(19/8/2024)
dicen que la vida se trata de disfrutarla y de pasarla bien con la gente que amas.. pero que pasa cuando eso no puede pasar
(7/6/2024)
10:23 AM
Hola, me llamo Star. Me gusta pasar el tiempo con mis amigos y hacer contenido como vtuber. Siempre intento que mi trabajo sea agradable para todos y me esfuerzo por no hacer cosas que vayan más allá del contenido familiar a diferencia de mis compañeras que se la pasan mostrando sus muslos
Soy parte de un grupo llamado Nugget SMP, donde comparto experiencias con amigos como Capitán Gato, Magma, Fallo, Silencio y, bueno, Nova (aunque a veces no sé si llamarle amigo). También está Rakkun... entre otros.
Mi vida cambió completamente cuando conocí a Tn, un chico peculiar con características mitad gato y mitad lobo. Es... complicado describirlo. Es sociópata, caníbal, machista, y una larga lista de adjetivos que no quiero repetir. A pesar de todo, lo conocí en una situación límite: me salvó de ser atacada en un callejón por unos bandidos. Me mostró un lado oscuro de la vida que, hasta ese momento, prefería ignorar.
Gracias a él, aprendí que hay más personas malas que buenas en este mundo. Así que, en lugar de seguir siendo ingenua, me inscribí en un gimnasio donde también enseñaban defensa personal. Ahora, soy más fuerte, tanto física como mentalmente. Podría decirse que soy una de las vtubers más fuertes, aunque esa fuerza a veces resulta... letal. He llegado a matar por accidente a mis amigos durante nuestras locuras. Pero bueno, nada que una carta del UNO para revivirlos no pueda solucionar.
Me encontraba caminando por el centro de la ciudad. Hoy era un día importante, tenía que reunirme con Capitán Gato para planear nuestro próximo vídeo.
El ambiente era tranquilo y agradable, justo como me gusta. La gente me saludaba al pasar, algunos incluso se acercaban para pedirme una foto o un autógrafo. Siempre accedía con gusto, sonriendo. Este tipo de momentos me recordaba por qué amo lo que hago.
La ciudad estaba viva: coches pasando, personas caminando con bolsas de compras, niños corriendo por el parque cercano. Todo parecía en perfecta armonía...
-un pato, que va cantando alegremente cuak cuak-
Esa canción se había convertido en una especie de insignia en mi canal. No soy cantante, ni tampoco profesional en doblaje, pero siempre intentaba hacerlo lo mejor posible... aunque a veces los gallos fueran inevitables.
Cantarla mientras caminaba era relajante, una forma de distraerme del mundo. Pero, por desgracia, la calma nunca dura mucho tiempo.
Mientras tarareaba las partes que me sabía, vi a lo lejos a mi amigo Capitán Gato. Él también me notó y ambos nos dirigimos el uno hacia el otro, saludándonos con un apretón de manos y un cálido abrazo.
—¿Cómo has estado? —preguntó Cap, con esa sonrisa confiada que siempre tenía.
—Oh, bien. Estoy trabajando en mi próximo proyecto: Proyecto Star VT. Quiero darle más estilos a mi modelo vtuber, con diferentes tipos de ropa.
—Eso suena genial. Sabes, te conozco bien, y estoy seguro de que lo harás casi todo tú sola —respondió, riéndose un poco.
—Je... sí, ya sabes cómo soy.
Mientras seguíamos charlando, algo extraño ocurrió. Las pantallas gigantes de la ciudad, que usualmente mostraban anuncios o clips animados, cambiaron repentinamente a un noticiero de emergencia.
"Esto es un aviso muy importante. Evacuen la isla en los próximos 30 minutos. No empaquen nada, solo salgan de aquí. Hay barcos listos para zarpar."
El mensaje se repitió varias veces mientras la gente reaccionaba de distintas formas. Algunos comenzaron a moverse rápidamente, obedeciendo las instrucciones. Otros permanecieron inmóviles, confundidos o creyendo que se trataba de una broma. Y, claro, hubo quienes entraron en pánico absoluto, corriendo en todas direcciones sin saber qué hacer.
Miré a Cap, preocupada.
—¿Qué crees que sea? Nos están pidiendo que abandonemos el refugio que se supone que nos protege del resto del mundo... Tiene que ser algo serio, ¿no?
—Sí, no puede ser algo pequeño. Será mejor que hagamos lo que dijeron, Star.
Cap tenía razón. No podíamos arriesgarnos.
Ojalá hubiera sido más rápida. Maldigo estas piernas de enana...
Los 30 minutos pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Diría que aproximadamente el 85% de las personas en la isla lograron evacuar. Los demás, por una u otra razón, se quedaron atrás: algunos por desobediencia, otros porque simplemente no lograron llegar a tiempo. Nosotros pertenecíamos a este último grupo.
Por un momento, todo parecía estar en calma. Nada ocurrió durante los primeros tres minutos tras el plazo. Las pocas personas que quedaban en la isla comenzaron a murmurar, algunas incluso riéndose, creyendo que todo había sido una broma elaborada.
Pero entonces, el cielo se puso mas oscuro
Una enorme sombra cubrió la isla, y al levantar la vista, pude ver algo colosal. Helicópteros se desplazaban en formación, cargando lo que parecía ser una pecera gigante o un frasco de vidrio descomunal. La estructura descendía lentamente desde el cielo, dejando a todos perplejos y aterrados.
—¿Qué... qué demonios es eso? —murmuró alguien cercano, con la voz temblando.
El objeto continuaba bajando, la luz que dejaba pasar era algo menor. La mayoría de las personas que quedaban empezaron a entrar en pánico, gritando preguntas al aire:
—¿Qué está pasando?
—¿Qué hay ahí dentro?
—¡¿Por qué no nos dijeron nada antes?!
En cuestión de minutos, la cosa gigantesca había cubierto toda la isla, incluyendo una porción del mar circundante. El ambiente comenzó a sentirse extraño... algo no estaba bien.
El aire parecía más denso, como si algo invisible lo estuviera cargando con una energía pesada y malsana. Un zumbido bajo y constante se escuchaba desde la estructura, como un latido mecánico que marcaba el comienzo de algo aterrador.
Miré a Cap con el corazón en un puño.
—Cap... algo muy malo está a punto de pasar, ¿verdad?
Él asintió, su rostro completamente serio
.
.
El caos reinaba en el centro de la ciudad. Personas corrían desesperadas hacia sus casas, otros ignoraban la gravedad del asunto creyendo que era una broma, y algunos comenzaban a saquear tiendas. La desesperación sacaba lo peor de todos.
Entre el tumulto, la confusión me hacía quedarme estática, observando cómo todo se desmoronaba. Algunas personas, en su carrera por salvarse, me empujaron, pero Cap siempre estaba ahí para atraparme antes de que perdiera el equilibrio.
El centro de la ciudad, normalmente abarrotado de vida y movimiento, ahora era un lugar fantasma. Solo quedaban unas pocas personas dispersas entre los edificios, cada una presa del miedo.
Intentamos mantenernos juntos. Era lo único que tenía sentido. Sacamos nuestros teléfonos para anunciar a nuestros seguidores que no habría streams. Después de todo, no podíamos ignorar lo que estaba pasando.
El aire se volvió pesado, y el silencio empezó a cubrirlo todo como una manta. Pero no duró mucho.
Un grito desgarrador rompió el ambiente.
La poca gente que quedaba comenzó a moverse hacia su origen, con curiosidad o con miedo. Nosotros hicimos lo mismo. Nos dirigimos al parque central, de donde provenía el sonido.
Al llegar, había un círculo de personas reunidas alrededor de algo. Nos abrimos paso entre ellos, y lo que vi al llegar al centro del círculo me dejó helada.
—¿Papitas?
Era ella. Mi hermana de elección, mi otra mitad, mi reflejo en muchos sentidos. Habíamos sido comparadas tantas veces que decidimos aceptar ser "gemelas" para nuestros seguidores. Siempre juntas, siempre inseparables.
Pero la escena frente a mí era lo opuesto a todo lo que éramos.
Papitas estaba agachada sobre alguien. Sus alas de murciélago sobresalían imponentes de su espalda, y sus colmillos... esos colmillos que solía usar para bromear o saciar una sed inocente de sangre... ahora estaban hundidos en el cuello de un civil.
—Papitas... —me acerqué con cuidado, casi susurrando. Ella levantó la cabeza lentamente, y nuestras miradas se cruzaron.
Ojalá no lo hubiera hecho.
Sus ojos... no eran los de siempre. Sus cuencas estaban vacías, con una tenue pupila que brillaba de forma antinatural. De ellos emanaba un líquido negro, espeso y viscoso, que goteaba lentamente por su rostro.
—¿Hermana...? —pronuncié con una mezcla de incredulidad y miedo.
Ella no dijo nada, solo me observaba. Había algo familiar en su expresión, pero al mismo tiempo algo aterradoramente ajeno.
El hombre al que había atacado se arrastraba débilmente hacia nosotros.
—A-ayúdenme... —susurró con su último aliento antes de que Papitas lo atrapara de nuevo.
Con una fuerza que nunca había mostrado, se elevó en el aire con él, sujetándolo con sus brazos y piernas. Sus colmillos volvieron a hundirse en su cuello, y bebió de él como si su vida dependiera de ello. La sangre goteaba al suelo mientras el cuerpo del hombre se vaciaba lentamente, hasta que no quedó nada más que un cascarón seco.
Mi mente no podía procesarlo. Eso no era ella.
Ella nunca había hecho algo así. Siempre controlaba su sed, lo usaba como un juego o para castigar a los que lo merecían. Pero ahora... había matado a un civil inocente.
El pánico regresó con fuerza. La gente comenzó a correr desesperada en todas direcciones, gritando, empujándose, tratando de escapar de lo que sea que estuviera pasando. Yo seguía allí, paralizada, observando a Papitas mientras consumía ese cuerpo seco. Me costaba creer que la persona que veía ante mí fuera la misma que conocía como mi hermana.
Un empujón brusco me hizo reaccionar, casi tirándome al suelo. Fue lo suficiente para hacerme dar la vuelta y unirme a la multitud que huía.
Entre el caos perdí de vista a Cap. Traté de sacar mi teléfono para contactarlo, pero... no estaba. Mi bolsillo estaba vacío. ¡Lo había perdido cuando me empujaron!
Sentí un escalofrío al girarme. Papitas lo había notado. Dejando caer el cuerpo seco que tenía entre sus manos, se lanzó contra otra víctima, repitiendo el ciclo macabro. Volaba con una rapidez que jamás le había visto antes, atrapando a sus presas con facilidad, elevándose con ellas al cielo, solo para dejarlas caer como muñecos rotos después de vaciarlas de sangre.
En cuestión de minutos, el caos dejó las calles desiertas. Era la única que seguía corriendo. Volví la vista atrás por un momento, y allí estaba ella, succionando a otra víctima más.
Entonces me miró.
Sus ojos vacíos se fijaron en los míos.
Mi cuerpo se tensó al instante. No había duda. Venía por mí.
Soltó a su presa y voló directamente hacia mí con una velocidad aterradora.
No lo voy a negar... tenía nervios. Pero no era la primera vez que enfrentaba algo peligroso.
Con movimientos rápidos, saqué mi cuchillo y me preparé. Papitas me embistió con fuerza, derribándome al suelo. Su peso era abrumador, pero no intentó morderme. En lugar de eso, se quedó allí, inmóvil, mirándome fijamente con esos ojos vacíos.
—¿Papitas...? —murmuré con un hilo de voz, intentando encontrar alguna chispa de humanidad en ella.
Pero no hubo respuesta.
Con un esfuerzo, le di una patada que la apartó de encima. Me levanté de inmediato y cargué contra ella, lanzando un golpe a su estómago con toda mi fuerza. El impacto resonó en mi brazo, pero ella apenas reaccionó.
Intenté apuñalarla, pero fue más rápida. Sus manos sujetaron las mías con una fuerza sobrenatural y me quitaron el cuchillo en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Maldita sea! —grité.
Sin pensarlo, le lancé un golpe directo al rostro. Esta vez, el impacto la aturdió, dándome una breve ventana de oportunidad. Aproveché el momento para lanzarle una patada que la envió hacia atrás, estampándola contra la pared de un edificio cercano.
No podía detenerme ahora.
Me abalancé sobre ella, golpeándola una y otra vez en el rostro. Pero entonces, reaccionó.
Sus manos atraparon la mía, y antes de que pudiera hacer algo, me hizo una llave con una precisión que nunca le había visto. En un instante, sentí sus colmillos clavándose en mi cuello.
No dolía tanto como esperaba... pero la sensación era horrible. El frío de sus colmillos perforando mi piel me heló el alma. A pesar de todo, no me estaba succionando sangre. Solo se quedó allí, mordiéndome... suavemente, casi con cuidado.
¿Por qué?
—¡No! —una voz familiar rompió el momento.
Me giré lo mejor que pude.
—¿Rakkun...?
Era ella. Dio un salto increíble, tomando a Papitas y separándola de mí con fuerza.
—¿Star? ¿Estás bien?
—S-sí... creo que sí —murmuré, llevando una mano al lugar donde me había mordido.
Rakkun me miró, y luego fijó la vista en Papitas, que estaba a unos metros de distancia, observándonos en silencio con esos ojos vacíos.
—¿Qué le habrá pasado? ¿Por qué tiene esos ojos? —preguntó Rakkun, su voz cargada de preocupación.
—No lo sé... —respondí mientras recogía mi cuchillo del suelo—. Pero lo único que sé... es que esa ya no es ella.
De inmediato, Papitas fue a por Rakkun con una agresividad que jamás había visto. Sus movimientos eran erráticos, rápidos y brutales, como si no quedara ni rastro de la persona que una vez fue mi hermana.
No podía quedarme quieta. Intervine rápidamente, lanzándome hacia ella y logrando asestarle una puñalada en la espalda. El cuchillo atravesó su piel con un ruido sordo, pero no emitió ni un quejido. No parecía sentir dolor.
Con un movimiento brusco, me hizo a un lado como si no fuera más que un estorbo. Papitas volvió a enfocarse en Rakkun, atacándola con ferocidad. Sin embargo, Rakkun no era una presa fácil. Esquivaba cada mordida y cada golpe con habilidad, manteniéndose firme a pesar de la desventaja.
De repente, un destello azul brotó de la mano de Rakkun. Un rayo. La descarga impactó directamente en Papitas, obligándola a retroceder con un chillido gutural. Sin más opción, alzó el vuelo, alejándose de nosotras mientras nos miraba desde las alturas.
Nos quedamos allí, quietas, mirándola fijamente, intentando descifrar qué haría. Papitas, sin embargo, no tardó mucho en decidir. Su mirada se clavó en Rakkun por unos segundos más antes de que, como un relámpago, saliera disparada hacia otras víctimas.
Di un largo suspiro, pensando que ya todo había terminado.
—Star... vienen más.
La voz de Rakkun me hizo volver al presente.
—¿Qué?
Cuando levanté la vista, los vi.
Varias personas se nos estaban acercando lentamente, sus pasos descoordinados y torpes, como si sus cuerpos no respondieran del todo. Sus caras... me resultaban extrañamente familiares. Mi mente intentaba procesarlo, pero había algo en ellos que no podía ignorar.
Los ojos.
Los mismos ojos vacíos que tenía Papitas. Sin embargo, en estas personas había algo más. Sus rostros estaban adornados con macabras sonrisas que no tenían nada de humano.
—Mierda... —murmuré, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a recorrer mi cuerpo.
Rakkun se colocó a mi lado, tensando los músculos.
—Vamos, podemos con estos.
—Sí... —respondí, aunque en mi interior no estaba tan segura.
Cada una corrió hacia ellos, enfrentándonos a lo desconocido con el corazón latiéndonos en los oídos y los músculos tensos.
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Así llegamos al presente...
19 de agosto del año 2024.
01:10 AM
Todo pasó tan rápido que aún me cuesta asimilarlo. La última vez que vi a Rakkun fue hace apenas cuatro días. Estábamos rodeadas por esas cosas, luchando con todas nuestras fuerzas, y tomamos la decisión más difícil de todas: separarnos. Ella me empujó hacia un callejón y gritó que me fuera, que encontraría otra forma de salir.
Solo espero que esté bien...
De Cap tampoco supe nada más. Aunque logré conseguir otro teléfono en medio del caos, fue inútil. Parecía que había perdido el suyo o que simplemente ya no estaba en condiciones de responder. El pensamiento de haberlos perdido a ambos me persigue como un fantasma, pero no tengo tiempo para detenerme en eso.
En estos días, he aprendido cosas. No sé si esto me hará sobrevivir más tiempo, pero al menos entiendo mejor cómo funcionan esas criaturas.
Por ejemplo, el comportamiento de esas cosas depende del tipo de sobrehumano que fueron:
Los sobrehumanos con partes de animales son los más agresivos y rápidos. Se mueven con una precisión aterradora, como si hubieran nacido para cazar. Sin embargo, tienen una debilidad: la luz. Cuando se les ilumina por completo, se quedan paralizados, como si la luz los rompiera por dentro. son esos que se les forma esa maldita sonrisa macabra, una expresión que parece burlarse de nuestra miseria.
Los sobrehumanos con habilidades especiales, en cambio, no se deforman como los primeros. Sus cuerpos a lo mucho se estiran, o se hacen más grandes, pero mantienen algo de su forma original. Sus ojos vacíos son igual de perturbadores, pero no tienen esa sonrisa inquietante. Lo que los hace peligrosos es que son inteligentes, estrategas. No atacan al azar; planean cada movimiento.
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Mi hermana... o lo que sea ahora... pertenece a la segunda categoría.
Hay algo en ella que no logro entender. Parece que tiene algo conmigo. Cada vez que estoy con algún superviviente y nos topamos con ella, siempre hace lo mismo: ataca al otro primero, como si estuviera eliminando cualquier distracción, y luego me deja a mí para el final.
No sé por qué lo hace, pero estoy segura de una cosa: me está acechando.
En cada enfrentamiento con esas cosas, siempre termina apareciendo. Siempre. No importa dónde esté ni con quién, ella está ahí.
Aunque logre ahuyentarla una y otra vez, sé que no está huyendo de verdad. Es como si simplemente estuviera jugando conmigo, disfrutando del miedo que me provoca.
No puedo evitar sentir que esto no va a terminar bien.
Salir durante el día era mucho más seguro; la mayoría de las criaturas evitaban la luz, y había una pequeña esperanza de encontrar a otros supervivientes. Pero yo prefería moverme por las noches. La noche era la hora de la caza, y aunque eso significaba más peligro, también era cuando podía encontrar suministros y quizás salvar a alguien.
Caminaba por las calles desiertas, iluminadas únicamente por los postes de luz. Estas luces mantenían a raya a la mayoría de las bestias. Algunos incluso quedaban atrapados en la claridad constante, paralizados como estatuas grotescas, incapaces de moverse mientras sus sombras se extendían en la acera.
Un gruñido detrás de mí me hizo detenerme en seco.
Me giré rápidamente, y entre los edificios vi algo que surcaba el aire a toda velocidad. No había dudas: era ella.
Papitas.
Siendo honesta, después de tantos encuentros, ya estaba cansada. Mental y físicamente. Sentía como si cada encuentro me desgastara un poco más.
Aun así, apreté los dientes y seguí caminando, esta vez con más prisa. Entre los pequeños edificios que me rodeaban, vi una silueta.
Una figura humana.
Me detuve, observándola desde la distancia. Era la figura de una mujer. No parecía ser una de esas cosas, porque sus ojos no brillaban con esa pupila que tanto me perseguía en mis pesadillas.
—¿Hola...? —levanté la mano, intentando captar su atención. Mi voz sonó frágil en el silencio de la noche.
Ella no respondió. Solo se quedó ahí, inmóvil, mirándome desde las sombras. Entonces, levantó su brazo y señaló hacia la izquierda.
Confundida, miré en la dirección que me indicó. Papitas pasaba volando rápidamente entre los edificios, esta vez mucho más cerca.
¿Ya me había visto? O quizás estaba buscando a alguna otra presa...
Cuando volví a mirar al lugar donde estaba la figura, ya no había nadie.
—Qué raro... —murmuré.
No sabía si podía considerarla una aliada, pero había algo en ella que me inquietaba profundamente.
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Un chillido, agudo como el de un murciélago, resonó a lo lejos. Se acercaba.
Ella venía por mí.
No quería volver a enfrentarla, no esa noche. Con el corazón acelerado, busqué la salida más cercana y me metí en un callejón. Logré perderla; vi cómo pasaba de largo, sin notar mi presencia.
Solté un suspiro aliviado.
Decidí seguir adentrándome en el callejón. Sabía que podría toparme con alguna otra de esas criaturas, pero ya había descubierto un truco para mantenerlas a raya... por ahora.
Mientras avanzaba, un fuerte golpe metálico rompió el silencio, haciéndome girar hacia mi derecha.
El sonido venía de una puerta de metal.
Un grupo de criaturas estaba frente a ella, golpeándola con desesperación. Sus movimientos eran erráticos, pero cargados de una fuerza inquietante. Estaban intentando entrar.
Levanté la mirada para observar el edificio. Edificio Oneeshi.
Ese lugar me resultaba familiar. Por supuesto. Era el edificio donde muchas de mis conocidas habían decidido mudarse después de lo ocurrido con Owozu.
Ahí, ellas comenzaron sus nuevas vidas... como reencarnaciones.
Mi pecho se contrajo al pensar en quiénes podrían estar al otro lado de esa puerta. ¿Estarían vivas?
Miré a las criaturas que seguían golpeando la puerta. Sus cuerpos deformes se mecían con cada embestida, y sus gruñidos llenaban el callejón como un eco monstruoso.
Agarré el cuchillo que llevaba conmigo, mi única defensa. Quizás esta vez tendría que entrar.
—¡Hey, por aquí! —grité.
Mi voz resonó en el callejón, y como lo esperaba, todas las criaturas dejaron de golpear la puerta. Sus cabezas se giraron al unísono hacia mí, como si hubiera activado un interruptor.
Perfecto.
Me miraron fijamente durante unos segundos antes de lanzarse a por mí.
—Bien... —murmuré, apretando el cuchillo en mi mano.
Corrí.
Si iba a enfrentarlos, necesitaba un lugar más amplio. No iba a pelear en un callejón estrecho donde estaría en desventaja. Las criaturas me seguían de cerca, gruñendo y jadeando mientras salíamos a las calles iluminadas por los postes.
El primero trató de atraparme, extendiendo sus brazos deformes hacia mí, pero fue inútil. Me agaché y pasé por debajo de sus piernas, moviéndome con rapidez hacia el siguiente. Salí disparada hacia él, saltando para clavar mi cuchillo directamente en su cabeza.
Desde su espalda, impulsándome con fuerza, salté hacia un tercero. Aterrizando en su hombro, deslicé el cuchillo por su espalda, dejando un corte profundo que lo hizo tambalearse.
Mi plan era simple: desesperarlos.
Si lograba hacerlos perder el control, cometerían más errores, y eso me daría la ventaja.
Y funcionó.
Poco a poco, las criaturas comenzaron a impacientarse. En su furia por atraparme, algunos comenzaron a golpearse entre ellos. Los empujones y zarpazos eran respondidos con gruñidos y más ataques. Para ser bestias sin cerebro, eran sorprendentemente rencorosos.
Con cada movimiento mío, los iba guiando hacia mi destino: una gran tienda.
Cuando finalmente todos estuvieron dentro, corrí hacia el panel de control de la alarma. Presioné el botón.
Un sonido ensordecedor llenó el aire, acompañado por el lento cierre de las puertas automáticas de la tienda. Las criaturas, distraídas por el ruido, no se dieron cuenta hasta que las puertas estaban casi cerradas por completo.
Corrí a toda velocidad hacia la salida. Mis piernas ardían, pero no me detuve. Al llegar a la puerta, me deslicé por el suelo, pasando justo a tiempo por una pequeña franja antes de que se cerrara completamente.
Las criaturas quedaron atrapadas.
Se lanzaron contra las puertas, golpeándolas con toda su fuerza. Sus rugidos llenaban el aire mientras el vidrio temblaba bajo el impacto, pero las puertas no cedieron.
Sonreí. Por fin, una pequeña victoria.
Pero mi sonrisa desapareció en cuanto lo escuché.
Un chillido agudo, familiar.
Mi corazón se detuvo por un momento. Ella.
Al levantar la vista, la vi. Estaba en las alturas, mirándome fijamente desde un edificio cercano. Papitas.
Sus ojos vacíos brillaban con esa pupila espectral, y el líquido negro que caía de ellos goteaba al suelo como si llorara sangre.
—Ugh... ¿acaso no te cansas? —dije entre dientes, apretando mi cuchillo con fuerza.
Sabía lo que venía. Si la vida quería que me enfrentara a ella otra vez, entonces no me quedaba más remedio.
—Está bien... vamos a terminar con esto.
Me preparé para enfrentarla. Una vez más...
Se lanzó hacia mí.
Por los enfrentamientos anteriores, ya conocía su patrón. Era predecible. Con un rápido movimiento, me hice a un lado, dejando que su embestida fallara y terminara estampándose contra el suelo.
No perdí el tiempo.
Corrí hacia ella y le clavé el cuchillo en la cabeza. Con fuerza y rapidez, lo saqué y continué apuñalándola en la espalda una y otra vez. Cada golpe era más desesperado, lleno de rabia y agotamiento.
Esta vez, finalmente parecía estar sintiendo dolor.
Eso era nuevo.
Pero no iba a dejarse vencer tan fácilmente. Con un giro rápido, lanzó su garra hacia mi rostro. Sentí un ardor intenso mientras sus uñas rozaban peligrosamente cerca de mi ojo. Por poco me lo arranca.
No terminó ahí. Antes de que pudiera reaccionar, me atrapó con sus brazos y piernas, sujetándome con fuerza. Con un movimiento brusco, me elevó hacia los cielos.
—Wow, ¿movimiento nuevo, eh? —murmuré entre dientes. A decir verdad, nunca había hecho algo como esto antes.
Por primera vez, estaba siendo completamente seria.
Mientras me llevaba más y más alto, intentó replicar lo que le hacía a sus víctimas: elevarlas al cielo para drenarlas de su sangre. Pero no iba a permitirlo.
Con mi mano libre, sujeté su rostro, forzando su boca a mantenerse cerrada. No iba a dejar que esos colmillos se acercaran a mí.
—¿Crees que voy a dejar que me hagas eso? —gruñí, levantando mi cuchillo.
Lo hundí en su rostro sin dudarlo, y luego seguí apuñalándola en cualquier parte de su cuerpo que pudiera alcanzar.
—¡Diablos, ¿por qué no solo mueres?!
El dolor finalmente pareció superarla. De repente, me soltó.
La caída libre me golpeó de inmediato, el aire frío azotándome mientras descendía rápidamente. Pero antes de caer, logré agarrarme a su pie.
—¿Qué pasa ahora, eh? —dije con una sonrisa sarcástica, aferrándome con fuerza mientras mi cuchillo seguía en mi otra mano—. ¿Tanto me buscas para luego soltarme? Oh no, querida. Esta vez acepto tu oferta. Vamos a estar juntas.
Con un movimiento rápido, clavé el cuchillo en su pantorrilla. El grito que soltó me hizo sonreír.
Usando el cuchillo como apoyo, escalé de nuevo hasta su altura, girándome hacia su espalda para continuar con las apuñaladas.
Ella trataba con todas sus fuerzas de deshacerse de mí, sacudiéndose y girando en el aire, intentando lanzarme al vacío. No voy a mentir, sentí un vértigo terrible. Pero no iba a soltarme.
Sin darme cuenta, mis piernas atraparon una de sus alas. La tensión en el aire cambió. Podía sentir cómo empezaba a perder estabilidad.
—Oh... —murmuré al darme cuenta de lo que estaba pasando.
Con su ala atrapada, Papitas empezó a descender lentamente, su vuelo cada vez más inestable. Pero a esta altura... la caída sería fatal.
No podía soltarla ahora. Si íbamos a caer, ella sería mi amortiguadora.
Me moví rápidamente, colocándome sobre ella. La sujeté con fuerza, asegurándome de que su cuerpo quedara entre el suelo y el mío.
El chillido de Papitas era ensordecedor.
Y luego, impactamos contra el suelo.
El golpe fue brutal.
Sentí el impacto recorrer todo mi cuerpo, pero ella absorbió la mayor parte. Diría que amortiguó la caída en un 75%. El otro 25%... fue directo a mis rodillas.
—Dios... cómo duele... —jadeé, sintiendo un dolor punzante en ambas piernas mientras intentaba incorporarme.
Miré hacia abajo. Papitas estaba tendida en el suelo. Su cuerpo no se movía, y un charco de esa sustancia negra y viscosa se extendía a su alrededor, formando un halo oscuro bajo su figura.
¿Estaba muerta?
—¿Está muerta...? —susurré en voz baja, sin atreverme a darlo por hecho.
No quería arriesgarme. No quería suponer nada demasiado rápido. Así que me levanté lentamente, cojeando un poco, y me alejé de ella mientras mantenía la mirada fija en su cuerpo inmóvil.
Me acerqué de nuevo al callejón, apoyándome en las paredes para no caer. Mis piernas ardían con cada paso.
El dolor era insoportable, pero no podía detenerme.
Mientras avanzaba, llegué al lugar donde antes había visto a esas bestias golpeando la puerta de metal. Ahora el camino estaba libre.
Con cuidado, me acerqué a la puerta. Cada paso hacía que el cansancio y el dolor pesaran más en mi cuerpo. Cuando estuve frente a ella, levanté la mano y di un par de golpes.
Nada.
Golpeé más fuerte esta vez, dejando que el sonido resonara por el lugar.
Sigo sin respuesta.
—¡Maldita sea! —gruñí entre dientes.
No había pasado por todo esto para no recibir nada. Retrocedí unos pasos, tomando aire. Con las últimas fuerzas que quedaban en mis piernas, di una patada fuerte contra la puerta. El golpe la hizo ceder, abriéndose con un estruendo metálico.
Lo primero que escuché fue el sonido de armas recargándose.
Cuando miré mejor, vi varias personas apuntándome con armas improvisadas: cuchillos, palos y algunas pistolas.
—¡Esperen, no es una de esas cosas! —dijo un chico con rasgos de lobo, deteniendo a los demás.
Me quedé inmóvil un momento, intentando procesar lo que veía. Había algo en esas caras que me resultaba familiar.
—¿Star? —dijo otro chico, esta vez de cabello azul.
—¿Parra...? —respondí, apenas creyendo lo que veía.
Era él.
Una sensación de tranquilidad me inundó de repente, como si el peso del mundo se aligerara un poco. Poco a poco, las demás personas comenzaron a salir de su escondite, mirándome con curiosidad. Reconocía a casi todos ellos, aunque había una cara nueva: el chico con los rasgos de lobo.
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.
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Todos eran amigos o conocidos de Capitán Gato o de meica. En el pasado, había interactuado con ellos, pero nunca había formado un lazo demasiado cercano. Verlos ahora era un alivio inesperado.
Encendieron las luces, iluminando el lugar. Entonces vi a más gente, más de la que había visto desde la primera aparición de Papitas. Vtubers, de diferentes grupos.
—Vaya... sí que hay gente aquí. Más de los que he visto en meses. —Mi voz sonó agotada, pero no podía ocultar mi asombro.
—Sí —respondió Parra, señalando a los demás—. Éramos un pequeño grupo, pero poco a poco nos fuimos reuniendo con más supervivientes hasta llegar aquí. Este edificio nos ha servido como refugio.
Miré a mi alrededor, reconociendo más caras. Vi a Hana Yomeguri, Nisha, Mai, pasando por Lin Kaimane y su hermano Flin, hasta llegar al único miembro de los Webones que vi: Kendo.
—Hemos tomado control del octavo y quinto piso —intervino el chico con rasgos de lobo—. Aunque el piso que más nos interesa es el sexto, porque ahí está la cocina.
—Ya veo... —respondí, intrigada por él—. ¿Cómo te llamas?
—Oh, mi nombre es Zero. También soy vtuber.
Zero.
El nombre me sonaba vagamente familiar. Entonces lo recordé: era uno de los afiliados de Owozu. Había entrado solo por tres días antes de que toda la compañía se viniera abajo por la famosa funa. Él, junto con otros, se separaron tras el incidente.
—¿Quieres comer algo? —me preguntó Zero.
—Oh... eh, no sé...
—¿Fuiste tú quien se llevó a todas esas bestias? —insistió, cruzándose de brazos.
—Sí... —respondí, todavía tratando de entender su repentina amabilidad.
—Entonces te mereces algo. Apuesto a que no tienes energías. —Zero sonrió levemente, aunque su mirada parecía estar analizando cada movimiento mío.
—Ahora que lo dices...
—Entonces siéntate en la mesa con los demás. Yo te traeré algo.
—O-ok...
Me dejé guiar por su voz y me dirigí hacia una mesa donde algunos de los demás estaban sentados. Mientras me hundía en la silla, sentí cómo el cansancio finalmente me alcanzaba. Mis piernas temblaban y mi cabeza daba vueltas, pero al menos, por primera vez en mucho tiempo, estaba entre personas.
.
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—N-no pensaba volverte a ver, Star... —dijo Lin, con un tono suave y nervioso, como si no estuviera segura de cómo iniciar la conversación.
Lin. Ella era la roomie de Rakkun, siempre amable y pura, demasiada pura diría yo
—Yo tampoco... uff... —murmuré mientras me desplomaba en la mesa, dejando que el cansancio me venciera—. ¿Rakkun está aquí también?
Lin bajó la mirada, jugueteando con sus manos.
—N-no... Estaba conmigo cuando nos encerraron en la isla, pero luego escuchó unos gritos y... se fue en esa dirección.
—Luego la encontré y volvimos a casa juntos —intervino Flin, su hermano, tratando de aliviar la incomodidad de Lin—. Intentamos llamarla después, pero... nada. No pudimos contactarla.
—Oh, ya veo... —murmuré, sintiendo una punzada de tristeza en el pecho—. Ella... estaba conmigo.
Lin abrió los ojos de par en par y se inclinó un poco hacia mí, su nerviosismo evidente en cada movimiento.
—¿E-en serio? ¿Y qué pasó?
—Será... algo largo...
Sin más, comencé a contarles todo lo que había vivido. A medida que relataba los enfrentamientos, la soledad y la constante lucha, podía notar cómo los ojos de Lin se llenaban de preocupación, sus manos apretando el borde de la mesa con fuerza.
Cuando terminé, dejó escapar un leve suspiro, aunque su rostro seguía reflejando inquietud.
—Y desde ese momento he estado sola —dije finalmente, recordando la última vez que tuve a alguien a mi lado.
—¿S-sola...? —preguntó Lin, llevándose las manos a la boca—. ¡E-es increíble que hayas sobrevivido tanto tiempo! Y-yo no podría hacer eso...
—Sí, en serio me sorprendes —añadió Hana, asintiendo mientras intentaba calmar la ansiedad de Lin—. A mí me cuesta mantener a raya a una de esas bestias, ¡y eso que sé boxeo!
—Bueno, a mí también me cuesta a veces —admití con una leve sonrisa mientras llevaba un trozo de pollo a mi boca—. Se podría decir que los enfrentamientos que tuve antes de todo esto me dieron algo de experiencia.
—Por cierto, ¿no han visto a Cap? —pregunté, cambiando de tema con la esperanza de recibir alguna buena noticia.
Mai alzó la vista, pareciendo recordar algo.
—Bueno... recuerdo haber visto a un chico con orejas de gato. Aunque no estoy segura de su cola... creo que era más como de lobo que de gato.
¿Mitad lobo y gato?
Me quedé pensativa un momento antes de que un nombre cruzara mi mente.
—Oh, debe ser Tn. Claro... ¿por qué pensé que estaba muerto? Ese tipo está loco, pero a veces tiene sus beneficios.
—¿Tn...? —preguntó Kendo, girándose hacia mí con curiosidad—. Recuerdo que los Webones y yo planeábamos mudarnos con él a una casa donde todos pudiéramos vivir juntos.
—¿Oh? ¿Y qué pasó?
—Bueno, pasó esto. —Kendo hizo un gesto amplio, señalando todo a su alrededor.
—No, me refiero a los Webones. Encontrarlos nos daría más fuerza.
Kendo negó con la cabeza, un atisbo de frustración en su rostro.
—Eso no será posible. Ellos fueron los primeros en evacuar cuando dieron el anuncio.
—Oh, rayos... —murmuré, apoyando mi codo en la mesa y llevándome la mano al rostro.
Lin asintió lentamente, todavía con la preocupación reflejada en su rostro.
—A-aunque... todavía queda gente poderosa por ahí... —murmuró con cautela—. S-solo espero que no lleguemos tarde y... que no estén convertidos en esas cosas...
—No creo... —respondí, aunque mi propia voz sonaba insegura.
De repente, una puerta se abrió con fuerza, llamando nuestra atención.
—¿Qué está pasando aquí? Escucho un montón de voces y... ¿Star? ¿Enana?
¿En serio? ¿Aún me van a llamar enana en medio de una maldita crisis?
—¡Emi! —exclamé, olvidándome de mi molestia por el apodo. Por fin. Por fin encontraba a alguien de mi grupo, Nugget SMP.
No pude evitar correr hacia ella y abrazarla con fuerza.
—¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estuviste? ¿Qué hiciste? ¿Dónde estabas? —le disparé preguntas sin parar, casi sin respirar.
Emi dejó escapar una risita mientras correspondía al abrazo.
—Wow, calma un poco. Son demasiadas preguntas en muy poco tiempo. —Se separó ligeramente y me miró con una sonrisa, la primera sonrisa genuina que había visto en días.
Por un momento, el peso de todo lo que había pasado pareció aligerarse
.
.
No sabría decir cuánto tiempo pasamos hablando. Por un momento, me sentí relajada, como si todo el horror del exterior no existiera. Era extraño tener algo de calma en medio de todo esto.
—¿Nova estuvo contigo? —pregunté, curiosa.
—Sí —respondió Emi—. Solo que nos separamos para abarcar más zona... ese plan falló cuando perdí contacto con él. Igual creo que sigue vivo, ese ruso está armado hasta los dientes.
Solté una pequeña risa.
—Sabes, sonará loco, pero... quisiera encontrármelo.
—No te culpo —dijo Emi, encogiéndose de hombros—. La poca gente que queda y, más que nada, que tú has estado sola durante todo este tiempo... hace que quieras ver a alguien, incluso si son malos amigos.
En ese momento, Zero se levantó de su asiento.
—Bueno, con una más creo que estamos listos —dijo.
—¿Listos para qué? —pregunté, algo desconfiada.
—Vamos al sexto piso, a la cocina. Nos estamos quedando sin recursos, y para mantener un grupo grande se necesita mucho.
—Bueno, tiene lógica. Ya descansé lo suficiente —respondí, estirándome un poco.
—En ese caso, vamos.
Así que Emi, Zero, Parra, Hana y yo nos dirigimos hacia las escaleras para subir al sexto piso.
Mientras subíamos, rompí el silencio con una pregunta:
—¿Cuál es el plan?
—Si encontramos una de esas cosas, la mantenemos a raya y la sacamos del edificio —respondió Parra, con un tono que intentaba sonar confiado.
Seguimos subiendo, el eco de nuestros pasos resonando por las escaleras metálicas.
—Conoces muy bien este lugar, Parra.
—Sí, es que Lily me invitaba seguido a pasar el tiempo aquí con sus amigas, hacer streams y cosas así.
—¿Sabes algo de ella?
Parra bajó la mirada, sus pasos vacilaron un poco antes de responder:
—Nada...
El silencio que siguió fue más pesado que antes.
Finalmente, llegamos al sexto piso. Una puerta simple de metal nos separaba de lo que había al otro lado.
—Entramos, y si no hay nadie, seguimos adelante —dijo Zero.
Abrimos la puerta lentamente, y lo primero que vimos fue una escena grotesca.
Un pasillo largo, oscuro y cubierto de sangre. Las manchas estaban esparcidas por las paredes y el suelo, algunas aún frescas, otras secas. El contraste con la penumbra del lugar hacía que todo pareciera sacado de una pesadilla.
—Parece sacado de un juego de terror —bromeó Parra, intentando romper la tensión.
—Sí... solo que esta vez es la realidad —respondió Zero con seriedad.
Nos colocamos en fila, avanzando lentamente por el pasillo. Cada paso resonaba en el silencio, acompañado por un ligero crujido bajo nuestros pies.
Restos de carne estaban esparcidos por el suelo. Por suerte, no parecían humanos, pero eran lo suficientemente perturbadores. También había fruta podrida y utensilios de cocina tirados aquí y allá.
Finalmente, llegamos a una puerta que decía "Bodega". Zero la abrió con cuidado, y el interior reveló varias cajas tiradas y latas desperdigadas por el suelo.
—Bien, parece que no lo saquearon todo —dijo Zero con un leve suspiro de alivio—. Escuchen: unos vigilan mientras yo y alguien más llevamos esto de vuelta abajo.
—Yo me ofrezco a ayudar —dijo Hana, adelantándose.
—Perfecto. El resto, vigilen.
Nos colocamos cerca de la entrada de la bodega, atentos a cualquier sonido o movimiento en la oscuridad. El ambiente era opresivo, como si algo nos estuviera observando desde las sombras.
Los sonidos del lugar eran mínimos, pero cada pequeño crujido hacía que mi cuerpo se tensara. Miré hacia las sombras más profundas, tratando de distinguir algo, cualquier cosa.
—¿Cuánto más van a tardar? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
—Lo que tengamos que tardar —respondió Zero desde la bodega, sin levantar la vista.
Seguí en mi posición, intentando ignorar el escalofrío que recorría mi espalda.
.
.
—¿Ya? —pregunté, sintiendo la impaciencia en mi voz.
—Sí, ya —respondió Zero mientras cargaba una de las cajas.
—Ok, supongo que eso es todo. Ya tenemos la comida. —Hana suspiró con alivio, mirándonos.
—¿Y si hay más? —intervino Zero, con una mirada que reflejaba su terquedad.
—No nos vamos a arriesgar por un poco más de comida —repliqué, mirándolo fijamente—. Esto es suficiente para unas semanas.
—¿Y quién sabe cuánto tiempo estaremos atrapados en esta pesadilla? —respondió, cruzándose de brazos—. Mínimo deberíamos asegurarnos para unos meses. Yo voto que sigamos.
—Yo no... —dije sin dudarlo.
—Yo soy neutral —respondió Parra, encogiéndose de hombros.
—Igual —añadió Hana.
Todos volteamos a Emi, quien levantó las manos en señal de rendición.
—Oh, por favor, no me hagan tomar la última decisión... —dijo con un suspiro—. En fin, tengo una moneda. Si sale cara, continuamos. Si no, nos largamos.
—Suena bien —dijo Zero con una sonrisa.
Emi lanzó la moneda al aire. La seguimos con la mirada mientras daba vueltas y vueltas... hasta que cayó en cara.
—Mierda... —murmuré entre dientes.
—Bueno, la moneda decidió. Sigamos. —Zero empezó a avanzar por el pasillo sin esperar respuesta.
Nos formamos nuevamente en fila y continuamos caminando. El aire se hacía más denso a cada paso. Las paredes, cada vez más rojizas, parecían latir como si el edificio tuviera vida propia.
—Si morimos, será tu culpa —dije, rompiendo el silencio.
—Deja de ser tan amargada —replicó Zero, sin detenerse—. Además, aquí no hay nadi...
Se interrumpió de golpe.
A lo lejos vimos una cola.
Una cola peluda que sobresalía de la esquina.
—¿Decías? —murmuré con sarcasmo.
—¿Lily...? —dijo Parra, su voz quebrándose un poco.
Lily. Una chica con partes de perro, la reencarnación de Siri, una vieja amiga que alguna vez tuve y que solía tener características de rana.
.
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"La curiosidad mató al gato..."
Je... en este caso, podríamos decir que la curiosidad mató a todos.
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Seguimos avanzando lentamente, el silencio roto solo por el eco de nuestros pasos. A medida que nos acercábamos, escuchábamos algo más.
Pasos.
Pesados. Lentos. Provenían de la cocina.
El corazón me latía con fuerza mientras Zero, el primero en la fila, se adelantaba para asomar la cabeza.
—¿Qué ves? —pregunté, susurrando, aunque mi voz apenas salió.
Zero no respondió. Solo se quedó congelado, mirando fijamente al interior.
—¿Zero...? —Parra lo empujó ligeramente.
Sin poder aguantar la incertidumbre, los demás también asomamos la cabeza.
Y entonces lo vimos.
Lilybell.
O lo que quedaba de ella.
Su cuerpo estaba horriblemente estirado, tanto que su cabeza casi tocaba el techo. Tenía que agacharse y andar en cuatro patas para caber. Sus brazos eran largos y deformes, con la piel tan delgada que podíamos ver claramente los huesos a través de ella.
La criatura estaba en la cocina, junto a una nevera tirada en el suelo. Con movimientos torpes y lentos, sacó un pedazo de carne de su interior.
Nos quedamos inmóviles mientras lo llevaba a su boca.
Pero entonces... lo escupió.
Un gruñido desgarrador llenó el aire. El sonido era tan fuerte que nos dejó aturdidos, sintiendo cómo el eco nos perforaba los oídos.
Me llevé las manos a la cabeza, tratando de recuperar el equilibrio. Ese no era un gruñido normal. Era como si estuviera cargado de rabia, frustración... y hambre.
—¿Q-qué mierda es esa cosa...? —pensé mientras dejaba de mirarla
¿Esa cosa horrorosa, deformada y maltratada era realmente mi amiga?
Mis manos temblaban mientras intentaba procesar lo que veía. Mi pecho se sentía pesado, como si algo invisible estuviera apretándolo.
—Se ve que no ha comido nada desde que se convirtió en eso... —murmuró Parra con un tono cargado de tristeza.
Volteé a mirarlo, y luego dirigí la vista de nuevo a ella. Lilybell, o lo que quedaba de ella, llevaba una verdura a su boca con manos temblorosas y huesudas.
Como antes, lo escupió, y con un movimiento violento golpeó el suelo con un ruido ensordecedor que nos hizo retroceder un paso.
—Por su tamaño, debe ser que no puede salir del edificio para cazar personas —dedujo Zero en voz baja, como si no quisiera atraer su atención.
La idea me heló la sangre.
—Bueno, ahora sí coincidimos en que es hora de irnos, ¿no? —dije, mi voz tratando de sonar firme pero traicionada por mi propio nerviosismo.
—Sí... —respondió Zero, finalmente cediendo.
Comenzamos a retroceder lentamente, nuestros pasos deliberadamente silenciosos. Cada movimiento parecía durar una eternidad. No queríamos atraer su atención, pero el miedo estaba en cada uno de nosotros.
Y entonces sucedió.
Un hacha de carnicero pasó rozando mi rostro, tan cerca que sentí el filo cortarme la piel ligeramente antes de clavarse con fuerza en la pared detrás de mí.
¡El sonido seco del impacto me hizo girar de inmediato!
Allí estaba ella.
Riendo.
La risa de Lilybell estaba tan distorsionada como su cuerpo. Un eco familiar que combina de forma aterradora con la monstruosidad en la que se había convertido.
Sin previo aviso, se abalanzó hacia nosotros.
Mis reflejos me salvaron, apenas logrando tirarme hacia el lado derecho mientras ella pasaba por el aire como un torbellino de huesos y carne deformada.
El resto del grupo se tiró hacia el lado izquierdo, evitando el ataque por muy poco.
Desde el suelo, levanté la mirada y vi cómo Lilybell se giraba hacia nosotros, su risa resonando nuevamente mientras su enorme cuerpo bloqueaba parte del pasillo.
Me puse de pie, sacando mi cuchillo.
Tenía un plan. Lo mismo que hice con las criaturas de la puerta: desesperarlas, hacerlas cometer errores y encontrar una oportunidad para atacar.
Pero con ella... todo era diferente.
Lilybell parecía tener un mejor sentido, casi como si pudiera anticipar mis movimientos.
Antes de que me diera cuenta, su mano deformada tomó mi pierna.
—¡Mierda! —grité, intentando liberarme.
Fue inútil. Con una fuerza abrumadora, me estampó contra el suelo. El impacto me dejó sin aire, pero no terminó ahí. Me agarró de nuevo, levantándome como si fuera un muñeco de trapo.
El siguiente golpe fue contra la pared.
La fuerza fue tal que dejó un agujero en el concreto, y antes de que pudiera siquiera reaccionar, me lanzó contra el techo, justo donde estaba el foco, que estalló en mil pedazos.
Finalmente, con un rugido, me arrojó con toda su fuerza contra el suelo, enviándome de rebote hacia la otra pared.
El dolor era insoportable.
Mis huesos gritaban. Cada parte de mi cuerpo ardía como si me hubieran prendido fuego. Intenté moverme, pero todo lo que pude hacer fue jadear y mirar cómo su enorme figura se acercaba de nuevo.
Me levantó una vez más, sosteniéndome a pocos centímetros de su rostro. La vi con detalle.
Sus ojos vacíos. No tenían ni siquiera una pupila blanca. Parecía estar mirando directamente a mi alma.
Y esa sonrisa.
No entiendo por qué esas cosas sonríen. ¿Es una burla? ¿Una forma de hacernos creer que todavía queda algo humano en ellas? ¿O, en el caso de Lilybell, era felicidad? ¿Estaba feliz porque, después de tanto tiempo, finalmente tenía algo que comer?
No lo sé.
Lo único que sé es que su boca se abrió, y sus dientes se hundieron en mi costado.
El dolor fue inmediato y devastador.
Grité.
Sentí cómo sus colmillos desgarraban mi piel y mis músculos, como si quisiera arrancarme medio cuerpo. Mis huesos crujían desde dentro, triturados por su mandíbula.
No podía hacer nada. Solo gritar.
Y entonces, un sonido seco llenó el aire.
Un disparo.
El impacto casi me deja sorda, pero fue suficiente para que Lilybell soltara su mordida. Mi cuerpo cayó al suelo como un saco de carne, mientras ella lanzaba un rugido de furia y giraba hacia su atacante: Zero.
Estaba de pie, apuntando con una pistola. Su rostro era una mezcla de determinación y miedo.
—¡Toma esto, maldita! —gritó, disparando una y otra vez. Las balas impactaron en su cabeza, en su pecho, en sus brazos deformes. Cada disparo hacía que la criatura retrocediera ligeramente, gruñendo de dolor.
Finalmente, Lilybell soltó un rugido ensordecedor y se lanzó hacia Zero.
Yo estaba tirada en el suelo, agarrándome el costado. Sentía que el dolor me consumía por completo, como si el mundo a mi alrededor se difuminara.
Entonces, Hana apareció a mi lado.
—Tranquila, estarás bien —dijo con voz firme pero suave.
Sacó un botiquín y comenzó a trabajar rápidamente. De este sacó vendas, un calmante y gasas.
—Toma esto. —Me entregó una pastilla, que apenas logré meterme en la boca y tragar.
Mientras Hana aplicaba presión sobre la herida, vi cómo Zero seguía enfrentándose a la criatura. Cada disparo resonaba en mis oídos, pero mi cuerpo estaba demasiado débil para moverse
Hana trabajó rápido. En cuestión de segundos, terminó de vendarme y me ayudó a levantarme.
—Quédate aquí. —Su tono era firme mientras me acomodaba sentada contra la pared—. Te soltaré un momento. Necesito ayudarlo.
Solo pude asentir mientras veía cómo corría hacia la criatura.
Zero estaba en peligro. Lilybell había logrado atraparlo con su pie deformado, impidiéndole moverse mientras intentaba apuntar.
Hana llegó con fuerza, lanzando un puñetazo directo a su estómago, lo que hizo que Lilybell soltara a Zero momentáneamente. Sin detenerse, Hana continuó golpeándola con rapidez, cada impacto empujándola un poco más lejos. Finalmente, con un movimiento decisivo, lanzó un golpe directo a su rostro, rompiéndole la nariz.
El rugido de Lilybell fue ensordecedor.
Estaba más enfurecida que nunca.
Cuando se preparaba para embestir a Hana, algo la detuvo: una telaraña.
—¡No tan rápido! —gritó Emi desde una esquina, lanzo una telaraña a su cabeza despues lanzo otra telaraña que atrapó su pierna y la hizo caer al suelo con un estruendo.
El plan era claro: inmovilizarla.
Pero Lilybell no lo iba a permitir.
Con un fuerte tirón, desgarró las telarañas que cubrían su cabeza y su pierna. Liberada, se lanzó directamente hacia Emi.
El sonido de un disparo resonó nuevamente por el edificio.
Zero, ahora de pie tras recargar su arma, disparaba sin descanso hacia la criatura. Lilybell se estaba desesperando. Su furia crecía con cada ataque que recibía.
Corrió hacia Zero una vez más. Hana y Emi se preparaban para interceptarla: Hana levantó los puños, y Emi se alistó para lanzar más telarañas.
Mientras tanto, Parra estaba conmigo, tratando de ayudarme a recomponerme.
—¿Oye, tienes un plan? —preguntó, su voz cargada de preocupación.
—Tengo uno —respondí, limpiándome el sudor de la frente—. Pero necesito que me cubran la espalda.
Me solté de Parra.
La criatura estaba completamente distraída con Zero y Hana. Este era el momento que necesitaba. Siempre había logrado cortar partes de las bestias como brazos o piernas, pero nunca había intentado ir directamente a la cabeza. Si quería terminar con esto de una vez por todas, tenía que hacerlo.
Con determinación, corrí hacia Lilybell y salté sobre su espalda, clavando mi cuchillo profundamente en su cuello.
Ella rugió de dolor.
Su enorme mano me tomó de inmediato, apretándome con fuerza mientras me alzaba frente a su rostro. Por un instante, me miró con esos ojos vacíos, como si pudiera ver directamente dentro de mí.
Y entonces, me metió en su boca.
El calor y la humedad me envolvieron al instante. Mis manos se aferraron desesperadamente a su mandíbula, tratando de impedir que la cerrara. Podía sentir sus dientes desgarrando lentamente la piel de mis manos.
—¡Maldita sea! —grité, luchando por mantenerla abierta.
Antes de que pudiera reaccionar, Parra saltó sobre su espalda. Con otro cuchillo, continuó el corte que había hecho antes. Su voz temblaba, pero logró pronunciar unas palabras:
—Perdóname, Lily...
La tristeza en su tono era palpable.
Lilybell rugió nuevamente, furiosa por el nuevo ataque. Con un movimiento brusco, lanzó a Parra lejos, su cuerpo golpeando contra una pared con un ruido seco.
Luego, con una de sus manos deformes, me empujó por completo dentro de su boca.
El interior era viscoso y oscuro.
El hedor era insoportable, una mezcla de carne podrida y humedad que me revolvía el estómago. Sentí cómo sus músculos intentaban arrastrarme hacia su garganta.
No iba a rendirme.
Con todas mis fuerzas, clavé mi cuchillo en su lengua, usándolo como un ancla para impedir que me tragara.
Podía sentir cómo intentaba cerrar su mandíbula para triturarme, pero usé mis brazos y piernas para mantenerla abierta, resistiendo con todas mis fuerzas.
El dolor en mis músculos era insoportable.
Mis manos estaban llenas de cortes profundos por sus dientes, pero no podía rendirme
—¡Escúpela! —escuché la voz de Zero gritar, entrecortada por el sonido de disparos.
No sabía a dónde estaba disparando, pero no podía preocuparme por eso. Toda mi concentración estaba en no ser devorada.
—¡Déjala! —gritó Hana, y desde dentro de la boca de la criatura podía sentir el impacto de sus golpes. Cada golpe sacudía mi prisión viscosa, pero no parecía suficiente para liberarme.
—¡Suéltala! —gritó Emi, lanzando una telaraña que se enredó en mi cuerpo.
Lilybell gruñó, irritada, y movió su mandíbula como si intentara cortar la telaraña.
Fue entonces cuando escuché una voz cargada de pesar:
—En verdad lo siento...
El sonido de una motosierra resonó por todo el pasillo.
Desde dentro de la boca de Lilybell, pude ver cómo la motosierra cortaba el aire, acercándose peligrosamente. Las vibraciones del metal me rozaron la piel, enviando un escalofrío por todo mi cuerpo.
Aprovechando el momento, Emi tiró de la telaraña, jalándome con fuerza fuera de su boca. El aire fresco golpeó mi rostro, aunque todavía estaba cubierta de esa sustancia viscosa y hedionda.
Parra estaba encima de Lilybell, sosteniendo la motosierra con ambas manos. El sonido era ensordecedor. La hoja dentada cortaba profundamente en el cuello de la criatura, expulsando chorros de esa sustancia negra y pegajosa en todas direcciones.
Lilybell luchaba con desesperación.
Intentó alcanzar a Parra con uno de sus brazos, pero Emi lanzó otra telaraña, atrapándolo y dejándolo inmóvil. Cuando quiso usar su otro brazo, Emi hizo lo mismo, cubriéndolo con más telarañas.
Zero no dejó de disparar. Esta vez, cada bala estaba dirigida al cuello de la criatura, intentando debilitarla aún más.
Hana, por su parte, se abalanzó sobre las piernas de Lilybell, sujetándolas con todas sus fuerzas para impedir que se moviera.
La criatura estaba completamente acorralada.
Yo, todavía temblando y cubierta de sangre negra, agarré mi cuchillo. No iba a quedarme atrás.
Corrí hacia Parra, y juntos continuamos cortando su cuello.
Los segundos parecían horas.
Cada movimiento de la motosierra y cada corte con mi cuchillo desgarraban más y más carne, hueso y venas. Lilybell seguía luchando, sus rugidos cada vez más débiles, hasta que finalmente...
Su cabeza se desprendió.
El silencio fue ensordecedor.
Lo único que mantenía la cabeza unida al cuerpo era un delgado tramo de columna vertebral, algunas venas desgarradas y un puñado de hilos de esa sustancia negra y viscosa que parecía moverse como si estuviera viva.
Nos quedamos mirando el cuerpo sin vida de Lilybell, jadeando y cubiertos de su sangre negra. Por un momento, nadie dijo nada.
—No hay forma de que esa cosa siga viva... —murmuró Zero, su voz cargada de cansancio mientras se limpiaba el sudor de la frente.
—Sí... no hay forma —secundó Hana, todavía jadeando.
—Ah~ qué bueno que terminó... —suspiró Parra, bajándose del cuerpo de Lilybell.
—¿Y ahora qué...? —preguntó Emi, rompiendo el silencio mientras miraba alrededor.
—Oigan, miren esto. —Zero señaló hacia la cocina, haciendo que todos lo siguiéramos con la mirada.
Nos acercamos, aún tensos, y allí lo vimos: otra bodega.
Cuando Zero abrió la puerta, nos encontramos con algo inesperado: estaba llena de alimentos.
—Esto... nos mantendrá a todos durante años... —dijo Hana, mirando incrédula las cajas perfectamente alineadas.
—Y dijiste que no valía la pena seguir —comentó Zero, lanzándome una mirada con una pequeña sonrisa.
—Por tu culpa casi muero —respondí, cruzándome de brazos.
—Ya, no perdamos tiempo —intervino Emi, agarrando una caja y rompiendo la tensión entre nosotros.
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03:54 AM
No estoy segura de cuánto tiempo pasó desde que matamos a Lilybell. Lo único que sé es que fueron horas. Horas cargando cajas, latas y medicinas.
Algunas de esas medicinas las usé yo misma para curarme por completo. El dolor todavía estaba allí, pero al menos podía moverme sin sentir que mis huesos se romperían en cualquier momento.
—Mira, unos guantes —dijo Emi, tomando un par de guantes de cuero que había encontrado.
Se veían de buena calidad: resistentes, con las palmas protegidas y los dedos libres. Emi intentó ponérselos, pero...
—Mmm... son demasiado pequeños.
—Déjame probarlos. —Tomé los guantes y me los puse. Me quedaban perfectamente. Como si estuvieran hechos para mí.
—Me los quedo —dije, probando el ajuste mientras apretaba las manos.
—¿De dónde los sacaste? —pregunté mientras examinaba los guantes más de cerca.
—Había un cuerpo en una esquina —respondió Emi—. Parece que era de un saqueador. Por lo que vi, probablemente se encontró con Lilybell... y bueno, ya sabes cómo terminó. Aunque me resulta curioso que no se lo haya comido.
Eso último me dejó pensando.
—Oigan, ya vámonos —dijo Zero desde el pasillo, cortando mi tren de pensamiento.
—Oki —respondí, siguiéndolos mientras cargábamos lo último de las provisiones.
.
.
.
El pasillo estaba en completo silencio, salvo por nuestros pasos.
Pero entonces, lo escuchamos.
Un rugido.
Un rugido profundo y gutural que resonó detrás de nosotros.
Nos detuvimos en seco, girándonos lentamente para mirar hacia atrás.
No... no puede ser verdad.
El cuerpo de Lilybell...
El cuerpo que habíamos dejado sin cabeza se estaba levantando.
Zero reaccionó primero. Levantó su arma, apuntó y apretó el gatillo.
Clic.
Nada. No tenía balas.
El cuerpo terminó de levantarse, tambaleándose por un momento. La cabeza colgaba a un lado, conectada solo por un hilo de carne y tendones. Con un movimiento espeluznante, Lilybell tomó su propia cabeza con una mano y la giro para que nos pudiera mirar
Y entonces sonrió.
Su sonrisa no era como las de antes. Esta era más amplia, más grotesca, y estaba acompañada por un brillo de puro odio.
El rugido que soltó fue aún más ensordecedor que el anterior.
Y luego... su cuerpo comenzó a cambiar.
La carne que antes estaba flácida y esquelética comenzó a llenarse, volviéndose más robusta. Sus huesos dejaron de sobresalir, y su piel comenzó a tensarse.
—No... —murmuré, incapaz de apartar la mirada.
El poco tiempo que estuvo mordiéndome, el poco de mi sangre que logró tragar, fue suficiente.
Lilybell ahora no solo estaba de pie... era más grande, más fuerte, y más peligrosa que nunca.
Nos quedamos congelados mientras su risa resonaba por todo el pasillo, una risa que parecía burlarse de nuestra desesperación.
—Esto no puede estar pasando... —dijo Emi en un susurro, retrocediendo lentamente.
.
.
.
Jeje... ¿qué se hace en estos casos?
Cuando todos estamos agotados, sin munición y con una bestia regenerada detrás de nosotros. Oh, ya sé...
¡Correr por tu maldita vida!
.
.
.
Corrimos. Ni siquiera queríamos mirar atrás. Cada paso resonaba en el pasillo mientras el rugido de Lilybell nos perseguía, llenando el aire con pura rabia.
Odié. Maldije. Mis piernas de enana, cortas y lentas, parecían burlarse de mi deseo de escapar más rápido.
Por un instante, sentí algo cerca de mí. La cabeza de Lily estaba justo a mi lado.
—¡¿Qué demonios?! —grité, tropezando ligeramente.
No era que ella fuera rápida... era que su cuerpo lanzaba la cabeza hacia nosotros como si fuera un proyectil, intentando mordernos y atraparnos. Si fallaba, la cabeza regresaba al cuerpo con un movimiento grotesco, como si la columna vertebral funcionara como un resorte.
Era horrible.
En mi desesperación, mis ojos buscaban frenéticamente una salida. Y entonces la vi:
Una ventana.
—¡Oigan! —grité, apenas girándome hacia ellos—. Espero verlos después.
—¿Qué planeas hacer? —preguntó Emi, pero no esperé para responderle.
Corrí hacia la ventana y me lancé.
El vidrio estalló en mil pedazos mientras mi cuerpo atravesaba la abertura. Sentí cómo los dientes de la criatura se cerraron en el aire, a milímetros de atraparme.
Por un momento, pensé que estaba a salvo.
Pero no.
Olvidé un pequeño detalle: estaba en un sexto piso.
La ventana me llevó de vuelta al callejón entre los edificios. Apenas había tiempo para procesar lo que estaba pasando antes de que mi cabeza chocara contra el edificio de enfrente. El rebote me devolvió al que acababa de abandonar.
Mi espalda raspaba contra la pared, intentando desesperadamente detener mi caída. Pero la gravedad no perdona.
Y caí.
Caí sobre un montón de botes de basura.
El ruido metálico resonó por todo el callejón, el eco amplificando mi desastrosa aterrizaje. Mis piernas absorbieron todo el impacto, y un dolor agudo atravesó todo mi cuerpo.
Quería gritar. Quería llorar.
Pero no podía. Estaba en el exterior, y sabía que cualquier ruido más fuerte de lo necesario atraería a más de esas cosas.
No sé cómo, pero me levanté. Mis piernas temblaban, y cada paso se sentía como si estuviera caminando sobre brasas.
Mientras trataba de orientarme y volver con los demás, sentí algo bajo mis pies.
Miré hacia abajo.
Un cuerpo.
Me congelé al darme cuenta de quién era.
Papitas.
—¿Qué...? —murmuré, retrocediendo un paso.
No se suponía que estaba en medio de la calle? ¿Por qué estaba aquí, en el callejón?
Y entonces sucedió.
Su cuerpo, inerte hasta hace un segundo, se movió.
Se estaba levantando.
Quería llorar.
El cansancio, la desesperación, la frustración... todo me golpeó de una vez. No quería volver a enfrentarla.
—Por favor, no... —susurré, mi voz quebrándose mientras daba un paso atrás.
Mis plegarias no fueron escuchadas.
Papitas se levantó completamente, lenta y temblorosa, como si su cuerpo todavía estuviera ajustándose. Luego se giró hacia mí.
Me miró.
—Mierda... —fue todo lo que logré decir.
Sus ojos.
No eran como los de Lily. No estaban vacíos, ni tenían esa sonrisa grotesca que me quitaba el aliento. Todavía tenía una pupila.
Pero eso no la hacía menos peligrosa.
Nos quedamos allí, mirándonos, como si por un momento ambas estuviéramos evaluando quién atacaría primero.
Papitas lanzó un chirrido y se lanzó hacia mí.
No hice nada para esquivarla. Estaba demasiado cansada.
Levanté los brazos en un intento débil de defensa, pero sus manos, ahora convertidas en garras, ya me habían atrapado. Sentí cómo sus uñas se hundían en mi piel, rasgando sin perforar.
Nos elevamos al cielo nuevamente.
Estaba tan débil que me tomó un segundo reaccionar.
—Vamos, Star... un último esfuerzo... —me dije a mí misma, obligándome a actuar.
Extendí mi mano hacia su rostro, empujándola para apartarla. Ella soltó un gruñido bajo, como una advertencia, pero mis ojos se posaron en otra cosa: sus alas.
Era mi oportunidad.
Extendí el brazo hacia una de sus alas y tiré con todas mis fuerzas. Como predije, comenzó a perder el equilibrio, y ambas caímos en espiral.
El impacto fue brutal.
Nos estrellamos contra un gran edificio de oficinas, atravesando varias ventanas. Pedazos de vidrio volaron por todas partes mientras nos separábamos en el aire, cada una cayendo en diferentes cuartos.
Mi cuerpo golpeó el suelo con fuerza.
Esta vez no tuve tanta suerte. Varios pedazos de vidrio se incrustaron en mi piel. Sentí el dolor punzante mientras intentaba ponerme de pie rápidamente, mi respiración entrecortada y jadeante.
Miré hacia la puerta que conectaba con el cuarto donde Papitas había caído. La bloqueé con lo que encontré.
—¿Ya... puedo tener un respiro? —murmuré, dejando caer mi peso sobre una silla cercana a una gran mesa. Estaba claro que había caído en una sala de reuniones.
Pero, como si el universo se burlara de mi agotamiento, escuché un ruido.
Un crujido, como si algo se estuviera rompiendo.
Volteé.
El ruido se detuvo.
Y entonces, Papitas atravesó la pared.
El impacto fue devastador, tirando abajo todo a su paso.
Con una velocidad inhumana, se lanzó sobre mí, y ambas terminamos sobre la mesa de reuniones.
Estaba desesperada.
Usé todas mis fuerzas para alejar su cabeza de mi cuello, luchando contra su intento de morderme. Mis brazos temblaban, y cada segundo sentía que estaba a punto de perder.
En medio de la desesperación, grité:
—¡¿Qué es lo que quieres de mí?! ¡¿Por qué no paras de acosarme?!
Entonces, se detuvo.
Nos quedamos mirándonos.
Por un momento, pensé que había reaccionado a mis palabras. ¿Era posible?
No lo sé. No es la primera vez que, durante nuestros encuentros, me mira fijamente antes de atacarme levemente.
De sus ojos, ese líquido negro viscoso comenzó a salir lentamente. Pero esta vez...
Parecía llorar.
Las lágrimas negras caían por su rostro, y de su garganta salió un sonido que me hizo estremecer. Era como el lamento de un perrito triste, distorsionado y roto.
Quise decir algo, pero no tuve tiempo.
Ella mordió mi cuello.
Otra vez.
Pero esta vez fue diferente.
Sus colmillos se hundieron suavemente, sin la brutalidad que esperaba. El dolor estaba ahí, pero no tan intenso. Era casi como si estuviera... probándome.
No chupaba mi sangre. Nunca lo hacía.
Solo mantenía sus colmillos en mi cuello, mordiéndome con una fuerza contenida.
He pasado por esto antes, y nunca he sabido qué pasaría si dejaba que continuara. Siempre había alguien para apartarla de mí en el último momento.
Pero ahora no.
Esta vez, estaba sola.
El tiempo se detuvo.
No sé si esto duele o qué, pero... es extraño.
Entonces, se detuvo.
Soltó su mordida, separándose de mí. Algunas gotas de mi sangre cayeron de sus colmillos, manchando mi rostro.
Nos quedamos así, mirándonos nuevamente.
Sonará raro, pero... me sentí tranquila.
De todas las criaturas infectadas que he enfrentado, ella es la más tranquila.
Sigue siendo peligrosa, sí. Pero hay algo en ella, algo que no logro comprender.
Por primera vez en mucho tiempo, no siento puro terror. Siento curiosidad
.
.
.
El sonido extraño, como si algo retorcido e inhumano estuviera arrastrándose, nos hizo girar a ambas.
Lo que vimos... no tenía explicación.
Un homúnculo.
Tres figuras unidas de manera antinatural.
La primera parecía una niña deforme, con fragmentos de una bolsa de papel en la cabeza. Estaba unida a la espalda de una figura más grande, con astas de ciervo que sobresalían de su cabeza. Y del vientre de esta última, emergía una tercera figura: la mayor y la más musculosa, con una cola de orca que se arrastraba tras ella.
¿Qué era eso?
El simple hecho de mirarlo me hacía sentir náuseas.
—¿Acaso son tus amigos? —dije con sarcasmo, intentando esconder mi propio nerviosismo.
No esperaba respuesta alguna, pero entonces escuché una voz débil.
—No...
¿Acaba de hablar?
Mi cuerpo se tensó de inmediato.
—¿Acabas de hablar...? —pregunté, con una mezcla de incredulidad y miedo.
Ella simplemente volvió a mirarme, sus ojos cansados y llenos de algo que parecía... pesar.
Entonces, su voz resonó nuevamente. Pero esta vez no fue un sonido normal. Fue dentro de mi cabeza.
—Perdón por lo que voy a hacer.
Mi mente no tuvo tiempo de procesar esas palabras antes de que Papitas bajara hacia mi abdomen y clavara sus colmillos profundamente.
El dolor fue inmediato. Pero... después de lo que había soportado con Lily, no me pareció tan insoportable.
Se separó.
La sangre goteaba de sus colmillos mientras retrocedía lentamente hacia el homúnculo. Sin previo aviso, lo atacó.
Papitas envolvió a la abominación con sus garras y dientes, y antes de que pudiera siquiera entender lo que estaba pasando, se la llevó volando.
¿Qué está haciendo?
Las criaturas infectadas no suelen atacarse entre ellas. A lo mucho, se gruñen o se empujan si hay algún rencor. Pero esto... esto era diferente.
Me levanté tambaleándome y miré por la ventana. A través de los cristales rotos, vi cómo Papitas luchaba contra el homúnculo mientras lo cargaba. Finalmente, lo soltó en un piso del edificio Oneeshi y se quedó observándolo un momento.
Entonces, me miró directamente.
Su mirada no era agresiva. Era como si intentara decirme algo.
Y sin más, extendió sus alas y voló hacia otra dirección, dejándome sola.
Por primera vez en mucho tiempo, di un largo suspiro. Estaba sola.
Al fin.
Me recosté contra la pared y cerré los ojos.
Quería descansar.
Por fin, un momento de tranquilidad.
.
.
.
Pero el mundo no me iba a dejar.
Unas gotas frías y viscosas cayeron sobre mi pierna. Abrí los ojos de golpe.
¿Qué es eso?
Una pequeña bola negra y viscosa estaba sobre mi pierna. Era idéntica al líquido que sustituía la sangre y las lágrimas de los infectados.
Por alguna razón, decidí tocarla. Era como un pedazo de gelatina.
La textura me resultaba extrañamente familiar. Era igual a un Space Cat. Esas criaturas gelatinosas del espacio, con pequeñas orejas de gato y antenas. La única persona que conocía que tenía conexión con ellos era Centi, con su Space Cat Nimu.
Pero mi mente volvió a la realidad cuando la bola saltó hacia mi abdomen.
Se movía como un líquido con forma.
Entró por la herida que me hizo Papitas.
—¡No! —intenté atraparla, pero era demasiado viscosa. Mis manos apenas podían agarrarla antes de que se escurriera y se deslizara bajo mi piel.
Un bulto comenzó a formarse en mi abdomen.
Lo vi moverse bajo mi carne, arrastrándose lentamente hacia mi cuello.
No podía hacer nada.
No tenía fuerzas.
Cuando llegó a mi cuello, se hundió por completo dentro de mí.
.
.
.
Comencé a toser.
Mi cabeza ardía.
Mi estómago se sentía como si estuviera inflándose. La humedad en mi piel era inusual, casi pegajosa.
Y luego... me desmayé.
.
.
.
Desperté a los pocos segundos, pero algo estaba mal.
Me sentía... diferente.
Mi cuerpo se movía, pero no porque yo lo decidiera.
Estaba caminando... en contra de mi voluntad.
Me detuve frente a una ventana.
Mi reflejo me miraba.
Mis ojos... mis ojos ya no eran míos.
Cuencas vacías, con pupilas blancas brillantes.
Quise gritar. Quise hacer algo. Pero mi cuerpo no respondía.
—No... —murmuré internamente, mi voz ahogada dentro de mi propia mente—. No quiero.
¡No quiero matar personas!
¡No quiero alimentarme de ellas!
No quiero que la gente sufra...
Pero esa cosa... esa cosa que ahora controlaba mi cuerpo saltó por la ventana.
Sentí cada golpe.
El dolor al aterrizar fue real. Pero eso no le importaba.
Seguía caminando.
fue entonces cuando estómago gruñó.
Estaba hambrienta.
que onda a toda la gente ¿les gusto el cap?
¿quieren que traiga mas?
¿me dan su opinión?
en fin, no tengo nada mas que comentar, aqui en esta historia no existen las escenas despues de la historia principal asique nos vemos
chau
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