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Volumen 2. Capítulo 10. Una princesa vulgar.

Punto de vista de Akina.

-Te preocupas mucho por ese despojo de persona. Seguramente estuvo encerrado en su casa jugando videojuegos como el pobre otaku virgen que es y por eso no te contestaba. Y ahora que se fue a Tokyo quizás alimentó su alma virgen con animes, no por nada es el lugar donde la mayoría de las personas repugnantes como él se reúnen-.

Mi amiga Mukuro dijo aquello cuando le externé mi preocupación respecto a la falta de interacción con Akiro.

Han pasado más de dos semanas, desde la última vez que nos vimos. Aquel día en el que el curso terminó.

Después de que traté de ir a su casa en repetidas ocasiones y él no se hallara, decidí rendirme en buscarlo. Algo en lo profundo de mi ser me decía que habría cierta tensión de ser ese el caso.

Comencé a sospechar de ello cuando llegué tarde el día que Akiro partió de Chiba para ir a Tokyo. La forma en la que Aneko admitió su error en los horarios no me convencía. Todo parecía premeditado. Pero jamás fui buena tratando con ella. A pesar de los años que he compartido al lado de su hermano, nunca pudimos desarrollar un vínculo fuerte como el que tiene con Sachi.

Sin embargo, aún decidiendo mantener mi orgullo y no buscarlo tan desesperadamente... no he dejado de pensar en él.

¿Qué estará haciendo?

¿Por qué nuestra amistad parece tambalear?

¿Por qué todo apunta a que me ignora?

Son muchas interrogantes que abordan mi cabeza y no permiten que disfrute del periodo vacacional previo a la universidad.

Es por eso que Mukuro me invitó, al igual que mis otras dos amigas, a tomar el té y platicar con ellas en el jardín de Makuhari.

Era una tarde/noche tranquila y la gente se acumulaba en este lugar.

Cuando llegamos les comuniqué de principio a fin lo ocurrido.

Desde aquella carta en la que Akiro me citó el último día de clases, su ausencia a la hora acordada y su posterior desaparición que ha perdurado hasta hoy.

-N-No creo. Fui a visitarlo y él no estaba ahí-.

Respondí, temerosa.

Genuinamente traté de encontrarlo. Hubo una ocasión en la que creí verlo. Fue en el centro comercial de la ciudad, a unos cuantos metros delante de mi. Pero cuando la multitud se movió, aquel sujeto que pensé se trataba de él, desapareció tan rápido que lo perdí.

Luego de eso, no hubo nada que se le asemejara a un reencuentro entre nosotros. No contestaba mis mensajes.

Llegó el punto en el que comencé a molestarme por el trato que me daba y decidí hacerle la ley del hielo, cosa a la que recurría solo cuando teníamos un conflicto y me negaba a disculparme así tuviese la culpa.

En el pasado, Akiro se disculparía a los pocos minutos de verme enojada o de aplicarle la ley del hielo. No obstante, ahora no hubo reacción alguna.

Fue entonces que me preocupé y retomé mi búsqueda. Quería una explicación o una respuesta que me satisfaga. Por qué estaba ignorándome.

Pero no daba con él.

Era como si él destino me impidiera reencontrármelo. Como si me negara la oportunidad de preguntarle el por qué de sus acciones.

-Exageras Akina. Le das demasiadas vueltas al asunto-.

Hakari, mi segunda mejor amiga, lucía visiblemente irritada de oírme.

-¡Sí! Además ¿No es esto lo que querías? ¿Cuántas veces nos dijiste que era una carga ser su amiga y que solo lo mantenías a tu lado por lo vivido en el pasado? ¡Esta es la oportunidad perfecta para deslindarte de él!-.

Mio, la tercera que conformaba mi grupo de amigas también interrumpió, citando aquellas palabras que decía recurrentemente a espaldas de Akiro.

Yo... me limité a bajar la cabeza.

Sí, dije aquellas cosas. Sin embargo, era... ¡Era solamente para no ser vista de mala manera por ellas!

Todos en la escuela miraban desde arriba a Akiro. Era como si enfrente de ellos solo percibieran una simple bolsa de basura. Un ser reemplazable o un desecho.

Yo traté arduamente de integrarlo con personas más... normales, para así evitar que los rumores surjan y los insultos continúen dirigiéndose a su persona.

No tuve éxito. Cada intento era inútil. Se aferraba a su personalidad, a su ser.

Era frustrante, pero no quería abandonarlo.

-S-Sé lo que dije... es solo que... se siente extraño...-.

Musité.

Las tres ladearon la cabeza, confundidas.

-Es extraño... ¡Q-Que haya tardado tanto en darse cuenta de lo malo que era en mi vida! ¡Es un alivio por fin separarnos!-.

¿Qué sucede?

¿Por qué digo cosas tan hirientes hacia mi primer amigo en esta nueva provincia?

-¡Exacto!-.

Mukuro confirmó mi decir.

-Solo relájate. Nos tienes a nosotras-.

La sonrisa de Hakari me inspiraba de todo menos amistad y calidez.

-Somos tus verdaderas amigas-.

Mio, directa y fría, respondió.

Las miré directamente y comprendí por qué he dicho cosas que no pienso.

Era una máscara.

Un acto.

Era meramente un señuelo para no captar la atención.

Seguía como un cordero a las masas para evitar ser excluida.

Así fue desde que comencé la secundaria y las nuevas amistades se formaron.

Recibí mucha atención cuando mi cuerpo creció. Me volví más linda y femenina según decían de mí en el instituto.

Esa atención me agradaba y trajo consigo nuevas personas a mi vida.

Poco a poco me alejaba de Akiro. Dejaba de disfrutar las actividades que realizábamos juntos comúnmente con tal de no quedar mal ante mis nuevos amigos.

Abrí los ojos en demasía.

Me acabo de dar cuenta de ello...

-No quedar mal...-.

Susurré.

-¿Perdón?-.

Las tres, como si de un coro se tratara, externarían lo anterior al no escucharme correctamente. Querían que lo repitiera debido a la confusión que les ha de causar un comentario tan al azar a posteriori de mi declaración anterior.

-N-No es nada. Solo pensaba en que sí Akiro no quedara tan mal con nosotras quizás hubiese sido diferente ¿Qué más da?-.

Me excusé, levantando los hombros, retomando esa máscara repleta de arrogancia y desprecio fingido hacia mí amigo de la infancia.

Lo entendía... la razón por la que se alejó de mí. Se hartó de esto.

-Lo dudo. Si una manzana se pudre puede contaminar al resto. No importa cuánto la enmascares, seguirá siendo una manzana podrida que nadie querrá comer ni mucho menos tragar-.

Las palabras de Mio se llenaban de desprecio. Era sin dudas la que más odiaba a Akiro.

Jamás comprendí el por qué y tampoco indagué. La relación entre ambos se asemejaba a la de dos fuerzas contrarias que siempre se repelían. Dos enemigos naturales en guerra.

-S-Supongo que tienes razón-.

Rasqué mi nuca y reí nerviosamente.

Debido a esto, me incliné a un costado, como si de una reacción física común al elevar uno de los brazos se tratase.

Fue en ese instante donde mis ojos captaron a un par de personas.

A varios metros apartados de la mesa que compartía con mis amigas, una pareja nos observaba.

Una bella chica de cabellera rubia y larga de la cual resaltaba una mirada curiosa. Asemejaba la edad de Aneko si no es que unos cuantos años menos y enlazaba su brazo a la de quien parecía ser a toda regla su novio.

"Una extranjera... es realmente hermosa".

Su exterior me impresionó. No es común recibir visitantes de fuera de Japón en Chiba. Lucía como una princesa de cuentos de hadas.

Una piel blanca, al igual que fina, acompañada de ojos verdes y el cabello dorado antes mencionado.

Cuando dejé de estar fascinada por ella, mi mirada se dirigió a su acompañante.

"Pero... ¿Por qué nos ven?".

Me cuestioné mientras indagaba en él.

Era un japonés común. Aunque por alguna razón me resultaba extrañamente familiar.

No era para nada feo. Su rostro era visible.

Sin embargo... ¿A qué se debía esa expresión de terror?

¿Quizás estoy confundida y no nos veía?

O tal vez...

En un breve segundo, la imagen de Akiro pareció sobreponerse a aquel extraño.

-¿Qué miras?-.

Mis amigas voltearon hacia atrás, topándose con la escena.

-Wow... es una chica muy linda...-.

Comentó Hakari, percatándose de la presencia de aquella rubia.

-Aunque su acompañante no luce mal. Pero por alguna razón siento que se parece a...-.

Antes de que Mukuro completara su frase, hablé.

-Akiro...-.

Rápidamente puse las manos en la mesa, levantándome de mi silla y provocan que esta se arrastrara unos centímetros por el empujón, causando un rechinado.

-¿Akiro?-.

Mis amigas lucían extrañadas.

Agudizaron la mirada y abrieron los ojos con sorpresa.

El latir de mi corazón resonaba en mis tímpanos.

Era él. Sin dudas se trataba de Akiro.

Si bien el cambio el cambio de vestimenta a una que iba más acorde a nuestra edad y el corte de cabello que permitía verlo a los ojos pudo despistarme, en primera instancia, sin temor a equivocarme, pude reconocerlo.

Más de dos semanas han pasado desde que lo vi.

Cambió considerablemente en ese tiempo.

No obstante... lo reconocí.

Caminé a su dirección sin que nada se me interpusiese.

Tanto Mukuro como Hakari y Mio fueron detrás de mí.

Por fin nos reencontramos.

A pesar del tiempo que nos alejamos, podremos hablar de nuevo.

Me sentía emocionada.

Instintivamente sonreía.

-¡Akiro!-.

Lo llamé mientras lágrimas de felicidad se desbordaban de mis párpados.

Quería abrazarlo.

Aunque... conforme menor era la distancia que nos alejaba... el dolor en mi pecho aumentaba.

Y una sola duda nacía en mi cabeza.

"¿Por qué está asustado...?".

La expresión que se dibujaba en su rostro cuando nuestras miradas chocaron era clara.

Un terror enorme lo abordaba y se alojaba en lo profundo de su ser.

Esos ojos que me veían repletos de calidez y emoción no emitían dichas emociones ahora.

La velocidad a la que me aproximaba a él se redujo, convirtiéndose en pasos erráticos que poco a poco frenaban mi andar y provocaban que me tambaleara.

-Akiro...-.

Lo volví a nombrar. Su cuerpo se exaltó.

"¿Por qué me ves así...?".

Interrogué mentalmente.

Me dolía mucho.

Soy yo, soy Akina.

Tu amiga de la infancia.

Aquella con la que compartiste tantos momentos a lo largo de más de 10 años.

Así que...

¿Por qué me tienes miedo?

Y... recordé la conclusión a la que llegué segundos antes.

Sin darme cuenta estuve a escasos centímetros de ellos.

Estiré mi temblorosa mano para alcanzar a Akiro, quien continuaba tenso y estático en su posición.

Los labios de aquella rubia se movían mientras lo miraba fijamente, como si tratara de hacerlo entrar en razón. No conseguía oír absolutamente nada de lo que decía.

Solo deseaba volver a tocar a aquel chico que me ayudó desde el primer segundo que nos conocimos.

Sentir su calor.

Pero... cada fibra de mi ser me gritaba que no lo merecía.

La yema de mis dedos se aproximaba a la camisa de Akiro, a punto de entrar en contacto con la tela de la misma. No obstante...

-¡No te acerques!-.

La chica que lo acompañaba se puso en medio, extendiendo los brazos e impidiendo que me acercara a él.

Mi mano se dirigió hacia mi pecho y retrocedí.

Ahora que lo pienso... ¿Quién es ella? ¿Qué es de Akiro? Es la primera vez que me la encuentro y dudo que ambos se conozcan desde hace mucho tiempo así que... ¿Cuál es su relación? ¿Dónde se conocieron? Y... ¿Por qué lo aleja de mi?

-¡No permitiré que te acerques más a él!-.

Gritó vehementemente.

Punto de vista de Akiro.

-¡No permitiré que te acerques más a él!-.

La voz de Yumeko se elevó mientras me protegía.

Mi sorpresa era mayúscula, tanta que pude salir de ese trance en que me encontraba.

Akina se detuvo en seco. Pude notar que el brillo en sus ojos se perdió. Eso... me aterró.

-Yo... no sé quién seas o qué relación tengas con mi príncipe...-.

Por favor no me digas de ese modo en un momento como este.

-¡Y no necesito saberlo! ¡Con solo verlo temeroso y temblorosa me es suficiente para darme cuenta que él no quiere verte!-.

Agregó a su discurso anterior, frunciendo el ceño y encarando a Akina.

De pronto sus amigas, quienes iban detrás suyo, también llegaron.

-¡Akina! ¿Qué demonios te sucede?-.

-Arrancaste a correr de la nada-.

-Casi me caigo por las piedras en el camino tonta-.

Perra 1, 2 y 3 le cuestionaron.

Sin embargo, ella no respondió, continuaba con la mirada fija en mi.

Mi respiración se alteraba.

El estómago se me revolvía.

A pesar de tener a Yumeko en medio de nosotros, no era capaz de sentirme seguro.

-¿Eso es cierto... Akiro...?-.

Akina habló, dirigiendo ese cuestionamiento a mi persona.

Un escalofrío me recorrió desde la espalda hasta la nuca.

-¿Akiro...?-.

El trío de perras se sorprendió al oír mi nombre. Quizás no me reconocieron hasta ahora.

Akina inclinó la cabeza.

-¿Verdad que no es así? Dile que si quieres verme. Somos amigos ¿No es así? Soy tu mejor amiga. Es más ¿Quién es ella? ¿Por qué trata de apartarme de ti?-.

El tono inexpresivo en su voz me aterraba.

No era capaz de formular respuesta alguna.

Tragué saliva porque la boca se me resecó.

Tanto Yumeko, quien me miró de reojo, como Akina y compañía, aguardaban por mi contestación.

Sentía una fuerte presión que me aplastaba y un sofocante nudo en la garganta que me ahogaba conforme forzaba las palabras que se perdían a medio camino.

-¡Es claro que no quiere...!-.

-Estoy hablando con él-.

Yumeko quiso ayudarme, pero Akina la interrumpió, lanzándole una feroz mirada que detuvo la intervención.

Los murmullos de el trío de perras era incesante.

¿De qué hablaban? No lo sé aunque lo suponía.

En el momento de que la sorpresa por el cambio de apariencia se disipara, se le unirían a Akina.

Debía reaccionar ahora, no obstante, no podía.

¿Qué hago...?

En esta ocasión no está Aneko para ayudarme.

¿Qué hago...?

Ahora no seré capaz de huir.

¿Qué hago...?

¿Quė respondo?

¿Por qué sigue teniendo tal efecto en mi?

Tan solo con verla el dolor en mi interior se potencia.

Su voz, sus palabras... regresan a mi.

Me siento mareado.

Quiero huir...

Solo... quiero huir...

Bajé la cabeza.

Comencé a temblar aún más.

-Akiro...-.

Akina volvió a nombrarme y me exalté.

Ella volvió a acercar su mano, cruzando a un lado de Yumeko.

Por favor aléjate...

Por favor no me toques...

No lo hagas...

Tensé cada músculo de mi cuerpo preparándome para ello.

*¡PLAZ!*

Hasta que el sonido de un golpe rompió mi burbuja.

Levanté la cabeza lentamente y abrí los ojos.

La mano de Akina fue empujada al costado.

La de Yumeko yacía cruzada.

La apartó a la fuerza.

Akina lucía anonadada. Sus amigas también.

-¡Dije que no permitiré que te le acerques!-.

Repitió Yumeko.

Mi corazón retomó la calma.

Mis mejillas se ruborizaron.

-¡Él no está solo! ¡Me tiene a mi! ¡No dejaré que lo lastimen!-.

A pesar de que desconocía el contexto de la situación, Yumeko no dudó en ponerse de mi lado.

Rápidamente su cálida mano sujetó la mía y, aprovechándose de la impresión en el cuarteto, me jaló, corriendo lejos de ahí.

Era como esa vez en el centro comercial.

Nuevamente fui rescatado.

Corríamos sin mirar atrás.

Nos alejábamos sin que se nos persiguiese.

A pesar de ello, era perfectamente consciente de que... Akina me miraba.

Corrimos durante varios minutos sin detenernos.

Yumeko no pedía explicación alguna.

No me hacia ninguna pregunta.

Solo... me alejaba de quien, a su acertado criterio, me causaba dolor.

Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas.

Luego de varios minutos por fin nos detuvimos.

Estábamos en un callejón sin nadie más que nosotros.

Ambos jadeábamos por el cansancio.

Mis nervios por fin se relajaron.

Pero ahora... no era capaz de quitarle la mirada a Yumeko.

-Esto estuvo cerca...-.

Comentó.

-¿Sabes? Jamás le he levantado la mano a alguien. Es la primera vez que sucede. ¡Fue emocionante! Aunque claro, no lo repetiría. Por un momento creí que me lo devolverían ¡Ahhh! ¡Qué bueno que permanecieron pasmadas!-.

Declaraba, riendo de forma nerviosa y limpiándose el sudor de la frente.

Yo permanecía en silencio.

-Estoy segura de que las perdimos. Aquí no podrán molestarnos-.

Dijo, guiñándome el ojo y levantando el pulgar.

Una lámpara sobre de ella la iluminaba.

Su figura resaltaba a escasos metros de mi.

-¿Por qué...?-.

Murmuré.

-¿Por qué te protegí?-.

Ella completó mi duda.

Yo solo asentí.

-Porque no deseo ser una princesa a la que siempre rescaten. También quiero salvar a mi príncipe cuando esté en aprietos-.

Respondió, posando sus brazos hacia atrás mientras me sonreía cálidamente.

-Tal y como hiciste en el acuario-.

Agregó.

Sí... yo la protegí de una situación similar...

-No necesito una explicación para actuar a favor de ti, Akiro. Solo basta con saber que estás en problemas-.

Adicionó a su respuesta.

-Y es porque... te amo, mi príncipe-.

Concluyó.

Mi corazón nuevamente latió frenéticamente.

Sentía la cara completamente caliente.

Instintivamente sonreí.

¿Qué tiene esta chica que se adentra a pasos agigantados a mi corazón?

-Yumeko... no esperaba que fueses una princesa tan vulgar...-.

Respondí.

-¡¿FUEEEEEH?!-

La reacción de confusión le sucedió.

-¡Mooouuu! ¡No soy vulgar!-.

Infló sus mejillas ante mi comentario.

Solo pude soltar una pequeña risa.

Caminé hacia ella mientras me repetía lo anterior y...

-¿Akiro...?-.

Sorprendida, me nombró.

-Gracias... gracias por haber llegado a mi vida...-.

Le dije, rodeándola con mis brazos y acercándola hacia mí.

La estaba abrazando.

Yumeko permaneció en silencio un par de segundos.

-No... tú llegaste a la mía, Akiro...-.

Fue su respuesta, rodeándome con sus brazos y correspondiendo al abrazo.

Nuestros pechos estaban tan cerca que los latidos se sincronizaban.

Yumeko Watanabe... ¿Qué clase de ángel eres?

Los minutos transcurrían mientras continuábamos en esa posición.

No deseaba alejarme y ella tampoco.

Mi espalda era frotada delicadamente por su mano. Todavía sufría por las secuelas de ese inesperado reencuentro.

Pero Yumeko aliviaba ese sentir.

"Gracias...".

Le agradecí mentalmente.

Cuando por fin estuve en condiciones, nos separamos.

-No creo que sea idóneo continuar esta cita... pero prometo que te lo compensaré. Perdón...-.

Expresé.

Dado a ese inesperado desliz, la cita que planeábamos fue arruinada.

Ella negó con la cabeza.

-No hay nada que perdonar. Pude conocer otro lado del hombre que amo. Habrá tiempo después para otras citas-.

Posó su palma en mi mejilla y la acarició.

Solo sonreí.

-Vamos. Es hora de regresar a tu casa. Tus padres deben estar preocupados-.

Comentó, volviendo a enlazar su brazo al mío.

Pero, por alguna razón, contrario a las veces anteriores, ya no sentía pena.

Quizás... me estaba acostumbrando a esto

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