El malo, el bueno y el idiota
¡Gente! Les aviso que octubre es un mes cargado de muchas actividades, así que si no me ven por acá ya saben el motivo. Pero les aseguro que una vez que me libere vamos a estar listos para encaminar la historia hacia el final, tengan paciencia. Gracias ^_^
Capítulo XVIII: El malo, el bueno y el idiota
Como si el clima quisiera ponerse en sintonía con las emociones reinantes en la casa, justo después de la llegada de la nota de Valen una fuerte tormenta se precipitó sobre Belvoir durante dos días seguidos. Algo que traía nervioso e incómodo a lord Bastian, el cual sufría sin ningún disimulo el abandono de su caballo en la posada.
—Quizá hasta olvidaron alimentarlo o cobijarlo del frío. ¿Sabes que estuvo un poco resfriado? Tal vez tenga una recaída.
Aime hizo una pequeña mueca en lamento del pobre animal, mientras su esposo, ajeno a todo lo que lo rodeaba, estiraba el periódico sobre la mesa para leer algún asunto con mayor atención.
—Iré a buscarlo ahora mismo —continuó el conde, tras tomar un sorbo de su té con impaciencia.
—¿Cree que el camino ya esté transitable? —inquirió ella cortés.
—No me importa, necesito ir por él. —Aime asintió, no valía la pena intentar hacerlo entrar en razones. La lluvia había amainado hacía unas pocas horas y sería imposible retener a lord Hastings por más tiempo en la casa—. ¿Bajarás conmigo al pueblo?
Ella espió por el rabillo del ojo a Owen, quien al sentirse objeto de la observación de ambos, alzó la vista por encima el periódico.
—¿Para qué?
—Para intentar hacer algunas averiguaciones.
Owen volvió a subir el periódico.
—No veo qué hay por averiguar, Bastian. El chico debe estar bastante lejos a estas alturas.
Aime compartió una breve mirada con lord Hastings. Desde el arribo de la carta, donde Valen había asegurado no tener ningún parentesco con los hermanos, Owen había evitado hablar del tema con una determinación tajante. Parecía como si Valen y su historia nunca hubieran ocurrido.
Por supuesto que no era tan tonta como para pensar que él seguía en el pueblo, pero tenía que admitir que sentía curiosidad por su paradero. Y esa debilidad la molestaba, porque tendría que sentir cualquier tipo de cosas hacia él excepto pena.
—¿No quieres atraparlo? —le preguntó lord Bastian con una mirada inquisitiva.
—Ya notifiqué a las autoridades, es su trabajo atraparlo. No el mío.
—¿Y qué hay de sus cómplices?
Owen encogió un hombro sin dejar de leer.
—También notifiqué de ellos, si se hospedan en algún lugar cercano serán apresados.
Lord Hastings soltó un suspiro, poniéndose de pie con lentitud.
—Pues... —la miró un corto segundo—. Si es lo que quieres, entonces volveré a mi casa en la tarde.
—Eres bienvenido a quedarte cuanto gustes —murmuró su esposo con educación, dejando el periódico para incorporarse y estrechar la mano de su hermano.
Una vez que Owen abandonó el comedor con la excusa de reunirse con su administrador para revisarlo todo tras las lluvias, lord Bastian se volvió hacia ella para ofrecerle una pequeña sonrisa resignada.
—Nunca ha sido bueno admitiendo sus errores, mi lady, le aconsejo que sea paciente con él.
—Por supuesto, milord.
Hastings se inclinó en una cortés reverencia.
—Pasaré a despedirme después.
—Lord Hastings —se apresuró a llamarlo ella, su cuñado se detuvo a pasos de la puerta mostrándole toda su atención—. Si averigua algo...
—Por supuesto, se lo haré saber. —Y tras obsequiarle un rápido guiño, el hombre salió en busca de su caballo y la información que todos allí estaban necesitando. Aime no estaría en paz hasta tener alguna respuesta y era claro que el conde pensaba igual que ella.
***
"Querida Aime, espero que esta carta te encuentre en buen estado.
Lamento no haber respondido tus anteriores misivas, tengo pocas oportunidades de mantener correspondencia con alguien y la tarea nunca resulta fácil aquí. Pero no quiero hablar de cosas tristes, te escribo para informarte que mi tía tuvo un accidente y tendrá que permanecer en cama dos semanas. Probablemente ella extienda ese reposo a un mes. Lo bueno de esto —y no me creas terrible por alegrarme de la desgracia ajena—, es que el amable de mi tío ha decidido que necesita tomarse un tiempo de relajación. Y dado que mi tía no puede moverse, él me llevará a mí como su acompañante.
Estaremos quince días en Bath tomando las aguas en el balneario. Si tu matrimonio con lord Granby no está funcionando del modo en que esperábamos, te pido encarecidamente que te reúnas conmigo en Bath y que tomemos un merecido descanso de nuestras vidas. No debes preocuparte por mi tío, apenas se entera que yo existo o que cualquier ser existe más allá de su copa de oporto.
Por supuesto que no espero que tu matrimonio fracase, por favor no pienses eso de mí. Solo digo que si estás aburrida o con necesidad de un cambio de aires, me haría mucha ilusión que pasaras una temporada conmigo.
No te entretendré más tiempo, nos estaremos quedando en el 32 de Pulteney Street donde las puertas estarán abiertas para ti.
Atte. Lady Milie Turner."
Aime sonrió sin apenas darse cuenta, atesorando las palabras de Milie muy cerca de su corazón. Echaba de menos a su amiga del mismo modo en que echaba de menos a sus padres, pero veía demasiado apresurado y prematuro aceptar la invitación de la joven. Era una recién casada y lo que menos deseaba era dar pie a malintencionadas murmuraciones al dejar a su esposo tan pronto. Suponía que luego de pasar un prudencial tiempo juntos, aquella necesidad de estar con el otro decrecería naturalmente y caerían en una armoniosa rutina.
Pero no valía la pena depositar pensamientos en cosas que todavía no ocurrían, estaba feliz de que su trato con Owen fuera tan bien y que el compañerismo entre ellos pareciera crecer con cada día.
Absorta en esos pensamientos, Aime se dispuso a responder la carta de Milie pero no acababa de hacer dos trazos cuando la puerta de la sala se abrió, dando paso a un despeinado lord Hastings. Ella se incorporó para corresponder la reverencia que le ofreció a toda prisa.
—¿Owen?
—Creo que sigue recorriendo los campos con el señor Allen. —Lord Hastings negó, soltando un sonoro suspiro—. ¿Ha ocurrido algo con su caballo?
El hombre sacudió la cabeza.
—Brutus está bien, pero ocurrió algo que pienso que Owen debe escuchar.
Aime se puso firme, sin apenas darse cuenta.
—Podría decírmelo a mí.
Ella vio evidente vacilación en sus ojos, mientras estudiaba aquella propuesta y decidía si hacerla o no participe de los acontecimientos. Finalmente lord Hastings le indicó con un ademan que tomara asiento, a lo cual ella obedeció en silencio.
—Al parecer en la posada vieron a Valente el día que dejó mi caballo y por lo que pudieron conjeturar, alguien se había encargado de darle una buena golpiza. —Aime se llevó una mano al pecho con un sobresalto—. Me dijeron que los hombres que lo acompañaban se fueron poco antes que él y que se habían llevado todo lo que tenían en las dos habitaciones que rentaban.
—¿Incluso las cosas de Valen?
Lord Hastings se encogió de hombros.
—No supieron decirlo, pero sí me comentaron que... Valente se marchó una hora después en un carruaje de postas que tenía como destino final Londres.
—Aquellos hombres... —comenzó a murmurar ella, pero solo obtuvo otro encogimiento de hombros por parte del conde.
—No lo sé, pero algo no cuadra en todo esto y creo que es necesario buscar a estas personas, simplemente tengo un mal... —Antes de que su cuñado pudiera acabar la frase, Owen lo interrumpió ingresando a la sala con paso tranquilo y gesto sosegado. Al igual que su hermano tenía el caballo despeinado y los ojos brillantes por la exposición al viento—. Qué bueno que llegaste, le comentaba a tu esposa lo que escuché en la posada.
Los ojos celestes de su esposo viajaron parsimoniosamente hacia los del conde.
—Realmente dos días de oír sobre tu caballo es más que suficiente para mí —se excusó con una sonrisa zalamera, dejándose caer en uno de los sofás.
—Me refiero a Valente —masculló lord Bastian, parándose frente a él—. El posadero lo vio el día que...
Owen lo cortó elevando una mano en el aire.
—¿Lo han atrapado? —Lord Hastings parpadeó momentáneamente confuso por la interrupción, para luego negar enfáticamente—. Entonces no me interesa.
—Owen, escucha, creo que está en problemas...
—¿Y qué, Bastian? —replicó, lanzándole una retadora mirada a su hermano—. Si está en problemas es porque se los buscó, joder. Tú querías mandarlo con las autoridades desde el principio...
—Y tú querías adoptarlo como si se tratara de un perrito —replicó el otro con un bufido—. ¿Ahora resulta que te importa un diablo todo?
Owen frunció el ceño, levantándose del sofá para enfrentar a su hermano en igualdad de condiciones.
—Él no tiene nada que ver con nosotros —le espetó letalmente serio.
—Entiendo, pero...
—Él no tiene nada que ver con nosotros —repitió Owen, para luego esquivar al conde y dirigirse a la salida sin dejar de lanzarle un último consejo ácido—. Si quieres desperdiciar tu tiempo yendo detrás de un ladrón, no te retengo. Pero yo tengo una propiedad que administrar.
—Sabes bien que la carta podría ser una mentira —susurró lord Bastian, obligando con eso a que su hermano se detuviera bajo el quicio divisorio.
Owen volvió el rostro lo suficiente como para mirarlo con gesto resignado.
—¿Y acaso eso es mejor? Habría estafado a su familia sin siquiera pestañear.
Con un firme movimiento de su mano, Owen dio por finalizado aquel intercambio y terminó de atravesar el umbral con dirección al vestíbulo principal de la casa.
Aime no se detuvo a escuchar la respuesta de lord Hastings, apresurándose detrás de la fría estela de indiferencia que dejaba su esposo a su paso. Finalmente lo alcanzó en la antesala de su recamara, donde al parecer se disponía a cambiarse el traje de montar.
—¿No crees que deberías escuchar a lord Bastian? —Él la observó brevemente por sobre el hombro—. Al parecer los hombres con los que estaba golpearon a Valen y lo dejaron en muy mal estado, quizás...
—¿Quizás qué? —Owen se giró para avasallarla con una mirada interrogante—. ¿Quizás está herido de muerte? ¿Quizás deberíamos ir a auxiliarlo? ¿Quizás podríamos regalarle alguna de tus joyas para que empeñe? ¿Quizás qué, Aime?
—No tienes por qué ser condescendiente —le respondió, incomoda por sus modos tan groseros.
—Y tú no tienes por qué ser tan ingenua, es un ladrón y no merece tu pena.
—Entiendo que estés molesto, pero sigue siendo un ser humano y... —hizo una pausa al ver que sus palabras no parecían estar teniendo ningún efecto en su interlocutor—. Antes querías ayudarle.
—Antes fui ingenuo —espetó, lanzando su chaqueta de montar sobre una silla—. No es algo que permitiré que pase dos veces, allí afuera hay alguien que realmente es mi hermano y es la persona que procuraré encontrar y ayudar de ser necesario.
Aime no podía discutir ese argumento, Owen todavía quería hacer lo correcto para su familia y estaba claro que le dolía el hecho de que el asunto de Valen fuese mentira. Quizás porque de alguna forma él se había creído capaz de sanar el daño que había causado su padre.
—Aun así pienso que no es mala persona, Owen. Tuvo muchas oportunidades de hacernos daño y no lo hizo, eso debe significar algo. Quizás lord Bastian tenga razón y la carta sea mentira...
Su esposo soltó un burlón bufido.
—Y pensaba que yo era ingenuo —masculló tironeando de su chaleco con impaciencia—. Lo tuyo va de ingenuidad a estupidez.
Aime jadeó sin poder evitarlo, tocada por ese insulto del que simplemente no se creía merecedora.
—Soy la primera en estar molesta con él por lo que hizo, pero Owen... —comenzó conciliadora.
—¡No, Aime! Este asunto está zanjado, no hablaremos más del tema.
—¿Solo así? —le reprochó, molesta por lo tajante de su declaración.
Él se volvió para echarle una mirada de advertencia, a lo cual ella respondió alzando la barbilla.
—Como yo lo veo es mi problema y yo decido cómo lidiar con ello.
—Es nuestro problema —lo corrigió acercándose a él, para posar una mano en su antebrazo—. Owen lidiaremos con ello juntos. Como una familia.
Él soltó una corta risa seca.
—Y qué diablos sé yo sobre familias —le lanzó con una fría mirada.
Aime dejó caer la mano con que lo tocaba, asintiendo con suavidad mientras caía en cuenta del significado de esas palabras.
—Comprendo que esto no me compete —murmuró con voz tensa, bajando la vista hacia el suelo—. Dibuja una línea clara para que no la cruce y te aseguro que no la cruzaré en el futuro. —Se inclinó rápidamente—. Si me disculpas.
—Aime... —la llamó, pero ella ya se encontraba a medio camino de la puerta—. ¡Aime!
Ante la profunda firmeza de su timbre, ella no pudo más que detenerse y ofrecerle una pequeña sonrisa.
—La señora Nolan me está esperando y no quiero ser grosera. Con permiso.
Owen dijo algo a sus espaldas, pero Aime no atinó a escuchar qué fue. El acuciante sonido de su corazón latiendo a toda prisa, le impidió comprender lo que salía de su boca.
***
En las siguientes dos horas, mientras acompañaba a la señora Nolan en una detallada conversación sobre la feria que se celebraría el siguiente mes en el pueblo, Aime pasó por todo un abanico de emociones. Al principio se sintió dolida, por supuesto, Owen ni siquiera había querido escucharla y su trato la había ofendido de un modo que incluso ella pensó exagerado.
Los esposos rara vez escuchaban las opiniones de sus esposas, ella lo sabía bien y en realidad no podía hacer un escándalo por ello. Le gustara o no, Owen tenía la última palabra en la casa y si él consideraba que Valen no era un tema permitido, pues debía acatar su indicación.
Aun así le había molestado y pasó un buen rato rumiando por lo bajo a causa de ello.
Pasada otra media hora de discusión sobre la feria, Aime llegó a la conclusión de que Owen estaba irritado y que el momento para hablar no había sido escogido correctamente. Él era un hombre sensato la mayoría de las veces, sabía que la escucharía una vez que planteara el asunto en un ambiente más íntimo. Y estaba claro que había cometido un error al presionarlo justo después de que discutiera con Bastian.
—La encuentro muy callada hoy, marquesa.
Aime parpadeó, cogida por sorpresa.
—Oh, discúlpeme, intento comprenderlo todo para poder dar lo mejor de mí —mintió, esperando no estar siendo demasiado evidente.
—Sería maravilloso que los residentes de Belvoir nos acompañasen en esta ocasión —dijo la señora Nolan, sonriendo detrás de su taza de té—. El marqués rara vez se queda más de dos meses seguidos en Leicestershire, suele irse a Escocia tan pronto como la temporada entra en su apogeo.
—Todavía no estoy lista para abandonar Inglaterra —murmuró ella con un leve sonrojo. En realidad no habían tenido ocasión de discutir dónde establecerían su residencia permanente, después de todo Belvoir era para Owen un lugar de paso que visitaba solo por temporadas cortas. Y para ella comenzaba a ser su hogar.
—Procuraré exigir su compañía tanto tiempo como el marqués desee quedarse —prorrumpió la señora Nolan con alegría.
Aime no supo exactamente por qué aquellas palabras la irritaron, pero decidió guardar silencio por el bien del decoro. La mujer no había dicho nada que no fuera cierto, su futuro estaba atado a las decisiones de su esposo y si no comenzaba a ponerse firme, estaría siendo arrastrada de Inglaterra a Escocia tanto como a él se le antojara. Y ella no podía permitir ser alejada de su familia y amigos sin más, tenían un contrato y estaba segura que había una clausula que le permitía decidir sobre el sitio donde quería tomar residencia.
Eso era todo, se dijo para sus adentros. Y tras otros quince interminables minutos de conversación insustancial, Aime comenzó a decir sus adioses sin apenas poner atención a lo que le decía su anfitriona. Su mente estaba lejos de allí y era inútil intentar traerla al presente; pero al menos se prometió que haría una gran donación para la feria de modo que su conciencia estuviera en paz con la señora Nolan.
Sabía que en cuanto llegara a la casa se pondría a buscar el contrato que había firmado antes de la boda y se informaría bien al respecto de todo. Entonces hablaría con Owen sobre el futuro y le dejaría claro que no permitiría que la silenciara como si ella no importara, porque él le había prometido una familia y ella iba a tener una voz dentro de esa familia.
Quizás él necesitaba un poco de espacio y eso Aime lo podía comprender, pero no había necesidad de ser groseros el uno con el otro. Por mucho que deseara estar a su lado, ella podía manejar su atracción como cualquier dama bien enseñada haría. Entonces ambos seguirían estando vinculados sin perder su individualidad.
¡Era un plan perfecto!
Aime comenzó a sentirse más en calma después de reflexionar profundamente sobre todas sus decisiones y le permitió a su mente divagar sin rumbo claro, mientras su cabeza empezaba a balancearse con el ligero vaivén del avance del carruaje y sus ojos se cerraban presas del cansancio. Había sido un día largo y no precisamente alegre, pero estaba dispuesta a poner todo en su lugar una vez que llegara.
Sin apenas darse cuenta, Aime cayó en un cómodo sopor y al abrir los ojos un rato después, encontró que la noche había caído sobre ellos con una velocidad alarmante. ¿Acaso no había dejado la casa de la señora Nolan a las seis? Belvoir solo estaba a veinte minutos de distancia.
Descorrió una de las cortinillas, echando una mirada al oscuro exterior del camino. Fue poco lo que pudo vislumbrar de lo que la rodeaba, pero no le cupieron dudas de que no había nada ni remotamente parecido a Belvoir del otro lado.
—¿Jonás, qué camino es este? —inquirió hacia el cochero, pensando que bien podría estar tomando un rodeo para evitar los sitios que fueron más castigados por la lluvia. Pero pasado un largo minuto sin respuesta, Aime comenzó a sentir las primeras notas de aprensión—. ¿Jonás?
La ventanilla de comunicación se abrió con un seco golpe, causándole un sobresalto involuntario.
—Cierre la boca —masculló una voz masculina que ella no reconoció.
—¿Quién es usted? —pidió saber, trepándose a la ventanilla con más valentía que sentido común—. ¡Exijo que pare este carruaje!
Para completo asombro suyo, el carruaje se detuvo tras avanzar unos pocos metros más. Y Aime se lanzó hacia la puerta sin dudarlo, golpeando la manija que no dio ni el menor indicio de ceder bajo su peso. Estaba encerrada.
Una lágrima corrió por su mejilla, pero se obligó a hacer caso omiso de ella.
—¡Déjenme salir!
—Oh, cállese de una vez. —La puerta del otro lado se abrió de forma repentina, enfrenándola a un hombre que la observaba con odio manifiesto—. Mejor vuelva a dormir o no tendré reparos en amarrarla, mujer.
—¡¡Déjeme salir!! —le gritó, rabiosa, ignorando el incesante golpeteo de su corazón dentro de su pecho. El hombre soltó una irritable carcajada, para luego descargarle sin previo aviso una fuerte bofetada en la mejilla. Aime cayó contra uno de los acojinados asientos, sintiendo el sabor metálico de la sangre resbalando de su labio.
—Odio las perras ruidosas —masculló aquel animal, cerrando la portezuela de un golpe seco.
—Mils no golpees a la dama. —Oyó ella que decía el individuo que ocupaba el pescante de su cochero.
—Por su culpa perdimos una buena oportunidad —se excusó el así llamado Mils, torciendo un tanto el carruaje mientras se volvía a montar al frente—. Fui amable.
—No te preocupes mi amigo, sacaremos una buena suma por ella y entonces podrás ser tan desagradable como quieras.
Aime se estremeció al escuchar la risa de los hombres, al tiempo que azuzaban los caballos para llevarla cada vez más lejos de su casa.
—¿Lo prometes? —preguntó el que respondía al nombre de Mils, acercando su rostro a la ventana de comunicación para mirarla con malévolo anhelo.
Ella le enseñó los dientes con repulsión, solo logrando que él volviera a carcajearse.
—Por supuesto.
—Nunca tuve a una aristócrata en la cama, ¿será que chillan igual que una puta?
El otro rió de forma escalofriante.
—Pronto lo comprobarás.
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Bastian: Ya ven, esto pasa cuando no escuchan al hermano mayor.
Didi: No me gusta nada la situación de la marquesa, estaría necesitando un spoiler milord. ¿Se salva? Por favor, dígame que no llegan a lastimarla.
Bastian: Mucho me temo que mis labios están sellados, señor Stepanov. Tendrá que quedarse hasta el final.
Didi: Lo que más apesta del sótano es la política de cero spoilers.
Lucas: Yo habría dicho que los pies de Neil.
Neil: Pues yo habría dicho que el sentido del humor de Hassan.
Andy: Basta ya, apesta el numerito de "miren cómo nos odiamos" que siempre representan. ¿Por qué no quieren que las lectoras sepan que en realidad se llevan bien?
Neil a Lucas: Creo que podemos firmar la paz frente a un enemigo común.
Lucas: Yo los pies, tú la cabeza.
Andy: ¡Oigan no! ¡Espadas n asfhqarfuqirhjfhquwer!
Bastian: ¿Ya ve por qué hay que respetar la política del sótano?
Didi: Comienzo a darme cuenta, es peligroso hablar de cosas que deben ser secreto. ¿Cree que van a colgarlo de ese...? Oh, olvidelo, lo colgaron.
Bastian: ¿Para quién iba esta dedicatoria?
Didi: merchevizcaino y para mavy0589 ambas querían a Andy y a usted, milord.
Bastian: Pues el brujo está... siendo torturado de momento, así que espero que puedan conformarse conmigo. Gracias por seguir del otro lado, damas, espero hayan disfrutado de estas breves palabras.
Cam: Un saludo especial para Mavy que también me pidió a mí, Vladimir.
Didi: Ups... se me pasó con todo eso de la tortura. ¿No hay apuestas para esto?
Bastian: Nah, está seguro que no se salva.
Cam: Voy por mi manguera, todo indica que lo van a prender fue... Y lo prendieron.
Didi: Eso debe doler para un brujo aire... En fin, hasta el próximo cap lectores, no dejen de comentarnos sus impresiones sobre lo que está pasando :D
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