31
Mejor. Finde. De. La. Vida.
Sinceramente, no puedo recordar la
última vez que sonreí tanto. O reí tanto.
O follé tanto.
Jungkook y yo hemos estado follando
como conejos desde el viernes por la
noche, y cada vez es mejor que la
anterior. Ahora es domingo por la
mañana y SEGUIMOS en ello, enredados entre las sábanas mientras mi polla se hunde en su calor apretado. Por supuesto, he sido cuidadoso y le he
preguntado si le dolía, pero insiste en
que no. Y si le duele, lo está aguantando
como un campeón. Como un jugador
de hockey que se venda a sí mismo, se
pone sus protectores y se va al hielo
porque el partido es lo más importante.
Supongo que yo soy así de importante
para él, o quizá solo le mole la increíble cantidad de orgasmos que le estoy dando. Y está a punto de conseguir
otro. Le he estado chupando la polla y el culo durante treinta minutos antes de no poder aguantarlo más y necesitar
desesperadamente estar dentro de él;
su agujerito sigue húmedo e hinchado por las atenciones de mi lengua y me agarra como una puta abrazadera, mientras su esbelto cuerpo se curva contra el mío; su columna vertebral se arquea para encontrarse con cada embestida apresurada que le doy.
Está a punto de correrse. He memorizado sus reacciones, los ruidos
que hace y la forma en la que sus
músculos internos ondean en mi polla
cuando su orgasmo es inminente.
—¡Oh! —Su respiración se entrecorta
cuando muevo mis caderas; sus ojos me
miran—. Es… tan… bueno.
«Bueno» no se acerca ni remotamente
a la realidad, es… la hostia de
increíble. Divino. Es el paraíso aquí
mismo en esta cama. Adoro su agujero. Lo adoro a ÉL.
La base de mi columna vertebral
hormiguea. El placer aprieta mis
músculos. Bajo mis manos hasta su culo
y clavo mis dedos en su carne firme.
Ahora estamos más juntos, follando con
más fuerza. Yo me corro primero, mi
mente vuela, nublada e incoherente. Él lo hace justo después, apretando mi
polla a tope mientras emite un ruido
entrecortado y maravilloso que me
vuelve loco.
Después de cada uno de los polvos de
este fin de semana casi se me escapa
decirle «te quiero», y cada vez he
sellado mis labios para impedir que las
palabras salgan, porque tengo miedo a
decírselo demasiado pronto. Lo conozco
desde abril, pero no estábamos saliendo.
Ahora sí salimos juntos y casi hemos
llegado a la marca de un mes, pero no
estoy seguro de cuáles son las reglas
para eso. A mi primera novia le dije que
la quería después de dos semanas de
salir. A mi segunda, después de cinco
meses. Así que tal vez debería hacer una
media y decírselo a Jungkook… ¿a los tres meses? Sí. Eso parece un tiempo
adecuado.
Una vez nos recuperamos de nuestros
respectivos orgasmos, decidimos, por
fin, salir de la cama. Es casi mediodía y
no hemos comido nada desde que nos
despertamos; mi estómago ruge como el
motor de un coche antiguo. Nos ponemos por encima algo de ropa porque, da igual cuantas veces intente convencerlo, Jungkook se niega a caminar desnudo por la casa por si mis compañeros de piso vuelven de repente.
Lo he estado tomando el pelo sin parar por su pudor injustificado, pero descubro rápidamente que Jungkook tiene un rasgo increíblemente molesto: siempre tiene razón.
Acabamos de entrar en la cocina cuando oímos unos pasos que resuenan desde el salón.
—¡Lo ves! —Me mira regodeándose —. ¡Nos habrían pillado!
—Créeme, los chicos me han visto
desnudo un millón de veces —respondo
con sequedad.
—Vale. Pero no me van a ver a mí
desnudo nunca, si lo puedo impedir.
De repente, me imagino a Yoongi
mirando con lujuria sus muslos desnudos, y el fogonazo de celos que me provoca me hace darme cuenta de lo agradecido que estoy de que haya decidido ponerse ropa.
Pero no es Yoongi el que aparece en la
cocina un minuto después. Es Tae, con Jimin detrás. Aunque están sorprendidos de encontrarse a Jungkook en la encimera, lo saludan con sonrisas
amables antes de sonreírme a mí.
Cabrones. Sé exactamente lo que está
pasando ahora mismo por sus cabezas:
una burla cantarina. Logan tiene noooooovia.
—Hola. —Entrecierro los ojos—.Pensaba que os quedabais en la residencia este finde.
—Ya veo que lo pensabas —se burla
Tae. Sus ojos grises brillan.
—Sí, porque eso es lo que me dijiste
—contesto.
Jimin se acerca a Jungkook y le ofrece
la mano.
—Hola. No nos han presentado
formalmente. Soy Jimin.
—Yo soy Jungkook.
—Lo sé. —Jimin parece no poder
quitarse la estúpida y amplia sonrisa de
su cara—. Jin habla de ti todo el tiempo.
Jungkook me mira.
—¿En serio?
—Todo el santo día —confirma Tae mostrando su sonrisa, igual de amplia y estúpida que la de Jimin—. También escribe poemas largos e intensos sobre ti y nos los recita en el salón todas las noches.
Jimin se ríe.
Le hago un corte de mangas.
—Oh, lo de los poemas me lo conozco —le dice Jungkook a mi mejor amigo—. De hecho, ya he presentado el que me envió a una editorial de antologías en Busan.
Me giro a toda velocidad para mirarlo.
—Será mejor que estés de coña con eso.
Tae suelta una carcajada.
—Da igual si lo está o no. Porque ahora lo voy a presentar yo.
—Me siento excluido —anuncia Jimin—. ¿Por qué soy el único que no ha leído ese poema?
—Te lo envío por email —se ofrece
Jungkook, a lo que yo reacciono con un
gruñido.
—¿Qué vamos a comer? —Tae va hacia la nevera—. Me muero de hambre, y uno que yo me sé no ha querido parar
en el diner para tomar un brunch.
—Trabajo ahí cuatro días a la semana
—protesta su novio—. Es el último sitio
al que quiero ir en mis días libres.
Saca dos cartones de huevos.
—¿Os apetecen unas tortillas?
A todos nos parece bien, así que Tae empieza a romper y batir huevos,
mientras Jimin y Jungkook cortan
verduras en la encimera. Mi trabajo es
poner la mesa, lo que me lleva treinta
segundos. Sonriendo, me dejo caer en un taburete y miro cómo trabajan los
demás.
—Vas a lavar los platos, chaval —me
advierte Jimin mientras le da a Tae una tabla de cortar llena de pimientos
verdes.
Ningún problema con eso. Apoyo mis
codos en la barra y pregunto:
—¿Por qué habéis llegado antes de
tiempo?
—Porque Taemin y Sean están metidos en una bronca monumental ahora mismo.—Jimin mira a Jungkook —. Mi compañero de piso y su novio.
—Bueno, según parece, más bien su
inminente ex —añade Tae desde los
fuegos—. Creo que nunca había oído a
dos personas gritarse así.
Jimin suspira.
—A veces sacan lo peor el uno del
otro. Pero por otro lado, también saben
sacar lo mejor de cada uno. Por eso
siempre están rompiendo y volviendo a
estar juntos. Estaba convencidi de que
esta vez durarían para siempre, pero
quién sabe.
Un delicioso aroma empieza a invadir
la cocina. Tae no es el mejor chef del
mundo, pero hace unas tortillas
espectaculares. Diez minutos después
nos sirve unas tortillas esponjosas y
doradas llenas de queso, champiñón y
pimiento, y los cuatro nos sentamos a la
mesa. Parece una cita doble y es la
hostia de raro. Hasta el año pasado, a
Tae no le interesaban las relaciones; y
hasta el mes pasado, a mí tampoco.
Pero me gusta.
Jungkook y Jimin se llevan bien. La conversación es alegre. Nos reímos mucho. No puedo recordar haberme sentido más en paz en la vida. Para cuando hemos terminado, ni siquiera me importa tener que encargarme de los platos sucios.
A Jungkook le doy pena y me ayuda aquitar la mesa, después me sigue a la
pila donde rápidamente enjuago cada
plato antes de meterlos en el lavaplatos.
—Puedo entender por qué te gustaba.
—Su voz es apenas audible, pero sí lo
suficiente reflexiva y melancólica como
para que mis hombros se pongan rígidos.
Cuando me doy cuenta de que está
mirando a Jimin, la culpa pincha mi
corazón, lo que se traduce en una fuerte
punzada de dolor. No mencioné el
nombre de Jimin cuando le hablé de
él a Jungkook en abril, pero sí que admití que me gustaba el novio de mi mejor amigo. Es evidente que Jungkook ha sumado dos y dos.
—Es divertido. Y muy guapo—dice—. Jungkook en un tono algo peculiar.
Me seco las manos con un trapo de
cocina y le agarro la barbilla con
suavidad, trayendo su mirada a la mía.
—No es a ÉL lo que quería — murmuro. Dirijo la cabeza de Jungkook hacia la mesa otra vez—. ESO es lo que quería. —Tae acaba de subir a Jimin en su regazo, pasa un brazo por su hombro mientras le da un beso en la punta de la nariz. Le pasa los dedos de su mano libre por su pelo oscuro y él se acerca para susurrarle algo en su oído que le hace reír. La forma en la que se
miran…, la veneración con el que lo
toca… Están asquerosamente
enamorados y cualquiera puede verlo.
Incluido Jungkook, que se gira hacia mí con una sonrisa.
—Sí. ¿Quién no querría algo así?
En cuanto la cocina está como una
patena, volvemos al piso de arriba, pero
no para hacer guarradas. Prácticamente
no hemos dormido en todo el fin de
semana debido a nuestro maratón de
sexo —por cierto, esto no es una queja
—, así que hemos decidido echarnos una siesta. Pongo la alarma para asegurarme de que no nos quedamos dormidos, porque tengo que llevar a Jungkook a la casa de su padre a las seis.
Nos metemos bajo las sábanas, acerco su templado cuerpo hacia mí y la abrazo por detrás. Un suspiro de satisfacción se me escapa, y justo cuando estoy empezando a quedarme dormido, su voz me trae de nuevo a un estado de alerta.
—¿Jinnie? —murmura.
Mi corazón se contrae. No sé por qué
pasa eso cada vez que utiliza ese apodo.
—¿Mmmmm?
—¿Quieres venir a cenar?
Me pongo rígido y él se da cuenta.
Suelta una leve risa y añade:
—Puedes decir que no. Pero… Bueno, se podría decir que más o menos ya has conocido a mi madre, y para tu información, mi padre no da demasiado miedo. Si acaso, te puede parecer
aburrido. Habla mucho sobre ciencia.
Es verdad. Ya me ha dicho que es
profesor de biología. Pero eso no es lo
que me preocupa. La última vez que
conocí a los padres de mis parejas iba al
instituto, y en ese momento no parecía
gran cosa. Si acaso era una situación
inevitable, ya que tanto mi novia como
yo vivíamos con nuestros padres. Y sí,
ya sé que he hablado por Skype con la
madre de Jungkook, pero no lo sentí como un encuentro oficial ni nada parecido.
Fue algo divertido e informal; algo sin
demasiada importancia. Pero el padre…
en persona… Eso sí que parece algo
importante.
Dice el chico que está enamorado de él.
Sí, es verdad. Qué narices. Ya me
aventuré en el territorio DE LAS
COSAS IMPORTANTES cuando me di
cuenta de cuáles eran mis sentimientos
hacia él.
—¿No le importará si voy?
—Para nada. Mi madre ya le contó que tenía novio, así que no ha hecho más que insistir en que quiere conocerte —confiesa.
—Vale. Entonces sí, claro. —Mi
abrazo se hace más fuerte—. Me
encantaría.
♡♡♡
Hace una tarde templada y muy
agradable, así que mi padre decide que
es mejor que cenemos en el patio. Pone
unos chuletones en la barbacoa mientras Jin y yo nos encargamos del resto de la cena. A mí me toca preparar las patatas al horno y Jin se pone con la
ensalada. Aunque si uno ve cómo se
concentra al cortar los tomates en
rodajas, podría pensar que es un
aspirante en las pruebas de selección de
Top Chef.
—Relax, Jinnie —bromeo—. Tu
destreza en la preparación de ensaladas
no va a influir en que le caigas bien o
no.
Además, creo que a mi padre ya le cae bien. No lo ha interrogado como yo
esperaba, y creo que se ha sentido
aliviado al escuchar la broma que Jin
le ha soltado nada más hacer las
presentaciones. Mi padre siempre pensó
que a mi anterior novio carecía por completo de personalidad. Sí, el profesor de biología molecular me sentó un día en el sofá y me dijo que mi novio era aburrido. Algo que para nada se acerca a la realidad:
Él era tímido, no aburrido. Cuando estábamos solos hacía que me partiera de risa. Pero papá nunca llego a ver eso, y es indudable que Jin tiene mucha más
confianza en sí mismo de la que mi ex
tuvo jamás. A los cinco minutos de conocerlo, Jin le ha echado una bronca cariñosa a mi padre por educarme en el odio hacia el hockey, y mi padre saca el tema en cuanto nos sentamos en la mesa de cristal del porche.
—Esta es la cuestión, Seokjin —dice
mientras corta su chuletón—. Jungkook es lo suficientemente inteligente como para reconocer que el nivel de habilidad que requiere el hockey es, a todas luces,
inferior. —Sus ojos brillan juguetonamente.
Jin simula indignación.
—Cómo se atreve, señor.
—Asúmelo, chaval. El fútbol americano requiere de otro nivel físico.
Pensativo, mi novio mastica un bocado de patata al horno.
—De acuerdo. Un caso práctico para
usted. Cogemos a todos los jugadores de
los Bruins y los metemos en un campo
de fútbol americano con la equipación.
Le GARANTIZO que jugarían los
cuatros tiempos con solvencia e incluso
podrían dar alguna que otra paliza. —
Sonríe—. Ahora cogemos a los Pats, les
damos unos patines y unos sticks, y les
metemos en el hielo. Con honestidad,
¿podrían jugar los tres tiempos y hacerlo BIEN?
Mi padre entrecierra los ojos.
—Bueno, no. Pero porque muchos de
ellos probablemente no saben patinar.
Jin sonríe, triunfante.
—Pero tienen un nivel físico superior
¿no? —le recuerda a mi padre—. Entonces, ¿por qué no saben patinar?
Mi padre suspira.
—Touché, señor Kim, touché.
Yo me río.
El resto de la cena transcurre más o
menos igual, con debates animados que
terminan con uno de los dos, o ambos,
sonriendo. No puedo contener la
explosión de alegría que hay en mi
corazón. Ver que se llevan bien supone
un gran alivio. He conseguido que tanto
mi madre como mi padre me den el visto bueno, y sus opiniones me importan profundamente.
Mi padre saca el tema de mi madre en la conversación mientras entre los tres
recogemos la mesa.
—Tu madre está pensando en venir a
Corea para Chuseok.
—¿En serio? —La noticia me emociona—. ¿Se va a quedar en el hostal o aquí en casa?
—Aquí, por supuesto. No tiene sentido gastar dinero en un hostal cuando aquí tiene habitaciones para elegir. —Mi padre hace equilibrios con su plato y el bol de la ensalada en una mano, para poder abrir la puerta corredera—. He pensado que quizá me coja un par de días libres para ir a Seul con ella. Hay algunos amigos comunes que queremos visitar.
Cualquier otro hijo de divorciados podría ver este hecho como algo
esperanzador. ¿Tus padres se van de
viaje juntos? Pero para mí ese barco
zarpó hace mucho tiempo. Sé que nunca
van a volver a estar juntos; son mucho
más felices separados, pero me encanta
ver que se llevan así de bien. Yo diría
que incluso son los mejores amigos. La
verdad es que es bastante inspirador.
Para mi sorpresa, después de agradecerle a mi padre la cena y subir a
la pick-up de Jin, el primer tema que
saca es la relación de mis padres.
—Es genial que tus padres sigan
siendo amigos después del divorcio.
Asiento con la cabeza.
—Ya lo sé, ¿verdad? Doy gracias a mi buena estrella cada mañana. Odiaría que estuviesen peleándose todo el día, utilizándome como un títere o algo así. —Pero enseguida me tenso, acabo de darme cuenta de que quizás lo que acabo de describir son exactamente
las consecuencias del divorcio de SUS
padres. Jin no habla mucho del tema, y yo tampoco he metido presión para
que me cuente detalles, porque es
evidente que prefiere no hablar de su
familia.
Especialmente de su padre. Y ese es
un tema que no pienso sacar ni de
casualidad, no por él, sino por mí
mismo, porque me horroriza revelar lo
que de verdad siento y pienso de ese
asunto: creo que Jin está cometiendo un gravísimo error abandonando el hockey después de su graduación.
Él insiste en que llevar el negocio y
cuidar a su padre es lo mejor para la
familia, pero yo no estoy de acuerdo. Lo
mejor para el padre de Jin es una buena
temporada en un centro de desintoxicación, seguida de una intensa
terapia por adicciones. Pero oye, ¿qué
sé yo? Un año de clases de psicología
no me convierten en psicólogo.
—Tu padre es increíble. —La mirada
de Jin está pegada al parabrisas, pero
detecto tristeza es un tono de voz—.
Parece el tipo de hombre que estará
siempre ahí para ti. Ya sabes, el tipo de
hombre que no te abandonaría en el hospital si te hubieras roto un tobillo o
algo.
Su ejemplo es tan inquietantemente
específico que frunzo el ceño.
—¿Te… te ha pasado a ti eso?
—No. —Hace una pausa—. Pero le pasó a mi madre.
La arruga de mi frente es ahora más
profunda.
—¿Tu padre la abandonó en el
hospital?
—No, no fue así del todo. Él… ¿Sabes qué? Ni te preocupes. Es una larga historia.
Su mano está apoyada en la palanca
de cambios, acerco mi mano y la cubro.
—Me gustaría escucharlo.
—¿Para qué? —murmura—. Forma parte del pasado.
—Aun así me gustaría escucharlo —digo con firmeza.
Deja escapar un suspiro cansado.
—Ocurrió cuando yo tenía siete u ocho años. Yo estaba en el colegio, así que no sé exactamente qué pasó, pero me lo contó mi tía después. Y la verdad es que todo el vecindario se enteró de lo alto que gritó mi madre cuando mi padre
finalmente se dignó a volver a casa.
—Sigues sin contarme qué pasó…
Mantiene la mirada en la carretera.
—Era invierno, hacía un tiempo de
mierda y mi madre se resbaló con un
trozo de hielo mientras quitaba nieve de
la entrada de nuestra casa con una pala.
La amargura tiñe su tono de voz
—Mi padre estaba dentro, no superpedo, pero sí que llevaba unas copas encima. Ni siquiera se molestó en quitar la nieve, o al menos en ayudarla. Bueno, al grano: mi madre se jodió el tobillo pero bien, prácticamente se lo hizo añicos; él la escucho pedir auxilio a gritos y corrió fuera. No quiso moverla de donde estaba porque no estaba seguro de la magnitud del accidente; lo que sí hizo fue ponerle una manta por encima y llamar a la ambulancia.
Los hombros de Jin están inmóviles en una postura de tensión, igual que su mandíbula. No estoy seguro de querer escuchar el resto de la historia.
—La ambulancia se presentó, pero mi
padre dijo que prefería no ir ahí con
ella, que mejor la seguiría en el coche y
así podría recogernos a mí y a Jae del
colegio. Eso fue lo último que supo de
él en tres días.
Jin sacude la cabeza con enfado.
—Se metió en el coche y se largó. No
tengo ni idea de a dónde fue. Todo lo
que sé es que no apareció por el hospital
en el que a su mujer la tuvieron que
operar dos veces para arreglarle el
tobillo. Y también sé que no fue al
colegio, porque Jeff y yo estuvimos
esperando varias horas solos y no
apareció. Uno de los profesores
finalmente se dio cuenta de que estábamos ahí, hizo algunas llamadas y
nos llevó al hospital. Mi tía condujo
desde el centro para estar con nosotros
mientras mamá se recuperaba, porque mi padre se había largado sin avisar.
Cojo aire.
—¿Por qué lo hizo?
—¿Quién coño lo sabe? Imagino que
se dio cuenta de que tendría que cuidar
de sus hijos, de la casa y de mi madre, y
tanta presión le acojonó. Se fue de
juerga tres días y no la visitó en el
hospital ni una sola vez.
La indignación de Jin se apodera de mi pecho y provoca que mis manos
tiemblen. ¿Qué clase de marido hace
eso? ¡¿Qué clase de padre?!
Jin ha leído mis pensamientos,porque gira su cabeza y me mira con dulzura.
—Sé que ahora mismo le odias, pero
hay algo que tienes que entender. No es
un mal hombre… Tiene una enfermedad. Y créeme, él se odia a sí mismo por eso. Más de lo que tú o yo podamos odiarlo jamás. —Su respiración es temblorosa—. Cuando estaba sobrio, era un buen padre. Me enseñó a patinar, me enseñó todo lo que sé de coches. Un verano arreglamos un Pontiac GTO increíble… Pasábamos un montón de horas juntos en el taller.
—¿Y por qué empezó a beber otra vez?
—No lo sé. No creo ni que él mismo lo sepa. Es ese tipo de cosas que… Mira, cuando tú estás estresado, quizá te
apetezca tomarte una copa de vino, ¿no? O una cerveza, o un whisky; algo que te relaje un poco. Pues él no se puede tomar solo uno. Él se bebe uno, dos, tres, o diez, y no puede parar. Es una adicción.
Me muerdo el labio.
—Ya lo sé. ¿Pero cuánto tiempo va a
utilizar esa adicción como excusa para
hacer lo que hace? Creo que hay un
momento en el que hay que dejar de
permitírselo.
—Ya le hemos llevado, o más bien
arrastrado, a un centro de desintoxicación, Jungkook. Y no se queda en la clínica a no ser que sea él mismo el que decida ir.
—En ese caso quizá sea mejor romper el contacto con él. Dejar que toque fondo para que elija ponerse mejor.
—¿Y hacer qué? ¿Dejarle en la calle?
—dice Jin con suavidad—. ¿Dejar que los cobradores llamen a su puerta y
que le embarguen la casa? ¿Que su
negocio se arruine? Sé que no me
entiendes, pero no puedo abandonarlo.
Quizá si nos diera palizas, o si nos
tratara como si fuéramos mierda, sería
más fácil hacer algo así, pero no es
ningún maltratador: es autodestructivo.
Podemos motivarle para que esté sobrio, podemos ayudarle a que las cosas se mantengan a flote, pero no vamos a abandonarle.
—Tienes razón. NO lo entiendo —
admito—. No entiendo de dónde viene
esta lealtad inquebrantable. Sobre todo
si me pongo a pensar en el ejemplo que
está dando él… ¿Dónde está SU lealtad?
¿Dónde está SU altruismo?
Jin le da la vuelta a su mano y entrelaza sus dedos con los míos.
—Esa es la otra razón por la que
estoy haciendo esto. Por el ejemplo que
me está dando. Si lo abandono, no soy
mejor que él. Si lo hago, YO soy egoísta, y eso es algo que no quiero ser jamás. A veces le odio tanto que me gustaría romperle los dientes, a veces incluso me encuentro a mí mismo deseando que se muera, pero independientemente de lo frustrante que puede llegar a ser todo, sigue siendo mi padre, y le quiero. —Su voz se quiebra—. Le trato de la misma manera en la que me gustaría que me trataran a mí si estuviera en su situación. Con paciencia y apoyo, aunque no se lo merezca.
Jin se queda en silencio y mi corazón se contrae; después se hincha rebosante de emoción. Este chico sigue sorprendiéndome. Asombrándome. Es
mejor persona que yo, mejor de lo que
él piensa que es, y si bien no estaba
seguro de esto antes, ahora tengo la
certeza.
Le quiero.
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