Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

23

Es una pena que los duelos ya no formen parte del mundo contemporáneo, porque ahora mismo me iría a golpear la mejilla de Morris Ruffolo con un guante de cuero para retarle a uno.

Además, ¿qué clase de nombre es
ese? ¡Morris Ruffolo! Las personas que
tienen de nombre de pila un apellido me generan sospecha. ¿Y Ruffolo? ¿Es
italiano? Porque no lo parece por su aspecto.

Y sí, me sé el nombre completo del
tipo con el que Jungkook fue a la fiesta
anoche. Después de que se largara y me
dejara plantado en el piso de arriba,
pregunté por ahí y descubrí todo lo que
necesitaba saber. Su nombre, qué
reputación tiene y, por supuesto, la
residencia en la que vive. Que resulta
ser donde estoy ahora mismo.

Acabo de llamar a su puerta, pero el
tío se está tomando su tiempo para
responder. Sé que hay alguien ahí,
porque puedo escuchar el sonido sordo
de un televisor que viene del interior de
la habitación.

Llamo por segunda vez y una voz
enfadada contesta.

—¡Un momento!

Bien. Está dentro. Me gustaría acabar
con esto lo más rápidamente posible
para poder disfrutar del resto de mi
sábado.

Cuando se abre la puerta y me encuentra allí de pie, frunce la boca en
una exagerada mueca.

—¿Qué quieres?

Pues vale. Me preguntaba si Jungkook le
habría contado lo del beso y su visible
hostilidad responde a ESA pregunta.

—He venido hasta aquí para contarte
mis intenciones con Jungkook —anuncio.

—Joder, qué honorable por tu parte.
—Morris resopla —. Pero lo
verdaderamente honorable habría sido no enrollarte anoche con mi cita.

Dejo escapar un suspiro lleno de
remordimiento.

—Esa es la otra razón por la que
estoy aquí. Para pedir disculpas.

A pesar de la permanente mueca en su
rostro, abre más la puerta y da un paso
hacia atrás de mala gana: es una
invitación para que entre. Lo sigo hasta
el interior y echo un vistazo rápido al
cuarto totalmente desordenado antes de
ir al grano.

—Siento haberle entrado a tu cita.
Fue una absoluta violación del código
entre hermanos y por eso te estoy
ofreciendo la oportunidad de darme un
puñetazo. Solo te pido que te asegures
de no dármelo cerca de la nariz: me la he roto demasiadas veces y me da miedo
que un día no se cure bien.

Unas risas de incredulidad se escapan
de su boca.

—Amigo, no puedes estar hablando
en serio.

—Claro que sí. —Echo los hombros
hacia atrás—. Adelante. Te prometo que
no te devolveré el golpe.

Morris niega con la cabeza; parece a
la vez divertido y cabreado.

—No, gracias, creo que paso. Y ahora me dices lo otro que tengas que decirme y te piras.

—Como quieras. Pero que sepas que
la oferta no se volverá a repetir. —Me
encojo de hombros—. Muy bien: lo siguiente. Debes saber que mientras tú y
Jungkook no estéis saliendo en exclusiva, no voy a dejar de intentar ganarlo de nuevo. —El arrepentimiento me invade y mi voz tiembla un poco—. Nos enrollamos en abril y metí bastante la pata…

—Sí, me lo ha contado.

—¿Te lo ha contado?

Asiente.

—De camino a casa, después de la
fiesta de anoche. No me dio muchos
detalles, pero dejó bastante claro que la
cagaste bien cagada.

—Sí —digo con tristeza—. Pero voy
a arreglarlo. Sé que probablemente no
es lo que quieras oír, pero pensé que
debía advertirte, ya que es posible que me veas a menudo. Ya sabes, si vuelves
a salir con Jungkook … —Arqueo una ceja—. ¿VAS a volver a salir con él?

—Puede que sí y puede que no. —
Ahora es ÉL el que arquea una ceja—.
De cualquier forma, no es asunto tuyo.

—Muy bien. —Meto las manos en los
bolsillos—. En fin, eso es todo lo que
quería decirte. Espero que no haya mal
rollo entre nosotros por lo de anoche.
No tenía pensado besarlo, simplemente
pasó y… Ay, Dios, ¿estás jugando a El
jefe de la mafia? —Mi mirada se ha
posado en la imagen congelada en el
televisor que está montado en la pared
frente a la cama.

La sospecha oscurece sus ojos.

—¿Conoces el juego? Ninguna persona con la que he hablado sobre él
lo conoce.

Camino hacia el armario que hay bajo
la tele y cojo la caja del videojuego. Sí,
tengo uno idéntico en casa.

—Tronco, me flipa este juego —le
digo—. Uno de mis compañeros de
equipo me tiene enganchado. Soo.
Bueno, se llama Choi Soojeon, pero
le llamamos Soo. Es un friki total de
los videojuegos; tiene un montón de
movidas extrañas que la gente ni
siquiera sabe que existen. Además
escribe reseñas en el blog de la NSU …

—Y una mierda. Estás de coña, ¿no?
—exclama Morris—. ¿Conoces de verdad a S. Gerald? Estoy OBSESIONADO con sus comentarios.
Espera un momento… ¿Has dicho que es
COMPAÑERO tuyo en el equipo?

—Sí, Soo utiliza un alias para el blog. No quiere que las chicas sepan que es un friki. —Sonrío—. Como jugadores de hockey que somos, tenemos que mantener cierta reputación.

Morris niega con la cabeza con
asombro.

—No me puedo creer que seas amigo
de S. Gerald. Es una puta leyenda en la
comunidad de jugadores…

Se calla y nuestra conversación,
sorprendentemente animada, llega a su
fin. Un silencio incómodo la sustituye.

Suspiro y hago un gesto con la cabeza hacia la pantalla.

—Guarda la munición —le aconsejo.

Sus ojos se entrecierran.

—¿Cómo?

—Pierdes siempre en este nivel ¿verdad?

Resopla con gran hastío y asiente.

—A mí me pasaba lo mismo. Llegaba
sin problemas hasta ahí, pero después no era capaz de matar a Don Angelo porque me había quedado sin munición, y no hay ni una puta caja de munición en el almacén. —Le ofrezco una sugerencia útil—. Hay una navaja automática en los muelles. Cógela y úsala con los matones de Angelo, después sacas la Kalashnikov cuando llegues al almacén. Es posible que mueras las primeras veces, pero con el tiempo te acostumbrarás a matar con la navaja. Confía en mí.

—La navaja —dice dubitativo.

—Confía en mí —repito— ¿Quieres
que pase el nivel por ti?

—Que te jodan. Ya lo paso yo solito.—Coge el mando, suelta un suspiro y me
mira—. Bueno, ¿dónde está la navaja
esa?

Me pongo a su lado.

—Vale, está escondida en la esquina
del astillero, junto a la oficina del
muelle principal. Ve para allá y te lo
enseño cuando llegues.

Morris le da a REINICIAR.

***

Lo primero que hago después de salir
del edificio de Comunicación
Audiovisual el lunes por la tarde es
enviarle un mensaje muy seco a Kim Seokjin.

Yo: Estás en casa?

Él: Sí.

Yo: Pásame dirección. Voy para
allá.

Transcurre casi un minuto antes de
que responda.

Él: Q pasa si no quiero visitas?

Yo: En serio? Después d todo tu
«cortejo»… d verdad me vas a decir q
no?

Su siguiente mensaje aparece un
segundo después. Es su dirección.
Ja. Lo que pensaba.

Lo siguiente que hago es llamar a un
taxi. Normalmente no me importa
caminar los treinta minutos que me
separan de la ciudad, pero me temo que
mi cabreo podría multiplicarse a un
nivel temerario si lo alimento con treinta minutos de comedura de coco. Sí, estoy cabreado. Y molesto. Y completamente estupefacto. Ya sabía que a Morris no le había entusiasmado lo que pasó en la fiesta de Sigma, pero para nada me dijo esa noche que fuera a ser motivo suficiente para dejar lo nuestro ahí. Es más, cuando le expliqué mi historia con Jin durante el trayecto de vuelta a la residencia, pareció increíblemente comprensivo.

Lo que hace que lo que acaba de pasar resulte cien veces más desconcertante.

Dentro del taxi, me muevo inquieto e
impaciente los cinco minutos que dura el trayecto y, cuando llego a mi destino, le lanzo un billete de diez dólares al
conductor y abro la puerta incluso antes
de que el coche se pare del todo. Es mi
primera visita a la casa de Jin, pero no le echo al entorno más que una ojeada superficial. Césped cuidado, porche blanco y una puerta principal
contra la que golpeo mis nudillos al
momento. Yoongi abre la puerta vestido
únicamente con unos pantalones cortos
de baloncesto; su pelo rubio está
disparado en todas direcciones.

—Ey. —Me saluda sorprendido.

—Hola. —Aprieto mi mandíbula—.
He venido a ver a Jin.

Hace un gesto para que entre y a
continuación señala la escalera a nuestra izquierda.

—Está en su habitación. Segunda
puerta a la derecha.

—Gracias.

A eso se reduce nuestra conversación.

No me pregunta cuál es el motivo de mi
visita y no le ofrezco una explicación.
Simplemente subo a la habitación de Jin.

La puerta está abierta, así que puedo
verle claramente acostado en una cama
doble, con las rodillas dobladas y un
libro de texto abierto sobre las piernas.

Hay un profundo surco atravesando su
frente, como si estuviera concentrado en lo que lee, pero cuando oye mis pasos, su mirada se dispara hacia la puerta.

—Joder. No has tardado nada. —Aparta el libro a un lado y pega un salto
hasta ponerse de pie.

Me meto dentro y cierro la puerta
detrás de mí. La bronca que le voy a
echar requiere privacidad.

—¿Tú de qué coño vas? —le digo
como saludo—. ¿Has ido a la residencia
de Morris a declararle tus «intenciones»?

Me ofrece una leve sonrisa.

—Claro. Era lo que había que hacer. No puedo ponerme a tirarle los tejos a el chico de otro tío sin su conocimiento.

—No soy su chico —suelto—. Tuvimos una cita, ¡una! Y ahora ya nunca seré su chico porque no quiere volver a salir conmigo.

—¿Qué me dices? —Jin parece
sorprendido—. Me ha decepcionado.
Pensé que su espíritu competitivo era
mayor.

—¿Lo dices en serio? ¿Ahora te pones a fingir que te sorprende? No quiere volver a salir conmigo porque tú, imbécil, ¡le has dicho que NO PUEDE hacerlo!

El asombro llena sus ojos.

—No, yo no le he dicho eso.

—Sí que lo has hecho.

—¿Es eso lo que te ha contado? —
pregunta Jin.

—No con esas palabras.

—Ya veo. Bueno, y ¿qué palabras ha
usado?

Aprieto los dientes con tanta fuerza
que me duele la mandíbula.

—Ha dicho que se retira porque no
quiere estar en medio de algo tan
complicado. Le aseguré que no hay nada complicado en toda esta historia, ya que tú y yo ¡no estamos juntos! —Mi cabreo aumenta—. Pero entonces él insistió en que tengo que darte otra oportunidad,porque eres… —enfadado, abro y cierro comillas con los dedos citando las palabras de Morris—: «un tío legal que merece otra oportunidad».

Jin estalla en una sonrisa.

Apuñalo el aire con un dedo.

—No te atrevas a sonreír. Obviamente has sido tú el que ha puesto esas palabras en su boca. ¿Y qué narices
es eso que decía de que tú y él sois
«familia»? —Toda esa incredulidad que
sentí durante mi conversación con
Morris vuelve a mí, impulsándome a dar vueltas por la habitación a paso rápido—. ¿Qué le has dicho, Jin? ¿Le has
lavado el cerebro o algo? ¿Cómo es que
ahora sois FAMILIA? ¡Ni siquiera os conocéis!

Una risa estrangulada suena desde
donde está Jin. Me doy la vuelta y le
lanzo una mirada asesina.

—Está hablando de la familia que
hemos creado en El jefe de la mafia. Es
un videojuego en el que tú eres el capo
de una familia mafiosa, tienes que luchar contra un montón de capos de otras familias por temas de territorio,
chanchullos, negocios y esas cosas.
Jugamos el día que fui a su resi y
acabamos quedándonos despiertos hasta las cuatro de la mañana. En serio, fue superintenso. —Se encoge de hombros —. Somos el sindicato del crimen Jirris.

Estoy atónito.Oh, Dios mío.

¿JiRRIS? ¿Por JIN Y MORRIS? ¿Qué son?, ¿los nuevos Brangelina? Hay que joderse.

—¿Qué leches pasa? —estallo—.¿Ahora sois mejores amigos?

—Es un tío muy guay. Y la verdad es
que ahora que ha decidido dar un paso
atrás, me parece incluso más guay. Yo
no se lo he pedido, pero es evidente que
ha visto lo que tú te niegas a ver.

—¿Sí? Y ¿qué es eso? —murmuro.

—Que tú y yo estamos hechos el uno
para el otro.

No tengo palabras. No tengo palabras
para expresar con precisión lo que estoy
sintiendo en este momento. ¿Horror, talvez? ¿Locura absoluta? A ver, que no es que yo esté locamente enamorado de
Morris ni nada así, pero si hubiera
sabido que besar a Jin en la fiesta me
iba a llevar a… ESTO, me habría puesto
una mordaza de castidad.

Tomo aire profundamente para
relajarme.

—Me usaste —le recuerdo.

Sus facciones se arrugan con tristeza.

—Lo hice sin querer. Y estoy intentando arreglarlo.

—¿Cómo? ¿Pidiéndome una cita?
¿Comprándome muffins y besándome en las fiestas? —Estoy tan cansado que
apenas puedo pensar con claridad—. Ni
siquiera estoy seguro al cien por cien de
que te guste, Jin. Toda esta movida
parece más bien estar centrada en tu ego. La única razón por la que me viniste a ver después de esa primera noche fue porque no pudiste soportar que no tuviera un orgasmo. Y en la fiesta, cuando te enteraste de que estaba en una cita con otra persona, fue como si quisieses ponerme una bandera con tu nombre o algo así. Cada cosa que haces irradia ego por los cuatro costados, no sentimientos sinceros hacia mí.

—Eso no es verdad. ¿Qué me dices
de la noche en la que fui al comedor?
¿Cómo benefició eso a mi ego? —Su
voz es ronca—. Me gustas, Jungkook.

—¿Por qué? —le reto—. ¿Por qué te
gusto?

—Porque… —Se pasa una mano por
el pelo oscuro—. Es divertido estar
contigo. Eres inteligente. Dulce. Me
haces reír. Ah, y porque el simple hecho
de mirarte, me la pone dura.

Reprimo una risa.

—¿Qué más?

La vergüenza colorea sus mejillas.

—No estoy seguro. No nos conocemos muy bien, pero todo lo que sé sobre ti, me gusta. Y todo lo que NO sé, lo quiero saber.

Parece sincero, pero una parte de mí
todavía no confía en él. Es el Jungkook
herido y humillado que casi mantuvo
relaciones sexuales con él en abril. Él
que le dijo que era virgen y acontinuación le vio salir corriendo de la cama como si estuviera llena de
hormigas. Él que se quedó ahí sentado, y
desnudo, mientras él le decía que no
podía acostarse con el porque estaba
por otra chico.

Como si Jin sintiera las dudas que
corren por mi cabeza, se apresura a
decir en tono suplicante:

—Dame otra oportunidad. Déjame
que te demuestre que no soy un cabrón
egocéntrico.

Dudo.

—Por favor. Dime qué necesitas para
salir conmigo y lo haré. Haré lo que sea.

Ajá. ESO es interesante.

No soy del tipo de personas a las que
les mola jugar. Para nada. Pero no puedo dejar de sentir esta incómoda
desconfianza, esa voz cínica en mi
cabeza advirtiéndome de que sus
intenciones pueden no ser auténticas.

Pero tampoco puedo continuar
diciendo que no, porque otra parte de
mí, a la que le encanta pasar tiempo con
este tío, quiere que diga que sí.

Dios, quizá sí que necesite que me lo
demuestre. Quizá necesite que me
muestre cuán en serio se toma lo de salir conmigo. Una idea empieza a despertar en el fondo de mi cabeza. Es una idea algo loca. Incluso extravagante. Pero bueno, si Jin no puede afrontar unos pocos obstáculos sencillos, es porque quizá no se merezca otra oportunidad.

—¿Lo que sea? —le digo pausadamente.

Sus ojos azules brillan con fortaleza.

—Por supuesto, precioso. Lo que sea

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro