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Volumen 2. Capítulo 7. El príncipe que tanto esperaba.

-Apártense...-.

Ordené.

De repente... todo se volvió silencioso. Por alguna razón, el latido de mi corazón resonaba en mis oídos, tanto así que juro que sentía que el cerebro me retumbaba.

Las piernas me temblaban, el rostro me sudaba e instintivamente tragué saliva.

No sé si la forma en que lo dije fue intimidante o mi mera presencia actuó como un inventivo para que ellas se asustaran, pero por alguna razón recibí las miradas penetrantes y repletas de impacto provenientes de esas tres chicas.

El nerviosismo se hizo presente. Por alguna razón no era capaz de decir otra cosa. Nada le siguió a ese "Apártense".

Estaba a punto de sucumbir a consecuencia del miedo y retractarme. El yo de antes dominaría mi cuerpo, ese que evita los problemas, o mejor dicho, huye de ellos. Sin embargo...

-Akiro...-.

Yumeko me nombró.

Sus ojos estaban enrojecidos, casi como si marcaran el preludio de su llanto.

"Maldita empatía y sentido de la responsabilidad".

Fue lo que pensé cuando presencié esa debilidad en aquella animada chica que relucía por su hermosa sonrisa segundos antes de separarnos.

Presioné mis párpados, impidiendo que hiciese contacto visual contra aquellas muchachas.

Caminé hacia adelante, sin detenerme. Ellas me abrieron paso al notar mi falta de intención de frenar aunque estuviesen en medio.

"Vamos Akiro... se lo prometiste a Ren...".

Él dijo que nunca había visto a su hermana tan feliz...

Su madre la abandonó...

Su padre también...

Se fue encerrando en su propio mundo, impidiendo que los demás conocieran su debilidad.

No puedo...

No debo...

Permitir que esa sonrisa desaparezca.

Me agaché, para que nuestras caras estuviesen frente a frente.

Esas relucientes esmeraldas se centraron en mí.

-Perdón por dejarte... ya estoy aquí...-.

Declaré, acercando la yema de mis dedos a sus mejillas, que, al relajarlas, permitió que las lágrimas se desbordaran. Yo las limpié, retirando la humedad. Traté de ser lo más delicado posible porque jamás he tocado a una chica con tacto y temía lastimarla al actuar brusco.

Ella y yo ignorábamos completamente a quienes nos rodeaban, sumergiéndonos en nuestro propio mundo.

Si bien los nervios no cesaban, evité a toda costa que eso controlara mis acciones.

-Ha sido difícil ¿Verdad?-.

Pregunté.

-¿Eh?-.

Fue lo que respondió.

-Créeme, entiendo lo que sientes ahora. También comprendo el por qué. Lo he vivido... lo he sufrido... lo he llorado... pero no permitiré que estés sola en esto-.

Expresé, entendiendo ese dolor.

El dolor que únicamente pueden causar... los rumores.

La envidia trae consigo una campaña de desprestigio hacia las personas. Jamás se puede controlar el alcance que estos tienen, sin embargo, eso no es algo que las malas personas tomen en cuenta a la hora de hacerlos.

No consideran lo mucho que le arruinan la vida a la persona que es el centro de esos rumores.

Los problemas que deberá acarrear con tal de manchar el nombre de alguien a quien en lo profundo de tu corazón envidias u odias.

Los humanos, por naturaleza, tendemos a creer que el amor es el sentimiento más fuerte que poseemos.

Y eso no es verdad...

El sentimiento que ha impulsado los peores actos en nosotros como seres pensantes es... el odio.

¿Está mal? Sí, moralmente hablando.

El amor es un sentimiento maravilloso, no obstante, en definitiva el odio es el que mayor predominancia tiene en nosotros.

¿Cómo lo sé? Sencillo... yo también he odiado a quienes me rodean por envidia y celos.

Me he mentido muchas veces, tratando de convencerme de que estoy perfecto tal y como soy. Pero muy en el fondo, yo también deseo lo que otros tienen. No he llegado al grado de crear rumores de los demás para mancharlos con tal de mi propia comodidad.

"Supongo que es esa la razón por la cual consideras que soy tan buena persona, Aneko. Aunque he de corregirte... no lo soy porque me nazca... simple y sencillamente no dejo que mis emociones negativas salgan y me controlen. Prefiero tragarme toda esa amargura, así soy el único que sufre. Odio ser el causante de dolor ajeno, así se lo merezca el individuo en cuestión o no".

Tuve un pequeño diálogo mental en medio de mi explicación.

Suspiré pesadamente y dirigí mis palabras a la hermosa chica de cabellos dorados.

-Yo me encargo ¿Sí? Tal vez no haya enfrentado esto cuando yo era el protagonista, pero en definitiva no me acobardaré ahora-.

Declaré.

Los labios de Yumeko temblaron, asintiendo repetidamente. Ella me dio su confianza, así que supongo que estoy atado, debo cumplir las expectativas puestas en mí.

Sostuve su mano.

Ella dio un ligero salto, sorprendiéndose.

Nuestros dedos se entrelazaron y... jalé.

Se puso de pie y, sin soltarla, encaré a las tres chicas que permanecieron en silencio.

Con la sonrisa más hipócrita que pude esbozar, hablé.

-¡Hola! ¿Son amigas de Yumeko? ¿Qué las trae por aquí?-.

Pregunté, fingiendo amabilidad para así aligerar el ambiente tenso que se produjo gracias a mi amenaza.

Esto asustó un poco a las chicas, quienes no daban crédito a lo diferente que fue la actitud que mostré al inicio con la de ahora.

Sin embargo, como se esperaba de este tipo de personas, eso no las detendría para lanzar su veneno.

-¡Jajajaja! ¿Amigas de ella? Ni de broma...-

Dijo la que parecía ser la líder, tirando una mirada despectiva a dirección de Yumeko y señalándola.

El séquito detrás suyo comenzó a reírse, confirmando lo que la anterior dijo.

Juro que es como si Akina y sus amigas estuviesen enfrente de mí. La forma de hablar, de expresarse y de juzgar es idéntica a la de una de sus amigas que nunca me di la tarea de recordar su nombre.

-Jajaja ¡Ya veo! Entonces... ¿Qué quieren aquí?-.

Para responderle, me reí momentáneamente para que creyeran que no haría nada en contra de ellas, y después, cambiando el tono de voz a uno que emitiera seriedad, comuniqué esa pregunta.

Esto las hizo retroceder un paso, sintiéndose intimidadas.

"Benditos sean los genes de mamá. Sabía que era imposible que toda la maldad y cara de pocos amigos se la llevara Aneko, también fui bendecido con esos rasgos".

Agradecí mi ascendencia.

-Fufufu ¿Qué pasa contigo? ¿Estás saliendo con ella? Me sorprende... ¿También te tuvo que robar a pesar de que tuviese novia como la maldita zorra quita novios que es?-.

La líder del grupo definitivamente no sucumbiría ante las amenazas, así que continuó escupiendo insultos.

-Akiro, y-yo no...-.

-Tranquila...-.

Yumeko quiso excusarse. Decirme que no eran ciertas las acusaciones de perra uno, el nombre que decidí ponerle a esta nefasta entidad.

Yo era consciente de su situación, Ren me lo explicó el primer día que nos conocimos luego de que ella se fuese a sus cursos de verano.

-¿Qué? ¿Lo vas a negar? ¿Aun cuando coqueteabas con mi novio? Eres una maldita cínica...-.

La risa sarcástica aunada a la expresión oscura y repleta de desprecio por parte de perra uno originaron miedo en Yumeko, quien se limitaba a agachar la cabeza y recibir los insultos. Su mano temblaba, lo podía sentir al sostenerla.

-Lo lamento, pero ese no es el caso. Si bien sí estoy en una cita con ella, para nada fui robado, en primer lugar, porque no tengo novia ni nada que se le asemeje, hasta donde yo sé-.

Contesté, aclarando mi situación sentimental y rascándome la nuca mientras reía nerviosamente.

-Fufufufu. ¿Estás seguro de que quieres...?-.

Sus aires de superioridad comenzaban a molestarme, así que, antes de que dijese lo que sea que trataba de decirme, la interrumpí abruptamente, dando inicio a la ofensiva.

-Y por lo que veo tú tampoco tienes pareja. Suponiendo que lo que digas es cierto... ¿Eso no significa que fuiste tan poca cosa para tu ex pareja, así que tuvo que buscar algo mejor? Me das pena y lástima-.

Incliné la cabeza, me sujeté la barbilla y miré hacia arriba. Lucía pensativo, pero en realidad solo lo hice para exagerar mi lenguaje corporal y así luzcan más amenazantes mis palabras.

Yumeko abrió la boca, sorprendida por lo directo y grosero que fui.

Perdón, definitivamente no soy el príncipe que crees, ese que es pulcro y amable ante todos. Los genes me lo impiden, Aneko es la prueba de ello.

Juro que vi la blanca piel de perra uno adoptar un color rojizo tan intenso que sí se le comparara al de una manzana, la fruta perdería por paliza.

-¡¿Quién mierda te crees, imbécil?!-.

Gritó, expulsando su ira.

Qué sencillo es tratar con este tipo de personas. Quienes no son capaces de controlar sus emociones siempre sucumbirán contra los que saben aprovechar las reacciones de los contrarios.

-¡Perdón! ¡Perdón! Es que, como dije, no estoy en ninguna relación ni lo he estado, soy primerizo en este tipo de asuntos, jeje...-.

Expresé, disculpándome falsamente y justificándome.

-Es solo que... ¿Qué otra explicación podría haber?-.

Sonreí tétricamente y acorté la distancia entre nosotros.

-¡¿C-Cómo puedes estar de su lado?! ¡Es una maldita perra que se mete en las relaciones! ¡Cuando se aburra de ti te dejará al igual al resto de los chicos que se relacionan con ella!-.

-¿Igual que hizo contigo tu ex para ir a por Yumeko?-.

Ante su pobre intento de desprestigiar la imagen de la chica a mi lado, respondí de manera fría y seca.

Lo siento perra uno, tus difamaciones no surtirán efecto contra mí. Infinidad de ellas han pasado por mí, de ninguna manera tomaré como cierto lo que me dices.

-¡Puff!-.

La belleza de cabellera dorada, quien hasta hace momentos temblaba de miedo, soltó una risa que se contuvo el mayor tiempo posible, causando ruido y llamando la atención tanto de perra uno, dos y tres como la mía.

-¡Jajajajajajajaja!-.

Se reía a carcajadas. Esto claramente me sorprendió, no me imaginé que tuviese ese tipo de reacción.

-¡¿De qué te ríes?! ¡¿Piensas que es gracioso?!-.

Perra dos por fin habló. Empezaba a considerarla una NPC que solo acompaña a la primera.

-¡Sí! ¡Es muy gracioso! ¡Nunca pensé que mi príncipe sería así de vulgar!-.

Declaró, sin cesar en su risa. Yo me sonrojé al ser llamado de ese modo. Una cosa es en privado y otra diferente es que lo grites en este sitio público ante los presentes.

-¿Príncipe? ¿De qué demonios hablas? ¿Este pez feo? ¡No me hagas reír!-.

Genial, ahora los insultos fueron hacia mí. No es como si me importara.

-Oye...-.

La actitud de Yumeko cambió radicalmente.

-Puedes decirme lo que quieras. Pero si te metes con mi futuro esposo entonces no tendré más opción que golpearte...-.

Advirtió.

El trío de perras, la jauría si se le puede llamar así, no daba crédito a la respuesta agresiva que recibieron.

El valiente vivir hasta que el cobarde quiere. Recuerdo ese dicho.

Ellas, según mis suposiciones, la han molestado activamente durante mucho tiempo sin que Yumeko reaccionara. Ahora que no es así, han de cagarse del miedo.

-¿F-Futuro esposo? ¿Que ridiculeces dices...?-.

Preguntaron, dando pasos atrás.

Yumeko se aferró a mi mano, me volteó a ver y... sonrió.

Después suspiró y regresó su atención a las perras.

-He soportado casi un año sus acosos... fui lo suficientemente estúpida como para no afrontarlo como se debía y permitir que escalara a tal punto que temiera salir de casa o topármelas en el instituto. Pero ya no más...-.

Las miró completamente decidida de detener de una vez por todas esto que tanto peso en sus hombros le representaba.

-Yo no le robé el novio a ninguna de ustedes. Ellos se acercaban a mí e intentaban coquetear conmigo solamente por cómo luzco, sus actos eran motivados meramente por lo superficial. Nunca les presté importancia. Jamás interrumpí en sus relaciones. Sé que no me creerán y es fácil culparme de ello que afrontar la realidad, pero, sin dudas, no hice nada de lo que me acusan. Yo, desde que mi madre falleció... aguardé pacientemente a que, el príncipe que tanto esperaba, llegara a mi vida. Y... al fin está aquí...-.

-Y-Yumeko, por favor no me digas así...-.

Pedí cuando, al apodarme nuevamente de ese modo, me miró, enfatizando en que yo era aquel príncipe al que se refería.

Las perras permanecieron en silencio.

-Así que... lamento profundamente que sus relaciones terminaran por los rumores que sus ex parejas esparcieron sobre mí. Sin embargo, ahora mismo eso no me importa, estoy feliz a su lado y eso no cambiará-.

Yumeko se aferró a mi brazo, abrazándolo.

Yo salté y me sonrojé en mayor medida que antes.

-¡Tch!-.

Perra uno chasqueó la lengua, frunciendo el ceño.

Esa es la expresión que pone un niño que perdió su juguete.

-¡Vámonos!-.

Ordenó a las otras dos, dando la espalda y alejándose.

Ellas dudaron momentáneamente y seguían sin quitarnos la vista.

Estoy seguro... la sinceridad de Yumeko tocó sus corazones, provocando duda en lo que daban por hecho.

Transcurrieron los segundos y por fin desistieron del contexto visual, retirándose.

Cuando por fin estuvieron a una distancia razonable...

-Ah~-.

Exhalamos al mismo tiempo, como si nos sincronizáramos.

Ambos tomamos asiento y nos mantuvimos en silencio.

-Esa fue... la primera vez que las enfrento...-.

Comentó la linda extranjera sentada a mi costado.

Yo tragué saliva, retomando el aire.

Esto fue complicado. Definitivamente No estoy hecho para afrontar emociones fuertes, sentí que el corazón se me saldría en cualquier segundo.

Mi mano derecha, que se apoyaba en la rodilla de ese mismo lado, fue sostenida de repente.

Los dedos fríos y delgados de Yumeko se entrelazaron a los míos nuevamente.

Dirigí la mirada a ella y no fui capaz de dar con su rostro. Este era cubierto por su cabello. Lo único que alcanzaba a notar era una sonrisa titubeante que se formaba al curvar la comisura de sus labios. También esas pequeñas orejas rojas como un tomate.

"Sin dudas tomé la decisión correcta...".

Pensé.

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-¡Fue divertido! La forma en que saltaste y dijiste "Apártate" ¡Luciste demasiado genial!-.

Decía Yumeko, copiando la orden que emití según su punto de vista, mientras abrazaba el peluche de pingüino que le compré.

-C-Cuando caí en cuenta quise morirme de la vergüenza, te ruego que no se lo cuentes a nadie-.

Solicité, cubriéndome la cara con la mano porque me ruboricé.

-¡Claro que se lo contaré a Ren! ¡A él y a quien sea! ¡Fuiste mi salvador!-.

Respondió en voz alta.

-H-Hai...-.

Contesté, cediendo ante la enérgica rubia.

-Fufufufu-.

Ella se rió.

-Ha sido... la mejor cita de mi vida-.

Confesó.

-¿Es así?-.

Pregunté, metiendo las manos en los bolsillos y desviando la mirada mientras sonreía. Me hacía feliz que tuviese esa impresión.

-¡Sí! ¡Vi a los pingüinos bailando y tambaleándose! Después llegó mi príncipe azul para rescatarme de las manos de esas hermanastras malas ¡Y me regaló a este Pingü!-.

Ya hasta le puso nombre al pingüino de peluche, no tan original he de opinar.

Nuestra conversación transcurría enfrente de la puerta de su apartamento. Luego del encuentro con las perras, decidimos regresar a casa. Supongo que han sido muchas emociones por hoy.

-Aunque... es la primera cita que tengo, así que obviamente sería la mejor-.

Adicionó.

Puse cara de póker. Ese orgullo que sentí desapareció.

-Pero... ¡Espero ansiosamente la siguiente!-.

Declaró, abrazando a Pingü y poniendo una expresión cálida.

En serio, no soy capaz de ir en contra de lo linda que es esta chica. Sachi y Yumeko rivalizan en mí lindómetro. Aunque desde que llegué a Tokyo he percibido que no es en lo único que compiten. Sinceramente no le he dado ni le daré tanta vuelta a ese asunto.

-Yo también, me divertí mucho a tu lado. Así que, salgamos otro día, Yumeko-.

Respondí.

Ella agachó la cabeza, enterrando tanto la boca como la nariz en el peluche.

-H-Hasta mañana, Akiro-.

Dijo, buscando sus llaves.

Ahí comprendí que era hora de separarnos.

Tal vez... conocer a esta chica no sea tan malo como supuse al principio.

-Hasta mañana, Yumeko-.

Contesté, dándome la vuelta.

La puerta de su apartamento fue abierta, lo escuché.

Yo caminé a la mía.

Introduje la llave en el cerrojo y, cuando retiré el seguro la abrí.

De repente varios pasos corrieron a mi dirección.

-¡Akiro!-.

Fui nombrado.

Era Yumeko la que venía.

-¿Uh? ¿Qué pasa? ¿Olvidaste algo...?-.

De repente una cálida sensación se produjo en mi mejilla izquierda.

Una cálida y suave sensación.

Cuando por fin caí en cuenta de a qué se debía, era demasiado tarde.

Yumeko... sus labios... entraron en contacto con mi piel.

Ella... ¡Me besó en el cachete!

Casi tan rápido como fue el beso, se separó y retrocedió.

Abrí los ojos en demasía y puse mi mano encima de la zona en que fui besado.

-Es mi forma de parte por haber ido a rescatarme... mi príncipe...-.

Posó los brazos detrás de su espalda y sonrió.

Y... el ritmo cardiaco acelerado ha regresado, a este paso sufriré de arritmia en unos años.

Yumeko retrocedió lentamente y... volvió a correr, en esta ocasión hacia el lado contrario y...

*¡PAM!*

La puerta del apartamento se cerró, dejándome de pie en el pasillo sin reacción.

-¿Qué acaba de pasar...? E-Ella me besó... ¿Verdad?-.

Balbuceé.

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