Cap XXXI; déjà vu
Silencio, una cabina repleta de individuos y sin embargo no se percibía ningún otro sonido aparte del rozamiento de las cuerdas deslizando a toda velocidad la cabina del ascensor. Exactamente el mismo escenario que la primera vez que bajé hasta el infierno, salvo por un detalle esencial que dejaba un vacío imposible de llenar. Mingi ya no me acompañaba en el viaje.
Parecía una estupidez, la seguridad que poseía era la misma que en mi primera cumbre; físicamente no me encontraba solo en lo absoluto, pero en mi mente todo aparecía como una experiencia completamente nueva. No es como si el silencio no se rompiera de vez en cuando, pero eran conversaciones banales, nada que pudiera aliviarme como la compañía de mi mejor amigo. Me sentía indefenso ante el peligro.
Por otra parte tampoco terminaba de asimilar que me encontrara camino al infierno una vez más, los días desde que Jongho me había comunicado la llegada de otra cumbre habían transcurrido más rápido de lo normal y no podía dejar de sentirme culpable porque realmente no había preparado mucho para esta cumbre. La presión estaba jugando en mi contra y dándome una falsa ilusión de que este día nunca llegaría, que aún tenía tiempo así que no debía preocuparme. Pero era completamente falso, la ansiedad me paralizaba.
Era mi segunda vez visitando el infierno, y por ello se suponía que debía estar más tranquilo, pero la realidad era que estaba aún más aterrado que la primera vez, no podía dejar de mover mi pierna izquierda y de apretar mis dientes en un intento fallido de calmarme. Sí, conocía el lugar, conocía con quién tenía que compartir mesa, pero desconocía hacia donde iba a desembocar el debate.
Podía escuchar la única conversación que había tenido con Jongho después de que me comunicara el día de la cumbre una y otra vez en mi pensamiento, intentando sustraer algún detalle que pudiera ser de utilidad, pero no parecía tener mayor significado del que ya había descifrado.
-Simplemente asegúrate de comunicarle al demonio que la caída de Song Mingi no ha sido nada para perturbar la unidad del cielo, que no se le vaya a pasar por la cabeza que esto va a ser el inicio de algún tipo de rebelión porque lo tenemos todo más que controlado. Sus desalmadas palabras no tienen ningún tipo de repercusión o impacto entre los ángeles.
No puedo terminar de entender por qué aquel mensaje era tan importante y por qué simplemente por aquella razón se debería convocar otra cumbre, ¿no descubrirían los demonios enseguida si esa unidad era real o no en cuanto vieran si más caídas se suceden o no? ¿No sería lo más lógico replicarle a Seonghwa que no metiera las narices en los asuntos del cielo? Yo no me dedico a la investigación, eso desde luego, pero si hay alguien que conocía a Mingi ese era yo, y él nunca habría tomado posesión de un libro prohibido por voluntad propia. Ahí había una parte de la historia que yo me estaba perdiendo, y así se lo comuniqué en su momento a Jongho. Pero a diferencia del tono cordial con el que me solía hablar contestó con una frase cortante que aún se repetía periódicamente en mis pensamientos:
-Limítate a seguir las órdenes que se te otorgan desde arriba, nosotros sabemos perfectamente qué se debería tratar en las cumbres y qué no. El tema de los ángeles caídos no tiene por qué ser discutido en una reunión de tan alto nivel, pues se le estaría dando la importancia que los demonios desean. Es por ello que debemos dar un mensaje de tranquilidad y seguridad para minimizar el impacto de una caída.
Definitivamente no sonaba como algo que habría esperado oír del serafín, y lo que podía intuir era que estaba metiéndome en temas que al parecer no me deberían concernir. Esa era la forma de indicarme sutilmente que me callara. No obstante, no podía evitar sentirme molesto por aquello, mi trabajo era representar el pensamiento del cielo y no el mío propio, pero eso no quería decir que no pudiera aportar ideas que pudieran llegar a ser beneficiosas y que no tengan por qué tenerse en cuenta. Al fin y al cabo forma parte de mi trabajo como mediador.
En unos instantes fui despertado de mis suposiciones por culpa de la forzosa parada del ascensor, que pareció desaturdir a todos los presentes y causar de nuevo que los murmullos inundaran aquella cabina del tamaño de una habitación. Como ya venía siendo costumbre una voz artificial nos indicó que ya habíamos llegado al final de nuestro trayecto.
-Destino alcanzado: Infierno, zona periférica.
Y así fue como emprendimos una vez más el camino hasta el Palacio del Averno, pasando de nuevo por aquellos caminos de obsidiana rodeados por inmensos océanos de lava, aquella puerta de dimensiones incalculables para mi vista con aquellos cuerpos extraños rogando clemencia a la vez que servían de infames decoraciones. Todo orquestado por un calor asfixiante, lluvias constantes de ceniza y los incesables alaridos de agonía que taladraban mis tímpanos.
Finalmente conseguimos llegar a la edificación que constituía el lugar más emblemático del infierno, aquel palacio construido enteramente de materiales oscuros que se retorcían dando lugar a imposibles estructuras. No podía negar que aún habiendo estado allí ya con anterioridad aquellas estampas me provocaban escalofríos y en cierto modo me atemorizaban, resultaba impresionantes todos aquellos sombríos paisajes que constituían el infierno.
Y así tras adentrarnos en el interior del Palacio del Averno acabamos de nuevo en la lujosa y elegante sala de espera donde ya estuvimos en la penúltima cumbre, con la diferencia de que apenas habíamos tomado asiento el séquito de ángeles de la guarda y yo, apareció por la puerta que llevaba hasta la Sala de Banquetes el demonio encargado de darme paso hasta el lugar (que juraría que era el mismo que la última vez), era esbelto, de media estatura y cabello brillante gris claro, a juego con sus rasgados ojos violáceos. Pero lo que más me llamó la atención fue su expresión deprimida y su postura cabizbaja, que contrastaba notablemente con el tipo de actitud que yo había visto entre los demonios, rebosante de superioridad y agresividad.
-Ya puede pasar el mediador -Anunció el demonio con una voz desganada, haciendo contacto visual conmigo durante apenas un par de segundos-.
Di un paso al frente y me dirigí pasillo a través seguido por el demonio de ojos violetas, desde la sala de espera hasta el lugar donde se celebraba la cumbre. Sin darme cuenta ya tenía aquella tenebrosa puerta que me separaba de la Sala de Banquetes frente a los ojos. Quise mover mi brazo para tirar de la misma y entrar, pero sentía que no podía moverlo, como si tuviera el cuerpo parcialmente paralizado por culpa de la incertidumbre.
-No tengo todo el día, y Seonghwa tampoco -Replicaba el demonio juzgándome con la mirada.
Moví mi cabeza de un lado a otro para despejarme, tomé aire lentamente y sin apenas pensarlo abrí la puerta de golpe, ya que si hubiera dudado un instante más igual hubiera salido corriendo de aquel lugar. Acto seguido la entrada se cerró de golpe pegando un fuerte portazo que me sobresaltó, esto me hizo girarme de inmediato y toparme con la figura de Seonghwa que se encontraba caminando lentamente por la habitación, vestido con un lujoso traje del mismo color rojo que sus ojos ornamentado con cadenas y arneses de cuero; posicionado con los brazos en la espalda y la cabeza alta, mirándome fijamente con su afilada mirada roja como la sangre a la vez que se mordía el labio inferior sonriendo perversamente.
-Un placer verte por aquí nuevamente, ¿está ya el cielo sumido en el caos y la desesperación o me estoy adelantando a los acontecimientos? -Decía intentando provocarme a medida que continuaba andando lentamente por la sala sin perder el contacto visual conmigo-.
-No te hagas ilusiones -Le respondí cortante, intentando no sentirme intimidado pues sería darle exactamente lo que buscaba- El cielo está perfectamente, el orden sigue en su lugar y no os vamos a dar el privilegio de que especuléis sobre nuestra sociedad.
-Qué alterado te veo, ¿piensas que nací ayer? Si de verdad el cielo no tuviera ningún tipo de problema tú y yo no estaríamos reunidos ahora mismo, y tu actitud a la defensiva confirma todas mis sospechas. Venga, dispara, ¿qué está ocurriendo? -Continuaba presionando-.
-Estamos reunidos precisamente para cortar de raíz todas vuestras conjeturas, la unidad de los ángeles es mucho más fuerte de lo que podáis imaginar. Un pequeño golpe como este no supone nada para volver a levantarse -Dije manteniéndome firme en mi posición, tal y como Jongho me había indicado-.
-¿Un pequeño golpe? -Estalló en graves carcajadas- Por favor, no me digas que no sabes que precisamente un pequeño golpe como ese fue uno de los detonantes de la última guerra entre ángeles y demonios. Que no queráis ver la magnitud del problema es otra historia que no me concierne. O no, espera, que igual vuestra censura ni siquiera os deja ver hechos tan significativos que os resultaría beneficioso conocer, qué lástima no disponer de libertad básica.
Ya está, buscaba provocarme y lo había conseguido. No pensaba aguantar sus faltas de respeto un segundo más, después de todo lo que llevaba ya a mis espaldas esto era la gota que colmaba el vaso.
-¡No me subestimes! -Grité encarándome a él y señalándolo, aguantando mis ganas de empujarlo con todas mis fuerzas- ¿Te piensas que aquí no hay nadie más inteligente y con más recursos que tú? Bájate del pedestal antes de que te cueste la reputación, ¿crees que te puedes reír en mi maldita cara como si nada? Tanto que si el cielo esto el cielo lo otro, como si a ti te importara lo más mínimo el resto del infierno, ¡te mueves por tus propios intereses, no por los de la mayoría! ¡Y aún tienes la cara de dártelas de modelo a seguir!
Apenas había terminado mi intervención fui estampado con fuerza contra una de las paredes de la Sala de Banquetes, pronto me encontré acorralado por Seonghwa contra aquel muro, que apretaba mis muñecas sobre la pared. Estaba tan cerca de mí que podía sentir su respiración sobre mi rostro y aquella fragancia a jazmín característica suya. Lo había hecho enfadar y no en menor medida precisamente, tenía miedo, mucho miedo; pero cuando iba a gritar para pedir ayuda el demonio pareció leer mis intenciones:
-Como se te ocurra avisar al ejército de ángeles o hacer un solo ruido te aseguro que aquel préstamo que te hice la última vez dejará de ser un secreto entre tú y yo -Amenazó mientras mantenía sus ojos rojos, aún más brillantes que nunca a causa de la ira, enfrentados y cargados de odio contra mí. Yo palidecí al instante, como se supiera que Seonghwa me había dejado aquel libro había terminado mi vida como ángel- Y hablando de préstamos, pasemos a lo interesante, ¿dónde está mi libro? Porque digo yo que no querrás acabar haciéndole compañía a tu amiguito Mingi, ¿me equivoco? -Terminó de decir susurrándome al oído mientras que soltaba mi muñeca derecha para levantarme la cabeza desde el mentón-.
Pude sentir como un congelado escalofrío recorrió mi médula espinal cuando su helada mano hizo contacto con mi rostro, acompañado de una extraña sensación que nunca había presenciado antes y que no sabría cómo explicar con palabras. Me había quedado en blanco completamente y comencé a temblar como un flan, ¿no se suponía que había intercambiado el libro por la pluma, y, por tanto, pasaba a ser de mi propiedad? Pero desde luego no me encontraba en la posición para discutir mucho menos para pensar cualquier excusa. Además, ¿cómo osaba meter a Mingi en todo esto? No iba a arriesgarme por cuenta propia, pero había terminado de hacerme perder los papeles, por ahí sí que no pasaba:
-¡Cállate! -Espeté escapándome de su agarre con todas mis fuerzas- Es tu maldita culpa que Mingi acabara en el infierno, no tengo ni la menor idea de cómo acabaste poniéndote en contacto con él para tenderle esa emboscada del libro, pero si hay algo que tengo más que claro es que él nunca haría algo así por su cuenta ¿Qué pasa? Era otra de tus retorcidas estrategias para desmoralizarme, ¿verdad? Pues sí, lo has conseguido, ¿satisfecho? Mi vida se ha vuelto una desgracia en el momento en el que te conocí, ¿pero sabes qué? Yo al menos no voy fardando de dotes de debate excepcionales cuando en verdad no haces más que realizar actos tan rastreros como este.
En aquel momento una sádica sonrisa se dibujó en el rostro de Seonghwa, mostrando sus impecables dientes blancos. Acto seguido se dio la vuelta y giró su cabeza lentamente hasta volver a mirarme fijamente.
-¿Una emboscada? Hay que ver lo que te queda por saber, ¿que Mingi nunca se rebelaría por su propia elección? Déjame descubrirte una pequeña verdad, nunca llegaste a conocer al auténtico Song Mingi, con lo que tú te encontraste fue con una versión distorsionada por el cielo hasta convertirlo en el muñeco que nunca consiguieron que fuera -Acto seguido se tapó los ojos con la mano izquierda e intentó reprimir una perversa risa-.
-¡Mentira! ¡Deja de intentar jugar con mi mente!
-De verdad que ángel más molesto -hizo una mueca de asco mientras se daba la vuelta de nuevo hacia mí, manteniendo la cabeza alta envenenado por su propio complejo de superioridad- En fin, de nada sirve que yo te diga nada pues no me vas a creer. Es momento de que te lo cuente otro.
En aquel momento Seonghwa chasqueó los dedos y la puerta contraria a la que yo había atravesado para entrar en la sala se abrió, y una sombra comenzó a aproximarse por aquel lúgubre pasillo hasta hacerse presente en la Sala de Banquetes.
No podía dar crédito a lo que estaba viendo, tenía que ser mi imaginación.
Me desplomé al suelo de rodillas con los ojos abiertos como platos, esto era surrealista.
No podía ser él.
Cuerpo esbelto de gran estatura, hombros anchos y clavículas marcadas a juego con sus finas facciones, caminaba con ligereza hasta posicionarse al lado del demonio de cabello rubio platino; cabello azul eléctrico ondulado y corto que caía suavemente sobre sus rasgados ojos, más oscuros de lo que nunca habían estado y que denotaban una expresión sombría y de indiferencia. Iba ataviado con un elegante traje negro como la noche de estilo similar al de Seonghwa y un jersey canalé de cuello alto del mismo color. Finalmente unas imponentes alas de ángel cubiertas enteramente por plumas azabache sobresalían de su marcada espalda.
Parecía increíble lo que estaba presenciando, pero no había duda posible. Aquel era Mingi, mi apreciado amigo de la infancia ahora convertido en ángel caído.
Seonghwa apoyó su codo derecho sobre el hombro izquierdo de Mingi observando cuidadosamente cada una de las reacciones que yo expresaba, hasta que finalmente me dirigió la palabra de nuevo:
-Has estado viviendo en una mentira, ni intentes negarlo.
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