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Volumen 2. Capítulo 6. Una princesa que sueña con ser rescatada.

La cita entre Yumeko y yo había comenzado, ambos caminábamos por la acera mientras la hermosa chica a mi lado hablaba sin cesar, dándome a conocer la ciudad con la que tal parece está muy familiarizada. Me limito a escucharla sin interrumpirle debido a que siempre he sido buen oyente más que generador de conversaciones.

"Enorme... si viniese solo a darle un vistazo a la ciudad sin dudas me perdería, no me separaré de Yumeko".

Pensé, temblando del miedo al imaginarme el hipotético caso en que pierda a mi guía.

Aunque... dudo que eso suceda. ¿Saben por qué? ¡Porque no me ha soltado desde que salimos de nuestro edificio!

Entrelazó su brazo con el mío tan pronto salimos, pegando su cuerpo demasiado, tanto así que podía oler su shampoo, el cual dicho sea de paso huele muy bien, tal vez le pregunte sobre la marca para comprarlo. Retomando lo que decía, ella se aferró como si de un koala a una rama se tratara. Yo intentaba sin éxito apartarla un poco, pero su agarre no vacilaba en lo más mínimo.

Yo, como el buen joven con falta de contacto femenino, estoy completamente sonrojado, a tal punto que ya estoy sintiendo mareos al tener toda la sangre en la cabeza.

-¡Y en ese edificio hay un restaurante con vista increíble! ¡Ren me ha acompañado varias veces a desayunar!-.

¿Eh? Hace un segundo estaba hablándome de un parque en el que vio a un perro siendo perseguido por su dueño tras soltarse de su correa ¿En qué momento cambió de tema?

-Supongo que tú y él se llevan muy bien, de hecho, yo también tengo una hermana-.

Declaré, queriendo participar un poco en esta conversación unilateral. Sé que dije que no era mi especialidad, sin embargo, si mi intención es mejorar mis habilidades de comunicación, debo tomar la iniciativa.

-¡¿En serio?! ¡¿Y cómo es mi cuñada?!-.

Preguntó, dando por hecho, como ya era costumbre, que seremos algo en un futuro y llamando a Aneko de una forma demasiado familiar.

Solamente suspiré y le di la respuesta. Aunque sinceramente fue difícil poner en palabras cómo es Nee-Chan dado que es una entidad inusual.

-Respecto al físico, es de estatura promedio respecto a Japón. Tiene cabello negro que se extiende hasta sus hombros. Normalmente viste ropas holgadas así que no podría darte una descripción detallada-.

Expliqué, rememorando la imagen de mi hermana para describirla lo mejor y exacto que podía.

-¿Y su personalidad? ¿Es igual a ti?-.

Interrogó.

Una gota de sudor bajó por mi frente y reí nerviosamente, desviando la mirada.

Definitivamente Aneko y yo venimos de dos mundos diferentes. Ella es todo lo contrario a mí.

-Digamos que es... peculiar. Su carácter tiende a ser explosivo y jamás regula sus palabras. Si debiera describirla con una palabra sería... "Auténtica", lo que ves en ella es lo que es, no hay nada más atrás-.

Respondí, la verdad es que esa es una de las cosas que admiro de Nee-Chan, no le interesa mantener el status quo ni fingir ser algo que no es.

-Oh...-.

Yumeko agachó la cabeza ligeramente, deprimida.

Rayos, supongo que toqué una fibra sensible sin querer.

¡Por supuesto que lo hice! ¡Soy un idiota! Su hermano me dijo que actúa como una tsundere para ocultar su dolor, es obvio que se sintiera atacada.

Me golpeé la frente ante tal descuido.

Rápidamente traté de arreglarlo, no era mi intención entristecerla en nuestra "Cita".

-No obstante, he de reconocer que a consecuencia de ello suele meterse en muchos problemas y ser malhablada. Aun recuerdo la ocasión en la que, molesta porque un profesor la reprobó, le dijo hasta de lo que se iba a morir y terminaron suspendiéndola una semana-.

Relaté, buscando aligerar el ambiente al desentrañar esa historia.

Yumeko cerró sus ojos y se contuvo en reír.

-¡Pfff!-.

Sobra decir que no pudo resistirlo.

-¡Jajajaja! Yo no podría hacerlo, mis profesores dan miedo y parece que si les reclamas te maldecirán-.

Comentó, cubriendo su boca al posar su puño delante de ella.

Su risa era... linda cuanto menos.

Involuntariamente sonreí al lograr mi cometido.

-Supongo que eso solo representa una amenaza para mí cuando entre a la universidad, qué miedo...-.

Opiné, fingiendo miedo al abrazarme y temblar. Estoy al tanto de que Yumeko será mi superior en la universidad y que Ren mi compañero, por lo que, sí tuvo problemas con los profesores, yo también pasaré por eso. Sinceramente no es que me preocupe, pero cualquier cosa es útil para no caer de nuevo en el bache de antes.

-¡N-No es así! ¡Yo sé que te irá genial! Ren en cambio...-.

Me echó ánimos, los cuales agradezco, cerrando los puños y levantándolos a la altura de su mentón, y de repente se preocupó por su hermano quien, por esa reacción, intuyo que lo académico es su kriptonita.

-Supongo que era normal que tuviese algún defecto. Se me hacía muy injusto que alguien como él fuese tan perfecto-.

Dije sarcásticamente.

-Fufufufu. La verdad es que está lejos de serlo, a pesar de que lo aparenta muy bien-.

Contestó, sin tomarse a mal lo dicho hacia su hermano.

-Pero... supongo que sus puntos buenos lo compensan. De no ser así no tendría varias chicas detrás de él-.

Agregó.

-Sí, lo suponía. Su aura de chico fresco, guapo y popular me daba sospechas. Jamás entenderé cómo funciona el mundo para ellos-.

Expresé. Toda mi vida he visto a las personas como Ren, los populares, como seres fuera del alcance de los tipos normales y sin gracia, o sea, los que son iguales a mí.

-No es muy lindo... a veces poseer una apariencia llamativa trae problemas...-.

Yumeko desvió la mirada e infundió más fuerza en su agarre. El cuerpo le temblaba.

Toqué otra fibra sensible. Comienzo a creer que poseo una habilidad innata para crear ambientes de incomodidad entre quienes me rodean y yo.

-Perdón. La verdad es que hablo desde mi propia ignorancia. Toda mi vida me he dedicado a apartarme del centro de atención para vivir mezquinamente, mezclado entre la gente. Obviamente no comprendo lo que otros han experimentado o las complicaciones que sus estilos de vida acarrean, así que, sí gustas, puedes contármelo, tal vez logre empatizar-.

Dije, disculpándome por lo hirientes que mis palabras llegaron a ser. A veces olvido que muchos no son lo que en verdad desean.

-¡N-No fue mi intención hacerte sentir mal! Es solo que... -.

Ella, cabizbaja, detuvo su oración abruptamente.

-No estás obligada a decirme si no quieres. Prometo que, cuando por fin te sientas lista, estaré disponible para escucharte-.

Declaré. Sé que suena a algo que no diría, pero desde lo sucedido con Akina he hecho cosas que jamás me imaginé. Ese es el objetivo luego de que sufres de una Epifania.

Yumeko volteó a verme. Pude identificar cierto brillo en sus ojos.

-Akiro...-.

Me nombró, incrédula ante lo directo que fui.

De acuerdo, la adrenalina del momento ya perdió efecto, ahora mismo estoy apenado de lo desvergonzado que fui. Por favor deja de mirarme fijamente que solo provocarás que mi corazón se alborote más de lo que ya está al tenerte al lado mientras tus pechos de pegan a mi codo, cosa que me prometí ignorar vehementemente hasta ahora que la caja en la que lo metí se abrió.

-¡P-Por cierto...! ¿A dónde iremos? Sé que me dijiste que sería una sorpresa, pero hemos estado caminando casi 15 minutos y no nos hemos detenido-.

Pregunté, cambiando de tema para que esa presión en mi pecho se disipara y ella saliera de su trance. Les seré sincero, no me agrada para nada que se me queden viendo al rostro, creo que es de las sensaciones más incómodas por la cual una persona puede pasar. Aún más si es en un lugar público y es alguien que no conoces, aunque esos son detalles sin importancia.

-¡Ah! ¡Casi lo olvido! Perdón, es que me distraje-.

Contestó, riendo nerviosamente con sus mejillas sonrojadas en señal de vergüenza, a la vez que se rascaba es costado de la cabeza con el dedo índice.

-Yo siempre... he querido tener una cita en el acuario... ¡P-Pero si no te parece podemos ir a otro sitio! ¿Tienes hambre? Hay restaurantes que...-.

Luego de revelar el destino al que íbamos, intentó justificarse y dar otras opciones en caso de que la principal no fuese de mi agrado. Sinceramente es muy considerada conmigo y, si bien no soy fanático de los acuarios, voy a corresponder esa amabilidad.

-Vamos al acuario. Supongo que Tokyo ha de tener uno gigante. Eso sí, deberás hablarme de los animales, no soy un gran aficionado de ellos, así que desconoceré a muchos de ellos-.

Respondí, interrumpiéndola.

De repente sonrió de oreja a oreja y sus ojos se llenaron de brillo.

Wow, sí que le emociona ir al acuario.

Se pegó más a mí y apuntó hacia adelante.

-¡Vamos! ¡El acuario está a 2 kilómetros adelante!-.

Informó, arrastrándome a todas prisas.

-¡Si no llegamos a tiempo nos perderemos del espectáculo de los pingüinos!-.

Adicionó.

-¡E-Espera!-.

Quise detenerla porque su fuerza era mayúscula y los huesos de mi brazo se estiraban a tal punto que tronaron. Temía que se dislocaran.

-Los pingüinos son mis favoritos-.

Confesó, como si de una niña repleta de emoción se tratara, ignorando mis súplicas.

Me resigné y dejé que la marea me arrastrara. Una buena analogía para alguien que era llevado a un acuario...

Desconozco el por qué, pero genuinamente me llenaba de ansias pasar el tiempo a su lado.

"Eres una chica... inusual".

Fue el pensamiento que me abordó la cabeza al verla desde atrás.

Contrario a su apariencia exterior, se comportaba de manera poco femenina y sin temor de que la conociera como realmente es.

Que una chica te permita presenciar su verdadero ser es el mayor honor que uno como hombre puede tener.

"Yumeko, tal vez podría enamo...".

Antes de completar aquello, mi teléfono sonó.

Metí la mano en el bolsillo y vi de quién se trataba.

Era Aneko, quien me mandó una foto.

Abrí el mensaje y...

Era una foto de ella y Sachi, comiendo raspados de uva mientras mostraban sus lenguas de color morado.

"-¡Hey Akiro! ¡Como tú tuviste una cita yo también! ¡Diviértete! Pero no demasiado...-".

Decía el mensaje al pie de la foto. Eso sonaba a amenaza.

Solo la dejé en visto y guardé mi celular.

¿Qué era lo que iba a decir mentalmente? Ni idea. Solo he de admitir que Sachi se veía realmente linda junto a Aneko ¿Cuándo demonios creció tanto esa pequeña niña que hasta hace poco iba hacia mí llorando porque iba reprobar matemática? El tiempo avanza demasiado rápido y yo sigo quedándome estancado...

¡Ya no más! ¡Es hora de caminar al mismo ritmo que los demás!

Minutos después.

-¡Hemos llegado! Casi no alcanzamos boletos, tuvimos que comprar los últimos. Si bien siento lástima por los niños que iban atrás de nosotros en la fila ¡Eso no me impedirá disfrutarlo!-.

Dijo Yumeko, agarrándome de la mano y guiándome a nuestros asientos.

"Es increíble lo cruel que puedes llegar a ser para conseguir algo que te gusta...".

Pensé ante la falta de importancia que le dio a esos niños llorando, casi me convencen de darles los boletos, sin embargo, la carita resplandeciente y repleta de esperanza de la chica a mi lado fue más fuerte que ellos. Solo me disculpé y les di la espalda.

Ambos procedimos a sentarnos, obviamente el uno junto al otro. Por alguna razón alcanzamos los boletos de la primera fila. Yo desconozco de qué será el espectáculo o qué harán los pingüinos, y, sobretodo, cuánto pagaré por esto ya que no parece barato. Quise preguntarle a Yumeko sobre el precio para devolvérselo y ella me evadió, entregando su tarjeta de crédito.

Estoy casi seguro que eso es una tarjeta negra, las cuales son exclusivas para gente importante y muy pocas personas han tenido la dicha de siquiera estar cerca de una.

Linda y millonaria, no me sorprende que esas basuras de hombres se te hayan acercado, era interés.

-¡Akiro, Akiro! ¡Ya va empezar!-.

Fui jalonado de la manga, sacándome de mi hilo de pensamiento.

Centré la atención al hábitat de ubicado enfrente, que estaba cubierto de agua con un témpano de hielo en el centro a la vista de todos.

El acuario estaba repleto de emoción y anticipación mientras los visitantes se apiñaban alrededor. Un suave murmullo de expectativa llenaba el aire mientras los niños pequeños saltaban emocionados, sosteniendo sus muñecos de pingüinos en las manos.

"Tal vez debí comprarle uno...".

Fue lo que rondó mi cabeza al ver a esos infantes, estoy seguro de que a Yumeko le hubiese encantado.

En fin, el telón se abrió y la luz tenue del acuario iluminó la escena. Un grupo de pingüinos, todos vestidos con sus elegantes "esmóquines" blancos y negros, se alinearon en el borde de la piscina. Algunos de ellos inclinaron la cabeza en saludo mientras otros miraban curiosamente a la multitud, como si supieran que estaban a punto de entretenerlos.

Yumeko les devolvía el saludo, sacudiendo su mano de manera enérgica y completamente sumida en la escena.

He de admitir que era realmente tierna.

Una suave música de fondo comenzó a sonar, y los pingüinos empezaron a moverse al ritmo de la melodía. Algunos saltaban y hacían piruetas en el agua, mientras que otros se deslizaban por la superficie con gracia. Cada movimiento estaba perfectamente sincronizado, como si estuvieran coreografiados para el deleite de los espectadores.

Un pingüino en particular, un poco más grande que los demás, se destacaba entre la multitud. Con una actitud juguetona y carismática, hizo acrobacias sorprendentes que provocaron risas y aplausos entre el público. Saltó fuera del agua en un arco perfecto, como si estuviera saludando a todos con un salto grácil y elegante.

Incluso yo, que solo me cuestionaba cómo los entrenaron, me divertía. Pero, a comparación de mi acompañante, que se moría de la risa, me hallaba tranquilo.

Luego, los pingüinos comenzaron a hacer una especie de desfile por el borde de la piscina, moviéndose con una coordinación impresionante. Parecían estar disfrutando tanto del espectáculo como los espectadores. Algunos de ellos se detenían para mirar directamente a los ojos de los niños, como si estuvieran interactuando con ellos de alguna manera.

El momento más esperado llegó cuando un grupo de ellos comenzó a "cantar". Emitían sonidos agudos y característicos, creando una especie de coro melódico que llenó el acuario. Los niños miraban con asombro y fascinación, mientras que los adultos sonreían ante la encantadora escena.

Yumeko aplaudía eufóricamente.

El espectáculo continuó con diversos trucos y comportamientos adorables de los pingüinos. Desde hacer malabares con pequeñas pelotas hasta deslizarse en el agua con rapidez, los pingüinos demostraron su talento y personalidades únicas. Era como si cada uno de ellos quisiera mostrar al público lo especial que era.

De un momento a otro ella sacó su teléfono y tomó varías fotos en ráfaga.

Cuando finalmente el espectáculo llegó a su fin, los aplausos y vítores llenaron el acuario. Los pingüinos parecían estar complacidos con la reacción de la multitud mientras saludaban una última vez antes de desaparecer detrás del escenario.

Yumeko juntó sus manos encima de su pecho y agradeció. Era como ver a una niña de 5 años.

No lo negaré, fue una experiencia mágica e inolvidable, un recordatorio de la belleza y diversidad del mundo animal que compartimos.

-¡Akiro! ¡Fue genial! ¡Hermoso! ¡Muy hermoso!-.

Se limpiaba las lágrimas que derramó gracias a la emoción. Yo le proporcioné un pañuelo y lo aceptó, secándose la humedad.

Esa expresión repleta de ilusión... por alguna razón... llena mi corazón.

Momentáneamente me miró de reojo, percatándose de que la observaba.

Hicimos contacto visual y... me sonrió.

¿Cómo, una chica como tú, pudo sufrir tanto?

Toda mi vida me he concentrado en mi propio dolor, sin siquiera considerar que... hay quienes han sufrido más que yo. Y Yumeko es la prueba de ello.

Estoy... genuinamente impresionado.

Le devolví el gesto.

¿Qué es esto en mi pecho?

Nunca lo experimenté...

-Por favor desalojen el escenario-.

La alerta del acuario hizo eco en los altavoces a en los extremos del escenario.

Ambos rompimos esa burbuja en la que fuimos introducidos.

Me paré primero y... le extendí la mano.

-Continuemos con nuestra cita, Yumeko...-.

¿Qué es lo que estoy diciendo?

Ella vio mi mano y luego a mí.

Sus hermosos ojos color esmeralda brillaron intensamente.

-¡Sí, Akiro!-.

Respondió, cerrándolos de repente y dibujando otra sonrisa en su rostro.

¿Cómo es que puedes sonreír así de sincero luego de todo lo que has vivido?

Sus dedos tocaron los míos, luego se entrelazaron y... jalé.

Su delicado cuerpo se elevó, dirigiéndose a donde yacía de pie.

Y, tomados de las manos, salimos del escenario.

Mientras caminábamos, noté que los peluches de pingüino llamaban su atención.

Sí... definitivamente debo comprarle uno.

-Yumeko... ¿Me esperarías un segundo? Hay algo que quiero comprar-.

Habiéndome decidido, le externé mi intención.

-¿Uh? Claro, no hay problema. Te acompaño-.

Contestó, curiosa.

-S-Si no es molestia... ¿Podría ir solo?-.

Pregunté.

Esto picó su curiosidad.

Su expresión se volvió suave.

Probablemente sospecha.

-Está bien, esperaré aquí-.

Dijo, apuntando a los asientos para visitantes.

Yo asentí y nos soltamos.

Sentí en mi espalda su mirada conforme me alejaba.

Iría a la tienda de regalos.

¿Por qué estoy actuando así?

Yo normalmente no iría tan lejos por nadie...

¿Por qué es diferente con Yumeko?

¿Por qué fue diferente con Sachi?

Comienzo a creer que... el cambio dentro mío está ocurriendo a pasos agigantados.

De regreso, momentos después.

-Sí hubo uno...-.

Dije al aire, aliviado de haberlo alcanzado. Es increíble lo rápido que se vendieron, parecía pan caliente en medio de hambruna.

Caminé de vuelta a donde Yumeko y yo nos separamos.

-Espero que le guste...-.

Confesé.

Este peluche costó casi 10,000 yenes, en mi cabeza no cabe que haya gastado tanto en esto.

No obstante... no tuve problema pagarlo.

No sé qué busco obtener al dárselo.

Es como si actuara en modo automático.

Cuando estuve lo suficientemente cerca del punto de encuentro, vi que varias chicas, tres para ser específicos, se hallaban delante de mí, interponiéndose entre los asientos, donde se supone que mi cita se hallaba, y yo.

Esto se me hizo al menos curioso, dado que no se movían, literalmente estaba paradas ahí.

Entre menos era la distancia que nos separaba, mayor fue mi visibilidad y... lo pude ver.

-¿Eh? ¿Viniste con alguien? ¡¿Ahora a quien le quitaste el novio, perra?!-.

Dijo una de las chicas.

Yumeko, cabizbaja y apoyando la mano en las rodillas, no contestaba.

"-Yumeko ha sido pretendida muchas veces por tipos con novias. Es imposible negar que es hermosa. Sin embargo... eso le ha traído infinidad de problemas. Razón por la cual es pintada de roba novios a pesar de que no le de bola a ninguno de ellos-".

Lo dicho por Ren vino a mi memoria.

Oh... ellas son quienes la molestan...

Mi cuerpo se movió solo.

Avancé hacia ellas.

Una sensación de enojo se apoderó de mí y...

-¿Akiro...?-.

El semblante de Yumeko al percatarse de mí retorno se parecía al de... una princesa que sueña con ser rescatada...

-Apártense...-.

Ordené.

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