Planes
He visto que Owen se hizo odiar rápido, más rápido que Bastian! Pero bueno, espero que a pesar de eso, tengan ganas de ver cómo sigue esto xD
Capítulo III: Planes
Pasó una semana completa después de aquel horrible momento en que había tenido que presenciar el desatinado y doloroso comentario del marqués hacia su persona. Aime había llegado a pensar que después de un tiempo prudencial la cólera y malestar se asentarían en la parte trasera de su mente, y finalmente aceptaría que no habían sido más que palabras de un hombre resentido con la vida. Pero las cosas no habían ocurrido de ese modo. Aun pasado siete largos días con todas sus noches incluidas, ella continuaba alzando la mirada hacia el espejo durante su aseo matutino esperando ver un cambio en su rostro producto de un milagro inesperado, pero nada cambiaba. Seguía siendo la fea criatura que el marqués había descripto.
Por supuesto que esto fue sentido por sus padres, los cuales notaron rápidamente que algo no estaba bien con ella y sus ánimos normalmente alegres. Aime quería deshacerse de la inseguridad que siempre despertaban en ella comentarios como ese, quería ser la de siempre, quería mostrarle a todos que no se dejaba herir tan fácilmente, pero no podía y eso solo lograba deprimirla incluso más.
¿Por qué era tan diferente esta vez? Se preguntó, mientras trazaba el contorno de sus marcas en el espejo. Evidentemente no era esta la primera vez que alguien le decía algo por el estilo, las personas podían ser muy crueles cuando se lo proponían y ni siquiera en un lugar tan aislado como Ripon, Aime estuvo libre de escuchar cosas como esas. Pero en esa ocasión no podía solo hacer caso omiso de ello, porque de alguna forma sabía que la opinión del marqués era un reflejo del pensamiento de todos los hombres que cruzaban mirada con ella. Nadie la veía realmente a ella, veían sus marcas y veían fealdad.
Lo peor era saber que ellos podían ser amables, risueños y charlatanes; lo peor era saber que ellos podían llegar a agradarle tal y como lo hizo el marqués, para luego terminar diciendo esas cosas a sus espaldas. Allí radicaba su mayor inseguridad, en el hecho de que ahora pensaría que cualquier hombre que se dirigiera a ella la creyera fea y patética en su fuero interno. ¿Cómo haría para entablar una conversación con nadie después de eso?
Un golpe resonó en su puerta, obligándola a abandonar esos dolorosos pensamientos.
—¿Aime? —Su madre asomó la cabeza con cautela, buscándola por la habitación y al localizarla junto al tocador le regaló una pequeña sonrisa—. Me alegro ver que estás despierta.
—Pasa, madre —le indicó con un gesto de su mano, mientras se volvía dándole la espalda al espejo.
—¿Cómo te encuentras? —inquirió, tomando asiento en el diván frente a ella. Se encogió de hombros, prefiriendo no entrar en esa conversación. Sabía que podía ser abierta con su madre y decirle lo que le estaba molestando, pero diablos, ya no era una niña. No podía correr a refugiarse en sus brazos cada vez que alguien era grosero con ella, debía aprender a defenderse sola o caso contrario, aprender a soportarlo—. Mira, tu padre se ha encontrado con un viejo amigo del Continente... —Elevó un sobre de envoltorio negro y elegante como si se tratara de un premio—. Y nos ha invitado a su fiesta —añadió, impregnando de entusiasmo a su voz.
Aime hizo una mueca.
—No me apetece ir a fiestas esta semana, mamá. —Esa había sido su respuesta para cada propuesta que sus padres le habían hecho en los últimos días. Aime había rechazado todos sus esfuerzos por distraerla y si bien se sentía mal por ello, seguía sin poder evitarlo.
Nunca antes se había querido esconder de las personas tanto como lo deseaba en ese momento y odiaba al marqués por haber logrado abrir esa brecha en su armadura. Lo odiaba.
—Aime, cariño... —Su madre se estiró para palmearle el dorso de la mano y por un segundo se dejó consolar por su caricia—. ¿Cuándo me dirás qué está pasando? Tú no eres así, mi niña.
Apartó la mano ante esa pregunta tan franca.
—Solo no me apetece, mamá.
—¿Acaso quieres volver a Ripon?
Por un momento más que largo ella se planteó esa posibilidad, aceptar su derrota y abandonar la estúpida idea de buscar marido en Londres. Pero esa no sería Aime Peyton, Aime Peyton no renunciaba ni se rendía y por supuesto que Aime Peyton no se dejaría vapulear por un odioso marqués de cuestionable reputación. No, ella solo necesitaba un tiempo de gracia para restablecer su orgullo propio. Nada más.
—Claro que no, mamá —respondió con un intento de sonrisa—. Solo quiero tomarme unos días de descanso.
—Ya veo —susurró su progenitora, decidiendo no presionar más—. Bueno, si tu descanso se acaba en estos próximos días, te dejo la invitación para que le eches un vistazo. —Depositó el sobre en el tocador, cerca de donde ella descansaba su brazo—. Tal vez despierte tu interés.
Diciendo aquello en tono ligeramente enigmático, su madre la dejó una vez más sola con sus pensamientos. Aime miró el sobre y luego la puerta con gesto curioso, finalmente no pudo aplacarse a sí misma y con un rápido movimiento rompió el lacre que sellaba el contenido. Las palabras garabateadas con una impecable caligrafía eran cortas y directas: baile de disfraces.
***
—¡Pero miren nada más, sir William Wallace en persona! —Una mano aterrizó con fuerza sobre su espalda, casi haciendo que derramara su bebida.
Owen frunció el ceño, elevando la mirada hacia el recién llegado. No que fuera necesario, la estúpida manía de Ihan de llamarlo por nombres de personajes históricos escoceses lo hacía muy fácil de identificar.
—Primo —saludó, invitándolo con un ademan a que se le uniera. No que tuviera muchas opciones al respecto.
Ihan esbozó una de sus típicas sonrisas zalameras, haciendo un enorme esperpento mientras le gritaba al cantinero para que le pusiera un vaso de whisky y lo informara de los resultados de las últimas carreras. Cinco minutos después ambos estaban degustando sus bebidas en un agradable y entrañable silencio, para tratarse de Ihan.
—De todos los lugares, nunca pensé encontrarte en el Whiteʹs.
—Los marqueses de Granby tenemos membrecía desde antes de que tú nacieras, loon[1].
Ihan rió ante la pulla de siempre. No había momento hasta la fecha en que los primos se encontraran y Owen no le recordara su estatus como el menor de la familia. Él tan solo le llevaba tres meses a Ihan, pero no sería un verdadero primo mayor si no le recordara su posición de subordinado siempre que pudiera.
—Asumo que te escondes de tía Marion. —Asumía bien—. Pensé que después de la fiesta estaría más feliz contigo.
—He llegado a la conclusión que es imposible hacer feliz a una mujer —masculló, dándole un profundo trago a su bebida.
—¿Así que sigues con esa absurda pretensión de casarte antes de que termine esta temporada?
No era exactamente su pretensión, pero se lo debía a Leinie. Debía de algún modo enmendar el daño que los pecados de su padre habían dejado en la familia y al parecer una esposa ejemplar parecía ser el modo más rápido de llegar a eso. Al menos ese era un punto que no iba a discutirle a su madre.
—Lo hago, por lo que si sabes de alguna candidata dispuesta para la tarea, por favor infórmalo.
Ihan sonrió, claramente divertido con su precaria situación. Después de todo su primo no tenía que preocuparse por bodas o mujeres, para el caso. Gozaba de una privilegiada posición, siendo heredero de su tía viuda y al mismo tiempo, estando como sucesor directo de la heredad de su padre. Tenía una buena posición, fortuna y por sobre todo, le agradaba a la gente. Ihan, maldito fuera, lo tenía todo resuelto. En cambio él estaba condenado por indiscreciones ajenas, obligado a contraer matrimonio con el único propósito de recuperar el prestigio que alguna vez supo tener su apellido.
—Bueno, ¿tienes alguna en vista?
Se encogió de hombros con desinterés, simplemente no sabía cómo ponerse a la tarea. Había hablado con muchas damitas durante la fiesta que habían lanzado en su casa, pero no era lo suficientemente iluso como para creer que alguna de ellas estaba realmente interesada en él. Aquellas mujeres habían asistido a la fiesta con el simple propósito de saciar la curiosidad, después de todo, el marqués maldito se estaba dejando ver públicamente. Un acontecimiento como ese podía alimentar los cotilleos por semanas.
—Todas me han parecido insípidas y aburridas —masculló tras recabar en sus recuerdos de esa noche. Ciertamente ninguna lo había impresionado, las damas inglesas siempre le habían resultado frías e insulsas puestas en comparación con una belleza escocesa.
—Bueno, eso sí que no simplificará la búsqueda.
Owen chasqueó la lengua, disgustado. Había esperado encontrar un refugio en el club, lejos de las especulaciones y preguntas de los demás, pero al parecer no había lugar en Inglaterra libre de chismosos.
—No me importa si me agrada, Ihan, siempre y cuando acepte casarse y tenga buena reputación, me da igual quién sea.
—Ciertamente no eres exigente —susurró su primo detrás de su vaso.
—Teniendo en cuenta quién soy y la historia que me precede, no estoy para ponerme con remilgos —aseveró, echándose hacia atrás en su asiento con un suspiro de derrota. Debía casarse con alguien adecuada, pero no precisamente adecuada para él. Qué fastidio—. Aceptaré a cualquiera que esté dispuesta a entrar en este trato.
—¿Qué hay de su fortuna?
Volvió a encogerse de hombros.
—Me da igual, tengo dinero por los dos.
—¿Apariencia?
—No le pondré mal gesto a nada.
—¿Frívola?
—Siempre que sepa moderarse un poco, dudo que vaya a socavar la fortuna familiar con algunas frivolidades de mujer.
Ihan se rascó la barbilla, mirándolo inquisitivamente con sus ojos castaños.
—¿Título?
—Lo ganará conmigo.
—¿Hábitos nocturnos?
—Deberá ser discreta, nada más eso pido.
Su primo bufó, sin creer lo que oía salir de su boca.
—¿Te has vuelto loco? ¿Dejarás que cualquier fulana te monte el cuerno?
Agitó una mano desinteresadamente.
—Siempre que Fulana sea capaz de darme algunos renacuajos para contento de mi madre, ciertamente me importa un rábano lo que haga después.
No pensaba limitar a su futura esposa en su búsqueda personal de felicidad. Era por demás sabido que nadie conseguía tal cosa dentro del matrimonio, por lo que si él iba a tener la libertad de seguir con sus asuntos extramatrimoniales su esposa también podría hacerlo.
—¿Y qué hay si te cae con un renacuajo ajeno?
Owen hizo una mueca, mordiendo su labio inferior en un acto reflejo. La idea de tener que criar un hijo bastardo no le caía en gracia, ni mucho menos. Eso sería casi como repetir el patrón de su padre.
—Supongo que tendremos que ser cuidadosos al respecto —dijo al cabo de un minuto de silencio.
Ihan asintió, para luego voltearse hacia la barra y pedir a voz en grito algo con que escribir. Luego de ser rápidamente contentado por uno de los lacayos del club, su primo colocó el papel en el centro de la mesa y lo observó, resuelto.
—Entonces, pensemos en opciones. —Golpeó el papel con la punta de su lápiz—. Necesitamos a una mujer de buena familia, reputación intachable y...
—Con eso me doy por bien servido.
—Estupendo, seguramente habrá varias que cumplan tus condiciones —aseguró con una sonrisa burlona—. ¿Qué piensas de Dona Winkel? Tiene buena reputación. —No recordaba a la dama en cuestión, por lo que le hizo un gesto con la mano para que la apuntara como una posibilidad—. ¿Tiffany Peace?
—Ada Haley —añadió él.
—Lady Flora Hazel.
Owen estuvo a punto de rechazar esa opción, pero luego se dijo que realmente no estaba en posición de decir que no a una candidata que cumplía con sus dos condiciones. Ihan fue a decir otro nombre, cuando un carraspeo los interrumpió haciendo que ambos apartaran la mirada del papel y la centraran en su ejecutor. Owen enarcó una ceja, ganándose una tentativa sonrisa por parte del otro hombre.
—Granby —murmuró el susodicho, inclinando la cabeza en una sutil reverencia. Owen le correspondió del mismo modo.
—Arwik, es bueno verte por aquí —replicó, haciendo un ademan hacia la silla vacía junto a Ihan.
El duque observó de soslayo a su primo, claramente debatiéndose internamente si valía la pena sentarse junto a su acérrimo enemigo solo para tomarse una copa con su único amigo. Al parecer su amistad prevaleció, pues tras saludar con un reacio cabezazo a Ihan, arrastró la silla tan lejos como pudo de él y tomó asiento. De no ser porque su ánimo estaba pasando un momento de mierda, se habría reído de la actitud de esos dos.
Desde el momento en que se habían conocido en la escuela con apenas diez años de edad, Ihan Keller y Theodore Shaw llevaban manteniendo una guerra sin cuartel. Nadie podía precisar exactamente cómo había nacido el odio entre esos dos, pero de algo estaban todos seguros, ninguno iba a parar hasta subyugar al otro.
—¿Qué hacían? —inquirió el duque tras hacerse de una bebida.
—Hacemos una lista de futuras esposas —respondió Ihan, girando el papel lo suficiente como para que Theo pudiera echar un vistazo.
De acuerdo, definitivamente ellos no eran mejores amigos, pero con el paso de los años habían aprendido a aparentar por el bien del decoro y las buenas maneras.
—¿Esposas?
—Estoy listo para echarme la soga al cuello —dijo él, sonriendo falsamente. Theo frunció el ceño guardándose su opinión al respecto, para luego volver a observar el papel de Ihan.
—Ada Haley se prometió hace dos días, asistí a su fiesta de compromiso.
—Maldición —masculló Ihan, apresurándose para hacer una cruz sobre el nombre de la muchacha en cuestión—. ¿Se te ocurre alguien más? —le espetó entonces, haciendo caso omiso de Theo.
—No sé —murmuró, llevando su mirada hacia su amigo—. ¿Qué piensas, Arwik? ¿Conoces alguna chiquilla decente?
—¿Amber Maddison? —ofreció éste con cierta vacilación en su tono, Ihan chasqueó la lengua de forma inmediata.
—¡Oh, dioses, no! Esa mujer es repulsiva.
—¿Qué tiene de malo? —inquirió él, al no tener idea de quién era esa mujer.
—Primero que nada, no habla... grita. Y segundo, le gusta meter mano por debajo de la mesa, si sabes a lo que me refiero. —Ihan sacudió la cabeza de manera tajante—. Ella no ha oído la palabra discreción en su vida, Owen.
—Vale —aceptó por lo bajo, rodando los ojos—. Entonces, ¿quién?
—¿Qué hay de esta chica...? —comenzó a decir Theo, chasqueando los dedos al no conseguir dar con su nombre—. Ya sabes, esa que viene del campo.
—Reduces la búsqueda a miles con eso, Arwik —se burló su primo, evidentemente si poder contenerse de pinchar al duque.
—La hija de Peyton —aclaró de mala gana, manteniéndole la vista a él y solo a él—. No recuerdo su nombre, pero es de buena familia.
—¡Ah, Aime Peyton! —señaló Ihan, quien parecía tener una memoria privilegiada para recordar a cada persona que le presentaban—. Ella podría funcionar, buena familia y buena reputación. Y ya bailaste con ella.
Tras esa mención Owen recordó súbitamente su breve intercambio con la señorita Peyton, no podía decir que hubieran charlado mucho pero al menos ella había sido sofisticada y cortés durante su baile. Había respetado sus silencios y había dado una respuesta adecuada siempre que fue necesario.
—Hm... —musitó, indicándole a Ihan que la añadiera a la lista—. La vi acompañada de lady Turner —dijo cuando el recuerdo destelló en su mente.
Ihan esbozó una sonrisa oscura, enviándole una elocuente mirada a Theo que permanecía absorto en su bebida.
—Tendrás que pensar en alguien más —señaló su primo sin dejar de observar al duque con fijeza—. Lady Turner ya tiene dueño. —Los ojos verdes de Theo se elevaron de forma abrupta, clavándose furiosamente en Ihan—. ¿No es así, Arwik?
—Cuida tus palabras, Keller —le advirtió éste con voz afilada. Ihan se limitó a reír y Owen, confuso, enarcó una ceja hacia su amigo. Theo masculló una maldición por lo bajo—. ¿Y tú qué ves?
—¿Debo entender que lady Turner y tú están relacionados de algún modo?
—No digas estupideces, Granby, lo que menos necesito es que estén asociando mi nombre a esa muchacha del demonio.
—Claro que no, él solo se asocia a través de mascotas, Owen —apuntaló Ihan, siendo letalmente preciso en su ataque.
Owen parpadeó, estupefacto, mirando a su primo un instante y luego regresando su vista hacia su amigo.
—¿Ella es la dueña del perro? —inquirió, incapaz de ocultar su incredulidad.
Meses atrás Theo había estado en cada columna de cotilleo, siendo el centro de atención al haber aceptado ser el guardián del perro de una muchacha que no había sido identificada, al cual planeaban dejar morir en un lago. Las fuentes de la noticia decían que durante una fiesta de caza, una de las jovencitas invitadas se había adueñado de un cachorro sucio que rondaba la finca y durante un paseo, el tonto perro había perseguido un ave hasta caer dentro de una laguna. Según él había leído, la muchacha había pedido ayuda desesperada y solo el duque de Arwik había respondido caballerosamente, entrando en el lago para rescatar al perro. No feliz con eso, la chica le había rogado que lo tuviera él pues en su casa no le darían permiso para conservarlo y en contra de lo esperado por todos, Theo había aceptado cuidar del perro.
Durante mucho tiempo se había especulado con la identidad de la chica, ya que en los periódicos nunca se dio a conocer y por supuesto que su amigo en ningún momento rompió su voto de silencio respecto a ese tema.
—Ese no es tu problema —respondió Theo categóricamente.
Owen sonrió para sus adentros, tomando el lápiz de Ihan para escribir al final de la página: "lady Turner—NO (es de Theo)".
Al ver aquello el duque soltó un bufido, arrebatándole el lápiz.
"Leinie Hodges de Shaw, la única lady Arwik".
—¡Wou! —exclamó Ihan, reconociéndole el punto.
Owen le frunció el ceño a ambos, para luego empinarse los últimos vestigios de whisky que quedaban en su copa y ponerse de pie.
—No cruces esa línea —le advirtió a Arwik, sin encontrar para nada gracioso que metiera a su hermana en esa contienda—. No me obligues a retarte.
Theo ni parpadeó ante su amenaza.
—No empieces algo que no estés dispuesto a terminar —le dijo el muy bastardo, manteniéndole la mirada con arrojo.
Como toda respuesta Owen se inclinó para romper la hoja con la lista de nombres y luego se la guardó concienzudamente en su chaleco.
—Váyanse el infierno los dos —masculló a modo de despedida. Tanto Theo como Ihan rompieron a reír ante sus palabras y él se colocó el abrigo, mirándolos una última vez—. Yo voy a casarme, así que supongo que allí los espero.
_______________
1-Loon: jovencito en dórico.
__________________________________
Bueno lo dejamos acá por ahora, espero que les esté gustando. Los que leyeron la historia de Jasmine, notarán que acá aparecieron varios personajes conocidos.
Probablemente no les esté cayendo muy bien Owen en este momento, pero no desesperen, Aime tendrá su oportunidad de responder el insulto.
Sin más, nos estamos leyendo. Si les gusta la historia ya saben que hacer, voten, comenten y dejen su oro. ORO, recuerden que es lo importante jajaja
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro