Lazo.
#ObedeciendoTusReglas
#Shoro
ASTRID
Miro la bebida dentro de la botella que sostengo entre mis sudadas manos. El temblor de mis éstas es insostenible y casi ridículo, por lo que debo apoyarlas en mi regazo para que la botella no caiga al suelo. Aunque mis piernas poco ayudan a sostenerla dado al constante e inquietante movimiento que hago. Es inevitable no mover las piernas, como trastornado cuando se está nervioso. Pues, creo que está demás decir que lo estoy con aquella simple descripción. Cualquier ser humano o animal se daría cuenta que mi expresión y gesto lo deja en evidencia. Ciertamente una espera jamás me había sido tan espantosa, no quiero ni pensar cómo me pondré cuando tenga mi primer día de clases en Los Ángeles.
"Una vida nueva" dijo James cuando le pedí el favor de entregarle la copia del CD que Mika me pasó aquella vez. Ahora, tras dos días de que mis padres supiesen qué clase de cosas hacía Patrick, James debe estarle entregarlo la otra copia del CD a los padres de Mathew.
Una nueva vida empezando de cero es lo mejor ahora que me marcharé a una nueva ciudad, lo primero era disipar un poco aquella carga sobre mis hombros. Ese bichito molesto que me susurraba al oído y me martirizaba culpándome por no tener las agallas de abrir la boca y contar la verdad de Patrick. Quizás peque de metiche y debí dejarle a Patrick que le contara a nuestros padres; sin embargo, en vista que no tuvo las agallas antes, tuve que hacerlo yo. Ya no hay más mentiras ocultas, supongo. Admitiré que es un gesto cobarde el quedar como una santa paloma ante Patrick fingiendo que yo fui yo quien les enseñó el CD, sino que envié a alguien desconocido ante los ojos de mis padres para no levantar sospechas.
Lo planeé la noche de Año Nuevo, de camino a casa y lo perfeccioné al día siguiente. Creé dos copias del CD y con una meticulosidad casi sobrenatural —supongo que tomar fotografías puede influir en ello— copié lo escrito fuera del CD. Le dije a James, luego de ofrecer a voluntad propia su magullado rostro ante mis padres y los de Mathew, que enviara el CD diciéndole a mis padres que era de parte de Mathew y a los padres de Mathew que es de parte de mi hermano.
Algo turbio, lo sé, pero dentro de la telaraña que tengo en mi cabeza no pude planear algo más. Ya poco queda de las vacaciones; Patrick volverá al colegio y yo me marcharé a uno nuevo.
—No sé quién de los dos se ve peor, Cuatro Ojos.
Levanto la cabeza, dejando de lado todo nerviosismo al ver a James. A juzgar por su sonrisa triunfante, ha entregado el CD satisfactoriamente.
—¿Y? ¿Qué pasó? —pregunto, siguiendo cómo se sienta junto a mí.
Se encoge de hombros, reposando su espalda en el respaldo de la banca.
—Estuve golpeando como un loco casi media hora. Me abrió una mujer de traje, bien arreglada. Hombre, con su expresión confusa casi me sentí agente del FBI —dice entre risas. Niego con la cabeza mientras observo los hematomas que aún se notan en su rostro—. Le dije que tenía algo para ellos donde su hijo estaba involucrado. Su reacción cambió como no te lo imaginas.
—¿Crees que resulte? —cuestiono, casi con un hilo de voz.
—Bueno, yo le dije a tus padres que me llamaba Mathew —interrumpe, encogiéndose de hombros.
Le doy otro vistazo a su rostro magullado e inevitablemente siento compasión hacia su persona. Después de haber sido golpeado por quién sabe qué y decirle a su padre lo del auto, seguro que es un milagro verlo vivo.
—Gracias, James.
—No me agradezcas, es lo menos que puedo hacer por ti y... —hace una mueca, frunciendo sus labios— ese trastornado de McFly.
—¿Qué pasó con todo el asunto del club?
—El señor y la señora Gruonie se encargaron de todo, ayer le entregaron el auto a papá como si nada hubiese pasado. Según supe, demandaron al club. Ya conoces a los ricos, seguro ganan la demanda y todo el rollo ese —se sonríe pensativo, apoyando los codos sobre sus piernas—. Estaba tan asustado por el auto que después de pasar la noche con Gruonie... —da un respingo, volteando a verme sonrojado— ¡P-pasar la noche en camas diferentes! No malpienses de mí...
Lanzo una carcajada al aire.
—No lo hice —Alzo una ceja—, tú solito lo hiciste... El pensar mal, claro.
Lleva sus manos al rostro, refregando sus pardos como si no hubiese descansado en años luz. Sonrío ante aquel gesto tan particular y por verlo tan sonrojado por primera vez. De que hay algo oculto acá, lo hay, ¿pero quién soy yo para cuestionarlo?
—Olvídalo, con la loca esa no pasó nada —inquiere, tornándose serio—. Sólo hablamos.
—Bien, te creeré. Aunque las explicaciones están demás, ¿sabes?
—Como te decía... papá estaba tan ebrio cuando llegué que al contarle ni se molestó. Mamá estuvo como una loca al verme tan mal. En fin, ¿qué día te marchas?
Resoplo mirando mis pies balancearse de adelante hacia atrás, como en un columpio. No sé si particularmente la banca es muy alta para que mis pies apenas logren tocar tierra o yo soy la pequeña. En cualquiera de los casos, me sorprende cómo mis pies se mecen sin problemas. Pero me sorprende más el que los use como objetos de mi distracción para acallar las imágenes de despedida que pasan por mi mente al escuchar la pregunta de James.
—Pronto. La semana del segundo semestre, probablemente.
—¿Qué sentiste al firmar esos decisivos papeles? —curiosea, mirándome sugerente— ¿Te dio algo de melancolía?
Asiento en silencio.
Tengo el corazón dividido y una inquietud del tamaño de una montaña. Por culpa de lo último es que hace tres noches miro la pantalla de mi celular esperando responder cierto mensaje que llegó. El encabezado del mensaje, rezando el nombre del emisor, dice de forma clara "Alguien".
Irónicamente, todavía no cambio el nombre del contacto.
Alguien dejó de ser simplemente alguien cuando llegó gritando a mi casa por la madrugada. Ese Alguien se volvió en McFly. Y McFly llegó a ser Mika, a quien no he visto en días.
Sé que le dije adiós. Sé que debería responder a su mensaje. Sé que no puede acabar todo así.
No, sé que esto no terminará así. Todo debe ir acorde a mi plan.
—Creo que debería irme ya, James.
—Claro, nos veremos pronto.
MIKA
Música baja. Luz tenue.
No necesito más para hacer de mi día un aburrimiento total. Claro, sólo estaría faltando que el viejo llegue a mi habitación para seguir fastidiando con el futuro que nunca le importo, hasta ahora, que parece haber caído en cuenta que su hijo ya casi llega a la mayoría de edad y puede ocuparse de sus negocios. Todo eso lo puso en su lugar, seguro. No faltaron los gritos y regaños diciendo que soy un inmaduro, que no tengo nada planeado sobre mi futuro, que soy un irresponsable y toda mierda de clase monumental que poco me importa este día.
Suerte que salió a sus predestinados y antojosos viajes; de los cuales ya conozco bien de qué tratan —cenan y más cenas—, todo quedó claro en el viaje a Nueva York.
La universidad y esos trámites que me tienen sin cuidado ya están demasiado vistos para alguien que tiene claras las cosas. Sobre mis estudios a futuro, la universidad y todo lo que envuelve la tan sobrevalorada "nueva vida". Quiero hacer lo que me gusta, pero no estoy ansioso por hacerlo teniendo en cuenta que puedo hacerlo el año que se me apetezca. Sin embargo, estoy cuestionando seriamente mi elección de carrera y cómo acabaré si de salubridad mental hablamos... todos sabemos que los escritores y sus libros tienen cierta pizca que hace del lector un aficionado obsesivo que puede ser muy peligroso, tanto social como intelectualmente. Los libros son tentadores y la mejor fuente para crear ideas que son letales, en muchos sentidos. Pero no hay nada qué decir... Hace mucho que cedí a los libros, y estudiar Literatura es lo correcto desde mi punto de vista, aunque sé que al viejo no le agradará.
Y ahora que lo menciono, podría leer para dejar de lado la picardía del aburrimiento de lado, pero los ánimos me son pocos. La mañana en esgrima fue un desperdicio y tener que escuchar a Gruonie me hizo sentir como una mujer cotilla. ¿Qué me importa a mi lo bueno que le pase con el sarnoso amigo de Pajarito? Pues nada, pero escuchar las habladurías de la Ardilla fueron una forma de distraerme mientras observaba los movimientos incorregibles de mis inútiles compañeros de esgrima. Me asombra que después de todo este tiempo practicando y dedicándose al sofisticado deporte, tengan movimientos como los de niños pequeños jugando con palos.
Miro el velador junto a mi cama en busca del control para encender la televisión, quizás viendo un poco de tv basura disipe el aburrimiento sin tener que levantarme de la cama o moverme.
Alargo mi brazo para cogerlo, y en cuanto lo hago, rozo con mis dedos el lazo rosa con puntos rojos de Pajarito. Lo tomo sin más preámbulo, dejando de lado el control remoto sobre la cama.
El lazo está tal cual lo había dejado. Por poco olvido que nunca me digné a devolvérselo. Quizás sea una buena excusa para verla... o una excusa demasiado barata para ir a su casa y encarar al idiota de Patrick. De todas formas, está claro que la despedida de aquella vez fue definitiva puesto que ni siquiera se ha dignado a responder mi mensaje.
No quiero presionarla tampoco, ni parecer más desesperado de lo que estoy, aunque no lo aparente.
¿En qué rayos se convirtió el gran Mika McFly? ¿Qué clase de hechizo incurable me han puesto?
Niego con la cabeza, dejando el lazo donde estaba.
—Habrá tiempo de sobra para cuestionamientos innecesarios —me digo a mí mismo, acomodándome en la cama.
Pero mi aparente comodidad se ve irrumpida por unos fuertes golpes en la puerta.
A mi cabeza viene el rostro de Ashley, quien salió con sus amigas, no obstante ella tiene llave. Así que, a la puerta debe estar llamando el viejo amargado que tengo por padre, seguro viene a quejarse una vez más a la casa o tuvo problemas con los negocios y por eso está aquí.
Vuelven a golpear.
Me levanto de la cama y busco mis zapatos.
Una vez abajo, abro la puerta, encontrándome en la entrada simplemente un CD.
Es el CD que le pasé a Pajarito aquella vez en el mirador, donde queda en evidencia la asquerosidad humana que es su hermanito al cual defendía con tanto garbo y pasión.
Salgo de la puerta, abrazándome a mí mismo cuando una ventisca fría me atraviesa como cuchillas por la piel. Es entonces, cuando pongo un pie afuera, que una fuerza descomunal me toma desde la camiseta blanca que visto y me arrastra hacia un costado de la casa, lejos de la visibilidad de la calle. Patrick furioso, me estampa contra la pared y lanza un primer golpe que me da en la mejilla y me hace girar la cabeza por la fuerza. Siento que la zona donde golpeó se torna caliente y dentro de mi boca un sutil sabor a oxido.
—No podías quedarte callado ¿verdad, McFly? No, claro que no. Debías abrir tu bocota y enseñarle a mis padres el CD —su respiración es igual de agitada que la mía. No tengo la menor idea de qué habla, pero su desesperada acción me hace lanzar una carcajada que lo descoloca aún más. Me mira con incredulidad, para volver a presionarme contra la pared—. Estás demente, incluso para elaborar un plan tan absurdo como el de hacerte pasar por nosotros para enseñarle el CD a nuestros padres.
—No tengo una puta idea de qué hablas, Fissher... ¿porque mejor no regresas por tus papis a conversarlo con ellos?
Lo hago a un lado, pero él vuelve a acorralarme. Ahora con más fuerza y presión.
—¡No te hagas el ingenuo! —Gruñe.
Alza el puño, dispuesto a golpearme, pero una mano impide hacerlo. A su lado, con una expresión acongojada, Astrid sostiene el brazo de su hermano, observándolo.
—Patrick, no —le ordena, con los ojos lagrimosos—. Él no tiene nada que ver en eso. Fui yo la que enseñó el CD, no Mathew, no Mika. Yo, y solamente yo.
Ante su asombro, Fissher logra soltarme para dirigirse a su hermana, atónito e incrédulo de sus palabras. Mientras él está desesperado ante la revelación de Pajarito, poca importancia tengo sobre el qué hizo para que su repulsivo hermano venga aquí. Todo lo que pasa por mi cabeza es tener el privilegio de poder volverla a ver, aunque ella en ninguna ocasión lo ha hecho.
—¿Por qué tú...?
—Quería inculparlos y enemistarlos a los dos... —mira el suelo. La conozco lo suficiente como para saber que ese peculiar gesto es cuando está avergonzada o arrepentida de algo; sin embargo, su expresión no dice mucho, sino que parece una buena actuación de su parte. Dentro de la maraña de incongruencias (en la que estoy involucrado) algo oculta—. Patrick —continua ella, mirándolo de nuevo—, no puedo cargar con esto... no podía seguir ocultando ese CD.
Patrick queda en completo silencio unos instante, observando a su hermana, mientras entre ruegos pido que ella voltee a verme por primera vez desde hace mucho.
—Vamos, hablemos en el auto —dice él finalmente, tomando a Astrid del brazo.
Alargo mi brazo para retenerla, pero ella prevé mi movimiento y se hace a un lado, siguiendo a su hermano.
¿Qué ha sido todo esto?
ASTRID
—No lo entiendo... ¿por qué?
Patrick conduce el auto a tal velocidad alucinante que me he visto en la obligación de colocarme el cinturón de seguridad. Su voz quebrantada y su expresión desbordante de emociones acumuladas me dejan a saber que lo que hice fue un acto del cual ahora me arrepiento. Y es que elaborar tal plan pudo traer muchas consecuencias, pero llegó justo a la que yo planeaba; sin embargo, no pensé que a la hora de verlo otra vez así me sentaría tan mal. Después de todo, sigue siendo mi hermano, aunque mi elección sea diferente.
—Ya te lo dije —muerdo mi labio—, no podía cargar sabiendo que te marcharían una vez más invicto de tus actos pasados. Quería decirle a papá y mamá por mí misma pero me acobarde y planeé inculparlo a los dos, pero... no pensé que llegarían a la conclusión de que fue Mika quien se los enseñó.
Mentirosa.
La verdad de mis palabras vanas es que si soy una cobarde que ideó un plan para decirle a mis padres sobre el antiguo Patrick, pero el trasfondo de todo esto es una historia diferente. Tengo una teoría algo tonta que surgió la noche del Año Nuevo y que elaboré en estos días, después de que Patrick fuese a buscarme a la casa de Cassandra. Y es que, ante mis pensamientos insistentes que dictan el no poder estar bien con ninguno de los dos al mismo tiempo, llegué a la conclusión que debo estar bien con uno y enemistada con el otro. Por eso ideé el enseñar el CD a sus padres y envié a James a hacerlo, puesto que si a su puerta llegaba un chico de pelo castaño creerían que fue solo una persona en particular que tendría el valor de hacerlo... No podía decirles a mis padres directamente sobre Patrick, me faltaron las agallas, por eso elegí una forma más turbia de hacerlo. Cuando Mathew y Patrick sacaran sus hipótesis sobre el autor que reveló sus atrocidades pasadas, lo más seguro es que cayeran en la obvia conclusión que fue Mika, ya que la descripción que todo ser humano siempre hace y la más razonable, siempre es la del color de cabello. Patrick encararía a Mika y entonces yo saldría a confesar todo, así volvería a enemistarme con Patrick.
Si mi teoría es cierta, entonces creo que mi elección entre Patrick y Mika es evidente.
Hasta ahora, mi plan salió perfecto. Tal cual lo había ideado.
—Cambiaste, Astrid. —Una repentina lluvia hace que Patrick encienda el limpia parabrisas mientras su voz sale de sí un tanto melancólica—. Ya no eres la misma de antes...
Todo influyó para que cambiara. Para bien o para mal, no lo sé. Pero esa Astrid ingenua que siempre guardaba silencio, quedo enterrada bajo tierra. El pasar desapercibida, no responder a recriminaciones, observar en silencio y dejar que me pasaran a llevar, cambió el primer día de clases de mi segundo año. Podría culpar a cierta persona, pero teniendo en cuenta que ni siquiera pude atreverme mirarlo a la cara hoy, diré que él sólo fue un catalizador. Todo el mundo conspiró para que abriera los ojos.
Ahora los tengo bien abiertos.
—¡Astrid!
Megan llega a mi lado con una radiante sonrisa.
Es el primer día del segundo semestre en Jackson, y vine aquí para una clase de despedida y ordenar los últimos papeles de mi traslado a Los Ángeles. Aceptar una beca gracias a un concurso ha dejado a más de alguno asombrado y, extrañamente, melancólicos ante la idea de tener que marcharme. James y su grupito de amigos —excluyendo al gordo que me empujó hace un tiempo— decidieron hacerme una especie de despedida en un karaoke. No pude rechazarlos, aunque soy consciente que poco descansaré de ahora en adelante; intentado adaptarme, arreglando papeleos como si fuese trabajadora social o algo por el estilo, viviendo en una pensión pintoresca en la nueva ciudad, y otras cosas... El mundo parece estar de cabeza, pero estar por última vez con quienes fueron mis compañeros —malísimos compañeros—, no es una mala idea. James, April, Liz y Megan irán, con ellos basta y sobra.
—Hola de nuevo —saludo con una sonrisa, de camino a mi taquilla.
—¿Lista para la noche? —pregunta, alzando sus cejas.
—Sí, sacaré la basura de mi casillero y volveré a casa para cambiarme.
—¡Okidoki! —exclama, haciendo el símbolo de paz con los dedos y guiñando uno de sus ojos— Pasaré a buscarte como a las siete. —Asiento en respuesta. Me hace una seña como despedida y camina hacia la salida de Jackson.
Ya casi todo el mundo ha vuelto a sus casas, como todo lunes de desesperados. Por lo que en el pasillo transitan pocas personas. Y entre ellas, ninguno es McFly.
Faltan dos días para que me marche y ni siquiera he podido verlo. Es como si se hubiese hecho humo.
Abro la taquilla. El ruido de la puertecilla de metal abriéndose causa un eco molesto por el desolado pasillo, provocando un pitido en mis oídos. Frunzo el ceño al escucharlo, pero lo cambio al instante cuando me percato que dentro de mi taquilla, sobre los cuadernos y papeles, yace un lazo rosado con puntitos rojos que me es familiar.
Es el lazo que Mika me quitó la primera vez que nos encontramos.
Con una temblorosa mano lo tomo, examinándolo entre mis manos. El preguntar cómo fue capaz Mika de dejarlo dentro de mi casillero es lo más absurdo que debería estarme preguntando. Aunque el encontrarlo dentro es inquietante, el significado de su anónimo gesto es el que me hace millares de preguntas sobresaliendo algunas más que otras.
¿Esto es un "hasta nunca"? ¿Está dejando de lado sus sentimientos por mí? ¿Está renunciando? ¿O es una simple despedida?
Antes esas y más preguntas, emprendo un recorrido por todo el colegio en busca de su paradero. Pero no logro dar con él.
Miro la hora por mi celular, comprobando que ya casi es la hora de salida.
Hoy es el último día en que pondré un pie dentro de Jackson. Es imposible no sentir un peso de melancolía y previa nostalgia, pues he estado casi dos años dentro de la enorme estructura, viendo y viviendo de todo. Es asombroso como unas paredes y pasillos largos pueden cobrar vida con el trajín de personas que van de lado a lado. Nunca me percaté de lo lúgubre que se ve el enorme pasillo principal sin los estudiantes o los gritos de los profesores... o los indispensables tres chicos que ponen de cabeza Jackson. Hasta podría llegar a decir que la despedida de los chicos fue más dramática y triste que la de Patrick en el aeropuerto. Su mirada acusándome, llena de resentimiento fue como me lo había imaginado; sin embargo, no pensé que me afectaría al punto de sollozar encerrada en mi cuarto.
Ya no hay tiempo para arrepentimientos, sabía que las consecuencias de mis actos conllevarían todo eso.
Meto las manos a los bolsillos de camino al baño de chicas.
Dentro está todo anormalmente frío, por lo que vuelvo a salir, topándome en directo con el sonido del timbre de salida. Al instante, todos los chicos de Jackson salen de sus salas; unos felices, otros cansados, otros charlando entre sí, jugando a empujarse o simplemente escuchando música.
Respiro hondo cuando el bichito del nerviosismo se aloja en mi estómago causando diferentes sensaciones dentro. Un choque eléctrico se expande por mi cuerpo y por instinto me coloco en puntillas en busca de Mika, en el centro del pasillo. Los estudiantes pasan junto a mí en dirección contraria, algunos mirándome interrogantes y otros chocando contra mi brazo. Las risas y voces de todos se vuelven bajas e imperceptibles cuando mis ojos dan con el paradero de un chico castaño con ojos grises, avanzando en mi dirección junto a sus dos inseparables amigos. Al darse cuenta de mi presencia, se detiene a unos pasos de mí, mientras los demás pasan de los dos, algunos bajando sus cabezas y mirando en otra dirección cumpliendo las tres reglas a las que poca importancia les di. Chase y Jax pasan junto a mí como si no existiese, pero probablemente bien saben quién soy. El último de ellos esboza una ladeada sonrisa que parece más de mofa.
Mika no aparta sus ojos de mí, ni yo tampoco pretendo hacerlo de él.
Los dos hemos sido envueltos por circunstancias extraordinarias y ahora estamos definiendo en silencio qué decirle al otro. Siempre tuve mucho que decirle a Mika McFly, mas ahora, todo es difuso.
Con el pasillo ya en silencio, él abre un poco sus labios dispuesto a hablar.
—¿Qué es esto? —me apronto a preguntar, sacando de mi muñeca el lazo que él dejó en mi taquilla— ¿Qué significa?
—Puedes tomártelo como se te plazca.
—¿Cómo me plazca? Viniendo de ti puedo tomarme de muchas formas este gesto —inquiero, dando un paso hacia él.
Mika avanza hasta quedar frente a mí, pero guardando cierta distancia. Se cruza de brazos, observándome altivo.
—Entonces tómalo como una despedida, al fin y al cabo, es lo que querías.
Su frialdad es desconcertante.
—¡Pero ya no quiero hacerlo de esa forma! —exclamo, apretando el lazo con fuerza dentro de mi mano— ¿Cómo puedo hacerlo después de todo lo que pasamos? No pensé que una despedida era lo que tú querías...
—¿Y qué esperabas que hiciera, Astrid? —cuestiona— ¿Quieres que te pida que no te vayas? Tú ya tomaste tu decisión, y yo tomé la mía. Nunca estuvimos hechos para estar juntos. Cosas así sólo pasan en películas y libros, Pajarito.
Con su diestra recorre mi brazo hasta tomar mi mano, agarrando el lazo en ella. Baja su cabeza, colocando sus dedos dentro del lazo. Camina a mi alrededor, deteniéndose en mi espalda. Sus dedos rosan mi cuello mientras agarra mi cabello. En un par de segundos, amarra mi cabello y vuelve a pararse frente a mí. Toma mi barbilla con sus dedos, alzando mi cabeza para que pueda verlo directamente a sus ojos. Me examina unos segundos y luego plasma un suave beso en mis labios.
Ni siquiera puedo responderlo, estoy hecha de piedra.
—Gracias —murmura cerca de mi oreja, provocando un cosquilleo en mi cuello... Y sin más, pasa junto a mí en dirección a la salida.
¿Así es como terminará todo? ¿Un «gracias»? ¿Después de crear un absurdo teorema sobre nuestra relación que dictaba el no poder estar bien con uno, ni con el otro y hacer que Patrick me odie? ¿Después de decidir que quería estar con Mika, él se decidió por terminar todo? ¿Acaso esto de verdad es un «Hasta nunca»?
No lo acepto.
Yo no quería que todo terminara así.
Contengo el aire en mis pulmones unos segundos. Seco unas rebeldes lágrimas que han osado a escaparse por mis mejillas. Una fuerza superior a mí se anima a moverme de mi puesto. Estoy corriendo hacia la entrada de Jackson, suplicando que pueda dar con Mika.
—¡Mika!
Un grito gutural se escapa de mi boca cuando llego afuera. Miro hacia todos lados sin dar con él. Continúo corriendo hasta el estacionamiento, pero de Mika no hay rastro alguno.
Así de desesperado debió sentirse él cuando le dije adiós la noche de Año Nuevo.
¿Él también tuvo esta punzada en el pecho con unos fervientes deseos de llorar?
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FIN :D Jaja, es broma... aún no termina.
¿Qué creen que pasará en el siguiente capítulo?
El siguiente capítulo lo subiré... uhm, dentro de la semana, lo antes posible xD Y tendrá el nombre de una canción 7u7 Y sí, es de Arctic Monkeys porque soy shora y qué volá.
Los jamoneo.
#SorbeteandoMocos
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