Obra maestra
Para que no se quejen de que tardo, eh xDD
Nuevo cap. espero disfruten de la lectura y ya me contarán. En la imagen Owen las mira pidiéndole que no lo maltraten jajaja
Capítulo VII: Obra maestra
No fue capaz de esperar hasta el intermedio, murmurando una rápida excusa que no pareció interesar a sus acompañantes, Owen salió del palco sin un destino demasiado claro en mente. ¿Qué estaba buscando exactamente? ¿A una mujer cuya cara nunca había llegado a ver?
Oh, vaya, él estaba haciendo el ridículo de sí mismo. Debería de volver en ese preciso momento, debería intentar en realidad conocer a la chica con que había llegado, debería al menos mostrar un poco de interés. Pero de todos modos sus pies continuaron moviéndose por el pasillo, llevándolo cada vez más lejos del palco y de sus deberes.
Estaba hecho, pensó en su fuero interno. Aquella mujer del demonio se había bebido su whisky, lo había enviado a una inútil tarea de búsqueda de comida y luego lo había abandonado allí, dejándole su máscara como una especie de declaración de principios. No podía solo permitirle salirse con la suya, ¿cierto?
Gruñó por lo bajo, a punto de pegarse la vuelta cuando notó a un lacayo que lo observaba desde la esquina más apartada del pasillo. Owen no estuvo del todo seguro de si se trataba del mismo que le había llevado la nota, normalmente no se molestaba en recordar cómo lucía la servidumbre, pero por el modo en que éste lo miraba parecía una muestra de reconocimiento.
Al diablo. Se acercó.
—¿Tú me diste la nota?
El joven asintió, tieso.
—Sí, señor.
—Su Gracia —lo corrigió, altivo. No tanto porque le gustara presumir su título, sino porque necesitaba que ese chico lo respetara para lo siguiente que le pediría.
—Sí, milord, disculpe. —Le hizo una reverencia.
—¿Dónde está ella?
El chico abrió los ojos como platos, mirando alternativamente algo sobre su hombro y su persona. Owen enarcó las cejas y, curioso, se giró para seguir el camino de su mirada. No había nada ni nadie detrás de ellos.
Lacayo extraño.
—¿Milord?
—La mujer que te dio la nota, ¿dónde está? ¿En qué palco? ¿O es que acaso está abajo?
Tras un breve silencio, el joven sacudió la cabeza.
—No lo sé, milord, ella solo... —Hizo un vago ademan con su mano—. Iba pasando y me pidió que le diera la nota, no sé de dónde vino o a dónde fue luego. Lo siento, yo...
Owen silenció su disculpa con un breve gesto y luego soltó un profundo suspiro, molesto. Maldita mujer, ¿cómo podía ser posible que siguiera jugando al gato y al ratón con él?
—Bien, necesito que hagas algo por mí.
—Por supuesto, milord —accedió él al instante. Owen ocultó su sonrisa satisfecha, eso de ser marqués tenía que tener alguna ventaja después de todo.
—Vas a buscarla y a entregarle un recado de mi parte, ¿podrás?
El chico parpadeó un par de veces, frunciendo el ceño en un gesto de confusión.
—¿Quiere que la busque?
—Sí. —Metió su mano dentro del chaleco y extrajo tres soberanos, los cuales rápidamente depositó dentro de su palma—. Si la encuentras hay otras tres de estas para ti.
El lacayo abrió los ojos con desmesura hacia las monedas de oro. No era común que se diera de propina un soberano, mucho menos tres o la promesa de seis. Era casi como el salario de dos meses para ese chico. Le sonrió abiertamente.
—La encontraré, milord, sin problemas.
Owen asintió, no iba a pasar de esa noche para aclarar la situación con esa dama tan... particular.
***
Cuando finalmente salieron para el intermedio, Aime casi estuvo lista de dar gracias al Señor por el más que necesario respiro. ¿A quién se le había ocurrido representar una obra tan mala?
—Iré al tocador —le susurró a su madre, la cual se veía bastante cómoda charlando con la mujer del coronel.
Aime sonrió, su madre era una gran persona y de regreso en Ripon no tenía muchas conocidas con las que pudiera alternar, al menos no conocidas como las que ella solía tener en su juventud. Era bueno verla radiante por el simple hecho de poder entablar nuevas y elegantes amistades.
No acababa de dar vuelta por el pasillo que guiaba a los servicios, cuando vio al lacayo de antes, el cual la miraba a su vez con rostro ansioso. Ella tragó el repentino nudo que se cerró en su garganta, ¿acaso había pasado algo?
—Mi... mi señora —dijo con vacilación, acercándose a ella cautelosamente.
—¿Ocurre algo?
Él no respondió, sino que con manos rápidas le hizo entrega de una nota muy parecida a la que ella le había dado antes. Parpadeó, mirándolo por entre las pestañas con arrobo, el joven asintió a su pregunta no formulada y Aime alzó un dedo para pedirle un segundo, mientras continuaba su camino hacia los servicios como si ellos nunca hubiesen cruzado palabra.
Una vez allí, abrió la nota con manos temblorosas. El marqués le había respondido. Bueno, no precisamente a ella, pero sí a su otra ella. Es decir que le había respondido a su otra ella, mientras estaba sentado junto a ella buscando a su otra ella en los rostros de las cientos de ellas que no eran ella.
Estupendo. Bufó, ella simplemente debería dejar de pensar.
"Dolido. Ofendido. Ligeramente abatido. Confuso. Molesto. Irritado.
Pero más que todo, profundamente intrigado.
¿Aburrido? Jamás sabiendo que me está observando.
¿Me devolvería la cortesía?
G."
¡Él quería verla!
***
"¿No debería prestar atención a su acompañante?
Me sorprende, sir, pensaba que era un caballero
M."
Owen esbozó una leve sonrisa. Ella iba a caer.
***
"Tiene toda la razón, pero la culpa es enteramente suya.
Solo dígame que puedo verla después de la obra. Termine con mi suplicio para poder volver a mis obligaciones.
G."
¿Así que ella era una obligación? Vaya comentario más desatinado.
Aime miró de soslayo al hombre sentado a su siniestra, sabiendo que debería terminar de una vez con ese absurdo intercambio de notas, sin embargo fue incapaz de refrenarse y por segunda vez esa noche, se excusó para ir a tomar aire.
¿Entonces él quería verla? Perfecto. Hora de concertar una cita.
***
"Estoy segura de que está familiarizado con "La Rosa y la Corona"
Espéreme en su carruaje allí, a media noche.
Yo iré a su encuentro.
M."
Owen frunció el ceño algo frustrado, mientras apretaba la nota dentro de su puño. Una cita a media noche en un lugar tan público le parecía algo arriesgado, sobre todo cuando estaba intentando en realidad convencer a la sociedad de que era un buen hombre y que no había heredado ni una pisca de la personalidad libertina de su padre; pero esta mujer lo estaba retando. Y Owen Hodges no renunciaba a un reto sin más. Podía simplemente usar uno de sus carruajes sin blasón, nadie lo distinguiría entre los otros tantos que habría por ahí y ni siquiera planeaba bajarse.
Sí, pensó con mayor firmeza, eso podía funcionar.
***
"Allí estaré.
G."
Aime se apresuró a esconder la última nota del marqués en el interior de su guante, mientras sus padres decían los adioses correspondientes y se disponían a buscar un carruaje de alquiler que los llevara al hotel donde se hospedaban. Había sido una labor hercúlea ocultar las notas o hallar los momentos indicados para dar sus respuestas, pero afortunadamente el lacayo había sido un aliado inesperado en todo ese absurdo juego. Justo antes de que ella se marchara, el joven se había acercado para hacer el intercambio con disimulo y tras esbozar una pequeña sonrisa le había dicho: "él no sospechó nada".
Y a pesar de que ella había pasado un enorme momento de incertidumbre al temer ser descubierta, no pudo evitar reír por ese comentario. Era cierto, al final de cuentas ellos habían conseguido engañar al marqués y el final de ese acto se representaría a media noche en "La Rosa y la Corona".
Su pequeña charada sería una digna obra maestra y con eso, ella se daría por satisfecha. Su orgullo estaría restaurado y su vanidad subsanada, nada podía echarle a perder ese momento de triunfo.
Al menos eso había creído hasta que el reloj dio las once con treinta minutos y Aime comenzó a albergar ciertas dudas respecto de su estupendo plan. Durante el intercambio de notas le había parecido sublime el citarlo en un lugar y volver a dejarlo plantado, sería el toque perfecto para poner a ese hombre soberbio en su lugar.
—¿Entonces por qué le estás dando tantas vueltas? —se preguntó en voz alta, mientras su acusadora mirada la enfrentaba desde el espejo.
Ella no tenía motivos para sentirse culpable, ¡ese hombre la había insultado! Dejarlo esperando era un mal menor, ¿cierto?
Aish... ¿por qué sus padres habían hecho tan buen trabajo educándola? En ese momento agradecería tanto el no tener una conciencia reclamándole por su comportamiento, en ese momento daría lo que fuera por habérselo pensado un segundo más antes de ponerse a jugar con ese hombre. No le gustaba como se estaba sintiendo, no le agradaba esa horrible sensación amarga que parecía atorada en su garganta. Ella no le iba a hacer ningún daño físico, solo quería... solo quería castigarlo.
—¿Y quién eres tú para castigar a una persona? —volvió a cuestionarse, incapaz de solo meterse a la cama y olvidarse que alguna vez había interactuado con el marqués.
No estaba en su naturaleza el ser maliciosa, pero él había sacado la peor parte de su persona y ahora la parte que sentía culpa, no estaba dispuesta a darle una tregua. Ella había obrado de forma incorrecta, era tan simple como eso.
—Bien —se regañó con la mirada firme en su reflejo—. Lo has engañado, pero todo tiene solución.
Podía enviarle una nota a su casa, avisándole que no sería capaz de asistir y entonces todo estaría resuelto. Aunque para eso tendría que hacer uso de algún lacayo del hotel y el marqués en ese caso no tendría problemas en identificarlo. No. Si enviaba una nota tenía que ser con alguien desconocido, alguien de la calle. Por supuesto eso significaría salir a la calle a encontrar a alguien que realmente cumpliera con el recado y esa sería una apuesta muy optimista.
—Demasiado arriesgado. —Y nada podía asegurarle que el marqués hubiese regresado a su casa después del teatro, ¿y si se presentaba directamente en el lugar de la cita? Entonces una nota sería igual que nada—. ¡Ahh! ¿Qué hago? —Se masajeó las sienes con fuerza—. Piensa, Aime, piensa.
Podía intentar pasarle un recado a su cochero, aunque eso implicaría que saliera... pero al menos no debía utilizar intermediarios. Solo iría hasta "La Rosa y la Corona" en un carruaje de alquiler, le daría aviso al cochero como si se tratara de un mensaje de "su señora" y se regresaría; el marqués no la esperaría en vano y se evitaría todo daño.
Es un buen plan.
Ella no se dio lugar o tiempo para dudarlo, rápidamente se puso en movimiento y rebuscó entre sus vestidos el más común y sobrio que pudo encontrar. No le puso nada de esmero a su atuendo, esperando lucir como una simple criada... pero al encontrarse con su reflejo una vez más, supo que su rostro era demasiado distintivo. Incluso si el cochero no tenía una buena mirada de ella, alguien podía reconocerla en un lugar tan transitado y eso sería su ruina sin lugar a dudas.
—Mantengamos el disfraz —musitó, al tiempo que buscaba su peluca rubia de la fiesta. Luego de quitarle algunos apliques que solo la hacían lucir extravagante, Aime la peinó de un modo que luciera menos artificial y se la colocó con esmero, para luego cubrirse con la capucha de su capa—. Podría funcionar.
Claro, siempre y cuando nadie le viera el rostro. Con un suspiro de molestia regresó a su baúl de trajes y puso todo patas arriba, hasta dar con una vieja máscara blanca que había utilizado en una fiesta de la pretemporada. No era ni por asomo tan bonita como la que había usado para la fiesta de disfraces, pero servía para cubrir la mitad problemática de su rostro y eso debía de ser suficiente.
—Listo. —Sonrió hacia su reflejo, tratando de ver si había algo reconocible en su aspecto y se quedó bastante satisfecha con el resultado. Aun si alguien conocido la veía, sería muy poco probable que pudieran hacer la asociación correcta. Y no es como si fuera a encontrarse con el marqués mismo, solo iría a evitarle la humillación de ser plantado por segunda vez.
Porque si bien ese hombre había sido cruel con ella, Aime demostraría ser mejor persona que él al no devolverle el golpe con un gesto tan bajo. Y eso era digno de admiración. Una vez que le informara a su cochero que no asistiría, ella cortaría cualquier posible trato a futuro con ese caballero.
Lo mejor que podía hacer en esa situación era perdonar, avanzar y olvidar.
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Hmm Aime tiene mucha conciencia, ¿será que Owen merece la pena?
Nos estamos leyendo, gente, como siempre espero que les esté gustando la historia. Lo hago lo mejor que puedo, pero saben que la histórica no es mi fuerte xDD
En fin, a ver si pronto tenemos noticias de nueva historia. Bye ^^
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