Cap XXXIV; inferencia
Como una noche cualquiera, Yunho se quedaba merodeando por la Biblioteca Divina en búsqueda de libros fuera de su lugar. Un silencio tan sepulcral se adueñaba de la inmensa sala que se podían escuchar los sonidos de los ejemplares cambiando de lugar y el batir de las alas del bibliotecario.
Sin embargo, en la cabeza de Yunho había de todo menos silencio en aquellos momentos. No podía quitarse del pensamiento el encontronazo con Yeosang, el cuarto libro y como Hongjoong acababa de entrar en el conflicto casi por sorpresa. Intentaba de alguna forma buscarle la lógica, pero visto como había acabado la última vez que intentaba hacer de Sherlock Holmes se hacía a la idea que de que la investigación no parecía ser su fuerte.
Había alcanzado un punto en el que no estaba seguro si debería continuar sospechando de Yeosang. Pero si tenía algo claro es que después de lo ocurrido no lo soportaba, y si cumplía su promesa de echarlo de la Biblioteca Divina, directamente no lo podría mirar a los ojos por lo que pudiera ocurrir.
De un momento a otro, se escuchó el sonido de la colosal puerta de entrada abrirse, por lo que el bibliotecario emprendió el vuelo entre estanterías hasta llegar al lugar. Al principio pensó que se trataba de una ilusión causada por su desastroso horario de sueño, ya que dudaba mucho que Hongjoong apareciera por ahí tras una cumbre, además celebrada en el infierno. Nadie solía visitar la biblioteca por la noche si lo exceptuabas a él.
O eso pensaba Yunho.
Para su sorpresa, el que había perturbado el silencio de la noche era Choi Jongho, al que rápidamente saludó:
-Buenas noches Jongho -Le dedicó una sonrisa- ¿Qué te trae por aquí a estas horas?
Sin embargo, las buenas formas del moreno no fueron bien recibidas por parte del serafín, quién rápidamente esbozó una mueca de desagrado que ni de por asomo era normal en él:
-Voy a ser lo más breve posible -hizo una pausa dramática- Jeong Yunho, quedas destituido del puesto de bibliotecario por injurias y calumnias desmedidas contra el Director Kang. Hazme entrega de las llaves de la sección prohibida.
Los deseos y ambiciones de Yunho se desgarraron brutalmente con aquella oración.
El ahora ex bibliotecario no podía creer lo que estaba escuchando. Tenía que ser una broma ¿Cómo iba Jongho, con el que mantenía una cordial relación, destituirlo de aquella manera por culpa de Yeosang? No podía imaginarse una vida sin dedicarse a aquel trabajo, la biblioteca prácticamente se había convertido en su segunda casa.
-Tiene que ser un error Jongho, yo... -Intentó argumentar, tan nervioso que tuvo que hacer un gran esfuerzo para crear frases con sentido- No era mi intención faltar al Director Kang. Simplemente velaba por la seguridad del cielo, sentí que había algo sospechoso y decidí tomar cartas en el asunto.
-Yunho, te he dicho que esto iba a ser breve. No intentes excusarte y ocultar que te has tomado la justicia por tu cuenta, cuando debes saber más que de sobra que eso es cosa de la cámara alta y de Dios. Haber evitado que se te subiera el puesto a la cabeza y continuarías cómodamente con tu trabajo -Contestó implacable el serafín.
El moreno se acabó cayendo sobre sus rodillas con ambas manos juntas, suplicando al serafín que no tomara aquella decisión. Pero Jongho lejos de aceptar sus lamentos, lo empujó con tanta fuerza que acabó estampándolo contra una de las estanterías repletas de libros y haciendo caer un par de los mismos, que de milagro no cayeron sobre la cabeza de Yunho. Entonces el serafín se acercó e inició de nuevo la conversación:
-Dame ahora mismo esas llaves y deja de lloriquear. Da gracias que no te enviamos al infierno por esto ¿Sabes lo peligroso que resultas para nosotros ahora mismo? No dejas de ser un ángel común y corriente, pero con un conocimiento superior a muchos ángeles de la cámara alta. Deberías estar muy agradecido de que las consecuencias no fueran más graves -El serafín utilizaba un tono cada vez más amenazante para atemorizar al ex bibliotecario- Te lo voy a decir una única vez, no se te ocurra decir una sola palabra acerca de la biblioteca o sus contenidos, porque te aseguro que la piedad que estoy teniendo ahora no la vas a recibir una segunda vez ¿Entendido?
Yunho asintió temblando, buscó el juego de llaves en el bolsillo de su gabardina y se la tendió a Jongho en unos segundos. Tenía miedo de que el serafín pudiera utilizar la fuerza contra él o tomara acciones peores.
-Ahora vete de aquí, te queda vetada la entrada a la biblioteca por el resto de tus días. Creo que ni siquiera hace falta que te diga qué pasará si yo u otro ángel te vemos paseando por aquí. Esta noche me encargaré yo de guardarla.
Yunho salió corriendo de la biblioteca casi por instinto, no quería vérselas con la cámara alta en aquellos momentos en los que deberían odiarlo por culpa de Yeosang. Y por primera vez en mucho tiempo, se dirigió a su habitación a dormir apropiadamente. Todo aquello era tan extraño para él, las horas que había invertido en el mantenimiento de la biblioteca eran tan valiosas e incontables que no pudo evitar derramar un par de lágrimas en el camino.
Además, Jongho ni siquiera parecía haberse cuestionado siquiera la culpabilidad de Yeosang. El moreno estaba más que harto de los privilegios que te daba pertenecer a una clase alta, cuando literalmente cualquier ángel, más o menos cualificado, tiene un riesgo de acabar cayendo en las garras de lo inmoral y el infierno.
Ahora ni siquiera tenía el privilegio de ser bibliotecario, y no dejaba de culparse por dejarse llevar por su ambición y querer aspirar a algo más. Tal y como había dicho Jongho ahora era un ángel común del montón.
Un ángel común del montón con toda la información, admitida y censurada, del cielo.
Y aquello no iba a ser desaprovechado. Tal vez no en ese preciso instante, pero sí en un futuro. Por lo que, finalmente, Yunho se acomodó en su cama y se propuso dormir todo lo que no había podido durante todos esos años como bibliotecario, con la promesa de que Yeosang de alguna forma u otra, pagaría por hacerlo sentirse insignificante.
***
-¿Qué coño haces aquí? -Dijo Wooyoung sin rodeos, su cejo estaba fruncido y sus brazos, cruzados- ¿Seonghwa ya se ha vuelto a cansar de ti?
-Vengo a pedirte formalmente disculpas por todo lo sucedido, y también por no haberlo hecho en el momento en el que nos encontramos -Comenzó a decir San, haciendo caso omiso de las palabras del de ojos violáceos e intentando sonar lo más sincero posible- No fui capaz de articular palabra en aquellos instantes. Todo ha sido un error, nunca debí engañarte y no puedo estar más arrepentido de haberlo hecho. Wooyoung, sabes que te quiero.
-Si me quisieras no me hubieras puesto los cuernos con Seonghwa.
Las palabras de Wooyoung fueron claras y concisas, tan afiladas que San sintió que le cortaban. Aún así, no pensaba darse por vencido hasta decirle hasta la última palabra.
-Sé que me he comportado como un gilipollas integral, no pienso negar lo obvio. Pero por favor, vamos a hablarlo. Ya sabes cómo es Seonghwa, me manipuló descaradamente para llevarme a la cama sin que yo pudiera darme cuenta -Tejiversó el de ojos verdes, haciendo ademán de entrar a la habitación de Wooyoung, pero este se mantenía bloqueando la puerta.
-Sé cómo es Seonghwa, pero también sé cómo eres tú. Lo conoces mucho mejor que yo y sabes de sobra cómo interceptar cuando intenta manejar a alguien, es imposible que te consiga manipular -Le reprochó el de ojos violáceos- Tendrá muchas cosas detestables, pero no se te ocurra echarle la culpa de algo que ha sido tu decisión como te recuerdo que tú mismo dijiste. No intentes cambiar el cuento para parecer la víctima.
El de ojos verdes sabía de sobra que Wooyoung estaba en lo cierto, se había acostado con Seonghwa por decisión propia. No obstante, eso no quitaba que se arrepintiera de su decisión, o eso le quería hacer creer.
-Wooyoung, solo te estoy pidiendo que me escuches. Simplemente quiero que las cosas vuelvan a ser como antes, si no quisiera estar contigo no estaría suplicándote a estas alturas.
-Encima parece que te tengo que estar agradecido por mentirme a la cara. Estoy prácticamente seguro de que has venido hasta aquí porque deberías estar llevando a cabo algún experimento pero pensar en todo esto te está distrayendo, no porque realmente estés arrepentido -El de ojos violáceos estaba comenzando a perder la paciencia.
En aquellos momentos San se aproximó a Wooyoung casi por impulso, pero justo antes de que los labios de ambos se juntaran, el de ojos violáceos le propició una fuerte bofetada por acto reflejo. Ambos se separaron, profundamente desconcertados por razones distintas.
-No te quiero volver a ver, parece mentira que no te hayas dado cuenta de que lo nuestro está más que terminado. Eres peor que Seonghwa, durante todo este tiempo me has utilizado como su reemplazo, estoy casi seguro de que nunca has llegado a sentir por mí lo que yo por ti.
San se llevó la mano a la cara, que comenzaba a enrojecerse por momentos a causa del impacto del golpe. Aún no se creía que Wooyoung hubiera sido capaz de hacerle eso y de hablarle de aquella manera. Claro que lo había querido, no iba a dejar que nadie le dijera lo contrario. Pero el amor se terminaba.
-¡Wooy-!
Y antes de que pudiera terminar de decir su nombre, Wooyoung le cerró la puerta en las narices de un fuerte portazo. San decidió que la mejor opción era retirarse, al menos lo había intentado arreglar y se había quitado un gran peso de encima. Sabía que era casi imposible que Wooyoung aceptara sus disculpas, si él hubiera estado en su lugar tampoco lo habría hecho.
Lo que más le dolía es que ni siquiera tenía ganas de llorar.
Caminó hasta llegar al cruce de pasillos y decidió emprender el vuelo a partir de ahí. Pero se encontró con la presencia de cierto demonio rubio que se mantenía apoyado contra la pared burlándose de él.
-¿Se puede saber qué haces aquí, Seonghwa?
-Teniendo en cuenta que apenas me has dirigido la palabra en la reunión y ya me he pasado por el laboratorio y por tu habitación y no estabas, simplemente supuse que tendrías que estar aquí mendigándole amor a Wooyoung -Contestó dedicándole una sonrisa con sorna- Y por tu cara estoy seguro de que no lo has conseguido, ¿no es así?
-Cállate un siglo anda, no tengo ganas de discutir -Le cortó San, no tenía ganas de escucharlo burlarse de él, mucho menos tener que recordar que había estado hurgando en su laboratorio sin su consentimiento.
-Pero conociéndote me apuesto a que tienes ganas de otras cosas -Le vaciló el de ojos rojos, aproximándose a él para acariciar su níveo rostro suavemente.
El de ojos verdes parpadeó repetidas veces, no podía ser que Seonghwa le estuviera insinuando tan descaradamente después de todo lo que había pasado. Todo esto rozaba lo surrealista. Pero si lo pensaba, ahora no tenía que cargar con la culpabilidad de estarle poniendo los cuernos a Wooyoung. Es más, pensaba que así despejaría su mente por completo.
Ahora era libre de hacer las inmoralidades que se le ocurrieran.
El rubio pareció leerle la mente, ya que su siguiente movimiento fue tomar a San desde la nuca para iniciar un lascivo beso que el de mechas rojas correspondió sin pensárselo dos veces. En su mente no dejaba de pensar que estaba actuando demasiado irracionalmente, pero a su cuerpo no parecía importarle lo más mínimo, así que simplemente se dejó llevar sin pensar más allá. Se acercó al cuerpo del demonio de ojos rojos hasta poder sentir sus latidos contra su pecho.
Tras un largo rato entrelazando sus lenguas cada vez con mayor intensidad, haciendo pausas únicamente para morderle el labio a su contrario o para suspirar y provocando que el deseo se hiciera cada vez más presente; Seonghwa decidió empujar a San hacia abajo hasta dejarlo de rodillas. Enterró sus dedos en su sedoso cabello con mechas rojas y lo empujó hacia arriba para que los brillantes ojos de ambos se encontraran.
-Ya sabes lo que tienes que hacer.
***
Cada segundo que pasaba sentía que mi cabeza estaba más cerca de convulsionar violentamente. Acababa de regresar a mi habitación tras haber informado a Jongho de los comentarios pertinentes cobre la cumbre, obviando todo lo ocurrido con Mingi. Esperaba ver al serafín más enfadado de lo que presencié, pues ya llevábamos dos cumbres sin dar un paso a favor del cielo. Pero su mal humor estuvo dirigido únicamente hacia Seonghwa, ya que en su conciencia era quién estaba imposibilitando los avances. No estaba del todo equivocado.
Confiaba en mí, plenamente además.
Y ni por casualidad yo merecía aquella confianza incondicional.
Me encontraba sentado frente al escritorio que poseía mi cuarto, con mi mano izquierda soportando el peso de mi cabeza mientras que la derecha se disuadía dibujando garabatos con una pluma en un pergamino que tenía perdido por uno de los cajones. La tensión no me dejaba siquiera tumbarme tranquilamente en mi cama, sabía que si intentaba dormir no lo conseguiría, así que decidí disuadir mi mente haciendo aquel ejercicio.
La pluma iba de un lado para otro sobre el papel, dejando un suave trazo de tinta aún sin secar que parecía formar un jarrón amorfo hecho de espirales entrelazadas.
¿Había actuado correctamente? Mi intuición me hacía afirmar que todo había sido un teatro orquestado por Seonghwa, pero al mismo tiempo quería pensar que me estaba diciendo la verdad y que me había comportado como un idiota por no creerlo. Odiaba haber actuado por impulso, pero era imposible seguir manteniendo todas esas emociones en mi interior.
La cantidad de sensaciones extrañas y desagradables que acababa de presenciar era abrumadora. Todo era tan desconocido para mí. Las imágenes se repetían una detrás de otra sin descanso, las conversaciones sonaban en mi mente variando la intensidad de su volumen. No es que pensara en ello por gusto, intentaba por todos los medios disuadirme, pero en el momento en el que parecía conseguir evadirme, sentía una presión en la garganta como si Mingi volviera a intentar ahogarme.
Por impulso tapé aquel dibujo con rápidos trazos hechos con una gran presión, formando una cerrada cuadrícula que echó a perder el dibujo inicial. Cansado, hice una bola con el pergamino, lo tiré a la basura y me dejé caer sobre el escritorio. Llevé mis manos instintivamente a mi cuello, como si pudiera evitar de alguna forma aquel reflejo.
No sentía nada, ni una marca, ni una pizca de dolor al rozar la superficie. Eso no era normal y me quitaba el sueño pensar el por qué ¿Habría sido la pastilla esa? Era lo único que tenía sentido, pero por qué alguien como Seonghwa querría curarme? Piedad no era, eso estaba claro. Debía haber un motivo más allá.
Esos ojos como rubíes clavados en mí a una distancia tan cercana, mirándome desde arriba como si fuera un completo desecho. Aquella imagen se repetiría en mis próximos sueños como un bucle del que sería imposible escapar, y me hacía sentir algo que nunca jamás había sentido, no era precisamente desagradable, no, era diferente. No sabría ponerlo en palabras.
Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo, cuando Mingi todavía era un ángel, o incluso antes, cuando ni siquiera era mediador. Quién iba a decirme a mí que la historia evolucionaría de esta forma. No había hecho nada como para merecer esto.
Lo odiaba.
Me da igual que fuera una palabra fuerte para un ángel, era cierto.
Odiaba ver así a Mingi. Aún después de intentar dejarme inconsciente.
Odiaba tener que aguantar todo esto en silencio.
Odiaba tener que defender unos valores que ni compartía.
Odiaba al cielo.
Pero más todavía odiaba en lo que me había convertido yo.
Igual Mingi tenía razón.
O tal vez simplemente me costaba aceptarme como realmente era.
Recordé en aquel momento el día en el que estuve con Jongho en el Jardín del Edén, y aquel momento en el que observé mi reflejo en el agua y me sentí como un completo extraño. Decidí entonces levantarme de una vez de la silla del escritorio, abrí mi armario para ver el espejo de cuerpo completo que había en el interior de una de las puertas.
Me observé detenidamente, cada marca, cada detalle físico. Todo estaba igual, al menos físicamente, obviando las profundas ojeras que se habían formado bajo mis ojos y mi expresión de hastío. Tal y como había supuesto, las marcas de estrangulamiento se habían volatilizado por completo.
Todo parecía medianamente normal, hasta que observé una sombra cerca de mi hombro izquierdo.
Y mi mundo acabó por desmoronarse.
Una pluma con la raíz negra se hacía presente entre todas las plumas blancas.
Me quedé paralizado, parecía que mi corazón se encogía y mi sistema nervioso se acabara de apagar. Comencé a ver borroso, la habitación comenzó a dar vueltas cada vez a mayor velocidad. Por si fuera poco, empecé a temblar descontroladamente hasta el punto en que pensé que me iba a caer de lo que me costaba mantener el equilibrio.
Tenía que ser una ilusión, pero no lo era.
¿Cómo se suponía que debía reaccionar?
Por si no fuera suficiente, alguien empezó a llamar violentamente a la puerta y yo no estaba ni de por asomo en condiciones como para abrirla. Después de un tiempo vi como un sobre se deslizaba debajo de mi puerta y los golpes desaparecían.
Respiré hondo y caminé dificultosamente un par de pasos para agacharme e inspeccionar el sobre y su contenido. Nada más abrirlo observé una frase con elegante tipografía y procedí a leerla.
"Citación de declaración dirigida a Kim Hongjoong"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro