8
Las mejillas de Jungkook van del color
blanco azucena al rosa pálido en
cuestión de segundos. Tiene la cara más
expresiva que he visto en mi vida,
muestra todo lo que siente a toda
velocidad y ni hablar de sus ojos grandes y brillantes. Agradezco que sea de fácil lectura, porque de lo contrario, su prolongado silencio tras mi último
comentario podría haberme dejado
preocupado. Pero la intriga que brilla en sus ojos confirma que no lo he asustado.
—¿En serio? —Arruga la frente.
—Sí. —Mis labios se curvan en una
pequeña sonrisa mientras doy un paso
hacia él —. ¿Y? ¿Vas a dejarme
hacerlo o qué?
La alarma revolotea en su rostro.
—Dejarte hacerme ¿qué?
—Hacer que te corras, hacer que lo disfrutes y que ardas de placer.
Estoy contento de ver cómo la
incomodidad en su expresión se funde en excitación.
Oh, sí, sí…, no lo estoy asustando para nada. Está cachondo.
—Eh… —Deja escapar una risa
ahogada—. Esta es la primera vez que
un chico aparece en mi puerta
preguntándome eso. Te das cuenta de lo
fuerte y loco que suena, ¿verdad?
—¿Quieres que hablemos de cosas
locas? Me he pasado todo el puto fin de
semana fantaseando con hacer esto. —
La frustración crece en mi pecho—.
Normalmente no soy un cabrón, ¿vale?
Puede ser que me mole divertirme y tal,
pero siempre me aseguro de que los amantes con los que estoy se lo pasen bien y disfruten.
Suspira.
—Yo me lo pasé bien.
—Te lo habrías pasado mejor si no
me hubiese pirado después de correrme.
Se ríe de nuevo y eso ME hace
suspirar.
—Me estás matando, precioso. Te
estoy contando que me muero de ganas de darte un orgasmo que te haga gritar y ¿te estás riendo de mí? —Sonrío—.
¿Acaso no acabas de confirmar que mi
ego es frágil?
Sus labios continúan temblando.
—Pensé que te tenías que ir —me
recuerda.
—Tardo diez minutos a la biblioteca
desde aquí, lo que significa que tengo
veinte minutos. —Mi sonrisa se vuelve
traviesamente diabólica—. Si no puedo
hacer que te corras en veinte minutos,
entonces está claro que estoy haciendo
algo mal.
Jungkook juguetea con la cinta de su bata; está visiblemente nervioso. Mi
mirada se centra en sus labios, que
brillan cuando saca un poco la lengua para humedecerlos. Las ganas de
besarlos bulle mi sangre, y la
expectación que se respira en el aire es
lo suficientemente densa como para
tensar mi garganta.
Doy otro paso.
—¿Y?
—Mmm… —Su respiración se
acelera—. Claro. Si quieres…
Una risa se me escapa.
—Vaya si quiero, joder. Pero, ¿tú
quieres?
—Eh, s… sí. —Se aclara la garganta
—. Sí.
Me acerco aún más y sus ojos arden
de nuevo. Me desea. Yo también a él,
pero le ordeno a mi polla, que va endureciéndose por segundos, que se
comporte. Esto no es para nosotros,
compañera. Es solo para él.
Mi polla me responde con unos cuantos espasmos, pero ni de coña voy a permitir que pase a la acción en este momento. Si fuese cualquier otro chico, podría sugerir un polvo rápido, pero a no ser que mi radar «detecta vírgenes» esté escacharrado, no tengo duda de que Jungkook no se ha estrenado aún. No solo no tengo el tiempo ahora mismo para eso, sino que tampoco estoy
particularmente ansioso por asumir la
responsabilidad de ser el primero.
Pero esto —agarro el cinturón del
albornoz y tiro de él lentamente—,
ESTO sí que lo puedo hacer.Y esta vez tengo la intención de hacerlo bien.
No abro el albornoz del todo. Solo
deslizo una mano por el hueco de la tela
y froto con suavidad la carne desnuda de su cadera. Él tiembla nada más
tocarlo. Sus ojos negris miran
fijamente mi cara con intensidad, y
cuando mi mano vuelve a acariciarlo
con delicadeza, gime en voz baja y se
acerca más a mí.
—Sube a la cama —digo con voz
ronca empujándolo suavemente hacia
atrás.
Se sienta en el borde, pero no se
tumba. Su mirada sigue puesta en mí,
como si estuviera esperando a que le diera otra orden.
Suelto aire, me arrodillo frente a él
y le doy al albornoz un último tirón,
haciendo que caiga de sus hombros. El
oxígeno que acabo de liberar entra de
una bocanada en mis pulmones. Dios de
mi vida. Su cuerpo desnudo hace que mi
polla duela. Su cuerpo esta bien trabajado, con una cintura diminuta
caderas anchas, muslos suaves, y unos pectorales de en sueño, coronadas con unos preciosos pezones rosados. La saliva inunda mi boca mientras me inclino para pasarle la lengua por un pezón. No puedo controlarme. Necesito saborearlo.
—Oh, joder —gruño contra el pezón
hinchado, antes de chuparlo entre mis
labios.
Jungkook gime, arqueando la espalda y
empujando su pecho dentro de mi boca.
Dios, quiero chuparle los pezones y jugar con ellas todo el día. Siempre he sentido debilidad por los pectorales grandes y la idea de quedarme aquí en esta posición durante toda la eternidad lanza un fogonazo de calor a la punta de mi polla. Pero el imprudente balanceo de las caderas de Jungkook me recuerda que en este caso el tiempo es oro, y que ni de coña pienso largarme de aquí hasta que no se corra.
Libero su pezón con un chasquido y le
pongo mis manos en los muslos. Unos muslos perfectos.
Tiemblan bajo mis dedos y me provocan
una sonrisa.
—¿Estás bien?
Él asiente con la cabeza sin decir
nada.
Satisfecho de que todavía esté de
acuerdo con lo que está pasando, le abro más las piernas, me deslizo más cerca del suelo y acerco mi boca a su polla ya dura.
Erección instantánea.
Joder, me encanta el sabor de Jungkook.
La primera vez que chupe un polla
tenía quince años, y me puso tan
sumamente cachondo que me corrí en los pantalones. Ya no me corro tan rápido, pero no puedo negar que sentir la polla palpitante y caliente de Jungkook bajo mi lengua me pone la polla más dura que un palo.
Lamo y succiono a golpes lentos y provocativos que le hacen gemir. Se
desploma sobre los codos y miro hacia
arriba para descubrir que ha cerrado los ojos. Sus labios están separados, su
pulso late visiblemente en el centro de
la garganta, y eso es todo lo que necesito
para seguir adelante.
Mi lengua recorre su hendidura hasta
llegar a sus huevos los cuáles me encargo de chupar poco a poco acercándome a su entrada. Sin pensarlo mucho meto mi lengua dentro de él. El cuerpo de Jungkook se arquea y deja salir un gemido agudo.
Dios. Quizá sí DEBERÍA preocuparme porque se pudiera repetir el antiguo incidente de mi primera vez y acabe corriéndome en los pantalones, y es que mis huevos están tan apretados que están cerca de desaparecer.
Aprieto los cachetes del culo para
controlar el hormigueo salvaje que nace
en la base de mi columna vertebral y me concentro en que el disfrute. Mientras que me entretengo en jugar con la entrada de Jungkook mi mano se dirige a la erecciónde Jungkookla cual me pide atención.
Agitando suavemente mi lengua contra él, besando, chupando…, midiendo cada
una de sus respuestas para aprender lo
que le gusta. Lento y suave, resuelvo.
Sus gemidos son más desesperados y sus
caderas se mecen más rápido cuando lo
provoco.
Pero el hecho de provocarle, me
provoca a MÍ, y ahora mi polla está
presionando con fuerza contra mi
cremallera. Probablemente, cuando
acabemos con esto, tendrá la marca de
la cremallera en toda su extensión.
Meto con cuidado la punta de mi dedo
índice dentro y de inmediato me siento
recompensado con un grito gutural.
—¿Te gusta? —murmuro, mirando en
su dirección.
Sus párpados están entornados.
—Mmmmmm.
La satisfacción me golpea,
incitándome, aumentando aún más mi
determinación a hacer que pierda el
control. Retomo mi tarea. Caricias
suaves y lánguidas en su polla.
mientras mi dedo entra más y más, hasta que por fin está completamente dentro de él.
Está muy apretado. MUY
apretado. Y calido. Dios. MUY
APRETADO.
Y si no llega al orgasmo pronto, mis
pantalones van a acabar también
empapados. Estoy tan cerca de explotar que…
—Ya, ya… —gime él.
Y ya te digo que si ya. Se está
corriendo en mi mano manchando mi mano y su propio abdomen mi entras que su lindo agujero me aprieta el
dedo como un guante de acero. No es de
los que gritan mucho. Tampoco de las de gimen a tope, pero los sonidos
entrecortados que salen de su boca son
más sexys que cualquier ruido de
estrella porno que he escuchado jamás.
Lo acompaño en su orgasmo,
Lamiendo el semen que quedo en su polla y abdomen, Jungkook se queda quieto mientras se estremece en
silencio en la cama. Varios segundos
después, comienza a reír, retorciéndose
mientras trata de deshacerse de mi contacto.
—Demasiado sensible —suelta.
Levanto la cabeza con una sonrisa.
—Lo siento.
—Oh, Dios mío, no está permitido
que digas eso en este momento. No
después de… —Aspira una bocanada—.
Ha sido… increíble. —Tarda en
sentarse y sus ojos están nublados de
placer y tienen un bonito brillo en ellos —. No sé qué más decir. En serio.
¿Gracias?
La risa cosquillea mi garganta.
—¿De nada?
Mis piernas se sienten inusualmente
débiles cuando me pongo de pie. Sigo
con una empalmada brutal, pero el
despertador de la mesilla de noche
revela que tengo once minutos para llegar a la biblioteca. En cualquier otra
circunstancia, no me preocuparía llegar
tarde, pero este es el último grupo de
estudio antes del examen final de
Marketing de mañana, y no puedo darme el lujo de hacer pellas. Ya voy al
examen con un 5 en el curso, y
suspender es una posibilidad que me
acojona y un resultado que me niego a
permitir. El curso es un requisito
indispensable para la graduación y no
tengo intención de volver a hacerlo el
año que viene.
—Me tengo que ir o voy a llegar tarde
al grupo de estudio. —Me encuentro con
sus ojos—. ¿Me puedes dar tu número?
—Oh. Eh…
Su vacilación desencadena en mí una punzada de ansiedad. ¿Una de las raras veces que le pido el teléfono a alguien y no está seguro de si dármelo o no?¿Después de haberle hecho subir a las
estrellas?
Dios. ¿Me está fallando mi estilo?
Levanto una ceja, mi tono de voz
adquiere un punto desafiante.
—A no ser que no me lo quieras dar.
—No. Quiero decir, sí, sí que quiero.
—Se muerde el labio inferior—. ¿Te lo
doy ahora?
Fuerzo una risa que espero suene
ligona y no nerviosa.
—Ahora estaría bien. —Cojo mi
teléfono del bolsillo trasero de mi pantalón y abro una nueva página de
contacto—. Dime.
Jungkook enuncia una serie de números.
Lo hace tan rápido que tengo que pedirle que se detenga y lo repita. Escribo su nombre y le doy a OK; a continuación guardo el teléfono.
—Quizá podríamos vernos de nuevo
en algún momento, ¿no? Podríamos ver
la siguiente de Jungla de cristal.
—Sí, claro. Suena muy bien.
¿En serio? ¿Otro «sí, claro»?
¿Qué hay que hacer para sacarle un
«¡ME ENCANTARÍA!» a este chico?
—Vale. Guay. —Trago saliva—.
Entonces supongo que te llamaré.
Él no dice nada y el silencio queda
entre nosotros, me siento abrumado por una ola de incomodidad.
Y entonces, me agacho un poco y hago
la cosa más estúpida jamás vista, lo que
es un montón, porque vaya si he hecho
méritos en estupidez en los últimos
años.
La beso en la frente.
No en los labios. Ni en la mejilla. ¡En
su puta FRENTE!
Cojonudo, hermano.
Me mira divertido pero no le doy la
oportunidad de que comente mi absurdo impulso.
—Te llamo —murmuro.
Y por segunda vez en tres días, dejo
el dormitorio de Jungkook sintiéndome
como un imbécil.
***
La clase magistral de Psicología dura
tres horas, y honestamente puedo decir
que no he escuchado ni una palabra de
lo que ha dicho el profesor. Ni una sola
palabra.
Durante ciento ochenta minutos, todo
lo que he hecho ha sido recordar cada
increíble segundo de cada cosa increíble
que Jin me ha hecho esta mañana.
¿Se puede nominar a alguien para que
le nombren santo? ¿Cuáles son los
requisitos? ¿Se puede nominar la LENGUA de alguien para que la nombren santa? ¿O quizá exista un premio al mejor orgasmo
otorgado por el Departamento de
Sexualidad?
Si es así, Jin merece ganar.
Todavía me desconcierta que se
presentara en mi puerta, prácticamente
EXIGIENDO que le dejara darme un
orgasmo. Supongo que su ego es tan
sensible como decía el artículo de la
Cosmo, pero ¿sabes qué? Me pareció
que tenía cierto encanto. Y resulta
extrañamente satisfactorio que alguien
con la autoestima tan alta como Kim Seokjin en realidad haya dudado de sus
proezas sexuales.
Es gracioso. Hace menos de una
semana me estaba lamentando de la falta de emociones chulas en mi vida y ahora mira: jugadores de hockey sexys
aparecen en mi puerta para ponerme
mega cachondo.
A tomar por saco. El premio me lo
doy a mí mismo.
Jin sigue dominando mis
pensamientos cuando me encuentro con
Yungyeom y las otras chicas para el
almuerzo. Me uno a ellas en nuestra
mesa de siempre, la que está contra la
pared del fondo del amplio comedor.
El comedor Carver Hall es mi lugar
favorito del campus. Quien lo diseñara
no debió de prestar mucha atención al
resto de edificios del campus, porque
Carver Hall no tiene nada que ver: tiene
un rollo a chalet rústico. Techos altos,paredes con friso de madera y unas lámparas ornamentales que arrojan un suave resplandor amarillo sobre el cuarto en vez de las lámparas de luz fluorescente que se ven en el resto de los comedores. Y está a solo dos
minutos de mi residencia, lo que
significa que tengo la oportunidad de
disfrutar de su esplendor todos los días.
Pongo mi bandeja sobre la mesa y
abro la lata de refresco mientras me
siento en una silla vacía.
—Ey —saludo—. ¿De qué estamos hablando?
Yungyeom, Jess y Maya se callan al
instante. Las expresiones de sus rostros
reflejan destellos de secretismo que me
dicen exactamente cuál era el tema deconversación.
YO.
Entrecierro mis ojos.
—¿Qué está pasando?
Yungyeom eleva la mirada tímidamente.
—Vale, no te enfades pero… les he
contado lo de Jin.
El cabreo empieza a inundarme, pero
está dirigido sobre todo a mí mismo. No
sé por qué me molesto en contarle a
Yungyeom cosas privadas. Pedirle que
guarde un secreto es como lanzar una
pelota y pedirle a un perro que no la
persiga. Pues bien, yo he lanzado la
maldita pelota y ahora Yungyeom viene
corriendo con ella en la boca. Y este
año resulta que ha conocido, y se ha hecho mejor amigo, a dos chicas a las
que les mola el cotilleo incluso más que
él. Jess y Maya pasan tanto tiempo
diseccionando la vida de los demás que
deberían crear una web y hacerle a
Perez Hilton la competencia.
—Entonces, ¿es cierto? —pregunta
Jess—. ¿En serio te has liado con él? No sabía que le iban los chicos.—lo último lo dice más como un susurro para ella misma.
Me siento incómodamo hablando de
Jin con ellas, pero conozco a estas
chicas y no van a dejarme en paz hasta
que les dé algo de información.
Intentando parecer casual, giro unos
fettuccini en mi tenedor y tomo un
bocado. Entonces miro a Jess y le digo:
—Sí.
—¿Eso es todo? ¿SÍ? —parece
horrorizada—. ¿Eso es todo lo que vas adecir?
—Ya os lo dije chicas, está siendo
muy, muy discreto con él. —Yungyeom
sonríe—. Está claro que tenemos que
recordarle a Jungkook la regla número uno de la amistad, también conocida como «la regla de no escatimar en detalles cuando uno se enrolla con el tío más bueno del campus».
Mastico la pasta.
—Yo no soy de los que hacen algo y
van por ahí contándolo.
Maya toma la palabra con cierto tono
de burla en su voz.
—Bueno, ya sabes, teniendo en cuenta
la falta total de información, uno podría
pensar que ni siquiera ha pasado.
¿UNO podría pensar?
Mi cabeza gira hacia Yungyeom.
Increíble. ¿Eso es lo que está soltando
por ahí? ¿Dejando que la gente se crea
que soy un loco mentiroso compulsivo?
Yungyeom se apresura a defenderse de
mi acusación tácita.
—Oye, que eso ya lo aclaramos,
¿recuerdas? Me creo totalmente que te
hayas liado con él, cariño.
—Dos veces. —La confesión se me
escapa antes de que pueda detenerla.
Mierda.
La mandíbula de Yungyeom se abre de
pronto.
—¿Qué quieres decir con eso de DOS
VECES
Me encojo de hombros.
—Volvió esta mañana.
Mis palabras consiguen dos jadeos,
seguidos por dos chillidos agudos de
Jess y Maya. Yungyeom sigue
extrañamente tranquilo, pero cuando
analizo su expresión, me resulta
imposible descifrar nada.
—¡Oh, my God! ¡¿En serio?! —
exclama Jess.
—¿Cuándo fue eso? —pregunta
Yungyeom.
Su tono es demasiado educado como
para no ponerme los pelos de punta.
—Justo después de que te fueras a
clase. Pero no se quedó mucho tiempo.
Sus ojos oscuros siguen entrecerrados.
—¿Al menos esta vez te ha dado su
número de teléfono?
—No —admito—. Pero ahora él sí
tiene el mío.
—Así que aún no tienes forma de
localizarlo. —No es una pregunta. Ni
siquiera es una afirmación amable. Hay
cierto tonito de duda en su voz y, cuando miro al otro lado de la mesa, es
imposible no descifrar la sonrisa que
hay en el rostro de Maya.
No me creen.
Yungyeom podrá negarlo hasta la
saciedad y dar marcha atrás hasta salir
de Corea, pero mi mejor amigo
todavía piensa que me lo estoy
inventando. Y ahora está reclutando a nuestras amigas para que duden de mí
también.
¿Nuestras amigas?
El tono despectivo de mi voz interior
me ha planteado un buen asunto a
considerar, y cuando le doy otra vuelta
en mi cabeza, de repente caigo en que no puedo pensar en una sola persona con la que haya estado este año que no me la haya presentado Yungyeom. La única vez que invité a algunas personas de mi clase de Literatura Inglesa a venir a nuestra habitación, Yungyeom estuvo riendo y charlando con ellos toda la noche, les dijo que se lo había pasado genial y después, cuando se fueron, me dijo que eran aburridos y que no se me ocurriese traerlos otra vez si estaba él.
Ay, mierda. ¿Por qué permito que
dirija mi vida así? Lo toleraba en el
instituto porque… Joder, ni siquiera sé
por qué lo toleraba. Pero ya no estamos
en el insti. Esto es la universidad y
debería poder pasar mi tiempo con
quien me diera la gana, sin que me
preocupe lo que Yungyeom piense de
nadie.
—No —respondo con los dientes
apretados—. No tengo forma de
localizarlo. Pero no te preocupes, estoy
seguro de que mi rollo imaginario se
pondrá en contacto conmigo, tarde o
temprano.
Él frunce el ceño.
—Jungkook…
—Voy a la resi a trabajar en mi
proyecto. —Mi apetito ha desaparecido.
Cojo mi bandeja a medio terminar y me
levanto—. Hasta luego.
Quizá soy una ingenuo, pero pensé
que la universidad sería diferente. Pensé que todos los cotilleos y puñaladas por la espalda y toda esa mierda dejaría de existir una vez acabara el instituto, pero supongo que uno se puede topar con chicas malas en cualquier nivel del sistema educativo. Es como visitar una granja: si vas allí sin esperar ver montones de mierda de vaca por todas partes, prepárate para un duro despertar.
Y ahí va una buena pregunta para el
examen de acceso a la uni: «ESCUELA es a CHICAS MALAS lo que GRANJAS es a _______».
Mierda. La respuesta a eso es
MIERDA.
Yungyeom me alcanza en el momento en el que salgo fuera, sus botas
repiquetean en la piedra caliza mientras
se apresura hacia mí.
—Jungkook, espera.
Mi mandíbula se tensa cuando me doy
la vuelta.
—¿Ahora qué pasa?
El pánico ilumina sus ojos.
—Por favor, no te enfades conmigo.
Odio cuando te enfadas conmigo.
—Vaya, siento que estés disgustado,
Yungyeom. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?
Su labio inferior tiembla.
—No tienes que ser sarcástico. He
venido aquí a pedir disculpas.
Por el amor de Dios, si se lanza a
montar su show de lágrimas de
cocodrilo me puede dar algo, en serio.
—No voy a tener esta conversación
contigo otra vez —le digo con frialdad
—. Me da igual que pienses que estoy
mintiendo. Yo sé que no es así y es todo
lo que me importa, ¿vale? Solo sé que
me resulta increíblemente insultante que mi mejor amigo desde que tengo seis años crea que yo…
—Estoy celoso—exclama.
Paro de hablar.
—¿Qué?
Su rostro se derrumba cuando
nuestras miradas se encuentran. Baja la
voz y a continuación repite sus palabras.
—Estoy celoso, ¿vale?
El infierno debe de haberse congelado. No hay otra explicación para lo que estoy escuchando. En trece años
de amistad, Yungyeom nunca ha admitido estar CELOSO de mí.
—He estado intentando ligarme a
Yoongi durante todo el año —se lamenta
—. Todo el puto año detrás de él y no
sabe que existo; y tú acabas de
enrollarte con su mejor amigo sin ni
siquiera INTENTARLO. —Una mirada
extrañamente vulnerable suaviza sus
rasgos—. Me he comportado como una puta total y lo siento mucho. Me sentía
inseguro y lo he pagado contigo y no es
justo, pero, por favor, no te enfades
conmigo. El miércoles es tu cumpleaños.
Quiero celebrarlo contigo y quiero que
todo esté bien entre nosotros de nuevo
y…
Lo interrumpo con un suspiro.
—Todo está bien, Yungyeom.
—¿De verdad?
La ira que había estado fluyendo
libremente por mis venas se disipa
cuando observo su esperanzada
expresión. ESTE es el Yungyeom en la que he invertido trece años de mi vida. Él chico que me escuchó hablar durante
horas de mis amores de instituto, el que
me llevaba los deberes a casa cuando estaba enfermo, él que me enseñó a
maquillarme y él que amenazaba con
partirle la cara a cualquiera que me
mirara mal. Puede ser egoísta y
superficial a veces, pero también es
increíblemente leal y superdulce cuando se le cae la careta de chico malote y guay.
Toda la desagradable movida que
acaba de pasar allí con Jess y Maya
sigue escociendo, pero no puedo tirar a
la basura años y años de amistad por
algo tan trivial.
—Todo está bien —le aseguro—. Te
lo prometo.
Una brillante sonrisa llena su cara.
—Guay. —Lanza sus brazos alrededor de mi cintura y me da un abrazo de oso que casi me hace vomitar
—. Y ahora, vámonos a casa. Quiero
que me cuentes todas las guarradas que
Kim Seokjin te ha hecho esta mañana.
Con ABSOLUTO detalle.
^^^^
Okis es te va a ser mi último capitulo del día de hoy. Adiós
(^^)/
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro