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Capítulo extra

Bueno mi gente, es hora de despedir a Aime y Owen. Al menos de forma momentánea porque saben que estarán apareciendo en el futuro xD 

No me voy a ir en palabras, espero disfruten de este cierre ;)

Capítulo extra

1 año y medio después

Londres

Owen acababa de asentar su pie en el último escalón del rellano cuando un pequeño peso golpeó contra sus piernas, abrazándolo con una inesperada intensidad.

—¡Papi!

Parpadeó, sobrecogido, bajando la mirada hacia el niño que elevó sus llorosos ojos celestes hacia él.

—Soy el tío Owen —le aclaró, puesto que desde la perspectiva de un pequeño de dos años Bastian y él, al parecer, eran fácilmente intercambiables.

—¿Y mi papi? —inquirió entonces su sobrino con labios temblorosos.

Owen se encogió de hombros, ciertamente no tenía idea dónde podía haberse metido Bastian pero estaba claro que a Ryan esa respuesta no iba a contentarlo. Estaba sorbiendo sus lágrimas como si intentara contener un fuerte caudal de dolor, por lo que era mejor no tentar su suerte.

—Lo buscaremos. —Ryan estiró sus manitos hacia él ni bien terminó de decir aquello, no dejándole más alternativas que tomarlo en brazos y comenzar con la dichosa búsqueda—. ¿Qué ha pasado?

Quero a papi.

—Ya lo sé, pero por qué lloras.

—Porque papi...

Desconcertado ante esa respuesta, decidió no intentar hacer más averiguaciones al respecto del llanto del niño. Estaba tan apegado a Bastian, que le sorprendía incluso que lo hubiese perdido de vista lo suficiente como para que su hermano se escabullera sin su guardia personal de dos años. Y Owen no tenía interés en hacer de padre sustituto, por mucho que él se pareciera a Bastian a los ojos del niño. Ya había presenciado en más de una ocasión los berrinches de Junior como para saber que no sabría lidiar con la situación.

Con su pequeña carga en brazos se dirigió al salón, en donde las mujeres se encontraban sumergidas en la tarea de dar los últimos detalles a la decoración del árbol navideño. En cuanto Jasmine los vio cruzar el umbral, le obsequió a su hijo una mirada especulativa y en respuesta, Ryan se refugió contra su cuello como si no la hubiese notado.

—¿Qué ocurre?

Owen le entregó al niño no sin algo de resistencia por parte de su sobrino.

—Ha perdido a Bastian.

—¡Quero a papi! —refunfuñó Ryan, distrayéndose un instante con las luces que Aime encendía diligentemente en el árbol.

Jasmine le sonrió, volteándole el rostro para darle un sonoro beso en la regordeta mejilla.

—Papi está haciendo dormir a Alexa —le explicó con tono paciente.

Ryan hizo un puchero, logrando que sus ojos se humedecieran de un modo sorprendentemente rápido.

—¡Pero yo... —hipó—... quero a papi!

—Cariño... —intentó consolarlo su madre, pero no hubo forma de hacerle comprender que su padre debía ser compartido con su pequeña hermana. Los últimos cinco meses habían sido un suplicio tanto para Ryan como para sus padres, pues al mimado vizconde no le gustaba nada el papel de hermano mayor—. Papá va venir en un momento y podrán abrir los regalos, ¿quieres ver tus regalos?

—¿Míos? —inquirió, limpiándose toscamente las lágrimas con su manga—. De Alex no.

Jasmine disimuló una sonrisa, pero Aime no fue capaz de ocultar su risilla desde la parte trasera del árbol.

—No, bebé, Alex abrirá los suyos mañana.

—Pero bañana no ahora... —reafirmó, solo para establecer que esa velada tendría a sus padres para sí.

—Mañana y tú ahora, ¿si?

Shí...

Justo cuando Jasmine conseguía capear aquel temporal, Bastian ingresó en la sala todo sonrisas y despreocupación.

—¿Por qué estás llorando niño feo? —Ryan ni se inmutó por la pregunta, lanzándose a los brazos de su padre como si éste acabara de regresar de la guerra o algo por el estilo. Estaba tan mimado, por los dioses, ese niño sería un problema para la sociedad inglesa.

—¿Se ha dormido Alex?

—Completamente dormida —susurró hacia Jasmine, mientras acunaba a Ryan contra su pecho—. ¿Me echabas de menos?

Shí.

—¿Me quieres mucho?

Shí.

—¿Soy tu favorito?

Shí.

—¡Ay por favor! —exclamó Jasmine, sacudiendo la cabeza ante la escena que representaban padre e hijo. Entonces se volteó hacia Aime, dispuesta a retomar su tarea con el árbol con impaciencia—. Te ayudaré con esas luces, al parecer los hombres de mi vida ya no me necesitan para nada.

—Yo te necesito para muchas cosas, florecilla —le lanzó Bastian con una sonrisa, llevándose a su hijo al sofá donde ambos tomaron asiento para supervisar el proceso de decoración.

—¿Quién quiere manzanas dulces? —Tanto Owen como Ryan alzaron las manos para llamar la atención de Leinie, ella rió, divertida, dirigiéndose al sofá con la bandeja de manzanas—. Primero para mi bello sobrino favorito.

—¡Yo! —exclamó Ryan, en caso de que a alguien le cupieran dudas.

Una vez que las manos infantiles estuvieron repletas de manzanas, su hermana caminó hacia él para ofrecerle las sobras como si se tratara de un perro callejero.

—Apenas quedan manzanas —protestó por lo bajo.

—No seas niño, Owen, ya le dije a lord Arwik que trajera la otra bandeja. —Fue en ese preciso instante en que su amigo ingresó en la sala con la segunda bandeja de manzanas y un ceño confuso.

Owen podía apostar toda su fortuna, a que el duque nunca en su vida se había visto compelido a realizar tareas serviles como cargar su propia bandeja de comida hasta el salón principal. Pero era víspera de Navidad, él no se habría sentido bien consigo mismo haciendo que los empleados permanecieran en la casa cuando sus familias los esperaban. Las únicas personas que se habían quedado esa noche eran el mayordomo y dos lacayos, mientras que la cocinera se había marchado luego de prepararles la cena. Afrontarían el resto de la velada con sus propias capacidades para cuidar de sí mismos.

—¡Tedy, por aquí! —Un par de ojos verdes, molestos, lo taladraron desde la otra punta del salón pero aun así el duque fue a su encuentro con la bandeja—. No acerques esas manzanas a Junior.

—Eres el único adulto que pelea con un niño por la comida —masculló su amigo, mirándolo con reprobación. Owen se encogió de hombros, sin dejar de engullir las manzanas con caramelo y Theo bufó, empujándole la bandeja contra el pecho—. Tómala, no soy tu maldito criado.

—¿Seguro? —le espetó, tragando un gran bocado—. Se te ve bastante natural con la bandeja.

—Púdrete, Granby.

—¡Owen! —Él espió por sobre el hombro del duque a su hermanita menor—. ¿Seguro que le avisaste?

—Le avisé, quine —musitó con una breve sonrisa—. No seas impaciente.

—Ya va a ser medianoche, ¿seguro que le dijiste?

—Ve a fastidiar a Bastian —le espetó, sin dejar de comer sus manzanas. Arwik lo observó enarcando una ceja con suspicacia—. No me des esa mirada, Tedy, recuerda que no puedes intimidarme.

Theo lanzó un suspiro exasperado, ocupando un lugar a su lado junto a la gran chimenea. Y por varios minutos, mientras él comía, se dedicaron a mirar a sus familias interactuando hasta que el reloj diera las doce campanadas y su sobrino pudiera dar cuenta de todos los regalos que lo aguardaban bajo el árbol.

—¿En dónde está tu perro? —preguntó hacia su amigo, Theo lo observó de soslayo.

—Lo dejé en la casa.

—Hm... —murmuró con un vago asentimiento—. Está en alguna de las habitaciones, ¿no es verdad?

Theo bufó.

—Sí.

—Pagarás lo que destroce.

Theo volvió a soltar un bufido.

—Por supuesto.

—¡Ya llegó! Se acerca un carruaje. —Todos los presentes se volvieron hacia Leinie que acababa de dejar su guardia junto a la ventana, para informarles del arribo del último invitado.

Owen le devolvió la bandeja a Theo, para luego acercarse a su hermana al mismo tiempo en que Bastian se unía a ellos a pocos pasos de la puerta. Con una sola mirada hacia Leinie pudo notar la emoción y los nervios que la embargaban en esos momentos, y aquella imagen le dibujó una involuntaria sonrisa. Cuando el mayordomo finalmente cruzó el umbral seguido de cerca por otro persona, Leinie ya estaba en las puntas de sus pies y ni bien el hombre terminó de anunciarlo, ella salió disparada hacia un desprevenido Valen.

Owen cruzó una divertida mirada con Bastian, sabiendo que no habría habido forma de detener a su pequeña hermana de darle un abrazo a su nuevo hermano. Lo quisiera él o no.

—Soy Leinie —le informó ella ni bien el chico fue capaz de librarse de su amarre.

—Lo sé —musitó Valen, dando un paso hacia atrás, incómodo.

Tuvo que apiadarse del chico en ese instante, avanzando hasta ellos para tomar a su hermana de los hombros y atraerla hacia sí como si pudiera contener de alguna forma a aquel torbellino con vestido rosa.

—Leinie Hodges déjame presentarte a Rhys Hodges, aunque prefiere que lo llamen Valen.

Su hermanita sonrió encantada. Había esperado ansiosamente el poder conocer a Valen desde el mismo día en que él le contó la historia de cómo lo habían descubierto. Había tomado tiempo y muchas cartas de persuasión para conseguir que su madre diera su brazo a torcer y permitiera aquella reunión, pero estaba seguro de que valdría la pena. Leinie tenía el corazón más amable y alegre que él había conocido jamás, y Dios sabía que al chico le hacía falta un poco de amabilidad y alegría en su vida.

—Lamento si te he incomodado —dijo ella bajando su mirada al piso, avergonzada—. Pero paso tanto tiempo en Escocia que cuando veo a mis hermanos, siempre les tengo que dar un bosie.

—Abrazo —tradujo él.

Valen asintió, agradecido.

—Está bien... supongo.

Bastian rió, dándole una fuerte palmada en el hombro a Valen.

—Te dije que huyeras de aquí para las navidades.

—Me prometieron comida, milord.

—Pues llegas justo a tiempo, estábamos por abrir los regalos... ¿fuiste un buen chico este año?

Valen esbozó una media sonrisa burlona.

—Tan bueno como usted, milord.

—Entonces seguramente ninguno recibirá nada —masculló Leinie, mirándolos de hito en hito.

—¿Y usted sí? —le lanzó Valen con gesto retador, Leinie rió entre dientes.

—Claro que no, soy una Hodges. Somos malos por herencia.

—Me va a gustar ser su hermano —aseveró Valen, al tiempo que le tendía un brazo a su hermana para guiarla hacia el árbol. Bastian los prosiguió con un ansioso Junior en brazos, mientras los hermanos Shaw observaban la escena con interés pero mucho más decoro que el resto de su prole.

—Owen...

Él se volvió automáticamente hacia la voz susurrada de su esposa, la cual se había mantenido ligeramente apartada de toda la algarabía de los obsequios.

—¿Qué ocurre, amor? ¿No vas a ver si fuiste una buena chica?

Ella sacudió la cabeza, haciéndole un gesto con su índice para que la siguiera. Owen no dudó ni un segundo en encaminarse detrás de ella, persiguiendo la suave estela de su perfume femenino y el vaivén de la falda de su vestido azul. Cuando Aime finalmente se detuvo, se encontraban en el vacío comedor a dos habitaciones de distancia del salón, donde las voces de los invitados les llegaban atenuadas y ligeras.

—¿Aime?

—Quiero darte tu regalo —le dijo, al tiempo que se apoyaba casualmente contra la mesa de madera.

—¿No lo dejaste bajo el árbol?

Ella negó de forma enigmática.

—No es algo que puedas abrir frente a los demás.

Owen sonrió, paseando su mirada lentamente por el cuerpo de su bella mujer. Su mujer y de nadie más. Diablos, se sentía tan bien saber que era tan suya como él era de ella.

—¿No quieres esperar a que subamos, galshik?

Aime rodó los ojos.

—Bueno, vaya primp1 te has vuelto, querido. —El hecho de que usara palabras del dórico hacía que su pulso se disparase y su deseo se encendiera, sin importar que lo estuviese insultando.

—Cuando se trata de ti, amor, soy todo lo que quieras. —Aime sacudió la cabeza, ignorándolo cuando él avanzó para atraerla hacia sus brazos—. Voy a abrir mi regalo ahora, me importa un bledo si pueden escucharnos.

Contrario a lo que él hubiese esperado, Aime no discutió ni intentó ponerle algo de sensatez en la cabeza, ella simplemente colocó las manos sobre la mesa y se echó ligeramente hacia atrás como ofreciéndose cual dulce y sensual sacrificio. Owen sonrió para sus adentros, tomándola de la barbilla para guiar sus labios hacia los suyos y devorarla con un abrasador beso. Aime le devolvió el beso con la misma pasión, pero sin tocarlo de ninguna forma y él entonces comprendió que debía desenvolver su obsequio, capa por capa. Sin dejar de besarla coló su índice por entre los botones frontales de su chaqueta de noche, rozando con la punta de sus dedos el borde del corsé y sin dejar de juguetear con sus labios, arrastró un beso por el largo de su cuello.

—Eres tan dulce —murmuró contra la tibieza de su piel, buscando los corchetes frontales que cerraban su corsé y sin apenas darse cuenta, su mano se topó con un trozo de tela que Owen no reconoció como parte del vestido.

Frunciendo ligeramente el ceño, despegó los labios de su cuello para observar aquella extraña prenda de tela que se ceñía entorno a la cintura de su esposa y su desconcierto, de ser posible, fue incluso mayor.

—¿Te has puesto un moño?

Aime rió con suavidad, tocando el moño con sus dedos para alisarle las puntas.

—Un verdadero obsequio debe tener un moño.

—Estoy de acuerdo —aceptó él, jalando de uno de los extremos de la tela de encaje que había escondido debajo de su chaqueta. Pero antes de que pudiera deshacer por completo el dichoso moño, Aime colocó una mano sobre la de él.

—Owen, sé que mi regalo es un tanto egoísta pero... ¿te gusta?

—Me encanta.

Ella titubeó, mirándolo con ojos expectantes.

—¿Realmente te gusta? —Owen fue a besarla, pero Aime solo cerró la mano con que sostenía la de él y volvió a insistir—. ¿Te gusta mi obsequio?

—Aime... —dijo él sin dejar de observarla fijamente—. Me gusta todo de ti, tontita. ¿Es que todavía dudas de mi palabra? —Ella no respondió, algo que a él no le agradó mucho—. No estarás pensando en eso que dije hace tanto tiempo, ¿o sí? —Aime sacudió la cabeza en una rotunda negación—. Entonces, ¿qué es? —vaciló—. ¿Hice algo mal? —Ella volvió a negar—. ¿Dije algo estúpido? —En ese caso recibió una negación acompañada de una sonrisita—. Aime... dime, ¿qué pasa? No me gusta que te guardes cosas, mo bhean. La última vez usaste tu álter ego para seducirme en un balcón y castigarme.

—No lo hice para castigarte —musitó ella a toda prisa, para luego detenerse a pensarlo mejor—. De todos modos eso ni siquiera funcionó, me descubriste antes de que pudiera darte tu merecido.

—Quieres decir que tenerme prendado de ti de aquí para allá, jugando a mandarme notas en el teatro ¿no fue suficiente castigo?

—No —aseveró sin inmutarse—. Tendrías que haber sufrido mucho más.

—Oh pero lo hice... —susurró, enganchando con su índice una de las orejas del moño que decoraba el abdomen de su esposa—. No sabes el alivio que sentí cuando supe que las dos eran una sola.

—¿No querrás decir enfado?

Él esbozó una tentativa sonrisa.

—Al principio sí, fue enfado pero luego...

—¿Luego? —lo apremió con impaciencia.

—Luego... entendí que la mujer que me encendía era la misma que me irritaba, la que se negaba a casarse conmigo y que era perfecto.

Aime le puso los ojos en blanco, claramente sin creerle.

—Eres ridículo, Owen.

—Me daba miedo lanzarme a ello, Aime —musitó escrutándola con seriedad—. Pero aquello que requiere de más coraje conseguir es lo que más satisfacción nos da luego. Así que... el enfado dio paso al alivio.

—El enfado dio paso al alivio —repitió ella como si estuviera analizando sus palabras con detenimiento—. ¿Y qué me delató? —Owen parpadeó, colocando su rostro de lado para equiparar sus miradas y por espacio de varios segundos simplemente la observo—. Owen...

—¿Qué? —Aime rió empujándole el rostro hacia un lado.

—No seas tonto.

—Te estoy mostrando lo que te delató. —Su esposa enarcó ambas cejas de forma interrogante, Owen le obsequió un rápido guiño—. Tus ojos, mo bhean. Solo tuve que mirarte, realmente mirarte por una vez en aquel jardín y notar que era imposible que dos mujeres tuvieran ese mismo tono de ojos, esa misma chispa que los iluminaba al hablar, esas pequeñas motitas doradas...

Sin poder terminar su explicación, Owen se encontró siendo silenciado por un dulce beso de su mujer, el cual él no se demoró en aceptar y reclamar como suyo. Era tan deliciosa...

—Owen... —Aime lo tomó del rostro para observarlo—. ¿Realmente te ha gustado?

Él le mordisqueó el labio inferior, deseoso de continuar el juego con su regalo.

—Me va a gustar más cuando pueda desenvolverlo completo. —Aime se llevó una mano enguantada a la boca, riendo con suavidad—. ¿Qué?

—Bueno... —Ella tiró de él hasta que sus frentes quedaron pegadas—. Creo que vas a tener que esperar unos meses para que puedas tenerlo, pero mientras le podrás hablar.

—¿Cómo? —murmuró, completamente confundido. Su mujer se echó un tanto hacia atrás, bajando la mirada elocuentemente hacia el moño en su abdomen. Su abdomen, su...—. No hablas en serio. —Aime asintió, solemne—. ¿Estás...? —Ella volvió a asentir y Owen soltó un jadeo irregular—. Bastian ya no va a poder presumir los suyos...

Se dio la vuelta con toda la intención de avisarle a cada persona viva que el heredero del marqués de Granby estaba en camino, cuando cayó en cuenta de que su mujer todavía lo aguardaba expectante. Se volvió una vez más, la tomó por las mejillas y la besó hasta que ambos perdieron el aliento.

—Te amo —dijo con voz contenida, sacudiendo la cabeza repetidas veces—. Maldita sea, yo solo te conseguí un collar.

***

—¿Alguien tiene idea de dónde está Ihan?

Todas las cabezas se volvieron de forma simultánea hacia el duque de Arwik, el cual frunció el ceño de forma instantánea.

—A mí no me miren, yo no tengo nada que ver con ese hombre.

—¿Realmente no sabes dónde está, Theo? —El susodicho se giró para mirar a su hermana con gesto cansino.

—Estaba en el club apostando, pero de eso fue hace horas.

—Que extraño —murmuró Bastian desde el sofá—. Dijo que vendría a cenar.

—Keller dice muchas cosas —contrarrestó Theo—. Pero es incapaz de recordar la mitad de ellas.

*_*_*_*_*_*_*_*

Ihan Ferdinand Keller, conocido como lord Keller por sus amigos y como el heredero de la doble fortuna por la sociedad inglesa, caminaba por uno de los apretados pasillos de su club tambaleándose ligeramente hacia los lados, como si algún taimado y descorazonado ser le estuviese moviendo el piso bajo sus pies.

Masculló una maldición, asiéndose del hombro del mozuelo que caminaba pacientemente a su lado, abriéndole paso entre la muchedumbre que esa nochebuena había decidido salir de juerga como él. Ihan no era un mal hombre, difícilmente alguien diría algo malo de su persona; todo el mundo coincidía en que lo rodeaba un halo de travieso ingenio, era bien parecido —porque las cosas evidentes no pueden negarse—, tenía carisma, una mente despierta y por sobre todo, tenía dos herencias en su haber. Nadie podría decir nada malo de él, pues nadie sería tan estúpido como para ganarse la antipatía del doble heredero Keller. Así que no había razones para que él tuviera grandes preocupaciones en su vida, ni tampoco había razones para sospechar que había algo más que buena predisposición en la mente del mozo que lo acompañaba.

Lo que Ihan no sabía era que en ese momento, caminaba directa y voluntariamente a uno de los instantes más icónicos, y por qué no, más vergonzosos de su vida.

—Por aquí, milord. —El muchachito pecoso empujó una chirriante puerta de metal, enfrentándolo de buenas a primeras con el frío exterior de la noche londinense. Ihan hizo una mueca ante el olor que inundó sus fosas nasales, pero no tuvo tiempo para protestar cuando el suave relincho de un caballo lo distrajo—. Su carruaje.

Él no vaciló, ni siquiera se le cruzó por la cabeza cuestionar la efectiva prontitud con que había conseguido su carruaje, Ihan se lanzó por la portezuela abierta con la misma docilidad con la que un becerro va detrás de las tetas de su madre. Por eso, cuando un repentino impacto sacudió su embotada cabeza de ebrio, Ihan tuvo dos segundos exactos para maldecir su estupidez y entonces, perdió el conocimiento.


[1]Arrogante en dórico. 


_____________________________

Eso es todo por esta historia, realmente espero que hayan disfrutado del viaje y en cuanto terminen acá pueden seguir con la de Ihan cuyo primer cap publico ni bien termine acá. 

Les dejo un saludo y mis deseos de que empiecen genial este nuevo año, nos estamos leyendo ^_^

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