• Una perra desquiciada •
Víktor Volkov
───────────────
Debo de admitir mi equivocación con respecto a esta perra, porque no está loca. Su demencia va más allá de mi capacidad de entender, mucha más de la tolerancia y paciencia.
Pero, pese a tener una boca bastante floja que te incita a darle unos buenos golpes, puedo llegar a comprender en profundidad el deseo que mi hermano siente por ella.
Sí, Jules no es como las otras chicas que traíamos para satisfacer nuestros deseos.
Ella no es obediente, pese a las advertencias que constantemente le damos. No sucumbe al miedo, mucho menos se deja manipular por nosotros.
Me enferma que sea así, no entiendo cómo puede ser tan desobediente, teniendo a dos leones sedientos frente a ella. Admito el deseo que siento por esta perfecta silueta y admito que este placer que me hace sentir es fantástico.
Aun admitiendo todo esto, me sigue enfadando su actitud tan irrespetuosa. Más cuando es ella quien está arriba mío dándome placer. Dejándome como espectador de todo el arte de su cuerpo.
Ni siquiera puedo refutar sus palabras. La osadía con las que les dijo, el cómo tomó el control sin mi consentimiento me ha dejado helado.
O más bien, rendido a ella.
—¡O Dios, es tan grande!
No sé si es un gemido de gozo o de dolor, pues sus facciones se contraen y da una mueca de incomodidad, pero su húmeda abertura se abre más a mí, incluso puedo sentirlo más caliente.
Tomo su cintura, queriendo que se mueva más para gozar de lo caliente de su interior, pero al hacerlo sus ojos verdes se abren para lanzarme una mala mirada. Casi olvidando la lascivia que se trae.
—No—afirma, moviendo sus caderas en círculos, haciéndome temblar debajo de ella mientras me toma de los hombros para clavarme sus uñas—. Hoy te follaré.
No respondo debido a que empieza a moverse de arriba hacia abajo con fuerza, rebotando en mi miembro erecto, creando un sonido majestuoso de sus jugos rebosando con una especie de sinfonía de aplausos creando por la piel que choca.
Trago saliva y me aferro a su cintura, soltando gemidos temblorosos por el placer, suspirando su nombre a la vez que admiro sus grandes pechos en el momento que rebotan.
«¿Por qué carajos hago lo que ella me dice?». Cuestiono en mi mente al caer en cuenta en la posición, en la sumisión que siento que estoy teniendo.
Jules es el diablo personificado, de eso no tengo dudas, por ende, debo de tener cuidado con ella. Un paso falso y terminaré en sus pies.
Aunque no es una misión fácil, mucho menos cuando me toma del cuello para pasar su lengua, sin dejar de follarme, marcando un territorio prohibido. Dejando un hormigueo en todo mi cuerpo.
Me tenso cuando me muerde, más cuando succiona. Tiemblo bajo su mando y siento el orgasmo en mi parte baja.
—Ah, Jules…—me estremezco, esta vez poniendo algo de fuerza en su cintura para apresurar su ritmo—. Sigue así, por Dios…
—Oh Dios…—gime alto, sintiendo hasta el último centímetro de mí —. Amo cuando gimes mi nombre, bebé—dice en mi oído, provocando un repentino odio.
«¿Cómo se atreve a hacerme decir eso?». Me maldigo al oírme decir aquello, notando una vergüenza horrenda, hiriendo también mi ego.
Antes de que pueda atraparme en su embrujo, la tomo de la cintura con más fuerza, obligando a detenerse para poder ponerla bajo mío.
Grita en desacuerdo, pero no me detengo.
—¡Aguarda!
Me adentro más en ella, sin medir palabras o fuerza.
Debo de sostener las muñecas de Jules arriba de su cabeza para que no intente tocarme, ya que es lo que sus delicadas manos intentan hacer cada vez que me acerco.
Una sola mano me basta para retenerla, la otra la uso para levantar su pierna izquierda y así tener más espacio para meterme dentro.
—Ah, más, por favor…—súplica tensando su cuerpo, mirando hacia arriba mientras muerde su labio.
Su rostro demuestra lo mucho que le gusta, los ojos giran de la fascinación y sus dientes son apretados constantemente. El interior se aprieta cada vez que entro y salgo de ella para meterme de nuevo con fuerza, en estocadas secas que crean un choque de pieles excitantes.
Me encanta, no lo negaré. Esta perra me está encantando y eso que es la primera vez que me la follo.
Ese maldito idiota tenía bien escondida a esta zorra, debo de felicitarlo, porque no hay dudas que, en el sexo, Jules nos dará muchísimo placer.
—No me molestará soportar esa boquita suelta si en la cama tu coño me apretará de esta forma—hablo entre jadeos—. Vamos, sigue gimiendo mi nombre—ordeno pasando mis manos por su ancha cintura, metiéndome con más fuerza.
—¡Oh, Víktor!—gime en un grito que aturde, a la vez que sus piernas se abren solas para dejarme más espacio—. ¡Sigue, por favor!
Los gemidos de ambos no quedan atrás. Cada vez que me meto en ella grita mi nombre en señal de placer. Su voz me vuelve a hechizar, me deja sin aire y con ganas de matarla por provocar todo esto en mí.
Siento mi miembro caliente al estar en su abertura, pues sus paredes hierven. Puedo sentir como sus jugos crean un chapoteo excitante. Rebosa erotismo puro con cada sonido que produce.
Su cuerpo tiembla más de lo normal, cuando abro mis ojos puedo ver ella arquea su espalda, lista para sentir esa recarga de energía del orgasmo.
—Jules…—la llamo entre gruñidos, apretando su cuello con mi mano. Ella me mira, casi al límite—. Si te corres antes de que yo lo haga, te lo meteré por el culo toda la noche.
Intenta hablar, pero me es imposible entenderle debido a los gemidos que se le escapan, pero probablemente son maldición e insultos.
Aprieto su cuello con mis dedos al correrme dentro, liberando mi semen en ella con la última estocada.
—¡Ah, sí!
—Buena chica—murmuro al salir de ella, dejando escapar lo último de mi líquido caliente, este cae en su abdomen y ambos quedamos mirando ese hilo pegajoso.
No fue mi intención follarla sin protección, no es correcto hacerlo, pero en mi defensa la mitad de estas cosas no estaban en mis planes.
—¿En serio?—cuestiona enfada, aunque agotada—. No puedo tomar otra píldora de emergencia, idiota.
—Lo siento—me acerco a ella, tocando sus pechos desnudos—. Será la última vez, lo prometo.
—A menos que quieras tener un hijo tuyo o de tu hermano en mi vientre, espero que sí.
Lo pienso, cosa que está mal, aunque no está prohibido.
Paso mis manos desde su pecho hasta su vientre, acariciando esa zona. Ella me mira y puedo ver su miedo con respecto a lo hablado, entonces, decido quitar mi mano de allí, al igual que ese estúpido pensamiento.
Mi lengua acaricia por su pezón, lo muerdo bajo su atenta mirada. Apretando los pechos que apenas caben en mi mano por lo grandes que son.
—¿Lo haremos otra vez?—pide entre gemidos, tirando su cabeza hacia atrás cuando pellizco el pezón rosado con fuerza, dejándolo rojo e hinchado.
—Por supuesto que lo haremos otra vez—beso sus labios—. Te follaré hasta que aprendas a comportarte como una buena perra.
Lame sus labios y luego lo muerde mientras sonríe.
—Entonces me tendrás que follar toda la noche sin descanso, bebé—pronuncia divertida y siento que me pongo duro con solo verla—. Sabes bien que jamás voy a ser obediente a ustedes. Te aconsejo que te rindas antes de batallar en vano.
Gruño tras sus palabras, pero con el miembro listo para meterlo en esa boca tan lujuriosa.
Por suerte para nosotros, la noche pasa con lentitud, donde solo los gemidos se escuchan en estas anchas paredes. Reconociendo las palabras de Maxim con cada vez que Jules intenta tomar el control en el sexo en cada oportunidad que ve posible.
«—Solo debes tener paciencia». Escuché que dijo cuando me sugirió comprarla para compartirla.
Y no hay duda de que ella me servirá muy bien.
—Estoy cansada, deja mi vagina en paz—declina mi insinuación, más dormida que despierta—. Mañana seguimos…
—No, quiero ahora—me quejo—. Así que ábrete de piernas.
—Jo, déjame—se da vuelta, mostrando su perfecta desnudes—. Maxim me deja, mínimo, una hora de descanso entre queda follada.
—Y es por eso que tienes poca resistencia—gruño y me subo arriba de ella, abriendo sus largas piernas para tener su abertura lista—. Solo una vez más…—digo y comienzo a besar sus pechos, acariciando sus muslos al mismo tiempo.
—¡Víktor!—interrumpe Maxim, entrando de repente en la habitación—. Mierda, no es hora de que follen. ¿No escuchas todo este ruido?
Me separo al instante de Jules, no porque no quiera que me vea con ella, más bien porque tiene su arma en mano y, viniendo de él, eso es alarmante.
—¿Qué sucede?—pregunta Jules, asustada—. ¡¿Qué carajos llevas en la mano, idiota?!
Maxim pasa sus ojos en mí y me tenso al oír sus angustiantes palabras.
—Ron está atacando la mansión. Hay hombres entrando por las puertas traseras.
—¿Quién?
—Jules, vete a mi estudio ahora mismo.
Ella me mira confundido, pero empieza a vestirse rápido.
Busco una de mis armas que tengo guardadas debajo de mi cama, la cargo y sostengo con fuerza, listo para acabar con este juego infantil.
───────────────
—¡¿Dónde mierda estaban ustedes?!—grito enfurecido, tomando de la camisa a Sergei, el guardia de seguridad de la puerta principal—. ¡¿Cómo fue posible que los hombres de Ron entrara a mi casa sin ser vistos por nadie?!
Nadie responde, lo cual me hace hervir la sangre.
Miro hacia todos lados buscando una respuesta de mis hombres, pero no recibo más que miradas bajas.
—Soy paciente y dejaré que sigan respirando por ahora, pero agradezco que Maxim no está aquí, porque él no les perdonará un accidente como este en estos momentos—informo y todos se tensan. Ellos saben bien el trofeo valioso que mi hermano guarda tras estas puertas y lo que es capaz de hacer cuando se obsesionaba con algo o alguien.
Por suerte para ellos, Maxim se ha ido con Jules, debido a un pedido de súplica que ella le dio con tono preocupado y mi hermano no pudo hacer más que asentir.
Respiro hondo para calmarme, para tomar nuevamente aire para preparar mis pulmones.
—¡Y que alguien quite a esos muertos de mi puto jardín!—vuelvo a gritar, esta vez señalando los cinco cuerpos desvividos frente a la fuente.
Comienza el levantamiento de cuerpo, mientras que mando a la mitad de mis hombres a dar vigilancia por toda la mansión, tanto adentro como afuera.
Salen en motocicletas para la nieve, ya que la noche comienza a lanzar grandes copos que, poco a poco, inunda las tierras. Otros van en camionetas blindadas, llevándose consigo armas de alto calibre y con ellas mi paciencia.
«Ese bastardo de mierda, siempre cagando la paz que tanto nos llevó plantar entre nuestra federación y la de su hermano».
—Llamen a Dimitry, díganle que mañana tiene una junta con los hermanos Volkov en la casa de seguridad más próxima—ordeno a Sergei, el cual no se aparta de mi lado pese haber recibido el mensaje.
Lo miro curioso, debido a que su rostro detona angustia.
—Sergei, si no quieres acabar en la pila de muertos, habla de una vez.
Aprieta los labios y suelta un largo suspiro.
—No sé si fue Ron quien mandó a estos hombres, señor.
—El hermano menor de Dimitry nunca estuvo a favor de la unión entre federaciones, así que es obvio que fue él.
—¿Pero y si no fuera él?
Arrugo mi entre ceja.
—¿Qué dices?
—¿Y si fue Dimitry para sembrar odio arriba de más odio?
—¿Dices que él quiere que matemos a su hermano?—pregunto cómico, pero su semblante sigue serio—. No es así, Dimitry tiene muchas cosas, pero es fiel a las palabras y juramentos. Más a su familia.
Ahora es él quien arruga el entrecejo.
—Sí, señor.
Con eso se va hacia la cabaña de guardia que está en la entrada principal de la puerta, situada estratégicamente para no ser vista con facilidad.
Vuelvo a suspirar, más cansado de lo que acostumbro y con un dolor punzante en mi frente.
Camino de vuelta a la casa, yendo directo a mi despacho, pues es donde mandé a Jules.
Al entrar en la segunda puerta del pasillo, veo una escena algo extraña, la cual me deja perplejo por segundos.
—¿Qué pasó?—me atrevo a preguntar y ambos voltean a verme.
—Jules me golpeó.
Miro a la suso dicha, la cual aprieta de más el pañuelo de la nariz de mi hermano, haciendo que se queje más.
—En mi defensa, me contó que sé acostó con otra puta—se queja mirándolo mal a Maxim—. Esa zorra llamada Míriam ya se las verá conmigo.
—¿Te das cuenta de que eres el triple de grande que ella?—lo reto, cruzando mis brazos—. Además, tú no nos puedes lastimar.
—¿Quién lo dice?—réplica Jules, concentrada en la nariz dañada de mi hermano—. De todas formas fue un golpe leve, apenas si lo sintió.
—Me sigue sangrando—refuta Maxim, arrugando su rostro por el dolor.
Me les quedo viendo por un momento, pues es raro esto.
No solo porque, para empezar, se supone que Jules está aquí para obedecer y ella hace todo menos eso.
Termino sentándome en mi silla, viendo desde mi lugar la escena. Tirando la cabeza hacia atrás y pensando un poco en la situación.
Maxim no pregunta nada, claro que es porque ella está aquí, pero puedo sentir sus curiosos ojos en mí.
—Jules, ven aquí—digo con lentitud y ella por fin obedece.
Limpia sus manos y llega a mí, sentándose en mi regazo, moviendo sus anchas caderas que son cubiertas por mi camisa blanca, la cual cubre poco más que sus perfectos muslos. Dejando también la vista de sus pezones.
—Te palpita el ojo—comenta horrorizada, empezando a masajear con sus dedos mi frente, menguando el estrés.
Maxim viene a nosotros, ya con la nariz recupera, pero con la camisa blanca manchada de sangre.
—¿Fue él?
Asiento.
—¿Quién?—pregunta Jules.
—Que te importa—replico de mala manera y ella deja de masajear para mirarme con un adorable puchero que me tienda a lamer.
—Que grosero.
—Ven conmigo nena, yo me porto bien contigo—se mete Maxim, sentándose en la silla del frente para palmear su regazo.
Ella bufa, más enojada que antes.
—Lo prefiero a Víktor—dice con seriedad, creando sorpresa en mí y enojo en mi hermano—. Por lo menos no se anda revolcando con otras putas de la casa.
—¡Sí, lo hace!—acusa Maxim, apuntándome con un dedo—. ¡Con todas, en serio!
Ella me mira enojada, pero yo niego con la cabeza.
Aunque sí es verdad, el hecho de que me prefiera antes que a mi hermano me provoca mentir por la diversión que me trae la auténtica indignación de Maxim.
La historia que tiene con Maxim, hasta dónde yo sé, no es de una prostituta común con un cliente regular. Es mucho más que eso y no sé si me agrada del todo.
—Se supone que soy su puta, su única puta. No les doy permiso para que se acuesten que otras—enarca una ceja, mirándonos con seriedad.
—Señores…—entra Raquel, interrumpiendo la discusión entre Jules—. Solo pasaba a decirles que la cena ya está servida para los dos.
«Los dos». Pienso en las palabras y a la vez miro a Jules.
Me veo en la obligación de sostenerla de la cintura con fuerza para que no se le tire encima a la señorita Raquel.
—Víktor…—gruñe entre dientes al verme interrumpir su matanza.
Antes de poder replicar, Maxim se adelanta.
—¿Acaso no pusiste un plato para Jules?
—Las perras no comen en la mesa—aclara Raquel de inmediato, haciendo que Jules se quiera levantar de mi regazo—. Órdenes de ustedes mismos.
—¡¿Quién mierda eres para decir eso?!—grita furiosa, peleando para salirse de mi agarre.
La señora da dos pasos hacia atrás.
Hasta yo me sorprendo de Jules. Sabía que tenía carácter, pero no creí que fuese tan explosiva.
—En realidad, eso es cierto—digo por fin, haciendo que ella detenga su pelea para mirarme.
Al hacerlo, sus ojos cambian y dejan un brillo que me escandaliza al instante, tenido ganas de taparlos para dejar de caer en ellos.
—Pero haremos una excepción por ti, nena—agrega Maxim, notando mis escasas palabras.
Asiento dos veces, porque Raquel no parece convencida.
Termina yéndose y, pese a ir con mala cara, no escuchamos ninguna palabra de ella.
Jules queda sentada arriba mío, mirando al librero del frente con los brazos cruzados. Claramente ofendida.
—No te enojes, nena, haré que te cocinen tu comida favorita—habla Maxim, volviendo a palmear sus piernas para llamar su atención.
Entre cierro mis ojos al verla irse con él, dejando un vacío en mi entrepierna.
—La consientes demasiado—me quejo y ambos me sonríen—. Así no aprenderá a obedecer.
—Pronto estarás haciéndome caso tú también, bombón—dice Jules, besando a mi hermano en la boca, sin apartar sus ojos de mí.
—No soy tan fácil como este idiota—finalizo la conversación, levantándome de la silla para irme a mi estudio de arte.
—Víktor…
Su voz me saca del trance.
Ambos me miran con el ceño fruncido.
—¿Nos vas a comer?—ella vuelve a hablar, esta vez señalando mi plato intacto—. No tocaste nada de la cena.
—No tengo mucha hambre.
—Hermano, Jules tiene razón, come algo. No estuvimos en casa todo el día y mañana será uno más largo—Maxim le da la razón a Jules, mirándome preocupado.
Aunque sé que lo que más le preocupa ahora es el tema de Ron.
Suspiro cansado, apartando mi plato.
—Me voy a dormir temprano—dicto y hago el amago de levantarme de la mesa, pero Maxim y su gran boca me frena.
—Bueno…—se levanta de la mesa más rápido que yo, yendo directo a Jules—. Vamos, nena. Hoy dormirás conmigo, nena.
—No.
Él me mira y sonríe.
—Ella me golpeó, debo tenerla para castigarla.
—Jódete por ser idiota—insulto y borra su sonrisa—. Es mi turno de tenerla.
Me levanto y la jalo del brazo, atrayéndola a mí.
Maxim hace lo mismo, tomando el brazo derecho, ahora queda atrapada en medio de los dos. Pasando sus miradas entre ambos.
—Pero la quiero tener conmigo esta noche.
—Te dije que no.
—¡Tú ya la follaste!
—¡Solo una vez, tú lo hiciste más veces!
—¡Porque la encontré primero!
—¡¿Y qué importa quién la encontró primero?! Ella dijo que me prefería.
—¡Eso fue una mentira para provocarme!
—¡Dejen de jalarme los putos brazos, idiotas!—grita tan fuerte que debemos obedecer y soltarla para tapar los oídos.
Nos mira mal, moviendo su largo y negro cabello hacia atrás.
Sus ojos verdes me dicen lo cansada que se encuentra, además de esas ojeras que carga su pálido rostro.
Ahora que lo recuerdo, su rostro pulcro se ve mejor sin maquillaje. Aunque admito que me fascinó verla por primera vez con ese vestido ceñido al cuerpo, junto a los labios rojos y ojos delineados.
—Hoy dormiré sola—dictamina y me hace caer otra vez en la realidad—. Así que duerman ustedes juntos y dejen de joder por esta noche.
Está por irse, pero ambos la detenemos al mismo tiempo.
—No está en ti definir eso—comenta Maxim con seriedad.
—O duermes con ambos al mismo tiempo o con uno solo, es así cómo serán las cosas todas las noches—aclaro de una vez, sujetando su muñeca.
Ella nos mira horrorizada, frunciendo sus labios.
—¿Me quieren matar?—gruñe enojada, soltándose de mi agarre—. Si me llegan a follar entre los dos al mismo tiempo tendré un agujero tan grande que podría parir sin sentir dolor y no quiero eso. Gracias, pero no.
Maxim suspira resignando, casi tan molesto como yo.
—Nena, tú no decides eso, ¿por qué no entiendes que nosotros damos las órdenes?
Baja y sube los hombros, haciéndome estresar lo suficiente como para que me palpite el ojo derecho.
—Dormiré en tu habitación, Maxim—anuncia tras un breve silencio.
—Pero sola, tú vete a dormir a otro lado—agrega, haciendo que mi hermano la mire mal—. Ese es tu castigo por follarte a esa rubia de mierda—sisea enojada, provocando que mi hermano quite su enojo del rostro y quede pálido.
Se termina yendo del comedor para irse a la habitación, con sus manos en las anchas caderas, dejando mi camisa blanca que le llega por debajo de los muslos.
—¿Dejarás que se vaya así?—cuestiono cómico, pero con cierta molestia.
—Se la dejaré pasar…—asegura desganado.
—Le dejas pasar mucho.
—Tú igual—arremete serio—. ¿Desde cuándo dejas que la perra tome el control en el sexo? Ella se jactó de eso todo el tiempo.
—No te pongas celoso—me acerco a él, poniendo mi mano en su hombro—. Que esta chica no te domine, no como hizo la otra.
Se tensa bajo mi tacto. Puedo ver cómo su mandíbula se endurece y la mirada se torna oscura.
—Lo sé, no volverá a pasar.
—Eso espero, sería un desperdicio hacerla desaparecer en estos momentos.
───────────────
Siganme en mis redes sociales:
Instagram: @darinavdt
Facebook: @darinajunior
Wattpad: @thaisvdt
Grupo de difusión:
+54 342 - 486 - 9502
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro