Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• Un susto •

Jules
──────────────

—Pues no, señora Volkov. Usted no está embarazada.

—Mierda—se me escapa al ver el monitor vacío y el doctor enarca una ceja.

—¿Acaso está intentando quedarse en cinta?

—Usted dijo que podría quedar embarazada…

—Pero las posibilidades son pocas, mientras que los problemas son muchos. 

—Sí, sí, ya lo sé—quito la viscosidad de mi vientre, pasando una toalla húmeda en la zona—. Aun así no es imposible tener una cosa aquí, ¿no?—digo y señalo mi vientre.

—Un bebé—corrige ceñudo.

—Es lo mismo—me encojo de hombre. 

—Ser madre no debe ser tomado a la ligera.

—¿Dices que seré una mala madre?—bramo ofendida, levantándome de la camilla para quedar frente a él.

En circunstancias normales, estaría sudando a mares y pidiendo perdón, pero esta vez el doctor Kuznets me mira serio, aunque sus mejillas seguían coloradas.  

—¿Usted cree que tiene la capacidad emocional que se requiere a la hora de ser madre?—pregunta tranquilo—. No puede traer un bebé al mundo para atar a los Volkov, señorita, Jules. Ya hubo alguien que lo intentó y terminó mal para los tres.

—¿Quién estuvo embarazada?—pregunto aturdida, olvidándome de mi enojo—. ¿Acaso fue Leah?

El doctor abre la boca, más no sale nada de allí por los golpes que dan en la puerta de su sala.

—¿Nena, qué haces aquí?—pregunta al entrar, pasando su mirada por toda la habitación, recayendo en el monitor de ecografía—. ¿Qué sucede? ¿Te duele algo?—vuelve a preguntar, esta vez más serio, con voz ahogada. 

—Solo estaba pidiendo más pastillas anticonceptivas—responde el doctor, al mismo tiempo que busca un armario con llave, sacando de ahí unas tres cajas pequeñas de color rosada—. Tenga y no se pase de los horarios establecidos para más seguridad. 

Lo miro mal, también le quito esas malditas cajas de sus manos de forma brusca. 

—Sí, entiendo—contesto molesta, dándome la vuelta para quedar frente a Maxim, forzando una sonrisa radiante—. Vamos, amor. Ya terminamos las cosas por aquí. 

Mi sonrisa intenta no recaer en el momento en el que veo a Maxim con su rostro intacto, cargando un semblante serio. Por suerte para mí, o tal vez no, sus ojos estaban fijos en la máquina de ecografía y tardaron un poco en volver a mí.

—Vamos—demanda sin más y así se retira sin esperarme. 

Con torpeza lo sigo desde atrás, apretando las dichosas cajas de pastillas en mi pecho, sintiendo una angustia que me remueve el estómago. 

—A casa—dice apenas salimos de la clínica al chófer, metiéndose al auto primero. 

—Maldito idiota—gruño entre dientes y es un mal momento para captar su atención porque antes de meterse del todo a la parte trasera del auto negro, me mira sobre su hombro con un enojo poco visto por mí. 

Trago saliva con algo de fuerza, arrepintiéndome de lo que dije e hice minutos atrás. Aun así, solo me mira como si fuese un león en duda si matar o no a su presa, hasta que decide lo opuesto, metiéndose del todo al vehículo. 

Suspiro para lograr tranquilizarme, notando el corazón acelerado y un sudor que recorre mis manos. 

Subo en silencio y es así como transcurre el viaje. 

No es hasta que el celular de Maxim resuena en el bolsillo de su pantalón de vestir gris, el cual saca de este para contestar, dejándome ver por el rodillo del ojo una foto mía mientras dormía a su lado.

—¿Qué?—responde cortante, a la vez que me cacha mirándolo—. Qué mierda te importa, dime qué quieres, Víktor. 

Ahora sí, pese a tenerle en este estado, presto atención a su llamada. 

—¿Estás seguro?—frunce el ceño al mirarme, casi calmando su enojo. 

Me acerco a él, pese a tener su mirada juzgadora observando, quedándome sentado a su lado con el brazo izquierdo por encima de mi hombre.

—Así dijo Sergei—escucho mencionar a Víktor, con cierta voz enojada—. No quiero perder esta oportunidad. 

—Bien, entonces prepara todo, estaré llegando dentro de diez minutos. 

—¿Dónde vamos?—interrumpo y sus ojos bajan a mí, igual de fríos que antes. Sonrío un poco, pero sigue igual, escuchando lo que su hermano le dice, aunque no logro oír por el ruido del tráfico. 

Cómo no contesta, y mis ganas de saber son muchas, meto mi mano delicadamente debajo de su camiseta blanca apretada, dejando sus abdominales en el aire, además de poder apreciar estos hermosos tatuajes que carga en su suave piel. 

Toco la rosa roja que tiene en su cintura, es pequeña y delicada. La acaricio con las yemas de mis dedos, notando como su cuerpo se estremece bajo mi tacto. 

—¿Y qué quieres que haga?—sigue hablando por teléfono, ahora con una voz algo acelerada. 

—No es tan complicado mantenerla ocupada—dice Víktor tranquilo—. Estoy seguro que se te ocurrirá algo.

—Dijimos que no haríamos nada…—contesta entre dientes, deteniendo mi acción al sostener mi muñeca. Lo miro y al hacerlo su frialdad sigue intacta, pese a tener una enorme erección—, por lo menos hasta que esté mejor. 

Aparto mi vista de él, al igual que mi cuerpo, dejando un ancho espacio entre medio. 

Sigue su charla con Víktor por unos minutos más, aunque solo contesta con ruidos de afirmación. 

—Danil, vamos al centro comercial Gum—lo miro confundida y él levanta una ceja rubia en contestación—. ¿Qué? ¿No quieres ir a comprarte cosas?

—¿Es así como me vas a distraer para no ir a casa?—respondo de la misma manera fría que él, creando más enojo en sus ojos—. De todas formas, no es como si me pudiera negar. 

Me recuesto en el asiento, mirando por la ventana, escuchando como da varias caladas de aire para, seguramente, mantener su paciencia detrás de la línea límite. 

No negaré que me gusta venir al centro comercial, aunque solo estuve aquí unas dos veces y gasté el fondo completo de la tarjeta negra de Víktor, en estos momentos tensos, lo último que quiero es comprar. 

Mientras miro las vidrieras de los negocios, teniendo a más de treinta hombres detrás de mí revisando que todo esté en su lugar, la incomodidad no cesa, mucho menos la angustia. 

«Así que esa perra de Leah quedó embarazada». Me recuerda mi mente, generando un odio profundo hacia esa chica. 

Ni siquiera la conozco, pero la aberración que siento es descomunal. Puesto que, no hace mucho, los chicos estaban perdidamente enamorados de ella y no es una suposición mía, es algo más que obvio. 

Ese estúpido aniversario los puso como locos. No dormían, apenas comían y se emborrachaban cuando tenían oportunidad. 

Aunque, pensando bien las cosas, Víktor fue el que se veía peor. Maxim se refugiaba en el sexo, me di cuenta cuando venía de sus caminatas nocturnas con sus ojos hinchados y rojos. Venía a buscarme para que lo consuele, pese a no decirlo con palabras. 

«¿De quién era ese bebé?». Mi cerebro máquina sin parar, aunque las probabilidades de que sea de Maxim son iguales a las de Víktor, hay algo diferente entre ellos dos. 

El cuadro pintado en la habitación de Víktor. La que tenía a ese niño pequeño y a esa mujer rubia. No he visto una sola foto de esa mujer, Maxim no tiene ninguna, los únicos retratos que hay en su habitación son mías. 

«¿Entonces, eso quiere decir que esa perra quedó embarazada de Víktor?». 

«¿Pero qué pasó con ellos? ¿Por qué no está con ellos, si el tener una familia es lo que anhela más que nada?». 

—¿Qué pasa?—su cortante voz me saca de mis pensamientos, dejándome algo perdida. 

—¿Qué?

—Llevamos más de treinta minutos caminando y no haz comprado nada. 

Me enojo de hombro, más por las conjeturas que me da mi cerebro. 

—No estoy de humor—aparto mi atención de él, volviendo a ver las exhibiciones de ropas.  

—¿No le comprarás algo a Víktor? 

—¿Por qué lo haría?—digo bajo, entrando a una tienda para ver los collares de oro—. Son ustedes los que me deben de dar regalos, no al revés. 

—Sí, pero a veces puedes ser cortés y dar regalos a las personas que te tratan bien. Se le llama ser buena persona. 

Giro los ojos al escuchar sus regaños. 

—Te estás comportando como Víktor y no me está gustando para nada—informo molesta, a la vez que tomo uno de los anillos que están en el tablero de muestra. 

—¿Y eso se lo dices a Víktor o solo lo dices por qué soy yo?

—Ay, Dios, Maxim—me giro más que hastiada, teniéndolo casi pegado a mí—. ¿Qué mierda te pasa hoy? Estás insufrible, en serio, ya detente. Me estás cansando. 

Tuerce sus labios con una media sonrisa de costado, carente de risa. 

—¿Yo te estoy cansado a ti?—pregunta con ironía, dando un paso hacia mí y obligándome a retroceder, chocando con el mostrador de vidrio—. La única que está jodiendo todo eres tú, Jules. La que me está hartando eres tú. 

Quedo boquiabierta al escucharlo, con el corazón latiendo a mil y un miedo en mi garganta que no hace más que ahogarme con el poco oxígeno que está entrando en mis pulmones. 

—¿Qué culpa tengo yo que ya no pueda follar con ustedes?—tiemblo al hablar, notando como las personas de la tienda nos miraban con miedo, pese a no moverse—. ¿Me vas a culpar por los abusos que pasé?—pregunto llorando y él tensa su mandíbula al seguir el recorrido de mis lágrimas—. Eres tan culpable de esto como Víktor, porque ustedes incendiaron el burdel y es por eso que me secuestraron e hicieron todo eso conmigo…

«Ah, mierda». 

En el momento en el que la cara de Maxim pasa de enojo a sorpresa, me doy cuenta de que había arruinado todo.

—¿De qué mierda hablar, Jules?—habla anonadado, dando un paso atrás—. Me dijiste que no te habían hecho nada mientras estuviste secuestrada, incluso Ron lo confirmó para mí…—niega la cabeza con lentitud, más confuso que antes—. Todos ustedes me están mintiendo otra vez…

—No, no. Maxim, espera, deja que te explique…

—¡No me toques!—grita y me empuja con fuerza en el momento que doy un paso para alcanzarlo, haciéndome resbalar y caer al suelo, golpeando mi espalda contra el vidrio del exhibidor de joyas. Hay un ruido sordo que deja todo en silencio, algo se rompe y rápidamente me quejo por el dolor.  

—Mierda, nena, perdón… 

Me intenta ayudar, pero solo retrocedo por el miedo de verlo acercarse y cuando lo hago, sus ojos se vuelven cristianos, derramando dos gruesas gotas. 

—No quise… en serio no quise hacerlo…

—No me vuelvas a tocar, Maxim—digo mientras lloro, notando un ardor punzante en mi espalda, en la cual siento que se derrama un líquido frío. 

Uno de los guardias viene a mi ayuda, trayendo una especie de venda blanca que me pone en la espalda, el cual saca y, efectivamente, había sangre en él. 

—Debemos llevarla a la clínica, señora. Parece una herida grave. 

—Mierda…—Maxim mira desde lo alto la escena, con lágrimas en su cabeza, temblando, arrancándose los cabellos solo—. No, no… esto, esto está muy mal. No debía pasar así…

Maxim siempre fue inestable con sus emociones, tengo muchos recuerdos de eso. Su paciencia es poca y rara vez se contiene cuando alguien o algo lo hace enojar. Lo he visto perder la cabeza cuando otros hombres me querían para pasar la noche con ellos, lo he visto golpearlos por solo mirarme o decir palabras lascivas sobre mi cuerpo; vi muchas veces las banderas rojas, pero las ignoraba por el placer que llegaba a sentir por él.

Tal vez fue ese mi error, aunque nunca me golpeó como hoy. Es ahora que caiga en cuenta la fragilidad de su estabilidad emocional y cómo yo afecto en ella. 

Pero cómo dejarlo ahora, si es en estos momentos de soledad que me doy cuenta lo mucho que lo quiero, más no tolero sus acusaciones de hacer diferentes sobre su hermano mayor con él. 

—Danil, lleva a Maxim a la mansión mientras voy a la clínica y llama a Víktor para informarle. Dile que estoy bien, pero que no vaya hasta la clínica para no dejar solo a Maxim. 

—Sí, señora. 

—Nena, en serio lo siento…—intenta venir a mí otra vez, pero el guardia de seguridad que me acudió se interpone en el medio, dejándome resguarda tras su ancha espalda.

—Maxim, vete a casa—pido, aunque sin verlo a los ojos—. Ya estoy bien, iré dentro de poco.

Noto como su cuerpo titubea, aun así, gracias a la insistencia de Danil, se termina yendo con él. 

—Ivan, paga a las señoritas por los destrozos—ordeno a otro guardia el cual asiente y va en dirección a los vendedores, los cuales se habían ocultado detrás de las cortinas de los cambiadores. Miro sobre el hombro aquella mesa de vidrio rota, con una abertura en el medio, con sangre pintando su transparencia—. Vamos a la clínica otra vez.

───────────────

—No sé qué dolió más, si el golpe o el pinchazo de la inyección…

—Ya terminamos, no se preocupe—avisa una doctora detrás de mí, pegando un parche para cubrir la herida—. No requirió más de dos puntos a la hora de coser, por lo que no debería quedar cicatriza. 

—Bien, por lo menos hay buenas noticias—comento desanimada, levantándome del asiento de cuero negro—. Si ya acabó debo marcharme, si hay algo que pagar mis hombres lo harán en seguida. 

La joven doctora asiente tranquila, indicándome que podía irme a la vez que pasaba algunas cajas de pastillas para tranquilizar el dolor. 

—¡No importa, me hubieras avisado antes de traerla!

—Y la cosa se pone peor…—rezongo al oír, y ver, la ira personificada. 

Víktor viene a mí con la velocidad de un tornado, tirando y empujando todo a su alrededor. 

Con los puños apretados y un ceño más que fruncido, noto también las venas de sus antebrazos marcadas, puesto que lleva una camiseta negra que deja a la vista su enorme musculatura. 

—Estoy bien—apenas si logro decir antes de que su cuerpo prácticamente me envuelva—. Viktor, necesito respirar—me quejo bajo su tacto, sintiendo un asfixiante abrazo. 

—¿Qué te hizo? ¿Es una herida grave? ¿Te ha dolido o necesitas alguna medicación para calmar el malestar?

—¿Dónde está Maxim?—pregunto antes de que me siga hostigando con sus preguntas, viendo como en su rostro desaparece la preocupación para reemplazarla por enojo. 

—¿Por qué mierda te preocupas por él en estos momentos?—aprieta los dientes al hablar con tanta fuerza, que casi no logro entender—. Después de lo que te hizo no merece menos…

—Más te vale que no le hayas puesto un dedo encima—interrumpo con seriedad, apartando mi cuerpo del suyo—. No te pienso perdonar si le has tocado un solo cabello, Víktor. Sé que no debió golpearme, estuvo mal, pero no significa que te dé el derecho de hacerle lo mismo. Sabes cómo es él, Maxim es muy inestable, pero jamás me lastimaría a propósito. 

No responde, aunque puedo ver que mi regaño no fue de su agrado. Se queda en silencio hasta llegar al auto, el cual arranca con una falta de audio sepulcral. Hasta la avenida se encuentra en mute, dejando una tensión dentro del vehículo insoportable. 

—No deberías justificar su mal acto—responde luego de un rato—. Solo porque es él, decides minimizar sus acciones. 

—¿Crees que no sé qué fue incorrecto lo que hizo?—le devuelvo la mirada, sintiendo una agitación al hablar del tema—. No la justifico, está mal y sé que no volverá a pasar, más no pretendo torturar su mente con este caso aislado. Además…—trago saliva, sintiendo la bilis subir por la garganta—. Malinterpreté sus palabras y creí que estaba culpándome de no poder tener sexo, así que, sin querer, revelé lo que pasó en el sótano y le dije que fue su culpa…

Con temor y nervios suelto esas palabras, siguiendo los movimientos que hace Víktor en cámara lenta. 

Desde el asombro en sus ojos, hasta pasar ambas manos en su cara de arriba a abajo. 

—Jules…

—Fue sin querer, lo siento—me apresuro a decir, queriendo acabar con esto—. Pero, pensándolo bien, pudo ser peor.

Quita las manos de su cara para volver a mirarme, esta vez ceñudo y preocupado. 

—¿Peor que golpearte? 

—Me empujó—corrijo. 

—¡Eso es golpear!—grita hastiado, llevándome un susto por la sorpresa—. ¿Sabes qué querrá hacer ahora?—levanta una ceja, pero no contesto—. Querrá ir solo a buscar a esos hombres, Jules. Solo. Sin nadie y más ahora que tiene la culpa de lo que pasó en sus hombros. 

—En serio lo siento—es lo único que puedo decir mientras lloro, sintiendo un nudo en la garganta y en el estómago. 

Viktor me penetra con su mirada, y aunque no es una acusatoria, me produce más culpa de la que quisiera tener. 

Luego de un viaje lento y tedioso, llegamos a la casa con el sol queriéndose esconder detrás de las grandes paredes de cemento blancas y junto a él el agobiante calor del verano. 

—Ven…—me extiende la mano y sin titubear la tomo, agradeciendo su ayuda—. ¿Aún te duele?—pregunta calmado, pasando su mano por mi cintura.

—Un poco, pero estoy cansada…

—Puedes subir a mi habitación a dormir—besa mi coronilla, abriendo la puerta de la casa para dejarme pasar primera. 

Y al hacerlo, lo primero que veo es su figura. 

—Maxim…—susurro su nombre y él levanta la mirada del suelo para fijarla en mí. 

Hago un intento para acercarme a él, el cual estaba sentado en las escaleras izquierdas con una mirada de cavilación, pero las manos de Víktor quedan firmes en mi cintura. Lo miro y su cabeza se mueve de un lado al otro, indicando un No rotundo. 

—Solo estaba esperándote porque quería saber cómo estabas…—su áspera voz inunda la casa, creando un poco de eco, se levanta y baja el último escalón, aún así mantiene su distancia—. ¿Estás bien? 

—Lo estoy—afirmo de inmediato—. Solo fue un leve corte, ni siquiera dejará cicatriz. 

Hace un amago de sonreír, pero la risa irónica de Víktor la borra en segundos. 

—¿Me dirás lo que te pasó en el sótano?—pregunta calmado, más noto un leve tic nervioso en su ojo derecho—. O por lo menos los implicados. Porque debes de haberte aprendido los nombres y rostros a la perfección. 

—No te diré quienes fueron—hablo con lentitud, sintiendo las ganas de llorar.

—Colegas de Kiril—presupone, dándose la vuelta para marcharse por las escaleras—. Con solo buscarlo a él será más fácil sacar a los otros de sus cuevas. 

—No es tan sencillo—refuta el mayor, llevándose la atención de Maxim, quien mira sobre sus hombros a él—. Lo estuve buscando por meses…

—Y fallaste—termina por él—. Después de saber que la maltrataron y violaron, ¿te atreviste a fallar en la venganza? 

Viktor da unos pasos adelante, cargado de furia. 

—Estoy haciendo más que tú.

—Porque me ocultaste la verdad—se encoge de hombros, bajando otra vez las escaleras—. Yo ya los hubiera matado, habría vengado a Jules.

—Pero hoy demostraste que eres un volcán a punto de explotar por la mínima provocación. Golpeaste a Jules, la lastimaste solo por una palabra. ¿Te imaginas lo que habrías hecho en aquel momento? 

—Solo me puse nervioso cuando la vi en el despacho del doctor y luego ella creyó cosas que no eran y terminó confesando una verdad. No fue todo mi culpa, aun así, no volverá a pasar y Jules sabe bien eso. 

Ambos me miran a la vez que yo asiento con rapidez. 

—¿Qué doctor?—pregunta Víktor confundido. Un escalofrío se crea en mi cuerpo en el momento que sus inquietantes ojos se pidan en mí. 

—Se puso muy serio desde que me vio en el consultorio del doctor Kuznets…—apenas digo con un hilo de voz, huyendo de sus miradas juzgadoras. 

—¿Y por qué fuiste ahí? Debías ir con el terapeuta. 

—Estabas haciéndote una maldita ecografía—delata Maxim, ya impaciente—. Creo, y temo, que esté embarazada. 

Viktor abre sus ojos con asombro, girando su cuerpo para mirarme y esa luz que reflejan sus ojos azules me dejan sin aire. 

—¿Estás embarazada?—pregunta casi en un susurro, con esperanzas de una respuesta afirmativa. 

Y al negar con mi cabeza, ese brillo se apaga en segundos. 

—Aún no…—digo lento, sintiendo el peso de sus miradas—. Dejé de tomar las pastillas a propósito, pero al parecer no soy tan fértil como quisiera. 

—¿Ahora quieres quedar embarazada?—se adelanta a decir Maxim, mirándome con un enojo que me hiere el alma—. ¿Por qué haces esas cosas sin preguntar? ¡¿Por qué carajos quieres joderlo todo?! 

—¡No le hables así!

—¡Es tu puta culpa, Víktor!—grita aún más fuerte, viniendo a nosotros—. Estoy seguro de que la presionaste para que lo hiciera, ¿verdad? 

—No lo hice, ella quiere hacerlo—contesta con dientes apretados.

—¡Jules jamás quiso ser madre!—refuta en su cara y por el miedo doy un paso atrás—. No la conoces, Víktor. Solo te gusta follarla, pero nada más. Yo sí la amo y sé que solo quiere hacer esto por presión tuya. Para tener un seguro de que nada cambiará.

Ambos chicos me miran, uno con enojo y el otro con preocupación. 

—¿En serio?—susurra Víktor, ya con lágrimas acumuladas en sus ojos—. ¿Solo lo hiciste para tener por seguro que nunca te dejaríamos sin lujos?

—Creí que a Maxim también le gustaría tener un bebé…—confieso temblando. 

—¡Lo último que voy a querer es un puto bebé contigo, Jules!—contesta en un grito bravo, dando dos pasos para intentar llegar a mí. 

—Ya déjala—demanda Víktor, empujando a Maxim—. No la vuelvas a tocar, porque soy capaz de hacer lo mismo que tú por ella. 

—Basta, Víktor—intento atraerlo a mí, tomándolo de su brazo para frenarlo, pero no lo muevo ni un centímetro.

—Es tu culpa—gruñe Maxim, ahora llorando.

—¿Piensas que haciendo este espectáculo ella te perdonará?—se burla, logrando que su hermano se avergüence y llore más—. Te ves patético, das vergüenza y…

—Dijiste que yo era tu favorito—interrumpe a la vez que da dos pasos adelante—. Me prometiste que no me dejarías por Víktor…

—Y no lo hago—afirmo angustiada, dando un medio paso, pues Víktor me toma del brazo para detenerme. Lo miro y en sus ojos noto la preocupación—. Pero en estos momentos no eres tú. No eres el Máximo que yo conozco y el que quiero…—finalizo, aun deseando acercarme más a él. 

—Solo fue un golpe, lo hice sin querer…—sigue quejándose y al verlo derramar tantas lágrimas mi corazón no aguanta más. Empujo como puedo a Víktor, teniendo que rasguñar el dorso de sus manos para que me suelte. 

Voy corriendo a él, abrazándolo con todas mis fuerzas, aunque Maxim no me devuelve la acción, sigo apretando su cintura con todas mis fuerzas. Oyendo su corazón latir con tanta fuerza que parece un tambor. 

—En verdad lo siento…—apoya su frente en mi cabeza, derramando lágrimas que mojan mi hombro—. Prometo no volver hacerlo, lo juro…

—Lo sé, lo sé—es lo único que logro decir mientras lo abrazo y lloro en silencio, sintiendo una penetrante mirada detrás de nosotros. 

 ───────────────


Siganme en mis redes sociales:
Instagram: @darinavdt
Facebook: @darinajunior
Wattpad: @thaisvdt
Grupo de difusión:
+54 342 - 486 - 9502
¡Comenta y vota antes de irte!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro