Cap XVII; coartada
Tenía un enorme dilema acerca de qué debería hacer con el libro prohibido, estaba claro que teniendo en cuenta los recientes acontecimientos su simple posesión era demasiado peligroso. Ya lo había leído unas cuantas veces, no era necesario continuar poseyéndolo.
Sólo se me ocurrían dos posibles opciones, la primera era deshacerme de él por mi cuenta y la segunda, devolvérselo a Seonghwa en la siguiente cumbre. Esta segunda opción me parecía la más viable ya que no me tendría que arriesgar a ser pillado destruyendo el libro, o bien que quedaran restos del libro que me pudieran culpar de alguna forma.
Pero claro, esto implicaría tener que esperar hasta que se produjese la siguiente cumbre, y quién sabe si aquello ocurriría en un par de días o en meses. Dos días no sería un problema, tampoco habría mucha diferencia entre el peligro al que estaba expuesto en estos momentos, pero me negaba por completo a tener que ocultar el libro durante meses.
Pensando en que pudiera ocurrir el peor escenario, decidí que igual me salía más a cuenta destruirlo yo mismo, pero ¿Cómo?
Comencé a pasear de un lado para otro de mi habitación, mirando por los cajones y las estanterías a ver si encontraba algún objeto que pudiera ayudarme a deshacerme de la prueba del delito.
En unos cajones encontré unas tijeras, pero pensé que sería demasiado trabajoso ir página por página recortando el libro, ¿y luego dónde lo iría a tirar? En la papelera de mi habitación no, eso desde luego.
¿Pero y si a alguien se le ocurría juntar de alguna forma todos esos fragmentos? Parecería que estoy rozando la paranoia, pero nadie podría negarme que sonaba como algo que el Departamento de Investigación e Información sería capaz de hacer.
No, no, demasiadas fallas en el plan. Necesitaba algo más extremo para acabar con el libro. Tendría que quemarlo.
Jugueteaba con mi mullet mientras pensaba en alguna forma de poder quemar el libro, el único sitio que se me ocurría donde obtener fuego era en los candelabros que había en algunos pasillos del Palacio Santo, pero era prácticamente imposible robar uno para quemar el libro en otro lado, obviamente no lo iba a destruir en medio del pasillo donde hay ángeles pasando constantemente.
Podría ir al Jardín del Edén y hacer fuego con un par de palos a la vieja usanza, pero si por casualidad la llama se descontrolaba y quemaba una sola parte de aquel lugar sagrado mi destino sería el mismo que si encontraban el libro, el riesgo no merecía la pena.
Acabé tirándome del cabello de la desesperación, todas las opciones que se me ocurrían eran una basura y me meterían en un lío peor que si encontraban el libro en mi habitación.
Aquel grito, sus alas negras ensangrentadas cayendo sobre el blanco e impoluto suelo.
Su mirada cubierta en lágrimas, buscando mis ojos e intentando sonreír a pesar de la agonía.
La caída.
No, ni hablar, solo de acordarme de aquella horripilante escena sentía como un escalofrío recorría mi cuerpo, yo no podía ser el siguiente. No obstante, sabía muy bien que mientras mis pensamientos continuaran perturbados por ese hecho no iba a poder pensar un plan decente.
Me intenté convencer a mí mismo de que lo de Mingi ya no tenía solución, por mucho que me gustaría que la tuviera. Ahora tenía que centrarme en que a mí no me pasase lo mismo.
Yo sí me podía salvar.
***
Archivos, archivos y más archivos, con un tremendo desorden fruto de estar buscando sin parar entre ellos.
-Esto no es, esto tampoco -decía Wooyoung sacando archivadores y carpetas como loco de una de las estanterías de su despacho y tirándolas por los aires sin reparar en que después le iba a tocar a él arreglar todo el desorden- ¿Pero dónde narices lo dejé la última vez?
El demonio de cabello grisáceo continuó sacando más y más documentos pero ninguno era lo que estaba buscando, ya estaba empezando a desesperarse y a echarse las culpas a si mismo, pues era su trabajo tener localizados todos aquellos escritos tan importantes.
O mejor dicho, si no lo encontraba no quería ni imaginarse la tremenda bronca que le iba a echar Seonghwa.
No era ningún misterio que Wooyoung estaba harto de tener que estar subordinado a aquel demonio, era un arrogante con temperamento explosivo que se escaqueaba de sus obligaciones en cuanto tenía oportunidad. Bien podría estar él ayudándolo a buscar en lugar de mandarlo a él a que hiciera todo el trabajo.
A pesar de que simplemente pensar en Seonghwa enfadado le asustaba, sabía de sobra que el rubio sabía lo que hacía. Nunca llegaría a entender cómo funcionaba su mente pero era algo fuera de lo normal, siempre había tenido la teoría de que Seonghwa veía al mundo como si fuera un tablero de ajedrez donde si Satán era el rey, él era la reina.
De repente estaba a punto de arrojar un archivo más al suelo, cuando al ojearlo se dio cuenta de que era aquello lo que estaba buscando.
-¡Bingo! -gritó emocionado, llevaba horas rebuscando por todo el despacho.
***
Un silencio incómodo inundaba la habitación, aquellos ojos verdes, rojos y negros se miraban entre ellos, ninguno de sus portadores se atrevía a romper el silencio.
-Esperad, aquí hay algo que no termino de comprender -finalmente conseguía contestar Mingi- Si se supone que ahora estoy de vuestro lado y que además queréis hacer que recupere mis recuerdos, ¿por qué me seguís teniendo atado a una silla de tortura?
-Permíteme el beneficio de la duda después de que me marcaras la cara, ¿tú te crees que voy a confiar en un extraño así porque así? De hecho, deberías agradecerme que no te haya metido en una dama de hierro porque ganas no me faltan -Contestaba Seonghwa amenazante, mientras se acercaba al ángel caído y le subía la barbilla lentamente con un par de dedos, para hacer que los ojos de ambos se encontraran de nuevo- Pero olvida ese pequeño detalle que ya me lo agradecerás.
-Mars no irás a-
El rubio dejó entonces la barbilla de Mingi para mandar callar a San colocando su dedo índice contra sus labios rápidamente.
-Además San, ¿cuándo piensas contarle que lo vas a utilizar de conejillo de indias para tus experimentos? -Rebatía Seonghwa, dejando al demonio de ojos verdes entre la espada y la pared.
Mingi se estremeció, un gélido escalofrío recorrió todo su cuerpo y en su rostro se dibujó una expresión de pánico. Sabía perfectamente que los demonios no iban a ser tan benevolentes como para devolverle sus recuerdos gratis.
-Pensaba decírselo cuando al menos sus heridas hubieran sanado, te recuerdo que no soy médico, así que no sabría muy bien qué hacer si le daba un infarto o similar -Contestaba San mientras apartaba su cabello medio pelirrojo hacia atrás- El caso es que estoy intentando desarrollar una especie de sustancia para que los ángeles caídos podáis recuperar vuestras alas.
Mingi no sabía muy bien como tomarse las palabras de San, por un lado parecía que iba a ser capaz de recuperar sus alas, lo que le hacía inmensamente feliz, pero, ¿a qué coste?
-¿Y por qué haríais eso por mí? O mejor dicho, ¿qué se supone que tengo que hacer yo para que se produzca el experimento? -Preguntaba el ángel caído sin saber muy bien qué pensar de los demonios que estaban frente a él, no terminaba de entender si eran amigos o enemigos.
-Preguntas demasiado, no es de tu incumbencia -Le respondía Seonghwa de forma cortante- Si me resultas demasiado cargante aquí hay artilugios de sobra para hacerte callar.
El ángel caído tragó saliva atemorizado, eran frases como aquellas las que hacían que no supiera muy bien si debería comenzar a confiar en los demonios.
-Mars tenía razón, estás tan adorable cuando tienes miedo de nosotros -Decía el demonio de mechas rojas a la vez que una pícara y sombría sonrisa se dibujaba en su rostro- No puedo esperar a ver tu reacción cuando termine de extirparte lo que queda de esas dulces alas de ángel.
Ahora sí que Mingi estaba horrorizado, aquel demonio que parecía más normal estaba igual de demente que el rubio. No le extrañaba que los ángeles hablaran tan mal de los demonios.
-¿Te he asustado? -Decía San mientras reía dulcemente- Eres demasiado mono cuando la adrenalina se apodera de ti... De todas formas no te dolerá, yo me aseguraré de ello... ¿o tal vez no?
-San vamos, no creo que a Wooyoung le gustara oír esos comentarios -reía Seonghwa suavemente colocando su brazo izquierdo sobre el hombro derecho de San, dedicándole una de sus astutas miradas- Ahora me llama la curiosidad saber cómo perderá la flor el angelito, ¿tendrá la misma cara de temor?
De un momento a otro la puerta se abrió de golpe, dando paso a un tercer demonio a la sala.
-¡Ya tengo el archivo! -Gritó Wooyoung entusiasmado. De repente, se sorprendió al ver la escena de los dos demonios vacilando a Mingi con expresión pervertida, que se encontraba completamente paralizado.
-Llegas tarde como siempre.
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