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Cap XIV; ángel caído

Las vistas de aquel lugar no tenían comparación: frente a nuestros ojos se desplegaba un precioso acantilado que daba a un lago rodeado de cascadas de agua totalmente cristalina. La vegetación era de un color verde claro precioso que representaba su buen estado. Ahí nos encontrábamos sentados Mingi y yo, bajo la sombra de un enorme almendro en flor, admirando el idílico paisaje que teníamos frente a nuestros ojos.

-Me encanta este lugar, solo me trae buenos recuerdos de cuándo salíamos a explorar por el cielo poco después de conocernos -Decía Mingi con una enorme sonrisa sin dejar de admirar la belleza de las vistas- Incluso diría que es aún más bonito que hace años.

Ya había pasado una semana desde los sucesos de la cumbre. Por suerte, Mingi se recuperó rápidamente tal y como prometió Seonghwa. En pocos días ya estaba fuera del hospital y había recuperado sus actividades como ángel de la guarda con total normalidad.

El único detalle destacable es que continuaba sin recordar absolutamente nada de lo que había ocurrido en la cumbre. Lo que por un lado me parecía una desacertada decisión por parte de Jongho y tenía impulso de contarle lo sucedido; pero por otra, estaba seguro de que mi amigo había sufrido muchísimo en aquel momento, ya que él por su propia cuenta nunca habría realizado aquellas acciones, ¿el porqué? Todavía se desconocía.

Yo por mi parte había conseguido finalizar el informe de la cumbre correctamente, en el cual, obviamente, había omitido todo lo relacionado a la información que Seonghwa me había proporcionado. En aquellos días tuve tiempo de leer ese libro al menos tres veces para analizar con completo conocimiento las palabras que en él estaban escritas y, además, asegurarme de que todos aquellos conocimientos se habían quedado grabados en mi mente, puesto que tener ese libro aún en mis manos suponía un enorme peligro que cada vez que recordaba me ponía los pelos de punta.

Continuaba teniendo un enorme desorden mental por lo que había leído y había perdido la cuenta de la cantidad de veces que lo había releído, no se podía ignorar que aquel libro ponía en entredicho todo aquello que había conocido desde que era un ángel pequeño.

Pero ese momento no era para dedicarme a martirizarme una vez más con pensamientos y teorías sobre qué era realmente lo correcto, o si realmente había algo que fuera correcto. Aquel momento era para relajarme junto con mi amigo como hacía mucho tiempo que no podía.

-¡Hongjoong! -Me llamó mi compañero, haciendo que bajara por completo de mis pensamientos.

-Perdona Mingi, estaba absorto en mis pensamientos -me disculpé mientras rascaba ligeramente mi cabeza y miraba hacia el suelo- Sí, tienes razón en que hacía mucho tiempo que no veníamos aquí juntos, y me trae muchísimos buenos recuerdos, ¿te acuerdas de cuando nos lanzamos por el precipicio y sobrevolamos todas aquellas cascadas?

-Cómo no me voy a acordar, todavía puedo sentir la adrenalina de aquel momento y lo bien que nos lo pasamos -Decía el ángel de ojos pequeños en tono nostálgico- Ahora que me doy cuenta, hemos cambiado muchísimo. Quién iba a decir que ibas a convertirte en el mediador del cielo y yo a ser uno de los ángeles de la guarda que te protegen.

-La verdad es que sí, de pequeño recuerdo decir en numerosas ocasiones que me gustaría que mi conocimiento ayudase a crear un mundo mejor de alguna forma, siempre he creído que las palabras tienen un poder superior a la fuerza si se utilizan correctamente -Contesté recordando cuando me pasaba los días en la biblioteca sin ver la luz del día- ¿Tú cómo decidiste alistarte a ángel de la guarda?

Hubo un enorme silencio incómodo mientras Mingi miraba al suelo con los ojos abiertos, enseguida me di cuenta de que algo iba mal.

-Yo... No lo recuerdo -Consiguió decir mi amigo finalmente.

-No pasa nada porque no te acuerdes, solo lo preguntaba por curiosidad -Le respondí colocando mi mano sobre su hombro derecho para tranquilizarlo.

-Pero Hongjoong, no es normal que no me acuerde de algo tan importante como eso, para ser ángel de la guarda necesitas una gran vocación, y yo no recuerdo tener esa vocación.

-Igual fue una decisión que tomaste en el momento, no todo tiene por qué estar premeditado.

-El tema está en que tampoco recuerdo si fue una decisión instantánea. Todo esto es muy raro, también tengo un vacío de lo ocurrido en la cumbre, no sé cómo llegué a desmayarme porque directamente ese día es como una página en blanco -me contaba Mingi muy preocupado- No sé lo que me está pasando.

Noté como si me apuñalaran directamente al corazón, me dolía demasiado escuchar a mi amigo tan confuso. No podía darle la solución a su primera falta de memoria, pero el vacío de la cumbre sí lo podía completar sin problemas. Sería duro para él, pero pensaba que lo mejor sería que conociera todo lo que hizo en lugar de continuar atormentado porque tenía lagunas en sus recuerdos. Pero el libro que tenía en mi habitación ya me hacía correr demasiado peligro, no podía decírselo así porque así o las consecuencias serían catastróficas.

-Ojos rojos, eso es lo único que recuerdo, unos ojos que se infiltran en mis sueños y no me dejan en paz -Decía Mingi en voz temblorosa- Estoy seguro de que hay algo que no está bien desde la primera cumbre, pero soy incapaz de descifrar el qué.

-Intenta con todas tus fuerzas recordar, repite los eventos, ¿hay algo que creas que puede ser una pista?

Mingi hizo su mejor esfuerzo para intentar reconstruir la memoria que le faltaba, el silencio inundaba la tranquila escena mientras ambos mirábamos al horizonte. El ángel de cabello moreno azulado se echó las manos a la cabeza y cerró sus ojos con fuerza, con la esperanza de que aquello ayudara a concentrarse.

Cuando, de repente, una expresión de horror tiñió por completo su rostro. Abrió los ojos de par en par, que se habían tornado de color lila claro incluyendo la pupila.

-¡Hongjoong! ¡Hongjoong! ¡No veo nada! -Gritaba Mingi desesperadamente intentando buscarme moviendo las manos descontroladamente.

-¡Mingi, estoy aquí! ¡Todo irá bien, estoy a tu lado! -Le respondí alarmado mientras agarraba firmemente sus manos intentando darle seguridad.

No podía ser, otra vez no, ¿por qué Mingi debía sufrir de aquella forma? ¿Podía hacer yo algo para evitarlo? ¿Dónde estaba Dios cuando hacía falta?

-¡Hongjoong, los ojos me persiguen de nuevo! ¡Pero ahora son azules! ¡No! ¡Dejadme! ¡Salid de mi cabeza de una vez! -Gritaba Mingi con todas sus fuerzas, como si realmente le estuvieran dañando y al borde del ataque de pánico, no podía dejar de llorar desconsoladamente- ¡Ayuda!

-¡Mingi todo irá bien! ¡Estoy contigo, no nos hemos movido de debajo del almendro! ¡No pasa nada, son todo imaginaciones!

Mi amigo continuaba gritando cada vez palabras más inteligibles, no tenía ni idea de cómo ayudarlo ni de qué le estaba pasando realmente.

Tenía miedo.

De pronto reparé en que las plumas de Mingi iban poco a poco volviéndose de color gris desde la raíz, un gris cada vez más intenso.

No podía ser, Mingi no.

¿Por qué?

De pronto, un enorme escuadrón de ángeles de la guarda se aproximaban volando a velocidades de vértigo hasta donde nos encontrábamos nosotros, rápidamente reconocí las alas del trono Kang Yeosang capitaneando el escuadrón.

Entonces abracé a Mingi con todas mis fuerzas, rezando sin parar porque todos aquellos ángeles de alguna forma hubieran descubierto los problemas de mi amigo y fueran en su rescate.

Me equivocaba.

En pocos segundos nos rodearon apuntándonos con las espadas, estaba atónito y con los ojos abiertos como platos ¿qué se suponía que estaban haciendo? ¿Acaso no venían al rescate? De repente Kang Yeosang se abrió paso entre los ángeles de la guarda hasta quedarse frente a nosotros.

-Kim Hongjoong, esto no va contigo. Apártate de ese traidor -Me ordenó el trono en tono autoritario.

-¿Traidor? ¿Cómo que traidor? ¿Qué está pasando aquí? -Dije sin dar crédito a la situación, mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla.

-Se ha descubierto un libro procedente del infierno en su habitación, está acusado de pactar con los demonios y por tanto, de traicionar a Dios y a todos los ángeles -Contestó Yeosang firmemente y elevando la voz- El color de sus alas delata su pecado, en pocos minutos se convertirá en un ángel caído.

En cuanto escuché a Yeosang me quedé sin respiración, podía apostar a que aquel libro era mío, ¿pero cómo había acabado en la habitación de Mingi? ¿Cómo que había pactado con los demonios?

No, Mingi nunca haría eso, estaba seguro de que no.

Me fijé entonces en que las alas de mi amigo estaban a punto de terminar de volverse de color negro azabache, principal seña de los ángeles caídos.

No entendía absolutamente nada, nada tenía ningún tipo de sentido.

Antes de que pudiese reclamar, dos ángeles de la guarda me separaron de Mingi a la fuerza dejándome a un lado, mientras otros se encargaban de esposar al ahora ángel de alas negras de manos y pies sin dejar de amenazarlo con las espadas.

-¡Socorro! ¡Hongjoong! ¿Dónde estás? ¡No me dejes, por favor!

-Un lamento más y no dudaremos en atacar, ángel caído -amenazó el trono con un tono lleno de odio.

Mi mente estaba completamente en blanco, no sabía qué decir ni qué pensar, todo debía de ser una ilusión porque era incapaz de creerme que mi mejor amigo de la infancia era un traidor al cielo.

Si por algún casual había un traidor, ese había sido yo.

***

-Song Mingi, por la presente se le declara culpable de los delitos de tenencia ilícita de información sobre el infierno, conspiración, rebelión, secesión y traición a Dios -Sentenciaba firmemente Jongho- Solo hay una única pena posible ante todos estos hechos, la expulsión del cielo y la amputación de las alas.

Las ganas de llorar me inundaban por completo, pero mi dolor era tal que ni siquiera era capaz de derramar una sola lágrima. Ahí se encontraba Mingi, encadenado y herido en el centro de la Cámara Alta, sin entender una pizca de lo que ocurría y siendo juzgado sin posibilidad de defenderse por uno de los serafines más cercanos a Dios y odiado por todo el enorme hemiciclo, lleno de ángeles de clase alta.

Me sentía inservible, no podía hacer absolutamente nada para ayudar a mi amigo y salvarlo de la caída. Estaba devastado, no sabía siquiera si iba a ser capaz de observar la escena. No con ese color en sus alas.

Entonces un enorme agujero que daba al vacío se abrió en medio de la sala, ese lugar era por donde arrojaban a los herejes para que cayeran directamente en el infierno.

A continuación un ángel de la guarda se acercó a donde se encontraba Mingi, y con un movimiento limpio cortó sus oscuras alas sin titubear ni un instante.

El grito de agonía resonó en toda la cúpula, tuve que apartar la mirada y taparme la boca para evitar acabar gritando yo también. Era horrible, no podía ser capaz de mirar aquello ni por un momento más, sentía que iba a acabar desmayándome ya que apenas podía respirar.

De las raíces de sus alas brotaban cantidades ingentes de sangre que se derramaban sobre sus ya inertes alas negras mientras gritaba, gritaba sin parar en completa agonía mirando a toda la gente que presenciaba el macabro juicio.

Por un momento sus ojos hicieron contacto visual con los míos.

Y seguidamente fue empujado de golpe, cayendo en picado hasta el vacío.

***

El cuerpo aparentemente inerte del ángel caído se encontraba en una habitación de recargada decoración negra a base de lo que parecían esculturas de almas en completa agonía, que recubrían por completo las paredes. El techo, abierto, era el lugar del que había procedido. Sin duda era el lugar de pesadilla donde eran recibidos los ángeles caídos al descender desde el cielo. El olor a humo característico del infierno junto con el calor insoportable lo rodeaban por completo.

Entonces el ángel sin alas consiguió finalmente abrir los ojos con dificultad, se encontraba gravemente herido y de no ser por su carácter inmortal no hubiera sobrevivido ni por casualidad a aquella vertiginosa caída. Su vista se encontraba nublada todavía, pero fue capaz de distinguir una figura familiar que se aproximaba lentamente a su lugar, iba vestido con un elegante traje rojo adornado con cadenas de plata, del mismo color que sus ojos que brillaban entre la penumbra del tenebroso lugar.

Ya frente a él y con una sonrisa maligna adornando su pálido rostro, el demonio rubio comenzó a hablar:

-Vaya, vaya, ¿a quién tenemos por aquí? No esperaba verte por aquí, para qué mentir. No creas que me he olvidado de lo que me hiciste en la última cumbre maldito pérfido. O debería decir... Maldito ex mediador.

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