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34

Nada más terminar mi examen semestral de Psicopatología, salgo corriendo del auditorio como si estuviera intentando escapar de un incendio forestal.

Mi padre no es del tipo de persona
que reacciona de forma exagerada o se
regodea en el melodrama. Es una
persona sensata al máximo e
irritantemente honesto. Pero tiene la
exasperante tendencia a quitarle importancia a las crisis en lugar de
admitir que la mierda ha llegado al
punto en el que salpica. Así que cuando
me llamó esta mañana para sugerirme,
como el que no quiere la cosa, que me
asegurara de que mi novio estaba bien,
supe inmediatamente que algo andaba
mal.

A decir verdad, lo sé desde antes de
la llamada de teléfono. El mensaje de
disculpas que Jin me envió anoche fue lo que desencadenó mi preocupación, pero cuando le presioné para que me contara más cosas, él insistió en que todo iba bien y me dijo que simplemente tuvo que quedarse con su padre más tiempo de lo que había
pensado en un principio. También insistió en que sentía muchísimo no
haber podido llegar a cenar, ni haberme
llevado de vuelta al campus.

Me fui a la cama incapaz de combatir
la persistente sospecha de que algo malo
había pasado, y ahora, con la llamada de atención sutil de mi padre, mis
sospechas se confirman. Precisamente
por eso decido ir en taxi a casa de Jin en vez de caminando o en autobús. Quiero verle cuanto antes, antes de que la devastadora preocupación que siento empiece a dibujar las peores situaciones hipotéticas en mi cabeza.

Mientras me siento en la parte de atrás del taxi, saco mi teléfono y le envío un mensaje.

Yo: Estoy d camino a tu casa.

Pasa casi un minuto antes de que
responda con: No sé si es una buena
idea, bebé. Estoy d un humor d perros.

Yo: Bueno. Así te animo.

El: No sé si podrás.

Yo: Lo intento.

Guardo mi móvil y me muerdo el labio, impaciente por descubrir qué le pasa. Es evidente que está relacionado con la visita a su casa de ayer. Pero, ¿qué coño pasó ahí?

Una explosión de enfado se detona
dentro de mí. Se me está agotando la
compasión por el padre de Jin. Es una realidad, y me está haciendo cuestionarme si acabaré siendo un buen terapeuta o no. Vale que no aspiro a especializarme en temas de adicción,
pero, ¿qué dice de mí el que sea incapaz
de sentir compasión por el padre
alcohólico de Jin?

Joder, ¿y este es el momento para
cuestionarme mi carrera profesional?

Solo estoy preparado para afrontar las
crisis de una en una.

El taxista tiene que parar en la acera
porque el camino de entrada de la casa
de Jin está lleno. La pick-up de Jin y el Jeep de Tae están uno junto al otro; el coche deportivo de Yoongi y el Toyota prestado de Jimin están detrás.

Cuando llamo al timbre, no es Jin el que me abre la puerta, sino Hoseok.

Una línea de pesar le cruza la frente
cuando cierra la puerta detrás de mí.

—¿Os habéis peleado o algo? —me
pregunta en voz baja.

—No. —De repente siento frío—.¿Ha dicho él eso?

—No, pero lleva toda la mañana super borde e inaguantable. Yoongi ha
pensado que quizá os habríais peleado.

—No, ninguna pelea —digo con firmeza. A continuación un pensamiento
inquietante se pasa por mi cabeza—.
¿Ha estado bebiendo?

—¿Eh? Por supuesto que no. Es la una
y media de la tarde. —Hoseok parece
confundido—. Está arriba. La última vez
que miré estaba estudiando para su examen de Marketing.

Su respuesta me alivia, pero no estoy
seguro de por qué. Jin me ha dicho un
montón de veces que no bebe cuando
está cabreado. Sé que tiene miedo de
haber heredado las tendencias adictivas
de su padre, y de repente me siento
como un capullo por hacerle a Hoseok
esa pregunta.

—Voy a subir a hablar con él. Igual
me cuenta qué le preocupa.

Dejo a Hoseok en el recibidor y subo
hasta la habitación de Jin, en donde
experimento otra oleada de alivio.

Parece estar bien. Su pelo oscuro tiene
el mismo aspecto. Sus ojos azules están
alerta. Sus músculos sexys resaltan bajo
su pantalón de chándal y su camiseta. No hay signos exteriores de autolesión. Pero cuando nuestros ojos se encuentran, descubro un universo de dolor en su mirada.

—Hola —digo con suavidad caminando hacia él para darle un beso—. ¿Qué te pasa?

Sus labios rozan los míos, pero el beso carece del cariño habitual.

—Tu padre te ha llamado, ¿eh? — dice con ironía.

—Sí.

Una sombra cruza sus ojos.

—¿Qué ha dicho?

—Prácticamente nada. Me ha contado
que pasaste por ahí anoche y que le
pareció que estabas disgustado por algo.Y que me asegurara de que estabas bien.—Analizo su rostro—. ¿Qué ha pasado en Munsen?

—Nada.

—Jin.

—No ha pasado nada, bebé. —Deja
salir un aliento cansado—. O al menos,
nada fuera de lo normal.

Le cojo la mano. Dios, parece hielo.
Sea lo que sea que ocurrió anoche, sigue
mostrando los efectos.

—Siéntate. —Tengo que tirar de su
potente cuerpo con fuerza para sentarlo
a mi lado en la cama, pero incluso
cuando se rinde, mira de frente y no a
mis ojos—. ¿Por favor, me puedes
contar lo que ha pasado?

—Dios santo. ¿Qué más da?

—Pues SÍ que da, Seokjin.—Empiezo a
sentirme inquieto—. Está claro que estás
disgustado y creo que podría ayudarte si
lo hablas conmigo.

Su amarga risa resuena entre los dos.

—Hablarlo no va a conseguir
absolutamente nada, pero vale. ¿Quieres saber qué pasó noche? Que vi mi futuro. Eso es lo que pasó.

Me estremece la nitidez de su tono.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que vi mi puto futuro.
Viajé en el tiempo hacia delante. Me
visitó el fantasma de las Navidades
futuras. ¿De qué otra manera quieres que te lo diga, Jungkook?

Mi columna vertebral se tensa.

—No tienes que ser sarcástico. Ya lo pillo.

—No, no. NO lo pillas. Cuando me gradúe, no tendré vida. No tendré futuro. Pero lo voy a hacer por mi hermano, porque él ya se ha encargado de todo durante cuatro años y ahora me toca mí. Y no me gusta una puta mierda, pero me lo voy a tragar y me voy a mudar otr vez a esa casa de los cojones, porque mi padre necesita mi ayuda.

Su ronco arrebato me parte el corazón
en dos.

—Ya sé lo que provocará en mí —
continúa, sonando cada vez más abatido
—. Sé que me deprimirá, y
probablemente desarrollaré odio hacia mi padre, y con el tiempo acabaré
perdiéndote…

—¿Qué? —le interrumpo, en shock—.
¿Qué te hace pensar que vas a
perderme?

Me mira y sus ojos azules están llenos
de pesar.

—Un día te despertarás y te darás
cuenta de que mereces algo mejor. ¿No
lo ves? Anoche fue solo un anticipo de
lo que va a ser. Haremos planes, pero
tendré que trabajar hasta tarde, o mi
padre se pillará un pedo y se caerá por
las escaleras, y tendré que cancelar
nuestras citas o peor aún, te dejaré
esperando como hice anoche. ¿Cuánto
tiempo crees que aguantarás eso?

La incredulidad me asalta.

—¿De verdad piensas que voy a
romper contigo porque igual llegas
TARDE un par de veces?

Jin no responde, pero su expresión
inmutable me dice que sí lo piensa.

—¿Tu hermano no tiene una novia con
la que lleva desde hace siglos? —señalo.

—Kia —murmura.

—Vale, ¿Kia ha roto con él? No, no lo ha hecho. Porque le quiere, y está dispuesta a quedarse a su lado pase lo
que pase. —Ahora estoy cabreado. Tan
cabreado que miro hacia mis pies
luchando contra el impulso de darle una torta para que se le meta algo de
sensatez en la cabeza—. ¿Qué te hace
pensar que yo no me quedaré a TU lado?

Su silencio me irrita hasta niveles
insospechados.

—¿Sabes qué, Seokjin? Que te jodan. —
Me esfuerzo por controlar mi
respiración—. Está claro que no me
conoces en absoluto si piensas que soy
del tipo de persona que renuncia a una
relación en cuanto aparece algún
obstáculo.

Por fin responde, su tono de voz bajo
y taciturno.

—¿Podríamos dejar de hablar del
tema, por favor?

Fli-po.

Me le quedo mirando con la boca abierta, incapaz de procesar lo que
acabo de oír. Incapaz de escucharlo ni un segundo más.

—Tienes razón. Vamos a dejar de hablar del tema. —Cojo mi mochila de donde lo dejé en el suelo y me echo la correa por encima del hombro—. Porque me largo.

Eso llama su atención. Con el ceño
fruncido, se levanta lentamente.

—Kookie...

Le interrumpo.

—No. No voy a escuchar más tus
chorradas. Voy a dejarte aquí con tu mal
humor, y quizá, cuando hayas dejado de
compadecerte a ti mismo, podremos
tener una conversación racional. —
Estoy que echo humo por las orejas
cuando me encamino hacia la puerta—.Y si mi reacción a tu imbecilidad no te ha dejado clara cuál es mi posición en
todo eso, te lo voy a traducir. —Me giro
a toda velocidad y le frunzo el ceño—.
Te quiero, estúpido idiota.

A continuación, salgo disparado de su
habitación y doy un portazo detrás de
mí.

♡♡♡

Salir del trance en el que he entrado me
cuesta mucho, mucho más tiempo del
que debería. Mi boca no hace más que
abrirse y cerrarse, mis párpados
parpadean a gran velocidad mientras
miro fijamente la puerta por la que Jungkook acaba de salir pitando.

Tiene toda la razón del mundo. SOY
un idiota. Y es verdad, SÍ que he dudado
de su compromiso con nuestra relación,
y…

Espera. ¿ME QUIERE?

Mi boca se vuelve a abrir. Y se queda
abierta. Estoy boquiabierto y pasmado,
porque es ahora cuando mi estúpido
cerebro ha asimilado sus últimas
palabras. Me quiere. Incluso después de
haberle acusado por una hipotética
ruptura en el futuro y de prácticamente
decirle que me iba a abandonar cuando
las cosas se complicaran. Incluso con
eso me ha dicho que me quiere.

Y dejo que se vaya.

¿Qué cojones me pasa?

Salgo a toda hostia de mi habitación y
bajo las escaleras de dos en dos. Ni de
coña le ha dado tiempo a llamar a un
taxi ni ha podido llegar a la parada de
autobús, lo que significa que muy
probablemente esté fuera de la puerta
principal o como mucho cerca del cruce.

Y eso significa que aún puedo alcanzarlo.

Derrapo en el recibidor como un puto
personaje de dibujos animados, pero me
quedo congelado cuando me encuentro
con Tae en la puerta. Un segundo
después, oigo un motor de coche en el
exterior, y mi corazón cae al suelo
golpeándose con él como un saco de
ladrillos.

—Jimin la está llevando a casa —dice Tae en voz baja.

Maldigo con frustración mientras abro
la puerta de golpe, justo a tiempo para
ver las luces traseras del coche de
Jimin en retirada. Mierda. Doy la vuelta y subo corriendo las escaleras, cojo el móvil y marco el teléfono de Jungkook. Después de que me salte directamente el buzón de voz, abro la pantalla de mensajes.

Yo: Peque, por favor, vuelve. Soy un
gilipollas. Necesito arreglar esto.

Hay una gran pausa. Cinco segundos.
Diez. Y entonces contesta.

Él: Necesito un poco de tiempo para digerir tu estupidez. Te llamo cuando esté preparado para hablar.

Mierda. Me paso las dos manos por
el cuero cabelludo, peleándome con las
ganas que tengo de ahorcarme a mí
mismo hasta morir. ¿Por qué siempre
tengo que cagarla con este chico?

Unos pasos resuenan en el pasillo y,
cuando Tae aparece, vuelvo a maldecir.

—Ahora mismo no puedo aguantar un
sermón, tío. De verdad que no puedo.

—No te iba echar ningún sermón. —Se encoge de hombros—. Solo quería ver si estabas bien.

Me hundo en el borde de la cama,
sacudiendo la cabeza lentamente.

—Ni lo más mínimo. La he cagado otra vez.

—Ya te digo que si la has cagao. — Mi mejor amigo apoya su codo contra la
pared y suspira—. Jimin y yo hemos
oído la bronca que te ha echado.

—Creo que la ha oído todo el vecindario —Es la voz de Hoseok. Entra en mi habitación y se apoya en la cómoda—. Excepto quizás Yoongi, pero eso es porque está en el salón con la
salchicha metida hasta el fondo de una
conejita.

Me quejo.

—¿En serio? ¿Por qué no puede follar
nunca en su habitación?

—¿De verdad quieres discutir ahora
la vida sexual de ese pervertido? —
pregunta Hoseok —. Porque no creo que eso deba estar en la parte de arriba de tu lista de prioridades en este momento.

Lo que dice tiene todo el sentido del
mundo. Ahora mismo, mi única
prioridad es arreglar las cosas con
Jungkook.

Dios, no debería haber escupido toda
esa mierda. Ni siquiera era mi intención
soltarlo así. Al menos, no la parte de la
hipotética ruptura. Era mi miedo el que
hablaba. Y él tiene razón: me ESTABA compadeciendo a mí mismo.

Estaba acojonado por todo lo que pasó
anoche con mi padre. Por no mencionar
todo lo que pasó DESPUÉS. Cuando me
puse a llorar en los brazos de su padre.
¡He llorado en los brazos de su padre!

Dejo salir otro quejido.

—¿Y si lo he perdido para siempre esta vez?

Tae y Hoseok niegan de inmediato con la cabeza.

—No lo has hecho —me asegura Tae.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque te ha dicho que te quiere.

—Estúpido idiota —añade Hoseok con una sonrisa.

«Te quiero, estúpido idiota». No son
las palabras que uno quiere oír.

Las primeras dos sí, por supuesto. ¿Pero
las últimas? Ni de coña.

—¿Cómo puedo arreglar todo esto?
—pregunto, suspirando.

—Rápido. Escribe otro poema —sugiere Tae.

Frunzo el ceño en su dirección.

—Yo creo que lo que dice T tiene su
punto —dice Hoseok —. Creo que la única manera que tienes para salvar esto es hacer otro gran gesto. ¿Qué más había en la lista esa?

—Nada —gimo—. Hice todo lo que ponía.

Hoseok se encoge de hombros.

—Entonces se te tiene que ocurrir
otra cosa.

¿Un gran gesto?, joder. Necesito asesoramiento.

—¿Va a volver Jimin? —le pregunto a Tae.

Él sonríe a mi tono de súplica.

—Incluso si volviese, no voy a dejar
que lo interrogues. Vas a tener que
arreglar esto tú solito…

Hay una pausa y después…

—Estúpido idiota —dicen mis
amigos al unísono.

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