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Las noticias vuelan

Lo sé, fue una larga espera. Pero estaba esperando el impulso para darle lo que quería a este cap. 

En fin, vamos a ello. Espero les guste y como siempre, gracias por tomarse el tiempo de pasar por acá :D

Capítulo XVII: Las noticias vuelan

Un insistente y repentino golpe en la puerta hizo que Aime diera un brusco respingo y su mente se aclarara de sopetón. Bueno, quizás —pensó en su fuero interno—, quizás ellos sí eran un poco compatibles. Si es que ese beso podía tomarse de indicio, claro.

—¿Piensan demorar mucho más allí dentro? —masculló una voz masculina con aires aburridos desde el otro lado—. ¿Debería decirles que vuelvan mañana o...?

Owen abrió la puerta de un tirón, interrumpiendo al conde a mitad de su protesta. Aime sintió sus mejillas encenderse al notar cómo los ojos de lord Hastings iban de uno a otro, sin hacer ningún esfuerzo por disimular el brillo de burla.

Frunció el ceño hacia Owen, intentando mostrarle su enfado porque hubiese abierto sin darle tiempo a recomponer su imagen pero él solo le devolvió una sonrisa indolente para completa frustración suya.

—¿Qué hacen aquí? —pidió saber entonces, cruzándose de brazos y avanzando de modo que su cuerpo casi consiguió cubrir por completo el marco de la puerta. Y a ella de la vista de sus invitados.

—Tengo un hijo de un año, Owen —explicó el aludido, mostrando al pequeño que llevaba en brazos como si recién recordara que también estaba allí—, intenta que se esté quieto mientras ustedes andan profanando terreno sagrado y luego puedes reclamarme.

—Nosotros no... —comenzó a protestar ella haciendo un alto en su labor de arreglar su tocado, pero ni Owen o Bastian hicieron caso de su persona.

—¿Realmente Jasmine confía en ti para cuidarlo? Esa mujer... —murmuró su prometido al tiempo que estiraba una mano para tomar los deditos del bebé y llevárselos a la boca como si fuera a comerlos—. Hola, niño feo.

Ryan lo obsequió con una carcajada, agitándose en los brazos de su padre mientras su tío fingía tener apetito de su pequeño pulgar. Aime frunció el ceño ante el horrible apelativo que usaba para referirse a un niño cuya hermosura superaba con creces a cualquier otro. Pero no era la primera vez que lo escuchaba llamarlo así, incluso su padre lo llamaba así y... bien, ¿quién era ella para objetar sus tratos familiares?

—¿Entonces la boda sigue en pie? —inquirió Bastian, observándola por encima del hombro de Owen.

Aime asintió con cierta vacilación. En realidad ya no le quedaban motivos para recelar de la boda, Owen había sido más que convincente a la hora de presentar los puntos de su acuerdo matrimonial y no podía decir que hubiera sido injusto con ella. Aime ganaba mucho con ese arreglo, un título, estabilidad económica y una libertad simbólica que no siempre era otorgada en ese tipo de uniones. Entonces, ¿qué la detenía? Incluso casi podía sentir que ellos estaban llevándose mejor. ¿Qué más podría querer?

—Por supuesto que sigue en pie —prorrumpió él con seguridad, interrumpiendo su línea de pensamiento.

Bastian asintió en silencio, mandándole una significativa mirada antes de dar un paso hacia atrás e inclinar la cabeza en simbólica retirada.

—Bueno, Junior y yo le daremos un minuto más de nuestro valioso tiempo... —Agitó la manito del bebé a modo de saludo, con lo que consiguió que el vizconde se entusiasmara y comenzara a patalear para bajarse. Bastian sonrió, encogiéndose de hombros—. Quizás solo sean treinta segundos.

¡Gaaa, baba!

—Calla, no puedes apresurar el romance, pequeño.

Tanto ella como Owen se observaron al escuchar aquel último intercambio que padre e hijo tuvieron en el pasillo, pero ambos sabiamente decidieron no hacer comentarios al respecto. El romance no tenía nada que ver allí, el romance nuca tendría lugar en ese matrimonio y eso al menos, era algo en lo que los dos estaban de acuerdo.

—¿Tienes alguna otra cosa que discutir? —inquirió él pasado unos segundos de la marcha de Bastian y el bebé. Aime negó, sin saber exactamente cómo proceder—. ¿Vamos? Bastian ha sido solo la primera advertencia, si seguimos más tiempo aquí no prometo que el resto de mi familia no se presente a golpear la puerta.

Ella no pudo evitar que una risilla boba se escapara de sus labios al imaginar esa escena. La familia de Owen le había parecido peculiar en el mejor de los casos, el trato de los tres hermanos era amigable y a la vez sarcástico; pero algo estaba claro para Aime, su madre no era en lo absoluto alguien para tomarse a broma. Y Owen parecía ser el más consciente de ese hecho.

—Tú deberías ir primero —le indicó, haciendo un ademan hacia la puerta abierta. El hombre siguió su movimiento con la mirada sin hacer ningún intento por avanzar, como si por primera vez estuviese tomándose un segundo para dudar del paso que estaban a punto de dar—. ¿Owen?

Él parpadeó, llevando su atención hacia ella.

—Lo siento, pensaba.

—¿En qué? —susurró casi esperando no recibir respuesta.

Owen irguió los hombros, adquiriendo una postura decidida.

—En que ha llegado el momento de congraciarme con la sociedad.

Ella presionó los ojos, dando un paso hasta colocarse codo con codo con él.

—Tú querías una boda grande —le recordó burlonamente. Le maravillaba la idea de que en realidad él estaba sintiendo nervios de hacer su gran presentación pública, después de todo lo que había insistido para no dejar a nadie importante fuera de ese acontecimiento—. No lo estarás reconsiderando ¿o sí?

Owen la observó por el rabillo del ojo con cierto aire fastidiado.

—Claro que no. —Y tras decir aquello le dio un suave tirón a su chaqué color negro para arreglar cualquier potencial arruga y con una mano echó los mechones rubios fuera de su rostro, recomponiendo solo parcialmente el pulcro peinado que había tenido antes. Entonces atravesó el umbral con paso firme, deteniéndose una vez que estuvo en el pasillo para darle una mirada resignada—. Por cierto, la boda grande no fue mi idea, fue de mi madre.

Aime sacudió la cabeza, intentando disimular una sonrisa pero no tuvo mucho éxito en ello. Era evidente que Owen tenía una fuerte debilidad cuando se trataba de complacer los caprichos de su madre; y era extraño, pensó ella en ese instante, pues con lo poco que los había visto interactuar Aime casi podía apostar que ellos no eran cercanos.

—Ella estará muy orgullosa de ti —musitó, saliendo a su encuentro en el pasillo. Finalmente pudo tener una imagen de lo que los esperaba unos metros más adelante y de súbito comprendió el recelo que veía reflejado en los ojos del marqués.

Owen negó, apartando la mirada del infinito para posarla en ella.

—No, no lo estará —aseveró con un desenfado que no pareció autentico—. ¿Lista? Te llevaré con tu padre.

Le ofreció su brazo pero Aime no lo aceptó, sino que volvió su atención hacia el final del pasillo donde su padre y la marquesa aguardaban por ellos para hacer las correspondientes entradas. No estuvo segura de qué cruzó por su mente en ese segundo, pero repentinamente una idea cobró fuerza en su interior y fue incapaz de guardársela para sí.

—Quiero algo más —le espetó, elevando el rostro para observarlo decididamente. El hombre enarcó una ceja con desconfianza.

—¿Otra demostración de compatibilidad?

Ella sonrió, sacudiendo la cabeza en una negación.

—No —aseguró con aplomo—, quiero escoltarte. —En ese momento su cara de desconcierto fue un poema y de no ser por la tensión que sentía emanar del cuerpo de Owen, ella incluso habría reído.

—¿Disculpa? —inquirió con la voz en un susurro.

—Quiero escoltarte —repitió, sintiéndose cada vez más segura de aquella decisión. Después de todo, no había ninguna regla que dijera cómo debían hacer su entrada o el recorrido hacia el altar, ¿no es así? Más bien eran un montón de anticuadas tradiciones que en el caso de ellos, hacían sentir incomodo al novio. Owen parpadeó, al parecer sin saber qué responder, ella sonrió—. Dime algo, ¿quieres caminar hacia al altar del brazo de tu madre?

Eso sería lo que todos esperarían. Si bien la entrada del novio no era tan importante como la de la novia, la costumbre era que una madre acompañara a su hijo hasta el altar o caso contrario, él hacía el recorrido solo.

—Es lo que ella esperaría —dijo tras un estudiado silencio—. Es lo que todos esperarían.

—Pero... ¿es lo que quieres?

Owen alzó ambas cejas, estudiándola con sus atentos ojos celestes.

—No... —respondió con cierta vacilación.

—¿Quieres que te escolte?

—¿Quién te escoltará a ti?

—Mi padre.

—¿Tu padre te escoltará a ti y tú a mí? —Sonaba como una ridiculez dicho así, pero no era como si pudiese echarse para atrás ya. Asintió efusivamente. Owen soltó un suspiro por lo bajo, para luego enlazar su brazo con el de ella—. Seremos la sensación de esta temporada —murmuró al tiempo que se ponían en movimiento y se dejaba llevar por ella.

Aime rió entre dientes.

—Bueno, tú querías que fuera inolvidable. —Sus ojos se deslizaron en su dirección con una expresión que ella no supo leer por completo—. Con esto nadie se olvidará de los marqueses de Granby.

—¿Bromeas? —inquirió en voz baja, mientras se acercaban a las puertas principales donde sus padres los aguardaban—. Esta será la primera vez en la historia en que la prometida escolta a su prometido al altar.

—¿Sabes lo que la gente verá en eso?

Owen asintió haciendo una mueca de disgusto con sus labios.

—Hm... que soy un pusilánime.

Ella rió ante la mera posibilidad de que pudiera ser visto como alguien blando, él de entre todos los hombres ¡era ridículo!

—Claro que no... —Le sonrió, tratando de serenarse al notar como los ojos de la marquesa la analizaban mientras avanzaban hasta ellos—. Verán a un hombre de buen corazón.

—Y de poco sentido común —añadió él en broma, antes de detenerse frente a su padre para ofrecerle una rígida reverencia.

A partir de ese instante las cosas comenzaron a pasar como en una vorágine para ella. Aime no tuvo que cruzar palabra con la marquesa, Owen simplemente se limitó a informarle sus planes y la mujer no presentó protesta, aunque tampoco lució feliz de que estuviera siendo relegada de su función. Su padre, por el contrario, estuvo encantado con la idea de ellos y los felicitó por mostrar un frente unido ante un grupo de personas que no le harían fácil el encajar.

Aime tuvo razón sobre algo, eso sí. Nadie de los presentes pasó por alto el hecho de que entraran juntos, así como también nadie se calló su opinión una vez que la ceremonia hubo concluido. Pero a ellos no les importó mucho, la verdad fuera dicha. Una vez que estuvieron de pie frente al párroco, las miradas y murmullos de los invitados pasaron a ocupar un segundo plano. Ella recordaba haber pronunciado sus votos con torpeza y también sentir la enguantada mano de Owen presionar sus dedos en cada momento de vacilación. Recordaba verlo expresando sus promesas con voz firme pero rígida, enfocado en decir cada palabra con perfecta claridad. Y entonces el párroco habló de la confianza, la amistad y el amor, intercambiaron sus anillos y una mirada confidencial.

—Puede besar a la novia —indicó el hombre de Dios, sonriéndoles con amabilidad.

Owen enarcó ambas cejas hacia ella, en silencioso pedido. Aime asintió con timidez. Finalmente él se inclinó para rozar sus labios con un toque tan ligero como una pluma y mientras los asistentes se incorporaban para aplaudir con efusión, su recientemente adquirido esposo arrastró un beso por su mejilla, hasta el alcanzar el lóbulo de su oreja.

—Cuidaré de ti —prometió en un susurro que solo ellos oyeron. Aime retrocedió lo suficiente como para enfrentar sus ojos claros.

—No necesito tu cuidado —le informó, tomando la mano donde antes había puesto su anillo entre las suyas—. Necesito tu compañía.

Y eso tendría que ser más que suficiente.

***

Owen no podía decir que estuviese disfrutando de la velada, a decir verdad se había cansado de las sonrisas y los falsos cumplidos ni bien ellos atravesaron la puerta que los guiaba a la gran recepción que estaban ofreciendo en su casa. Pero supuso que valía le pena, al ver cómo su nueva marquesa se desenvolvía tan hábilmente con cualquier miembro de la sociedad que se le acercaba, supo que la decisión había sido la más atinada. Tal vez la reputación de su familia no subiría inmediatamente, pero sin duda la asociación con los Peyton haría que el ascenso fuese menos empinado. Era todo lo que podía hacer por su hermana, darle una oportunidad real de encajar sin que el estigma de su padre fuese algo tan pesado sobre sus hombros. Y el verla riendo y paseando del brazo de Aime por el salón, fue motivación suficiente como para obligarlo a sonreír y hacer de cuenta que se estaba divirtiendo.

Al menos hasta que fue molestamente interrumpido.

—¿Milord? —Su secretario y hombre de mayor confianza, el señor Foster, se detuvo junto a él con gesto serio.

—Foster realmente no es momento —le informó, al tiempo que se llevaba su vaso de whisky a los labios.

—Me disculpo —dijo éste, cuadrando los hombros solemne—. Pero me ha ordenado que le informara cualquier cosa en relación a este tema.

Owen frunció el ceño, apartando la mirada de su esposa y su hermana para posarla en su inquieto secretario. El hombre era bajo, calvo y su gusto por la moda era como ver la colisión de dos carruajes cargados de heno, pero era fiel, comedido y nunca, jamás pecaba de exagerado. Por lo que si se mostraba ansioso, muy probablemente el tema sería motivo de ansiedad para Owen también.

—¿Otro? —preguntó con voz afilada. El hombrecillo asintió con rostro pétreo—. ¿Hace cuánto?

—Ayer en la noche.

—Maldita sea. —Notó como Aime ondeaba una mano para saludarlo desde el otro lado del salón y Owen tuvo que hacer un enorme esfuerzo para relajar su postura y corresponderle. Ella le señaló a su hermana, la cual en ese instante se encontraba caminado hacia la pista del brazo de un joven caballero y él esbozó una sonrisa—. ¿Cómo?

—Igual que los otros. —Su secretario carraspeó, incomodo. La sonrisa de Owen desapareció—. Al parecer está trazando una dirección. —Él le envió una mirada interrogante, a lo cual el hombre suspiró con cansancio—. No es seguro pero parece que se mueve hacia aquí, milord.

—¿En qué te basas?

—Los hombres de Elgin creen tener una pista fuerte, una posada cerca de Langar.

—Es mi boda —masculló, comprendiendo demasiado pronto lo que su secretario estaba intentando decirle.

—Comprendo, milord, lo siento. —Foster le hizo una profunda reverencia, comenzando a apartarse de él.

—Aguarda —lo detuvo, manteniendo su mirada en Aime que reía la broma de alguien más—. Cuando acabe la recepción.

Foster asintió.

—Tendré listo a Shilt.

Owen no respondió, ni siquiera miró a su empleado mientras éste se perdía en la multitud. Solo fue capaz de pensar en cómo haría para informarle a su nueva esposa que esa noche iba a tener que pasarla sola. Maldita sea, al menos no había tenido ilusiones de conseguir una noche de bodas al finalizar la fiesta, pero esto mataba cualquier posibilidad de agradarle a su mujer luego.

—Me lleva el diablo. —Vació su vaso de un solo trago y se arregló el chaqué mientras se encaminaba hacia Aime con paso firme.

Iba a solucionar esa cuestión de un modo u otro, y luego, luego pensaría en cómo compensarla por el desplante.

***

Langar, a las afueras de Leicestershire

La noticia de la boda del marqués de Granby fue de gran interés público, incluso para aquellos individuos que se encontraban en los márgenes de la sociedad inglesa. No hubo nadie que no escuchara del compromiso o de la gran fiesta que se había previsto sería la que más asistentes convocase esa temporada.

Brand McLaren fue uno de los tantos hombres que posó sus codiciosos ojos en ese evento en particular y cuando se hizo de un periódico que había dedicado casi toda su publicación a resaltar todas las posesiones de los nuevos marqueses, no pudo más que subir al trote las escaleras de la posada en la que se estaban quedando y aporrear la puerta del final del pasillo. Tras unos minutos y varias maldiciones, un hombre de unos veintitantos años abrió de un tirón ofreciéndole un feroz ceño.

—¿Qué mierda pasa contigo? —gruñó, tallándose los ojos con el puño.

—¿Ya viste? —Lo empujó colocándole el periódico contra el pecho, para luego colarse en la precaria y diminuta habitación.

—¡No he visto una mierda! —masculló sin molestarse en tomar el ejemplar—. ¿Por qué me despiertas a estas horas?

—Mira el condenado periódico y deja de quejarte. —Se dejó caer en una silla que rechinó en protesta bajo su peso—. Al parecer es hora de movernos más cerca de Leicestershire.

El joven elevó ambas cejas, maldiciendo mientras se agachaba para recuperar el maltratado periódico.

—¿Así que ya es oficial?

—Así parece —musitó Brand, aguardando su reacción.

Lo observó leer las palabras impresas con gesto distante, mientras aquellos ojos celestes se movían con pericia y la astucia que parecía nunca abandonarlo. Aun cuando era considerablemente más joven que él, Brand tenía que admitir que el chico se ganaba el respeto a pulso y desde que se habían asociado, nunca le había dado motivos para quejarse. Por supuesto que tenía el genio de un perro hambriento, pero al menos era un perro que sabía hacer su trabajo.

—Muy bien —dijo al cabo de un par de minutos—. Haz que Mils junte sus porquerías, haremos un pequeño viaje.

—¿Podrás hacerlo, muchacho?

Aquella mirada de hielo se posó en él con evidente recelo y rabia.

—Llámame muchacho de nuevo, Brand y te cortaré la garganta mientras duermas.

Brand rió con tono ronco.

—Relaja esa actitud, Valen —le indicó, poniéndose de pie con calma—. O tu nueva familia te lavará la boca con jabón.

Tras regalarle un burlón guiño, Brand cerró la puerta a sus espaldas y por primera vez, Valen tuvo un segundo para pensar en todo lo que acababa de leer en aquel periódico. Al parecer a su hermano le había ido bastante bien en la vida, reflexionó para sus adentros mientras clavaba una mirada ausente en la ventana y pensaba brevemente en su propia vida.

Suspiró.

—Momento de equiparar las cosas.

______________________________

Didi: Mucha gente se sorprende por este tipo de dedicatorias.

Neil: ¿Por qué?

Didi: No lo sé, supongo que no están acostumbrados a tener tantos dioses griegos perfectos hablándoles como iguales. Esas cosas no son fáciles de asumir. 

Neil: Te entiendo, todavía me cuesta mirarme en el espejo y no querer propasarme conmigo ¿sabes? 

Didi: ¡Por supuesto! La gente no sabe que toda esta belleza es un gran responsabilidad...

Lucas: ¬¬ ¿han estado fumando esa cosa rara de nuevo?

Dimo: Mejor ni preguntes y abre las ventanas. 

Neil: ¿Qué?... es la única forma de calmar sus intentos de levantamiento.

Dimo: Bien podemos dejarle la mordaza como yo sugerí.

Jace: También tiene que comer, Dimitri. No podemos ser tan crueles. 

Dimo: Sí podemos, solo que tú no quieres. Hay un gran trecho entre esos dos términos. 

Iker: En mis tiempos simplemente lo habríamos colgado por insurrecto. 

Dimo: Dichosos tiempos, milord, dichosos... 

Lucas: Bien, dejando de lado los castigos medievales, hagamos esta dedicatoria. 

Dimo: La chica dice que viene pidiéndola desde hace años, lo cual deja mucho que decir sobre tu administración Hassan. 

Jace: Quizás yo deba hacerme cargo de las dedicatorias.

Dimo: Quizás tú quieras una mordaza que haga juego con la de Didi. 

Lucas: ¡Suficiente! Este es mi trabajo y solo yo mando aquí...

Dimo e Iker: ¬¬

Lucas: jessicaponce3576 pido disculpas por la demora de años. Algunas veces las cosas buenas se toman su tiempo.

Neil: Y nosotros estamos más que buenos, así que está justificado ;) 

Jace: Esperamos que hayas pasado un buen cumpleaños, aunque estemos un poco tarde. 

***Chirridos***

Lucas: ¿Están afilando cuchillos?

Jace: Yo que tú salgo corriendo. 

Iker: Condenado plebeyo, ¿darnos órdenes a nosotros? ¡Ja! 

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