2
He decidido bajar el ritmo de fiestas. Y
no ha sido SOLO porque anoche acabé
tan KO que Hoseok tuvo que llevarme
cargado sobre su hombro escaleras
arriba hasta mi habitación, porque
estaba demasiado mareado para poder
caminar.
No SOLO, pero sí que ha sido un
factor importante para tomar la decisión que he tomado.
Así que ahora es viernes por la noche
y no solo he rechazado la invitación a la
fiesta de uno de los chicos del equipo,
sino que todavía estoy dándole vueltas
al mismo vaso de whisky que me serví
hace más de una hora. Tampoco le he
dado ni una calada al porro que Yoongi
me pasa una y otra vez.
Esta noche nos quedamos en casa
charlando, desafiando el frío de
principios de abril apiñados en el
pequeño patio. Le doy una calada a mi
cigarrillo mientras Yoongi, Hoseok y
nuestro compañero de equipo,
Hollis, se pasan el porro. Solo escucho
a medias el resumen, increíblemente
obsceno, del polvo que Yoongi echó ayer por la noche. Mi mente vaga de nuevo a
mi propio rollo, con la chica
absolutamente sexy que me obligó a
seguirla a uno de los cuartos de baño de
arriba para aprovecharse de mí.
Es cierto que estaba borracho y que
mi memoria puede ser un poco confusa,
pero recuerdo PERFECTAMENTE
cómo se corrió en toda mi mano después de hacerle un dedo. Y recuerdo aún más perfectamente ser el receptor de una mamada espectacular. Pero no pienso contarle nada de eso a Hoseok ya que, tal y como parece, está manteniendo un recuento de mis rollos.
Cabrón entrometido.
—Espera, retrocede un momento.
¿Que hiciste qué?El tono elevado de Hollis me devuelve al presente de una sacudida.
—Le he enviado una foto de mi polla.
—Yoongi lo dice como si fuese algo que
hace todos los días.
Hollis le mira con la boca abierta.
—¿De verdad? ¿Le has enviado una
foto de tu paquete? ¿En plan «ahí va un
recuerdo del sexo que hemos tenido»?
—Naah. Más bien como una
invitación para otra ronda —responde
Yoongi con una sonrisa.
—¿Cómo coño algo así puede hacer
que quiera volver a acostarse contigo?
—Hollis parece dudar—.
Probablemente ahora piense que eres un gilipollas.
—Ni de coña, hermano. Las nenas
aprecian una buena foto de una polla.
Créeme.
Hollis aprieta sus labios como si
estuviera intentando no reírse.
—Ya, ya. Por supuesto.
Echo la ceniza en el césped y le doy
otra calada a mi cigarro.
—Solo por curiosidad. Una «buena
foto de una polla», ¿qué requiere? Lo
que quiero decir es: ¿es por la
iluminación?, ¿la pose?
Estoy siendo sarcástico, pero Yoongi
responde con voz solemne.
—Bueno, el truco consiste en
mantener los huevos fuera de la foto.
La respuesta le arranca una carcajada a Hoseok, que se atraganta con su
cerveza.
—En serio, tío —insiste Yoongi —. Los
huevos no son fotogénicos. Las mujeres
no quieren verlos.
La risa de Hollis sale disparada y
unas bocanadas de humo blanco flotan
en el aire de la noche.
—Tronco, has invertido mucho
tiempo en reflexionar sobre el tema. Es
un poco triste.
Yo también me río.
—Espera un momento, ¿eso es lo que
haces cuando estás en tu habitación con
la puerta cerrada? ¿Hacerte fotos del
pito?
—Oh, vamos, como si yo fuera el
único que alguna vez se ha hecho una foto de su polla.
—Eres el único —decimos Hollis y
yo al unísono.
—Y una mierda. Sois unos
mentirosos. —Yoongi se da cuenta de
repente de que Hoseok no ha abierto la
boca para negar nada y enseguida salta
sobre el silencio de nuestro compañero
de equipo. —Ja. ¡LO SABÍA!
Arqueo una ceja y miro a Hoseok, que
puede, o no, estar sonrojándose bajo los
cinco centímetros de barba.
—¿En serio, tío? ¿De verdad?
Él me ofrece una tímida sonrisa.
—¿Os acordáis de la chica con la que
salí el año pasado? ¿Soin? Bueno,
pues ella me envió al móvil una foto de sus tetas. Me dijo que tenía que
devolverle el favor.
La mandíbula de Yoongi se desploma y
abre la boca de par en par.
—¿Polla por tetas? Hermano, te han
timado. De ninguna manera es
comparable, vaya, ni remotamente.
—Entonces, ¿cuál es el equivalente a
unas tetas? —pregunta Hollis con
curiosidad.
—Los huevos —contesta Yoongi, antes
de darle una profunda calada al porro.
Suelta un anillo de humo mientras todo
el mundo se ríe de su observación.
—Acabas de decir que las mujeres no
quieren ver unos huevos —señala
Hollis.
—Y no quieren, pero cualquier idiota sabe que una foto de las tetas requiere
una foto frontal completa a cambio. —
Resopla—. Es de sentido común.
Alguien se aclara la garganta en la
puerta corredera que hay a mi espalda.
Ruidosamente.
Me doy la vuelta y me encuentro a
Jimin allí de pie; mi pecho se tensa
tanto que me duelen las costillas. Lleva
puestos unos pantalones de chandal una de las camisetas para entrenar de Tae. Su pelo oscuro ahora corto. Está precioso.
Y sí, soy un cabronazo de amigo,
porque de repente me la estoy
imaginando con MI camiseta. Con MI
número dibujado a la espalda.Ya te digo, a eso lo llamo yo «aceptar la situación».
—Eh... vale —dice de forma pausada
—. Solo por cerciorarme de que no
estoy entendiendo mal. ¿Estáis hablando de enviarles fotos de vuestros penes a las chicas? —La diversión brilla en su mirada mientras observa uno por uno a todo el grupo.
Yoongi resopla.
—Exacto. Y no nos mires así, Jimin.
¿Vas a quedarte ahí de pie y nos vas a
decir que Tae no te ha enviado
ninguna foto de su paquete?
—No pienso molestarme en contestar
eso. —Suspira y apoya el antebrazo en
el borde de la puerta—. Jin y yo vamos a pedir pizza. ¿Queréis apuntaros? Ah, y pondremos una peli en el salón. Le toca elegir a él, por lo que probablemente será una película de acción de las malas, por si queréis verla con nosotros, estáis invitados.
Hoseok y Yoongi responden con eufóricos síes al instante, pero Hollis sacude la cabeza con pesar.
—Tal vez la próxima vez. Mi último
examen final es el lunes y me toca
pasarme el resto del fin de semana
empollando.
—Puf. Bueno, buena suerte. —Jimin
le sonríe antes de soltar el marco de la
puerta y dar un paso atrás—. Si queréis
opinar sobre los ingredientes de la
pizza, será mejor que entréis ahora; de
lo contrario, la encargaré con verduras.
Ah, y ¿qué narices pasa contigo, Jin?
—Sus ojos se dirigen a mí—.
Pensé que habías dicho que solo
fumabas tabaco en las fiestas. ¿Voy a
tener que darte una paliza?
—Inténtalo, Jimin; molaría verlo. —
Mi tono rebosa humor, pero un segundo
después de que entre de nuevo, el humor se desvanece.
Estar cerca de el es como un puñetazo en el estómago. Y la idea de sentarme en el sofá con él y Tae comiendo pizza, mirando una película y viendo cómo se hacen mimos... es cien veces PEOR que un golpe en las tripas.
Es como si un equipo de hockey al completo te estrellara contra la valla.
—¿Sabes qué? Creo que al final sí
que voy a ir a la fiesta de Soo. ¿Me
puedes llevar en coche a la zona de
residencias? —le pregunto a Hollis—.
Iría yo por mi cuenta, pero no sé si
acabaré bebiendo.
Yoongi clava el porro en el cenicero
que hay en la tapa de la barbacoa.
—No vas a beber ni una gota, tronco.
El conserje de la residencia de Soo es
un nazi total. Patrulla las salas comunes
e inspecciona las habitaciones de forma
aleatoria. No es coña.
No me importa. Solo sé que no puedo
quedarme aquí. No puedo estar de
tranqui con Jimin y Tae; no hasta
que consiga gestionar mi absurdo enchochamiento.
—En ese caso, no beberé. Pero
necesito un cambio de aires. Llevo en
casa todo el día.
—Un cambio de aires, ¿eh? —La
expresión de Hoseok me dice que puede
leer lo que me pasa.
—Sí —le digo con frialdad—.¿Tienes algún problema con eso?
Hoseok no contesta.
Apretando los dientes, me despido y
sigo a Hollis a su coche.
Quince minutos más tarde, estoy en el
pasillo del segundo piso de la
Residencia Fairview y está todo tan
inquietantemente silencioso, que mi ánimo se desploma aún más. Mierda.
Supongo que es verdad que el conserje
es un tipo duro. No escucho ni un ruido
en ninguna de las habitaciones, y ni
siquiera puedo llamar a Soo para ver
si la fiesta al final se ha cancelado o
qué. Con las prisas por escapar de casa,
se me ha olvidado coger el teléfono.
Nunca he estado en la residencia de
Soo antes, así que me quedo quieto en
el pasillo un momento, tratando de
recordar el número de la habitación que
me envió en un mensaje hace un rato.
¿Doscientos veinte? ¿O era doscientos
treinta? Paso por cada puerta
comprobando los números, y mi dilema
se resuelve solo cuando veo que no
existe la habitación doscientos treinta.
Doscientos veinte.
Esa es.
Golpeo mis nudillos contra la puerta.
Casi de inmediato, unos pasos suenan
desde detrás. Al menos, hay alguien
dentro. Es una buena señal.
A continuación la puerta se abre y me
encuentro mirando a una total
desconocido. Vale, es un desconocido
muy guapo, pero un desconocido al fin
y al cabo.
Él chico parpadea con sorpresa
cuando me ve allí de pie. Sus ojos negros son del mismo color que su
cabello, el cual es largo con ondas super chulas. Lleva pantalones a cuadros holgados y una sudadera de color negro con el logotipo de la universidad en la parte de delante y, por el silencio absoluto que reina en la habitación a su espalda, resulta evidente que he llamado a la puerta equivocada.
—Hola —le digo con torpeza—.
Bueno... eh... supongo que no es la
habitación de Soo, ¿no?
—Eh, no.
—Mierda. —Aprieto los labios—.Me dijo que era la habitación doscientos
veinte.
—En ese caso uno de los dos debe de
tener el número mal. —Hace una pausa
—. Por si te sirve de algo, no hay nadie
llamado Soo en esta planta. ¿Es un
estudiante de primero?
—De tercero.
—Oh. Vale. Pues entonces
definitivamente no vive aquí. Esto es
una residencia para estudiantes de
primero. —Mientras habla, juega con la
parte de abajo de su sudadera y no me mira a los ojos ni una sola vez.
—Mierda —murmuro de nuevo.
—¿Estás seguro de que tu amigo te
dijo que vivía en la Residencia
Fairview?
Dudo. Estaba seguro, pero ahora... no
tanto. Soo y yo no pasamos tiempo
juntos con demasiada frecuencia, al
menos no los dos solos. Por lo general,
le veo en las fiestas posteriores a los
partidos o cuando viene a mi casa con el
resto de nuestros compañeros de equipo.
—Ya no estoy seguro —respondo con
un suspiro.
—¿Por qué no le llamas? —Sigue sin
encontrar mi mirada. Ahora mira hacia
abajo, a sus calcetines de lana a rayas,
como si fueran las cosas más fascinantes
que ha visto nunca.
—Me he dejado el móvil en casa. —
Mierda. Mientras reflexiono sobre mis
posibles opciones, me paso una mano
por el pelo. Está creciendo y necesita
desesperadamente un corte, pero
siempre se me acaba olvidando—. ¿Te
importa si uso el tuyo?
—Eh... claro.
Parece indeciso, pero aun así abre
más la puerta y me hace un gesto paraque entre. Su habitación es la típica
habitación doble con dos de todo, pero
mientras que un lado está limpio como
una patena, el otro es una pocilga
desordenada. Es evidente que este chico
y su compañero de piso tienen una
filosofía muy diferente sobre la
pulcritud.
Por alguna razón, no me sorprende
cuando se dirige hacia el lado arreglado.
Sin duda tenía pinta de ser el
fanático del orden. Va al escritorio y
desconecta un teléfono móvil del
cargador para, a continuación,
pasármelo.
—Toma.
Un instante después de que el teléfono
cambie de manos, se arrastra hacia la puerta.
—No tienes que irte tan lejos —digo
secamente—. A menos que estés
pensando en salir huyendo.
Sus mejillas se tiñen de color rosa.
Sonriendo, deslizo mi dedo por la
pantalla del teléfono hasta que aparece
el teclado numérico.
—No te preocupes, precioso. Solo
voy a usar el móvil. No voy a matarte.
—Oh, ya lo sé. O por lo menos,
CREO que ya lo sé —balbucea—.
Quiero decir que... pareces un tipo
majo, pero, claro, un montón de asesinos en serie probablemente también parecen majos cuando los conoces. ¿Sabías que Ted Bundy era realmente encantador? —Sus ojos se abren—. Qué fuerte, ¿no?
Imagina que un día estás caminando
tranquilamente y conoces a un tipo
superguapo y encantador, y te dices a ti
mismo «oh, ¡Dios mío! Es perfecto», y
un minuto después estás en su casa y
encuentras una sala de trofeos en el
sótano con trajes de piel humana y
muñecas Barbie con los ojos arrancados
y...
—Dios —interrumpo—. ¿Te han
dicho alguna vez que hablas mucho?
Sus mejillas enrojecen aún más.
—Lo siento. A veces hablo sin parar
cuando estoy nervioso.
Le lanzo otra sonrisa.
—¿Te pongo nervioso?
—No. Bueno, quizás un poco. Quiero decir que... no te conozco, y... sí,
«cuidado con los desconocidos» y todo
eso; aunque estoy seguro de que no eres
peligroso —añade apresuradamente—.
Pero ya sabes...
—Sí. Ted Bundy —continúo,
haciendo un esfuerzo para no reírme.
Juguetea con su sudadera de nuevo y su
evasiva mirada me da la oportunidad de
estudiarlo con más atención.
Uau, es muy guapo. No es un superpibón ni nada, pero tiene un rollo fresco de «chico de al lado» que le hace de veras atractivo.
Pecas en la nariz, rasgos delicados y una
piel suave y cremosa que parece recién
sacada de un anuncio de maquillaje.
—¿Vas a llamar?
Parpadeo, recordando de pronto que
eso es por lo que entré en la habitación
en primer lugar. Miro el móvil que
sostengo en la mano y analizo el teclado
numérico con la misma atención con la
que lo estaba analizando a el un
instante antes.
—Te ayudo: usa los dedos para
marcar el número y después le das a
llamar.
Levanto la cabeza y su sonrisa
apenas contenida provoca una risa que
sale de mi garganta.
—Una gran ayuda. —Coincido—.
Pero... —dejo escapar un suspiro triste
—. Acabo de caer en que no me sé su
número. Lo tengo guardado en mi móvil.
Mierda. ¿Es este mi castigo por fantasear con la novio de Tae?
¿Quedarme colgado un viernes por la
noche sin teléfono ni coche? Supongo
que me lo merezco.
—A la mierda. Voy a llamar a un taxi
—me decido por fin. Por suerte, me sé
de memoria el teléfono del servicio de
taxi del campus, así que marco el
número en su lugar y me ponen en espera de inmediato. Cuando el hilo musical empieza a sonar en mi oído, ahogo un gemido.
—Estás en espera, ¿eh?
—Sí. —Lo miro de nuevo—. Por
cierto, soy Jin. Gracias por dejarme
usar tu teléfono.
—Sin problema. —Hace una pausa
—. Soy Jungkook.
Un clic suena en mi oído, pero en
lugar de la voz de la operadora, oigo
otro clic seguido de otra dosis de
música. No me sorprende. Es viernes
por la noche, la noche de más lío para
los taxis del campus. Quién sabe cuánto
tiempo voy a tener que esperar.
Me hundo en el borde de una de las
camas —la que está perfectamente hecha— y trato de recordar el número del servicio de taxi de otra compañia, la de la ciudad donde viven la mayoría de los estudiantes que residen fuera del
campus, y donde está mi casa. Pero me
he quedado en blanco, así que suspiro y
aguanto un poco más el hilo musical. Mi
mirada se desplaza al portátil abierto al otro lado de la cama y, cuando me doy
cuenta de lo que aparece en la pantalla,
miro a Jungkook con sorpresa.
—¿Estás viendo La jungla de cristal?
—En realidad es La jungla 2: alerta
roja. —Parece avergonzado—. Estoy
teniendo una noche especial de La
jungla de cristal. Acabo de terminar la
primera.
—¿Te mola Bruce Willis o algo así?
Eso le hace reír.
—No. Simplemente me gustan las
películas de acción antiguas. La semana
pasada me vi la saga de Arma letal.
La música en mi oído se detiene otra
vez, un clic y vuelve a sonar,
provocando que una maldición salga de
mis labios. Cuelgo y me vuelvo hacia Jungkook.
—¿Te importa si uso tu ordenador
para buscar el número de los taxis de
la ciudad? Igual tengo más suerte allí.
—Claro. —Después de un instante de
vacilación, se sienta a mi lado y coge el
portátil—. Déjame que abra una ventana para ti.
Cuando va a minimizar el vídeo, se
activa otra vez la película y el sonido
explota en los altavoces. Cuando la
escena de pelea en el aeropuerto llena la
pantalla del ordenador, me acerco de
inmediato para verla.
—Oh, uau, esta pelea es la leche.
—Sí, ¿verdad? —exclama Jungkook —.
Me encanta. Bueno, en realidad, me encanta toda la película. No me importa
lo que diga la gente, a mí me parece
impresionante. Obviamente no es tan
buena como la primera, pero la verdad
es que no es tan mala como la gente
piensa.
Está a punto de darle al pause, pero
le paro la mano.
—¿Podemos terminar de ver esta
escena?
Su expresión es de gran sorpresa.
—Eh, sí, vale—. Traga saliva
visiblemente y añade—: Si quieres
puedes quedarte y ver toda la peli. —
Sus mejillas se sonrojan nada más
expresar la invitación—. A no ser que
tengas que ir a algún otro sitio.
Lo pienso un segundo antes de negarcon la cabeza.
—Naah, no tengo que ir a ningún otro
sitio. Puedo quedarme aquí un rato.
Ahora en serio, ¿cuál es la
alternativa? ¿Ir a casa a ver cómo
Jimin y Tae se dan de comer pizza
el uno al otro y se besan durante la
película?
—Oh. Vale —Jungkook con cautela
—. Eh... guay.
Me río.
—¿Esperabas que dijera que no?
—Un poco —admite.
—¿Por? En serio, ¿qué chico
rechazaría ver La jungla 2? Lo único
que podría mejorar este acuerdo es que
me ofrecieras algo de alcohol.
—No tengo nada. —Se detiene para
pensar—. Pero tengo una bolsa entera de ositos de gominola escondidos en el
cajón de mi escritorio.
—Cásate conmigo —le digo al
instante.
Riendo, avanza hacia el escritorio,
abre el cajón de abajo y, efectivamente,
saca una enorme bolsa de chucherías.
Mientras me deslizo hacia la cama me
inclino hacia atrás en la pila de
almohadas de su cabecero, Jungkook se
arrodilla frente a la mini nevera junto algominola y la lata de refresco y después se instala en la cama a mi lado,
colocando el portátil en el colchón entre
los dos.
Me meto un osito en la boca y enfoco
mi mirada en la pantalla. Vale. Sin duda
esta no era la manera en la que esperaba que transcurriera la noche, pero qué coño, será mejor que me deje llevar.
♡♡♡
Quiero hacer spoilers (/'△'\)
Ellos van a ser más rápidos.
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