Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Fin

A la mañana siguiente, me despierto con
Jungkook acurrucado a mi lado, y es la
mejor sensación del puto universo. Se ha quedado a dormir en casa y anoche nos quedamos hasta las cuatro de la mañana hablando, haciéndonos mimos y follando. Pero no es el sexo vacío sin
sentido que he estado practicando desde
que comenzó la universidad. El sexo con
Jungkook está cargado de sentido. No me hace sentir vacío sino todo lo contrario.

Lleno. Lleno de emociones que ni
siquiera puedo etiquetar.

Jungkook se agita en mis brazos y yo,
ausente, jugueteo con un mechón de su
cabello, enredándolo en mis dedos.

—Buenos días —dice, bostezando
mientras levanta la cabeza.

—Buenos días.

—¿Qué hora es?

—Las diez y media.

—Oh, no. ¿Nos hemos quedado
dormidos? ¿No tienes entrenamiento?

—No hasta dentro de unas horas.

—Ah, OK, mejor. Nos quedamos hasta supertarde anoche.

Salta de la cama y empieza a buscar
su ropa por la habitación. Yo sonrío, porque soy el responsable de que sus
pantalones estén encima de la cómoda y
de que sus boxers de estén echas una bola al otro lado de la habitación. Y
sí, me declaro culpable: arrastrarme y
suplicar también me pone cachondo.

—¿Te parece bien si invito a Morris
y Woozy al partido mañana? —Se sube
el boxer por sus piernas suaves y
desnudas y, estoy tan distraído por lo
que veo, que un nano segundo después de que formule la pregunta, se me olvida lo que ha dicho. Mi polla se empalma bajo las sábanas, formando una tienda de campaña; es como si quisiese llamar la atención de Jungkook.

Él suspira cuando la ve.

—Tú, ¿qué? ¿Tienes el sexo metido en la cabeza cada segundo del día?

—La verdad es que sí —admito, y subo y bajo las cejas—. ¿Porque te vistes? ¿No sería mejor que vinieses aquí y te sentaras sobre mi polla?

Me mira pasmado.

—Claro, si quieres me hago pis encima de ti…. —Cuando abro la boca, levanta la mano en señal de advertencia—. Y no te atrevas a decir que te mola eso, porque no voy a incluir el pis en
nuestra vida sexual.

Me pongo de lado y me río histéricamente.

—Relax —balbuceo entre risas—. La
lluvia dorada no es una idea que me vaya mucho.

Jungkook se ríe.

—Gracias a Dios.

Después de que salga al pasillo para ir al cuarto de baño, me arrastro reticente fuera de la cama y cojo un par de pantalones de chándal. Estoy
pensando que le voy a proponer ir al
diner a desayunar. Después de la
extenuante fiesta de sexo de anoche, me
fliparía tomarme un buen plato grasiento de beicon, salchichas y… y el
entrenador me matará si aparezco en el
entrenamiento lento y flojo por un
subidón de grasa. Puta dieta de
temporada.

Camino inquieto de un lado a otro por
la habitación mientras espero a que Jungkook salga del cuarto de baño, porque ahora soy yo el que necesita mear como una vaca. El zumbido de mi móvil me distrae de mi vejiga a punto de explotar, pero cuando veo el número de mi hermano parpadeando en la pantalla, mi buen humor mañanero se esfuma.

—Ey —dice Jae cuando respondo—.
¿Puedes pasarte por aquí hoy?

Ahogo un gemido.

—Tronco, tengo entrenamiento a la una y media.

—En ese caso, ven ahora. Acabaremos mucho antes que eso.

—¿Acabar qué? —preguntó con recelo.

—Ni idea. Papá dice que tiene algo importante que decirnos, pero no me da
ningún detalle más. Hyuk me está
cubriendo en el taller, así que trae tu
culo aquí, tío. No nos llevará mucho
tiempo.

Cuelgo sintiéndome más receloso que
antes. ¿Tiene algo importante que
decirnos? ¿Qué coño puede ser? Hace
que no tenemos una reunión familiar
desde… nunca. Mi padre nunca nos ha
sentado a hablar a los hermanos, ni de
algo serio, ni de nada.

Sigo con el ceño fruncido cuando
vuelve Jungkook, y la preocupación marca su expresión de inmediato.

—¿Todo bien?

Niego con la cabeza, despacio.

—Mi padre quiere sentarse con Jae y conmigo. Hoy.

—¿Hoy? Pero si tienes entrenamiento.

—Ha dicho que no llevará mucho
tiempo. Solo necesita decirnos una cosa.

—¿Deciros qué?

—No lo sé.

Se queda callado durante un momento.

—¿Quieres que te acompañe?

Su ofrecimiento me conmueve, pero
niego otra vez con la cabeza.

—No creo que él quiera que haya
nadie más allí.

—Obviamente —dice con una sonrisa
—. Pensaba que podría esperarte en el
coche. Así, si algo va mal, tendrás a
alguien con quien hablar en el camino de vuelta.

Dudo. No estoy seguro de querer asumir el riesgo de que Jungkook se tope con mi padre de repente.

Pero tampoco quiero estar solo.

—Vale —contesto, dejando escapar un suspiro—. Pero solo si te quedas en el coche. No sé en qué estado estará
cuando lleguemos allí.

Los dos estamos serios cuando dejamos la casa quince minutos después, y el tiempo de fuera coincide con nuestras expresiones pesimistas. El cielo está nublado y el aroma metálico en el aire insinúa una tormenta.

Mi inquietud va creciendo a medida que nos acercamos a Munsen, y cuando
llegamos al final del largo camino de entrada y aparco frente al bungaló, mis
nervios han formado una bola sólida e
inamovible en la boca de mi estómago.

—Ahora vuelvo —le digo a Jungkook
acercándome para besar su mejilla.

Sacude la cabeza.

—Tómate tu tiempo. —Desabrocha la
cremallera de su mochila, saca un libro
de psicología y lo sostiene en el aire—.
Te prometo que aquí estaré bien. No
intentes darte prisa por mí, ¿vale?

Exhalo un suspiro tembloroso.

—Vale.

Un minuto después, atravieso la puerta principal sin llamar. Me estremezco cuando el olor familiar a cerveza rancia llena mis fosas nasales.

Es increíble; es como si las paredes de esta casa estuvieran empapadas en
alcohol y fueran liberando poco a poco
el olor agrio en el aire.

—¿Seokjin? —La voz de mi hermano
llega por el pasillo—. Estamos en la
cocina.

Me dejo los zapatos puestos, un hábito de la infancia. He pisado demasiados charcos en los suelos y moquetas de esta casa empapando mis calcetines. Charcos que no eran siempre bebidas alcohólicas.

Sé que algo ocurre un instante después de entrar en la cocina. Jae y papá están sentados en la mesa de roble envejecido.

Sentados uno frente al otro.

Jqe está sorbiendo un café. Mi padre
tiene una botella de cuello largo de
cerveza frente a él, sus dos manos
rodean la base.

—Jinnie, siéntate —dice papá.

La cerveza no es una señal alentadora, pero al menos parece y suena relativamente sobrio. Y por sobrio quiero decir que no está desmayado en un charco de su propio vómito.

Me hundo en la silla más cercana sin
decir una palabra. Analizo la cara de mi
padre. Espero. Analizo la cara de Jae.
Espero.

—Chad Jensen vino a verme ayer.

Mi cabeza gira a toda velocidad hacia
mi padre.

—¿Qué? ¿Lo dices en serio? —¿Para
qué coño vendría el entrenador a hablar con mi padre?

Papá asiente.

—Me llamo preguntándome si podía
pasar un momento para charlar. Le dije
que sí, que por qué no, y vino ayer por
la tarde noche.

Sigo en shock. ¿El entrenador Jensen ha venido en coche hasta Munsen y se ha
reunido con mi padre?

—Yo no sabía nada de esto —dice
Jeff a toda prisa, obviamente
malinterpretando mi expresión—.
Estaba en casa de Kya cuando vino y
papá me lo ha contado esta mañana.

Ignoro las declaraciones de Jae.

—¿Qué quería? —pregunto con
desconfianza.

Las mejillas de mi padre se ahuecan
como si estuviera apretando los dientes.

—Quería hablar sobre posibles
soluciones.

—¿Soluciones para qué?

—Para el año que viene. —Su mirada
se queda fija en la mía—. Me ha
asegurado que no quería serirrespetuoso ni sobrepasar sus límites,
que entendía que el accidente de coche
hacía las cosas difíciles para mí y mi
familia, y que entendía por qué era
necesario que trabajaras en el taller
después de tu graduación. —Las manos
de mi padre aprietan más la botella—.
Pero tenía la esperanza de que hubiese
alguna posibilidad de que pudieras seguir jugando al hockey el año que
viene mientras ayudabas a tu familia.

Mis manos se enroscan formando dos
puños que aprieto con fuerza contra la
mesa, intentando controlar mi enfado. Sé que el entrenador lo ha hecho con buena intención, pero, ¡¿qué cojones?!

—También me pregunto por qué no
pedía la incapacidad si los daños del
accidente son lo suficientemente
importantes como para no dejarme
trabajar.

Puto Jensen. Ha sobrepasado los
límites DEL TODO.

—Tu entrenador no tiene ni idea de
que soy alcohólico, ¿verdad? —
murmura papá, y ya no me mira a los
ojos. Ahora mira fijamente a sus manos.

—No, no lo sabe —murmuro—. Solo
le conté lo del accidente. Y eso porque
necesitaba decirle algo para que no me
diese más el coñazo por no presentarme
a los drafts.

Mi padre eleva su mirada y busca de
nuevo la mía.

—Me tenías que haber contado que no
te habías presentado.

—¿Qué diferencia habría habido?

—Una enorme. Ya es jodido haberme
despertado la otra mañana llevando ropa interior limpia, arropado en la cama como un puto niño pequeño, sabiendo que ha sido mi hijo de veintiún años el que me ha puesto ahí. —Su cabeza va hacia Jae—. Y que mi otro hijo esté llevando mi negocio porque yo soy un desastre y no puedo llevarlo yo mismo. Pero, ¿ahora me estás diciendo que dejas pasar la oportunidad de jugar para los BRUINS, para así poder cuidar mi puto culo?

Respira con dificultad y sus manos
tiemblan tanto que está a punto de tirar
la botella. La levanta hacia sus labios y
toma un sorbo apresurado antes de
dejarla de golpe en la mesa.

Jae y yo intercambiamos una mirada
recelosa. Verlo beber provoca idénticas
expresiones en nuestras caras, lo que
hace a mi padre gemir de angustia.

—Maldita sea, no me mires así. Tengo que beberme esta mierda, porque la última vez que intenté dejar de beber de golpe acabé en el hospital con
convulsiones.

Cojo aire en un aliento estupefacto.

Jae hace lo mismo.

Papá me mira a mí, después a mi
hermano, y finalmente se dirige a
nosotros con un tono que suena
desesperado.

—Voy a volver a la clínica de
desintoxicación.

El anuncio es recibido con silencio.

—Lo digo en serio. He hablado con
una persona del centro estatal al que fui
la última vez y les he pedido que me
pongan en la lista de espera. Pero me
han dicho que justo se les ha quedado
una plaza libre cinco minutos antes demi llamada. —Resopla—. Si eso no es
una intervención divina, no sé qué puede ser.

Mi hermano y yo seguimos en silencio. Hemos escuchado esto antes. Muchas veces. Y hemos aprendido a no
sentirnos eufóricos.

Cuando se da cuenta de nuestros recelos, mi padre tensa su tono.

—Esta vez me quedaré en el centro.

Me aseguraré de hacerlo.

Hay una pausa de un segundo y después Jae se aclara la garganta.

—¿Cuánto tiempo dura la terapia?

—Seis meses.

Mis cejas se elevan a toda velocidad.

—¿Tanto?

—Con mi historial, piensan que será lo mejor.

—¿Interno? —pregunta Jae.

—Sí. —La expresión de papá parece
de dolor—. Dos semanas de
desintoxicación. Dios, no tengo ninguna
gana de que llegue esa parte… —
Después, niega con la cabeza como si se
estuviera obligando a volver a la
realidad—. Pero lo haré. Lo haré y lo
terminaré. ¿Sabéis por qué? Porque soy
vuestro PADRE.

Casi puedo ver oleadas de vergüenza
saliendo de él.

—Mis hijos no deberían estar cuidando de mí. Yo debería estar cuidando de vosotros. —Me mira con dureza—. No deberías renunciar a tus sueños por mí. —Se vuelve a Jae—. Ni tú tampoco.

—Todo eso está muy bien —dice Jae con tono cansado—. Pero ¿qué pasa con el taller? Incluso si la terapia funciona,
seguirás sin poder trabajar por lo de las
piernas. Puedes encargarte del tema
administrativo, eso sí, pero no de la
parte mecánica.

—Voy a solicitar la discapacidad. —Papá hace una pausa—. Y voy a vender el negocio.

Mi hermano NO parece contento con eso. Para nada. ¿Yo? Yo sigo aturdido
por todo lo que ha acaba de decirnos.

—Kya y yo solo nos vamos de viaje un par de años —dice Jae con tristeza
—. Quiero trabajar aquí cuando
volvamos.

—Entonces contrataremos a alguien
para que lo lleve hasta que quieras
volver. Pero ese alguien no va a ser tu
hermano, Jae. Y no vas a ser tú, si no
quieres serlo. —Desliza su silla hacia
atrás y se pone de pie con cuidado. Coge
el bastón apoyado en la pared—. Chicos, sé que habéis oído esto antes. Sé que será necesario mucho más que unas cuantas promesas para demostraros
que estoy hablando en serio.

Tiene razón.

—El coche del centro me viene a buscar en una hora —dice con brusquedad—. Tengo que hacer la maleta.

Jae y yo nos miramos de nuevo el uno
al otro.

Hostia puta. De verdad se va a un
centro de desintoxicación.

—No espero un abrazo de despedida,
pero estaría bien que me llamarais de
vez en cuando, para decirme qué tal os
va. —Mira a Jae—. Hablaremos del taller cuando haya hecho la maleta. No sé si deberíamos cerrar mientras estoy fuera, o si te apetece quedarte unos meses más. Si cerramos, te agradecería que terminaras los encargos para esta
semana.

Algo aturdido, mi hermano consigue
asentir una vez.

—Y tú… —Los ojos inyectados ensangre de mi padre se concentran en mí—. Más te vale ir al entrenamiento de los Providence Bruins. Jensen dijo que
básicamente es una prueba, así que no la cagues.

He estado en silencio durante tanto
tiempo, que me lleva un momento
encontrar mi voz.

—No lo haré —contesto con voz
ronca.

—Bien. Me lo cuentas cuando te llame en dos semanas. Es probable que no sepáis nada de mí antes. No llamaré
durante la desintoxicación. —Su voz
también es ronca—. Ahora, lárgate de
aquí, Jinnie. Tu hermano dice que tienes
cosas que hacer hoy. Jae, hablamos
en un rato.

Un instante después se marcha y
escuchamos sus dificultosos pasos irse
por el pasillo, en dirección a su
dormitorio. De repente me siento tan
aturdido como Jae, y una vez más, nos
miramos boquiabiertos el uno al otro
durante unos segundos.

—¿Crees que va en serio? —pregunta Jae.

—Desde luego lo parece. —Las viejas dudas empiezan a colarse en mí y tiñen mi voz de cautela—. ¿Crees que esta vez no volverá a recaer?

—Joder. Eso espero.

Sí, yo también. Pero mi padre me ha
tomado el pelo muchas veces en el
pasado. Me he dejado engañar por sus promesas y por su supuesta
determinación. El cínico en mí piensa
que tendremos esta misma conversación en un año o dos, o cinco. Y quizá la tengamos. O quizá se mantenga sobrio, vuelva a casa en seis meses y empiece a beber de nuevo. O quizá no.

De cualquier manera, soy libre.

Tomar conciencia de eso me golpea con la fuerza de un maremoto y casi me tira de la silla. No tendré que vivir aquí
en mayo. No tendré que trabajar aquí.
Papá va a pedir la discapacidad. El
taller, o se vende, o lo lleva otra persona hasta que Jae esté dispuesto a asumir el control. Y yo seré ¡libre!

Me pongo de pie de un salto, asustando a mi hermano

—Me tengo que ir. Mi novio me está
esperando en el coche.

Parpadea.

—¿Tienes novio?

—Sí. Te lo presento en otro momento.
De verdad me tengo que ir.

—Jinnie. —Su voz me detiene antes de
llegar a la puerta.

—¿Sí?

—Me darás una camiseta firmada
cuando entres en el equipo, ¿verdad?

Una sonrisa se extiende por toda mi
cara.

—Por supuestísimo que sí.

Salgo de la cocina con el sonido de la
risa de mi hermano a mi espalda y corro
hacia la calle. Desde el porche veo a Jungkook en la pick-up, con los pies
apoyados en el salpicadero y la nariz
enterrada en su libro de texto. Su visión
periférica debe de haber captado cómo
la puerta principal se abría de golpe,
porque levanta la cabeza y se gira hacia
el porche, y debo de seguir sonriendo
como un tonto, porque una pequeña
sonrisa curva sus sexys labios.

Bajo las escaleras del porche de dos
en dos y voy hacia la pick-up. Fuera
sigue haciendo un clima muy malo. Los árboles se balancean amenazantes. Las nubes son una masa espesa y oscura que ondula sobre mi cabeza. El cielo es más negro que gris.

Y sin embargo, mi futuro nunca ha
sido más luminoso.






♡♡♡

Si ya esta historia llego a su final solo hace falta el epílogo.

¿Qué les pareció?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro