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⠀⠀⠀⠀⠀ 六 ━ peligro。

ˢᵉᶤˢ
      
        

Los golpes en la puerta son fuertes y exclaman con furia que sus exigentes demandas pronto reciban una respuesta afirmativa, antes que permanecer en la asfixiante ofuscación, que lo lleva a expresarse con agresividad.
     
          

─Responde mi pregunta ─gruñe ese pelinegro, sabiendo que aquel que se halla detrás de la puerta puede oírlo.
      
          

Dicha puerta se desliza con lentitud, dejando ver al estudiante que estaba detrás del mantenimiento de ese misterioso salón de clases. El rostro lleno de fastidio de un adolescente de cabello rojo cual hibisco, solo ha sido visto por el estudiante del otro lado, Ayato.
      
        

─Entra ─ordena fríamente, cerrando la puerta con llave tras dejarlo pasar.
     
         

En raras ocasiones al joven se le permite entrar al aula del pelirrojo, y por si fuera poco, la razón por la que estaba allí es porque el dueño no había podido responderle una sola pregunta.
     
           

─¿Quién es él? ─cuestiona.
        
           

─Su nombre es _______________ Pérez Gil, la ubicación de su casa es desconocida, nadie sabe absolutamente nada de él, solo se sabe que él es el vendedor de los rumores ─responde seriamente.
      
           

El hecho de que el mismísimo Teikyo Shajoho no supiese nada de él lo convertía en un fantasma experto, su habilidad para no llamar la atención fue suficiente para que gente como él no notara su presencia, y ese error lo desquicia tanto que no piensa olvidar nunca su nombre.
        
          

─¿Él está detrás de MI senpai? ─Su pregunta suena más como una afirmación, solo necesita una respuesta, y lo asesinará sin dudarlo.
      
          

«Info-kun» acomoda sus lentes, que brillan intensamente por el reflejo de las pantallas de las computadoras. No sabe absolutamente nada de él, ni sus gustos, su comida favorita, o siquiera su fecha de nacimiento, por lo que la respuesta que Ayato tanto desea, por ahora, es un enigma.
        
          

Él extiende una hoja de papel, que contiene una serie de preguntas, la mayoría son psicológicas, y unas pocas incluyen encuestas sobre sus preferencias.
      
        

─Quiero que hagas algo... Hazlo responder estas preguntas, dile que es una actividad del club de periodismo... Tú mismo podrás averiguar si es una amenaza o no, y de paso, cuando termines tráeme los resultados. ─Su petición resultaría ser irritante para el desesperado Ayato, quien carecía de la paciencia suficiente para realizar dicha tarea sin abalanzarse primero hacia su enemigo.
        
          

Tomó las páginas con brusquedad, y procedería a cruzar la puerta con el alma en llamas.

Después de un delicioso desayuno, las cosas comienzan a mejorar para ________________. Si bien el peligro de comer acompañado de Taro lo había asustado (gracias a la aparición aterradora del mismísimo Ayato), se podría decir que ahora se encontraba un poco mejor. Este logro le pertenecía orgullosamente a esos dos chicos, que ahora lo acompañaban de camino a su salón de clase, en lugar de adelantarse cuando es evidente que los dos poseen una resistencia superior.
       
          

En fin, aquel chico que hacía honor a su nombradía como un excelente vendedor, evocaba ayeres dichosos, días acompañados por su afable ninfa, que revolotea a su alrededor de manera juguetona. Tarareó su canción, aquella que lo despertaba cada mañana y lo incitaba a continuar subiendo esas infernales escaleras.
     
         

Budo lo veía desde la cima, sus comisuras se estiraban solo por mirar a su acompañante pasar por ese camino, cual amante de la desgracia ajena. No soltaba carcajadas porque estaba reteniendo el aire en sus infladas mejillas, pero para ese vendedor ambulante, la burla resultaría tan ofensiva que lo próximo que hizo fue levantar su dedo medio hacia su amigo.
         
          

─¿Quién te manda a esperarme? Lárgate, yo puedo sólo con este viacrucis. ─Sus manos estiradas trataron de ahuyentarlo, como si barriera el aire─. ¡Shuu, shuu!
     
         

A pesar de intentar hacerlos cambiar de opinión, en el fondo de su corazón sabía que ninguno lo iba a abandonar, lo que le generaba cierta seguridad en su corazón.
     
         

Budo llevó una de sus manos hacia su frente, sus cabellos negros fueron peinados hacia atrás con sus dedos, tan lentamente que poco a poco sus ojos burlones se harían visibles, su cuerpo habría adoptado una pose casual, y su expresión vivaz como la brillante estrella del Instituto no fue lo más molesto, sino su otra mano, que lo señalaba con un dedo.
    
          

─No quiero ─respondió, con una sonrisa que irritaba al joven ________________.
      
           

Recuperó sus energías con una bocanada de aire, corrió escaleras arriba (las pocas que quedaban por subir) para alcanzar a ese fornido cabeza de chorlito, y darle un golpe en el pecho, o al menos ese habría sido su intento, pues su puño fue hábilmente atrapado por la mano de Budo Masuta.
      
         

─Grrrr, usas hacks, tramposo ─acusó con el ceño fruncido─. No seas tramposo, Budo, deja de hacer trampa, ¡Tramoso! ¡Tramposísimo! ¡Rey de las trampas!
      
         

Los insultos eran terribles, él era pésimo para insultar o provocar a los demás, y se había notado con esa respuesta tan infantil, que caía en repetición.
      
          

Aunque, había una razón para tanto esfuerzo, y es que, ________________ se hallaba irritado, pues la ropa interior femenina le estaba rozando horriblemente sus testículos, y no se sentía para nada cómodo, le dolía y sobre todo cuando corría. Budo pareció darse cuenta de sus dificultades para caminar como un ser humano normal, y posterior a los acontecimientos del receso (un secuestro amigable y una invitación a comer), decidió esperarlo pacientemente. Claro que, la idea de que el otro supiera que estaba pasando, lo llenaba de tanta vergüenza que solo podía hacer una cosa para hacer pasar desapercibido ese malestar: Actuar como una damisela menstruante y atacar indiscriminadamente guiándose en base a sus cambiantes estados de humor.
       
           

Por último pero no menos importante, el chico que se hallaba un poco más abajo era Taro Yamada, quien también tenía una "mala condición física" (según él), pero seguramente era una excusa conveniente, ver desde abajo a _______________ subir resultaba una gratificante experiencia. Los ojos de ese joven se detuvieron sobre el trasero ajeno, el cual se marcaba gracias al uniforme, su mirada fija buscaba perseverantemente algún signo de lencería femenina, que, tras escuchar las palabras del mismo oji-_________, sabría de su existencia.
    
         

Pero que mirada tan desagradable poseía Taro, es incomprensible como aquellos que se consideran sus fieles seguidores, no se han percatado de la inmundicia en sus ojos. Suelta un jadeo imperceptible, siente que su corazón va a estallar con solo percibir la figura ajena ligeramente. Solo puede pensar en una cosa, y es en un nombre: ________________ Pérez.
      
        

Taro desvía la mirada a cierto chico, Budo, quien se tomaba un poquito en serio los juegos de manos con ________________, ambos trataban de luchar como si tuvieran una fuerza descomunal (bueno, solo uno de ellos quizá alcanzaba a tenerla), con efectos de sonido y en cámara lenta. Hace desaparecer estas enfermizas emociones, y suelta unas risitas juguetonas.
       
          

─Vamos, dejen de jugar, vamos a llegar tarde ─comenta el pelinegro, mostrando sus dos palmas como si quisiera calmar a las dos fieras delante suyo.
     
        

─Taro—kun tiene razón.... Además, si seguimos así te vas a marear ─advirtió sabiamente el chico, sintiendo que una gota de sudor bajaba por su frente cuando miro al de cabellos ___________ tratar de imitar un movimiento suyo.
      
        

─Dices puras joterías, Budo... No me dejas otra opción. ─El amante del Avon, llevaría sus manos a su cinturón, para quitarlo con una lentitud abrumadora─. Tendré que recurrir a mi fiel amigo, «el corrige homosexuales».
         
           

Lo dobló, y posteriormente, lo hizo sonar haciendo que las dos tiras de cuero impactaran entre sí. Tardó en reaccionar, pero Budo supo que ese momento era el ideal para correr, esta situación le causaba tanta gracia que no le importaba saltarse la clase de Anatomía, y es más, no le importaba que los regañaran después, ________________ había sido capaz de hacer salir el espíritu motivacional de Budo. Con una mirada inspirada, dejó que sus ojos se perdieran en el horizonte, y luego extendió su mano, dejando que sus dedos tocaran algo invisible.
     
          

─Entonces yo tendré que recurrir a mi técnica secreta, que puede detener a cualquier atacante o depredador. ─Cerró su mano, y llevó su puño a su pecho, para después lanzarle su mochila como distracción y acomodar bien sus zapatos─. Adiós.
      
          

Por un momento _______________ sudó frío, pensando que genuinamente Budo iba a darle una paliza, pero cuando este salió corriendo, su enojo se multiplicó. Nadie lo engaña de semejante forma, ni siquiera él mismo.
     
        

─¡No corras, eso es de jotos! ─Lo persiguió, sin importarle que Taro Yamada se quedara con las dos mochilas.
      
           

Sí, este día era algo peculiar, comenzó siéndolo desde el instante en el que la primera desgracia lo acompañó. ________________ Pérez era un chico sin suerte, pero sabiendo eso, nunca confió en tal cosa como el destino o incluso la tan famosa «mala suerte», era un fiel creyente de que toda situación tenía explicación, creía que los buenos resultados son fruto de tu propio esfuerzo. Él veía esos frutos ahora, no estaba muy lejos de Budo, y eso lo hacía sonreír con malicia, claro que, a los del consejo estudiantil no les gustó mucho ese terrible comportamiento.
      
           

Budo era tan escurridizo como _________________, por poco y eran el uno para el otro, pues el único capaz de seguirle el paso a ese karateca experimentado, era el vendedor ambulante.
      
         

Hasta ese momento, todo iba relativamente bien, dos adolescentes, casi adultos, corriendo uno detrás del otro con unas brillantes sonrisas, parecían más niños jugando por los pasillos que adolescentes. Entonces, Budo logró perder a ________________, y pronto aquel vendedor se encontró solo en un pasillo.
     
           

─Ahhh, no mames que se me perdió ─murmuró incrédulo, llevando sus manos a sus costados, con su pobre cinturón aún colgando en una de ellas.
      
          

No pudo evitar soltar unas risitas, ¿hace cuanto no corría en la escuela solo por diversión? Esa sonrisa que de alguna forma hacía que los músculos de su cara se sintieran entumecidos, resultaba ser una sensación nostálgica. Con el aire haciéndole falta, no paró su caminata en busca de Budo, pero sí disminuyó la velocidad, después aceleraría tan pronto lo viera a la distancia.
      
         

Peinó sus enredados cabellos hacía atrás, disfrutando de los latidos de su corazón que habían sido provocados por la adrenalina de esa persecución. Su mente se llenó de gloria, finalmente había sido capaz de aceptar que le gustaba tener amigos, un amigo confiable que le cuidara las cosas y supiera que con él estaban seguras, y otro con el que podría jugar bruscamente sin el temor de tener peleas reales.
      
         

Sí, lastimosamente una pequeña parte de su corazón ya se había encariñado con esos dos. Por otro lado, y volviendo con el tema de la suerte, es importante destacar, que ese chico debió permanecer alerta en lugar de responder a las provocaciones de esos dos estudiantes. Más bien, debió resistir la tentación de tener amistades.
      
          

Y allí está, repentinamente se le heló la sangre. Eso significaba problemas.
       
        

Sintió un cosquilleo gélido en la nuca, que recorrió poco a poco su columna vertebral, fue tan lento y descorazonador, que no tuvo el valor de dar un paso más. Sus latidos se dispararon rápidamente, como si su mismo cuerpo le advirtiera de antemano que había algo mal en ese pasillo. En primer lugar, ¿por qué no había nadie? Quizá se debía a que a esta hora, todos los estudiantes estarían ya en sus respectivas aulas, por lo que cometió un error de principiante muy tonto, quedarse solo.
      
         

Había alguien detrás de él, lo sentía, desde su propia sombra que había tomado una forma extraña debido a este detalle, hasta ese viento que causaba que unos pocos mechones hiciesen fricción entre sí, que no era siquiera tan presente, pero estaba seguro que se trataba de la respiración de alguien más.
     
       

Su propia respiración se entrecorta, y con todo el valor que pudo tomar, dio una media vuelta, para mirar detrás de sí. Claro que, no pensaba que quien sea que estuviese acechando, se encontrara tan cerca.
     
          

Terminó chocando con aquel desconocido, recibiendo un golpecito en la nariz. Por inercia trataría de disculparse, y con ello retroceder aunque sea un paso, pero la mano de ese misterioso estudiante lo detiene con fuerza. Su hombro se halla siendo presionado tan bruscamente, que las ganas de agacharse junto a esa fuerza aparecen en su mente, y es debido a esta fuerza que pierde el agarre de su cinturón, generando un ruido sordo en el pasillo.
      
          

No tiene el valor de mirar hacia arriba, todo lo que hay en su panorama se limita al uniforme de ese estudiante.
       
          

─O-Oh, perdón, no te ví, compañero ─sus palabras tropezaron entre sí, estaba claro que tenía miedo.
     
          

Mierda, mierda, mierda, Dios, por favor, dime que es un error y ya, y que en realidad nuestro encuentro fue pura mala suerte o una coincidencia, fue su próximo pensamiento.
     
         

¿Y qué clase de estudiante era él para que el pobre chico hiciera mención del todo poderoso en busca de salvación? Creo que esa respuesta es más que evidente, Ayato Aishi.
       
          

¿Quién habría pensado que de un momento a otro, entre juegos con Budo, esos dos se iban a cruzar?
    
        

Ave María, Santa María, María Santa, María Ave, pobre, lo descompuso, pero, ¿cómo culparlo? Que él se encuentre ahí mismo, tomando su hombro con brusquedad en medio de un solitario pasillo sonaba a una premisa desgarradora. Temía que esto fuese planeado, odiaría que verdaderamente lo fuera, porque significaba que ya no volvería a ver la luz del día.
     
           

Los cabellos negros de Ayato cubrían parte de su rostro, su flequillo estaba impecablemente ordenado, aún así, parte de sus ojos estaban ocultos, para bien, nadie querría ver lo que se escondía en esos iris oscuros. Sí, justo esa mirada que ahora le dedicaban a _________________, el color del odio que se volvía un océano tempestuoso que inundaba cada centímetro de esos ojos. La obsesión siendo el Atlantis que se hallaba sumergido en la profundidad, y que era la principal causa de la tormenta.
       
          

Su labio inferior tembló, ese adolescente cuyos ojos __________ finalmente hicieron contacto visual, se había puesto tan pálido que el mareo nubló su mirada.
     
          

─Tú... ─Su voz grave pero inexpresiva era tan aterradora como imaginó.
    
       

Ayato no planeaba dejarlo ir, no ahora que todo estaba a su favor. ¿Sería un problema para «Info—kun» obtener la información después de la muerte del sujeto? Probablemente no, era un detalle sin importancia. A ese pelirrojo solo le interesaba conseguir cualquier dato que no estuviese bajo su fría tutela, lo demás era insignificante.
     
        

El joven Aishi empujó al más bajo hasta la más cercana pared, solo una de sus manos impedía su escapatoria, colocándose justo a lado de su cabeza, recargada sobre la pared, mientras que la otra se aproximaba a uno de sus bolsillos, donde escondía a su fiel compañero de asesinato, un simple cuchillo de cocina.
      
          

________________ tembló, la rodilla del joven se hallaba demasiado cerca de su entrepierna, temía perder la maravillosa habilidad de reproducirse. No, todo menos la castración, todavía quiero hijos, pipipi, por poco y solloza en la realidad.
     
          

Él trató de separarlo un poco de sí, colocando sus palmas sobre su pecho, y desviando ligeramente la mirada, esperando que tuviera piedad de él.
    
        

─Q-Quizás tú... ¿Vienes a amenazarme para obtener un maravilloso descuento? O-Ok, mira, te lo puedo dar, pero no hace falta tanta cercanía... Aleja tu rodilla... De mis huevos, por favor... ─tembló, estaba tan asustado que no pensó bien lo que decía.
     
          

Ayato se detuvo en seco, ahora entendía un poco mejor, el porque nadie recordaba a este chico. Su rostro no era atractivo, era como el de un personaje secundario que nadie recuerda, ese que siempre está de fondo en cualquier escenografía. Su cuerpo no es la gran cosa, es mucho más bajo que él, no tiene encanto, y su personalidad sin chispa no atrae ni a una mosca.
     
         

Sus palabras le llamaron la atención, quizá fue lo más sorprendente que ha oído en mucho tiempo, pero ni siquiera se movió, al igual que el otro, que se hallaba petrificado como un ratón siendo acorralado por un tigre.
        
           

─¿Un descuento? ─siguio el juego de la presa, pero sin expresión alguna.
          
             

Este era su momento de brillar, pasar desapercibido y a la vez disipar las dudas de Ayato. Metió su mano dentro de su saco, para sacar una de sus tantas revistas, donde estaba su catálogo de compras, el más interesante de todos los que traía consigo. La abrió en una página cualquiera, donde podría esconder su cara. Asintió ligeramente, para señalar un producto cualquiera.
         
         

─S-Solo soy un humilde vendedor, que puede hacerte un descuento... Solo si dices por favor ─su voz disminuía de tono por cada palabra, estaba actuando como una colegiala tímida.
 

     
          

Ayato quizá estaría analizando demasiado su forma de reaccionar, quería averiguar por cada movimiento sus intenciones, como si fuese un libro que forzaría a abrirse ante él... Mala redacción, cambiemos la metáfora. Más bien, como si tratara de meter sus dedos entre las páginas...
     
          

Y cambiando el tema, _______________ estaría en una situación de vida o muerte, donde esperaba que su fachada como vendedor ambulante lo salvara por esta vez. Empezaba a creer que, si él desaparecía, nadie más que su familia lo notaría, pues no tenía ningún amigo que lo recordara.
       
          

Antes de poder articular alguna palabra, los pasos de un desconocido hicieron eco, por un momento pensó que estaba a salvo, y sus nervios disminuyeron ligeramente. Claro, eso le habría gustado pensar, si no fuese porque era Taro Yamada quien los había encontrado a ambos.
      
         

La cara de Ayato se tensó, todas las emociones que estaban ocultas en su extrañísimo corazón, fueron expresadas en sus mejillas, que enrojecerían ante la aparición de su «Senpai». Jadeó, sus ojos viajaron del vendedor ambulante a Taro, quien trataba de hacer contacto visual con la víctima de Ayato. Por un momento, Taro estaba de buen humor, como un alumno que camina de buenas por los pasillos, pero cuando sus ojos se enfrentaron a la escena que tenía delante, se detuvo.
      
          

Un chico que no era él, estaba acorralando a _______________, una de sus rodillas presionando suavemente su entrepierna, dejando a un chico tembloroso que no podía hacer nada más que ocultar su rostro. Sí, a continuación sus ojos expelían ira, de la forma más ruda posible. Su ceño se frunció ligeramente, y sin miedo le dedicó esta expresión al desconocido.
     
            

Cuando Ayato se percató de que de forma tonta ganó el enojo de su senpai, casi tiembla ante el terror. Pero alguien tuvo una reacción más temprana que él, y ese fue ________________, quien se apresuró a colocar su brazo alrededor de su cuello, para pasar a tener una posición más amigable, como la de un par de amigos que miran una revista indecente juntos en un pasillo.
     
          

─A-Ay, Ayato, estás pero si bien menso, a ti te doy gratis todo, mi rey ─su tono cambió a uno más amistoso, para fingir señalar uno de sus productos, que era una crema para la cara─. Por algo eres mi primo.
 

      
            

─¿Eh? ─coincidieron los dos pelinegros.
    
        

La expresión de Taro se suavizó, si era el familiar de ________________, no había de que preocuparse. Por otro lado, Ayato sentía que su corazón latía con fuerza, casi arruinó por completo su "relación" con Taro, aún así, sentía una extraña incertidumbre por las acciones ajenas, ¿por qué habría de reaccionar así? ¿Acaso se confundió de persona? No, dijo claramente su nombre, entonces, ¿estaba ayudándolo? ¿Por qué razón?
     
          

Esa pregunta se responde de manera sencilla, pues __________________ sabía con certeza una sola cosa, si Taro hacía entristecer a Ayato por su culpa, sería una víctima segura, y no podía permitir que eso pasara.
         
           

Justo cuando creyó que su corazón no podía experimentar una emoción más fuerte, las consecuencias de no estar usando cinturón finalmente llegaron. Sus pantalones cayeron, dejando ver sus piernas desnudas y ligeramente pálidas por la poca exposición al sol, sus bellos hacían un hermoso contraste con aquella ropa interior de color rosa, que poseía un adorable encaje en los bordes.
     
         

Ninguno pudo simplemente desviar la mirada, ambas miradas estaban por debajo de su rostro, viendo este bochornoso accidente.
      
           

Y creyendo que las cosas no pueden empeorar más, llega Budo Masuta para hacer que su piel palidezca tanto hasta imitar el color traslúcido de un fantasma.
     
         

Budo miró su ropa interior y posteriormente su rostro, así sin un ritmo o un final determinados, después sus mejillas se colorearon tanto que tuvo que taparse la cara. Taro sonrió, pero era una sonrisa de esas que te salen cuando estás pasando por un momento que te apena hasta el alma, y se notaba en sus mejillas. Por otro lado, Ayato solo pudo sentir la verdadera incomodidad por primera vez.
   
        

_________________ se sonrojó, la vergüenza y el miedo eran dos emociones que estaban chocando constantemente entre sí, sus mejillas rojas y sus ojos aterrados eran una combinación que solo Ayato tuvo el lujo de ver de cerca. Sus manos fueron a parar a su camisa, para tratar de cubrir su ropa interior, a la vez que bajaba la mirada pues el rubor no le permitía mirar algo más que el suelo. Sus piernas temblorosas casi lo hacen caer, mientras pensaba: Mi vida ya no está en juego, pero... ¿A qué costo?
        
          

Definitivamente, esta era la primera vez que quería llorar.
     
         

─Pff. ─¿Escuchó bien? ¿Ayato se acaba de reír?
     
         

Esto no puede ser peor.
     
         

─Ustedes, ¿qué están haciendo fuera de sus aulas...? ¡Y usted! ¿¡Por qué no tiene pantalón?! ─Una maestra los encontró, sí puede ser peor.
      
          

Ya, Ayato, me retracto, mátame de una vez, pensó con la reputación totalmente aniquilada.
    
         

Pobre _________________, después de ese día todo el Instituto sabrá que usa ropa interior femenina.

3728palabras

Me desaparecí, pero
he vuelto chiquillos,
he vuelto para darles
el placer de leer esta
kgada.

Se preguntarán, ¿dónde
has estado? Nos dejaste
solos por meses.

Y yo diré: Lamonotonía
mehaconsumidohasta
convertirmisdíasencolores
acromáticoslatristezaes
partedeesamonotonía
heperdidolamotivación
dehacerloquemegusta
porquesimplementeel
ostracismomemantiene
ocupada.

En resúmen: Me perdí
en el sendero de la
vida 😘

En fin, trataré de
publicar más cosas 👋

¿Les gustó? Espero que
sí.

¿Vieron faltas de ortografía?
Ojalá que no, pero cualquier
cosa ya saben, me avisan
xiquillos 💞

Les deseo un gran día 💖
Nos vemos hasta la
próxima 👻

ATTE⨾ Lady ojeras 💀

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