La venganza es un plato que se sirve frío
¿Cómo van? Espero que todo bien por allá, no tengo nada que decir así que los dejo con estos dos xD
Capítulo V: La venganza es un plato que se sirve frío
¡Era horrible!
Ese fue su primer pensamiento ni bien aquel líquido hizo su recorrido de fuego camino abajo por su garganta. Aime tosió con fuerza. ¿Cómo alguien encontraba placentero beber aquello? Volvió a toser, tratando de aplacar el repentino ardor; y tras un par de respiraciones profundas, fue capaz de elevar su llorosa mirada. Graso error.
El marqués tenía sus atentos ojos fijos en ella, la observaba estoico y calmo, aunque resultaba evidente que sus labios luchaban por no curvarse con la fuerza de la burla.
—¿Se está riendo de mí? —le arrojó sin resuellos, ofendida con la simple idea de que pudiera encontrar más formas de humillarla.
Él parpadeó ante su reclamo, echando el cuerpo ligeramente hacia atrás como si temiera que ella aplicara violencia física.
—Sería lo último que haría.
—Miente —aseveró, notando el brillo del humor en su mirada.
El marqués sonrió, Aime bufó.
—Jamás me atrevería a estar en desacuerdo con una dama —murmuró amablemente, haciendo que ella lo observara con escepticismo. Su comportamiento le resultaba demasiado confuso, sobre todo sabiendo lo que él pensaba en realidad de ella—. ¿Le ha gustado? —inquirió al ver que no respondía, señalando el vaso que ella aún sostenía en su mano.
—Es algo fuerte —masculló, evasivamente. Lo último que quería era darle la satisfacción de oírla admitir que no le había gustado, tal y como él había predicho antes.
—Inténtelo más despacio —le aconsejó, dándole un golpecito a su mano como si la apremiara a comportarse de forma indebida. Aime observó el líquido y luego al marqués, sabiendo perfectamente que él solo estaba retándola a echarse atrás. Y por un segundo realmente lo consideró, pero luego se convenció de que no era más que un poco de licor y que ella era lo bastante mundana como para beber licor fino con un hombre, durante la noche, en un apartado y oscuro balcón.
Sí, sin lugar a duda lo era.
Suspiró. Si su madre o, Dios no lo quisiera, su padre la vieran en aquel momento se caerían redondos al piso. Después de todo, el recato y la moderación siempre habían sido los atributos más destacables de su personalidad. Aime no se caracterizaba por correr riesgos estúpidos o por buscar ponerse en situaciones comprometidas con caballeros, y aun así, allí estaba. Dispuesta a beber con el simple propósito de no darle la razón a un hombre que ni siquiera le agradaba.
Se llevó el vaso a la boca, yendo a por su segundo intento.
Le siguió sabiendo tan horrible como la primera vez, pero había tenido el tacto como para no atragantarse y comenzar a toser como si se le fuera la vida en ello. Al menos él había estado en lo cierto, debía hacerlo despacio, con tragos cortos y medidos. Esto no hacía que fuera menos fuerte, pero evitaba el sorpresivo ascenso de fuego por su garganta y en realidad dejaba un pequeño rastro de sabor a madera o algo similar en su boca.
Cuando elevó la mirada, triunfante, tras su segundo asalto, notó que él la observaba con los ojos entornados; absorto en algún pensamiento que ella prefería desconocer.
—¿Qué? —le espetó, incapaz de mantenerse serena en su presencia. Las palabras "fea" y "patética" seguían rondando su mente, volviéndola potencialmente una asesina de marqueses arrogantes.
—Hm... —respondió, sacudiendo la cabeza en una tenue negación—. Pienso que no debí darle mi bebida tan imprudentemente.
—¿Se arrepiente?
—Sí —susurró, carraspeando levemente.
—¿Por qué intenta cuidar mi frágil reputación de mujer?
Él sonrió con suavidad.
—No, porque viéndola se me ha secado la garganta. —Aime parpadeó varias veces, tomada completamente por sorpresa con esa declaración. El marqués volvió a esbozar una sonrisa amable—. ¿La he ofendido?
—En lo absoluto —respondió al instante, notando como el hombre asentía en un gesto de sutil aprobación.
Viendo que él no hacía nada por continuar la conversación, volvió a llevarse el vaso a la boca para barrer con las últimas gotas de aquel endiablado brebaje. ¿Por qué siquiera se había metido en tal situación? Debería haber regresado al salón cuando tuvo la oportunidad, debería haberse pegado la vuelta ni bien había oído su voz.
Tragó con el peso de su escrutinio puesto en cada uno de sus movimientos y aguardó, expectante, una reacción por su parte. Granby inclinó la cabeza hacia un lado, como si intentara leer algo en ella o quizás dentro de ella; entonces, sin mediar palabra de aviso, él extendió una mano hasta rozar la comisura de su labio con su dedo índice. Aime permaneció estática, notando como su respiración apenas lograba hacer todo el camino hasta sus pulmones.
¿Qué en el nombre de Dios estaba haciéndole ese hombre? ¿Acababa de acariciarle la boca? ¿Y ella se lo había permitido? ¿Acababa de dejarse acariciar por ese hombre odioso?
¿Qué pasa contigo, Aime? Se suponía que ibas a castigarlo.
¿Castigarlo? Se cuestionó irónicamente, apenas si podía mantenerle la mirada en ese instante.
—Una gota —dijo a modo de explicación, para luego llevarse el dedo a su propia boca y saborear la supuesta gota.
—Gra... gracias, que atento. —Aime le regresó el vaso al instante—. Debería regresar...
—¿Tan pronto?
¿Había burla en su tono?
Masticó su frustración al darse cuenta que de algún modo, él seguía ganándole sin siquiera mediar esfuerzos. Había logrado ponerla incomoda al tocarla de un modo tan inapropiado, había logrado que ella firmara la simbólica retirada y quisiera huir de allí como una cobarde. Pero Aime no era ninguna cobarde y ese marqués iba a saberlo.
—Tiene razón —le dijo, esbozando lo que esperaba fuese una sonrisa coqueta.
Ella nunca había intentando coquetear con nadie, los hombres nunca la ponían como objetivo de sus intereses románticos y ella podía admitir, con cierta pena, que a sus veinte años solo había dado un beso. Y ni siquiera había sido un beso muy logrado, dicho sea de paso. Es decir, ¿qué tan admirable puede ser el beso de un niño de trece años durante el juego de la gallina ciega?
Debía admitirlo, ella estaba en ascuas en todo lo concerniente a ese terreno, un terreno que a todas luces el marqués parecía conocer a la perfección. Aunque a decir verdad, ¿qué tan difícil podía ser captar su interés? Claramente él la encontraba entretenida, caso contrario ni se habría molestado en acercársele tanto, ¿cierto?
Cuadró los hombros, decidida. Tal vez no tenía experiencia en tratar con hombres, pero había leído las suficientes novelas góticas como para tener una idea de lo que ellos esperaban en un contexto de seducción. Por supuesto que no se sentía orgullosa de haber leído ese tipo de novelas, pero la curiosidad era algo difícil de manejar cuando se es niña y no se tiene más amigos que los libros.
—¿Qué otra cosa tiene para mí? —inquirió, mirándolo con impaciente anhelo.
Granby rio por lo bajo, reposando la cadera casualmente contra la balaustrada.
—¿Qué le gustaría, majestad? —Ella frunció los labios, pensando. Y automáticamente notó como los ojos masculinos se posaban en ellos con inusitado interés. Así que la boca, ¿eh? Reflexionó para sus adentros un instante, al tiempo que elevaba su mano para pellizcar, inocentemente, su labio inferior. Granby tensó su postura.
—Me gustaría... —comenzó a decir, sin dejar de juguetear con su boca—. Ahora que ya he bebido eso...
—Whisky —la corrigió él con otro ligero carraspeo. Aime le sonrió ampliamente. Te odio.
—Eso mismo, ahora que ya he bebido whisky... siento que... —Se tocó la garganta, tirando con suavidad del listón que tenía allí amarrado y él siguió cada uno de sus movimientos con sumo cuidado—. Siento que mi boca... está amarga.
—¿Amarga? —preguntó, volviendo a clavar sus ojos en la susodicha. Aime asintió efusivamente.
—Milord, mi boca ha quedado amarga —aseguró, elevando el rostro de modo que él no tuviera más opciones que mirarle la boca.
—¿Y cómo solucionamos eso? —musitó, inclinándose unos centímetros hacia ella.
Aime retrocedió como si no se hubiese dado cuenta de su avance y entonces se encogió de hombros.
—Oh, no lo sé. —Miró hacia las puertas abiertas de donde se filtraban los sonidos de la música y las conversaciones—. Quizás si comiera algún bocadillo, mi boca ya no se sentiría... —Regresó su mirada hacia él—... amarga.
Granby frunció ligeramente el ceño, deslizando sus ojos hacia la puerta y luego de regreso a ella.
—¿Un bocadillo le sentaría bien, majestad?
—Me gustaría mucho, mucho un bocadillo, sir —aseguró con una sonrisa que hasta ella sintió boba.
—Entonces supongo que he de cumplir ese deseo suyo.
—¡Oh, no me gustaría ser una molestia! —Te sigo odiando.
—Jamás sería una molestia, mi lady. —Antes de que ella pudiera reaccionar, él tomó una de sus manos para plantarle un beso en el dorso que fue mucho más largo que cualquier besamanos que ella hubiese recibido antes. Parpadeó, intentando mantenerse en control—. ¿Esperará por mí?
—¿Dónde más podría ir? —Hubo un destello en sus ojos celestes mientras recibía su descarada respuesta, algo que se tradujo en un sutil apretón del amarre con que sostenía sus dedos—. ¿Milord?
—Será un viaje largo y peligroso hasta La Mesa de Bocadillos, majestad. —En esa ocasión no pudo ocultar una sonrisa real ante su elección de palabras—. ¿No me dará su bendición antes de partir?
Ella asintió con solemnidad, extendiendo una mano para tocar primero su hombro derecho y luego el izquierdo, en un vago remedo del acto de envestidura de un caballero.
—Yo, la reina, lo bendigo en su viaje.
—Que magnánima —susurró, inclinando la cabeza en una rápida reverencia—. Majestad, ¿sería muy atrevido de mi parte pedirle que piense en mí mientras no estoy?
Aime tuvo que suprimir un jadeo, maravillada de que su pobre acto de seducción en realidad estuviese funcionando.
—En lo absoluto, sir. Todos y cada uno de mis pensamientos estarán dirigidos a usted. —Sufriendo y rogando mi perdón.
Él sonrió ligeramente, dando unos pasos en dirección de la puerta hasta que la luz lo cubrió por completo. Aime lo observó a conciencia, teniendo que admitir para sí misma que no había nada en su apariencia que podría llegar a disgustarle. E incluso, puestos a ser honestos, también debería admitir que el hombre con quien había estado conversando tampoco le había parecido desagradable. Era una pena que él no fuese nada más que eso, apariencia. Y que lo que él encontraba digno de su atención no fuese nada más que lo mismo, un simple disfraz.
—La tendré en mis pensamientos, majestad —dijo antes de sumergirse en el interior de la casa Marsden. Y tras un latido de corazón, ella fue capaz de apartar la mirada del sitio que él había estado ocupando, molesta por la repentina sensación de pesadez que sintió en su pecho con su partida.
Aime sacudió la cabeza para aclarar sus confusos pensamientos, entonces se llevó las manos a la nuca y desató los hilos que sostenían su máscara.
—No, milord —susurró, depositando en la balaustrada la hermosa pieza que tanto trabajo le había tomado a Bea—. No lo hará...
Tras decir aquello con una amarga sensación en la boca que nada tenía que ver con el whisky, se pegó la vuelta y abandonó el balcón con paso apresurado. ¿En qué había estado pensando? Se cuestionó, mientras empujaba personas en su intento de llegar a sus padres. Ella no estaba en posición de castigar a nadie, posiblemente le desagradara la actitud del marqués, seguramente se sintió ofendida por sus palabras, pero ella no podía ir por la vida intentando cambiar la opinión de los demás de ese modo.
No, se dijo resuelta, lo mejor que podía hacer era olvidarse de todo asunto relacionado con el marqués de Granby. Él había herido su orgullo, claro, pero ella era mucho mejor persona como para ponerse a buscar venganza.
***
Aime terminó de escribir una nota para su nueva amiga Milie, esperando que pudiera acompañarla en un paseo por Hyde Park esa misma tarde, cuando la puerta de su recamara se abrió de sopetón.
—¡Oh, Aime! —exclamó su madre, tan versada en asuntos dramáticos que ella ya ni se molestaba en mostrarse sorprendida.
—¿Ocurre algo, mamá?
—¡Oh, Aime! —volvió a repetir, prácticamente danzando hasta su pequeño escritorio. Frunció levemente el ceño, girándose para ofrecerle una mirada impaciente—. Mi niña... —dijo entonces su madre, tomándola por las mejillas para estrujarla como cuando tenía cinco años.
—¡Mamá! —protestó, echándose para atrás—. ¿Qué te pasa? Estás actuando más raro que de costumbre y créeme, ese no es un cumplido.
—Ash... niña maleducada —la regañó, para luego sonreír ampliamente—. Pero no dejaré que eches a perder mi buen humor.
—Hm... ¿por qué estás de buen humor? —inquirió, volviendo su atención a la nota.
—Nada más tienes que ver esto. —Ella enarcó una ceja, al tiempo que su madre dejaba un sobre lacrado en su escritorio, sin darle más opciones que echar un vistazo—. ¿No estás emocionada? —le espetó con impaciencia. Aime no supo responder, mientras sus ojos permanecían fijos en el distintivo escudo del sello. Era...—. ¡Es una nota de su señoría!
Asintió, estupefacta, al tiempo que tomaba la misiva y rompía el lacre con manos temblorosas. ¿Por qué le estaba escribiendo? ¿De aquí a cuando el marqués de Granby tenía asuntos que tratar con ella que merecieran una carta personal? Vaciló, sin atreverse a leer el contenido.
¿Y si la había descubierto? ¿Y si la amenazaba con decirles a todos sobre su reprobable comportamiento en el balcón? Después de una semana, ella hasta ya había comenzado a olvidarse de que alguna vez habían trabado conversación. Pero al parecer, él no.
—¡Aime léela de una vez!
Dio un respingo y sin más dilataciones, se dispuso a leer la nota. Era imposible que la hubiese descubierto, ¿verdad?
"Querida señorita Peyton,
Espero que esta carta la encuentre en buen momento, a su vez espero que no tome mi pedido como un atrevimiento, pero me gustaría pedirle que me honrara con su compañía en una invitación al teatro el día de mañana.
A espera de su respuesta y a su entero servicio,
Granby."
No había nada raro en su carta, no había motivos para que su corazón latiera tan deprisa, pero Aime no podía aplacar la sensación de que él lo sabía y que no planeaba quedarse de brazos cruzados. Pues si no lo supiera, ¿con qué otro motivo la habría invitado?
__________________________
Hmmm ¿qué estará planeando Owen? ¿Ustedes creen que se dio cuenta?
Espero que les haya gustado el cap y por supuesto que estén disfrutando de la historia. Ya nos leemos pronto ^_^
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