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Observó los últimos rayos de sol de ese día. La noche llegaría pronto, pero nada cambiaría en lo más mínimo su situación. Se miró al espejo de cuerpo completo y arregló su cabello. Sonrió al ver a su perrito durmiendo cómodamente en su cojín. Acomodó un cuadro que se tambaleaba de izquierda a derecha y aseguró la puerta de salida. La ubicación cuadricular de su departamento le permitió volver al trabajo.
Su taller era el caos. Solo un mortal podía encontrar una aguja ahí y ese, era él. Un verdadero laberinto de cuadros, materiales, instrumentos, cajones y cuadernos de todo tipo. Tomó uno de los mandiles que estaban colgados en un gancho, tenía un proyecto muy personal.
Se sentó en uno de los numerosos escritorios que tenía, el lugar era grande, y volvió a mirar el boceto de lápiz. Se sonrojó. El dibujo era un producto de los vuelos que daba su mente cuando se creía cansado. Remarcó con sus ojos cada línea que había hecho, no se veía perfecto pero algo le causaba, le faltaba fuerza. Guardó todo en un cajón, con llave, cuando escuchó el timbre. Su amiga había llegado.
- ¡Hunnie! ¿Cómo estás?
- ¡Hola! Bien. ¿Cómo estás, Lucy?
- Bien. Excelente.
- ¿Vienes por el cuadro?
- No, - se sentó en el sofá individual- aún hay tiempo para eso. Vine a verte, no quiero dejarte mucho tiempo solo. Sé que soy la intermediaria entre tus obras y los clientes pero te conozco desde el jardín, Sehun. ¿Has estado bien?
- Sí, he avanzado en muchas cosas; de hecho, el cuadro está listo.
- Deberías tomarte un descanso. Unas vacaciones, tener sexo con algún Adonis en la playa y luego volver como si nada... Si yo fuera tú... - dijo la mujer.
- Creo que no es momento, además, estoy bien en casa.
- Con tus piernas desnudas levantarías a un muerto. - rió - En verdad, si fueras más atrevido, con ese rostro y ese... bueno, no tengo que nombrarlo, tendrías un ejército de pretendientes que posarían para tus obras.
- Sabes que no...
- Que no eres bueno con las palabras; lo sé, pero cualquier hombre caería a tus pies con solo ver tus creaciones, están llenas de vida.
- Tu crees...
- ¡Por supuesto que sí! Solo tienes que animarte. - Buscó algo en su bolso, los ojos de Sehun brillaron. - Sí, chocolates. - se los entregó y tomó una foto de las expresiones de su amigo - Eres una caja de sorpresas; definitivamente voy a felicitar al que logre quedarse con tu corazón.
- Vinienes diciendo eso desde...
- Algún día, Hunnie. Aunque, si algún bastardo te hace algo lo castraré. - apretó los brazos del sofá. - Por otro lado, elige algo bueno o lo haré yo por ti.
- ¿Gracias? - comió un segundo chocolate.
- Sin embargo, como vas a conseguir algo si tus únicas salidas son al supermercado. - dijo.
- No te preocupes, en verdad, estoy bien.
- Si tú lo dices.- Cerró su bolso. - Hablaremos de esto después, cuidate. - salió.
- Adiós, Lucy.
En su taller miró por última vez la caja dorada, no había más chocolates. ¿Se puede ser adicto al chocolate? Porque el consideraba que era uno. La caja le gustaba mucho, le quitó el papel manteca y colocó en ella algunos lápices. No quería dibujar, fue hasta uno de sus armarios y retiró un paquete de arcilla.
Tres días después, y con dos intentos fallidos, logró completar la obra que antes solo había sido un dibujo. El cuerpo de arcilla, ya que no tenía cabeza, estaba parado en una esquina de la habitación. Parecía un maniquí, estaba vestido con un traje negro que había comprado especialmente para él.
Lo habia hecho un poco más alto que él, lo cual era mucho en comparación con otras personas. Le arregló la corbata y el cuello de la camisa, se veía muy bien. Sehun se sentó en su escritorio y observó con cuidado; le gustaban el largo de las piernas; su vientre plano y, tal ves, marcado; el pecho, los brazos y esos hombros fuertes y anchos; levantó un poco la mirada y no vio más, decepción. Su mente no podía imaginarse el rostro de... ¿Qué era exactamente? ¿Un amigo? Sonrió, no tenía amigos, a menos que Vivi contara como uno. No, solo tenía a Lucy, y ahora a esa escultura de más de un metro ochenta que aterraría a cualquier persona razonable. Tomó una tela gruesa y cubrió su creación, no tenía ánimos.
Vivi estaba esperando su comida en la cocina, Sehun llenó su plato; y se sirvió un sándwich de atún. La televisión era un enorme espejo negro que reflejaba su figura, levemente colorida, y todo lo demás a su alrededor era tenue o negro. Se sentía muy solo. Encendió el televisor y miró, como lo haría cualquier persona exterior, su propia exposición de cuadros. Podía ver a Lucy negociando, ofreciendo y convenciendo a numerosas parejas o individuos en el lugar; como las cámaras hacían un recorrido; como los periodistas entrevistaban a los críticos o a algún famoso que estuviera allí. Solo faltaba él, el autor de cada uno de los elementos que adornaban esas paredes.
¿Cuál era la razón? Timidez. Era sumamente tímido. Aún recuerda cómo conoció a Lucy... una niña con un bonito cabello y una mochila con brillos que corrió hacia él y le pidió ser su amiga. Y nunca dejó de serlo. Incluso cuando él eligió esa profesión ella lo animó y ayudó a conseguir un sitio para poder crear; era su defensora y también algo así como una voz interior, que venía del exterior. Casi todas sus salidas al exterior también eran con ella.
Tomó su celular y la llamó, quería escucharla.
- ¿Hunnie?
- Hola Lucy. ¿Cómo estás?
- Oh, perfectamente. Tus cuadros son un éxito como siempre... - la escucho dar unos pasos - Mucha gente está interesada en conocerte, creen que eres magnífico... si te vieran en persona...
- Sabes que no estoy preparado para esto. Puedo verte desde el canal de noticias, te ves muy bonita, no quiero que te digan nada grosero.
- ¡Por supuesto que no! Aunque no te voy a negar que hay hombres muy guapos hoy.
- Ten cuidado. Podrían confundir tus intenciones. - ella se rió.
- Cerraremos en un momento... ¿que tal si te das una vuelta por aquí y compramos comida? No olvides a Vivi. - colgó.
- Eso no fue una pregunta...
Sonrió, su amiga era todo un caso. Fue hasta su taller y destapó la estatua.
- Voy a salir... - sacudió los hombros del traje - y tal vez me quede en el departamento de mi amiga. Volveré por la mañana, también me llevo a Vivi.
Volvió a cubrirlo y se dirigió hacia su habitación. Eligió un conjunto elegante pero no exagerado, solo estaría dos segundos en la galería. Se colocó el pantalón negro y la camisa blanca, agregó en su muñeca un reloj que combinaba; tomó sus llaves, tapa bocas, preparó a Vivi y salió del departamento.
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