18
Julio
Tae me da una sorpresa apareciendo en el taller el jueves por la noche, con
pizza y unas cervezas. No nos vemos
mucho durante el verano, ya que yo vivo en casa de mi padre y él trabaja sesenta horas semanales en una empresa de construcción en el centro de Seúl. Nos mensajeamos de vez en cuando, por logeneral sobre los playof s de la NHL, y nos juntamos para ver el partido de la Copa Stanley todos los años, algo que ya hicimos el mes pasado. Pero habitualmente, nuestra amistad se pone en pausa hasta mi vuelta a la uni en septiembre.
Me alegra mucho verlo.
Probablemente me alegraría más si no
hubiera traído las cervezas, pero bueno,
¿cómo podría saber Tae que mi padre me ha tirado una lata de cerveza a la cabeza esta mañana?
Sí, la movida de hoy ha sido gorda.
Papá me lanzó una lata de cerveza y me
armó una rabieta, lo que se tradujo en
que casi le pego un puñetazo. Jae, por
supuesto, lo ha evitado y ha hecho de mediador antes de arrastrar a papá con
su borrachera de vuelta a casa. Cuando
entré a la hora de comer, me lo encontré bebiéndose una cerveza Bud Light en el salón mientras veía anuncios de la Teletienda. Me saludó con una sonrisa; ya se había olvidado de lo que había sucedido.
—Ey. —Tae se acerca a paso rápido hasta el Hyundai cuyas pastillas de freno acabo de cambiar y me da un
abrazo de machoman que implica
muchas palmadas en la espalda.
Después mira al otro lado de la estancia,
donde está mi hermano
—Jae, amigo. ¡Cuánto tiempo!
—¡T! —Jae suelta su llave de tubo y se acerca para estrecharle la mano a
Tae—. ¿Dónde narices te has estado
escondiendo este verano?
—En Seúl. Me he pasado las últimas dos semanas trabajando como un burro en un tejado, con el sol cayéndome a plomo en la cabeza.
Sonrío cuando me doy cuenta de que
tiene la nariz, el cuello y los hombros
quemados. Y porque soy un cabrón, me
inclino y le pellizco la marca roja que
tiene en el hombro izquierdo.
Él hace una mueca.
—Vete a la mierda. ¡Me has hecho
daño!
—Pobre bebé. Deberías pedirle a
Jiminie que te ponga aloe vera en tus
pupitas.
Me ofrece una sonrisa lobuna.
—Oh, créeme, ya lo hace. Lo que lo
convierte en un compañero de piso
infinitamente mejor que tú.
¿Compañero de piso? Es verdad.
Olvidé por completo que Jimin se ha
estado quedando en nuestra casa durante el verano. Lo que me recuerda que los chicos y yo probablemente deberíamos hablar de lo que va a suceder en otoño; ver si el plan de Jimin es mudarse de forma oficial o qué. Yo he superado totalmente lo suyo y sí, me encanta su compañía, pero también me encanta la dinámica que tenemos solo nosotros: los chicos. La inyección de hermanas de sexo que se cargan este par en nuestro sistema podría generar un cortocircuito o algo así.
—¿Te puedes tomar un descanso? —
pregunta Tae—. Tú también, Jae. Hay suficiente pizza para los tres.
Dudo un momento; me imagino la
reacción de mi padre si de repente sale
y me ve pasando el rato con mi amigo en vez de estar trabajando. Joder. No estoy de humor para pelearme con él otra vez.
Pero Jae responde antes de que yo
pueda hacerlo.
—No te preocupes. Jin ha terminado
por hoy.
Lo miro con sorpresa.
—En serio, yo me encargo —me dice
mi hermano—. Ya termino yo esto. Tú
llévate a dar una vuelta a Tae y relájate.
—¿Estás seguro?
Jae repite sus palabras con su tono
firme.
—Yo me encargo.
Asiento con la cabeza en señal de
agradecimiento. A continuación, me
quito el mono y abandono el taller con
Tae detrás de mí. Caminamos por el
sendero que conduce a la casa, pero
justo antes de llegar, me desvío hacia el
claro de césped que hay en la esquina
opuesta de nuestro terreno. Hace años,
Jae yo hicimos un agujero para las
fogatas y lo rodeamos con un
semicírculo de sillas Adirondack. Y en
los bosques más allá del claro, hay una
casa del árbol que construimos cuando éramos niños, que cualquier inspector
que se precie condenaría de inmediato
gracias a su mala calidad y a la
inestable fachada.
Tae pone la caja de pizza en la
mesa de madera destartalada que hay
entre dos de las sillas y a continuación
coge el paquete de cervezas, tira de una
de latas para sacarla del aro de plástico
y me la lanza.
La cojo, pero no la abro.
—Es verdad, se me olvidó —dice Tae con sequedad—. La cerveza es para cobardes. —Resopla y eleva las
cejas—. No hay chicas por aquí, tronco.
No tienes que pretender que eres un tío
sofisticado.
¿Sofisticado? Ya. Mis amigos saben que no bebo cerveza a menos que sea la
única opción disponible, pero yo siempre he asegurado que la razón de mi rechazo es que la cerveza es floja y sabe fatal.
¿La verdad? Que el olor es un recordatorio deprimente de mi infancia.
Lo mismo que el sabor del bourbon, la
bebida sustituta de mi padre cuando se
queda sin cerveza.
—Es solo que no me apetece beber en
este momento. —Pongo la lata en la
tierra y acepto el trozo de pizza cargada
de beicon que me pasa—. Gracias.
Tae se deja caer en la silla y coge
una porción.
—Y, ¿qué te parece lo de Choi?Una locura, ¿eh? Elegido en la primera
ronda. Tiene que ser lo más para su ego.
Una sensación agridulce me inunda.
Los procesos de selección de la NHL,
los famosos drafts, tuvieron lugar hace
un par de semanas, y fue genial saber
que dos jugadores de la NSU pasaron el
corte. Los Kings pillaron a Choi Minjo en la primera ronda, mientras que los Blackhawks cogieron a uno de nuestros defensores, Park Soin, en la cuarta. Estoy muy orgulloso de mis chicos. Los dos son estudiantes de segundo y ambos son jugadores de talento que merecen estar en la liga profesional.
Pero al mismo tiempo, es otro
recordatorio de que yo no voy a estar en esa liga.
—Choi se merece salir en la primera ronda. El chaval es más rápido que un rayo.
Tae mastica lentamente, tiene un
brillo de ilusión en sus ojos.
—¿Y Park? ¿Crees que formará parte de la alineación de los Hawks? ¿O crees que lo mandarán al segundo equipo?
Reflexiono sobre lo que acaba de
decir.
—Al segundo equipo —respondo con
pesar—. Creo que querrán que se
prepare más antes de soltarlo al mundo.
—Sí, yo también. No es el mejor
manejando el stick. Y muchos de sus pases no llegan.
Seguimos hablando de hockey mientras devoramos toda la pizza y al final acabo abriendo una cerveza, aunque solo tomo un sorbo o dos. No estoy buscando ponerme pedo esta noche. En realidad, no me he sentido con ganas de fiesta para nada últimamente.
Si soy honesto, mi estado de ánimo ha
estado en la puta basura desde aquella
noche con Jisoo el mes pasado.
—Y, ¿qué planes tiene Jiminie para el
otoño? —pregunto—. ¿Se muda con
nosotros o qué?
Tae se apresura a negar con la cabeza.
—No. Para empezar, os hubiera
preguntado a vosotros si os parecía bien antes de tomar una decisión como esa.
Pero de todos modos, él no quiere.
Tiene sentido para el verano, ya que
nuestra casa está super cerca de su
trabajo, pero sin duda compartirá otra
vez habitación con Namjoon en la residencia cuando empiece el semestre.
—¿Sabe ya qué va a hacer después de
la graduación?
—Ni idea. Pero tiene un año entero
para pensarlo. —Tae se queda en
silencio por un instante—. Oye,
¿conoces a Hwasa, la amiga de Jimin?
Asiento con la cabeza y pienso en la
chica que estudia Arte Dramático que,
según lo último que recuerdo, tiene un
novio que es un poco gilipollas.
—Sí. Está saliendo con un tío que se
llama Jimmy, ¿verdad?
—Jeremy. Y ya no están juntos. —Tae duda otra vez—. Jimin me preguntó si querías que os preparara una cita. Hwasa es divertida. Es posible que te
mole.
Me retuerzo en mi silla, incómodo.
—Gracias por la oferta, pero no estoy
interesado en ninguna cita.
Su rostro se ilumina.
—¿Eso significa que el chico de
primero con el que has estado
obsesionado ha decidido por fin
perdonarte?
Después del partido de la Copa
Stanley, le confesé a Tae todo lo que había pasado con Jungkook; el whisky que me tomé me aflojó la lengua y acabé
contándole una sórdida versión
totalmente detallada de la fatídica
Noche V —V por virginidad—, que es
como he decidido llamar a nuestro rollo
final. Ahora lamento habérselo contado,
porque hablar de él hace que me duela
el pecho.
—Sigue sin querer hablar conmigo —
admito—. Se ha acabado, tío.
—Joder. Menuda mierda. Así que
supongo que has vuelto a tu estilo y te
tiras a todo lo que lleve falda, ¿eh?
—No. —Ahora me toca a mí hacer
una pausa—. Casi me acosté con una
chica mayor hace unas semanas.
Sonríe.
—¿Cuántos años más?
—Ella tiene… veintisiete años. Creo.
Es una profesora del colegio del pueblo.
Está superbuena.
—Guay. ¿Vas a…? Espera, ¿qué quieres decir con eso de «casi»?
Le doy un trago a mi cerveza.
—No pude hacerlo.
Me mira sorprendido.
—¿Por qué no?
—Porque… era… —Me esfuerzo por
encontrar el adjetivo adecuado para
describir esa desastrosa noche con Jisoo
—. No lo sé. Fui a su casa con toda la
intención de follármela, pero cuando
intentó besarme, simplemente me rajé.
Todo era como… vacío; supongo.
—Vacío —repite desconcertado—. ¿Qué significa eso?
Es la hostia de difícil de explicar.
Desde que empecé la universidad, no he
dejado pasar muchas oportunidades de
acostarme con chicas.
Lo veía así: será mejor que viva el momento y coja todo el placer que pueda conseguir, porque el día de mañana seré un puto mecánico y viviré una existencia hueca, en un agujero de mierda llamado Munsen.
Pero la noche que fui a la casa de Jisoo
todo fue… igualmente hueco.
Subo otra vez la cerveza a los labios,
pero esta vez me enchufo media lata.
Dios, todo lo referente a mi vida me
deprime hasta morir.
Tae me mira con una profunda
preocupación grabada en su rostro.
—¿Qué te pasa, tío?
—Nada.
—Y una mierda. Parece como si tu
perro se acabara de morir. —Con
brusquedad mira hacia el claro—. Oh,
mierda, ¿se ha muerto tu perro ¿TIENES perro? De repente me he dado cuenta de que no conozco nada de tu vida aquí.
Tiene razón. Esta es solo la segunda
vez que ha venido en los tres años que le conozco. Siempre me he asegurado de
mantener la vida de mi casa separada de la vida de la uni.
No es que pensara que Tae no fuese a ser capaz de entenderlo.
Tampoco SU padre es precisamente un
santo. Una parte de mí todavía está
sorprendida de que el padre de Tae
le pegara palizas. Kim Phil es una
eminencia del hockey por estos lares y
yo le solía idolatrar cuando era
pequeño, pero desde que Tae me
contó lo del maltrato, ni siquiera puedo
oír el nombre de ese señor sin tener
ganas de clavarle un patín en el pecho y
darle vueltas. Con todas mis fuerzas.
Así que sí, supongo que pude haber
compartido mi propia infancia de
mierda cuando Tae compartió la suya. Podría haberle contado lo del problema con la bebida de mi padre, pero no lo hice, porque no es algo de lo que me guste hablar.
Pero, ¿ahora? Estoy cansado de
guardarme todo dentro.
—¿Quieres saber cómo es mi vida
aquí? —le digo con rotundidad—. Tres
palabras: una puta mierda.
Tae descansa su cerveza en la rodilla y encuentra su mirada con la mía.
—¿Por qué?
—Mi padre es alcohólico, T.
Deja escapar un suspiro.
—¿En serio?
Asiento con la cabeza.
—¿Por qué no me lo has dicho antes?
—Sacude la cabeza, disgustado.
—Porque no es para tanto. —Me
encojo de hombros—. Lo deja y vuelve a recaer. Él la caga y nosotros limpiamos la mierda.
—¿Es por eso por lo que Jae es quien
prácticamente lleva el negocio?
—Sí. —Cojo aire. A tomar por culo.
Este es el momento de las confesiones,
así que no tiene sentido andarse con
medias tintas
—. Estaré trabajando aquí a tiempo completo el año que viene.
—¿Qué quieres decir? —La boca de Tae se frunce—. Espera, ¿por lo de los drafts? Ya te dije que…
Le interrumpo.
—No me presenté.
Hay una mezcla de shock y dolor en
sus ojos que crean una nube oscura.
—Joder ¿Lo estás diciendo en serio?
Asiento con la cabeza.—¿Por qué coño no me dijiste nada?
—Porque no quiero que intentes
hacerme cambiar de opinión. El día que
acepté la beca para estudiar en la NSU, ya sabía que no iría a la liga profesional.
—Pero… —Le cuesta hablar—. ¿Qué
pasa con todo lo que decíamos? ¿Tú y
yo, con las camisetas de los Bruins?
—Eran solo palabras, T. —Mi tono
es tan triste como mi futuro—. Jae y yo
hicimos un trato. Él trabaja aquí mientras estoy en la uni y después nos
intercambiamos.
—Eso es una mierda —continúa Tae. Esta vez con vehemencia.
—No, es la vida. Jae ha pasado aquí
su tiempo y ahora me toca a mí. Alguien tiene que hacerlo o mi padre perderá su
negocio, y la casa, y…
—Y ese es SU problema —añade Tae con sus ojos grises en llamas—. No quiero sonar insensible, pero es la verdad. No es tu responsabilidad cuidar de él.
—Sí que lo es. Es mi padre. —El
arrepentimiento se apodera de mi
garganta—. Puede ser un borracho y un
gilipollas integral de vez en cuando,
pero está enfermo, Tae. Y tuvo un
accidente de coche hace unos años y se
jodió las piernas pero bien, así que
ahora tiene dolor crónico y apenas
puede caminar. —Trago saliva, tratando
de aplacar el dolor—. Tal vez podamos
llevarlo otra vez a rehabilitación algún día. Tal vez no. De cualquier manera,
necesito dar un paso adelante y cuidar
de él. No será para siempre.
—¿Hasta cuándo entonces?
—Hasta que Jae se saque de su cabeza el gusanillo de viajar —le digo con poca firmeza—. Él y su novia van a pasar unos años haciendo trekking por
Europa y después volverán para asentarse aqui. Jae se encargará del taller de nuevo y yo seré libre.
La incredulidad se escapa de la voz
de Tae.
—Así que vas a poner tu vida en
espera, ¿no? ¡¿Durante unos años?!
—Sí.
El silencio que viene después solo aumenta mi malestar. Sé que Tae
desaprueba mis planes, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Jae y yo teníamos un acuerdo y no tengo más
remedio que ceñirme a él.
—Nunca tuviste ninguna intención de
llamar a ese agente.
—No —confieso.
Su mandíbula se tensa. Luego deja
escapar un suspiro lento que le hace
inclinarse hacia adelante. Se pasa una
mano por el cuero cabelludo.
—Ojalá me hubieras contado todo
esto antes. Si lo hubiera sabido, no te
habría estado dando el coñazo con el
tema de la liga profesional todo el año.
—¿Contarte que mi futuro es tan
sombrío como una pena de cárcel? O mejor dicho, ¿que ES prácticamente una
sentencia de cárcel? Ni siquiera me
gusta pensar en ello, T.
Miro hacia adelante, a nada en
concreto. El sol ya se ha puesto, pero
todavía hay un poco de luz en el cielo y
me permite ver claramente toda la
propiedad. El bungaló anticuado y el
descuidado césped lleno de malas
hierbas.
El telón de fondo de la vida que
llevaré después de graduarme.
—¿Es por eso por lo que has estado
de fiesta en fiesta como si no hubiera un
mañana? — pregunta Tae—. Porque
crees, literalmente, que no hay un
mañana, ¿no?
—Mira a tu alrededor, tronco. —Le
hago un gesto hacia la hierba quemada y los neumáticos viejos tirados por el
suelo—. Este es mi mañana.
Suspira.
—Entonces, ¿qué? Como sabías que
no ibas a vivir la experiencia de la NHL
dijiste, «bueno, será mejor que me
aproveche de este estatus de celebrity
universitaria y me ponga a disfrutar del
flujo constante de coño fácil que se me
presenta», ¿no? —Parece que Tae está intentando no reírse—. Por favor,
no me digas que has estado jugando al
hockey desde que puedes andar con el
único propósito de follar.
Le frunzo el ceño.
—Por supuesto que no. Eso es solo
una ventaja adicional.
—Una ventaja adicional, ¿eh?
Entonces, ¿qué haces queriendo una
relación? —Arquea una ceja—. Sí, me
lo ha contado.
—¿Qué es exactamente lo que
estamos discutiendo aquí, T? ¿Mi vida
sexual? Porque pensé que estábamos
hablando de mi futuro, el cual, por
cierto, no existe para mí, ¿de acuerdo?
No tengo absolutamente nada hacia lo
que mirar. Ni hockey, ni chicas, ni
opciones. Ni un puto novio.
—Eso no es cierto. —Hace una pausa
—. Tienes un año.
Una arruga se forma en mi frente
—¿Qué?
—Tienes todo un año, Jin. Tu ÚLTIMO año de universidad. Durante un año más, tienes opciones. Tienes el hockey y tus amigos, y si quieres un novio, puedes tener eso también. — Resopla—. Pero eso significa que tienes que mantener tu polla fuera de las chicas
fiesteras cuyo cociente intelectual es
igual al de un palo de hockey.
Me muerdo el interior de mi mejilla.
—¿Quieres mi consejo? —La
sinceridad brilla en sus ojos—. Si yo
supiera que tengo un año más antes
de…, estaba a punto de decir «tener
que»… pero sigo manteniendo que tú no
«tienes que» hacer nada. Tú «decides»,pero vale, ya has decidido. Pero si yo supiese que tengo que poner mi vida en pausa a partir del próximo año, aprovecharía al máximo el tiempo que me queda. Deja de hacer las cosas que te hacen sentir vacío. Diviértete. Haz las cosas bien con ese chico, si eso es lo que te hace feliz. Deja ya de estar de morros y aprovecha a tope tu último año de uni.
—No estoy de morros.
—Sí, bueno, pero tampoco estás
haciendo nada productivo.
Me muerdo la mejilla hasta que me
hago sangre, pero casi no noto el sabor a
cobre que llena mi boca. He estado
mirando este próximo año como si fuese
una sentencia de muerte, pero quizá Tae tenga razón. Tal vez tenga que empezar a verlo como una oportunidad.
Un año más para disfrutar de mi
libertad. Para jugar al juego que adoro.
Para pasar el rato con unos amigos que
soy afortunado de tener y a los que
probablemente no merezco.
Libertad, hockey y amigos. Sí, todas
esas cosas están en mi lista.
Pero, ¿en la posición número uno?
Eso está clarísimo.
Tengo que hacer las cosas bien con
Jungkook.
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