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Volumen 2. Capítulo 15. Definitivamente este no es mi día.

Amor. Una palabra de la cual no tenía conocimiento. Una emoción de la que he escuchado muchas cosas proveniente de cientos de personas.

Que llena tu alma. Incluso té trae una invaluable felicidad que te hace sentir viva, que permite ver con otros ojos el mundo. Un sentimiento puro y dulce que cuando es verdadero, y correspondido, puede darle una vuelta de 180 grados a tu vida.

Yo tardé un tiempo en conocerlo. No tenía ni la menor idea, en un principio, que eso era lo que empezaba a sentir hacia... mi amigo de la infancia, Akiro.

Y ahora que no lo tengo, que me fue arrancado a la fuerza por un estúpido error que cometí, del cual, se aprovecharon dos chicas con la intención de arrebatármelo, siento un fuerte dolor en el pecho, una punzada en el corazón.

Ellas... son las culpables. Estoy segura de que, sí hubiese tenido la oportunidad de explicarme, de disculparme con ėl cuando dije esas palabras crueles en compañía de mis amigas para evitar abordar el tema de si me gustaba o no, nada de esto habría sucedido.

Recuerdo cuando me citó el último día de clases hace ya unos cuantos ayeres. Yo era consciente de lo que eso significaba, de lo que representaba.

Por fin, después de tantos años de cobardía, de espera, valdrían la pena. Aguardé con la esperanza de que Akiro recolectara la confianza suficiente para que se me confesara. Mantuve alejados a los chicos que se me acercaban, que se me proponían, mintiendo al decir que ya tenía novio porque deseaba guardarme para quien ha sido la luz de mi vida desde que llegué a esta prefectura, quien fungió como un soporte, un hombro del cual apoyarse, cada día desde que arribé a Chiba.

La hora había llegado, yo estaba en el punto de reunión unos minutos antes de lo indicado en la carta, la cual, no era capaz de dejar de ver con una tonta sonrisa en mi rostro.

El primer pensamiento que vino a mi al mirarla fue una risita acompañada de un "Akiro, no sabia que podrías ser así de cursi ¿Qué habrás preparado para proponerme ser tu novia?".

Tenía esperanzas muy altas. Mis intenciones era hacerme la sorprendida, quizás un poco la difícil. Como mujer, no podía aceptar de buenas a primeras su propuesta, luciría desesperada.

Todo cambiaria después de convertirme en su novia, ya no tendría que fingir, estaríamos atados por un fuerte vínculo, uno que jamás rompería. No sería necesario ocultarlo. A pesar de que el resto de mis amistades lo odiaran, sabía que ellos se calmarían si supieran que la persona a la que amaba era él.

Si preguntaban por el novio que me inventé, simplemente admitiría que era mentira y me disculparía con una expresión de tristeza para ablandar sus corazones, de ese modo me perdonarían en el acto.

No harían mas preguntas. No cuestionarían nada, las cosas malas que tuve que decir para que no se enteren de la importancia que tenía Akiro en mi vida serán cosas del pasado, un tema nunca más tocado.

Sin embargo... el destino tuvo otros planes.

Esperé por minutos. Los minutos se habían transformado en horas y él... no apareció.

Era extraño. Si algo lo caracterizaba era su puntualidad y compromiso. Que estuviere ausente cuando fue quien me invitó, era evidentemente un suceso que me preocupó.

En ese momento no pensé que escuchó mi conversación previa a juntarnos. Tuve en mente cientos de razones, una más extraña que la anterior, por lo que rápidamente traté de comunicarme pero cada intento finalizaba con el buzón de su celular.

Y si... ¿Fui plantada?

Tardé en procesarlo, incluso me planteé ir a su casa para comprobar si estaba bien, no obstante, antes de realizarlo, recibí el mensaje de mis amigas, quienes me pedían acompañarlas al centro comercial.

Yo... debatí internamente sí hacerles caso, si aceptar la invitación. Pero, como siempre, antepuse el buen estado de ánimo, esa amistad falsa, en vez de darle prioridad a quien siempre estuvo conmigo.

-Cuando lo vea lo reprenderé. ¿Cómo es posible que no haya venido? Aunque claro, si fue por un asunto de importancia lo dejaré pasar-.

Levanté los hombros, fingiendo que nada pasaba, poniéndome una máscara hecha con la red de mentiras en las que vivo, yendo a con ellas tres y postergando el asunto.

En ese instante no lo comprendía, no me percataba, pero ahora que estoy en esta terrible situación me doy cuenta.

Di por sentado siempre que Akiro estaría conmigo, que me perdonaría por cualquier falla que cometiera, sin considerar lo que sentía, sin cuestionarme por un segundo el daño que le hacía.

Y... ¡Eso seguiría siendo así si ellas dos me hubiesen permitido disculparme! ¡Si Aneko y Sachi no me hubiesen ocultado el dolor de Akiro!

Sé que fui la responsable, pero... ¡Un simple "Lo siento" lo reparaba todo!

Podríamos habernos abierto, mostrar mi arrepentimiento y de ese modo acercarnos a tal punto que nuestras emociones salgan a flote. En ese instante que lucía lejano, quizás se me hubiese confesado o yo me habría sincerado, empezando de ese modo nuestra relación.

No obstante... ¡AMBAS, ESAS DOS, MI SANGRE, SU SANGRE, TUVIERON QUE INTERFERIR!

No era capaz de controlar el enorme odio que llenaba mi ser.

Ahora entendía por qué ese mismo día me lo topé en el centro comercial y huyó de mí.

Comprendo el motivo por el que Aneko me ponía miles de tratabas, decía pequeñas mentiras, para que no contactáramos, no nos veamos.

Cobraba sentido el pedido de Sachi. Ella jamás se interesó en la tecnología, nunca pidió un celular a pesar de tener la edad suficiente para exigirlo. No fue hasta que la fallida confesión ocurrió, que Akiro visitó mi casa cuando yo no me hallaba, que se volvió más femenina, que mostraba esos ojos de enamorada, idénticos a los míos.

Yo había pensado que se trataba de un chico de su secundaria, mi pequeña hermana por fin crecía. Pensé en pedirle que me lo contara, aunque eso se vio imposibilitado cuando se volvió cortante y distante.

Esa era su forma de mostrarme odio y de mantenerme alejada de Akiro. Rompió su promesa. ¡ELLA HABÍA PROMETIDO QUE NO HARÍA NADA CON ESAS EMOCIONES! ¡MI DESTINO, EL DE AKIRO, ERA QUE ESTUVIÉSEMOS JUNTOS!

¿Por qué de repente decidió interferir? ¿Qué la motivó a quebrantar nuestra relación? Era... una maldita oportunista. Esperó a que mi vínculo con él se debilitara para hacer su movida y arrebatármelo.

Yo... ¡NO PUEDO PERMITIRLO! No quiero, no quiero, no quiero... ¡NO QUIERO QUE ME QUITES LO QUE POR DERECHO ES MÍO!

Lo peor de todo no es que deba cuidarme de ti, Sachi, no... ¡Lo peor es que otra mujer apareció!

¿De dónde diablos salió esa maldita oxigenada vulgar y grosera? ¿Qué hacía abrazada del brazo de MÍ Akiro?

Parecían demasiado cercanos, estaba al tanto de la equivocación que cometí y saltó como un perro rabioso a impedirme excusarme con él, golpeándome en el proceso.

Sí... definitivamente esa mujer no le conviene a Akiro. No puedo permitir que una mujer como esa lo corrompa y cambie al chico del que me enamoré. Ya era lo bastante malo que tuviese de hermana a Aneko para que alguien similar a ella le llene la mente de porquería.

Mi ansiado reencuentro fue interrumpido por esa extranjera. Pude haber tenido un reencuentro de película, lanzándome a sus brazos y siendo recibida, aceptada. Sin embargo, noté... miedo en su expresión.

El brillo en sus ojos, la sonrisa tímida se disipó y solo había miedo.

Lo odiaba, odiaba que me viese así. Era como si no me reconociera, pero lo dejé pasar y cuando traté de alcanzarlo, esa rubia se atravesó en el camino.

Empezó a decir un montón de tonterías. Lo llamó su "Príncipe" y de otras formas extrañas.

Me enojaba. Hervía de ira al ver a otra chica al lado de Akiro. Me incomodaba en demasía que esta última luciera tan familiar a su lado.

Al apelar al poder de una amiga de la infancia, lo presioné a responder, a aceptarme. Y lo hubiese logrado de no ser... ¡POR ESE MALDITO MANOTAZO!

Recibí los gritos de esa idiota con delirios de princesa y ambos huyeron, dejándome en shock. Yo... volvía a perder la oportunidad de hablarle, de pedirle explicaciones.

No me rendiría. Abandoné a mis amigas y corrí hacia su casa. Con suerte llegaría antes que ellos y los encontraría. Nada me detendría, ni siquiera esa mujer.

Esperé por horas en la calle que daba con su hogar, hasta que hizo acto de presencia acompañado de ella.

Su expresión volvió a ser calmada, aunque emitía una frialdad y monotonía impropia de él. Nunca ha sido alguien muy expresivo, pero me enorgullezco de poder identificar sus emociones con un simple gesto. Son las ventajas de haber compartido tantos años juntos.

Es por eso que... no pude evitar temblar cuando recibí su indiferencia.

Permanecí inerte, helada, pasmada. Él tomó la iniciativa y caminó a mi dirección. Una pequeña llama de esperanza encendió mi apagado corazón. Estaba regresando a mí, volvía a mis brazos.

Lo nombré con duda. Tuve que golpear mis mejillas para reaccionar y tratar de disculparme. No obstante, cuando estuvo lo suficientemente cerca... cruzó a un costado, como si no existiera, como si fuese un mero obstáculo en su camino.

Un fuerte dolor azotó mi ser, la llama de antes se apagó. El brillo en mis ojos palideció, se opacó.

Volteé lentamente a su dirección, sin quitarle la mirada de encima, rogando para que hiciese lo mismo.

No sucedió... aunque eso no fue ni de cerca lo más sorprendente que sucedió esa noche.

-¡¿LE HICISTE ALGO INDECENTE A LA OXIGENADA?!-.

Escuché la voz de Sachi seguido de un sólido golpe que ella había provocado al tirarse encima a Akiro.

Miles de preguntas se formular en mi cabeza, pero todas fueron silenciadas cuando ambos se mostraron más cercanos que antes. La sonrisa nerviosa que antes me dirigía iba hacia mi hermana.

¿Qué era lo que sucedía? ¿No se supone que... ambos tampoco han tenido contacto desde que se fue a Tokio? ¿Acaso sabía que hoy volvería? ¿Por qué no me enteré? ¿Por qué lo ocultó?

Como dije antes, fui una estúpida ignorante al no ver las señales y los patrones de comportamiento de mi maquiavélica hermana. Aneko la ha corrompido, la dulce Sachi que conozco jamás le habría hecho daño a su Onee-Chan. Sí, seguro es eso.

La puerta de la casa se cerró, conmigo estática enfrente de la misma. Pude ver la mirada retadora que ambas mujeres me dirigían, rebosando de arrogancia y confianza. Asqueroso... ¡ERA MUY ASQUEROSO!

¡LAS DOS ERAN UNAS MALDITAS GATAS ROMPEHOGARES! ¡MI PROPIA SANGRE SE PUSO EN MI CONTRA!

No puedo perdonarla... ¡NO HAY MANERA DE QUE PUEDA PERDONARLA!

Yo... la interrogaría cuando regresara a casa. Le sacaría toda la verdad, absolutamente cada detalle de su relación con Akiro y la traición que cometió.

No era justo que hiciese esa jugada sucia. No merecía tampoco el beneficio de la duda, sé lo que vi y nada cambiará mi parecer.

Aguardé pacientemente a su arribo, cociné algunas galletas para ocupar la mente y no ir de lleno a por ella. Necesitaba guardar la calma antes de dar inicio al juicio.

La ira burbujeaba en mi interior, pero me obligué a recordar que tenía que fingir dulzura. La fachada de la hermana mayor, comprensiva y cariñosa, era un papel que debía interpretar, aunque los secretos que ella me había ocultado me consumían por dentro.

La forma en que me había privado de ver a Akiro era una traición que no podía perdonar.

Cuando apareció, desempeñé el papel antes mencionado, pero conforme pasaba el tiempo y recibía el silencio, acompañado de miradas hostiles, de su parte, fui enfureciéndome poco a poco.

Con cada latido de mi corazón, enumeré las pruebas que la volvían una doble cara. Había observado sus interacciones con un chico mediante mensajes desde la distancia, sus risitas y miradas cómplices, pero nunca imaginé que mi propia hermana sería capaz de mentirme de esa manera, jamás la creí capaz de que... aquel chico fuese Akiro. ¿Desde cuándo había estado hablando con él? Su actitud despreocupada me llenaba de furia.

Cuando finalmente Sachi admitió que nunca dejó de comunicarse con Akiro, que intercambiaban mensajes afectuosos cada noche, sentí que mi psique se rompía en mil pedazos.

La máscara de calma que había mantenido se desvaneció, y la verdadera Akina emergió, llena de dolor y traición. La realidad era cruda y cruel; ella había estado jugando un juego con el que no estaba dispuesta a lidiar.

Sin embargo, lo que vino después fue aún más devastador. Cuando me confesó que estaba enamorada de Akiro, un nuevo golpe me atravesó.

Yo, como una tonta creyendo en un juramento de niñas, intenté apelar a la promesa que ambas habíamos hecho años atrás, la que había considerado sagrada, pero su indiferencia me dejó aún más impotente, perpleja. Era evidente que no le importaba.

Cuando Sachi reveló que él había escuchado las palabras hirientes que le había dirigido el día en que todo cambió, la forma en que había llorado y sufrido a causa de mí, algo se rompió dentro de mí.

Sentí que el aire se escapaba de mis pulmones. La culpa y la rabia se entrelazaban, y al mismo tiempo, la confusión me dejaba paralizada.

Esa negativa emoción me abrumaba, y rápidamente dirigí mi ira hacia ella. La acusé de no haberme dicho que Akiro había escuchado esa conversación, la culpaba de que él se estuviera alejando de mí. Pero, en su arrogancia, no mostró remordimiento. En lugar de intentar reconciliar nuestras diferencias, se limitó a marcharse, dejándome sola en un torbellino de emociones, amenazándome sobre no interrumpir un compromiso que ambos tenían al día siguiente.

Y... vaya que al enterarme y presenciarlo terminé de quebrarme.

Solo hace falta decir que... las lágrimas me ahogaron al seguirlos, acosarlos, espiarlos, tanto que decidí mejor regresar a casa al no soportarlo, encerrándome en mi oscura habitación.

La escuché regresar, pude haberlos espiado desde mi ventana pero algo en mi corazón me decía que me arrepentiría de ello. Me limité a cubrirme el cuerpo completo con la manta y guardar silencio, tapándome los oídos por si había alguna clase de declaración que pudiese terminar de desbotonar mi herido corazón.

Sin embargo... yo me había trazado una meta...

La luz del amanecer se filtraba tímidamente por las cortinas, y el silencio de la casa era roto apenas por el leve crujido del piso bajo mis temblorosos pies.

Cada paso que daba era lento, calculado, temiendo despertar a mi hermana dormida.

Entré a su cuarto sin hacer ruido, sintiendo cómo el aire en mis pulmones se volvía cada vez más pesado, casi irrespirable.

Mis ojos ardían, hinchados por las lágrimas que habían caído sin descanso hasta que la primera luz del día me obligó a detenerme.

Mis padres se habían ido temprano, dejando la casa vacía, vacía como el lugar que Akiro había dejado en mi corazón. Esa era la oportunidad que esperaba. La total soledad para hacer mi jugada sin reprimendas ni interrupciones. Todos... son enemigos.

Mientras me acercaba a la cama de mi hermana menor, la imagen de Akiro se dibujaba en mi mente.

-Akiro... nuestra promesa...-.

Murmuré, sintiendo cómo las lágrimas volvían a brotar, quemando mi piel como ácido. Cada paso era un viaje en el tiempo, llevándome a recuerdos que parecían casi irreales en comparación con la cruel realidad que vivía ahora.

Todo lucía lejano, casi inexistente, una mentira.

Recordé el día en que lo conocí, cómo pensé que era un bicho raro, alguien que no encajaba. Pero los días pasaron, y sin darme cuenta, el miedo y la incertidumbre que solían acecharme se desvanecieron.

La calidez que sentía estando a su lado se volvió una constante, un refugio que nadie más podía ofrecerme. Cuando lo llevé a conocer a mi familia, cuando lo vi reír con Sachi, pensé que había encontrado algo perfecto. Me equivoqué. Fue mi error pensar que todo estaría bien, porque fui yo quien los acercó, fui yo quien creó el puente que ahora me quema con su traición.

Una rabia incontrolable se apoderaba de mí, mi mente saltaba entre recuerdos felices y la ira que ardía como brasas bajo mi piel.

Recordé cómo las cosas cambiaron al entrar a la secundaria, cómo la inocencia dio paso a nuevos deseos, nuevos miedos. Mis amigas hablaban de novios y primeras citas, y yo solo podía pensar en una cosa.

"¿Qué haría si Akiro se me confesara?".

No sabía lo que él sentía por mí, no entonces.

Un día decidimos ir juntos al centro comercial, como solíamos hacer. Todo parecía normal, pero cuando me dijo que quería juntar puntos para regalarme aquel enorme peluche, algo en mi pecho se aceleró. Era una promesa, pequeña e insignificante para otros, pero para mí lo significaba todo.

"Fufufu, espero que cumplas tu promesa".

Lo que dije con una sonrisa aquel día resonaba en un eco profundo y tenebroso. Aunque mi corazón gritaba de emoción, fingí serenidad.

Fue entonces cuando lo supe... me había enamorado.

Sin embargo, esa promesa se convirtió en una herida. Allí, en la penumbra del cuarto, miraba el peluche que debería haber sido mío, abrazado con fuerza por Sachi, quien reía de forma torpe mientras dormía.

Ese acto inconsciente era como una burla que perforaba mi alma.

-Se supone que eso sería mío...-.

Susurré, el odio teñía mis palabras, mi furia era casi palpable, tangible.

-Yo me enamoré ese día, pero tú... tú lo hiciste después. No tienes derecho a arrebatarme lo que es mío... nadie más que yo puede estar con él. Tú y esa estúpida rubia no lo merecen...-.

Mi mano se extendió, temblorosa pero decidida, para arrebatarle el peluche. Mientras lo hacía, recordé la conversación que tuvimos. Fue después de que Akiro la rescatara de su tristeza por aquel estúpido mal corte de cabello que la hizo llorar.

Rememoré cómo sus mejillas estaban sonrojadas, y supe, supe que sentía algo por él. La interrogé con una falsa dulzura, asegurándole que yo también estaba enamorada de Akiro y que él seguramente se confesaría pronto.

"No interfieras, hermanita".

Le dije en ese entonces, queriendo ver cómo su esperanza moría antes de que pudiera florecer. Y, con una sonrisa triste, me prometió que no haría nada. Yo, satisfecha, pensé que nada se interpondría en mi camino. Pero me equivoqué...

Mi mano seguía acercándose, casi tocando el peluche, mientras mis pensamientos se revolvían como una tormenta.

Recordé la cita de Akiro y Sachi la noche anterior, cómo lo vi entregarle el peluche a ella en vez de a mí, cómo se rompió mi corazón en mil pedazos. Sentí la distancia que había entre nosotros crecer, un abismo insalvable que lo alejaba de mí y lo acercaba a ella.

La odiaba. No creí que alguien pudiera ser capaz de odiar a su hermana. A pesar de los momentos felices que compartimos... todo se veía opacado por la furia actual.

Mis labios se torcieron en una sonrisa amarga, mientras un pensamiento desesperado y oscuro me atravesaba. Si no podía tenerlo, si él no cumplía su promesa conmigo, entonces nadie más lo haría.

-Nadie, excepto yo...-.

Mustié.

Mis pensamientos eran un caos, girando una y otra vez alrededor de una palabra.

-Mentiroso-.

Repetía, mientras mis ojos se clavaban en el peluche que Sachi abrazaba. No veía un simple juguete de felpa, veía a Akiro. Su sonrisa, su rostro... el mismo que me había prometido algo que ahora parecía tan distante, tan inalcanzable.

Lo odiaba, lo odiaba por cómo me hacía sentir, por este dolor que se aferraba a mi pecho y no me dejaba respirar.

Todo esto, todo lo que sucedía, no era culpa mía. Ellas se habían aprovechado de un solo error, un pequeño desliz que había cometido, y ahora lo usaban para alejarme del hombre que debía ser mío.

Mi mente ardía y mis dedos temblaban de rabia. No iba a dejar que me lo arrebataran. No iba a dejar que mi falla les diera la victoria.

-Incluso he mentido para tenerte a mi lado. No te entregaré a nadie-.

Dije en un tono bajo, inaudible.

La voz que salía de mí sonaba ajena, cargada de un tono que sólo había escuchado en las historias de amores retorcidos, como una muñeca rota que repite las mismas palabras, atrapada en un bucle de desesperación. Pero eso era lo que sentía... desesperación.

-Akiro es mío, mío-.

Las palabras brotaron, susurrantes primero, luego más fuertes, hasta que me sorprendí gritando.

-Ese peluche es para mí... ¿Por qué...? ¡¿POR QUÉ ME LO QUIERES ARREBATAR?!-.

Mi grito se rompió en el aire, un sonido desgarrador que reverberó en las paredes, casi haciendo eco en mi propia alma.

Me lancé hacia Sachi, mis manos se aferraron a sus brazos y la zarandearon. Ella, somnolienta y aturdida, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que yo tirara del peluche con toda mi fuerza.

Lo sentí deslizarse de sus manos, y por un momento, vi el miedo y la confusión brillar en sus ojos. Su boca se abrió, como si quisiera decir algo, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta, reemplazadas por un jadeo ahogado.

Sin esperar más, apreté el peluche contra mi pecho y corrí hacia mi habitación. Cerré la puerta de golpe y me recosté contra ella, sintiendo la vibración cuando Sachi empezó a golpear del otro lado.

-¡Akina! ¡Abre! ¡Por favor, déjame entrar! ¡Dámelo! ¡Es mío! ¡Es mío! ¡No le hagas nada! ¡Akiro me lo dio! ¡Devuélvemelo!-.

Su voz era desesperada, los golpes se hicieron más rápidos, más frenéticos. Cada golpe era como un latido, una cuenta regresiva hacia algo que no quería enfrentar.

-Fufufufu... No te entregaré a Akiro... tu promesa...-.

Declaré, sintiendo cómo la locura se aferraba a mis palabras.

-Recuerda tu promesa, tonta hermana. Dijiste que me lo entregarías. Tú jamás has tenido oportunidad. Yo soy la más indicada para él... yo y solo yo-.

La voz se me quebró en una risa que apenas reconocí, un sonido macabro que llenó la habitación, sofocando los golpes de Sachi y sus súplicas que se volvieron gritos.

-¡Akina, por favor! ¡Esto es una locura! ¡Dámelo! ¡No le hagas nada! ¡Mi regalo! ¡Es mi regalo! ¡Es el primer regalo que recibo de él! ¡Dámelo! ¡Dámelo!-.

Estaba llorando... podía identificar los esniféis y la sacudida voz de esa gata rompehogares.

Me limité a abrazar el peluche, apretándolo tan fuerte que sentía que los hilos se iban a romper. Solo había cometido un error, un solo error, pero nadie tenía derecho a aprovecharse de eso. Akiro era mío, y lo seguiría siendo, sin importar cuánto gritaran, sin importar cuánto doliera.

Lo golpes insistentes de Sachi se volvían cada vez más débiles, hasta que apenas eran murmullos ahogados por el llanto. Me quedé allí, en el suelo, disfrutando mi nueva adquisición.

Punto de vista de Akiro.

La mañana comenzó como cualquier otra para mí, con el sonido repetitivo y molesto de la alarma. Medio dormido, levanté la mano para apagarla, pensando que lo único que quería era seguir durmiendo un par de minutos más.

Pero justo cuando me disponía a moverme, escuché un suave quejido a mi lado. Parpadeé confundido y giré la cabeza, solo para encontrarme con Yumeko abrazándome, plácidamente dormida, acurrucada como una cucharita a mi espalda.

-Estoy casi seguro de que esto debería ser al revés-.

Dije para mí mismo, con la voz ronca por el sueño. Decidí ignorar la extraña situación porque, bueno, esto no era lo más raro que me había pasado con Yumeko, y me senté al borde de la cama, mirando fijamente un zapato que estaba tirado en el suelo, intentando recordar por qué me dolía la cabeza y cómo había llegado allí.

Todo parecía normal, hasta que algo hizo clic en mi cerebro.

-Esperen... ¡ESTA NO ES MI HABITACIÓN!-.

Grité, girando la cabeza en todas direcciones mientras la realidad se estrellaba contra mí como un cubo de agua helada. Había olvidado salir del cuarto de mi hermana la noche anterior... ¿Cómo demonios me quedé dormido aquí? ¡Y peor aún, con Yumeko!

Un escalofrío recorrió mi columna cuando sentí unas manos suaves posándose en mis hombros, haciendo que prácticamente saltara del susto.

-¿Dormiste bien, darling?-.

Susurró Yumeko, arrimándose aún más, colocando su mentón en mi hombro con una sonrisa extraña.

-¡¿FUEEEEEEH?! ¡¿QUÉ HACES...?! No... ¿¡QUÉ HACEMOS AQUÍ JUNTOS?!-.

Exclamé, tirándome al suelo como si me hubieran dado un susto de muerte. La miré con una mezcla de pánico y confusión, exigiendo respuestas. ¿Cómo había terminado yo en esta situación de cliché de comedia romántica?

-Oh, mi querido Akiro...-.

Dijo, usando un tono dramático, y condescendiente, digno de una doncella de novela, mientras negaba con la cabeza, juzgándome por algún motivo.

-No puedo creer que hayas olvidado la noche anterior. Sé que un caballero no debería tener memoria de estas cosas, pero fingir que no recuerdas... ¡eso es demasiado cruel!-.

Me recriminó, aumentando mis dudas.

La escena se volvió aún más ridícula cuando ella se llevó una mano a la frente, fingiendo estar herida en el alma.

-A pesar de que me juraste amor eterno y tuvimos una maravillosa noche, aun cuando me sostuviste con tanta pasión y marcaste mi cuerpo, te haces el desentendido... ¡¿QUÉ LE HICISTE A MI PRÍNCIPE?!-.

Gritó, dejando escapar unas lágrimas que parecían sacadas directamente de una película de bajo presupuesto.

"Qué bueno que no planeas ser actriz. Si esa fuese tu intención te mueres de hambre porque nadie te daría trabajo".

Pensé, con sudor bajándome de la frente.

-¡YO NO HICE NADA DE ESO! ¡ME CONFUNDES!-.

Respondí, horrorizado, sintiendo como mi cara ardía de la vergüenza. Yumeko dejó caer su actuación de inmediato y me sacó la lengua como si todo hubiera sido un juego.

-¡Bleh¡ Solo bromeaba, tontito-.

Confesó con una sonrisa burlona.

-Cuando te besé te desmayaste. No quise despertarte, así que me quedé a dormir contigo. No hicimos nada que sobrepasara los límites, respeté el hogar de mi futuro esposo, cuñada y suegros. Al menos hasta que, bueno, seamos más cercanos, mi príncipe-.

Me quedé mirándola, incrédulo, mientras intentaba procesar la parte de "cuando te besé te desmayaste" y "futuro esposo" al mismo tiempo.

Finalmente, dejé escapar un suspiro de alivio y me levanté, sintiendo que por fin podía respirar de nuevo.

Sobrepensar las cosas en las que ambos nos involucramos es sinceramente cansado, asi que mejor lo dejo pasar sin quejarme. Al final del día, no hicimos nada de lo que podamos arrepentirnos. También trataba de evitar pensar en el hecho de que me besó ya que me trae emociones y pensamientos complicados que no tengo tiempo de abordar.

-Bueno... al menos esta vez no fue tan raro-.

Añadió, sorprendiéndome. Se limitó a dedicarme una sonrisa pícara, y yo supe que, a pesar del caos de esa mañana, no sería la última vez que me encontraría en una situación así, menos teniendo en cuenta que a partir de hoy estaremos viviendo juntos en el mismo complejo departamental al menos hasta que ella se gradúe de la universidad en unos años.

Golpeé mi cara con la palma, sudando y sonrojado. Esta mujer es demasiado vulgar, no se comporta en lo absoluto como la princesa que quiere ser. Aunque, siendo justos, tampoco soy un príncipe como tan frenéticamente insiste, asi que mejor no expreso ningún comentario hacia su persona. Pelear con una mujer en la mañana es una tarea agotadora, cosa que mi padre ha repetido hasta el cansancio cuando me llevaba al instituto.

Y eso no parece pintar mejor con Sachi...

¿A caso será que los hombres dentro de mi familia están destinados a enredarse con mujeres problemáticas? Creo que sí.

Además, tengo la sospecha de que la noche, al menos para Yumeko, no terminó solo con el beso porque tengo cierto entumecimiento en los labios.

-¿Y dónde durmió Aneko?-.

Pregunté, tratando de sonar casual, aunque la situación era de todo menos eso.

En lugar de preocuparme por lo comprometedor que resultaba despertar al lado de mi compañera de noche, mi mente se fue directamente a la seguridad de mi integridad física... porque si mi hermana se despertaba de mal humor, iba a ser un día largo.

-Ni idea. Quizás en tu cama-.

Me respondió con una sonrisa despreocupada, ladeando la cabeza.

Un escalofrío me recorrió la espalda. Si Aneko había tenido que dormir en mi cuarto, seguramente estaría muy molesta ya que odiaba dormir en otra cama que no sea la suya, y si se enteraba de la razón por la que la habían dejado fuera... bueno, definitivamente me golpearía sin dudarlo.

-Por cierto, ¿No se supone que irías a primera hora a hablar con esa pequeña grosera? No es como que me importe, claro, pero...-.

Me recordó Yumeko, con esa actitud suya de fingir desinterés mientras claramente se estaba divirtiendo con mi torpeza.

-¡ES CIERTO!-.

Grité, saltando de la cama como si alguien hubiera prendido un cohete bajo mis pies. Me apresuré a ponerme de pie, listo para salir corriendo de la habitación, cuando escuché que se aclaró la garganta, obviamente disfrutando el espectáculo.

-¡Ujum! Tal vez no sea una buena idea ir en pijama y sandalias-.

Comentó con tono inocente, señalando mi atuendo con una sonrisita burlona. Yo dirigí me atención a ello, dando con lo que describía.

Sacudí la cabeza después de un segundo.

-¡E-Eso no importa! ¡Saldremos en un par de horas! ¡No hay tiempo para la vanidad!-.

Declaré, a punto de salir de la casa en ropa de dormir. Sin más, me dirigí hacia la puerta, decidido a cumplir mi misión... y entonces me encontré con la peor sorpresa posible.

Ahí, justo en frente de la puerta, estaban Aneko y Ren, mirándome con expresiones que podían describirse mejor como mezcla de sorpresa e indignación. Sin tiempo para frenar, choqué con ellos y caí de espaldas al suelo.

-¡A KI RO!-.

Dijo mi hermana, pronunciando mi nombre en sílabas, lo que nunca era buena señal y asentaba el aura de terror que trataba de infundirme. Se inclinó sobre mí y me agarró del cuello de la camisa, levantándome como si fuese un mero muñeco de trapo y acercándome a su cara de la que destacaba una mirada asesina.

-Admito que es muy valiente de tu parte dejarme fuera de mi cuarto ¡Poniéndole seguro a la puerta y todo, ignorando mis gritos para que la abran!-.

Reclamó, casi sacudiéndome mientras yo trataba de mantener la compostura, aunque el mundo empezaba a darme vueltas por el mareo.

Giré la cabeza hacia Yumeko, que estaba detrás de mí, silbando como si nada, siendo claramente la culpable de haber cerrado la puerta con seguro para evitar que Nee-Chan entrara.

Mientras intentaba librarme de las garras de mi hermana, noté de reojo cómo Ren levantaba el pulgar hacia Yumeko, dándole una especie de felicitación silenciosa. ¡Claro! ¡Todo esto había sido un plan en conjunto! ¡Desde ir a hablar con ella a medianoche hasta encerrarme en la habitación!

-¡M-MALDITO TRAIDOR!-.

Rugí, mirando a se idiota apuesto con ojos acusadores. Pero mis problemas no terminaban ahí. Tenía a una Aneko furiosa frente a mí, y necesitaba pensar rápido antes de ser molido a golpes a primera hora de la mañana.

Sin más opción, apelé al amor que le tiene a quien denomina "Su pequeño ángel".

-¡S-SACHI! ¡T-TENGO QUE IR A VER A SACHI!-.

Vociferé, tratando de sonar lo más urgente posible, mientras miraba a mi hermana con ojos suplicantes y alzaba las manos para impedir cualquier acto de violencia en mi contra.

Si algo podía desviar su atención, era la idea de que tenía algo importante que hacer.

Y para mí sorpresa y seguridad, funcionó.

Ella frunció el ceño, como si estuviera considerando si debería dejarme ir o no, pero al menos soltó mi camisa, lo cual fue un avance.

Suspiré aliviado por haber escapado momentáneamente de la furia de mi hermana, aunque no podía evitar sentirme como un ratón que acaba de escapar de las garras de un aterrador gato... solo para tropezar con otro.

Finalmente me liberó del yugo del verdugo, pero no sin antes lanzarme una advertencia que me heló la sangre.

-Más te vale no haberle hecho nada a la oxigenada-.

-¡Soy rubia natural!-.

Gritó la susodicha harta e indignada, pero nadie le prestó atención. Yo, en cambio, me puse pálido y levanté las manos en defensa, preparado para defenderme de sus calumnias.

-¡No haría nada de eso! ¡Soy una víctima aquí! ¡Yumeko me besó sin mi consentimiento!-.

Exclamé, señalando a la culpable con el dedo. Intentaba sonar convincente, aunque estaba seguro de que mi tono de pánico no ayudaba mucho.

Siendo escuchado, Nee-Chan giró lentamente la cabeza hacia la perpetuadora, con una expresión que podría haber salido directamente de una película de terror.

-¿Eso es verdad?-.

Interrogó de forma tenebrosa y peligrosa, perforando con sus ojos el alma de Yumeko.

Para mi sorpresa (horror), ella no se amilanó. En cambio, sonrió con confianza y se plantó frente a la amenazante hermana mayor como si estuviera lista para un desafío.

-No planeo perder. Ya que no tengo tu apoyo, deberé jugar sucio-.

Dijo con una calma exasperante, como si estuviéramos jugando un simple juego de cartas.

A veces olvido que ambas tienen la misma edad. Son tan diferentes en muchos aspectos, pero... estoy presenciando una inesperada similitud entre este par de hermanas mayores.

-Eres muy valiente al irritarme...-.

Una vena se marcó en la frente de Aneko mientras avanzaba lentamente hacia la arrogante retadora.

"Por favor no la mates. Todavía no sé si es la mujer a la que amo".

Pedí en mis pensamientos, guardándolos internamente.

Entonces, de repente, se abalanzó sobre ella con una velocidad que me dejó boquiabierto.

-¡No está permitido hacer eso en mi habitación! ¡Ni siquiera yo he traído a un hombre aquí!-.

Vociferó, desatando el caos en el cuarto.

En medio del desastre, gritos y amenazas, vi mi oportunidad. Aprovechando que las dos estaban demasiado ocupadas tirándose de los cabellos y haciendo ruido, salí de la casa a toda prisa.

Sí, definitivamente no quería estar en el fuego cruzado.

Al pasar por el pasillo, eché un vistazo al reloj cerca de la salida y mis ojos casi se salieron de sus órbitas. Marcaba las 10 de la mañana.

"¡He dormido mucho más de lo que debería!".

Expresé con desesperación en mi subconsciente.

Así que el "primera hora" de mi visita a Sachi se había convertido en "casi medio día". Y ahora tendría que lidiar con el hecho de que llegaría tarde para hablar con Sachi, quien no estará contenta por el retraso. Aunque no es como si estuviera al tanto de que planeaba ir a su casa a tener "Esa conversación".

En fin, no puedo negar que definitivamente este no era mi día.

Mientras caminaba hacia la casa, mi mente giraba a toda velocidad, tratando de encontrar las palabras adecuadas. No quería que sonara a una confesión, ni mucho menos a una respuesta afirmativa a lo que ella había dicho antes. No estaba aquí para eso. Lo que más deseaba era aclarar las cosas sin dar pie a malentendidos, y asegurarme de que ambos estuviéramos en paz, sobretodo darle esa misma paz a ella, decirle que no la abandonaría, que vendría de vez en cuando a visitarla, que no menospreciaba sus emociones, al contrario, las valoraba en demasía.

Luego de un par de minutos, en los que casi pierdo mis sandalias por pisar un charco, llegué a mi destino.

No mentiré, estaba nervioso. Incluso miraba de reojo el punto exacto donde ella, bueno, me besó, rememorándolo y avergonzándome nuevamente. Sí, no será sencillo.

Avancé, pero apenas alcancé a la puerta, me desconcerté al escuchar fuertes golpes provenientes del interior. Mi corazón dio un brinco, y apuré el paso para tocar el timbre.

*Ding-dong*

Los duros golpes secos y retumbantes cesaron, siendo seguidos por pasos que resonaron desde dentro, acercándose a toda velocidad, como si el o la responsable de ellos mostrara ansiedad, desesperación.

Cuando finalmente se abrió la puerta, me encontré con Sachi. Lágrimas silenciosas rodaban por sus mejillas, una tras otra, humedeciendo su enrojecido rostro. Se veía tan frágil, tan rota.

Una punzada intensa me atravesó el pecho.

-¿A-Akiro...?-.

Su voz apenas era un susurro, quebradiza, temblorosa. La misma voz que usó cuando... cuando la lastimé aquella vez. Alguien la había herido de nuevo, y verla así me destrozaba por dentro.

-¡AKIRO!-.

Gritó, y antes de que pudiera decir algo, se lanzó a mis brazos, rodeándome con fuerza y enterrando su rostro en mi pecho. Podía sentir la humedad de sus lágrimas empapando mi camisa, y cada sollozo parecía retumbar en mi pecho.

Sus palabras eran ahogadas por la cercanía de su boca a mi cuerpo. El suyo se sacudía en un escalofrío profundo e incómodo que no la dejaba descansar, que la apenaba y lastimaba.

Tardé un poco en salir del shock, en comprender que la delicada chica en mis brazos era Sachi. Cuando por fin reaccioné, la llamé con desesperación.

-¡¿Q-Qué es lo que pasó, Sachi?!-.

Le cuestioné, inquieto, buscando alguna respuesta que pudiera ayudarme a entender por qué estaba tan angustiada.

La sostuve de los hombros, separándola con rapidez para escucharla, verla fijamente.

-¡C-Cuando mamá y papá se fueron! ¡E-Ella! ¡Akina! ¡M-Me lo quitó! ¡Me quitó al Sr. Aki! ¡No me lo quiere dar! ¡Dice que es suyo!-.

Sollozó, sus palabras brotaban atropelladamente mientras sus hombros temblaban y limpiaba sus lágrimas con las mangas largas de su pijama.

-¿Suyo...?-.

Musité.

Para cualquiera que no la conociera, habría sido fácil pensar que solo estaba llorando por perder un juguete. Pero para Sachi, ese peluche no era cualquier cosa. Era el primer regalo que le di, algo que ella seguramente atesora al ser el chico que le gusta porque representaba que... nosotros.

Que se lo arrebataran así, sin más, le dolía en lo más profundo. Por primera vez desde hace años, la vi comportarse como la chica que realmente era, frágil y herida.

Suspiré, sintiendo mis cejas arrugarse de frustración. Esto era lo que temía que sucediera. No había sido lo suficientemente claro con Akina, y ahora todos estábamos atrapados en esta situación.

Y cometí el error de entregarle un regalo el cual... yo le había prometido a su hermana. Hasta ahora caigo en el error y por culpa de mi ignorancia está llorando.

-Lo recuperaré, ¿sí? Deja que me encargue-.

Le dije con una sonrisa suave, intentando calmarla. Limpie sus lágrimas, acariciando suavemente su mejilla, y la tomé de la mano, envolviéndola para darle calor y que, de ese modo, su corazón pudiese encontrar la calma que tanto anhelaba darle.

Estaba dispuesto a hacer lo necesario para arreglar esto. Verla así, tan vulnerable, me llenaba de enojo, y por un momento, mi propio trauma, el trauma que Akina construyó en mí, dejó de importarme.

La chica a mi lado siempre había actuado como una joven fuerte e independiente, a veces arrogante, pero en su interior seguía siendo eso, una chica, sensible, necesitada de afecto y comprensión que... también llora. Era mi responsabilidad no dejarla caer.

Sosteniéndola firmemente, enseñándole que no la abandonaría, la llevé hacia el interior de la casa.

Mis pasos se volvieron firmes, decididos, y mi corazón latía con fuerza mientras me preparaba para enfrentar lo que venía. Esta vez no habría más evasivas, ni palabras a medias.

"Akina... es momento de que tengamos esa conversación que tanto he evitado...".

Pensé. Era hora de terminar con esto de una vez por todas.

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