Fui incapaz de aguantar hasta el cierre del juicio, tan pronto como vi a Mingi caer tuve que retirarme a toda prisa al servicio a vomitar. Las imágenes que acababa de presenciar se habían grabado en mi córnea y me resultaba imposible cerrar los ojos sin volver a ver aquella tragedia.
Apenas podía respirar, mis pulsaciones estaban disparadas y notaba que me iba a acabar ahogando. No podía tranquilizarme, no podía ignorar lo ocurrido.
Cuando parecía que podía volver a respirar regularmente, me desplomé en el suelo del baño del tribunal y comencé a llorar desconsoladamente. No me importaba lo más mínimo si alguien me escuchaba gritar o golpear el suelo con todas mis fuerzas, necesitaba soltar el dolor que llevaba dentro.
Su cara, su voz, su protección, su amistad... No iba a volver a verlas en mi vida y cuanto antes lo asumiera mejor sería.
Era incapaz de digerirlo, mi amigo de la infancia convertido en un ángel caído y siendo desterrado al infierno ¿Entonces todo lo que habíamos vivido juntos era una mentira? ¿Llegué realmente a conocer a Song Mingi?
No, me negaba a desconfiar de aquella forma de él. Había algo en mi mente que me decía que tenía que haber una parte de la historia que yo desconociera. Mingi nunca había dado el menor indicio de querer aliarse con los demonios, mucho menos de poseer uno de sus libros.
A diferencia de mí.
Me quedé paralizado, ¿y si por alguna razón el libro que habían encontrado en la habitación de Mingi era el que a mí me había dado Seonghwa?
Tenía que haber caído yo, Mingi no tenía nada que ver.
Entonces salí corriendo del baño, la crisis de ansiedad me había quitado todas las fuerzas para poder volar hasta mi habitación.
Fui esquivando a todos los ángeles que se ponían en mi camino. Toda la Cámara Alta del cielo estaba alterada después de lo sucedido, ya que no se habían producido caídas desde hacía bastante tiempo. Los ángeles de clase baja simplemente nunca sabrían sobre la existencia de Mingi.
Tras atravesar los fastuosos pasillos del Palacio Divino a toda prisa logré entrar en mi habitación, la cual cerré con llave en cuanto entré. Entonces, levanté el colchón de mi cama para alcanzar una caja cerrada con un candado donde había guardado el libro antes de irme. Seguidamente di un pequeño salto para coger la llave, que se encontraba en la parte alta de una de mis estanterías plagadas de libros.
Con mi pulso aún tembloroso conseguí abrir la caja: la tranquilidad que sentí al ver que el libro seguía en el mismo sitio me hizo suspirar de alivio, al menos yo no había sido cómplice de forma indirecta de la caída de Mingi; ya que si hubiera sido así, no me lo hubiera perdonado nunca.
Caí sobre mis rodillas y apoyé mi cabeza sobre el borde de mi cama, aquella ligera "alegría" no podía tapar ni de por asomo la falta de Mingi en el cielo. Quién sabe lo que le podrían llegar a hacer los demonios o cómo le tratarían, para mí era un tema totalmente desconocido.
En aquel momento me di cuenta de que necesitaba deshacerme cuanto antes de aquel libro infernal, de nada hubiera servido correr el riesgo si acababa convirtiéndome en ángel caído.
Pero... ¿Realmente había corrido el riesgo por ayudar al cielo?
No, no en lo absoluto. Había arriesgado prácticamente mi vida por mi simple curiosidad y mi ansia de conocimiento, me estaba engañando a mí mismo con la excusa de que hacía eso por ayudar a los ángeles. Pero no podía evitarlo, aquello prohibido me causaba una curiosidad increíble, las cosas no se prohíben sin razón aparente.
Rompí a llorar una vez más en la misma posición, ¿de qué me servía ya a mí rezar si eso no iba a conseguir que mi mejor amigo volviera a mi lado? Era bien sabido por todos que una vez te convertías en ángel caído no había vuelta atrás.
Me sorprendía lo egoísta que podía llegar a ser.
***
Una habitación de completa pesadilla envolvía al demonio y al ángel caído, el cual se encontraba sentado en una silla de tortura, atado de manos y pies a ella duramente mediante unas correas de cuero llevando poco más que unos pantalones blancos teñidos de rojo por culpa de las fuertes heridas de la caída.
Aquel lugar era amplio y tenía una tenue luz carmesí que dejaba ver todos los horrorosos instrumentos de tortura que albergaba la misma. Desde simples látigos, cuerdas y velas hasta guillotinas y un par de doncellas de hierro.
Mingi estaba paralizado por el miedo por completo, ya había recuperado la vista totalmente y no podía dejar de sudar en frío atemorizado por lo que el demonio de ojos rojos pudiera llegar a hacerle.
Por su parte, el demonio no dejaba de caminar de un lado para otro de la habitación lentamente sin quitar el ojo de Mingi. Escrutándolo con aquellos ojos rojos que lo caracterizaban.
-Veamos qué puedo hacerte, no creas que porque ya me haya sanado la herida me voy a olvidar de como jodiste mi perfecta entrada triunfal -Decía Seonghwa mientras tomaba una cadena que se encontraba unida a un collar de cuero que le había puesto al ángel caído, para después tirar con fuerza de ella apoyando su pie izquierdo en el hueco de la silla que dejaban las piernas de Mingi- Se me ocurren tantísimas formas de torturarte, de hecho, podría matarte ahora mismo si no fuera porque eres inmortal. Solo de imaginarlo me dan escalofríos.
Mingi era incapaz de pronunciar una sola palabra, tenía un miedo horrible a que el demonio pudiera utilizar cualquier cosa que dijera en su contra.
Entonces Seonghwa soltó la cadena y se dirigió a una mesa que había a un lado de la habitación, Mingi era incapaz de visualizar desde su lugar qué había en ella. Acto seguido, se acercó de nuevo al ángel caído, esta vez con un bisturí entre las manos mientras sonreía de medio lado solo con imaginarse cómo se iba a vengar.
En un instante realizó un corte superficial en la mejilla de su contrario tal y como el que él había sufrido. Mingi se mordió el labio con fuerza para aguantar el dolor, que, por otra parte, no era nada en comparación a lo que había sentido al cortarle las alas.
Pero Seonghwa no se detuvo sólo con eso, sino que continuó cortando lentamente cuello abajo hasta dejar inscrito en sangre bajo su clavícula su propio nombre.
-Ahora tu cuerpo y alma me pertenecen por completo, te lamentarás día tras día de tus acciones -susurró malignamente Seonghwa en su oído mientras limpiaba la sangre del instrumento con su propia lengua- Qué pasa angelito, ¿tienes miedo?
-Por favor... Tenga piedad -decía Mingi con un hilo de voz mientras cerraba los ojos con fuerza. Ya se estaba haciendo a la idea de que lo que acababa de ocurrir probablemente fuera tan solo el preámbulo de un largo y doloroso sufrimiento.
Seonghwa se apartó de él y estalló en dementes carcajadas que resonaban en la habitación completa. El caído no podía dejar de mirarlo con fuerte preocupación, acababa de perder la cabeza aún más.
-¿Por qué iría a tener piedad de un mísero ángel caído como tú que además me agredió? No me hagas reír -decía el rubio entre risa y risa- Todavía si no estuvieras tullido te follaría sin pensarlo, eres jodidamente atractivo y siempre me ha excitado hacerlo con un ángel caído.
-Hazlo si quieres, ya no tengo nada que perder -decía desconsolado el ángel caído. Ya había alcanzado un punto en el que le daba prácticamente igual lo que aconteciera en su vida
-Qué excitante me parece todo esto, y pensar que hace unas horas eras un simple siervo de Dios más y ahora te encuentras aquí, ¿qué pensaría tu amiguito Hongjoong si te oyera decir eso? -hizo especial hincapié en aquella frase- Eres una desgracia para los tuyos, nadie recordará jamás tu nombre y todos evitarán como sea ser relacionados contigo. Y no me extraña, a nadie le gustan los traidores.
Mingi no pudo evitar comenzar a llorar en cuanto escuchó el nombre de Hongjoong. Seonghwa estaba en lo cierto, lo había decepcionado a él y a todo el cielo aunque él seguía sin tener muy claro por qué.
A cada lágrima que derramaba la sonrisa del rubio se oscurecía más y más, a lo que continuó hablando:
-Responde, ¿qué pecado cometiste para caer hasta aquí? O déjame contestar por ti, no recuerdas nada, ¿verdad?
Mingi asintió confundido, ¿cómo sabía el rubio que tenía problemas para recordar? Ahora iba a resultar que hasta alguien externo como Seonghwa iba a saber más de él mismo que su propia conciencia.
-Los ángeles usando las mismas estrategias sucias de siempre, luego los malvados somos los demonios y a lo largo de los tiempos se ha demostrado lo contrario -contestaba sarcásticamente- En fin, suficiente palabrería por hoy, tengo por aquí un par de juguetitos que me muero por probar contigo.
Justo cuando Seonghwa se alejó del ángel caído para buscar en un armario repleto de instrumentos de tortura, la puerta de la habitación se abrió de par en par.
-¿¡Mars, qué se supone que estás haciendo!? -se apresuró San al interior de la habitación con un maletín en su mano derecha y apartó al rubio de aquel armario maquiavélico- ¡Te había dejado bien claro que no lo hirieras más!
-Vamos San, tú y yo sabíamos perfectamente que no iba a dejar que esta basura no pagase por lo que me hizo en el cielo, si apenas lo he tocado -Le reprochaba el rubio arqueando las cejas. Acababa de fastidiarle la diversión.
-Eso no te lo crees ni tú, deja ya al ángel que el que tiene que curarle después soy yo -Decía el demonio de mechas rojas enfadado, para después dirigirse a Mingi en un tono totalmente distinto- Tranquilo, yo me haré cargo de todas esas heridas, deja a Mars.
-Eres un aburrido. Solo iba a tomarme mi revancha y meterle un poco de miedo, ¿sabes? -le reprochó Seonghwa- La expresión de pánico que se ha dibujado en su cara cuando lo he amenazado ha sido demasiado placentera, en todos los sentidos.
-Ya has jugado con él lo suficiente, pareces un crío con un juguete nuevo ¿O es que se te ha olvidado lo importante que es para el experimento?
Mingi no podía dar crédito a la discusión que sucedía frente a sus ojos, así que no pudo evitar intervenir.
-Entonces... ¿No me vais a torturar? -Preguntaba con la voz entrecortada.
-No voy a negar que me pondría demasiado hacerte sufrir, pero no. Sería bastante estúpido por mi parte desperdiciar la oportunidad de que te pongas de nuestro lado. No debería haber seres con más odio hacia el cielo que los ángeles caídos, y no pienso desaprovechar ese sentimiento. Ahora estamos del mismo lado -Decía el rubio calmando su temperamento- Por mi parte ya estamos en paz, a menos que tengas la osadía de volver a acercarte a mi, entonces no vayas a dudar que no tendré piedad en usar todos y cada uno de los cacharros de esta habitación.
Mingi suspiró aliviado mientras San procedió a desatarlo de la silla. Al mismo tiempo, miraba a Seonghwa con cara de desaprobación. Se suponía que el rubio iba a contener su ira contra el ángel caído, pero como de costumbre había hecho caso omiso.
Seguidamente, San tomó el maletín que había traído consigo y sacó de él un bote con un líquido trasparente desconocido, estiró su brazo y se lo tendió a Mingi.
-Tómate esto, bienvenido al infierno.
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