Volumen 2. Prólogo.
Hola. Mi nombre es Akiro Itō y soy el protagonista de esta historia de venganza contra la persona que mucho tiempo fue mi primer gran amor. Akina Takahashi.
Recapitulemos los hechos ocurridos una segunda vez.
Durante aproximadamente 10 años fuimos amigos cercanos. A tal grado que se convirtió en la única persona por la cual me alegraba despertarme a primera hora de las mañanas con tal de ir junto a ella al colegio.
A pesar de que un niño de ocho años sabe poco o nada de amor por la propia inexperiencia que la edad acarrea... yo ya lo experimentaba desde el primer minuto que la vi.
A esa hermosa niña de cabellera corto y cara llena de vida que de una simple sonrisa te alegraba el día. La cual vino a mitad del curso.
Aún si estos sentimientos surgieron a primera vista... no florecerían si no actuaba... pero algo me impidió ignorarla como al resto de mis compañeros desde que tengo edad.
Tal vez se trataba de una broma del Dios de las comedias románticas pero Akina terminó sentándose en el cubículo al costado mío.
Ella, al acercarse al lugar donde yacía leyendo mi libro y tomaba las clases, no me miró con desagrado ni se asustó de mi presencia.
Eso marcó la pauta de todo.
El primer pensamiento que rondó mi mente fue... "Ella es extraña".
Yo me he acostumbrado a que la gente, incluso sin que crucen palabra conmigo, se aleje, me rechace y juzgue. Es el papel que le tocó a este personaje de fondo y yo estaba perfectamente bien con eso.
No sufría de ningún complejo de inferioridad ni estuve en la necesidad de obtener la atención de todo mundo. Gracias a dios nací dentro de una familia que me proveía el amor que un niño requiere.
Mamá, papá, Aneko. Ellos tres lograrían que no existiría dependencia emocional hacia nadie fuera del círculo familiar. Mi hermana dijo que admiraba en demasía ese rasgo. Ser feliz como un ser individual es algo que muy pocos consiguen.
Sin embargo desarrollé esta emoción hacia Akina. No la podía ignorar y tampoco dejarla flotar a mi alrededor sin interactuar con ella. A raíz de ello nació el amor.
Impropio de este tonto, le hablé. Tomé la iniciativa.
Ella se hallaba en un lío y le extendí la mano.
A partir de ese día dio inicio la amistad que poco a poco escalaría en algo más.
O esa era la intención.
Conocí a sus padres.
A su hermana.
No había día en el que Akina no estuviera presente en mi vida... mis pensamientos...
El mundo se inyectó de color al tenerla junto a mi.
No sabía cómo reaccionar.
Llegados a cierta edad pensé en confesármele. Pero siempre ganaba el miedo y la cobardía.
Fue un deleite verla crecer. Ver cómo esa belleza que de por sí fue hipnotizante desde el primer encuentro aumentaba.
Pasamos tantos momentos unidos.
Risas.
Llantos.
Estrés.
No obstante... jamás tuve la sensación de que fuese real o si lo mereciera.
Dentro de mi pecho, en lo profundo de la mente, esa inseguridad azotaba fuertemente.
Y al final... tuvo razón.
Cuando reuní el coraje de confesarle mi amor tras diez largos años de amistad escuché las palabras que rompieron mi corazón.
"-S-Sí, tienen razón, su presencia no me favorece en lo más mínimo, solo es un cero a la izquierda más en mi vida-".
No dolió no ser correspondido. Lo que en verdad dejó un vacío en lo profundo de mi ser fue que ella ni siquiera me considerara una influencia positiva en su vida.
Pensé que, después de todo el tiempo juntos, al menos tendría un lugar en su corazón. No necesariamente de forma romántica.
Me equivoqué en absolutamente todo.
Me deje engañas por esos hermosos ojos.
Esa maldita belleza.
Esa amabilidad.
No permitiré que ocurra nuevamente.
Ese error de confiar en una cara bonita.
Fue en ese instante donde la historia de Akiro 2.0 dio inicio.
¿Cuál es el peor mal que le puedes hacer a alguien que te menosprecia y te hace menos?
Sencillo... demostrarle que eres mejor que cualquier otro. Que se trague sus palabras.
Mucha gente que el odio es el peor de los males. Pero lo que no consideran es que el odio nacido de la envidia es el más persistente.
Le enseñaré que me va mejor sin ella.
Que así como ella jamás me necesitó en su vida, yo tampoco.
No importa los medios... me vengaría de ella.
O ese fue el objetivo y lema hasta que dañé a Sachi, su hermana menor.
Me sumergí tanto en esa idea de venganza que lastimé a quien no merecía sufrir las consecuencias de los actos de terceros.
Y de ahí nació una nueva meta, reemplazando la anterior.
"Obtendré mi venganza sin involucrar a otros".
Aneko estaba en lo correcto.
¿Qué derecho tendría de fingir ser superior a quien me rompió el corazón si yo mismo provoqué dolor a costa de otros?
Lo haría a mi modo, sin perderme quien soy en el proceso.
Tras disculparme con Sachi, donde me di cuenta que probablemente dije palabras muy vergonzosas e impropias de mí que tarde o temprano causarían malentendidos, emprendí el viaje a una nueva ciudad llena de oportunidades.
La universidad en Tokyo donde le perdería el rastro a Akina y viceversa.
No mentiré, estoy aterrado.
Nuevos lugares.
Compañeros.
Es un salto demasiado grande para quien solo gozaba de una amiga desde primaria. Una falsa amiga.
Pero no me rendiría.
El día que regrese a Chiba y encare a Akina, ella verá lo mejor que me va sin ella.
Por lo pronto... toca caminar hacia adelante y cumplir pequeñas metas.
La primera sería... ¡NO SER TRAGADO POR TOKYO!
-Papá... ¿Por qué me siento tan pequeño?-.
Esa pregunta salió de mi boca mientras los gigantescos edificios se iluminaban al lado de las calles.
-No te mentiré. Pensé lo mismo cuando vine aquí por primera vez-.
Papá respondió, riéndose de mi reacción.
-Acostúmbrate. Pasarás varios años en esta ciudad-.
Adicionó, sin apartar la mirada del camino al conducir y yo de los edificios al observarlos en la ventana.
Aterrador.
Muy aterrador.
Ni con GPS evitaría perderme.
Papá dio muchas vueltas.
Cruzó calles.
Los minutos transcurrían y el sol se posicionaba en su punto más alto.
Llevamos poco menos de dos horas en el automóvil. De Chiba a Tokyo es una distancia considerablemente corta aunque la cantidad de peajes y tráfico no ayudaban a reducir el tiempo de duración del viaje.
Después de casi diez minutos por fin la velocidad fue reducida, estacionándonosla a pie de la acera.
-Hemos llegado-.
Papá declaró.
Nos encontrábamos en un edificio de tamaño considerable. Aproximadamente tres pisos de altura.
Lucía recién construido. Papá no mentía cuando dijo que su compañero estaba invirtiendo en departamentos recientemente. Esta cosa parecía haber terminado de hacerse apenas ayer.
Abrí la puerta del auto y bajé.
Él bajó junto a mi.
Ambos nos paramos en medio de la acera, admirando el complejo departamental.
-Papá, en serio ¿Con qué clase de peces gordos te codeas y por qué nosotros no somos millonarios?-.
-Hey. El compañero del que hablo es mi jefe. Por eso es que se permite desembolsar cantidades de dinero abísmales. Además, tampoco es como si estuviésemos mal económicamente. Me enorgullezco de proveerle a mis hijos siempre lo mejor y necesario-.
-Quiero un auto-.
-No-.
-Es necesario-.
-No sabes ni manejar bicicleta-.
-¡Ugh!-.
¡¿Es malo tener 18 años y no haber aprendido a manejar bicicleta?! ¡Hay jóvenes de mi edad que ni nadar saben!
Tras el breve intercambio entre papá y yo, donde tocó un nervio sensible, hiriéndome el orgullo, fui al cofre del auto en busca de mi equipaje.
Dos maletas donde empaqué todo lo necesario para dos semanas aquí.
Es una visita de prueba por lo que traer de golpe mis cosas sería imprudente.
De repente mi móvil sonó.
"-¡Hola Akiro! ¡Soy Sachi! Te dije que cuando llegaras a Tokyo me avisaras por mensaje ¿Acaso conociste a una chica y decidiste ignorarme? ¡Mujeriego!-".
¿Qué ocurre con ese pensamiento? Sé que le dije que en dos horas llegaría a Tokyo pero esto es ridículo.
Wow. La hora es exactamente dos horas después de que salí de Chiba. Sachi, me asustas.
Sé que bromea con eso, así que le seguiré la broma.
"-Lo lamento. Es que una hermosa chica rubia acaparó mi atención. De hecho ahora estamos bebiendo café mientras platicamos. Te llamo en dos horas-".
No pasó ni un segundo de que mandé el mensaje y mi móvil sonó.
¿Una llamada?
-¿Hai?-
Atendí.
-¡¿CON QUIÉN ESTÁS?!-.
Del otro lado estaba Sachi, que casi me rompe los tímpanos.
-Solo bromeaba... recién llegamos a la ciudad-.
-¿Eh...?-.
No puedo verla por obvias razones pero juraría que se avergonzó.
-N-No juegues con eso... Akiro...-.
Su tono de voz al reclamarlme me pareció realmente adorable.
-Perdón...-.
Me disculpé inmediatamente.
Ella colgó.
-He~-.
Papá se asomó desde mi hombro con una expresión burlona y cruzado de brazos.
-Los hijos necesitan privacidad ¿Sabes?-.
Le recriminé por oír conversaciones ajenas.
Él se rió.
-Lo lamento. Es grato que por fin utilices ese celular para lo que realmente es. Nunca te llama nadie. Apuesto que es la primera vez que alguien lo hace y yo lo presencio-.
Estoy comenzando a irritarme.
-En fin. Ten-.
Me entregó una tarjeta de plástico.
-Probablemente necesitarás dinero. Así que tu mamá y yo decidimos entregarte una tarjeta de débito. Cualquier requerimiento de dinero o gasto de imprevisto háznoslo saber y te depositaremos-.
Mis ojos brillaron ante este rectángulo de plástico.
Lo recibí con las manos abiertas.
-El mundo de los adultos...-.
-En la palma de mi mano...-.
Que bueno que no escuchó semejante estupidez.
-Debo regresar a Chiba. Tu mamá ha de estarme esperando y me bombardeará de preguntas. Confío en ti, hijo mío-.
-Mamá sin dudas no te dejará escapar del interrogatorio. Y agradezco mucho la confianza-.
-Te lo haz ganado. Difícilmente la perderías-.
Tras la breve despedida, se subió al auto.
Somos hombres, nuestra relación no requiere demostraciones de afecto muy grandes.
Somos conscientes de que nos queremos.
Él se despidió desde la ventana, agitando la mano de derecha a izquierda.
Yo le devolví el gesto.
Sería la última vez que vería a alguien de mi familia en poco menos de dos semanas.
Debía acostumbrarme.
Porque cuando las clases inicien, no los veré en un largo tiempo.
La parte trasera del automóvil se alejaba hasta que se perdió a la distancia.
Suspiré, cargando el equipaje.
Según las indicaciones de papá, debo llamar a la puerta de la habitación 4. Ahí vivía el hijo del dueño, quien me entregaría mi llave.
Bien ¡Hora de dar el primer paso!
De ese modo empezaba la vida del Akiro universitario, al menos provisionalmente.
¿Qué aventuras me esperarán?
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