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Perdón...

¡Buenas! Perdón por la demora, el título del cap va en tema jaja Les dejo una foto de Owen tocándose la boca a modo de disculpa xDD

Capítulo XIV: Perdón...

Justo después de ese escueto pero significativo saludo, Aime pudo jurar que hubo un segundo completo de silencio en toda la galería. Ella podía sentir la mirada de todos los presentes puestas en los dos hombres que la acompañaban, pero no estaba segura de cómo proceder en una situación así. Lo último que habría imaginado era ver a lord Hastings allí y mucho menos que el marqués decidiera acercársele. Hasta donde tenía entendido, gracias a la innumerable cantidad de información que había recibido sobre el conde y el marqués desde su compromiso, ellos no se trataban. Si hasta el inicio de esa temporada, los dos hombres ni siquiera se miraban si se encontraban en algún sitio. Aime había escuchado de la fiesta en que el marqués había felicitado al conde luego de una performance en el piano, pero desde entonces ellos no habían hecho ninguna otra aparición pública juntos.

—¿Me permites presentarte a la señorita Peyton? —murmuró Granby, dándole una breve mirada de soslayo como si estuviera midiendo su reacción.

Aime parpadeó varias veces, esbozando lo que esperaba se viera como una sonrisa desenfadada y amable, cuando eso era lo último que sentía en ese instante.

—Señorita Peyton —dijo el conde, inclinando la cabeza de forma respetuosa—. He oído hablar de usted —añadió con una pequeña sonrisa.

En ese momento ella decidió hacer caso omiso de los evidentes murmullos a su alrededor y seguir la corriente, si ellos estaban dispuestos a actuar como si nada raro estuviese ocurriendo, pues ella también podía hacerlo. Se inclinó en una corta reverencia, manteniendo su atención solo en el conde.

—Lord Hastings, también he oído hablar de usted.

Aquellos ojos celestes tan similares a los del marqués se abrieron un tanto con un leve rastro de sorpresa y una velada nota de agradecimiento. Estaba claro que no se sentía cómodo al ser el foco de tanta atención, pero también que no iba a dejarse intimidar por ello.

—¿En serio?

—Así es, espero, sin embargo, que la mitad de lo que oí no sea cierto.

Hastings sonrió, adquiriendo una postura más relajada.

—¿Y eso por qué, señorita Peyton?

—Porque no todo lo dejaba en buen lugar, milord.

En esa ocasión el conde rió por lo bajo, dejándola ver el motivo por el cual ese hombre era considerado uno de los más guapos de todo el reino. Esa sonrisa sin duda podría llegar a devastar hasta a la mujer más sensata y sin siquiera proponérselo, se vio a sí misma sonriéndole de vuelta.

—La mitad son exageraciones —aseguró él con un guiño juguetón.

—¿Solo la mitad?

Hastings se encogió de hombros, inclinándose un tanto como si estuviera a punto de hacerle una confidencia.

—Un hombre debe mantener el misterio, señorita.

Aime asintió seriamente, acercándose a él a su vez.

—Una dama también, milord —le dijo en un susurro, para luego sonreírle pícaramente. El conde volvió a reír, al tiempo que un sutil carraspeo y un ligero tirón de su brazo, la obligaron a retroceder.

—Ya tuviste bastantes misterios —masculló Granby, manteniendo los ojos fijos en su hermano. Aime lo observó de soslayo, confusa, pero él no le devolvió el escrutinio por lo que supuso que no estaba hablando con ella.

Foos yer doos? [1]—murmuró el conde directamente hacia Granby, logrando que éste soltara un bufido.

Bourack...

Fyache.

Ella parpadeó de uno a otro, tratando de distinguir algo de lo que decían; pero no solo estaban hablando en otra lengua, lo hacían rápido y apenas por encima del nivel de un murmullo. Estaba claro que querían mantener la conversación lo más privada posible, por lo que Aime se dedicó a escuchar la cadencia del timbre de sus voces profundas y fluidas, mirándolos con el vago deseo de poder leer sus expresiones tras cada palabra dicha o recibida. Había algo mágico en aquella lengua, aun cuando ella no entendía ni media palabra.

—Bien —aceptó su acompañante entonces con cierto tono irritado, Hastings solo bufó—. Escribe.

—Tú también. —Tras decir esas palabras con el mismo aire desinteresado que el marqués, el conde volvió su mirada hacia ella—. Señorita Peyton, ha sido un placer poder conocerla.

Aime apenas pudo sonreírle al hombre, cuando el marqués comenzó a jalar de ella hacia la salida sin mediar un pedido o siquiera un mísero aviso. ¿Qué había pasado? ¿Es que acaso el conde le había dado una mala noticia? Al parecer iba a tener que aprender dórico si quería enterarse de algo con ese hombre.

Ella no fue capaz de formular esas preguntas en voz alta, pues Granby se movía y la movía a través de la multitud con una letal precisión, esquivando a todo el que parecía manifestar deseos de pararlos y ofreciendo rápidas reverencias a aquellos que los saludaban al pasar. Al parecer el paseo se había terminado, reflexionó ella para sus adentros, mientras echaba una rápida mirada sobre su hombro al punto donde habían dejado al conde. Éste le lanzó una breve sonrisa, para luego pegarse la vuelta y perderse en la multitud.

Aime volvió la mirada a Granby para pedirle que no la jaloneara de esa forma, pero al ver el modo en que presionaba la mandíbula decidió permanecer en silencio. No entendía qué había pasado, pero estaba claro que no dejaría correr el asunto sin más. Ese hombre estaba en deuda con ella.

***

Owen suspiró sonoramente. Ella estaba ofendida una vez más y aunque le dolía admitirlo incluso para sí mismo, sabía que en esa ocasión la mujer estaba en su derecho. Maldita fuera. Y maldita fuera la estúpida calesa en la que había decidido llevarla ese día a la exposición, de haber estado en un carruaje cerrado al menos podría haberle evitado un tanto el bochorno. Todo fuera por el bien del decoro.

Ella se removió en su lugar, girando tanto el cuello para mantener su mirada en la calle que le sorprendió que no se fuera de bruces contra el adoquinado. Era evidente que quería hacerlo consciente de su enfado con su postura de hombros tensos y barbilla alzada en gesto desafiante, pero aquello solo hizo que sintiera ganas de reír. ¡Maldita mujer! Como si él no se sintiera lo bastante molesto consigo mismo ya.

Tomó una profunda inspiración, contó lentamente hasta cinco en su cabeza y finalmente, se dispuso a darle lo que ella le estaba exigiendo.

—Lo siento... —musitó con voz apenas audible. La mujer se volvió para darle un interrogante mirada con esos ojos verdes demasiado despiertos e irritantemente directos.

—¿Cómo dice?

La condenada haría que se repitiera. Dioses, Owen seriamente estaba comenzando a replantearse lo de casarse con alguien tan manipulador como él.

—Dije... —comenzó, elevando a conciencia su tono—, lo siento. —Las cejas femeninas se alzaron por completo, en un apremiante gesto de indiferencia. Quería más, la muy bruja lo haría arrastrarse—. Discúlpeme, no tenía idea de que estaría allí. Normalmente somos cuidadosos en ese sentido, así que puedo asegurarle que en el futuro no volveré a cometer un error semejante.

La mujer se dejó caer contra el respaldo del asiento, observándolo de un modo que él no supo comprender del todo.

—¿Lo promete?

Owen gruñó una maldición en su lengua, antes de sonreírle con falsedad.

—Lo prometo.

—No suena creíble. —Él fue a responder, pero ella lo cortó alzando su índice frente a su rostro—. La verdad es que no sé si tomar o no su disculpa, milord, dado que apesta a insinceridad. Esta es la primera salida con usted que en realidad estaba disfrutando y...

—¿Insinceridad? —la interrumpió con un bufido de incredulidad—. ¿Se atreve a acusarme de insinceridad usted? —Ella dio un respingo, llevándose una enguantada mano a la boca—. ¿Quién usaba una máscara para engañar a quién?

—¡Oh, ya supérelo! —prorrumpió la mujer, agitando una mano como aireando sus palabras—. Un matrimonio forzado creo que es más que suficiente castigo para purgar mi pecado.

Él soltó una risa burlona.

—¡¿Así que es un castigo casarse conmigo?!

Ella le devolvió una mirada cargada de solemnidad.

—Aceptaré mi condena y cargaré con mi cruz —susurró con su irritante barbilla en lo alto—. Pero no quiero verme afectada por sus problemas personales en la medida de lo posible. Así que en el futuro, por favor ahórrese la molestia de arrastrar conmigo si quiere salir huyendo de un lugar.

Owen apretó la mandíbula, apartando la mirada hacia la calle donde todo parecía excesivamente tranquilo y en calma en comparación con el interior de la calesa.

—¡He dicho que lo lamento!

—¡Le creeré cuando no me lo diga gruñendo como un animal!

Él le respondió con un gruñido bajo, dejando que los minutos se llenaran de silencio entre ambos. Esa mujer era imposible, estaba intentando mostrar su arrepentimiento y ella prefería regodearse antes que aceptar su disculpa y dar el tema por zanjado. ¿Es que acaso no veía lo difícil que era aquello?

Suspiró una vez más.

—Entiendo que se haya sentido avergonzada, créame que soy muy consciente de la situación y por eso me esfuerzo mucho para intentar controlar cualquier tipo de encuentro fortuito. —La mujer lo espió por entre las pestañas con curiosidad—. Sin embargo, estoy dispuesto a hacer caso omiso de él si esto vuelve a ocurrir en el futuro. ¿Piensa que eso será suficiente para que esté satisfecha?

Ella parpadeó, frunciendo sutilmente el ceño ante sus palabras. Al parecer iba a pedirle un sacrificio mayor y en vista de su precaria posición, Owen estaba dispuesto a ceder en cualquier aspecto.

—¿Caso omiso...? —comenzó a decir, para luego sacudir la cabeza con suavidad—. Milord...

—Voy a ignorarlo, ¿eso será suficiente? —la cortó, tratando de reforzar su determinación.

Ella volvió a parpadear, pareciendo más confusa que enfadada.

—¿Ignorar a quién? —dijo finalmente. Owen bufó.

—A Bastian, por supuesto.

—¿Al conde? —inquirió, pero antes de que él pudiera responder ella continuó—: ¿Por qué iba a ignorar al conde? Y... —Los ojos femeninos se clavaron en los suyos—. ¿Y por qué debería de haberme sentido avergonzada? ¿De qué está hablando?

—¿De qué estoy hablando? —le lanzó de regreso con sorna, logrando que la mujer le frunciera el ceño, molesta—. Del encuentro con Bastian, ¿de qué otra cosa podría estar hablando?

Ella esbozó una sonrisa tentativa.

—Aguarde un segundo, ¿por qué se está disculpando?

—¿Por qué...? —jadeó con indignación—. Porque él estaba allí, por supuesto.

—¿Y se disculpa porque el conde estaba allí? ¿Acaso usted lo llevó?

A ese punto de la conversación Owen estaba tan o más confundido que ella.

—¿Por qué pensaba que me estaba disculpando? —le devolvió, tratando de entender el modo en que trabajaba su mente.

—Porque me sacó de allí antes de que pudiera ver todos los inventos, ¿por qué más?

¿Era en serio? ¿Ella estaba ofendida porque no la había dejado terminar de hacer el recorrido? No sabía si reír o maldecir por lo ridículo de su reclamo. Owen se pasó una mano por el rostro, cansado.

—Señorita Peyton... ¿no se sintió ofendida por el encuentro con mi hermano? —Hizo especial hincapié en la última palabra, esperando que ella tomara la indirecta. La mujer solo se limitó a mover la cabeza en una muy tenue negación—. ¿No le molestó que me acercara a hablar con él en un sitio público?

—¿Por qué debería molestarme?

Fue una pregunta simple, pero cargada de tanto significado que por un segundo él se sintió sobrecogido. ¿Por qué debería de molestarle? Bastian era su hermano, estaba en su derecho de hablar con él donde quisiera y aun así, Owen hacía lo humanamente posible para que sus caminos no coincidieran. Llevaban tanto tiempo ignorándose mutuamente que Owen se había acostumbrado a que la gente reaccionara de forma exagerada cuando ellos se veían. Su madre solía regañarlo por días, su hermana le daba miradas tristes y los chismes se avivaban como una llama recién encendida.

Pero a ella eso parecía traerla sin cuidados, ella solo había querido terminar de ver la exposición.

—La gente hablará de eso —musitó al cabo de un largo segundo de silencio. La muchacha se sentó más erguida, mirando fugazmente hacia la calle.

—La gente siempre habla de lo que no sabe.

—Usted no lo entiende —señaló, siguiendo su ejemplo de mirar a lo lejos—. No se supone que deba agradarme el hijo bastardo de mi padre.

—¿Pero sí le agrada? —Owen se encontró con sus ojos antes de darle un rápido asentimiento—. ¿Y haría caso omiso de él si yo se lo pidiera? —Él bajo la mirada, para luego volver a asentir—. Acaba de decir que le agrada, ¿por qué se molestaría en hacer algo así?

—Usted será mi esposa —respondió sin más, ella negó aparentemente sin comprenderlo—. Además de mi madre y mi hermana, usted será la única otra persona con el derecho a molestarme. O a pedirme hacer cosas que me molestan. —La miró con firmeza—. No me gustaría dejar de hablar con mi hermano, pero entiendo que eso siempre será un problema... así que si me lo pide, lo haré.

La muchacha esbozó una pequeña sonrisa, inclinándose hasta que sus codos descansaron en sus rodillas. Owen la miró enarcando una ceja, pero finalmente captó su intención y también se inclinó en su dirección prestándole su oído. Ella le corrió el cabello detrás de la oreja, posando sus labios tan cerca que él pudo sentir el peso de su respiración bajando por su cuello.

—No quiero... —comenzó a decir con voz apenas audible—, jamás que usted... deje de hablar con su hermano. —Owen parpadeó, alejándose lo suficiente como para mirarla a los ojos, incrédulo—. No me importan los chismes y a usted tampoco deberían importarles.

—Lo intento —espetó, estirando un tanto los dedos para rozar los que ella mantenía en su rodilla—. Pero rara vez nuestra voluntad y nuestro destino corren en el mismo sentido.

La mujercilla sonrió con descaro.

—Estoy muy de acuerdo con eso, milord.

Owen se sorprendió a sí mismo devolviéndole la sonrisa, pero ésta murió al segundo en que sintió su delicada mano moviéndose para apretar la suya en un gesto de ánimo.

—¿Señorita Peyton? —Ella alzó ambas cejas de modo interrogante, él presionó los ojos con suspicacia—. ¿Qué está faltando?

—¿Milord?

Owen encerró los dedos de ella antes de que pudiera apartarse y entonces, alzó su mano a la altura del rostro de ambos.

—¿Qué está faltando? —Automáticamente la muchacha se sonrojó, tratando de zafarse de su férreo amarre—. Le hice una pregunta —insistió, a lo cual ella respondió con una mueca desdeñosa.

—¡Dios! —exclamó, empujándolo por el hombro hasta que él accedió a liberar su mano—. No pierde tiempo para arruinarlo, ¿no es así?

—Deje el drama y póngase el condenado anillo. —Ella lo remedó haciendo una vaga imitación de su voz que solo logró tentarlo a tomarla por el cuello y...—. Maldita mujer.

—¡Escocés irritante!

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[1] Conversación en dórico:

—¿Cómo estás?

—Hecho un lío.

—Tonto. 

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Lucas: Así que estuvimos analizando la situación y al parecer venimos con una larga deuda, así que intentaremos empezar a pagar algunas. 

Evan: Este capítulo se lo vamos a dedicar a dos chicas especiales, dos adorables hermanas. 

Neil: ¿Hermanas? Vaya, Evan, no te tenía en ese plan... 

Evan: Ese es tu deseo oculto, Neil, no el mío.

Neil: ¡Oye! ¿Qué pasó con la ética profesional? ¡No se supone que debas hablar de eso!

Evan: Mira quién se acaba de sonrojar... jaja

Neil: ¡Es mentira! 

Jace: Yo creo que estás algo sonrojado, amigo.

Didi: ¡Hombre, no pensé vivir para ver a Neil abochornado!

Neil: ¡Que no lo estoy!

Bastian: Suficiente de este ridículo. Nadie quiere ver a un caballero sonrojándose como una debutante durante su primer baile... 

Neil: =O ¡Idiotas! *se va*

Dimo: ¿Acaso dio un portazo? 

Didi: Creo que lo estamos perdiendo, ¿se estará pasando al otro bando?

Neil: ¡Los estoy escuchando! ¬¬

Lucas: Vaya... esto es algo sin precedentes, ¡Evan acaba de hacerle bullying a Neil! 

Evan: Jajaja en fin... mejor termino de dedicarles el capítulo a annebugg y a su hermana andrearosegrey . Fue un verdadero gusto haberte hecho compañía durante tu recuperación, esperamos que ahora que nos conociste nos sigas acompañando por muchos años más. 

Lucas: Un abrazo a tu hermana que impulsó este encuentro. Y un saludo para el resto de los lectores, esperamos como siempre que hayan disfrutado del capítulo :D

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