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Cap XL; el principio del final [R18]

Centenares de ángeles de la guarda se encontraban a ambos lados del que era el camino que daba al Palacio Santo desde la salida del enorme ascensor que conectaba el cielo y el infierno. Se trataba de un dispositivo aún más reforzado de lo normal y que contaba prácticamente con todas las defensas disponibles en el cielo, pues la creciente tensión que se había formado en los últimos acontecimientos así lo requería. Además, nadie quería que otro ángel perdiera el control y acabara ocurriendo un escenario similar al de la última cumbre en el cielo.

Entre ellos, algunos miembros de la Cámara Alta tales como Yeosang y Jongho dirigían sus movimientos. Cautelosos, escoltados por un grupo de ángeles de la guarda debidamente armados con lanzas para asegurar que nadie no deseado se acerara más de lo debido.

A diferencia de la última vez que se celebró una cumbre en el cielo y por razones de seguridad, Hongjoong se encontraba ya en la sala designada para el debate, mirando por el enorme ventanal cubierto por una vidriera de diversas tonalidades azules y platas con la esperanza de ver algo del impresionante dispositivo de seguridad.

La reacción automática de Hongjoong en un momento así habría sido cuestionarse hasta su propia existencia a causa de lo que estaba por venir. Pero sorprendentemente, hasta para sí mismo, una profunda calma lo inundaba mientras observaba detenidamente el paisaje desde el ventanal.

Realmente era una sensación increíble ver el mundo desde ahí arriba, como si se tratara de un humano observando a las hormigas corretear por el suelo.

Una sensación de control, de superioridad.

La decisión ya estaba tomada, ahora era cuestión de atenerse a las consecuencias.

De repente, el clásico estruendo que hacía el enorme ascensor cada vez que se encontraba cerca del cielo hizo que todos los ángeles presentes mirasen instintivamente hacia donde se suponía que se haría presente la cabina en pocos segundos.

Y así fue, el ascensor frenó en seco al llegar al cielo. Tras unos momentos de estabilización, sus puertas se abrieron lentamente mientras producían un chirriante sonido.

A pesar de que Hongjoong observaba el escenario desde la distancia y sin poder disponer de gran cantidad de detalles, no le hizo falta estar al pie del cañón para sorprenderse con la imagen que estaba presenciando.

Se podía afirmar que nadie de toda aquella marabunta de ángeles estaba preparado para lo que estaba por suceder: esta vez Seonghwa no venía solo como acostumbraba a hacer, sino que venía escoltado por cerca de medio centenar de ángeles caídos ataviados con elegantes uniformes negros a juego con sus nuevas alas formadas por plumas como las de un cuervo y sus rostros cubiertos dejando a la vista únicamente sus ojos y cabello. Todos caminaban al unísono portando tridentes y ballestas como armas, dirigidos por Seonghwa desde la vanguardia, quien caminaba seguro, con la barbilla alta y una flamante sonrisa despiadada.

—Imposible... —Masculló Jongho, sus pupilas estaban más que contraídas, hasta articular palabras se le hacía complicado.

Sin embargo, antes de que Yeosang contestara a su pregunta, este se abrió paso entre los ángeles de la guarda, que con un gesto se agruparon alrededor de él. El trono quedó frente a frente con Seonghwa, quedando a sus espaldas la formación de ángeles de la guarda, quienes rompieron su posición de mantenerse a ambos lados del camino para crear un muro inexpugnable cuyas lanzas apuntaban directamente al conjunto de ángeles caídos capitaneados por Seonghwa.

El demonio en cambio no dio ninguna señal para que los suyos amenazaran a los ángeles con sus armas, sino que se mantuvo mirando a Yeosang por encima del hombro sin mover un solo músculo de su cuerpo en señal de sentirse en peligro.

Hacía falta mucho más que aquello para que Seonghwa se sintiera acorralado.

—¿Se puede saber qué es este circo? —Vociferó Yeosang firmemente, manteniendo sus gélidos ojos mirando directamente a Seonghwa.

—Bajad las armas —Ordenó Seonghwa, ignorando por completo la ira que irradiaba Yeosang. Sus palabras sonaron tan serias que pudo observar como el miedo se dibujaba en algunos de los rostros de los ángeles de la guarda.

Las palabras de Seonghwa solo hicieron incendiar más a Yeosang y la formación de ángeles, que no dieron ni un paso atrás. Yeosang entendió entonces que Seonghwa lo estaba poniendo a prueba, y no iba a ser él el que retrocediera.

—Los ángeles caídos tienen la entrada al cielo terminantemente prohibida.

—Son mis escoltas. —Argumentó Seonghwa— Yo permito que una marabunta de ángeles se metan de lleno en el Palacio del Averno cada vez que las cumbres se celebran en el infierno, así que no veo el problema. ¿O es que los angelitos se sienten intimidados?

Un pequeño tic se hizo presente en el ojo izquierdo de Yeosang mientras respiraba pesadamente. A pesar de que Seonghwa no era mucho más alto que él, su presencia lo abrumaba de una manera espeluznante.

—No pienso dejar que ni uno solo de estos traidores ponga un pie en el Palacio Santo —Sentenció Yeosang— ¡Retrocede!

Yeosang pensaba que había sonado lo suficientemente imponente como para conseguir que Seonghwa rectificara, pero nada más lejos de la realidad. El demonio dejó escapar una grave risa, sin mostrar un ápice de respeto hacia el trono.

—Yo solamente acato órdenes de Satán, así que no veo por qué debería hacerle caso a un angelito de segunda con el ego subido.

Yeosang se sintió tan humillado que solo le hubieran faltado dos segundos más para dar la orden de atacar. Para su suerte o desgracia, Jongho se abrió paso entre los ángeles de la guarda justo a tiempo para pararle los pies.

—No tomes decisiones de las que luego te vayas a arrepentir —Sentenció Jongho, echando atrás a Yeosang y convirtiéndose en el ángel que enfrentaba ahora a Seonghwa cara a cara. Se dirigió a este— Solo se le permitirá a la escolta llegar hasta los pies del Palacio Santo, donde quedarán bajo la supervisión de los ángeles de la guarda. El resto del camino lo efectuarás a solas acompañado por mí.

Yeosang, siendo consciente de que reprochar esa decisión solo le traería más problemas que beneficios, recuperó la compostura y asintió a la orden.

En cuanto avistó que Jongho había salido de su campo visual, se dirigió a uno de sus subordinados de confianza del Departamento de Información e Investigación.

—Registra la habitación de ya sabes quién —Susurró— De arriba a abajo, no quiero que se quede mota de polvo sin remover. Si encontráis algo, ya sabéis dónde estaré.

***

—Cuánto tiempo sin vernos, Hongjoong.

Seonghwa sonreía con sorna, apoyando su cabeza sobre sus dedos entrelazados. Al otro lado de la mesa se encontraba sentado Hongjoong, como ya se había convertido en tradición.

El saludo del demonio no fue devuelto, en cambio, Hongjoong dejó escapar un suspiro antes de fijar su mirada en Seonghwa con decisión.

—Me molesta admitirlo, pero tenías razón.

Por una vez en la vida, la sonrisa de superioridad de Seonghwa se disipó por unos instantes para mostrar una breve expresión de confusión con una de sus cejas alzadas.

Ante el inesperado silencio del demonio, que prefirió mantenerse cauteloso antes de dar un paso en falso, Hongjoong continuó.

—No es que comulgue con los demonios, ni muchísimo menos. Pero me he dado cuenta de que esto no es una cuestión de elegir quién es el bueno de la película y quién es el malo, sino elegir a conveniencia.

—Nunca es tarde para tener revelaciones —Contestó el demonio con provocación— Al final, la vida es un sistema de beneficios y perjuicios constante, ¿no crees?

—En efecto —afirmó Hongjoong— Yo no obtengo ningún tipo de beneficio intentando cubrirle las espaldas a esa marabunta de ángeles inútiles que me han mirado por encima del hombro durante más tiempo del que debería haber aguantado.

El ángel esperaba algún tipo de respuesta inmediata del demonio. Era imposible que sus palabras no hubieran tenido algún tipo de impacto en él. Sin embargo, Seonghwa se limitó a levantarse de su asiento y caminar lentamente hacia el enorme ventanal que quedaba a un lado de la sala, con los ojos de Hongjoong fijos en cada uno de sus movimientos.

—Te seré sincero, estaría encantado de pasar horas reflexionando acerca de ética, pero el tiempo corre. —Se dio la vuelta, dirigiéndose a Hongjoong— Ahí afuera hay un ejército de ángeles caídos esperando órdenes de atacar el Palacio Santo. Ya sabes lo que eso quiere decir, así que, o estás conmigo, o contra mí. No puedes decidir ser neutral en medio de una rebelión.

Hongjoong esbozó una suave sonrisa, había conseguido anticiparse a los movimientos de Seonghwa victoriosamente. Se levantó entonces de su asiento hasta posicionarse frente a frente con el demonio.

—Estoy contigo —contestó con decisión— Sin embargo, soy consciente de que querrás ser especialmente cauteloso conmigo por ser quién soy, así que no me parecería descabellado si quisieras desconfiar de mí o hacerme pasar por algún tipo de prueba para asegurarte mi apoyo.

Los rojos ojos de Seonghwa se mantuvieron fijos en los de Hongjoong, tratando de escrutar los pensamientos del ángel y todos sus posibles movimientos.

—Presupongo entonces que tienes alguna sugerencia.

—Estás en lo cierto. Dime Seonghwa, ¿qué acción podría resultar más fatal y pecaminosa para un ángel que ceder ante sus deseos más carnales en compañía de un demonio?

Por primera vez en mucho tiempo, Seonghwa sintió que había perdido por completo el control de la situación. Estaba estupefacto y más que seguro que su expresión facial lo estaría mostrando con claridad.

Nunca, en ninguno de sus posibles escenarios y suposiciones dentro del que reconocía como su plan maestro habrían cabido palabras como las de Hongjoong, mucho menos a unos pasos de conseguir culminarlo.

El ángel continuaba estático, sus ojos turquesas estaban ligeramente entornados a causa de la astuta sonrisa que se dibujaba en su rostro.

Sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Realmente se estaba atreviendo a burlarse de él en su cara.

¿Iba en serio? ¿Era un señuelo? ¿Tenía intenciones ocultas? ¿Cómo afectaría esto a su plan? ¿Realmente un ángel le estaba proponiendo a él mantener relaciones y no al contrario? Las preguntas se sucedían en la mente de Seonghwa más rápido de lo que su cerebro era capaz de idear una nueva estrategia de escape. Sin embargo, los movimientos de Hongjoong se adelantaron a sus planes: de un momento a otro, el ángel tomó el rostro de Seonghwa con una de sus manos en un hábil movimiento, acortando la distancia entre ambos hasta que unió sus finos labios con los del demonio sin darle siquiera capacidad de reacción.

Hongjoong fue rápido en tomar la iniciativa. Aprovechando el momento de shock de Seonghwa, separó sus labios momentáneamente y lo hizo retroceder de un empujón, hasta hacer que su espalda chocara contra el ventanal. La expresión de Seonghwa había cambiado completamente de la sorpresa a la más profunda ira, se sentía utilizado, incapaz de controlar las consecuencias que le acarrearía acostarse con el mediador del cielo. Daba igual cuánto intentara negarlo, nadie creería que Hongjoong se le había echado al cuello y no a la inversa.

Realmente, Seonghwa llevaba deseando ponerle las manos encima a Hongjoong desde que sus miradas se cruzaron por primera vez. Pero no en ese lugar, ni de esa manera, ni mucho menos en un momento tan delicado como el estallido de una revolución. Si hubiera sido un demonio o un ángel caído no hubiera tardado en seducirlo hasta que se rindiera a sus pies, el problema es que ese no era el caso.

Seonghwa apretaba sus puños intentando no perder los papeles. No podía controlar a Hongjoong como él deseaba, pero tenía que mantener el control sobre sí mismo. Sin embargo, el ángel no pensaba dejárselo fácil, pues sus estilizadas manos se movían con destreza recorriendo su cuerpo, desde su delicado cabello rubio platino hasta sus estrechas caderas y procediendo a desabrochar su uniforme. Al mismo tiempo, sus labios se juntaban con ímpetu con los de Seonghwa, impregnándose por ese delicado olor a jazmín que lo caracterizaba y bajando ocasionalmente hacia su terso cuello y clavículas.

Hongjoong no tenía ningún tipo de práctica en materia sexual más que la cantidad ínfima de información que pudo encontrar en los libros referidos al estudio humano, tampoco había experimentado nunca lo que era el placer de ese tipo. Esa sensación de calidez y excitación desbordante que sentía cada vez que su cuerpo entraba en contacto con el de Seonghwa, primero en forma de roces, después en forma de frotes, era una auténtica obscenidad a los ojos del cielo. No obstante, eso no haría que fuera a evitar dejarse llevar por sus más bajos instintos.

Cada acción que el ángel realizaba se traducía en un oscurecimiento progresivo de sus plumas, que seguían el compás de la pareja tornándose grises a base de pulsaciones desde la raíz, como una gota de acuarela esparciéndose en el agua.

De pronto, algo hizo clic en el interior de Seonghwa. Realmente no pensaba dejar que el ángel se aprovechara un segundo más de él y ser el idiota que no iba a aprovechar una oportunidad cuando la tenía enfrente. Si no podía controlar la situación dentro del contexto, controlaría la situación en sí.

Se le ocurrían tantas maneras de someter a Hongjoong, de arrancarle la inocencia de una vez por todas, de romperlo de manera tal que la única palabra que fuera capaz de articular fuera su nombre.

El cielo ya estaba condenado de todas formas.

Finalmente, dejó de intentar contenerse y tomó firmemente la cadera de Hongjoong contra la suya. El ángel, sobresaltado, paró el beso para abrir momentáneamente la boca, momento en el que el demonio aprovechó para introducir su lengua y profundizar el suave beso que Hongjoong había iniciado. Pronto sus dedos se entrelazaron en el mullet del ángel, tirando con fuerza y causándole ahogar algunos leves gemidos en el beso. Ni se le pasaba por la cabeza ser más delicado que de costumbre a pesar de que su contrario fuera un ángel.

Bastó un fuerte empujón de Seonghwa contra el pecho de Hongjoong para que este perdiera el equilibrio y acabara medio recostado contra la mesa de negociación, con el peso del cuerpo de Seonghwa encima y ambas manos situadas a los lados del ángel, creando así una prisión de la que no podría escabullirse. Sus alas grisáceas estaban completamente desplegadas, ocupando la mayoría del espacio de la mesa.

Hongjoong notaba sobre su rostro la agitada respiración de Seonghwa y no supo descifrar si era la consecuencia de su rabia contenida o el morbo que debía de causarle estar en una situación así. Probablemente una mezcla de ambas. Sus ojos parecían irradiar luz propia, analizando cada pequeña imperfección del semblante del ángel a tan corta distancia.

—¿Nunca te han comentado que no es muy prudente jugar con fuego? —Amenazó Seonghwa.

Al contrario de lo que pensaba, esas palabras suscitaron en el ángel un fuerte deseo de desafío, quien rodeó el cuello de Seonghwa con ambos brazos.

—No si mi objetivo es quemarme.

Llevaba deseando a Seonghwa más tiempo del que le gustaría admitir, por fin había conseguido todo lo que se había propuesto. Ahora sí que no había vuelta atrás.

***

—¿Se puede saber qué ha sido ese numerito de antes? —Reprochó Jongho— Has perdido la cabeza por completo.

—¿Y se puede saber qué haces aquí de vuelta cuando lo más prudente habría sido quedarse tras la puerta de la sala espiando la conversación? —Contraatacó Yeosang.

Ambos se habían apartado considerablemente del dispositivo de seguridad para evitar ser escuchados, quienes rodeaban al grupo de ángeles caídos en lo que parecía una plaza de entrada al Palacio Santo.

—Parece mentira que esté diciéndote esto, pero las normas están para cumplirlas, ¿sabes? —Jongho endureció su tono— No creo que sea muy acertado por nuestra parte intentar espiar la conversación con la tensión que hay ya.

—Ya has visto el respeto que tienen esos miserables hacia las normas, ¿eres consciente de la magnitud del problema?

—Desearía no haberlo visto —Opinó con amargura. Verdaderamente tenían un gran problema— Pero es por ello que no podemos dejar que nos hagan jugar a su juego. Está claro que buscan la provocación, y nosotros no podemos darles el gusto de que sus planes salgan a pedir de boca.

Yeosang estaba a punto de intentar protestar de nuevo acerca de por qué su acción había sido la más adecuada. Pero se quedó paralizado al observar al ángel al que anteriormente le había encomendado inspeccionar la habitación de Hongjoong volar hasta su posición.

—¡Director Kang! —Dijo con voz entrecortada a causa del cansancio— Creo que hay algo que debería ver.

El ángel le tendió al trono un sobre sellado que abrió impacientemente.

De repente, sintió como si el tiempo se detuviera a su alrededor. No podía creer lo que estaba viendo: una pluma negra azabache.

Tanto Yeosang como Jongho la observaban detenidamente ensimismados.

El problema llevaba entre ellos más tiempo del que se esperaban.

—Estaba debajo del colchón de Kim Hongjoong —Agregó el ángel que había traído el sobre. El trono asintió y le ordenó con un gesto que regresara con el resto de las tropas.

Yeosang hizo amago de emprender el vuelo decisivamente. Aquella pluma era la gota que colmaba el vaso de sus suposiciones e incriminaciones hacia Hongjoong. El cielo, la paz y todo lo que se había esforzado por mantener estaba en grave peligro. Si no intentaba poner una solución ahora, sería demasiado tarde como para evitar la posible catástrofe, ya no solo causada por el infierno, sino por la imagen que los ángeles de a pie tendrían después de que se supiera que no uno, sino dos, mediadores habían acabado convirtiéndose en ángeles caídos. No obstante, Jongho lo impulsó de vuelta a su sitio con decisión.

—¡No se te vaya a ocur-! —Ordenó el serafín.

Jongho era perfectamente consciente de que se había equivocado acerca de Hongjoong. Le había brindado al mediador su calidez y su disposición completa, y había sido vilmente traicionado por subestimarlo. O mejor dicho, por haber tomado la decisión de confiar en él. Había intentado mantener la harmonía grupal en el cielo de una forma tan desesperada que había quedado cegado acerca de los posibles problemas solo por no querer enfrentarse a ellos.

De todas maneras, no pensaba dejar que Yeosang se tomara la justicia por su cuenta.

—Mi deber es proteger el orden de este lugar, y créeme que lo voy a cumplir sin importar las consecuencias —Sentenció Yeosang, escapándose del agarre de Jongho y mantentiendo el tono de voz lo suficientemente bajo como para que nadie se girara hacia ellos— Los ángeles caídos, la involucración de Kim Hongjoong... Esto es mucho más serio de lo que pensábamos, ¡está claro que esto es un intento de Golpe de Estado!

—Escúchame Yeosang, no podemos declarar la guerra como si nada, mucho menos en nuestro propio territorio y en desventaja —Jongho intentó calmar los ánimos— Los ángeles caídos tienen que estar esperando una señal, si no, habrían atacado ya. No se han avistado demonios en el cielo más que su mediador, ¿entiendes lo que quiero decir?

—Kim Hongjoong es la señal.

***

Negro. Un color tan elegante y a la vez con tan sombrío significado, con un cierto matiz perlado cuando la luz reflejaba directamente. Estaba repartido uniformemente y contaba con un cierto brillo. Así habían quedado teñidas todas y cada una de las plumas que conformaban las alas de Kim Hongjoong, desplegadas en la mesa en la que continuaba tumbado boca arriba.

La marca física de su pecado.

Sus ojos turquesas llenos de vitalidad ya eran cosa del pasado, en su lugar, un profundo color índigo se había asentado en sus irises por el fin de los tiempos. Su cabello de un color rubio oscuro se había tornado de un rubio tan claro que podría considerarse un blanco sucio, repartido en desordenados mechones mojados por el sudor tanto en su frente como sobre sus hombros y que se movía ligeramente de un lado a otro con cada embestida que recibía.

Sus manos se aferraban con fuerza a la espalda de Seonghwa, dejándole fuertes arañazos y marcas cada vez que una nueva oleada de placer sacudía su cuerpo y lo dejaba prácticamente temblando. Sus rodillas, en contacto con sus hombros, quedando totalmente expuesto y a merced del demonio.

Cada vez que sentía que iba a producir algún tipo de sonido, mordía con fuerza su labio inferior con tal de no montar un escándalo tal que alguien de fuera pudiera oírlos; como consecuencia, había traspasado su propia piel sin quererlo, provocando que varias gotas de sangre brotaran de la herida. Estas serían limpiadas por Seonghwa con su propia lengua para posteriormente unir sus labios con los del ángel en un vehemente beso con un ligero sabor a hierro.

El demonio lo penetraba lenta pero profundamente, haciendo que sus cuerpos semidesnudos chocaran en numerosas ocasiones. Graves suspiros se escapaban de su lujuriosa sonrisa, que se intensificaba cada vez que sentía cómo sus acciones afectaban al cuerpo del ángel. Hongjoong asumía que Seonghwa probablemente estuviera deseando este momento con mayor intensidad que él mismo, y que por ello no iba a desaprovechar ni un solo instante.

Hongjoong estaba tan rendido por el placer que se sentía flotando sobre una nube, hasta el punto que el simple roce de las manos de Seonghwa rodeando su cuello e intentando cortarle el aliento momentáneamente mientras acababa en su interior lo hacían estallar en escalofríos y fuertes sofocos. Una paradoja cuanto menos interesante.

Todo esto era completamente nuevo para él, pero de alguna manera podía comprender ahora el vicio de los demonios, pues era imposible pensar en no volverse adicto a esa sensación de deleite desbordante que acababa de alcanzar con el orgasmo.

Aquello sí que era rozar el cielo.

—Nada mal, Kim Hongjoong —Pronunció Seonghwa con voz ronca mientras se incorporaba y abrochaba su traje de nuevo— Lástima que no haya un espejo cerca para que te veas.

El ahora ángel caído volvió en sí, intentando levantarse dificultosamente y limpiándose como buenamente pudo. Sus brazos todavía estaban débiles y un fuerte cansancio equiparable al que le producían largas horas de vuelo comenzó a aparecer exponencialmente.

Hongjoong se hubiera quedado durante unos minutos reposando acerca de la locura que acababa de realizar, o de cómo su apariencia física y mentalidad habían recibido un importante cambio, pero le pareció escuchar las pisadas de seres corriendo hacia la puerta de la sala. Un subidón de adrenalina le hizo incorporarse y vestirse de nuevo en un tiempo récord ante la posibilidad de que pudieran ser descubiertos en medio de una situación así.

—Parece que tendremos compañía —Espetó Seonghwa sarcásticamente. Terminaremos esto en otro lugar, aunque te aviso de que hará considerablemente más calor, y que me dará igual si alguien nos oye o no.

—Doy por hecho que tienes un plan de escape —Alzó una ceja intententando molestarlo.

—¿Lo dudabas?

Con un rápido movimiento, Seonghwa hizo estallar la vidriera de la sala en millones de pedacitos de cristales de colores. Acto seguido, le tendió la mano al ángel caído.

—A menos que quieras ser prisionero de guerra de los ángeles, te recomiendo que te des prisa. La sublevación dará inicio tan pronto como tú y yo saltemos de esa ventana. —Ordenó Seonghwa— El infierno nos espera.

Sin pensárselo dos veces, Hongjoong tomó la fría mano de Seonghwa, que lo tomó en brazos antes de saltar por el agujero por la ventana volando en picado hacia el vacío.

Simultáneamente, el ejército de ángeles de la guardia tiró la puerta de la sala de reuniones abajo, dando entrada a Yeosang y Jongho. Ambos miraron desconcertados la sala, que había quedado completamente vacía, hasta reparar en el enorme agujero que se acababa de abrir en la vidriera. Yeosang se precipitó hacia él y se inclinó hacia abajo para observar la caída, pero lo único que alcanzó a ver fueron dos pequeñas manchas oscuras en medio de un sinfín de nubes.

Habían llegado tarde.

Jongho lo apartó de un empujón y estuvo a punto de saltar al vacío a intentar detener a Hongjoong y Seonghwa, pero Yeosang lo detuvo en seco.

—Ya no es uno de los nuestros —Sentenció Yeosang seriamente— Deben de estar intentando huir al infierno, es inútil que los persigamos, nuestras alas se desintegrarían tan pronto como entraran en contacto con las cenizas presentes en el infierno. Sería el equivalente a suicidarnos.

—¡Tiene que haber sido su señal de ataque!

—¡Rápido! ¡Tenemos que dirigir nuestras fuerzas en defender el cielo!

Tal y como Yeosang y Jongho habían predicho, aquel arriesgado vuelo de Seonghwa y Hongjoong atravesando desde el cielo hasta el infierno junto con el estallido de la vidriera habían servido de orden hacia los ángeles caídos para iniciar el combate contra los ángeles.

Se acababa de iniciar una nueva guerra entre ángeles y demonios.





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