━━ chapter 17
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ɢᴏᴛᴛᴀ ϙᴜɪᴛ ᴛʜɪs ᴄʀʏɪɴɢ
ɴᴏʙᴏᴅʏ's ɢᴏɴɴᴀ ʜᴇᴀʟ ᴍᴇ,
ɪғ ɪ ᴅᴏɴ'ᴛ ᴏᴘᴇɴ ᴛʜᴇ ᴅᴏᴏʀ
ᴋɪɴᴅᴀ ʜᴀʀᴅ ᴛᴏ ʙᴇʟɪᴇᴠᴇ,
ɢᴏᴛᴛᴀ ʜᴀᴠᴇ ғᴀɪᴛʜ ɪɴ ᴍᴇ
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Nadie permanece bueno en este mundo.
Laurel se repitió esa frase internamente mientras buscaba en un viejo cajón de fotografías del ático. En algún momento, esto había pertenecido a su abuela cuando todavía continuaba viva, y ella había decidido no echarlo a la basura una vez vendida la posada.
Allí, sentada en el sofá en forma de L de su salón, se dedicó a buscar pacientemente entre todos los recuerdos y artilugios familiares, hasta dar con una foto de su familia que había sido tomada en un tiempo donde ninguno de ellos veía venir la desgracia.
Ella y su hermana menor, Chloe, eran apenas unas niñas que mostraban sonrientes sus barquillas de helado a la cámara, mientras que sus padres se dedicaban a mirar felices sus expresiones infantiles bajo un día soleado en el barrio francés.
Tres años después, la felicidad que se veía en esa familia desapareció. Poco antes las discusiones habían llegado, luego fueron los golpes, que aunque a veces eran sin querer, terminaron acabando con las vidas de las dos personas que más amaba. Y su padre fue el causante de todo. Mató a su propia familia. A la mujer con la cual había decidido pasar el resto de su vida, de la cual se enamoró, y la niña que él mismo había arropado cuando era solo una bebé.
Los ojos de la castaña se cristalizaron, pero ni una sola lágrima fue derramada. Quizás, porque su abuela le había enseñado a vivir con la creencia de que cada día era un segundo de la eternidad, por tanto, portaba un valor inmenso.
Entonces, Laurel creyó que había hecho bien en irse a Beacon Hills, pero sobretodo, creyó que el haberse convertido en una mujer lobo era una de las mejores cosas que podían haberle sucedido.
Ahora tenía una familia, una manada. Que aunque no fuera exactamente lo mismo, la hacían sentir como que ese era el lugar en el mundo donde realmente pertenecía.
No se arrepentiría nunca de pasar horas en el bosque junto a Liam Dunbar y Scott McCall, corriendo o haciendo el tonto. Tampoco de las salidas al centro con Lydia Martin, y las caras de mal humor que les daba Malia Tate por ser obligada a acompañarlas. Pero sobretodo, no iba a arrepentirse de ser la causante de la sonrisa de Peter todos los días.
Y vaya que no era una tarea sencilla.
- ¡Invasión de última hora! -escuchó que alguien decía, y sin previo aviso, Malia atravesó la puerta de la entrada y se dejó caer en un sillón.
Tenía el largo cabello recogido en una coleta alta, y a diferencia del resto de las veces que la había visto, traía puesta una muda de shorts cortos con una sudadera roja que distaba mucho de ser el tipo de ropa que normalmente se pondría.
Más atrás llegó Lydia, usando un vestido ajustado en los muslos que combinaba con todo el maquillaje que traía encima, y dicho sea de paso, estaba guapísima.
- ¿Qué es eso? -cuestionó la beta.
- Esto... es libertad -aclaró Malia, señalando todo su cuerpo- No sabes el tiempo que llevo sin ponerme unos shorts de mezclilla. Prácticamente desde el instituto.
- Echo de menos esos tiempos cuando yo solía ser la animadora principal de Beacon Hills y no había monstruos con garras intentando huir de los cazadores o cualquier tipo de bicho sobrenatural que quisiera cortarnos el pellejo.
- Me alegro de haber llegado varios años tarde -sonrió Laurel, y el sarcasmo era notable en su voz- ¿Alguna de ustedes quiere decirme qué estáis haciendo aquí a estas horas?
- Pero si son apenas las nueve de la noche -protestó Malia.
- Le dije a Peter que pasaría después a por una partida de dominó.
- Pfff aburrido.
- Theo y Liam han montado una fiesta de neón. Dicen que un DJ muy famoso vendrá como invitado y muchas personas lo estaban comentando -agregó la banshee.
- ¿Una fiesta de neón?
- Molan demasiado -la coyote comentó con notable emoción- Hay luces ultravioletas por todos lados y tu ropa brilla al igual que si fuera una lámpara de lava ¡Venga, me muero por ir, di que sí!
Si se ponía a pensarlo, un mes había pasado y ella no hacía otra cosa que ir de su casa a su centro de trabajo todos los días sin esperar a hacer nada. Por eso, Lydia estaba dispuesta a insistirle hasta que accediera:
- Laurel, por favor, necesitamos despejar. Mal tiene todo este asunto de Scott sobre los hombros y yo no puedo dormir tranquila sin pensar en qué estará pasando con Stiles. Creo que nos merecemos un momento boys out para desconectar por unas horas ¿No piensas igual?
- Supongo, aunque yo no es que esté pensando mucho en chicos últimamente. Es más, es la última cosa en lo que pienso -mintió. Llevaba días con la mente en blanco por uno, pero eso no se lo iba a contar a ninguna de ellas. Especialmente no a Malia.
- No importa. Es noche de chicas ¡Tenemos que ir y en vuestro caso... -resaltó la banshee con absoluta decisión- encontraros a alguien que os sacuda el polvo a ver si se os quita la espornoses.
- ¡Hey! -la coyote dió un salto en el lugar- ¡Ese es mi chiste!
El trío rió al unísono, y pronto, la de apellido Martin volvió a mirar el rostro de la beta para preguntarle una vez más si aceptaba ir con ellas, a lo que Laurel respondió tomándola de la mano.
- ¿Me ayudas con mi maquillaje?
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Llevaba horas mirando el techo de su habitación sin mucha convicción, sintiendo que no podía hacer otra cosa que pensar, y a la vez, creer que su tiempo se iba perdiendo como arena del desierto.
Sin siquiera ser consciente de ello, el Sol se ocultó por completo, y él todavía continuaba lanzando la pequeña pelota de baseball hacia arriba, esperando que la gravedad hiciera su trabajo y se la trajera de vuelta para repetir la misma acción una y otra vez.
Era como si se encontrase estancado.
El mundo continuaba su curso y él todavía sentía que algo no encajaba del todo.
No sabía si era debido a sus pesadillas, o los sueños que lo atrapaban cada noche para dejarlo más confundido que antes. Tampoco estaba seguro de si estos solo eran producto de su perturbado subconsciente, o recuerdos verdaderos tratando de salir a la luz, pero de lo que verdaderamente estaba seguro, era que terminaría enloqueciendo por eso.
- Cariño, Chris me va a llevar al hospital ¿Seguro que no quieres que me quede hoy?
- Estoy bien. No creo que debas seguirte ausentando, es tu trabajo -le dijo a su madre, esperando que con eso estuviera más tranquila.
No obstante, Melissa seguía parada en el umbral de la puerta, con una mueca no muy convincente en sus labios que se difuminó cuando esta liberó un suave suspiro.
- Me siento muy orgullosa de ti, Scott. Solo quería decírtelo -susurró- la forma en la que has afrontado todo con tu presente y la manada demuestra lo mucho que deseas encontrarte a tí mismo, y el increíble muchacho en el que te has convertido.
- Mamá...
- Creo que por esa parte sé que he hecho algo realmente bueno en mi vida, porque de lo contrario, no hubiese merecido un hijo tan ejemplar -continuó diciendo- Y sé que estoy sonando algo cursi, pero no me refiero al hecho de que no seas como los demás, aunque si te soy sincera, diría que naciste para ser lo que eres.
Sin darle tiempo a decir otra cosa, el pelinegro la abrazó por los hombros con cariño, y a Melissa no le quedó de otra que dejar los sollozos a un lado y corresponder a ese gesto porque realmente lo necesitaba.
Necesitaba sentir que su hijo estaba bien en medio de tantos problemas.
- Nada volverá a sucederme mientras no estás, si eso es lo que te preocupa. Te lo aseguro.
- Vale, vale. Me voy antes de que me arrepienta y decida tomarme otro día libre -sonrió cuando se separaron- ¿No crees que todavía te haga falta que me quede?
- Mamá solo ve a trabajar.
- Vale ya me callo -asintió, cerrando poco a poco la puerta a sus espaldas- Adiós, cariño.
Scott suspiró, sintiendo que ya estaba exhausto de que los demás siguieran tratándolo como si estuviera hecho de vidrio y necesitara tener a alguien vigilandolo las veinticuatro horas del día.
Cada vez que se le antojaba salir de casa siempre era en compañía de alguien más, ya fuera Chris o Malia. Puesto que después de lo sucedido en la Universidad, el resto de sus amigos temían perderlo de vista un segundo y que en el siguiente no estuviera allí. Al igual que si fuera un crío.
Necesitaba aire fresco y un instante para pensar solo. Para reflexionar y que sus sentidos se relajasen de todo el lío que cargaba encima. Puede que correr en medio del bosque lo ayudara, o dar una caminata por los alrededores bajo el frío clima de la noche.
Él era un hombre lobo después de todo, y el mínimo sentido salvaje que podría tener le estaba reclamando algo de adrenalina.
De repente, a su mente llegó la idea de algo que podría hacer para solucionarlo.
La vibración de la música podía sentirse desde su habitación si se acercaba a la ventana, y si se valía un poco de sus poderes sobrenaturales, no tardaría mucho en dar con la fiesta. Y no es que tuviera ánimos para una, pero estaba seguro que echar un vistazo y asegurarse de que todo estuviera en orden no estaría de más.
Necesitaba comportarse como el alfa de Beacon Hills de nuevo.
●●●
La fiesta se desarrollaba detrás de un viejo edificio cercano al instituto. Liam se había encargado de darles bien las coordenadas para asegurarse que no se perdieran en el camino, aunque a juzgar por el volumen de la música que se hacía notar a kilómetros, ellas no tardarían mucho en descubrirlo.
Cuando llegaron, se sorprendieron de ver tanta gente junta bailando mientras las luces de neón iluminaban todo. Desde los dibujos de las paredes, hasta cada pieza de ropa que usaban los invitados. En un espacio alejado del centro, el DJ alzaba las manos en dirección a los espectadores a medida que la música electrónica hacía retumbar el suelo, dándole al ambiente un toque extremadamente salvaje.
Malia comenzó a moverse al ritmo de Animals, de Martin Garrix. Sintiendo una energía desbordante dentro de sí que clamaba por ser liberada con urgencia.
Laurel parpadeó varias veces, intentando ajustar su vista al montón de luces, y al mismo tiempo, bajándose el vestido que Lydia la había obligado a ponerse, el cual brillaba con la misma intensidad en medio de la oscuridad.
- ¡Habéis venido! -exclamó Liam al acercarse, con una sonrisa contagiosa en el rostro y una gorra puesta al revés en la cabeza.
- Si ¿Qué ha pasado con tu ropa? -Lydia no pudo evitar preguntar.
Cuando estuvo a punto de responder, Theo Raeken apareció a su lado con un estilo prácticamente idéntico y una cadena de oro golfi reluciendo en su pecho. Ambos parecían sacados de un vídeo musical de Sean Paul. Lo único que les faltaba era comenzar a cantar rap.
- Buenas noches, señoritas. He de suponer que son las invitadas VIP, así que no pierdan el tiempo pagando por la entrada y vayan a pintarse esos apetecibles cuerpecitos.
- Theo ¿Estás drogado?
- Es el efecto de una hierba super extraña que le hemos robado del frigorífico a Melissa...
- ¿Cómo? ¿Liam tu...?
- ¡Adoro esta canción! -gritó el beta. Acto seguido, tiró del brazo de su compañero para que lo siguiera al centro de la pista- ¡Nos vemos luego, amores!
Entre las tres se dedicaron a mirarse, estupefactas, pero conscientes de que el momento se prestaba para cometer cualquier tipo de locura.
La luna brillaba fuerte en el cielo, pero dentro de aquel edificio solo habían murmullos, luces y sudor.
Era su hora de celebrar lo que sea que estuvieran celebrando.
- Bien ¿A qué estamos esperando? -habló Malia, y ante sus palabras, Lydia alzó el bote de pintura, lista para la acción.
Minutos después, las tres estaban bailando enérgicamente entre todo el gentío. La piel de sus clavículas, cuello y brazos ahora brillaba debido a los dibujos que sobresalían casi tanto como las barritas fosforescentes que muchos jóvenes alzaban con ímpetu.
Lydia y Laurel se movían al unísono, cantando Stupid Love junto con Malia hasta terminar dando saltos, al tiempo que el espacio a su alrededor se iba reduciendo cada vez más.
- Han pasado meses desde la última vez que me sentí tan viva -gritó la mujer coyote, y aún por debajo de la música, sus amigas lograron entenderla.
La de apellido Martin no recordaba cuando había sido su última vez en una fiesta así, y tampoco Laurel. Era como regresar a sus años de adolescencia y percibir lo caliente que se ponía la sangre de tan solo mover las caderas.
- Mierda, tengo una sed tremenda. Iré a por un trago. Necesito sentir otra vez lo que es ser una completa borracha... -jadeó la apellidada Jones después de media hora sin parar de bailar.
- Suerte para ti con eso -canturreó Malia en respuesta.
- ¿No nos podemos emborrachar?
- Las desventajas de ser una mujer lobo.
- Da igual, quiero alcohol y del bueno. Así que no te muevas de aquí, Tate. Es una orden. -aclaró, arrastrando a Lydia consigo hacia la barra de bebidas.
- ¡Aquí las espero!
Despreocupada, continuó bailando en el centro de la pista, riendo y cerrando los ojos para sentir la adrenalina que corría por su sangre mientras el ruido se hacía más y más potente. Siendo consciente de que una rara sensación de estar siendo observada comenzaba a cosquillearle en la nuca.
Estaba convencida de que solo se trataba de un juego mental, sin saber que, de hecho, el brillo de unos ojos no las había perdido de vista desde el primer segundo que las vió llegar.
Es que yo desde que la escuché quedé obsesionada con Stupid Love. Me era imposible no divisar a las chicas bailándola en mi mente ❤️.
Ejem... ¿Teorías de lo que sucederá antes de que todo se vaya al carajo?
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