Volumen 1. SS. ¿Dónde surgió ese raro sentimiento llamado amor? Parte 2.
Tal vez muchos piensen que, según lo que he contado antes, me enamoré perdidamente de Akiro en ese momento. Pero la respuesta es un rotundo no.
Desde mi perspectiva, el amor no funciona así. Enamorarse a primera vista no sería posible para alguien como yo. Ese extraño sentimiento llamado amor nace desde lo más profundo de nuestro ser después de días y días en los que la otra persona comienza a arraigarse en el corazón del otro. Y eso es exactamente lo que me sucedió.
Ese día en el parque simplemente me di cuenta de que Akiro no era mi hermano. Finalmente lo veía como debía ser... como un hombre.
Pero... las semanas, meses y años posteriores confirmaron lo que sospechaba y temía.
A medida que crecí, supe que él se enamoró de Akina. Yo estaba bien con eso. Seguiríamos siendo los mejores amigos y no lo perdería. Incluso sería mi "hermano" en términos de familia política. Sin embargo... "eso" sucedió, causando estragos en mi mente y corazón.
Fue dos años después de lo de las barras de monos. Yo cumplía doce años y ellos quince. Yo comenzaba la secundaria y Akina y Akiro ingresaban a la preparatoria.
Esa diferencia de edad permanecería para siempre. Nunca coincidimos en la misma escuela debido a eso. La primaria no cuenta, ya que en ese entonces apenas si me comunicaba con Akiro.
En fin, dado que una nueva etapa de mi vida comenzaría, quise hacer un cambio radical en mi apariencia. ¡La infantil Sachi se convirtió oficialmente en una adolescente y debía aparentarlo!
¿Y qué define el cambio en las mujeres? ¡Sí! ¡Exacto! ¡Un corte de cabello!
Mi cabello había crecido y crecido desde que tengo memoria. Nunca lo había cortado más que las puntas dañadas. Según mamá, ese estilo resaltaba mi belleza y me veía linda. Yo no quería eso. Quería que me vieran como una persona madura.
¡Era hora de romper el molde!
Sin embargo... no salió como esperaba...
-Lo odio... realmente lo odio...- susurré.
Me encontraba escondida debajo de una enorme estructura en forma de domo en el parque al que solía ir. Mis lágrimas caían desde mis pómulos hasta mis mejillas, cayendo al suelo cuando llegaban a mi mandíbula mientras tiraba de los mechones de pelo negro que se desprendían de mi cabeza por la fuerza que ejercía.
La lluvia caía. No con la suficiente intensidad como para ser considerada un diluvio, pero lo suficiente como para obligar a todos a refugiarse en casa.
Se preguntarán por qué no estaba en casa y por qué lloraba de frustración.
La respuesta es sencilla... en mi primer día de clases fui molestada por mis compañeros de clase.
Todo por la mala decisión de cortarme el cabello. Los jóvenes pueden ser muy crueles a esa edad, especialmente cuando la mayoría de nuestras inseguridades se presentan.
Así que sí. Cuando decía que lo odiaba, me refería al corte de cabello.
Al creerme una adulta, le pedí a mamá que no me acompañara a la peluquería. Le dije que, siendo la señorita que era, podría manejarlo y mucho más. Ella estaba orgullosa, mencionando que ella también pasó por esa fase, por lo que tenía su apoyo. Tal vez fue porque normalmente me comporto de manera tímida en situaciones en las que tengo que interactuar con extraños, y al tomar la iniciativa, demostré verdaderas intenciones de dar un paso adelante.
Y esa misma confianza destruyó mi sueño de causar una buena primera impresión en la escuela.
Cuando llegué a la peluquería, todos mis ánimos se desvanecieron y me di cuenta de que pedir un simple corte de cabello era más difícil de lo que pensaba.
Sentada en la silla, con la tela cubriéndome el cuerpo para que el cabello cortado no se acumulara en mi ropa y la peluquera detrás de mí, entré en pánico.
¿Qué debía decirle? ¿Cuáles eran las instrucciones? Ella solo se quedaba de pie, esperando a que le explicara qué tipo de corte quería.
Solo pude articular una palabra que me vino a la mente.
-C-Corto...- fue lo que salió de mi boca con esfuerzo.
Akina y yo últimamente hemos sido confundidas por nuestros padres porque ella se lo dejó largo. Copiar su estilo de años anteriores ayudaría a diferenciarnos. Después de todo, éramos hermanas idénticas y compartir rasgos dificultaba reconocernos la una a la otra.
No sé qué entendió la estilista con la palabra "corto", pero ¡VI LOS LARGOS MECHONES CAER AL SUELO UNO POR UNO!
Entré en pánico, pero la timidez me impidió reclamarle, así que cerré los ojos, enfrentando mi destino y rogando a los dioses que esto no fuera el preludio de un mal corte y un mal comienzo de año escolar.
Cuán equivocada estaba.
Cuando los abrí nuevamente, presencié el horror...
"¡MUY CORTO!".
Grité internamente, perdiendo el color en mi rostro y parpadeando múltiples veces. Quería asegurarme de que no estaba soñando.
Las puntas de mi cabello apenas rozaban mis hombros, cuando antes llegaban hasta mi cintura.
Mi alma se escapaba de mi cuerpo.
-¿Qué te parece? ¡Radiante! ¡Tus mejillas resaltan tanto que dan ganas de pellizcarlas!- dijo la peluquera.
La señora no ayudaba en absoluto. Y tenía razón, este estilo resaltaba mis cachetes... ¡LO ODIABA!
Cabizbaja y decepcionada con el resultado, le entregué dos billetes de mil yenes y salí de allí.
Corrí a casa y subí a mi habitación. No permitiría que nadie me viera así, no cuando yo misma lo detesto.
Akina y Akiro regresaron de una reunión y preguntaron por mí. Les dije que estaba cansada, así que no insistieron y evité que Akiro viera esta horrible versión de mí misma. Por alguna razón, él era el que menos quería verme.
A la mañana siguiente, mamá me despertó y, inevitablemente, fui al primer día de la secundaria.
Quise convencerla de que estaba enferma, pero ella no era crédula. Así que fui honesta y le expliqué la posibilidad de faltar a clases hasta que mi cabello creciera... ¿hasta dónde? No lo sé... ¿hasta mi espalda?
Por razones obvias, rechazó mi argumento bien estructurado.
Me llevaron a la ceremonia de apertura y las miradas se posaron en mí. Escuché susurros y voces preguntándose si realmente era estudiante de esa escuela o si me había colado desde la primaria. Esto me enfureció, pero poco pude replicar debido a mi maldita timidez.
Nadie se acercó a hablarme. Tampoco notaron lo hirientes que eran sus palabras.
Cambiar mi apariencia fue mi intento de aparentar la edad que cumplí hace meses.
Y al final, esto es lo que obtuve... ser considerada una niña.
No era justo...
Las lágrimas brotaban sin cesar, sin dar señales de detenerse pronto.
Me las arreglé para asegurarme de que nadie notara que estaba llorando hasta que sonó la campana de salida y salimos del aula.
Los susurros y comentarios continuaron. Simplemente bajé la cabeza y caminé rápidamente.
Iba hacia el lugar donde me sentía segura. El refugio seguro de Sachi Takahashi.
El parque.
A esta hora, a pesar de que la mayoría de los estudiantes ya se habían ido a casa, estaba vacío.
Me refugié bajo el domo mencionado anteriormente y, abrazándome las piernas, apoyé mi rostro en mis muslos y lloré.
Si regresaba a casa, Akiro y Akina estarían allí.
Esperaría aquí hasta que fuera seguro volver. No quería que él presenciara este lado tan lamentable de mí.
De repente, pequeñas gotas comenzaron a caer, golpeando el plástico del juego.
Y luego otra.
Y otra.
Una más...
Hasta que múltiples gotas azotaron simultáneamente.
La lluvia llegó.
Ese día olvidé revisar las noticias para obtener información sobre el clima porque, bueno, estaba frustrada.
Ahora sí, no había forma de salir. La única opción era que la lluvia se detuviera.
Aunque, siendo sinceros, rogaba que no fuera pronto.
Sumida en el autodesprecio y la tristeza, el ruido exterior ocultaba mi llanto.
Nada de lo que había planeado resultó como esperaba.
¿Así es la vida de los adolescentes? ¿Y si a partir de ahora me conocieran como la "Chica Ardilla" y me obligaran a cargar con ese peso?
Preguntas de ese tipo rondaban en mi joven mente.
Los minutos pasaron y se convirtieron en horas.
La lluvia no cesaba, al igual que mi llanto.
Poco a poco, perdía la esperanza.
O eso pensaba hasta que alguien entró en este refugio, sosteniendo un paraguas, el cual cerró al encontrarse cerca de los agujeros del juego.
Se agachó, tratando de caber en esos huecos. Yo, claramente asustada, agarré mi mochila, preparada para atacar si era necesario. Nunca se sabe cuándo los pervertidos atacarán.
Cuando asomó la cara... ¡ATAQUÉ!
*¡PAM!*
-¡MUERE! ¡SECUESTRADOR! ¡NO ME ROBARÁS SIN LUCHAR!-
Le golpeé con la mochila en repetidas ocasiones después de gritar eso.
*¡PAM!*
*¡PAM!*
*¡PAM!*
-¡Espera! ¡Espera! ¡No soy ningún secuestrador!-.
-¡Eso es lo que diría un secuestrador!-.
-¡¿ENTONCES QUÉ DIRÍA ALGUIEN QUE NO LO ES?!-.
El breve intercambio me hizo darme cuenta de quién era la persona a la que estaba golpeando.
-¡Esa voz... ¿Akiro-Nii?!
Fue entonces cuando lo vi directamente.
Efectivamente, era él. A pesar de que se tapaba la nariz con el antebrazo, lo reconocí.
-¡Creo que la rompiste...! -declaró, sobándose en el sitio antes mencionado y soltando pequeñas lágrimas de dolor.
-¿Q-Qué haces aquí...? ¿C-Cómo supiste que...?
Dejando de lado el susto anterior, surgieron las incógnitas.
-¿Cómo supe que estabas aquí? Creo que subestimas lo mucho que te conozco. Siempre te encontraré, no importa lo bien que te escondas o que no desees que den con tu paradero.
Entró a donde yacía sentada.
-Y, respondiendo a qué hago aquí, pues... vine a buscarte. No regresaste a casa después de clase y nos preocupamos. Akina y yo tuvimos que correr bajo la lluvia hacia el instituto buscando información sobre ti al darnos cuenta de que no estabas ahí. Hasta que una niña de coletas nos dijo que saliste de la escuela corriendo y llorando. El resto fue mera suposición y aquí estamos.
Él explicó cómo dio conmigo mientras se acercaba a mí y me extendía la mano.
-¿Por qué viniste...? -le cuestioné, deprimida.
-Porque somos amigos de la infancia. No te abandonaría -contestó, sonriendo a duras penas. Todavía le cuesta.
-Vamos. Tus padres y tu hermana se preocupan por ti. Puedes usar el paraguas -adicionó. Yo dudé en tomarlo.
-No quiero ir a casa... -respondí y, contrario a lo que preveía, él no insistió.
-De acuerdo. Respetaré tu decisión.
Akiro se limitó a sentarse a mi lado.
-¿Q-Qué...? -no mentiré, me sorprendió.
-Dije que respetaré tu decisión. Pero no que te abandonaré.
El corazón me latía fuertemente.
Y las mejillas se me sonrojaban.
Cuando caí en cuenta de ello, la palabra "mejillas" resonó en mi mente y el ánimo que se levantó por Akiro decayó.
-Ujum -él aclaró la garganta, percibiendo que algo andaba mal.
-Y bueno, ¿contarás por qué no quieres volver? -preguntó, desviando la mirada, ruborizado. No entendía por qué.
Sería fácil mentirle. No obstante, si en alguien confío, es en él.
No criticaría.
No minimizaría los problemas que azotan al prójimo.
Es la persona más comprensiva y empática del mundo.
Fue ahí cuando le relaté todo lo sucedido desde el día de ayer.
El mal corte y los malos comentarios sobre mi apariencia.
Él escuchaba en silencio, sin interrumpirme.
Akiro tiende a ser de pocas palabras, pero este silencio era aterrador.
-No quiero ir a la escuela... se burlarán de nuevo... supongo que pretender algo que no soy tuvo sus consecuencias... -sumergida en tristeza, externé mi sentir.
Al finalizar, sostuvo su barbilla y analizó la situación.
Tragó saliva y suspiró. Parecía que no hallaba el modo de expresarme lo que pensaba. Orejas y cachetes se le sonrojaron fuertemente. Era idéntico al color de los tomates frescos.
-Ok... -susurró, dándose ánimos.
Yo permanecí expectante ante su opinión.
-T-Tal vez sea pésimo al hablar y no transmita lo que realmente quiero. También está la cuestión de que no puedo hablar por los demás, p-pero... si me permites decirte algo... -respiraba mientras se tapaba la cara con la mano.
Yo asentí, dándole permiso. Después de esa introducción, no podía quedarme sin la respuesta.
-A lo mejor a ellos no les agrado... no obstante... yo opino que... luces m-muy hermosa... -confesó, como si se quitara un peso grande de encima.
A lo largo de la oración, se le dificultaba continuar, provocando que sonara entrecortada y llena de baches.
Sin embargo... el mensaje fue recibido.
Ahora era yo quien se ruborizó hasta las orejas.
Los ojos se me convirtieron en remolinos y vapor se desprendía desde mi cabeza.
-¿Q-Qué estás diciendo...? -le recriminé, cubriéndome el rostro con ambas manos y evitando el contacto visual.
"¿Qué es esto? ¿Por qué otra vez late así de fuerte mi corazón, presionándome el pecho? Es idéntico a la vez en que fui salvada".
Esas interrogantes que no salieron de mi subconsciente se repetían mentalmente.
Era vergonzoso. Extremadamente vergonzoso. No obstante... tuvo un gran impacto en mi estado de ánimo.
Los lamentos y la depresión fueron reemplazados por la alegría y la pena.
Sonreí involuntariamente.
-La cara triste no va contigo. Usa esa linda sonrisa. Es tu mejor arma.
¡Otro halago! ¡En menos de un minuto me atacó con dos halagos!
No sería capaz de soportar otro ataque así. Así que tuve que levantarme rápidamente.
Él se sorprendió por lo repentino de este acto.
-¡R-Regresemos a casa! ¡Vámonos! -le grité. Se me dificultaba mirarlo fijamente.
Se puso de pie y salimos.
Abrió el paraguas y lo compartimos.
Cada segundo a su lado aumentaba mi nerviosismo.
A una edad donde las inseguridades de las chicas salen a flote, esas palabras y alabanzas a mi imagen fueron suficientes para eliminarlas por completo.
Caminamos varios minutos hasta que por fin alcanzamos nuestro destino.
Antes de siquiera tocar la puerta y agradecerle a Akiro, esta fue abierta.
-¡Sachi! -Akina saltó sobre mí, abrazándome.
-¡Mamá me contó lo que sucedió! ¡No te avergüences! ¡Eres hermosa! -exclamó.
-¡N-Nee-Chan! ¡Me estás asfixiando! -repliqué, intentando recuperar el aire tras ser apretada como una almohada.
-¡Oh! ¡Casi lo olvido! -Akina sacó un artefacto metálico de su bolsillo y me lo mostró.
-¡Toma! ¡Es para ti! ¡Si te lo pones, lucirás radiante! ¡Todos caerán a tus pies! -era una horquilla.
Yo puse cara de póker.
No entendía cómo este artefacto arreglaría el desastre de corte que tenía.
Aunque... no perdía nada intentándolo.
Además, los ojos brillantes y emocionados de mi hermana no ayudaban a negarme.
La tomé y la puse a un costado de mi cabello, cerca del flequillo.
-¿C-Cómo me veo? -pregunté, titubeante.
*¡Puff!*
Akiro sacó vapor de la cabeza, al igual que yo minutos atrás.
Evitó observarme fijamente.
-¡Preciosa! ¿Verdad, Akiro? Yo usé varias horquillas en secundaria. Una diferente cada día. ¡Eras igualita a mí a tu edad! -Akina no dudó en dar su opinión, guiñándome el ojo.
No obstante, el punto de vista que me interesaba era el de Akiro.
Él seguía avergonzado, sin habla.
-S-Sí... tu hermana tiene razón. T-Te queda... increíble... -el halago dio directamente en mi corazón, flechándolo.
No percibía mentira. Solo sinceridad pura.
El mundo se detuvo en ese instante. Mi mundo, al menos.
A pesar de que Akina y Akiro se gustaban mutuamente, siendo incorrecto entrometerse, me enamoré de él.
Sin pensar en que tarde o temprano ellos serían pareja si la tendencia en ellos continuaba... me enamoré.
Podrá parecer ridículo que una chica sin experiencia en el amor lo admita. Pero... estaba segura.
Ese día supe que había encontrado a mi primer gran amor...
Y... no había ni una pizca de arrepentimiento. Lo gritaría a los cuatro vientos.
¡Yo, Sachi Takahashi, estoy enamorada de Akiro Itö!
Minutos después...
-Por cierto, si lo que te preocupa es que tus compañeros te molesten, digamos que tengo a la persona indicada -declaró Akiro, sacando su celular.
-¿La persona indicada? -ladeé la cabeza, confundida.
Habló por teléfono durante menos de un minuto, discutiendo con una chica de voz femenina. Por alguna razón, sentí celos.
-Esperemos adentro -comentó. Los tres entramos a la casa y nos sentamos en los sillones de la sala.
Al poco tiempo, el timbre sonó y él se levantó para atender.
La puerta se abrió y, parada enfrente, había una hermosa chica de cabellera negra y suéter.
Ella cruzó el marco de la puerta y se posicionó al lado de Akiro.
-De acuerdo. Ella es Aneko Itō. Te ayudará a deshacerte de los niños que se burlen de ti -vociferó.
-¡Hola! -saludó la chica, animada.
-Esperen... ¿Itō? Eso significa que... -intenté decir, pero fui interrumpida.
-Sí... -confirmó él.
-Somos hermanos -declararon al unísono.
Ese día, sin saberlo, nació una gran amistad y se forjó el vínculo de maestra-alumna más fuerte en la historia del anime.
Ese día fue el mejor de mi vida.
Comprendí mis sentimientos y... ¡CONOCÍ A ANEKO-SENSEI!
*¡LAS IMÁGENES EN LOS CAPÍTULOS SON EDITS, CORTESÍA DE AlphonseMondragon. !*.
*¡CRÉDITOS A SUS RESPECTIVOS AUTORES!*.
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