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15

Es pasada la media noche y todavía no
hay noticias de Jungkook. He enviado ya
tres mensajes y ahora estoy tumbado
sobre mi edredón, mirando al techo y
luchando con valentía contra el impulso
de enviar un cuarto.

Tres mensajes rayan la desesperación.

Cuatro sería patético.

Joder, me gustaría que me respondiera. O que me llamara. O ALGO. En este punto, estaría encantado si una paloma mensajera tocara con el pico en mi ventana y me entregara una carta escrita a mano con perfecta caligrafía.

A ver, tronco. No te va a llamar.

Asúmelo.

Sí, supongo que no lo hará. Supongo
que la he cagado de verdad. Y supongo
que me merezco esta mierda.

No solo le di falsas esperanzas… Lo
manejé hasta el punto de que quiso
perder su VIRGINIDAD conmigo, para
después tirarle su ofrecimiento a la cara
y decirle que estaba interesado en otra
persona. Joder, me sorprende no tener
ningún dolor en mi cuerpo ahora mismo;ya sabes, por las agujas afiladas que Jungkook le está clavando a mi muñeco de vudú.

Mi teléfono vibra y me lanzo sobre mi
mesilla de noche como un saltador de
altura olímpico. Me ha contestado. Dios.
Joder. Gracias. Eso significa que no me
ve como al anticristo que…

El mensaje NO es de Jungkook.

Es de un número desconocido y necesito al menos diez segundos para asimilar lo que estoy leyendo. Flipo del cabreo.

Ey, soy Yungyeom. Acabo de enterarme de lo q ha pasado entre tú y Jungkook. Te apetece q vaya a tu casa a consolarte?
;)

Un emoticono. ¿De verdad me ha
enviado un puto EMOTICONO?

Dejo caer el cacharro como si me
abrasara. Como si el mensaje fuera
contagioso, y el mero hecho de tocar el
teléfono al que se ha enviado me fuera a
convertir en una persona tan despreciable como la que ha escrito
esas palabras.

¿Por qué coño me está tirando los
trastos el mejor amigo de Jungkook? ¿Quién es capaz de HACER eso?

Estoy tan cabreado que recojo el
teléfono y le reenvío a Jungkook una
captura de pantalla del mensaje, sin
detenerme a cuestionar mis acciones.
Añado un pequeño texto:Creo que deberías ver esto.

Y entonces, como ya estoy metido
hasta el cuello, le envío otro mensaje
que dice:

¿Podemos hablar? Por favor.

Tampoco responde. No en este
momento y no para cuando el reloj dice
que son las tres de la mañana, que es
cuando finalmente me meto, patético de
mí, bajo las sábanas y caigo en un
inquieto sueño.


***


Me levanto a las cinco y media de la
mañana. No por elección, sino porque
mi mente traicionera decide que es horade volver a la consciencia y sumirme en la miseria un poco más.

La humillación de ayer por la noche
me da una bofetada en la cara nada más
abrir los ojos. La ropa que llevaba sigue
esparcida por el suelo. No me molesté
en recogerla y tampoco lo hizo Yungyeom, que llegó a casa alrededor de la medianoche.

«No ha pasado nada. Le gusta otra
persona.»

Esa fue toda la información que le di
ayer por la noche y debió de ver la
devastación que sentía en mi cara
porque, por una vez en su vida, no me
dio la lata para conseguir más detalles.
Simplemente me abrazó, me dio un
apretón compasivo en el brazo y se metió en la cama.

Ahora está durmiendo pacíficamente,
su mejilla apretada contra la almohada y uno de sus brazos extendido sobre el
colchón. Bueno, al menos uno de
nosotros estará descansada durante el
día de hoy.

Ignoro mi sensatez y miro mi teléfono.

Tal y como imaginaba, hay dos mensajes
no leídos parpadeando en la pantalla.
Con esos dos, la suma total es de cinco.

Jin debe de tener MUCHAS ganas
de hablar conmigo.

Imagino que la culpa convierte a
algunos chicos en auténticos charlatanes.

Una persona inteligente eliminaría los
mensajes sin leerlos. No, mejor dicho, borraría su NÚMERO de la lista de
contactos. Pero no me siento demasiado
inteligente en este momento. Me siento
un estúpido. Un estúpido integral y
total. Por invitarlo anoche. Por
permitirme sentir algo por él.

Por leer los mensajes que no deja de
envi… Pero ¿qué coño…?

Parpadeo. Una vez. Dos veces. Tres,
cuatro y cinco veces, pero nada de eso
aporta sentido a lo que estoy viendo.

Ey, soy Yungyeom. Acabo de enterarme de lo q ha pasado entre tú y Grace. Te apetece q vaya a tu casa a consolarte? ;)

Mi cabeza se dirige a la cama de
Yungyeom. Sigue dormido como un tronco.

Pero ese es, indiscutiblemente, su número de teléfono junto a la hora en la
que fue enviado el mensaje. Las 00.16
de la mañana, aproximadamente veinte
minutos después de que llegara a casa
anoche.

Me quedo mirando su cuerpo
dormido, esperando a que aparezca la
furia. A que mis entrañas se tensen y mi
sangre hierva por la sensación de total y
cruda traición.

Pero no ocurre nada. Estoy… frío.
Entumecida. Y tan absolutamente
agotado, que siento como si alguien me
hubiera llenado de arena los ojos.

Mis dedos tiemblan mientras aparece
el siguiente mensaje:

¿Podemos hablar? Por favor.

Pues no, no podemos. De hecho, no
quiero hablar con nadie en este
momento. No con Jin, y desde luego
no con Yungyeom.

Lleno mis pulmones con una
aspiración irregular. A continuación, me levanto y arrastro mis pies hacia la
puerta. Cuando salgo al pasillo, me dejo
caer contra la pared, me deslizo hacia el
suelo y acerco mis rodillas a la cara. Mi
teléfono descansa sobre una rodilla; lo
miro fijamente durante varios segundos
antes de darle la vuelta e ir a mi lista de
contactos.

Quizá es demasiado temprano para
llamar a mi padre, pero en París, mi
madre estará despierta y probablemente esté preparando la comida en este
momento.

La sensación de entumecimiento no
desaparece cuando marco su número. En todo caso, empeora. Ni siquiera puedo sentir el latido de mi corazón. Puede ser que ya no lata. Puede ser que esa parte de mí se haya apagado.

—¡Cariño! —La voz de alegría de mi
madre llena mi oído—. ¿Qué estás
haciendo tan temprano?

Trago saliva.

—Hola, mamá. Yo… eh, tengo una
clase a primera hora.

—¿Tienes clase los domingos? —
Parece confundida.

—Oh. No, no tengo. Quería decir que
tengo grupo de estudio.

Mierda, mis ojos están empezando a
escocer, y no porque esté cansado.

Joder. Adiós al entumecimiento… Estoy
a nada de echarme a llorar.

—Mira, quería hablar contigo sobre
mi viaje a París. —Mi garganta se cierra
y cojo otra vez aire con la esperanza de
que se afloje—. He cambiado de
opinión en cuanto a las fechas. Quiero ir
antes.

—¿En serio? —dice encantada—.
¡Yuju! ¡Eso es genial! Pero, ¿estás
seguro? Me dijiste que igual tenías
planes con tus amigos. No quiero que
vengas antes por mí.

—Se han cancelado los planes. Y
quiero ir antes, de verdad. —Parpadeo con rapidez, intentando detener las
lágrimas que quieren salir—. Cuanto
antes, mejor.

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