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Cap VIII; tensión

No podía creerme las palabras que salían de la boca de Mingi, lo escuchaba sin dar crédito a lo que decía, ¿un desvanecimiento? ¿A qué clase de juego estaban jugando los demonios? El miedo me invadió al instante haciéndome temer por mi integridad física y mental, al igual que la del resto de los ángeles que formaban parte de este proyecto.

—Respira hondo Mingi y explica más detalladamente, ¿entonces crees que los demonios nos tendieron una trampa?—dije mientras tomaba los hombros de Mingi para mirarlo directamente a sus pequeños ojos.

—Como te he dicho, no tengo ninguna prueba. Pero juraría que conociendo a esa gente algo están tramando, ten muchísimo cuidado, de verdad. Si empiezas a notar algo extraño, como si te encontraras en una burbuja, da la voz de alarma —me advertía Mingi sobresaltado, era un gran esfuerzo para él compartir aquel suceso.

—¿No se lo has comentado a algún ángel de clase alta? Si de verdad los demonios están planeando algo, todo el cielo debería estar advertido.

—Eres el único que lo sabe y, por favor, no se lo cuentes a nadie. Cómo decirlo... Siento que la clase alta no podrá ayudar mucho, probablemente quiten hierro al asunto o digan que son tonterías —decía en un subtono de decepción— Ya que básicamente tratarlo como un tema serio les obligaría a dar más información y dudo mucho que quieran hacerlo.

—Como prefieras, si no quieres que se lo diga a nadie no se lo diré. No puedo negar que tu hipótesis parece cierta cuanto menos —hice una pausa para bostezar tapándome la boca con mi mano izquierda— Si me disculpas necesito irme a dormir, llevo toda la noche investigando para crear alguna estrategia contra los demonios.

—Perdona por entretenerte, pero si no te lo contaba iba a explotar —se disculpó Mingi mientras se despedía de mi moviendo la mano de un lado a otro.

***

Ojos rojos como la sangre, brillantes como rubíes, destacando sobre un fondo de completa oscuridad. De forma almendrada y punzantes como agujas.

Una luz que hace vislumbrar algo en medio de la penumbra.

Su voz, tan melodiosa como letal, capaz de embaucarte como los cánticos de sirenas.

Tan cerca y cada vez más y más todavía.

Sus finos labios rosados mostraban una vez más aquella malvada sonrisa característica.

Aquella sonrisa que sólo aparecía cuando el mal se hacía presente.

Sus manos rodeando mi cuello.

Apretaba cada vez más fuerte.

Me faltaba la respiración.

Quería pedir ayuda.

Socorro.

Mi voz no sonaba.

Sus manos apretaban.

Más.

Y más.


Necesitaba aire.

¡Aire!

Me desperté dando un salto de la cama, no podía dejar de transpirar y jadear, de verdad sentía que me iba a ahogar. Todo había sido una pesadilla, pero se sentía como si fuera más real que la vida misma. Miré las palmas de mis manos atónito e intenté calmar mi respiración poco a poco.

Ni en los sueños era capaz de descansar tranquilamente. Aquel demonio estaba metido en mi cabeza por completo y tener la cumbre en menos de un día no ayudaba en lo absoluto ¿Qué se suponía que iba a hacer? Era el joven predilecto del cielo, aquel que iba a traer de vuelta los buenos tiempos en los que los ángeles llevaban la delantera en el acuerdo, pero, ¿cómo y a qué costes? No podía decepcionarlos a todos. Pero todos querían ocultarme información, una información que probablemente fuera vital para que pudiéramos conseguir nuestros objetivos.

No entendía nada, no entendía por qué estaba metido en mi cabeza, no entendía por qué tenía que sucumbir ante la presión. Tenía que dar la talla, tenía que cumplir las expectativas de todos ¿Por qué tenía que cumplir las expectativas de todos?

Me tumbé de nuevo en mi cama, intentando disipar todos aquellos pensamientos intrusivos que me quitaban el sueño. Comencé a rezar un rosario para calmarme ligeramente y con suerte quitar a ese demonio de mi mente cuanto antes.

No sabría decir muy bien qué representaba para mi; miedo, presión, amenaza, tal vez se acercaban, pero no eran las palabras idóneas para expresarlo. Y Mingi lo había intensificado, ¿acaso los demonios estaban planeando algún tipo de ataque? Si era así, dudaba que yo fuera a salir intacto.

Pensamientos y más pensamientos abrumaban mi mente, hasta que mi sueño se hizo lo suficientemente fuerte como para vencerlos.

***

Los días pasaron más rápido de lo que deberían y mis problemas aumentaban por momentos. El tiempo se apresuraba sin parar y ahí me encontraba yo pasando prácticamente el día entero entre libros, tratados y cualquier información que pensara que fuera mínimamente relevante. Aunque continuaba sintiendo que me faltaban recursos.

Sin darme apenas cuenta ya me encontraba en el Día D. Entre las filas finales de ángeles de la guarda que custodiaban cuidadosamente el tramo entre la entrada al cielo y el Palacio Santo, para protegerme a mi y al resto de ángeles cuando el ascensor intermundial se abriera dando paso a los demonios. Un dispositivo de seguridad nunca antes visto en el cielo acorde con los últimos acontecimientos de enfrentamientos entre ángeles y demonios.

En mi cabeza no hacía más que repetir una y otra vez qué palabras iba a utilizar, qué giros iba a realizar, cómo podría contraatacar y demás. Necesitaba al menos frenar la acción de los demonios contra los arcángeles o me llevaría la decepción de la Cámara Alta del cielo.

Tras un largo periodo de espera el ascensor intermundial finalmente llegó a su destino, con su habitual sonido de poleas moviéndose bruscamente debido a la longeva edad del aparato. Acto seguido las puertas del mismo se abrieron lentamente mientras se escuchaba "destino alcanzado: cielo. Zona periférica"

Lo que vimos al abrirse las puertas no era esperado por ninguno de nosotros ni en nuestros más insólitos sueños. Ahí se encontraba Park Seonghwa, solo, sin un solo demonio que fuera su escolta, entrando triunfalmente al cielo como si se tratara de su casa.

Los ángeles de la guarda que se encontraban custodiando en camino no pudieron evitar mostrar su cara de incredulidad ante lo que sus ojos presenciaban, el muy osado demonio había decidido hacer el viaje al cielo por su cuenta.

Poco tardó Seonghwa en darse cuenta de que su entrada había causado la sorpresa de al menos unos quinientos ángeles de la guarda, a lo que mostró aquella sonrisa de medio lado repleta de maldad típica de él, denotando que había conseguido aquello que buscaba. No se detuvo ni titubeó ni por un segundo a pesar de encontrarse rodeado de ángeles de la guarda a ambos lados, mantenía su marchar rápido y decidido mientras miraba a todos con la cabeza alta como símbolo de falsa superioridad y autoridad. Su capa de terciopelo negro ondeaba a la vez que daba un paso y otro hacia su destino. Solo le faltaba saludar como si diera la bienvenida a todos sus súbditos.

De repente noté que Seonghwa atravesaba la parte del dispositivo de seguridad en el que se encontraba Mingi. En ese instante los ojos de ambos parecieron encontrarse en una sutil mirada.

No tengo palabras suficientes para describir la expresión de mi amigo al ver pasar al mediador del infierno. No parecía él, sino el odio personalizado.

La cadena de acontecimientos después fue tremendamente difusa. Para sorpresa de todo el dispositivo de seguridad, Mingi corrió hasta donde estaba Seonghwa y acabó rasguñándolo en su mejilla izquierda mediante el uso de la espada que portaban todos los ángeles de la guarda, antes de que el demonio pudiera siquiera defenderse.

O eso pensaba.

—¡Maldito desgraciado! —gritó Seonghwa desde lo más profundo de sus pulmones, con una ira nunca antes vista.

Rápidamente sus ojos se volvieron aún más rojos e intensos de lo habitual. En cuestión de unos segundos y mediante un ágil movimiento, Seonghwa lanzó un durísimo contraataque de magia negra, que hizo que Mingi se desplomara en el suelo y comenzara a convulsionar sin parar.

Me quedé sin palabras antes lo que acababa de presenciar. La ira y la impotencia florecieron en mi a partes iguales, a la vez que me hacía paso a empujones entre todos los ángeles de la guarda que corrían alarmados por la situación. Estaba enormemente preocupado por la salud de mi amigo y no daba crédito a lo ocurrido.

Lo último que recuerdo al aproximarme al lugar exacto de los hechos fue un gigantesco escuadrón de ángeles de la guarda, apuntando en círculo con sus distintas espadas de increíblemente cortante filo a aquel impresentable demonio que se retorcía riéndose sin control como un auténtico psicópata.

—No deberíais haber jugado con fuego si no queríais quemaros. Ahora sufriréis la ira de Park Seonghwa en todo su esplendor directa hacia vuestros míseros cuerpos sin valor.

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