ɪᴛ ᴡɪʟʟ ʙᴇ ᴀʟʀɪɢʜᴛ

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Bailar siempre le había transmitido una sensación de absoluta euforia, de la cual parecía haberse privado desde hacía mucho, pues su cuerpo se movía al ritmo de la música como si no hubiese un mañana. La oscuridad que abundaba en aquel sitio le daba total libertad de hacer lo que quisiese, y siendo sincera, ya ni siquiera se preguntaba dónde se encontrarían sus amigas para ese entonces.

Cada vez habían más personas bailando en la pista. Al final, todos estaban allí para disfrutar de los encantos de la noche.

Malia jugó con su cabello mientras las gotas de sudor corrían por su frente, sonriendo de vez en cuando, siendo víctima de su propio desenfreno, hasta que unas manos sujetaron su cintura con posesión y ella pudo jurar que su piel se crispó.

Conocía ese singular aroma que el cuerpo ajeno desprendía, casi tanto como el calor que emanaba contra la piel de su espalda.

De repente, la tela de su suéter comenzó a picarle.

Ella respondió ante este acto de osadía alzando un brazo para pasarlo por el cuello del susodicho, apegándolo más a sí hasta percibir su cálido aliento chocando de lleno contra su cuello.

Ambos se movieron lentamente, como si fueran uno solo. El ambiente comenzó a hacerse más sofocante, y la temperatura subió al igual que un volcán.

Malia sintió cómo su cuerpo se volteaba con brusquedad para quedar frente a frente, haciéndola liberar un débil gemido cuando reconoció el rostro de Scott a través de la oscuridad.

No iba a preguntar cómo había llegado a parar allí, ni por qué ambos terminaron en esa situación donde ninguno parecía dispuesto a echarse para atrás. Sus respiraciones se entremezclaban, y los ojos rojos del alfa brillaron para hacer que su mirada fuera mucho más profunda y penetrante.

Sin vacilaciones, ella lo tomó por las mejillas, terminando de cerrar el mínimo espacio que los separaba para apoderarse de sus labios en el preciso momento que sus ojos se abrieron de golpe.

La castaña se reincorporó sobre el felpudo con la respiración agitada, mirando cada espacio del interior de la casa de Laurel como si acabara de caer de la Luna.

¿Cómo rayos había llegado hasta allí?

Sus ojos fueron a dar con el salón, y se encontró a Lydia durmiendo con la mitad del cuerpo en el sofá y la otra colgando del reposa brazos. Uno de sus pies había perdido un zapato, y lo disparatoso del asunto fue lo que la hizo preguntarse donde estaría la mujer lobo en ese preciso instante.

La anoche anterior habían cometido el grave error de pedirle algo de... ¿droga sobrenatural? ¿hierba poderosa? o da igual lo que fuera a nada más y nada menos que las cabezas locas de Theo Raeken y Liam Dunbar.

Debió suponer que nada bueno saldría de eso. Pues por algo su banshee ahora parecía una zombie y ella acababa de tener un sueño bastante subidito con Scott

¡SCOTT!

Le fue inevitable no suspirar al darse cuenta de ello ¿Era tan difícil querer superarlo? ¿Por qué entonces el universo no lo sacaba de su cabeza de una maldita vez?

Con una mano masajeando sus sienes y la otra apoyándose en un mueble para levantarse, Malia masculló con la lengua todavía enredada.

— ¿Laurel?

Al no obtener respuesta, insistió:

— ¿Laurel dónde carajos estás?

— ¡Aquí! —escuchó cómo gritaban desde el piso de arriba— ¡en la bañera!

— ¿Qué haces allí?

— Lo mismo me estoy preguntando.

— Venga, ya baja.

— ¡Lo haría si pudiera mover los pies!

— Dejadla en paz, ella no sabe nada —se quejó Lydia entre sueños, frunciendo el entrecejo y encogiendo los labios de forma infantil.

— Lo que me faltaba —la mujer coyote maldijo para sí misma, intentando ponerse en pie, pero igualmente cayendo de culo contra el suelo— Pero ¿qué fue lo que le echaron a esa cosa? ¿Veneno de Kanima?

— Yo no quería que fuera así. Ellos no...

— Lyds, ya deja de hablar tonterías y despierta.

— No le hagan daño, por favor. No...

El miedo con el que pronunciaba cada frase la hizo callar, y cuando volvió a posar sus ojos en ella, se dió cuenta de lo agitada que estaba aún dormida.

— Un intercambio justo.

¿Qué podía hacer? Una vez leyó que si despertaban a un sonámbulo mientras soñaba que se moría podría morirse de verdad ¿Sería ese el caso de Lydia?

— No... No.

Vale, tenía que hacer algún. Su cabeza se movía mucho, estaba asustada y sus manos se apretaban con fuerza mientras hablaba cosas sin sentido, pero cuando estuvo a punto de acercarse para sujetarla, la banshee se reincorporó de golpe y gritó:

— Maliaaaaaaaaaa.

La mujer coyote la abrazó por la espalda rápidamente, viendo cómo se deshacía en llanto sobre su regazo, temblando como una hoja.

— ¡Laurel! —llamó, segundos antes de verla bajar las escaleras a la carrera.

Ambas se miraron alarmadas, y luego a Lydia que aún sollozaba fuertemente hecha un ovillo en el sofá.

Definitivamente no iban tomar de aquella hierba nunca más.

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— ¡Dos mil dólares! —Liam alzó la voz, de tal forma que el interior del loft por poco tembló.

El castaño que estaba sentado en el suelo, con el cabello revuelto y la camisa toda arrugada, señaló el bulto de billetes que había estado contando pacientemente minutos antes y respondió.

— Ya conté dos veces, a la próxima lo haces tú.

— No haría falta si estuvieras completamente seguro.

— ¡Te he dicho que lo estoy!

— Pues no lo pareces.

— ¿Sabes qué? —espetó Theo, dándose por vencido— me rindo, si tanto desconfías de mí, hazlo tú solito.

— No desconfío de tí... —dijo, pero ante la mirada exasperada del castaño negó varias veces— Vale, puede que un poco. Es difícil.

— Ya. Supongo que la fama de ser el psicópata que todos quieren matar nunca se va.

— No es así. Eres mi amigo —se apresuró en aclarar Liam— ¿Vale? Sé que cambiaste y también sé por lo que tuviste que pasar para llegar hasta aquí, así que si pudieras dejar de recordártelo a cada momento sería genial. Porque yo ya no lo hago.

Todos tenían derecho a redimirse y reflexionar sobre sus errores. O por lo menos eso pensaba Liam después de haber sido un chico emocionalmente disparatado. Por supuesto, nunca había matado a nadie, pero en el mundo existían demasiados traumas.

Si personas como Peter Hale estaban intentándolo ¿Por qué Theo no podía ser una de ellas? Después de todo, pasar ese tiempo lejos de Beacon Hills lo había ayudado bastante.

Ya ni siquiera era tan sombrío como antes.

— Gracias por eso —susurró después de varios segundos.

— De nada, supongo... ¿Por qué siempre terminamos peleando por estas tonterías?

— Ni idea, pero es divertido. Tendrías que ver tu cara de adulto preocupado tratando de calmar el ambiente.

— Por algo estudio psicología ¿No crees?

Él asintió. Pensando que era muy bueno en eso después de todo.

— Venga, ya cuenta el dinero. Quiero saber si tendremos nuestras vacaciones de invierno en la Ciudad del Pecado.

Theo se apoyó en la pared, observando cómo el beta barajeaba el dinero al igual que si fueran cartas en un juego de mesa, terminando de contar en un tiempo record que superaba al suyo en más de cinco minutos.

Liam alzó el semblante cansino, liberando un pesado suspiro después de esto.

— ¿Y bien? —se aventuró a preguntar Theo. Acto seguido, lo vió alzar los brazos a modo de victoria.

— ¡Nos vamos a Las Vegas, perras!

— ¡ALELUYA!

Ambos celebraron entre vítores. El beta se colocó sus gafas de Sol e hizo llover el dinero mientras cantaban Uptown Funk a toda voz.

Entre esto y la noticia de que había logrado pasar el semestre, su semana parecía empezar de la mejor forma, y muy pronto tanto él como su compañero estarían tomando el primer bus que saliera con dirección a Nevada.

A la mierda una blanca Navidad, a la mierda Stanford, y a la mierda Beacon Hills. Mierda, mierda, mierda y mierda.

Después de tantos meses rompiéndose la cabeza entre problemas, se merecía ese viaje como ninguno y pensaba aprovecharlo todo lo que durara.

●●●

No había forma de arreglar la torpeza de sus dedos, pero Scott se obligó a convencerse de que esto se debía a lo oxidado que estaba desde la última vez que había tocado la guitarra.

Aquella mañana se había levantado con una idea fija en la cabeza después de haber pasado toda la noche dando vueltas en la cama.

La necesidad de hacerla cobrar vida era irresistible, y por eso no pudo estar tranquilo hasta que sus manos volvieron a escribir sobre la superficie del papel o la delgadez de las cuerdas.

Mientras hacía un vago intento por tararear la melodía, nuevas letras surgían de la nada, una más significativa que la otra.

Aquella era la forma que había encontrado para expresar todas las dudas que no sabía que existían en él, pero que igualmente representaban anhelo, temor, emoción y tristeza. Todo eso que sentía, pero no se atrevía a decir.

— No sabía que todavía podías tocar —Scott sonrió al escuchar a su madre desde la puerta de la habitación.

Suavemente, y sin que él se diera cuenta, la señora McCall había logrado colarse para descubrir de dónde venía ese sonido. Nunca pasó por su cabeza que su hijo fuera a hallar aquel instrumento a esas alturas.

— Ni yo. Estoy igual de sorprendido.

— Extraño eso. Creo que no lo hacías desde que cumpliste catorce.

— O desde que Stiles dijo que si mi sueño era ser guitarrista viviría de las limosnas.

Melissa dejó escapar una alegre risa, antes de acercarse y tomar asiento a su lado en el colchón.

— Dime ¿A qué se debe?

— ¿Por qué tiene que haber un motivo?

— Contando que llevo años viéndote ignorar esa guitarra en el fondo del armario, he de suponer que tiene que haber uno —insistió— La última vez que practicaste ni siquiera eras un hombre lobo.

— He estado teniendo sueños sobre algo... o más específicamente alguien, e irónicamente no sé por qué no logro descubrir de quien se trata.

— ¿Podría ser un recuerdo?

— No lo sé. Siento que me perdí de algo, y es...

— ¿Como si estuvieras buscando? —terminó por él.

— Exacto. Pero sin saber a quién.

Los ojos oscuros de su madre viajaron hacia el cuaderno que tenía delante de sus pies, y su entrecejo se frunció ligeramente.

— ¿Por eso estás componiendo? —preguntó, sin darle tiempo a formular una respuesta— ¿Me puedes mostrar?

El chico, aunque un poco dubitativo al inicio, terminó asintiendo lentamente y se acomodó la guitarra sobre el regazo, esperando unos segundos para repasar los acordes. Luego suspiró y comenzó a cantar en voz baja, lo mejor que podía:

Every time I think

I'm closer to the heart

Of what it means to know

just who I am

I think I've finally found

a better place to start

But no one ever seems to understand.

En lo que madre e hijo se dedicaban a escuchar cada parte, ninguno de los dos fue consciente de que no estaban solos.

Malia suspiró hondo, escuchando desde el otro lado de la puerta. Había llegado hacía unos minutos, y no pudo evitar quedarse.

Una mano viajó hasta presionar su pecho con fuerza, solo para aplacar los latidos de su corazón mientras escuchaba y sentía que cada estrofa que él cantaba era como si aún estuviera vagando en busca de una respuesta.

Quería encontrarla. Pero ella solo se enfocaba en alejarlo más de sí misma.

I need to try to get to where you are

Could it be you're not that far?

You're the voice I hear inside my head

The reason that I'm singing

I need to find you. I gotta find you.

Y sí, sus respiraciones eran cada vez más entrecortadas, y su boca se había secado, y las manos le sudaban. Se había quedado tensa escuchándolo, recordando que ya no podría ir y abrazarlo como estaba deseando hacer.

Simplemente porque decidió que así tenía que ser.

You're the missing piece I need

The song inside of me

I need to find you. I gotta find you


Cuando la melodía sesó, Melissa no pudo hacer otra cosa que aplaudir ante su hijo, orgullosa de su trabajo, creyendo que esto era lo más común que podría hacer un chico de su edad para pasar su tiempo libre. Aunque muy dentro de sí sabía que era por algo más.

Al cerrar la puerta de la habitación, no esperó encontrarse con los ojos tristes de la mujer coyote mirándola desde el piso.

Ambas se dedicaron una amarga sonrisa, y la mayor la ayudó a reincorporarse sobre sus pies para poder abrazarla.

Quizás el miedo a saber qué pasaría a continuación era lo único que los mantenía cuerdos mientras el tiempo corría sin más, pero tanto ellas como Scott y el resto, sabían que era un miedo que valía la pena sentir. Porque era esto lo que les permitía seguir vivos.

El peligro, en cambio, era inevitable. Y lo peor de todo es que ninguno lo veía venir.

Ni siquiera Lydia, cuando abrió la puerta de su hogar esa tarde y encontró el rostro de su novio del otro lado, intuyó que algo malo se avecinaba. Solo contuvo una exclamación ahogada, demasiado feliz de tenerlo de vuelta como para pensar en nada más.

— ¿Me extrañaste, muñeca? —preguntó Stiles con una sonrisa bromista plasmada en el rostro, y ella solo se lanzó a sus brazos a llorar de alegría.

Si tan solo lo hubiera sabido... que después de que las campanas del próximo fin de año tocaran las doce, los problemas volverían a distanciarlos a todos en el peor momento posible.










Para los que quieran saber, esta es la canción que cantó Scott:

No tenía pensado actualizar tan pronto. Pero como ya tengo todos los capítulos del Acto II listos mi cabeza se puso en modo ¡Hey! ¿Por qué no hacemos un maratón? Y pues aquí me tienen.️✨

¿Alguno de ustedes se pregunta de que iba ese misterioso sueño de Lydia?

Les mando un saludito a todos y muchos besitos.

Debbie

(Capítulo dedicado a mi querida pirringuinilla, xHielox)

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