22
No estoy de humor para ir a una fiesta
de cerveza esta noche, pero Tae me
dice que si él tiene que ir, yo también,
porque, y cito: «los mejores amigos
sufren juntos o no sufren en absoluto».
Cortésmente le comento que siempre
podemos elegir la opción de no sufrir en
absoluto, lo que me hace ganarme un
ceño fruncido y un amenazante «¡tú te
vienes!», acompañado de un dedo que me señala.
Por lo menos al que le toca conducir
esta noche es a él, así que yo me puedo
tomar una copa o dos. Pero paso de
liarme con nadie. No, señor. Tengo una
nueva regla estricta sobre los rollos en
las fiestas y tengo la intención de
aferrarme a ella. Nada de mamadas sin
sentido en los cuartos de baño o de sexo
apresurado en habitaciones que no me
pertenecen.
Kim Seokjin está oficialmente instalado en modo «relación».
—No entiendo por qué estás en una
fraternidad cuando está claro que odias
ser miembro de ella —comenta Jimin.
Él está en el asiento trasero del jeep
de Tae, porque yo no creo en la regla de que los novios vayan en el asiento de
delante de forma automática y me he
pedido ese asiento antes que él. Yoongi
y Hoseok se fueron más temprano con
Hollis en su coche, así que los tres nos
encontraremos con ellos en la casa
Sigma.
Estoy de acuerdo con él en lo de la
fraternidad. Tae es miembro de Sigma Tau, pero ni vive en la casa, ni asiste a las reuniones, ni es realmente colega de ninguno de los demás miembros o «hermanos». Su única contribución a la fraternidad es aparecer en las fiestas e, incluso así, casi nunca se queda más de una hora.
—Es una cuestión hereditaria —responde, sus ojos grises se centran en
la oscura carretera—. Estaban obligados
a admitirme en el proceso de selección y
mi padre me obligó a presentarme como
aspirante.
—Espera. Entonces, ¿pasaste todo el
proceso de las novatadas? —pregunta.
—No. Ya sabes, como vengo de la
«realeza del hockey», querían que
formara parte de la hermandad a toda
costa, así que prácticamente me dejaron
hacer lo que quisiera durante la semana
de presentación de aspirantes. Me
gritaban superfuerte cuando había más
gente alrededor, diciéndome que
limpiara el baño con un cepillo de
dientes o alguna mierda así, y luego uno
de ellos me apartaba a un lado y me susurraba: «largo de aquí, chaval. Vete a
dormir un rato».
Jimin se echa a reír.
—Uau. Corrupción en las fraternidades. Estoy sorprendido, te lo digo de verdad.
Tae entra en la calle de las fraternidades, hasta arriba de coches.
Terminamos aparcando varias casas más abajo de Sigma y vamos andando a la inmensa mansión, donde Yoongi, Hoseok y Hollis nos esperan en el césped, pasándose un porro.
Yoongi me lo pasa a mí, le doy una
profunda calada que llena mis pulmones y exhalo una nube de humo blanco en el aire cálido de la noche.
—Adivina quién acaba de aparecer
—murmura Yoongi —. Tu chico de
primero. Bueno, supongo que ahora
estará en segundo.
Mi pulso se acelera.
—¿Jungkook está aquí?
Asiente.
—Sí, pero… él está, eh, con alguien.
¿Qué hostias? ¡¿Con quién?! Y más
vale que no se trate de algún estúpido
borracho de Sigma cuyo único objetivo
es meterse dentro de sus pantalones.
No tenía intención de darme de
hostias esta noche, pero si algún
asqueroso hijo de puta MIRA mal a
Jungkook, haré que salga de la fiesta en una camilla.
Pero Yoongi rápidamente tranquiliza
mis preocupaciones.
—Es un hípster —dice—. Ni de coña
es de Sigma.
De repente estoy impaciente por
entrar, así que dirijo a mis amigos hacia
la puerta principal, lo que provoca una
mirada de perplejidad de Tae.
—Supongo que esta noche nos toca
cortejar otro rato, ¿no? —dice con
ironía.
Ya te digo que si nos toca.
La casa está más llena que nuestras
gradas en un partido en casa y no veo a
Jungkook por ningún lado cuando analizo el mar de rostros. El ensordecedor tema de dubstep que retumba en los altavoces hace que sea imposible mantener una conversación, así que con un gesto le digo a Tae que voy a buscar a Jungkook.
A continuación, soy engullido por la
multitud mientras me atrevo a avanzar
por el salón.
Varias tías buenas me sonríen cuando
paso por delante de ellas, pero no me
interesan lo más mínimo. Jungkook no está en ninguna parte. Me pregunto si tal vez Yoongi se haya inventado toda la historia.
¿Jungkook en una cita en una fiesta de
fraternidad? Cuanto más pienso en ello,
más descabellado me parece.
Entro en la cocina y observo el gran
grupo reunido en torno a la isla de
granito. Ni rastro de Jungkook, pero una de las chicas que bebe una Coronita cerca del fregadero se separa de la multitud y viene a mi encuentro.
—Jiiiin —canturrea mientras
envuelve mi bíceps desnudo con sus
dedos y se inclina hacia mí.
—Ey, Piper —murmuro; y siento la
tentación de pegarle un empujón antes de que sus labios lleguen a tocar mi
mejilla.
Piper es innegablemente atractiva, pero no he olvidado esa campaña de desprestigio en Twitter que le hizo a Jungkook.
El beso toca mi mejilla y, aunque
después se aleja, sigue apretada contra
mi cuerpo, con su mano pegada a mi
brazo como la cinta de hockey.
—Es nuestro último año —dice —¿Sabes lo que eso significa?
Ni siquiera puedo fingir estar interesado. Estoy ocupado mirando a la
puerta de la cocina a ver si veo pasar a
Jungkook.
—¿Qué?
—Significa que nuestro tiempo se está
acabando.
Unos labios calientes rozan mi cuello,
me estremezco y me alejo un paso.
Frunce el ceño.
—Te has estado haciendo el duro
durante tres años —me acusa—. ¿No
crees que es hora de que nos demos lo
que queremos?
Un resoplido sale antes de que pueda detenerlo.
—Es lo que TÚ quieres, Piper. Te he
dicho cien veces que no me interesa.
Su boca, con sus labios pintados de
rojo, forma un puchero.
—Piensa en lo bueno que sería. ¿Toda esta hostilidad acumulada entre
nosotros? —Se pone de puntillas y me
susurra en el oído mientras su pelo
oscuro me hace cosquillas en la barbilla
—. El sexo sería MEGAEXPLOSIVO.
Le separo los dedos de mi brazo.
—Tentador —miento—. Pero
prefiero pasar. Oye, si estás muy
desesperada, tenemos sangre fresca en
el equipo. Hay un chico, Hunter, que
podría ser de tu rollo.
Sus ojos están encendidos.
—Vete a la mierda. No intentes hacer
de chulo con tus compañeros de equipo.
—No estoy haciendo de chulo, cariño. Simplemente te estoy informando. Nos vemos, Piper.
Puedo sentir claramente sus puñales
en mi espalda cuando salgo de la cocina,
pero no me importa una mierda. Estoy
harto de que me entre constantemente y
de que desprecie todo el rato MI
ABSOLUTA FALTA DE INTERÉS en
enrollarme con ella.
Doy otra vuelta por la planta principal, comprobando todas las habitaciones dos veces antes de darme por vencido. Quizá esté en la calle. Hoy hace mogollón de humedad, por lo que la fiesta se está celebrando en el interior
y en el exterior. Eso significa que es
hora de ampliar mi perímetro.
Decido empezar por la parte frontal
de la enorme mansión. Cuando salgo al
recibidor, una sensación de triunfo me
invade: veo a Jungkook en la escalera de
caracol.
Está solo, y mi pulso se acelera
cuando admiro cómo el tejido elástico
de su pantalon negro le abraza el culo. Su pelo largo ondea como una cortina de oro a cada paso que da. Mierda, se está moviendo.
Llega al rellano del segundo piso y
desaparece en la esquina; la pérdida de
contacto visual me impulsa a la acción.
Sin perder un instante, me abro paso hacia las escaleras y corro tras él.
***
Me lavo las manos en el aseo de la
planta de arriba y después me las seco
con una toalla de los Patriots de Nueva
Inglaterra que me hace sonreír. El
merchandising deportivo siempre me ha parecido una industria superlucrativa.
Le pegas el logotipo de un equipo a
cualquier tela vieja y ya sabes que lo
comprarán millones de personas. Da
igual lo que sea.
Miro mi reflejo en el espejo, satisfecho de ver que, gracias a mi crema de control fuerte del encrespado,mi pelo ha sobrevivido a la humedad
sofocante que ha soportado de camino a
la casa Sigma. Morris me recogió en la
resi y, aunque hemos estado hablando
sin parar hasta llegar aquí, la verdad es
que una vez dentro no hemos hablado
mucho. La música está demasiado alta y
Morris está demasiado absorto en el
videojuego de disparos en primera
persona al que están jugando en el
estudio. Nada más llegar, el Gordo Ted
le ordenó a Morris que plantara su culo
en el sofá y le enchufó un mando en la
mano.
Pero no me importa. Me he divertido
viendo a Morris batir el récord de Ted
en todos los niveles. Cada vez que lo
hace, los chicos de la fraternidad le animan como si estuvieran presenciando el touchdown final de la Super Bowl, y se meten con el Gordo Ted por perder todo el rato. Ah, el Gordo Ted, por cierto…, no está gordo.
A veces te juro que no entiendo el rollo de los apodos.
Cuando salgo al pasillo, experimento
una especie de déjà vu. Solo que esta
vez, en lugar de ser Jin el que sale de
un cuarto de baño y yo el que espera
fuera, es al revés.
Un pequeño gritito de sorpresa se
escapa de mi garganta cuando le
descubro. No le he visto ni he hablado
con él en tres días, desde el episodio del
muffin.
—Buenas noches, precioso. —Me
sonríe—. Me flipa ese pantalón.
Sus ojos azules hacen un barrido a
mis piernas y yo maldigo a Woozy por convencerme para que me pusiera este esta noche. Y después me maldigo A MÍ MISMO por permitir que su mirada sensual provoque un hormigueo feroz que va bajando por mi cuerpo; la parte más intensa de ese hormigueo concentrándose entre mi polla.
Suspiro.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Asistir a una fiesta. —Eleva las
cejas—. ¿Por? Y a ti, ¿qué te trae por
aquí?
Respondo con los dientes apretados.
—Tengo una cita.
La confesión no le perturba en lo más
mínimo.
—¿Sí? ¿Y dónde está tu cita? Deberías presentármelo.
—Eso no va a pasar.
Jin da unos pasos y se acerca; su picante aroma me rodea como una niebla espesa. Su corpulencia domina mi
espacio personal. Espaldas anchas,
piernas largas y un pecho tan definido,
que puedo ver cada uno de sus músculos en tensión bajo la camiseta. Quiero deslizar mis manos bajo su camiseta y pasar las palmas por cada uno de sus duros montículos. Y después quiero deslizarlas en la otra dirección, meterlas dentro de sus pantalones y rodear con mis dedos su…
Sal de ahí ya.
Intento regular mi respiración, pero el
aire sale en explosiones poco profundas.
Por la forma en la que su respiración se
entrecorta, sé que Jin se ha dado cuenta del cambio que ha sufrido mi cuerpo, del aumento de mi pulso, de la energía sexual que calienta el aire que hay entre nosotros.
—¿Cuánto tiempo vas a seguir
aguantándote? —Su voz es ronca y
cargada de deseo.
—Yo no me estoy aguantando nada.—Es un milagro lo normal que sale mi voz, cuando mi corazón late más fuerte que el bombo del tema dance que suena
en la planta de abajo—. Ya te dejé claro
que no estoy interesado en salir contigo.
Y tampoco quiero reavivar las veces que nos enrollamos el año pasado. Hemos disfrutado, pero ahora se ha acabado.
—Buen pareado, Dr. Seuss. — Todavía sin inmutarse, elimina cinco centímetros de distancia entre nosotros.
Ahora está tan cerca que puedo sentir el
calor de su cuerpo—. ¿Así que ya no te
sientes para nada atraído por mí?
No contesto. No puedo responder. El
deseo ha obstruido mi garganta.
—Porque yo sí que me siento atraído
por TI. —Sus ojos entrecerrados recorren mi cuerpo—. Puede ser que
incluso todavía más que antes.
Le entiendo perfectamente. La atracción parece un millón de veces más potente. Arde, y es violenta, y puedo sentirla latir dentro de mi. Mi mirada no puede despegarse de su boca, de la curva sensual de su labio inferior.
Echo de menos sus besos. Echo de
menos las impacientes y ansiosas
arremetidas de su lengua, y la forma en
la que gruñía cuando se entrelazaba con
la mía.
Distancia. Necesito retroceder. Ser
fuerte y luchar contra su evidente
atractivo sexual y… Mi culo se choca
contra la pared. Mierda. No me puedo ir
a ningún sitio. No hay forma de escaparse de la energía sexual que
quema todo el oxígeno que nos rodea.
—Bésame —Su orden ronca es
apenas audible sobre los latidos de mi
corazón.
Su cabeza se inclina, su boca está a
centímetros de la mía. Estoy
hipnotizado. Su boca. La barba que tiñe
su mandíbula. La forma en la que su
lengua sale para humedecer el labio
superior. Un beso no supondría el fin del mundo, ¿no? Podría simplemente
olvidarlo. Olvidarme de ÉL.
Levanta la mano hacia mi cara y las
yemas de sus ásperos dedos acarician
mi mejilla. Me estremezco.
—Bésame —susurra de nuevo y mi control cae.
Le agarro por la nuca y llevo su boca
a la mía, besándolo como si estuviera
poseído. Cuando él gime contra mis
labios, siento su sonido ahogado en mi
polla. Oh, Dios. No puedo respirar.
No puedo concentrarme en otra cosa que no sea su lengua hambrienta en mi boca y el rápido latido de mi corazón.
Baja la mano y me agarra el culo,
tirando de la parte inferior de mi cuerpo hacia la suya y haciendo un movimiento rotatorio con sus caderas.
—He estado fantaseando con este
momento todo el verano. —Su susurro
agonizante calienta mi cuello antes de
que su boca se pegue a él, chupando con
fuerza suficiente para hacerme gemir.
Me agarro a sus anchos hombros,
incapaz de detener esto. Me besa el
recorrido que lleva a mis labios,
juguetea con su lengua en la apertura
antes de sumergirse en el interior de
nuevo. Sus caderas mantienen el
balanceo. Las mías hacen lo mismo. Le
deseo y él lo sabe. Gruñe suavemente,
desliza una mano, sus dedos me hacen cosquillas en los muslos, suben, se acercan al lugar que suplica ser tocado.
Milímetros. Esa es la distancia que los separa. Quiero gritarle para que me toque de una vez, pero él está tomándose su tiempo. Frota la cara
interna del muslo con el pulgar.
Despacio. Joder… Demasiado despacio.
Rompe el beso y me mira fijamente a
los ojos, mientras su mano se acerca a la
parte de delante de mi pantalón. Sus
dedos tiemblan. Su respiración es cada
vez más pesada.
Y entonces aparta la mano de un tirón.
Su expresión es tan dramática que uno
podría pensar que ha sido sometido a
ahogamientos simulados durante tres
días seguidos.
—No, joder, no —gruñe—. Esto no
es lo que yo quería.
—¿Q… qué? —tartamudeo, todavía
aturdido por esos besos escalofriantes.
—Yo solo quería un beso. No un
rollo. —Coge aire en una respiración
profunda—. Lo que te dije el otro día, lo decía en serio. Quiero salir contigo en
una cita.
—Jin… —me quedo a mitad de
frase, cauteloso.
Unos pasos resuenan en las escaleras
y Jin retrocede con rapidez. Su mirada baja al descansillo.
Cuando Morris dobla la esquina, mi
corazón salta a la garganta.
Oh, mierda.
Morris. Me he olvidado totalmente de
Morris.
—Aquí estás —dice con una sonrisa
incómoda—. Pensaba que igual te
habías perdido al ir al aseo.
Aspiro profundamente, esperando que
mi ritmo cardíaco se estabilice. Rezando para que mi expresión no parezca
demasiado culpable. O peor aún,
excitado.
—No, lo encontré bien —respondo
—. Me encontré con un amigo… en el
camino.
Las fosas nasales de Jin se dilatan.
—Este es Jin —digo, y después hago un gesto hacia él como si Morris no pudiese deducir por sí mismo a quién me refiero.
Mi cita saluda con la cabeza al chico
con el que me acabo de enrollar.
—Encantado de conocerte. —Me
mira—. ¿Listo para unirte a la fiesta?
No.
Sí.
Ya no lo sé.
Lo que sí sé es que he venido a esta
fiesta con Morris, quien por cierto es
una persona maravillosa, y no pienso
dejarlo por otro chico; me da igual lo
que me pueda apetecer.
—Claro. —Solo permito que el contacto visual con Jin sea lo más breve posible cuando murmuro—: Nos vemos, Jin. —Entonces sigo a Morris escaleras abajo y me obligo a no darme la vuelta y mirar.
Pero puedo sentir los ojos de Jin en mi espalda todo el tiempo.
^-^
Ahora si se viene lo cursi jajajaj
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