━━ chapter 16
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ɴᴏʙᴏᴅʏ sᴀɪᴅ ɪᴛ ᴡᴀs ᴇᴀsʏ
ɪᴛ's sᴜᴄʜ ᴀ sʜᴀᴍᴇ ғᴏʀ ᴜs ᴛᴏ ᴘᴀʀᴛ
ɴᴏʙᴏᴅʏ sᴀɪᴅ ɪᴛ ᴡᴀs ᴇᴀsʏ
ɴᴏ ᴏɴᴇ ᴇᴠᴇʀ sᴀɪᴅ
ɪᴛ ᴡᴏᴜʟᴅ ʙᴇ ᴛʜɪs ʜᴀʀᴅ
ᴏʜ, ᴛᴀᴋᴇ ᴍᴇ ʙᴀᴄᴋ ᴛᴏ ᴛʜᴇ sᴛᴀʀᴛ
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Ya siendo finales de octubre, la cafetería en la esquina del pequeño parque central de Beacon Hills se encontraba menos atestada que otros días.
Pasadas las doce, cuando el Sol brillaba en su punto más sofocante, las personas solían ir para pedir un almuerzo que llevar, y luego, desaparecían al final de la manzana. Eran pocos los que se tomaban un momento de su tiempo para sentarse en las mesas alrededor del puesto, y Laurel agradecía por eso. Porque apenas terminaba de anotar sus pedidos, Adelaide la interrumpía y se encargaba de todo lo demás.
De esa forma, su tarde de viernes la tendría completamente libre para ir con su equipo y despedirse de Stiles.
- ¿Quiere pedir algo más? -preguntó amablemente al chico de la mesa cuatro, el que sería su último cliente por ese día.
El joven, un muchacho apuesto de brillante cabello dorado, le sonrió en respuesta con nerviosismo. Cosa que no pasó por alto a ojos de la castaña, a quien se le pareció bastante atractivo.
- Oh no, gracias. Así estoy bien.
- ¿Seguro? Podría rellenar tu taza con algo de café o traerte un brownie para acompañar.
- Quizás si aceptaras salir alguna vez, definitivamente estaría satisfecho.
Laurel alzó ambas cejas, impresionada de que el susodicho supiera cómo coquetear directamente con una camarera en pleno horario de trabajo. Y definitivamente, eso no estaba nada mal.
Era lindo, con ojos nobles... pero tenía un solo desperfecto. No era su tipo.
De repente, escuchó el sonido de un claxon y un auto moderno estacionándose justo delante del local. Una sonrisa alegre se coló por entre sus labios cuando el rostro de Peter Hale apareció tras la ventanilla, dedicándole una mirada guasona que le avisaba que había ido hasta allí para buscarla.
- Lo siento, guapo -le dijo al chico que todavía la miraba impaciente desde la mesa- tengo otros planes.
- Ya veo ¿Acaso esos planes serán igual de interesantes para tí que ir a tomar un helado?
- Puede que incluso mejores.
La castaña le guiñó un ojo y decidió que solo por eso se quedaría con el cambio del pago, sin importarle mucho cuál fuera la reacción del desconocido después de verla recoger su abrigo y su bolso para ir corriendo hacia el camaro negro.
Cuando esta se subió al asiento del copiloto, el apellidado Hale le dedicó una mirada reverente.
- ¿Otro niño?
- Universitario. Lidio con ellos todos los días -aclaró. No iba a dejarlo pensar que todos los chicos que la perseguían eran solo menores de edad, porque eso la haría una completa robacunas- ¿Me dejarás conducir hoy?
- Ni lo pienses -respondió casi al instante, provocando que ella resoplara.
- Aburrido.
Laurel se hundió en el asiento mientras él ponía el vehículo en marcha, alejándose de su centro de trabajo a gran velocidad.
- A propósito. Estuve hablando con Scott hace unos días y me comentó sobre algo relacionado con ese tal Bill Foster y contigo -agregó con su vista perdida en la ventanilla- ¿De qué lo conocías exactamente?
No lo estaba mirando, pero debido a los segundos de silencio que se fueron acumulando mientras esperaba por su respuesta, Laurel pudo suponer que Peter lo estaba pensando más de dos veces antes de decirle:
- Estaba en mi equipo de baloncesto cuándo éramos adolescentes, estudiábamos juntos, pero nunca llegamos a cruzar más de tres palabras. No sabía nada de él, salvo que era un cerebrito en ciencias. Pero al parecer, él sí que sabía de nosotros.
- ¿Sobre quiénes?
- Hombres lobo y todo ese asunto -contestó sin siquiera apartar la vista del camino- creí que se le pasaría después de que sus padres se mudaran de ciudad, y me equivoqué. Su insistencia por acabar con nosotros se ha convertido en una especie de obsesión.
- ¿Por qué?
- No lo sé. Los cazadores siempre tienen una razón para odiarnos, algunas más válidas que otras, pero la mayoría son relacionadas con la muerte de un ser querido.
- Creí que no matábamos a menos que fuera absolutamente necesario.
- No todos se guían por las mismas reglas que Scott McCall, ángel. Algunos nunca han tenido a nadie que los guíe.
- ¿Te refieres a un ancla?
Lo escuchó suspirar de forma profunda, y cuando volvió a voltearse para observarlo, su expresión estaba vacía.
- Podría decirse -le respondió, y ella pudo jurar que su mente ya no estaba allí, sino muy lejos.
- ¿Y tú Peter? ¿Algunas vez has matado?
He ahí el tipo de pregunta que nunca quisiera escuchar salir de su boca.
Peter tragó grueso, mirando el fresco rostro de la mujer lobo mientras ella seguía aguardando. Diciéndose que jamás sería capaz de contarle nada sobre el tipo de monstruo que había sido en el pasado, o de lo contrario, perdería su confianza para siempre.
Sin embargo, tampoco podía llegar a ser tan embustero:
- Me gustaría decir que no, pero estaría mintiendo... nadie nunca permanece bueno en este mundo.
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- Venga, Liam. Tienes que tener calma, que nadie va llamarte ahora porque estés todo el tiempo mirando el teléfono.
- Creo que voy a vomitar.
Melissa y Chris intercambiaron una mirada, preocupados porque el joven beta no dejaba de balancearse adelante y hacia atrás sobre el suelo, sin apartar la vista del teléfono inalámbrico en ningún momento.
Era como si, de solo escuchar un timbre, el chico pudiera estallar al igual que una granada rusa.
Sus labios iban contando los minutos que el viejo reloj cuco marcaba, con los nervios a flor de piel y la ansiedad sobrepasando cada neurona de su machacado cerebro. Y lo más gracioso de todo, es que no comprendía ese miedo.
- Nadie me advirtió que sería tan difícil, de lo contrario, jamás me habría metido en esto.
- ¿Y pensabas quedarte jugando lacrosse toda la vida? -rebatió Argent, ayudándolo a levantarse para depositar si pesado cuerpo en el sofá.
- Por lo menos no tendría que dar filosofía.
Para él, los proyectos y exámenes del final del semestre eran los peores. Aquellos para los que se la pasaba estudiando desde tempranas horas del anochecer hasta altas de la madrugada, y debido a esos tiempos en los que ni siquiera había tenido un chance para tocar un libro, realmente temía que su resultado no fuera el esperado.
Malia lo mataría de saberlo, y luego más atrás lo haría Laurel.
Tenía que haber sido más responsable en cuanto a eso.
Tendría que haber estudiado.
La universidad era cosa importante, y si reprobaba, su familia estaría decepcionada.
Sin contar con que él se lanzaría de la ventana más cercana mil veces, aunque sus poderes sobrenaturales le impidieran una muerte segura.
Ring.
Liam se separó del suelo a la carrera, y chocando con todo lo que se interponía en su camino, logró llegar hasta el teléfono casi que trastabillando.
- ¿Hola? -habló con voz temblorosa- Si, soy yo.
La señora McCall juntó sus manos al igual que si fuera a hacer una plegaria, deseando desde muy dentro que todo saliera bien, lo cual fue confirmado al ver la gran sonrisa que les dedicó el chico al colgar la llamada.
- Lo logré... ¡He pasado! ¡He pasado, joder!
Argent suspiró, cerrando los ojos en lo que los otros dos se abrazaban.
- Sabía que lo lograrías, no lo dudé ni por un segundo -mintió Melissa, y eso estaba mal, pero había que darle apoyo moral después de todo.
- Tengo que decírselo a Laurel -anunció el beta, y automáticamente comenzó a marcar los números en su celular. Listo para avisarle a toda la manada de su gran logro bajo la mirada llena de orgullo de mamá McCall.
No podía ser que todos sus chicos crecieran tan rápido, haciendo cosas tan impensables como luchar contra un ejército de criaturas sobrenaturales, y luego algo tan corriente como prepararse para la vida en medio de sus estudios y exámenes.
Soñaba con el día en el que ninguno de ellos tuviera que preocuparse por sobrevivir a la constante caza que les daban, y que finalmente, pudieran crear un pequeño hogar para sí mismos que fuera creciendo a medida que los años pasaran.
Un hogar donde estuvieran todos juntos.
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La maleta estaba cada vez más llena. Una muda de ropa tras otra colocada cuidadosamente hasta abarcar todo el espacio, y Lydia no podía hacer otra cosa que quedarse sentada en el sillón junto al escritorio, con las manos temblorosas y los ojos perdidos.
En su interior se regañaba por no poder hacer nada más, pero muy en el fondo sabía que no existía razón alguna que lo hiciera quedarse.
Por una parte, era cierto que los soldados no lograban nada con rendirse en medio de una batalla, pero a veces era algo que tenían que hacer, no por gusto, sino por deber.
Echarse para atrás y llorar era también una vía para desahogarse por lo que la vida le estaba reclamando, sin aún creer que en algún momento las cosas cambiarían, y el tomaría la decisión de no dejarla allí sola.
- Por favor no te vayas -le pidió, y Stiles dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarla- Por favor, quédate.
Era un caso perdido, lo sabía. Pero aún lo intentaba con la esperanza de que cambiara de parecer.
El de apellido Stilinski dejó que un suspiro lo abandonara, acortando ese espacio que los separaba para arrodillarse delante de ella y por fin mirarla a los ojos.
Lydia no lloraba, pero nada le impediría hacerlo dentro de poco.
- Hemos hablado sobre esto, solo será un tiempo. -le recordó.
- Tiempo que no sabes cuanto durará. Podrían ser meses ¿Qué pasa si son más?
- No lo serán.
- Eso no lo sabes.
- Pues encontraré una manera de escaparme y venir a verte, lo prometo -juró mientras unía sus manos por sobre su regazo, haciendo que sus dedos se entrelazaran- No vas a deshacerte de mí. No cuando pasé más de diez años tratando de conquistarte.
Lydia dejó que una risa cansina la abandonara, pero aún así, el hecho de dejarlo marchar le sabía amargo.
- En serio ¿Vendrás a casa? ¿Prometes que lo harás?
- Sería un idiota de no hacerlo.
- Stiles... -iba a decir, pero su voz se quebró y con ellas sus palabras.
El de lunares se echó hacia delante hasta posar los labios en la piel tersa de su frente, depositando en ella un cálido beso.
- Te quiero.
- Yo también -él la atrajo por los hombros, y ella se encogió entre sus brazos- antes lo hacía, y ahora mucho más.
- Trata de cuidarte y venir de una sola pieza. Ni un dedo más ni un dedo menos ¿Vale?
- No volverá a pasar. No esta vez.
Cuando la pareja bajó las escaleras, Scott, Malia y Laurel ya los esperaban sentados en el mini sofá del pequeño salón. Habían llegado apenas unos minutos antes luego de recibir su mensaje, pero a sabiendas de que ellos necesitaban un momento solos, decidieron que era preferible aguardar.
Scott le dedicó una mirada cargada de preocupación a su mejor amigo, y este correspondió a ese gesto advirtiéndole que él también debía cuidarse, y a la manada. Además de que no debía cometer ninguna locura hasta que pudiera regresar.
El alfa le dió una suave palmada en el hombro, y luego lo hizo también la mujer coyote, regalándole una sonrisa de apoyo para que el sentimiento lo acompañara por el resto del camino.
Acto seguido, todos salieron por la puerta del exterior, y se detuvieron delante de su viejo Jeep para ayudarlo a guardar sus cosas.
Puede que eso no fuera más que una despedida corta. Nada más allá de un hasta luego con una duración indefinida de la que ellos no tenían idea alguna, pero que no por eso dejaba de ser menos emotiva.
Stilinski se despidió de todos con un largo abrazo, y a su novia le dejó un suave beso en los labios cuando se subió en el vehículo de cuatro ruedas, el cual puso en marcha rápidamente después de esto.
Decir adiós era algo descorazonador, y aunque parecía ser como la primera vez que se fue a Quantico, Stiles sentía que algo era diferente.
No por el hecho de que volviera a alejarse de ellos, sino porque, por primera vez en mucho tiempo, no entendía si estaba haciendo lo correcto o jugando en el lugar erróneo.
Pero mientras lo veían alejarse más y más, sus amigos se quedaron atrás, con un inexplicable nudo en el pecho.
Lydia se echó a llorar silenciosamente en el hombro de Scott después de que el jeep desapareció en la lejanía, y este intentó consolarla con palabras tranquilizadoras, a pesar de que él también se sentía deprimido.
La mirada triste de Malia se agachó para escrutar el suelo que pisaba, y después, chocó con los ojos ámbar de Laurel.
Ella ladeó un poco la línea de sus labios, pasando un brazo alrededor de sus hombros en el preciso instante que un soplo de viento invernal los azotó con fuerza.
El otoño se estaba acabando, y con él, la caída de la última hoja seca de la temporada.
Esto es lo que pasa con los capítulos que ya están escritos, no puedes aguantar a publicarlos 😅. Y así soy yo de desesperada.
Bueno como sea, por aquí Debbie, bla bla bla, y bienvenidos todos a otro capítulo de Oblivion.
Quería tomarme un momento para agradecer por todo su apoyo a la historia. Realmente me alegro de que hasta ahora les vaya gustando, porque pronto todo se irá (literalmente) al carajo. 😭
(Espero y no me maten por eso)
Also, quería avisarles de que hace poco comencé a escribir una historia original de fantasía llamada Spells & Howls que me encantaría compartirles por si les interesaría ir a leer.
Si quieren pueden echarle un ojo, o guardarla en sus bibliotecas.
Me despido y nos leemos en una próxima actualización 💙✨
Debbie
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