𝄡12. Antiguos amantes.
ƇAƤIƬULO ƊOƇƐ: Antiguos amantes.
❝ Éramos tan hermosos juntos.
Fuimos tan trágicos. Mientras viva
y mientras ame, nunca dejaré de pensar en tí.❞
ENTRE MÁS VOTOS Y COMENTARIOS LOS CAPÍTULOS SALDRÁN A LA MISMA VELOCIDAD :3.
⸻ EL RECUERDO AMARGO DE LOS BESOS A SABOR A MIEL Y UNA DESPEDIDA LÚGUBRE ATRAPAN A MEDIA NOCHE AL REY CONSORTE.
A decir verdad, aquel que decía profesar "amor" a la reina legítima no se encontraba dichoso por las últimas noticias que arribaban. El asesinato de los hijos de su adorado hermano menor (a pesar de que él fue el autor intelectual) no le dio la euforia que esperaba, así mismo la caída de Rhaenys fue un golpe bajo para toda la fracción negra, incluyéndolo. Se le fue el alma cuando los rumores se avecinaron con ímpetu, "Percy Targaryen, el rey regente, está a cargo de las decisiones del reino" indico uno de sus fieles súbditos.
Se dice que Daemon Targaryen estaba perdiendo la fiable compostura que tanto lo distinguía, puesto que en las pasadas reuniones de emergencia con el consejo se notaba más trastornado, duro cuando se le corregía y necio al respecto del bando contrario por lo que Jacaerys Velaryon asumió un papel más alto e imponente.
— ¡Debemos contraatacar ahora mismo, Daemon! — exclamó con dureza, afilando la mirada al susodicho e impactando las manos contra el tablero de roca, sin interesar que su piel se agrietara—¡La reina se encuentra indispuesta, no obstante, estamos nosotros para respaldarla y parece que toda tu lealtad se espumara!
Los lores miraban al heredero, mientras que otros al canalla que aguardaba en el mutismo, desafiante con la mirada al Velaryon. Una sonrisa misteriosa se desplegó de los labios del mayor, retándolo, esperando desafiante al próximo reclamo.
— ¡Percy perdió la cabeza y un dragón con el orgullo herido es más peligroso! — rechinó los dientes.
Daemon se colocó en compostura, resguardo las manos hacia atrás y comenzó a caminar hacia el azabache indignado. Los aliados contuvieron la respiración cuando el rey regente se encaró con el menor, soltaron un grito o exclamación de sorpresa al instante que el Targaryen presiono el cuello del contrario con la mano diestra, Jacaerys abrió los ojos y por instinto forcejeó con el agarre que le obstruía el oxígeno.
— Igual de testarudo que mi esposa — masculló acercando su rostro contra el enrojecido del ajeno— Ni tú, ni Corlys u algún lord estúpido tocara a mi tonto hermano menor porque eso me compete solamente a mí. Dejo al idiota de Aemond a tu disposición, pero, Percy es mío.
Entonces, el rey regente se deshizo del menor con brusquedad, al punto que este cayera al suelo, tosiendo, recuperando el aire que le fue previamente arrebatado. Los guardias corrieron apresuradamente con intenciones de auxiliar al pobre muchacho que, no dejaba de mirar al mayor con un odio profundo, ¿acaso los rumores del amorío del canalla eran cierto y por eso se negaba a causar más daño?
— Dime, dime... ¿Es mi madre, tu reina o es tu hermano el usurpador?— tosió — ¿a quién le perteneces, canalla?
El Targaryen lo atisbo con indiferencia antes de pasar de largo, sin deberle una respuesta acierta, pero con él silenció en sus palabras, daba entendido a quien había elegido o, así fue para Rhaenyra que atestiguaba el espectáculo detrás de un muro, escondida, mientras que las lágrimas arrasaban con violencia; su amor, alma, y lealtad ya le pertenecía al dueño de sus más locos delirios, Percy Targaryen.
En las semanas venideras entraron en crisis cuando sus primogénitos fueron interceptados por el bando enemigo, sus navíos estaban siendo destruidos por el mismísimo usurpador regente, además darle de bajas a las semillas de dragón, y gente que creían aliados prometedores dudaban a qué fracción acudir. Jacaerys Velaryon perdió el estribor y el muchacho sin más ejecuto un plan de rescate por sus hermanos menores, exhausto por una guerra absurda del trono.
— ¡Mi hijo, Daemon! — los golpes de la Targaryen aterrizaron contra el duro pecho del guerrero— ¡Mi niño murió, Daemon, es tu puta culpa!
Pese al llanto descomunal de una madre, de su reina, de su esposa, ni siquiera le conmovió la dramática escena u el perder al hijastro. Al contrario, aquel sacrificio revivió la llamarada que estaba casi por apagarse, pues empuñaría a lo alto la espada con tal de recordar la nobleza del heredero que pereció por la causa, pues era lo mínimo que podría darle a aquel niño honorable.
Apenas el crepúsculo danzo por la nubosidad fue la señal divina para Daemon o al menos para las penas de él. En medio de la oscuridad los suplicios de su mente lo ahogaron, las lágrimas de un arrogante encharcaron aquel par de mejillas y entre murmullos le rogó a los dioses piedad a lo que se avecinaba, ¡el juego final se acercaba! Temía que lo que atesoraba se desapareciera con el viento.
Ladeo la cabeza hacia un costado y estuvo al tanto de su esposa. Aquella mujer que había sufrido demasiado en los últimos años, se compadecía de la suerte de ella, además del infierno cuál la arrastro sin misericordia.
— Prometo que serás reina Rhaenyra — prometió al momento de acariciar la tersa piel.
Una promesa que levanto al guerrero que reposaba en interior. A las pocas semanas se alistaron con las mejores armaduras, convocaron a las semillas de dragón que aún les proclamaban fidelidad, y seis dragones partieron al ocaso para así arribar al amanecer en una emboscada sorpresa, aunque no se esperaban la batalla que se desataría.
Daeron Targaryen junto Aemond Targaryen surcaron por los despejados cielos con intenciones de enzarzarse con los enemigos, dos hermanos que defenderían con sangre y fuego el trono de hierro.
Sin embargo, al interior de la fortaleza se lideraba otra ardua guerra entre las capas doradas; un bando que proclamaba lealtad al rey consorte Daemon Targaryen y el otro afilaba las espadas por el rey regente Percy Targaryen.
El canalla no estuvo tanto tiempo para apreciar la victoria o derrota porque se desvió del objetivo, quizás, un presentimiento lo estaba guiando hacia algo más grande o a lomos de su dragon lo condujeron al ojo de los dioses.
Los truenos lo zarandearon, la lluvia sutilmente rocío la piel y el viento meno las hebras de cabello. Agudizo la visión cuando una bestia a la lejanía se aproximaba a su encuentro, el corazón le palpitó frenéticamente y delante de él se hallaba el ser que tanto amo desde la juventud: el usurpador que no podía aborrecer, Percy Taragryen.
El hombre que tanto defendió estaba allí sumamente mojado por el agua que enviaba los dioses, una mirada dura le regalaba, aunque en aquellos pares de orbes bicolores lucían apagados, totalmente extintos de la luz que anteriormente emanaba, incluso alrededor de las cuencas le cubrían las ojeras demostrando el peso, y al lado del pómulo diestro del afinado rostro reposaba un hematoma grande.
— ¡¿Quién te lastimo, hermano?! — vociferó lo más que pudo.
— ¡Tú! — respondió con el mismo tono— ¡eres el responsable de cada una de mis desgracias!
Daemon se dispuso acercarse con recelo, no obstante, el rugido enfurecido de fantasma gris lo detuvieron.
— ¡Aún podemos solucionar este desastre! — dijo con la esperanza brotar en su ser, pero, los fantasmagóricos ojos ajenos le advertían que ninguna negociación sería justa.
— ¡Existe un solo reparo a todo, hermano! — proclamó Percy tras deslizar su mano aún costada de su cadera, empuñando el mango de la espada que reposaba allí— ¡Tú maldita cabeza!
Un relámpago, una alzada de espada ante los dioses y la furia que trastornaba aún pobre hombre.
— Percy....— masculló aferrándose a su dragón.
Caraxes rugió violentamente antes de lanzarse hacia el intruso que amenazaba a su jinete. Daemon se tragó todo su amor para apostar en la batalla que definiría una parte del futuro del reino, es así que antiguos amantes se atisbaron con resentimiento; sin embargo, en ambos orbes violetas y bicolores aún existía una llama de viejos amores cuál se arribó al momento se enzarcen, las lágrimas se encubrían por la llovizna que los sacudía.
Las canciones relatan una trágica danza de amores, dicen que; el rey regente se había vuelto loco, unos susurraban que perdió la cabeza cuándo descubrió a su esposa encamada en brazos de otro, o pueda que se tratara por encararse una vez más con el que fue su primer amor. Pero con respecto al Lord lecho de pulgas murmuraban, que también se había perturbado por el peso de sus pecados durante los años.
¡Pobres almas desafortunadas!
— Escrito por el bufón de la corte.
Holaaaa, me perdi bastante tiempo y lo siento en verdad.... la universidad me tuvo tan ocupada que diossss creí que no actualizaría, más encima un bloqueo horrible aaaa.
El siguiente cap sera la perspectiva de Helaena y luego Percy.
¿Teorias?
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