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10

Todo lo que quiero hacer esta noche es
tirarme en el sofá y ver el primer partido de los playof s de la temporada. Ni siquiera importa que Boston no juegue hoy: durante la postemporada me veo cualquier partido que me pongan enfrente. Nada consigue hacer que mi sangre corra con más fuerza, ni que mi corazón palpite a más velocidad que los playof s de hockey.

Pero Yoongi tiene otros planes. Cuando
dejo el baño después de mi ducha, me
está esperando en el pasillo, sus ojos
verdes entrecerrados de impaciencia.

—Dios, hermano, ¿qué coño estabas
haciendo ahí dentro? ¿Afeitarte las
piernas? ¡Las chavalas de trece años
tardan menos en ducharse que tú!

—He estado ahí literalmente CINCO
minutos.

Le sobrepaso y entro en mi
habitación, pero él me sigue. Para él, los
límites carecen de sentido.

—Date prisa y vístete. Vamos a ver
una peli y no quiero perderme los
tráileres.

Le miro.

—¿Me estás pidiendo una cita?

La pregunta hace que me gane un corte
de mangas.

—Ya te gustaría a ti.

—No, por lo que parece, ya te
gustaría a TI. —Cojo unos bóxers del
cajón superior de la cómoda y le lanzo
una mirada directa—. ¿Te importa?

—¿En serio? Si he visto tu polla
cientos de veces en el vestuario. Vístete
de una puta vez. —Cruza los brazos
sobre el pecho y golpea el zapato contra
el suelo.

—Lárgate. Esta noche voy a ver el
partido de los Red Wings.

—Oh, venga ya, si ni siquiera te gusta
Detroit. Y hoy es el día del espectador las entradas están a mitad de precio.
Llevo esperando una semana para ver la
peli de Statham por ir esta noche.

Ahora me le quedo mirando
boquiabierto, ¿va en serio?

—A ver, idiota, si estás forrado. Si
alguien debe pagar el precio completo
por una entrada de cine, ese eres tú.

—Estaba siendo majo y solidario,
gilipollas. He esperado al día barato
para que tú pudieras pagarlo. —Después
me ofrece su sonrisa marca registrada,
la que hace que las nenas se quiten las
bragas y se le tiren a la polla.

—No me vengas con tu sonrisa sexy.

Me está acojonando.

Su boca se queda congelada en su
sonrisa sexy

—Dejaré de sonreír así cuando te
comprometas a ser mi cita esta noche.

—Eres la persona más pesa…

La sonrisa se amplía, e incluso me
guiña levemente el ojo.

Diez minutos más tarde, estamos en la
calle. Los cines de Anyang solo tienen tres salas y nada más ponen un estreno a la semana, lo que realmente limita la
selección. Por suerte para Yoongi, la
película de Jason Statham que tanto le
pone está en cartel. Yoongi es super fan de Statham. Si alguien me dijera que se
pone delante de su espejo a hablar con
acento británico y a transportar cosas de un lado a otro de su cuarto, me lo
creería.

Sigo sin estar de humor para ver una
película, pero la verdad es que después
de que Yoongi me convenciera, reconozco que salir de casa no ha sido una idea tan mala. Normalmente, los miércoles Jimin viene después del trabajo, así que con un poco de suerte, él y Tae ya estarán acostados cuando Yoongi y yo regresemos a casa. Y sí, me sé su horario de trabajo; así de patético y pringado soy. Muy triste.

En el lado positivo, no he estado
obsesionado con él tanto como de
costumbre. La persona que ha
monopolizado mis pensamientos todo el
fin de semana no ha sido Jimin, ha sido Jungkook. Dios, no quiero ni pensar en
el espectacular sexo oral del lunes.

Anoche, cuando me hice una paja,
pensaba en sus cremosos muslos y en su
firme y apretado…

—Ey. Jin.

Parpadeo confuso cuando Jungkook entra en mi línea de visión. Por un segundo, me pregunto si mi mente calenturienta de alguna manera ha evocado su imagen…, pero no. Él está aquí, de pie, a unos centímetros de la taquilla.

—Ey —lo saludo.

Él sonríe y se mete un mechón de
pelo detrás de la oreja. Parece que acaba de salir de una página del catálogo de
Abercrombie & Fitch. Me gusta su rollo
cómodo pero sexy.

Oigo un «ejem» suave y me fijo en
que hay alguien de pie a su lado. Un
chico con curvas, de pelo negro, con un pantalon de cuero marrón y un jersey de pelo rojo. Me está mirando con la boca abierta. Tan abierta que su mandíbula prácticamente roza el suelo.

Alguien me da en la espalda.

—Tronco —dice Yoongi cabreado—.
Sigue el plan, ¿vale? Tú pagas las
entradas. Y yo las palomitas.

Le pongo un billete de veinte dólares
en la mano.

—Cambio de planes. Yo pillo la comida.

Él resopla y niega con la cabeza, y a
continuación le lanza una mirada de
admiración a las nalgas del amigo de
Jungkook, antes de irse a por las entradas.

—¿Qué habéis venido a ver? —le
pregunto a Jungkook.

Él sonríe.

—¿Tú qué crees? —Sostiene sus dos
entradas y me río cuando veo el título de la película de Statham.

Claro. Había olvidado lo fanático que
es de las pelis de acción.

—Nosotros también vamos a ver esa.
Deberíamos sentarnos todos juntos —
afirmo.

Su amigo emite otro ruido agudo. En realidad, es más bien un suspiro, con
una pequeña dosis de silbido. Hay
mucha información en ese ruidito.

Jungkook le hace gestos a su amigo.

—Te presento a Yungyeom. Yungyeom,
este es Jin.

Su amigo me mira de arriba abajo.

—Ya sé quién es.

Joder. Ya he visto antes esa mirada.

Muchas, muchas veces, en las caras de
muchas, muchas personas. Es como si me estuviese imaginando desnudo y dentro de él.

Lástima que no esté interesado en
cumplir esa fantasía. Estoy totalmente
concentrado en Jungkook y en el desfile de imágenes guarras que atraviesan a
fogonazos intermitentes mi cabeza: la forma en la que sus ojos se pusieron
vidriosos cuando mi lengua entro en él por primera vez. O los ruidos
entrecortados que hizo cuando se corrió. O…

—Es el cumpleaños de Jungkook —
anuncia su amigo.

Los rasgos de Jungkook se arrugan con
incomodidad.

—Yungyeom.

—Mierda, ¿en serio? —Sonrío—.
Feliz cumpleaños, precioso.

No me pasa desapercibida cómo la
mandíbula de su amigo cae de nuevo, o
cómo Jungkook se mueve incómodo con
vergüenza.

—Gracias. —Resopla con cierta tristeza—. Hoy cumplo diecinueve.

Toma ya.

Suelto una pequeña risa.

—Supongo que no eres una persona
muy de cumpleaños, ¿eh?

—Para nada. Mi madre me ha
traumatizado para toda la vida.

Su amigo de repente se ríe.

—Oye, ¿te acuerdas ese año en la
feria de primavera, cuando tu madre
entró por sorpresa en el escenario
durante la actuación de ese grupo de folk y se puso a cantar un rap de cumpleaños para ti?

—¿Quieres decir que si recuerdo el
día en que me puse a investigar cómo
emanciparme de mis padres? —
responde Jungkook con sequedad—. Como si fuera ayer.

Yungyeom me lanza una mirada de
complicidad.

—Quería invitar a algunos amigos a
la residencia para celebrarlo, pero me
amenazó con cortarme los dos brazos y
obligarme a comérmelos si lo hacía, así
que llegamos a un trato: ir al cine.

Nuestra conversación es interrumpida
por Yoongi, que frunce el ceño cuando ve mis manos vacías.

—Joder, ¿tengo que hacerlo yo todo?
—Entonces, como si recordara de
repente que está en presencia de dos
chicos muy guapos, lanza una sonrisa—.
Y, ¿qué pasa, tronco?, ¿no me vas a
presentar?

—Esta es Jungkook y… —Mierda, ya se
me ha olvidado el nombre del amigo.

—Yungyeom —contesta él y fija su
hambrienta mirada en Yoongi.

Puede comérselo con los ojos todo lo
que quiera, pero puedo casi garantizar
que en el instante en que Yoongi se entere de que Yungyeom va a primero, mi amigo no le devolverá esa mirada. Yoongi es un auténtico zorrón, pero tiene una regla estricta: no se lía con nadoe de primero.

La verdad es que cuando pienso en el
pequeño incidente de la tía acosadora de principio de curso, no le culpo. Yoongi se había enrollado con una estudiante de primero que, después de una noche de exquisita pasión, decidió que estaban locamente enamorados el uno del otro.

A continuación procedió a presentarse
en nuestra casa a todas horas del día y
de la noche, a veces con ropa, otras
veces SIN ropa, generalmente armada
con flores, cartas de amor y mi objeto
favorito: una foto enmarcada de sí
misma con la camiseta de hockey de
Yoongi.

A veces, cuando estoy durmiendo,
todavía puedo oírla llorar
¡Yooooongi! fuera de mi ventana.

Ni que decir tiene que Yoongi evita a
las más jóvenes desde entonces. Les
llama «dependientes a nivel 10». Además el echo que Yoongi solo se acuesta con chicos solo si le llaman muchísimo la atención el en sí es más de tías.

Los cuatro nos detenemos en el
mostrador de la tienda para que Yoongi
pueda comprar sus palomitas; unos minutos más tarde, entramos en la oscura sala, donde los tráileres acaban de empezar. El espacio está LLENO. Hay
más posibilidades de que el propio
Jason Statham aparezca en persona, para ofrecernos comentarios de la película, a que encontremos cuatro asientos juntos.

Pero desde donde estoy, veo varios
pares de butacas disponibles.

Jungkook y su amigo van por delante de
nosotros, así que me inclino hacia Yoongi y le susurro.

—¿Te importa si nos separamos?
Quiero sentarme con Jungkook. Es su
cumpleaños.

Su mirada desciende hasta el,
innegablemente estupendo, culo de Yungyeom.

—No me parece mal.

Tanto Jungkook como Yungyeom se
muestran de acuerdo cuando les sugiero
sentarnos por separado. Yungyeom, al
instante, le coge del brazo a Yoongi y le
susurra algo al oído que le hace reír; a
continuación se pierden en la oscuridad
en busca de asientos libres.

Jungkook y yo hacemos lo mismo. Nos
encontramos con dos sitios vacíos a
mitad de la sala, justo en el pasillo, y
una vez que estamos instalados, se
desliza más cerca de mí para
susurrarme:

—¿Estás seguro de que tu amigo
estará bien sentado con Yungyeom? Te lo digo porque va a estar entrándole todo el tiempo.

Sus labios están prácticamente en mi
oreja y su olor es increíble. No podría
nombrar aromas florales ni aunque mi
vida dependiera de ello, pero Jungkook
huele dulce y tiene un toque de amargo como a menta y, cuando se pasa
la mano por el pelo, una deliciosa ráfaga de aire flota junto a mis fosas nasales.

—No te preocupes. Yoongi puede
arreglárselas por sí solo —le susurro
con una sonrisa.

Nuestras miradas se dirigen a la
pantalla, que muestra un tráiler que
cautiva al instante a Jungkook. Es una
super explosión de disparos, con grandes estrellas de Hollywood y armas aún más grandes, y su expresión de emoción meda unas ganas de besarlo que me muero.

Joder, su amor por las películas de
acción me pone a mil.

Antes de que pueda detenerme, le
cojo la mano.

Él pega un respingo sorprendido,
luego se relaja y me mira mientras
sonríe, antes de volver a centrar su
atención en la pantalla.

Todavía no llego a entenderlo. Es
dulce, pero sin llegar a ser ingenuo.
Emana un rollo inocente, pero también
parece muy seguro de sí mismo. No me
agobia con un aluvión de preguntas, ni
flirtea conmigo hasta abrumar. Joder, ni
siquiera ha sacado el tema de que juego
al hockey, algo que suele ser lo primero
que hacen las chicas cuando estoy cerca.

Es una locura pensar que casi no sé
nada de él pero que aun así tuve mi
cara entre sus piernas hace un par de
días y… Oh, mierda, ahora estoy
pensando en su culo otra vez.

De puta madre. Y ahora tengo una
erección de proporciones monstruosas.

Con torpeza me muevo en mi asiento,
resistiendo la tentación de deslizar mi
mano debajo de mis vaqueros para
reorganizar aquello discretamente. O
quizá deba deslizar mi mano debajo de
SUS pantalones y darle un regalo de
cumpleaños que recuerde siempre.

No hago ninguna de las dos cosas.

Los sonidos de las palomitas crujiendo y
los envoltorios de chocolatinas abriéndose resuenan a nuestro
alrededor, recordándonos de forma
descarada que estamos rodeados de
gente. Trato de concentrarme en los
créditos que parpadean en la pantalla,
pero cuando la película lleva ya diez
minutos, mi erección todavía está a tope.

¿Cuánto tiempo tiene que durar una
erección antes de que sea peligroso?
¿Tres horas? ¿Cuatro? Ni de coña esta
película dura TANTO, ¿verdad?

Joder. Espero que no.

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