¿Quién eres?
¿Pensaron que me había olvidado de ustedes? No, tranquilos. Solo estaba poniendo en orden mis horarios y cosas por hacer y bla. En fin, no hablemos de mí, ¿qué tal ustedes? Espero que con ganas de leer a pesar de todo :D
Capítulo XXIV: ¿Quién eres?
Los ojos de Owen se detuvieron un segundo en la escena que había fuera de su ventana, siguiendo el hipnótico vaivén del vestido de su esposa mientras ésta salía del ángulo de su visión por uno de los senderos del jardín sur y le enviaba una sonrisa amable a su acompañante, ajena a todo lo que la rodeaba. Repentinamente un carraspeo lo sobresaltó, obligando a su mente a regresar a la sala a regañadientes.
Miró de mala gana a su impaciente invitado, para luego hacerle un gesto con la mano indicándole uno de los sofás libre frente de la chimenea. Él declinó la invitación con una leve negación.
—¿No crees que deberíamos hablar en tu estudio?
Fue el turno de Owen para negar. Desde el estudio no podía ver aquella parte del jardín y él necesitaba tener un ojo en Aime y Valen, sobre todo en este último si debía de ser sincero.
—Prefiero estar aquí —masculló sin molestarse en dar explicaciones. Era su maldita casa, él podía reunirse donde le viniera en gana.
—¿Para rondar como un águila a tu inocente hermano?
Owen frunció el ceño, dándole una mirada recelosa. Su amigo sonrió, aunque el gesto fue más bien un sutil tirón de la esquina de su labio. Eso era lo máximo que lord Arwik se permitía sonreír, al menos en su presencia.
—¿Quieres enfocarte en lo importante, Arwik? —le espetó con un chasquido. Quizás llamar "hermano" a un completo desconocido, podía ser un tanto prematuro.
—¿Acaso no me convocaste aquí para hablar de eso? —Apuntó desdeñosamente hacia la ventana, donde antes había estado Valen en su usual paseo matutino con Aime. Era increíble, pero de algún modo ellos habían conseguido caer en esa rutina y evitar cruzar caminos con él hasta el almuerzo.
Suspiró. Los malditos habían logrado que se sentara a la mesa diariamente con un profundo malhumor cociéndose en sus entrañas. Y no había nada que desagradara más a Owen que le echaran a perder una de sus comidas, afortunadamente la idea de tener a Aime para él solo durante las noches compensaba la pérdida de su almuerzo. No todo era perfecto, pero tomaría lo que pudiera conseguir. Ese era su lema.
Se forzó a sí mismo a alejarse de le ventana, demostrándose que él era quien tenía el control sobre aquella situación. Después de todo, Owen tampoco quería pasear con ellos; conocía su finca al dedillo y lo que menos necesitaba era perder el tiempo haciendo de guía para personas que no apreciaban su compañía. Él tenía cosas más importantes que hacer, se dijo para sus adentros al tiempo que se dirigía hacia una de las sillas libres y no le dejaba más alternativas a Theo que acompañarlo.
—¿Hablaste con tus mujeres? —le lanzó sin preámbulos.
Theo le puso los ojos en blanco en un gesto un tanto infantil y para nada digno de un duque, pero eran justamente esos pequeños detalles los que lo habían alentado en su juventud a trabar amistad con él. Era un hombre consciente de su posición, por supuesto, pero no era el snob que le gustaba mostrar a la sociedad.
—No son mis mujeres —señaló, haciendo énfasis en cada palabra.
—Tú mantienes sus caprichos, ¿no? —El otro no respondió, Owen sonrió burlón—. Entonces son tus mujeres.
Las "mujeres" de Theo eran un grupo de damas con buenas intenciones, ese sería el calificativo más justo que valdría darles. Trabajaban en todo tipo de caridades, gastando el dinero de cuanto idiota rico y con cargo de conciencia fueran capaces de embaucar. Su mayor benefactor era el duque de Arwik, aunque Owen no podía saber a ciencia cierta el motivo de ello. Theo era demasiado correcto como para hacer algo que le suscitara la necesidad de expiar sus culpas con caridad. De todos modos se encargaba diligentemente de ellas y esa era una ayuda de la que no renegaría él por mucho que le llamara la atención.
—Mucho me temo que no tengo buenas noticias.
Owen lo esperaba, pero el saberlo igual consiguió crisparlo. Sentía que en la última semana lo único que había hecho era caminar en círculos.
—¿Nada?
—No hay ninguna mujer registrada con el nombre que me diste que haya dado a luz y encaje en el tiempo que indicaste.
Observó por un instante a su amigo, mientras asimilaba la información.
—¿Qué hay del muchacho? ¿Alguien escuchó de él?
Theo se recargó en sus rodillas, echando el cuerpo hacia adelante como cuando se preparaba para sumergirse de lleno en algún tema.
—Hablé con los encargados de tres hospicios distintos de Londres, no hubo ningún niño de apellido Valente que hubiese ingresado y en Barnet solo hay una casa de paso para niños de la calle...
—¿Y no había nada sobre él?
—No —dijo Theo sucintamente—. Es bastante difícil localizar el lugar de dónde viene alguien cuyo nombre no está registrado en ningún sitio.
—Si dice la verdad, entonces es un bastardo y su madre podría haber ocultado su nacimiento.
—Lo entiendo pero... —Un golpe en la puerta interrumpió a su amigo en medio de su respuesta, mientras ambos volvían el rostro con interés para observar a los recién llegados.
—¡Deberían habernos dicho que la fiesta era aquí! —exclamó su primo, despidiendo a su mayordomo que luchaba por hacer la correspondiente presentación.
Owen se puso de pie en un acto reflejo, incapaz de ocultar una sonrisa cuando Ihan cruzó la sala a grandes zancadas para palmear con innecesaria fuerza el hombro de Theo en un cuestionable saludo de camaradería. En cuanto su amigo se recuperó del sorpresivo manotazo, se incorporó de sopetón apartando a Ihan hacia atrás con la misma intensidad que el otro había usado. Eran un par de niños.
—Dejen eso... —masculló Bastian al tiempo que se acercaba a ellos con paso sopesado, acompañado por el abogado de la familia, el infalible señor Greysson.
Ihan soltó una burlona carcajada, para luego tenderle la mano a él en un breve saludo. Owen, Bastian, Theo y Grey intercambiaron las correspondientes cortesías, dejando que su primo distrajera su inquieto espíritu sirviendo unos vasos del whisky escocés más fuerte que tenía en su vitrina. La conversación que iban a mantener merecía aquel detalle.
—¿En dónde está él? —inquirió Bastian ni bien hubo ocupado un lugar en el sofá a su izquierda, declinando la bebida que Ihan le ofreció.
Una semana atrás Owen le había escrito a su hermano para contarle las noticias del modo más sintético posible, también le había enviado una carta a Theo para que usara sus conexiones con la esperanza de encontrar algo de información sobre Valen y por supuesto que se puso en contacto con su abogado, esperando que el viejo hubiese dejado algún indicio legal que ellos no hubiesen visto antes. Les había dado a todos cinco días para que se organizaran y viajaran hacia Leicestershire con el fin de acabar de una buena vez con el misterio sobre Valen.
Owen de todos modos no se explicaba la presencia de Ihan en todo aquello, pero decidió pasarlo por alto.
—Fuera... —Hizo un gesto con su mano hacia la ventana—. Podrás verlo luego, creo que antes debemos pensar cómo proceder.
Bastian frunció los labios en un gesto de disgusto.
—¿Crees que tenerlo en tu casa es lo más inteligente?
—Dejarlo deambular por ahí tampoco es inteligente, no sé nada de él... pero se parece a nosotros y lo creas o no, supe de su existencia porque un conocido me dijo que fue asaltado por alguien idéntico a mí. —Soltó un suspiro—. Al menos aquí puedo controlar lo que hace, no necesito que la gente comience a confundirme con un bandolero.
Los cuatro abrieron los ojos con diferentes grados de sorpresa. Realmente lo único que le faltaba a aquella familia era estar asociados con ladrones, pues en el resto de los escándalos ellos ya estaban bastante cubiertos.
—Mayor motivo para sacarlo de aquí —musitó su hermano frunciendo el ceño.
—Bastian me dio los pormenores del asunto y creo que... —Ihan hizo una pausa, dejando la bebida de Theo pendiendo entre sus dedos mientras el otro extendía la mano para cogerla sin mucho éxito.
—Deja de ser un crío, Keller —le gruñó éste, incorporándose para arrebatarle el vaso con mal gesto.
Ihan lo observó con tal grado de inocencia en su rostro, que incluso Owen estuvo tentado a creer que había sido un error no intencionado. Pero todos allí sabían mejor, Ihan nunca hacía nada sin intención y tras unos segundos de expectante silencio, su primo rompió a reír para confirmar a todos que no había asunto que él tratara con la debida seriedad. Owen dudaba que Ihan siquiera supiera el significado de tal palabra.
—¿Excelencia se ha levantado del lado equivocado de la cama esta mañana?
Theo lo ignoró con la elegancia propia de años de experiencia en el tema, mascullando algo tras su vaso que sonó como una maldición para Ihan y toda su futura descendencia.
Owen sacudió la cabeza, cruzando una mirada con Bastian que observaba el desarrollo de la escena sin lucir impresionado en lo absoluto. Era quizás el hecho de saber que su cuñado estaría allí, el motivo por el que hubiera decidido traer a Ihan consigo. Bastian no desperdiciaría una oportunidad de fastidiar al duque, Dios sabía que ninguno era santo de la devoción del otro. Pero esto no era un juego limpio, Theo estaba en evidente desventaja allí.
—Suficiente Ihan —lo censuró, dejando en claro que no permitiría tonterías en su casa. Ellos podían mantener su guerra en cualquier otro lugar y momento, en cambio él tenía un problema realmente serio que solucionar en ese instante—. Si los llamé aquí es para poder hablar de algo que de una forma u otra, nos compete a todos.
—Mamá no estará nada feliz si resulta que es cierto —apuntaló su primo, dejándose caer junto a Theo tras obsequiarle una radiante sonrisa.
—Bueno, ¿qué pruebas tenemos? —inquirió Bastian mirándolo con seriedad—. ¿Te ha mostrado algo que compruebe su parentesco con nosotros?
—Nada —aseguró con una firme negación—. De momento solo es una historia y un rostro muy parecido al nuestro.
—¡Entonces puede ser un impostor!
Owen miró a Ihan. Por supuesto que esa opción era más que viable, pero... ¿y si era real?
—Conozco esa mirada —gruñó Bastian, llamando su atención—. ¿Por qué simplemente no puedes ser más egoísta, Owen?
—Estaré de acuerdo con él —murmuró Theo, sin apartar los ojos del vaso con el jugueteaba de forma ausente—. Tienes la insana costumbre de preocuparte siempre por otras personas y no por ti. ¿Entiendes lo que una noticia así podría ocasionar a tu reputación? —Hizo una pausa—. ¿Y a la de tu esposa?
Owen parpadeó sin saber muy bien cómo responder aquello, Aime le había dicho que apoyaría cualquier decisión que él tomase pero eso no significaba que no deberían lidiar con las consecuencias luego.
—Si te remuerde la conciencia pensar que puede ser nuestro hermano, entonces le daremos dinero y un camarote en algún barco que parta a las Américas mañana mismo.
Él fue a responder, pero Ihan se le adelantó.
—Puedo decirle a los viejos que contribuyan para ello.
—Incluso yo contribuiré si solo te quitas la responsabilidad de hacerte cargo de él —convino Theo con completa calma.
Owen suspiró, mirando a sus invitados de hito en hito.
—¿Todos piensan que debo deshacerme de él? —Tres pares de cabeza asintieron al unísono—. ¿Incluso si dice la verdad?
Su hermano bufó.
—Todo este tiempo te has preocupado por reconstruir la reputación de esta familia, ¿crees que sumar un hermano ladrón te allanará el camino? —Bastian chasqueó la lengua ante su falta de respuesta—. ¡Lo que Darien haya dejado atrás no es tu problema!
—¿Debería haber pensado eso cuando se trataba de ti?
Los ojos celestes de su hermano destellaron con evidente fastidio, pero se guardó lo que fuera estuviese pensando.
—Es distinto, Owen —susurró Ihan, por primera vez mostrándole un rostro carente de su siempre traviesa sonrisa—. El tío Darien quería a Bastian, él lo llevó a su casa para que se criaran como hermanos. Pero nunca nadie escuchó hablar de este chico, así que...
—Si me permite, milord —interrumpió Grey con un ligero carraspeo. Los cuatro se volvieron hacia él al instante—. Luego de recibir la carta de lord Granby al principio de la semana, estuve investigando cada cosa que el viejo marqués dejó atrás y si bien no hay mención clara del nombre del joven en cuestión, creo que descubrí algo.
—¿Qué cosa? Habla Grey —lo apremió Bastian con impaciencia.
—Como bien saben, milord y yo hemos podido observar algunas incongruencias en los gastos del difunto marqués. Luego de rastrear todos los sitios en donde se efectuaron los pagos, pude ver que había un cierto patrón que se repetía cada año.
—¿Qué quieres decir? —preguntó él.
—El dinero era enviado a cinco destinos distintos, pero cada año los destinos se repetían con una muy pequeña variación.
—¿Y eso qué nos dice? —inquirió Bastian claramente sin ver qué conexión podía tener eso con Valen. Grey lo observó con la infinita tranquilidad que lo caracterizaba.
—Tras observar y medir las distancias que había de un lugar a otro, he visto que todos estos lugares están a hora u hora y media de Londres. —Owen elevó las cejas, pero Grey continuó hablando sin notarlo—. Lo que significa que esta persona debía de tener una residencia en la ciudad.
—¿Estamos suponiendo que esta persona es la madre del crío?
—Bueno los nombres no coinciden —dijo Grey con un encogimiento de hombros—. Pero he sido capaz de localizar a la madre del señor Valente.
Owen abrió los ojos con sorpresa, volcando toda su atención en su abogado.
—¿Estás seguro?
—Sí, milord. —Una pequeña sonrisa curvó los labios del hombre, claramente orgulloso de haber hecho su trabajo con tanta diligencia—. Aunque no sé si esto sea algo bueno.
—¿Por qué? —gruñó Theo, dándole una mirada de soslayo.
—Pearl Valente murió hace unos veinticinco años.
—¿Y qué con eso? —preguntó Ihan sin comprender el significado de aquella aseveración.
—El joven Valente tiene veintitrés años —explicó Grey con la voz en un susurro—. Ella no podría haberlo dado a luz casi dos años después de morir.
—Entonces él es un fraude —concluyó Bastian, tajante, poniéndose de pie en un exabrupto—. Yo digo que nos deshagamos de él. Olviden el dinero y el barco, llamemos a las autoridades.
—Aguarde, milord. —Grey le hizo un gesto con la mano para que se quedara en su lugar y contra todo lo esperado, Bastian le obedeció—. Creo que antes debería saber que si bien la familia notificó la muerte de Pearl Valente en noviembre de 1805, no hay ningún certificado de defunción ni tumba.
El silencio cayó sobre todos los presentes, mientras intentaban descifrar qué podía significar aquello.
—¿Cómo es posible? —murmuró Ihan, manifestando la confusión de todos.
—Intenté averiguar todo lo que pude —Grey le envió una mirada de disculpa—. Pearl Valente era hija de un comerciante italiano y una dama inglesa, la mujer se casó muy por debajo de su posición por lo que su propia familia la desdeñó. La muchacha, Pearl, era la hija mayor del matrimonio... fui capaz de hablar con una antigua amiga de Pearl, eran vecinas.
—¿Qué te dijo?
—Me dijo que Pearl era una muchacha muy hermosa, muy querida y pretendida por los hombres. Me dijo que cuando ella acababa de cumplir los dieciocho años, conoció a un caballero... —Hizo una pequeña mueca con los labios—. Ella dijo que nunca llegó a conocer al hombre, pero que sabía que se movía en carruajes muy elegantes y que siempre le daba a Pearl regalos costosos. Dijo que estaba convencida de que el hombre pediría la mano de su amiga, porque Pearl siempre le contaba lo enamorados que ambos estaban.
—Suena como Darien —masculló Bastian de mala gana. Owen no lo secundó pero sus pensamientos habían estado corriendo en la misma dirección.
—El punto es que los padres de Pearl no sabían que ella estaba siendo cortejada, pero cuando supieron del hombre intentaron apartarla de él y la enviaron a Bath para que se quedara con sus tíos. —Tras un pequeño suspiro, Grey añadió—: Es en este viaje donde Pearl pierde la vida, al parecer su carruaje sufre un percance y termina al fondo de un lago.
—Algo no encaja —musitó Theo robando sus palabras.
—¿Encontraste algún registro del accidente? ¿Alguna noticia de la muerte? —Grey sacudió la cabeza en una firme negación. Algo realmente no encajaba en toda esa historia—. ¿Y qué hay de los padres de la chica?
—Tras unos años viviendo en el mismo vecindario, se marcharon a Italia. Según dicen los vecinos, porque no podían vivir más con todos los recuerdos de su difunta hija.
—O con la culpa —apuntó Ihan con un bufido.
Owen lo observó con súbito interés.
—¿A qué te refieres?
Los ojos castaños de Ihan fueron de uno a otro, incrédulos.
—¿Realmente no lo entienden? —Ellos negaron, él sonrió burlón—. Un romance furtivo, un viaje improvisado y una muerte repentina. ¿En serio? Solo hagan las cuentas, chicos, Valente tiene veintitrés años y ella "murió" a fines de 1805. —Owen sacudió la cabeza sin llegar a entender del todo a dónde intentaba llegar—. Ella estaba embarazada, sus padres no la enviaron con sus tíos, la corrieron de la casa.
Y entonces ella pasó a estar muerta para su familia.
***
Aime inclinó la cabeza y le sonrió al sombrerero mientras le prometía regresar a su tienda en cuanto tuviera una oportunidad. A decir verdad se sentía un poco avergonzada con la gente del pueblo, puesto que no había cumplido con su deber de marquesa asistiendo al baile que habían celebrado días después de su boda para festejar la unión. Owen le había dicho que nadie los acusaría de groseros por preferir quedarse en la casa siendo como eran, recién casados. Pero de todos modos a Aime le había parecido de mal gusto tener que rehusar la invitación, por lo que había aprovechado que su esposo estaba entretenido con sus visitas para bajar al pueblo y presentar sus respetos. Llevaba la última hora recibiendo felicitaciones e invitaciones para tomar el té, asistir a cotillones y demás; se congratulaba al ver que nadie parecía guardarle rencor y que estaban más que alegres de ver que los habitantes de Belvoir querían relacionarse con sus vecinos.
Aime hizo lo que mejor se le daba, ser amable y conversar con cada persona que se interesaba en conocerla. Después de todo, aquella era una de sus responsabilidades como la nueva marquesa, ella tenía que limar las asperezas que las anteriores generaciones habían dejado con la sociedad. Owen contaba con ella y Aime no lo decepcionaría.
Sonrió, rio, elogió y se comprometió a cientos de visitas, hasta que su cuerpo se hubo agotado de tanto ajetreo. Luego de pasar un tiempo prudencial charlando con la esposa del corregidor del pueblo, Aime decidió que era tiempo de volver a casa y fue entonces cuando notó que no tenía idea de dónde podría haber ido Valen a buscar quien lo ayudara a conseguir un trabajo. Parecía más que dispuesto a entretenerse con algo mientras estuviera allí y ella había pensando que la ocasión le podría ser útil para hacer averiguaciones.
—¿Ha visto al señor Valente? —le preguntó a su cochero ni bien éste bajo del pescante para abrirle la portezuela.
—Le he visto irse hacia la posada, mi lady.
Aime hizo una mueca, echando una mirada calle abajo donde sabía que se encontraba la posada. En realidad no estaba dentro del pueblo, sino que se ubicaba justo en el límite con el camino para que fuera de fácil acceso para los visitantes. Le causaba algo de reserva ir allí, sobre todo porque la posada distaba mucho de guardar la delicada elegancia que tenía el pueblo, pero tampoco podía marcharse sin Valen.
—Voy a echar un vistazo —le informó al cochero, el cual hizo un gesto de inconformidad.
—Quizá es mejor enviar a alguien.
—Tardaré solo un instante —contradijo, sacudiendo una mano con desinterés—. Espere aquí.
Fiel a su curiosa e impertinente personalidad, Aime se encaminó hacia la posada mostrando más confianza de la que sentía, mientras sus pasos hacían crujir la grama y se perdían entre los gritos de algunos niños, las maldiciones de ciertos hombres, las risas de unas mujeres y los ladridos de un perro. No sentía que hubiese caminado más de diez minutos pero parecía un mundo muy distinto al que tenía a sus espaldas, algunas personas la miraban sin disimular su interés y ella tuvo que hacer un esfuerzo por disimular su repentina incomodidad. Las posadas albergaban a todo tipo de visitantes y una mujer sola vestida como ella, era sin lugar a dudas algo que llamaba la atención.
—¿Se ha perdido, señora? —la increpó un hombre de cuestionables intenciones, acompasando su paso al suyo.
—Estoy bien —murmuró con recelo sin dejar de avanzar hacia su objetivo. Un niño salió corriendo de uno de los pasillos que guiaban a las caballerizas y ella aprovechó aquella distracción para torcer en una callejuela, perdiendo al hombre que caminaba a su lado. Aime tomó una pequeña bocanada de aire, dándose un segundo para serenarse y observar que aquel sujeto no la hubiese visto.
Pasó un largo minuto de incertidumbre mientras su corazón retumbaba en sus oídos, esperando que algo ocurriera. Afortunadamente el hombre no se hizo presente, por lo que pudo respirar con calma y reparar que aquella callejuela daba a un portal bastante descuidado que desembocaba en una especie de patio interior. Estaba a punto de pegarse la vuelta y regresar sobre sus pasos cuando el sonido de unas voces masculinas la detuvo; al principio solo eran murmullos ininteligibles pero al cabo de unos segundos las voces comenzaron a ser más claras.
—¿Y bien? —cuestionó una voz grave y gutural.
—Estoy harto de esperar... —se quejó otro de profundo acento cockney—, este pueblo está lleno de idiotas.
—Cálmate, Mils. —Aime contuvo un jadeo, ella... ella reconocía esa voz—. ¿Alguna vez los hice esperar en vano?
—Esto es diferente, chico —masculló el primero de ellos, cansinamente—. Una casa sola, un grupo de estudiantes o incluso una pequeña comitiva son cosas simples, pero esto...
—¿No confías en mí?
—¡Me importa una mierda la confianza! —interrumpió el así llamado Mils con impaciencia—. Muero de hambre, Valen, hambre... mientras tú andas de amigo con esos ricachos. ¡Claro! Si tu bote está lleno qué te importa el del resto...
—¡Con una mierda, Mils! —Ella dio un respingo cuando escuchó el delator sonido de un fuerte golpe—. ¡Quieres dejar de pensar en tu estómago dos segundos!
—Ya, ya... —masculló el hombre que parecía ser el más centrado de los tres, mientras Mils se quejaba en voz baja—. Dejen de pelear entre ustedes, malditos imbéciles. No estoy pasando por todo esto para quedarme con las manos vacías, chico. —Valen chasqueó la lengua ante el apelativo—. Dijiste que podríamos entrar en la casa este fin de semana, ¿sigue eso en pie?
Aime parpadeó, estupefacta, ella planeaba pedirle a Owen que la llevara a visitar a sus padres ese fin de semana. Los echaba tanto de menos, le había comentado aquello a Valen en confidencia y él la había alentado a pedirle a su esposo que la llevara.
—Una vez que no estén me encargaré de los sirvientes.
—¿Cuántos crees que habrá?
—Convenceré a la mujer de que le dé el domingo libre a la mayoría... —Una risa que ella no había escuchado antes reverberó en la garganta de Valen y Aime se estremeció por inercia—. Hace casi todo lo que le digo, así que no creo que haya problema.
—¿Y los que queden?
—Los reduciré yo... Ustedes entrarán una vez que tenga a todo el personal encerrado.
Frunció el ceño mientras el entendimiento de todo aquello la golpeaba de lleno, Valen iba a robarles. No había forma de malinterpretar sus palabras, había orquestado todo para poder sacarlos de la casa y robarles.
—Mientras saques al marqués de allí...
—No habrá problemas. —Aime dio unos pequeños pasos hacia adelante, necesitando confirmar con sus ojos lo que estaba escuchando—. Entre tanto dale de comer a Mils... —Valen se metió la mano dentro del chaleco dejando al descubierto un bellísimo collar de zafiros. Un collar que ella había visto en la colección que Owen le había dado como regalo de bodas, pero que no se había atrevido a sacar de su cajita por miedo a extraviarlo—. Esto debería alcanzarles para los siguientes días.
Ella ocultó un jadeo detrás de su mano enguantada, al tiempo que retrocedía con el cuerpo temblando de la indignación y algo que se asimilaba mucho a la tristeza. Sentía que su confianza y buena disposición habían sido arrastradas por el suelo, se sentía avergonzada por haber creído en él y sobre todo por hacer que Owen le diera una oportunidad. Valen era un mal hombre y ella le había abierto las puertas de su casa como una estúpida.
Estaba tan profundamente molesta que se tomó varios minutos para recomponerse y decidir salir de allí. Se alejó de la callejuela sin una mirada atrás y cuando hubo puesto un pie en la calle principal, sintió que una mano la tomaba del hombro y la volvía con urgencia. Aime se paralizó.
—¿Qué hace aquí, mi lady? —le cuestionó aquel mentiroso, mostrando una preocupación que solo aumento su enfado—. No es un lugar para que esté caminando...
Aime se sacudió su mano con un brusco movimiento.
—Y es por eso que me regreso a mi casa —dijo a toda velocidad, pegándose la vuelta para ir hasta su carruaje. Momentos después escuchó los pasos de Valen corriendo tras de ella.
—¿Alguien la ha molestado? —Ella se volvió lo suficiente como para mirar esos ojos a los que ya se sentía tan acostumbrada y negó; negó sin saber por qué no podía simplemente gritarle que se largara de su vista.
—Todo está bien.
Valen le sonrió de medio lado, viéndose inofensivo y amigable como de costumbre, pero ella sabía mejor. Y aquello solo consiguió que un nudo de rabia y dolor se cerrara en torno a su garganta.
—Entonces volvamos. —Hicieron el camino al carruaje en silencio y cuando ambos estuvieron ubicados en sus respectivos asientos, él la miró—. ¿Lo ha pasado bien en su paseo?
—Muy bien, gracias. —Valen enarcó una ceja en su dirección pero no hizo comentarios ante la falta de entusiasmo en su respuesta—. ¿Tú? —Cruzaron una mirada—. ¿Encontraste lo que buscabas?
Él parpadeó, deslizando su atención hacia la ventana con incomodidad y tras un instante de vacilación, asintió.
—Lo hice.
—Espero que haya valido la pena.
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Probemos algo para comprometerme a escribir, esta historia suele llegar a los 500 votos por cap. Si para el martes veo que hay más de 500 votos, me obligo y amarro las manos al teclado para subir un capítulo el miércoles. ¿Les parece un buen plan?
Creo que soy de esas personas que trabajan bien bajo presión jajaja
En fin, esto es solo el interludio para lo que se viene. Habrá que ver cómo proceden todos a partir de ahora.
Saludos ^^
Pd: Sí, sí, ya sé que no hice dedicatoria. Pero traje a cuatro invitados especiales a este cap, ¿eso no cuenta? xDD
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