Cap I; el final del principio
Silencio, una estancia completamente llena de individuos y, sin embargo, ningún otro sonido salvo las poleas que deslizaban la enorme cabina de ascensor en la que nos encontrábamos.
Desconocía cuánto tiempo deberíamos pasar en aquel artilugio del diablo claustrofóbico, nunca mejor dicho, hasta llegar a nuestro destino: el mismísimo infierno. Ese cacharro tenía como función conectar cielo, purgatorio e infierno y su uso estaba fuertemente restringido a menos que se tratara de ocasiones destacadas, cómo en la que yo me encontraba involucrado.
Se oyó un bostezo en la esquina opuesta procedente de alguno de los ángeles escolta que me acompañaban. No dejaba de cuestionarme qué hacía yo en aquel lugar rodeado de al menos cincuenta ángeles de la guarda. Pues bien, mi misión no era otra que actuar de mediador de parte del cielo para discutir las cuestiones comunes entre cielo e infierno con el mediador del infierno.
Durante ya años, el cielo y el infierno habían conseguido firmar un tratado común, el Tratado Ataraxia, para mantener la paz entre ambos mundos, y, así, conseguir que el mundo humano se encontrara en un equilibro de bondad y maldad. Por ello, mediadores del cielo y el infierno se reunían eventualmente para continuar manteniendo la paz y discutir cualquier conflicto que surgiera; estas cumbres no se celebraban de manera periódica sino en función de la gravedad de los asuntos a tratar. Eso quería decir que entre cumbre y cumbre podían pasar meses, u horas.
Las cumbres del cielo y el infierno habitualmente se celebraban de forma alternada entre ambos lugares, una vez en el cielo y otra en el infierno. En esta ocasión, la reunión tendría lugar en el infierno. He ahí el por qué de nuestra travesía en el ascensor intermundial.
Se comenzaron a escuchar algunos murmullos en la estancia, al parecer los demás ángeles se encontraban igual de impacientes que yo. No pude aguantar más aquel silencio sepulcral y me dirigí a la única persona que conocía en aquella sala: Song Mingi
Él se encontraba a mi lado y miraba al infinito absorto en sus pensamientos, a la vez que movía ligeramente su pie izquierdo delatando su inquietud.
-¿Cuánto crees que queda? -le pregunté susurrando para evitar que todos los ángeles presentes giraran su cabeza hacia nosotros.
-¿Eh...? -musitó, como si hubiera salido de aquel trance para dirigir su mirada de ojos rasgados hacia mi- Si te soy sincero, no tengo ni idea Hongjoong. También es mi primera vez en este lugar.
A continuación, retiró uno de sus pequeños mechones de su cabello moreno de la cara, haciendo que su ansiedad se hiciera más presente.
-Pensaba que tú ya habías estado en este tipo de excursiones antes -le contesté aún en voz baja, intentando ocultar mi malestar en palabras sarcásticas.
-En absoluto, a pesar de ser un ángel de la guarda nunca me habían llamado para alguna de las cumbres. Ya sabes que muchas cosas han cambiado en el cielo desde que tú has tomado el puesto de mediador.
Solté una leve sonrisa, aún no entendía muy bien por qué me habían elegido como ángel mediador, más que el anterior encargado había renunciado tras un pequeño altercado en una de las últimas cumbres. Sin embargo, desconocía los detalles acerca de ese suceso; todo en el cielo estaba cubierto de una capa de secretismo que sólo Dios y alguno de sus arcángeles más cercanos conocían.
"Kim Hongjoong, por la presente, la Cámara Alta ha decidido unánimemente que seas el octavo mediador del cielo. Haz que nuestra palabra y nuestras exigencias sean llevadas a cabo por el bien del cielo y, por consecuencia, por el bien del mundo"
Aquellas voces continuadas de los aplausos por todo el hemiciclo aún resonaban en mi mente de vez en cuando para darme fuerzas. Yo era un joven ángel más que pasaba los días y las noches con las narices metidas en algún libro de la Biblioteca Divina, pero siempre me decían que tenía cierta facilidad para conversar y convencer, habilidad que me había otorgado el puesto aunque yo siga atónito por ello.
-No quiero sonar paranoico, pero ten cuidado. Cualquier precaución es poca si estamos hablando de los demonios -prosiguió Mingi tras aquel silencio incómodo que había dejado yo- Sabes que tanto yo como todos los de esta sala estamos aquí para protegerte, pero yo no bajaría la guardia.
-Entiendo, no creas que no estoy asustado. No he visto un demonio en mi vida con mis propios ojos, mucho menos sé hasta qué punto son civilizados -contesté a su advertencia, mirando hacia abajo- Imagino que no, pero, ¿por casualidad no sabrás algo acerca de por qué el último mediador dejó el puesto?
-¿Tengo cara de serafín? -dijo riendo suavemente mientras entrecerraba sus pequeños ojos- Creo que sé incluso menos que tú, ya sabes como funciona el cielo. Todo puede ser un potencial pecado, incluida la simple información, aunq-.
De repente, un enorme estruendo sacudió la cabina de ascensor provocando el pánico en la sala. No pude dejar de mirar de un lado a otro desconcertado, al igual que Mingi y el resto de ángeles presentes. Sin previo aviso, todo empezó a temblar por un par de segundos, hasta que finalmente se oyó de nuevo un fuerte sonido como si la cabina hubiera golpeado algo intensamente. Finalmente una voz robótica comenzó a hablar:
"Destino alcanzado: Infierno, zona periférica. Disculpen las turbulencias"
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