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Una verdad más

Ha pasado poco más de un mes, lo sé. A mí también me pareció más, pero bueno... la vida pasa y no siempre deja lugar para el pasatiempo de uno. Sin más largas, espero que todavía quede gente con ganas de leer la historia. Este cap es medio de transición por lo que no es muy largo, voy a ver si para el miércoles les dejo el siguiente con el cual ya nos faltaría nada para el final. 

Saludos y perdón por la espera. 

Capítulo XXIX: Una verdad más

Owen se sintió como un estúpido en el instante mismo en que ella hubo cerrado la puerta tras de sí; una parte de él quiso seguirla para disculparse por sus modos tan poco caballerosos, pero decidió que ambos necesitaban un momento para enfriar sus emociones. O mejor dicho, él necesitaba de ese momento. Había estado irritado por días y aunque era consciente de la causa, se rehusaba a discutir el tema como tanto lo deseaban Bastian y Aime. Owen lidiaba con sus problemas de forma privada, se molestaba y refunfuñaba en la intimidad de su mente, y ellos simplemente no entendían que ese era su proceso.

Estaba furioso con Valen, con su padre y con el hecho de que se sentía en deuda con alguien que probablemente nunca conocería. ¿Y si ese alguien era en realidad Valen? Pues doblemente peor, porque quería matarlo y al mismo tiempo responsabilizarse de él del modo en que el marqués tendría que haberlo hecho. Como el único hijo legítimo del marqués de Granby, Owen siempre había cargado con el deber de cuidar de su familia e intentar enmendar todos los errores de su padre. No sabía por qué, ni sabía cuándo había nacido en él esa necesidad pero sentía que era su obligación y a lo largo de su vida, no había conseguido mejorar las cosas para nadie. Lo único que había logrado fue crearse más obstáculos; la aceptación de su familia en la sociedad era casi inexistente, acercarse a Bastian públicamente había hecho que todos los viejos rumores despertaran y el solo haber considerado la posibilidad de reconocer a Valen había terminado con su madre enfadada, amenazando con llevarse a Leinie lo más lejos posible de él.

Arrugó su tercer intento de carta en un bollo y lo lanzó al interior de la chimenea con un bufido. Su hermana le había escrito rogándole que no le permitiera a su madre llevarla de regreso a Escocia, pero Owen tenía las manos atadas y realmente no quería comenzar otra rencilla con su progenitora. Aunque sabía que a la postre, su carta iba a ocasionar una reacción poco amable sin importar cuánto quisiera aligerar sus palabras.

Suspiró, yendo a por su cuarto intento cuando un golpe en la puerta le proporcionó la excusa perfecta para retrasar la engorrosa tarea. Elevó la mirada al mismo segundo en que Bastian cruzaba el umbral y se acercaba a su escritorio con paso apresurado, Owen solo tuvo un segundo para sorprenderse por su presencia en la casa cuando éste fue sucedido por su cochero y el tímido lacayo que seguía a Aime como un cachorro enamorado.

—Algo ocurrió, Owen. —Él se incorporó de forma abrupta ante esas palabras, deslizando su mirada por el rostro de los tres hombres detenidamente. Y aún sin escuchar el resto de la explicación, supo sin lugar a dudas que se trataba de su esposa.

—Habla —indicó con voz grave.

—Mientras esperábamos a la señora fuera de la casa de los Nolan, unos hombres nos abordaron a punta de pistola y nos obligaron a darles el carruaje... —Parpadeó, sintiendo como un frío comenzaba a subir por su pecho y entumecía sus sentidos—. Ellos nos amarraron en los establos...yo... lo siento mucho, milord.

—¿Qué significa eso...? —inquirió, desconcertado, posando sus ojos en Bastian.

Su hermano avanzó hasta colocarse frente a su escritorio, escrutándolo con seriedad.

—Aime se subió al carruaje, Owen... —hizo una pausa, presionando la mandíbula con fuerza—. No sabemos en dónde está.

Volvió a parpadear, apenas siendo consciente del modo en que el cochero y el lacayo se atropellaban con sus palabras tratando de explicarse y disculparse al mismo tiempo. La mente de Owen estaba más allá de todo lo que pudieran decirle, sumida en la ira y la preocupación a partes iguales. Supo que se estaba moviendo solo cuando al alcanzar la puerta principal casi arrolla a su abogado, el cual no necesitó de explicaciones para entender la gravedad de la situación y solícito, puso su carruaje —del cual acababa de bajarse— a disposición de Su Gracia y el conde.

Al principio nadie sabía con exactitud a dónde iban, pero Owen consideraría más tarde que la providencia había puesto a Greysson en su puerta justo en ese momento.

***

Tarek Greysson siempre había sido un hombre de pocas palabras, práctico y sobre todo cuidadoso a la hora de tratar con la aristocracia; llevaba los suficientes años trabajando para los hombres más distinguidos de Inglaterra, como para saber reconocer cuál era su lugar y lo que se esperaba de él en cada circunstancia. Sin embargo, luego de escuchar la escueta explicación que le ofreció el conde no supo exactamente cómo mantener su posición como el simple abogado de la familia. Llevaba conociendo a lord Bastian desde que eran pequeños y si bien con lord Granby nunca habían tenido ese mismo grado de cercanía, sabía que el hombre le tenía absoluta confianza. Y eso era suficiente como para querer prestarle toda su ayuda, a él y a su esposa.

—Tiene que ser Valente —masculló el marqués con tono grave, dando un elocuente golpe al techo del carruaje para instar al cochero a ponerse en marcha. Habían ido a la posada con la esperanza de encontrar alguna pista que los guiara hacia la marquesa y a los hombres que se la habían llevado, pero nadie había sabido decirles nada concreto.

Valente había abandonado la posada hacía varios días y la esposa del posadero estaba segura que lo había visto montado en una diligencia con destino a Londres.

—No creo que él quisiera lastimar a Aime, Owen —susurró lord Bastian, observando la negrura de la noche a través de la pequeña ventana.

Su hermano bufó, incrédulo.

—Pues si no fue él, fueron sus cómplices que al fin y al cabo fueron atraídos a nosotros por su causa.

Grey notó que a lord Bastian aquella afirmación no le había parecido acertada, pero tampoco encontró una forma de rebatir la lógica del marqués.

—¿A dónde se supone que estamos yendo? —inquirió el conde pasado un largo minuto de tenso silencio.

—Al mismo infierno si es necesario, Bastian. No importunes —gruñó el marqués, empujando la cortinilla de su propia ventana para clavar la mirada en el exterior.

—Solo digo que...

—¡Te he dicho que no importunes...!

—¡Señores! —los acalló él, sabiendo que si no ponía un alto aquella absurda conversación los hermanos terminarían por saltarse al cuello mutuamente—. Entiendo que estén ofuscados y preocupados por la seguridad de la dama, pero pelear entre ustedes no solucionará nada.

Lord Bastian fue el primero en capitular al escucharlo, echando su cuerpo hacia atrás en un simbólico gesto de retirada. El marqués por su parte, solo cuadró los hombros y continuó mirando hacia la ventana cada vez más ensimismado y taciturno.

—Ella puede estar en cualquier parte —dijo el hombre luego de un instante, absorto en sus cavilaciones—. Podría estar herida o peor...

—Owen —intentó callarlo su hermano, pero el otro no pareció oírlo.

—No tendría que haberla dejado salir de la casa, tendría que haberla retenido...

—Owen no habría habido forma de que lo supieras.

El marqués volvió el rostro para observar a su hermano con desazón. Grey no tenía que conocer demasiado a Granby para saber que era el tipo de hombre que se tomaba muy en serio sus responsabilidades, y el hecho de haberle fallado a la marquesa debía estar carcomiendo su alma.

—Le dije tantas estupideces, Bastian, estaba enfadado y me desquité con ella.

—Eres su esposo —musitó el conde, dándole una fraternal palmada en el hombro—. Estás obligado a decir estupideces, pero ella te perdonará.

—Si la encuentro —replicó el marqués, parco.

—Vamos a encontrarla —se escuchó decir él, ganándose automáticamente la atención de los dos caballeros. Grey se aclaró la garganta—. He estado pensando tras oír todo lo que dijeron.

—¿Tienes alguna idea?

—Bueno, al igual que lord Hastings no pienso que Valente esté implicado...

—Eso nos deja en el mismo lugar, ¿no crees?

—Pero si sus cómplices están involucrados, tal vez él podría apuntarnos hacia dónde ir.

Granby negó, escéptico.

—No es como si nos hubiera dejado su tarjeta de presentación, Greysson.

Él no pudo evitar curvar sus labios en una breve sonrisa.

—Quizás eso no nos haga falta.

—Dudo que quiera ayudarnos.

—El hecho de que les haya enviado una nota para negar el posible parentesco dice mucho de él, milord. —Granby respondió frunciendo el ceño, pensativo—. Sobre todo porque no es cierto.

Grey hizo una pausa dejando que sus palabras calaran en la mente de sus interlocutores, los cuales lo observaron con distintos grados de desconcierto.

—Explicaste —pidió el conde al instante.

—La primera vez que busqué a Valente no pude encontrar nada sobre su procedencia, era como si nunca hubiese existido. —Soltó un pequeño suspiro, pensando la mejor forma de informarles lo que había descubierto en los últimos días—. Pero todo cambió cuando él les confió su nombre...

—¿A qué te refieres? —lo interrumpió lord Bastian.

Grey medio sonrió ante su impaciencia.

—Busqué a Rhys Valente, pero nunca tuve ninguna coincidencia con ese nombre. —Deslizó sus ojos hacia el marqués—. Entonces pensé que quizá estaba buscando el nombre equivocado, una vez que encontré a Pearl Valente todo tuvo más sentido.

—¿Encontraste a su madre? —Grey asintió hacia el marqués—. ¿Sigue viva?

—Lo está, sí. Y cuando le pregunté por Valente, dijo que no conocía a nadie llamado así. —Sacudió la cabeza, tratando de olvidar ciertas partes de la conversación que había mantenido con esa desagradable señora. El simple hecho de pensar que alguien como ella había cuidado de cualquier criatura, lo hacía estremecer—. Finalmente le mencioné a Rhys, le pregunté si había dado a luz a un niño de nombre Rhys. Y ella me respondió que sí, que recordaba que él lo había llamado así... pero que no tenía idea de dónde podría estar el chico ahora.

—¿Él?

Grey volvió a asentir con seriedad.

—La mujer no me dio mayores detalles, pero cuando dijo aquello simplemente pensé que se debía de estar refiriendo al padre de Valente. Así que volví a los registros y busqué entre los niños que habían nacido en ese año. Al principio no hallé nada, pero era porque esperaba ver el sello de la familia Granby. Y entonces recordé que en esos años lord Darien todavía no había recibido el título de marqués, por lo que...

—Utilizó su nombre —dedujo correctamente el marqués con la voz en un susurro.

—Así es... —Metió la mano dentro de su chaleco, sacando un amarillento papel plegado y se lo tendió a lord Granby—. No podía encontrar a ningún Valente, porque ese no es su apellido...

Al tiempo que decía aquello, notó como el marqués abría la hoja de papel y la estudiaba bajo la precaria luz de la lámpara de gas. Una sonrisa burlona curvó los labios del caballero, antes de que alzara la vista hacia él con cierto aire resignado.

—Maldito viejo cínico —susurró entonces, lanzándole una mirada de soslayo a su hermano el cual frunció el ceño con confusión—. Le ha puesto Hodges.

—¿Estás de broma?

Owen negó, pasándole el papel con gesto frío.

—Se llama Rhys Alexi Hodges. —Lord Bastian elevó la mirada anonadado, a lo cual su hermano sonrió con sorna—. El muy desgraciado le puso Alex.

***

Owen sabía que en algún momento de su vida se reiría de la irónica forma en que su padre había demostrado su desprecio por él, pero no sería esa noche. Después de descubrir que había usado el legado de su familia, de generaciones de Hodges, para continuar la tradición con sus dos hijos bastardos se sentía herido. Era un nombre sin más, un simple nombre que no sumaba ni restaba valor a su persona, y sin embargo Darien había decidido que él no lo valía.

—Estamos aquí... —La voz de Grey lo arrastró fuera de sus pensamientos, obligándolo a reparar en el lugar en que estaban por primera vez. Llevaban toda la noche viajando, con la esperanza de llegar a Londres antes de que despuntara el alba y apenas lo habían conseguido.

Los primeros rayos de sol se colaban por entre los raquíticos edificios sin tener la intensidad suficiente como para iluminar el camino laberintico frente a ellos, pero a él aquello poco le importaba. Estaban allí con una apuesta ciega, porque realmente había pocas posibilidades de que hallaran a Valen escondido en alguna de las cientos de habitaciones que conformaban el complejo de casas hacinadas del bajo Londres. Pero aquella era la única opción que tenían para intentar llegar a Aime, simplemente no podían perder más tiempo en pensar hacia dónde ir. Con cada segundo que transcurría, el corazón de Owen se comprimía de impaciencia e incertidumbre pensando en lo que podría estar pasándole a ella.

—¿Estás seguro? —Oyó que inquiría Bastian con cierto halo de desconfianza en su timbre.

—Es la única residencia que pude confirmar —musitó su abogado, ahogando un bostezo—. Valente no es alguien que permanezca en un lugar por mucho tiempo.

—Tampoco me quedaría mucho tiempo en este basurero —susurró su hermano, echando una mirada inquieta en rededor.

Owen suspiró, impaciente.

—Simplemente vayamos —masculló, haciéndole un gesto a Grey para que indicara el camino.

Hileras de viejos y sucios edificios se levaban tanto a diestra como siniestra, armando intricados pasillos oscuros con endebles escaleras que guiaban a las distintas habitaciones del complejo. Owen nunca había estado en un sitio como ese antes y la simple idea de que Aime pudiera estar en alguna de esas viviendas le helaba la sangre. Pero al menos eso lo impulsaba a seguir andando, haciendo caso omiso de las miradas curiosas que seguían el camino de los tres hombres que claramente no pertenecían allí.

Grey hizo una pausa un instante, como si buscara orientarse y en ese momento los ojos de Owen se toparon con los de un niño pequeño que los observaba desde una ventana con un resignado gesto de desolación. En la oscuridad de aquel sitio él no pudo determinar de qué color eran sus ojos, pero por un extraño segundo se imaginó que era una mirada celeste la que le devolvía el escrutinio y eso logró hacerle correr un estremecimiento.

—¿Owen?

Sacudió la cabeza ante el llamado de Bastian y en cuanto volvió el rostro hacia el niño otra vez, éste ya había desaparecido.

—Tenemos que subir —indicó Grey, señalando la entrada de un viejo pórtico donde se adivinaba la silueta de una antigua escalera de madera.

No tardaron mucho en detenerse frente a una puerta negra sin ningún tipo de identificación, de la cual no se oía provenir ningún ruido que indicara la presencia del propietario. Aun cuando el edificio parecía completamente abandonado, Owen podía escuchar el llanto de algún niño no muy lejos, las voces de mujeres y la risa ronca de un hombre pasillo abajo.

Grey dio unos ligeros golpes en la puerta pero pasaron varios minutos sin que obtuvieran respuesta, entonces Bastian se adelantó, resuelto, y comenzó a golpear incesantemente la vieja madera con pies y puños, hasta que algunos vecinos comenzaron a protestar desde sus habitaciones.

¡Ya!

¡No son horas!

¡Lárguense de aquí!

Grey y él compartieron una breve mirada, justo cuando el chirrido de la puerta interrumpía el incasable golpeteo de su hermano y unos molestos ojos celestes los fulminaba desde la penumbra.

—¿Qué infiernos...? —Owen no le dio oportunidad de reaccionar, extendió un brazo al momento en que el chico quiso cerrarles la puerta y logró cogerlo de la camisa, tirando de él a trompicones hacia el pasillo.

Bastian se movió tan rápido como él, inmovilizándole las manos cuando éste intentó apartarlo con un empellón. En ese momento Grey volvió a abrir la puerta y entre los tres consiguieron meterlo al interior de la precaria habitación; su intención había sido lanzarlo sobre algún sofá, pero no había nada en aquel piso que pudiera asemejarse a uno. Ni sillas, ni mesa, ni cama, solo un montón de mantas apiladas junto a una desvencijada ventana, un orinal y un plato colocado en el marco en el que parecía juntar el agua del rocío.

—¡Suélteme! —Owen pestañó, obligándose a mantener la firmeza y sin aflojar su amarre, lo arrastró hacia el montón de mantas para dejarlo caer allí como un desmadejado muñeco.

—Ahora escúchame... —Valen hizo un nuevo intento de escapar, pero Bastian le cerró el camino y volvió a tumbarlo sobre las mantas con un fuerte tirón de su brazo—. ¡Estate quieto!

—Lo siento por no querer morir dócilmente —gruñó el chico, clavando una tozuda mirada en ellos.

Owen le enseñó los dientes con rabia apenas contenida.

—Si no me dices en dónde está Aime, créeme que tu muerte será todo menos dócil.

Una sombra de desconcierto cubrió las facciones del chico, al tiempo que sus palabras cobraban sentido y su rostro palidecía tenuemente. Owen soltó el aire que estaba conteniendo con desaliento, al notar que su reacción parecía bastante sincera. Valen no sabía dónde estaba ella.

—¿De qué habla?

—Unos hombres se llevaron a Aime —respondió Bastian, viendo que Owen estaba mucho más allá de las palabras en ese instante.

—¿Unos hombres? —inquirió Valen hacia su hermano.

—Creemos que pueden tratarse de los hombres que lo acompañaban en Leicestershire —apuntaló Grey, solícito.

Valen maldijo entre dientes, buscando su mirada con aire determinado.

—Yo no lo hice, milord —le espetó sin dejar de observarlo fijamente. Owen no respondió, decidiendo si valía la pena creer en él otra vez—. Pero puedo encontrarla.

—¿Cómo? —murmuró Owen, sintiéndose completamente inútil.

Valen se puso de pie, luego de obtener el permiso tácito de sus tres visitantes y se detuvo frente a Owen.

—Sé cómo piensan. —Posó una rápida mirada en Grey—. Pero voy a necesitarde su colaboración. 

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Neil: Siento que acabo de despertar de mi sueño de belleza y contrario a todo lo esperado, realmente  me puse más bueno que antes.

Lucas: En serio, Narciso es un niño de pecho a tu lado. 

Neil: Pues discúlpame por ser consciente de mis múltiples encantos, encantos que como bien sabes mis chicas también ven. ¿No es así eugenbooks28? Ella me escogió específicamente para que le dedicara unas palabras, porque sabe que yo soy el más valioso de los Tammyboys. Un beso para ti, nena ;)

Lucas: Pufff, pues a mí me escogió Xplayfulrainx y una chica de nombre Jacky cuyo usuario es muy difícil de escribir, y no me ves presumiendo o si??

Neil: Pues a mí también me eligió yaishari, una hermosa puertorriqueña que ni sabe quién eres tú. Solo tiene ojos y corazón para Neil. 

Didi: ¿Quieren dejar eso? Se supone que hoy le dedicamos unas palabras por su cumpleaños a Yuri Vanegas. Pero me temo que no sabemos su usuario u_u

Will: Eso no importa, porque sé que mis palabras van a llegar a la señorita Yuri de una forma u otra. Supe que su cumpleaños fue en octubre, pero como la escritora se tomó vacaciones durante ese mes mi saludo tuvo que quedar archivado. Pero sin importar el tiempo, mis felicitaciones son completamente sinceras y desde lo más profundo de mi corazón. 

Neil: Owww es tan tierno el condenadote, ¿dónde los hacen así? Ya no hay hombres como él hoy en día.

Lucas: ... tú eres un hombre de hoy en día. Aunque cada vez tengo más dudas al respecto. 

Neil: Voy a decidir ignorarte y decirles a mis chicas (porque sé que todas quieren ser mías) que esperamos sigan disfrutando de la historia, de las dedicatorias y que pueden ir a visitarme en mi lista cuando quieran. Bragas mojadas garantizadas, o les devuelvo el dinero... o les compro lencería nueva ;) ;)

Lucas: Eres tan vulgar... 

Neil: Y tú tan mojigato, ya déjame. 

Lucas: Abrazos para todas y uno en especial para Yuri <3


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