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Cap II; el mediador del infierno

Una larga y amplia pasarela de obsidiana con lava incandescente a ambos lados se presentaba ante nosotros hasta dar finalmente con la enorme e imponente puerta al infierno, una pieza arquitectónica de unas dimensiones abismales decorada con lo que parecían ser representaciones de almas agonizando. Un fuerte olor a humo era desprendido formando enormes nubarrones negros en aquel cielo carmesí.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo haciendo que se me pusieran hasta las alas de punta, nunca me había imaginado el infierno como un lugar tan imponente y horrible.

Poco a poco, todos los ángeles finalizaron de salir del ascensor, que se cerró tras ellos y comenzó a subir a velocidades vertiginosas rumbo al purgatorio de nuevo. Pronto Mingi se situó a mi lado como antes para intentar aportarme seguridad, aunque me apostaría que todos estábamos igual de atemorizados por lo que pudiera pasar a continuación.

Comenzamos a marchar por el camino de obsidiana rumbo hacia la gran puerta de entrada al infierno, era imposible para nosotros emprender el vuelo en un lugar lleno de cenizas y con tan baja visibilidad. Tan pronto como llegamos a aquella puerta sentí un pequeño paro cardíaco, todas aquellas caras desfiguradas cubiertas de hollín parecían girarse a robar tu alma de una simple mirada, ¿serían aquellos humanos reales? Si era así, ¿qué horribles atrocidades habían realizado para acabar como decoración de un fúnebre portón? Demasiadas preguntas a las que los libros que podías encontrar en el cielo no te daban respuestas suficientes.

Pronto la puerta se abrió con un estremecedor sonido que se asemejaban a gritos de dolor, estaba claro que la mitad de la cúpula alta del infierno estaría pendiente de nuestra llegada. No se veía una formación de ángeles de paseo por el infierno todos los días.

Continuamos nuestra travesía por aquel paisaje que intercalaba enormes lagos de lava con desiertos de arena roja agrietada que no parecían tener fin, distintas cuevas que debían de ser viviendas y todo tipo de grotescos elementos tales como lo que parecían ser huesos humanos. Giré momentáneamente mi cabeza hacia Mingi, que tapaba su boca con ambas manos impactado por el paisaje de pesadilla que nos rodeaba.

Tras un largo camino conseguimos llegar finalmente a nuestro destino: el Palacio del Averno, una enorme edificación negra como la noche misma cuya altura superaba el límite que la cúpula de humo creaba. Según había leído en algunos libros se trataba de un lugar tan inmenso que albergaba una ciudad en su interior reservada para los demonios de mayor categoría. Se trataba de un enorme entramado de torres, viviendas, pasadizos laberínticos, cascadas de fuego y lava cuales volcanes y vastas estancias con un estilo arquitectónico que parecía que en cualquier momento podría colapsar debido a su complejidad.

—Parece ser que aquí es donde se celebrará la cumbre —especuló Mingi como intento de normalizar la situación.

—Este lugar... Simplemente, me deja sin palabras  —fui capaz de articular, aún impactado por la estampa que tenía frente a mis ojos. Desde luego no estaba mentalmente preparado para lo que vendría a continuación.

***

—¡Pero quieres salir ya de una puta vez! ¡Te recuerdo que los desgraciados de los ángeles están ya recorriendo el camino hasta la Sala de Banquetes! —gritaba Wooyoung con fuerte temperamento mientras golpeaba la puerta de la habitación a base de patadas.

En el interior sólo se escuchaban unos sonidos inteligibles, en aquel lugar tan ajetreado era imposible escuchar si se trataba de una conversación o de simples ronquidos.

—¡Ya está, has acabado con mi paciencia! —vociferó Wooyoung para después reventar la puerta de una patada.

Se quedó atónito ante lo que sus ojos presenciaron. Una simple mirada fue lo que Wooyoung cruzó con el susodicho, lo que fue suficiente para que una gran fuerza oscura emergiera expulsándolo de la sala violentamente.

***

Nos encontrábamos ya en una enorme sala de espera decorada voluptuosamente en tonalidades de negros y granates, un lugar francamente elegante si lo comprábamos con lo presenciado con anterioridad. Ahora solo quedaba esperar a que algún demonio les diera paso a la Sala de Banquetes, lugar decidido para el desarrollo de la cumbre.

Pronto apareció un demonio esbelto de una estatura más bien baja, cuyo cabello corto era de un color ceniza, sus ojos tenían un extraño color violáceo e iba ataviado con un elegante traje haciendo juego con sus imponentes alas y cuernos en tonalidades granates.

—La hora ha llegado, que pase el mediador —dijo firmemente mientras intentaba averiguar con la mirada quién de nosotros poseía aquella función.

Di un paso al frente y me dirigí hasta su posición hasta quedar frente suya, Mingi y otros tres ángeles de la guardia dieron también un paso al frente decididos.

—Ey, ey, ¿qué parte de el mediador no habéis entendido? Tanto rezar debe haberos fundido la compresión auditiva, por esta puerta solo pasa un ángel —contestó el demonio molesto a la vez que cruzaba los brazos desafiante.

Hice un gesto a Mingi y los demás de que se mantuvieran atrás, a lo que miré firmemente ocultando mi ansiedad interna.

Seguidamente, el demonio me hizo un gesto para que lo siguiera. Crucé la puerta tras de él para pasar a un largo pasillo decorado con enormes antorchas a ambos lados hasta llegar a una puerta de pizarra con grabados escalofriantes, en la cual fijé mi mirada

—Tú mismo —se dirigió cortantemente hacia mí, pero cuando quise girarme a contestarle, ya había desaparecido.

Abrí con cuidado la puerta para entrar finalmente a la Sala de Banquetes, una inmensa habitacion con una única mesa de madera negra en su centro con un tamaño para contener a una enorme multitud, sumado a cuadros de dimensiones colosales colgados en las paredes que representaban a Satán y diversos demonios de renombre. Otra puerta gemela a la que había abierto con anterioridad se encontraba paralela a mi posición. En cada extremo, una silla ostentosa de terciopelo rojo como el fuego, por lo que me dispuse a tomar asiento en la que se encontraba más cercana a mi.

Unos instantes después la puerta de enfrente se abrió para dar paso a una figura delgada y de alta estatura en comparación a la mía. Su cabello rubio platino corto y voluminoso contrastaba con sus afilados ojos almendrados, de un color rojo tan intenso como los rubíes, y hacía juego con su piel tan blanca como la de un vampiro. En su ojo derecho poseía una marca con forma de diamante carmesí que lo atravesaba de arriba a abajo. De su cabeza sobresalían dos grandes y retorcidos cuernos de distintas tonalidades de rojo, al igual que sus imponentes alas de demonio que se asimilaban a las de un murciélago en gran escala. Finalmente iba atraviado con un traje negro decorado con distintas cadenas y una especie de capa granate.

Aquel etéreo demonio tomó asiento en la silla que se encontraba frente a la mía, por lo que mi mirada serena se encontró con su desafiante mirada rebosante de maldad.

—Menuda desilusión, esperaba ver por aquí al mediador de siempre o en su defecto a algún serafín incompetente ¿Acaso Dios me tiene miedo? —finalizó con una sonrisa de medio lado que acentuó su imponente presencia, mostraba satisfacción, como si ya hubiera ganado la batalla.

Así era él, Park Seonghwa, uno de los demonios más vanagloriados e importantes en la jerarquía del infierno.

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