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Cap XXXVI; injusticia

-Volvemos a vernos, Kim Hongjoong -Comenzó a hablarme el trono en tono neutral, tomando asiento en su habitual sillón azulado, situado justo delante del enorme mural del ojo de la providencia que poseía su despacho- Ahora de manera oficial, todo aquello que digas puede ser utilizado en tu contra, piensa muy bien tus palabras. Te recuerdo, por si no te quedó lo suficientemente claro la última vez; que mentir ante un miembro de la cámara alta del cielo, los más importantes representantes de Dios, equivale a un grave pecado que te puede costar las alas, ¿te ha quedado claro?

Asentí convencido, cuando realmente estaba siendo consumido por los nervios. Pero de nuevo, decidí seguir la filosofía de que cuanto más tranquilo me mantuviera, menos culpable parecería. Supuestamente, si no tienes nada de lo que preocuparte no deberías estar ansioso. La lástima es que ese no fuera mi caso.

El tiempo había pasado más rápido de lo que a mí me gustaría y sin saber muy bien cómo, había acabado otra vez sentado en el despacho de Yeosang y estaba a punto de ser interrogado. O qué sabía yo que se le iría a ocurrir al trono. Lo único que tenía asegurado es que era altamente improbable que Jongho apareciera de nuevo a salvarme de acabar siendo un ángel caído, pues la citación se había realizado con total normalidad esta vez. Mentiría si dijera que no estaba muerto de miedo, el semblante frío y serio de Yeosang era un enigma indescifrable para mí, incluso diría que era más difícil de leer que Seonghwa.

-Voy a serte directo para acabar esto cuanto antes -Volvió a hablarme el de ojos azules, colocando los codos sobre la mesa para dejar caer su cabeza sobre las palmas entrelazadas de sus manos- No entiendo cómo has podido acabar ganándote el favor de tantos ángeles poderosos, pero ten por seguro que a mí no me vas a engañar. Sé que hay algo que me estás ocultando tanto a mí como al resto del cielo aunque por el momento no pueda demostrarlo.

-No sé de qué me está hablando, Director Kang. Yo simplemente me he dedicado a cumplir con mis obligaciones como mediador del cielo -Le contradije, manteniendo mi mirada fija en sus acusadores ojos celestes.

-Tus obligaciones como mediador no incluyen codearte con Park Seonghwa, mucho menos hacerte con libros prohibidos o ser cómplice de un ángel caído -Respondió cortante.

Rápidamente entendí que si adoptaba una postura pasiva ante todas aquellas acusaciones sería casi darle la razón al trono, así que pensé que lo mejor era intentar defenderme como buenamente pudiera.

-¿Tienes pruebas? Es muy fácil acusarme y después esconderme detrás de los altos cargos.

-Cuida ese lenguaje, no estás en la posición más adecuada para protestar -Pronunció aquellas palabras con fuertes tintes de ira, pero sin perder su característica seriedad- Te puedo asegurar que hay muy pocos ángeles en el cielo que se tomen la seguridad de este lugar con el mismo rigor que yo lo hago. Ángeles como tú que habéis vivido totalmente al margen de la última guerra nunca sabréis lo valiosa que es la paz que tenemos ahora. No tengas la menor duda de que dejaré hasta mi último aliento por preservarla, cueste lo que cueste. Tú no eres nadie para evitarlo.

-Nuevamente, no entiendo por qué soy una amenaza para ti -Intenté calmar los ánimos a la desesperada- Estamos en el mismo bando, ¿no? ¿No crees que lo mejor es que volvamos a nuestras obligaciones como si nada?

- No me hables como si fueras mi igual. Me parece muy irónico que alguien que se ha metido en mis asuntos de protección de información diga que quiere volver a su obligación. Y no creas que me he olvidado de todo el asunto que rodea la caída de Song Mingi, en la que estoy prácticamente seguro de que también tuviste que ver -Hizo una breve pausa- Sin embargo, ya te hice las preguntas pertinentes la última vez. El motivo de la citación es distinto.

Respiré hondo, apenas llevábamos unos minutos de interrogatorio y ya había sido triplemente acusado, no solo eso sino que ahora Yeosang parecía tener más planes que yo desconocía. Intenté pensar que esta vez no llevaba el libro prohibido conmigo, si había algo que podía levantar sospechas era únicamente la pluma que me acababa de arrancar, puesto que el otro espacio que se había quedado cuando me arranqué la pluma para dársela a Seonghwa ya estaría tapado por una nueva pluma. Era un riesgo, por supuesto, pero al menos no era tan elevado como la última vez.

A continuación se volvieron a suceder preguntas muy similares a las que el trono me había realizado la última vez que estuve en su despacho. Imagino que estaría buscando si mis respuestas eran iguales a las que le di unos días atrás o si había cambiado algún concepto en mi discurso, con esta premisa, intenté dar las mismas respuestas con la mayor naturalidad posible.

-Al igual que en nuestro anterior encuentro, ponte en pie con los brazos abiertos y alas desplegadas -Me ordenó el trono, tal y como suponía.

Seguí sus indicaciones tal y como me había pedido, enseguida los juzgadores ojos de Yeosang se pasearon tomando nota de todos los detalles de mi atuendo y cuerpo, buscando cualquier tipo de anomalía por la que se me pudiera incriminar. Yo respiraba hondo, no pensaba dejarme intimidar de nuevo por alguien como Yeosang, tenía que ser fuerte si quería sobrevivir como ángel. Además, estaba prácticamente seguro de que notó la falta de una nueva pluma, puesto que pareció quedarse observando durante un tiempo superior la zona en la que antes se encontraba la pluma negra; sin embargo, no hizo ningún comentario al respecto. Seguidamente, registró los bolsillos de mi ropa, que no le dieron indicio alguno para acusarme. Juraría que estaba hasta molesto por ello.

Tras unos minutos de intensa inspección, pareció darse por satisfecho y volvió a tomar asiento, indicándome que hiciera lo mismo.

-Kim Hongjoong, voy a serte sincero. No me caes bien, nunca me has caído bien. Ten por seguro que mi voto no fue hacia un ángel de la plebe cuyo único mérito era encerrarse en la biblioteca -Declaró con el mentón alto, sin molestarse en ocultar su sentimiento de superioridad frente a mí. Tuve que hacer un esfuerzo por no sentirme envenenado por sus palabras clasistas- Probablemente te preguntarás, si es que no lo habías asumido ya, por qué te estoy diciendo todo esto. Pues bien, como ya te he dicho mi amor hacia la tranquilidad de este lugar es superior a mi desprecio personal hacia ti, esta es la única y verdadera justificación a lo que voy a realizar a continuación.

El Director Kang se levantó de su asiento y se dirigió a la principal estantería que poseía su despacho, de ella bajó un libro de importante grosor y cubierta iridiscente. Seguidamente, lo dejó caer sobre la mesa provocando un fuerte estruendo a causa de su peso, a lo que yo me sorprendí sobresaltado.

-He aquí un volumen de la colección de historia del cielo más preciada que poseo. Fue retirada hace bastante tiempo de la Biblioteca Divina con motivo de su contenido explícito, pero creo que puede ser útil para desmantelarte de una vez por todas ese pensamiento detestable que Park Seonghwa te estará metiendo en la mente sobre que los demonios son seres de luz.

Mi expresión de incredulidad en aquellos momentos era para enmarcar, ¿adónde se suponía que quería llegar Kang Yeosang? ¿Una de sus razones para juzgarme no era que a su juicio sabía demasiado? ¿Dónde habían quedado esos principios? No tenía sentido. Mi intuición me llevó a pensar que lo más probable es que se encontrara desesperado; aunque su actitud pareciera ocultarlo, supuse que había llegado al punto de querer contarme él la versión de los hechos del cielo antes de que Seonghwa se encargara de ello, con el fin de que acabase rechazando a los demonios y sus ideales de una vez por todas.

Yeosang abrió el imponente libro frente a mí, mostrándome una impactante pintura que ilustraba la guerra. Un montón de ángeles eran clavados unos a los otros por punzantes tridentes que perforaban sus costillas de un costado a otro, sus ojos quedaban inyectados en sangre si no es que habían corrido el mismo destino que sus pulmones. Algunos intentaban huir, mientras que otros acaban con las alas tan mutiladas por profundos cortes y heridas de flecha que ni siquiera se podían distinguir.

Llegó un momento en que fui incapaz de continuar mirando fijamente, cuanto más analizaba la imagen más macabras torturas acababa descubriendo. Miré hacia otro lado y me puse la mano contra la boca para evitar vomitar mientras fuertes escalofríos recorrían mi cuerpo.

-Todas y cada una de las imágenes que aparecen en este libro han sido ilustradas por ángeles que sobrevivieron a la guerra, en un intento desesperado por que las generaciones futuras descubrieran la masacre que los demonios llevaron a cabo entre los nuestros ¿Realmente quieres ser cómplice de este horrible suceso? -Yeosang me forzó a continuar observando las páginas que iba pasando, cerraba los ojos con fuerza pero sus dedos intentaban despegar mis párpados- Cualquiera de esos ángeles podríamos haber sido tú, yo, o nuestros seres queridos. Además, al ser criaturas inmortales todos estos ángeles continúan agonizando en alguna parte del universo, su cerebro y su sistema nervioso no ha dejado de funcionar. En el mejor de los casos, han quedado recluidos de por vida entre las cuatro paredes de una habitación de hospital, en el peor, probablemente quedaran desfigurados e incrustados en las puertas del infierno.

-¡Director Kang, pare, por favor se lo suplico! ¡Me encuentro fatal! ¡Soy inocente! ¡Yo no he tenido nada que ver en todo esto!

-¿No tenías curiosidad por los demonios? Te estoy dando lo que querías, ¿o no era lo que esperabas? ¿No quieres seguir viendo como tus compañeros se sacrificaron por ti? Desciende al mundo real y date cuenta de la escoria que realmente son los demonios, la mayoría de ellos ni dudaría en descuartizarte si tuvieran la oportunidad. Son nuestra antítesis. Saquearon el cielo, sometieron a las clases más bajas e indefensas, prendieron en llamas cada árbol del Jardín del Edén, reducieron a escombros una gran parte del Palacio Santo y no quiero ni pensar en lo que le pudieron hacer a las mujeres y niños. Años y años de recuperación de la guerra para que lleguen estúpidos como tú y se rían en la cara de todos los que lucharon en nombre de Dios. Estúpidos que parecen olvidar todo lo que han hecho con que les muestren una sonrisa. Vergüenza me daría.

De un momento a otro perdí el control de mi cuerpo por completo, dejé de sentir mis extremidades y mi vista empezó a nublarse lentamente hasta que ni siquiera fui capaz de vislumbrar los radiantes ojos azules de Yeosang. El corazón me latía tan rápido que sentía que iba a explotar.

Me desplomé en el suelo y terminé de perder la conciencia que me quedaba hasta no poder siquiera escuchar suavemente la voz de Yeosang.

-Hongjoong, soy yo, Mingi. Ven a hacerme compañía, no dejes que los ángeles te manipulen.

-No le hagas caso Hongjoong, escúchame a mí, Jongho. Sabes que siempre he confiado en ti, tienes que dar ejemplo como mediador que eres, no me decepciones.

-Esta gente no tiene ni idea, Hongjoong, ven conmigo, el gran Park Seonghwa. Juntos iniciaremos la rebelión contra esos putos hipócritas de los ángeles, que te han tratado como un peón desechable más.

-¿Tú no quieres ser parte de esto, verdad Hongjoong? ¿No se te ocurrirá desobedecer al Director Kang? ¿Tienes ganas de perder tus alas y tu divinidad?

Sus voces se amontonaban en mi subconsciente, sentía como si realmente los cuatro estuvieran presentes y me rodearan. Cuatro pares de ojos juzgaban cada movimiento que realizara.

-Soy tu amigo. Hongjoong, nunca te mentiría.

-Hongjoong únete al cielo y consigamos fortalecernos contra los demonios.

-Ríndeme pleitesía Kim Hongjoong, obedece cada una de mis palabras. Complace todos mis deseos.

-Hongjoong solo te estoy intentando salvar aunque no sepas valorarlo.

Las voces se repetían, subían su volumen, discutían entre ellas en un interminable monólogo interno. Me tendían la mano y fingían cercanía.

-¡Mientes! Yo sí que lo estoy intentando salvar.

-Mira quién fue a hablar.

Se acercaban a mí.

-La única salvación es la libertad que yo le puedo dar.

-La libertad está sobrevalorada. El control es lo verdaderamente importante.

Me acorralaban, me intentaban persuadir. Se solapaban entre ellas hasta sonar tan distorsionadas que parecían monstruos a punto de devorarme.

-Hongjoong, vente al infierno.

-Hongjoong, continúa en el cielo.

Tantas proyecciones que mostraban el conflicto interno que llevaba ocultando desde hacía tantísimo tiempo. Ya no sabía qué estaba bien ni qué estaba mal. Qué era el bien y qué era el mal.

-¡Escúchame, Hongjoong!

-¡No Hongjoong, escúchame a mí!

-¡Hongjoong!

-¡Hongjoong!

-¡Hongjoong!

-¡Hongjoong!

En un instante de desvanecimiento supe que había perdido todo lo que una vez había considerado mi identidad.

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