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• Odio y venganza •

Jules
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«Kiril, Arten, Egor, Andrei y Boris».

-La nieve está jodiendo todo el día...

«Kiril, Arten, Egor, Andrei y Boris».

-Moscú está bajo la mira del presidente de los Estados Unidos porque...

«Kiril, Arten, Egor, Andrei y...».

-Escuché que la federación de los Volkov se mudan a San Petersburgo con la llegada del verano, eso nos sentará bien para empezar el nuevo negocio.

Detengo mis pensamientos al oír la mención de ellos saliendo de la boca de Andrei, quien se escucha emocionado mientras bebe del pico de su botella de vodka puro.

Me levanto lentamente con la mente en una nube, aunque fija en un solo pensamiento.
El piso frío hiela mis pies descalzos, dando una sensación de ardor y comezón cuando camino por la suciedad de la tierra. El caminar ya no duele tanto, pero el roce de la camisa con mi piel magullada sí lo hace, puesto que tengo pintado en mi piel un sin fin de moratones de diferentes colores, adornando la delgadez que alcancé al estar encerrada.

-Quiero ir al baño-anuncio con voz ásperosa, llegando a la mesa redonda, donde todos los presentes me miran expectantes.

Egor arruga su frente al oírme y rasca su calvicie.

-Fuiste hace cuarenta minutos-recuerda confuso-. ¿Qué es lo que haces ahí adentro?

-Me está bajando mucha sangre, maldito imbécil-le recuerdo con agonía y sus ojos van directos a los míos, infundiendo un gran temor-. Llévame ahora mismo al puto baño-vuelvo a demandar, ahora sintiendo la garganta arder por haber subido la voz después de tanto tiempo.

Suspira molesto, pero termina tomando las llaves y me hace ir delante de él para vigilarme.

Abre la puerta gris, pasamos el pasillo frío y siento las bajas temperaturas del invierno aquí, pues la calefacción no llegaba hasta fuera del sótano.

-Tienes cinco minutos-advierte enojado y solo le cierro la puerta en la cara sin decir más, liberándome de sus ojos terroríficos.

Aprovecho esta soledad para cambiarme la toalla higiénica, ya que sí era verdad que me había bajado la regla. Desde aquellos golpes, el periodo había seguido con un dolor inigualable. Constantemente me volvía una pequeña bolita en la sucia cama debido a que el sufrimiento era tanto que no podía parar de llorar. Aunque ahora que lo pienso bien, está durando más tiempo del que considero normal, por lo menos esos pequeños coágulos ya dejaron de salir.

Pero esta anormalidad se le puede atribuir a los constantes abusos por parte de estos sujetos, lo que me llega a reflexionar en mi lista una vez más.

«Kiril, Arten, Egor, Andrei y Boris».

¿Cuánto tiempo llevo aquí metida?

Nadie me quiere contestar la pregunta, pero puedo decir que son, más o menos, unas tres semanas encerradas con los sujetos y solo pasaron seis días desde el incidente del sangrado.

La regla me salvó de seguir siendo su juguete sexual, ya que al parecer a ninguno le gustaba la idea de tocarme en mis días y siguieron las órdenes de Kiril.

Eso es bueno, no obstante, al ver mi toalla femenina noto la poca sangre que bajó y esto me dice que mi gran salvación se estaba yendo de mi útero.

Suspiro resignada, algo cansada y con ganas de llorar.

Esta situación se me sale de las manos, no sé qué hacer para escapar de esto. Estoy harta, agotada físicamente, mi poca cordura escasea con cada noche que paso al lado de estos sujetos.

Sobre todo cuando llega Kiril. Venía sin falta cada noche, o así era hasta lo del sangrado, luego de que los muchachos cenen y yo tenga que chupárselas para que me den las sobras de sus platos.

Termina con ese calvario para arrastrarme al infierno mismo, dónde los abusos son constantes, más brutales que cualquier otro que haya experimentado en mi corta vida. Más si su mano derecha, Egor, se suma al hecho.

Creí que esto había acabado el día que hice una alianza con él. Luego de que varios hombres quisieran ser atendidos exclusivamente conmigo y hayan dado mucho dinero a Kiril por mis servicios, prometió darme cierta libertad a la hora de elegir clientes.

Fui abusada muchas veces, pero él siempre estuvo para rescatarme y matar a quienes no me obedecían.

Siempre fuimos Kiril y yo, pero ahora solo queda una barrera de odio entre ambos. Ni sus sentimientos por mí, o el deseo que siempre sintió por mi cuerpo, harán que eso cambie.

Al igual que nada cambiará las ganas que tengo de vengarme de estos malditos hijos de puta.

Lavo mis manos y salgo de aquí, notando la molestia de Egor quien me esperaba apoyado en la puerta y con los brazos cruzados sobre la enorme campera verde militar, aferrado a su arma, buscando en su mente una razón válida para disparar.

-¿Listo?-pregunta serio, mirándome de abajo hacia arriba-. ¿Cuándo se supone que tarde en irse esa cosa?

-¿Esa cosa?-digo asqueada, caminando pasando por las escaleras que llevan a una segunda puerta-. Se le llama período y agradece que me vino, porque prefiero morir antes que dar a luz un hijo de ustedes...

Egor me toma del brazo tan fuerte que me hace caer hacia atrás, golpeando mi culo contra el suelo, haciéndome gritar por el susto y el dolor.

Creí que me golpearía por ser una boca floja, como ya se estaba haciendo costumbre, pero en realidad fue porque unos disparos se escuchaban en la parte de arriba.

Es repentino, tanto que no logro levantarme del suelo aún. Miro las escaleras algo alejadas de mí, pero noto como vibra tras los disparos y pisadas que hay detrás de ella.

-¡Muchachos!-grita Egor a sus amigos, quienes viene corriendo con armas grandes.

Le dan una a mi raptor, el cual me levanta del suelo para quedar a espaldas suyas.

-Camina-ordena enojado contra mi oreja, al mismo tiempo que pone la punta de su arma en mi espalda, causando un escalofrío de muerte-. Si morimos hoy, te llevaremos con nosotros, zorra de mierda.

Aprieto el pliegue de la camisa de Víktor, ya sucia, rota y con algo de sangre.

Suelto el oxígeno que retengo en mis pulmones, mientras lloro y doy pequeños pasos hacia la puerta.

Tiemblo de pies a cabeza con lágrimas mojando mis mejillas y un frío que endurece mis articulaciones.
Los disparos se hacen más seguidos y aumentan su volumen.

«Están cerca».

«¿Pero quiénes están cerca?».

No quiero ser incrédula ante mi situación, pero estoy deseando tanto ver a Maxim tras esa puerta vieja de madera que mis pies se mueven solos, más rápido que antes. Olvidándome por completo el odio que siento tras su traición.

Subo las escaleras, aun cuando los hombres me gritan que me detenga.

Escucho que uno carga su arma y luego hay un disparo, por último, un golpe sordo detrás de mi cabeza.

Después de eso, todo se vuelve negro.

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-Ahora entiendo por qué tanto apuro en encontrarla.

-¿De dónde la sacaron?

-Es una prostituta de un burdel conocido en Moscú.

-¿El que se quemó?

-Exactamente.

Me quejo entre dormida, intentando acomodarme en la amplia cama y junta a ella unas sabanas enormes que me envuelven.

Mi intensión era más que clara, dormir lo más que pueda en esta caliente y suave cama antes de que venga Kiril para empezar sus perversos juegos, pero, luego de unos segundos de oir esas boces desconocidas, caigo en lo que podría estar pasando.

-¿Dónde... estoy?-murmuro entre dormida, tan pronto me siento en la cama, quitando la sabana blanca de mi cuerpo.

Miro mi ropa, la cual en realidad no es mía. Teniendo puesto una remera larga negra térmica y unos pantalones de algodón blancos, siento en mis pies unos calcetines y mi cabello estaba atado en una coleta baja.

Levanto la mirada para darme cuenta de las dos presencias que tengo al lado de la cama.

Uno rubio con mirada grisácea, teniendo sus labios torcidos a modo de disgusto. A su lado, un pelirrojo de estatura baja, parece más un adolescente, con pecas y ojos azules.

Ambos me miran con una absoluta desconfianza.

-¿Quiénes son?-susurro asustada, aferrándome a las mantas nuevamente-. ¿Dónde estoy?-repito, sintiendo las ganas de llorar tras esta familiar situación.

El niño sonríe y se acerca a mí, pero rápidamente me aleja como puedo.

Su sonrisa se desaparece al notar mi miedo y puedo ver cómo pone sus manos en su espalda.

-Estás en la casa de los Petrov.

Arrugo mi frente.

-¿Quién?

Mira al rubio y este se acerca a mí, cruzando los brazos, moviendo así las mangas de su camisa roja para dejar ver una serpiente en su antebrazo derecho.

-Somos primos de Maxim y Víktor Volkov.

-¿Están aquí?-me apresuro a decir, más ansiosa de lo que me gustaría.

El rubio sonríe, mientras el pelirrojo pone mala cara.

-Mejor hay que hablar con mi hermano mayor, él sabrá decirte cómo procederá tu estancia aquí-explica el joven con pena.

-¿Mi estancia?-pregunto incrédula, levantándome de la cama pese a sentir un dolor agudo en mi cabeza-. Yo no me quedaré aquí, quiero irme.

El rubio suspira y se acerca a mí, tomando mi muñeca con fuerza. Me quejo e intento retroceder, pero me pega a él al sostenerme con sus largos dedos mi brazo; quemando un poco mi piel por el roce de su tacto y la remera negra.

-¿Y quién carajos te preguntó eso?-gruñe cerca de mi cara, casi pegando su boca en la mía.

-Ron, basta. Ella debe hablar con nuestro hermano primero-llama el pelirrojo y quien me tiene me suelta rápido-. Vamos, señorita Jules. Dimitry ansia verte.

El chico mueve a su hermano, dejando espacio suficiente para pasar por su lado. Aunque lo hago con recelo mirando al tal Ron.

Salgo de la enorme habitación blanca amueblada con puros cuadros artísticos.

Descalza y con cierto dolor en mi cabeza, al igual que en mi parte íntima. Procedo a seguir a estos chicos por un pasillo ancho de paredes son grisáceas, con algunas mesitas en las esquinas que sostienen floreados, jarrones o cuadros familiares.

Predominan fotos de una mujer rubia, incluso hay una del tamaño de una puerta colgado al final de pasillo y el comienzo de unas escaleras. Pequeñas farolas con luz amarilla iluminando los pasillos. Esta mansión parece un círculo gigante, alto y ancho.

Vamos por el tercer piso de la casa, donde lo primero que veo son dos puertas de madera pálida.

El pelirrojo golpea la puerta y luego abre sin esperar respuesta de adentro.

Me sonríe y hace un gesto con la cabeza para que lo sigan.

-Hermano, te hemos traído a Jules-informa el menor, abriendo las puertas y dejando ver un enorme despacho con paredes marrones.

No me concentro en otra cosa que no sea el escritorio que hay frente a mí, el cual es iluminado mayormente por la luz que da las ventanas que están detrás de él.

Hay un hombre de traje negro y corbata roja mirándome de arriba a abajo, sonriendo, sentado con la espalda reposada en su asiento negro de cuero. Esa sonrisa de gato perverso me genera de todo menos seguridad. Es un claro cartel de advertencia.

Nos acercamos más, los tres quedamos frente suyo. Ahora puedo notar el cierto parecido con los Volkov, pese a que su cabello es más blanco que rubio, pues la edad ya se le resalta en las canas, incluso esa corta barba se mira blanquecina.

-Buenos días, Jules... Bienvenida a la casa de los Petrov.

-Un gusto...-murmuro, intentando tragar mi temor. Incluso siento la piel helada, por lo que tiemblo en contra de mi voluntad-. Dimitry...-llamo en alto, y el eleva una ceja-. Me gustaría que respondieras una simple pregunta antes de el interrogatorio. ¿Puede ser?

Esa persona quita la sonrisa de sus finos labios, cambiando también el brillo de amabilidad de sus ojos, dejando una capa gruesa de hielo.

Está alerta.

-Adelante-contesta cortante, acomodándose en su lugar.

-¿Fueron ustedes los que atacaron la casa de los Volkov hace unas dos o tres semanas atrás? Dime la verdad.

Nadie responde, pero puedo ver cómo el tal Ron se tensa a mi lado derecho.

Dimitry pasa sus ojos por el recién mencionado y luego suspira.

-¿Por qué te interesa eso?-cuestiona tranquilo-. No te incumbe, pues es un tema entre federaciones del narcotráfico y querida, tú no estás incluida en esos temas.

-Entonces haré mi pregunta más específica, porque siento que eres muy idiota para comprenderlas-sonrío un poco-. ¿Están con Kiril o con los Volkov? Porque ese tema sí me consierne, querido.

Una vez más, nadie responde al instante.

La mirada de Dimity ya grita que me calle y que quiere golpearme repetidas veces, mientras que su hermano, el tal Ron, tiene su cuerpo direccionado a mí como si estuviera listo para atacarme en cualquier momento.

-No sé cómo has sobrevivido a todo esto, Jules-por fin habla Dimitry, suspirando con calma-. Aunque tengo entendido qué hicieron más que solo retenerte en ese sótano.

Me tenso al momento de oír eso, debido a que los recuerdo son vividos una vez más en mi mente.

-Y para tu extensa mala suerte-prosigue Dimitry-. Una vez que alguien toca las perras de los Volkov, ellos se deshacen de ellas, pues no les gusta tocar algo usado.

-Soy una prostituta-hablo alto, sonriendo pese a tener lágrimas en mis ojos-. Ellos saben bien eso y no les importa, así que cierra la puta boca y diles que estoy aquí ahora mismo.

-¿Qué te hace pensar que haremos lo que quieres?-cuestiona Ron, acercándose demasiado a mí, pero no me muevo del lugar.

-¿No quieren el perdón de los Volkov por haber invadido su territorio?-sonrío en su cara, mirando como arrugada su nariz en señal de disgusto-. Fuiste tú quien la cagó en eso, idiota. Así que intuyo que si me liberan, tendrán una segunda oportunidad con Víktor y Maxim.

Ron tuerce sus labios con una macabra sonrisa.

-Supongo que no solo estuviste chupando penes en esa pocilga, también escuchaban conversaciones que no te incumben.

-Soy una mujer multifacética-me encojo de hombros, dando un paso atrás al tenerlo pegado a mi cuerpo.

Pero sí, es verdad. Escuché mucho sobre el tema de Ron en el sótano.

Tiene una muy mala relación con sus primos, ya que ellos controlan una mayor parte de Rusia que los Petrov, parte que se supone que le corresponde a Ron al ser el segundo mayor de la familia.

Solo sé eso, debido a que los idiotas se callaban al darse cuenta de que yo estaba parando la oreja.

-¿Y bien?-miro a Dimitry, este ya estaba con el teléfono en la mano-. ¿Están aquí?

-Abajo-dice al dejar el aparato en su lugar-. Lárgate de aquí antes de que te mate, Jules.

Sonrío abiertamente y esto hace que tanto Dimitry y Ron me miren peor.

Me doy la vuelta, pasando al lado de ambos chicos y saliendo por las puertas.

Ni siquiera sé por dónde debo irme, pero no me es impedimento para detenerme.

Prácticamente, corro dando vueltas infinitas debido a que es un laberinto lleno de cuadros, puertas y decoraciones varias.

Estoy ansiosa, con cierta vergüenza, no me siento cómoda sintiendo esta felicidad al verlos, pero no me puedo privar de tener esa serotonina en mi sistema.

Y entonces lo veo frente a mí, justo cuando baja por las escaleras, parado en la puerta que creo que da a la salida.

La luz natural que pasa por los vidrios hacen un aura en su cuerpo como en el cuadro que vi la noche que pasamos juntos. Cómo en aquel recuerdo que tuve después de la mortal golpiza.

Titubeo en el último escalón, sintiendo la adrenalina irse de mi cuerpo para ser sustituida por la vergüenza.

No sé qué hacer al estar frente a frente, solo camino con lentitud con el corazón en la mano.

Su rostro está pulcro y no me dice nada, pero sí separa los brazos para extenderlos. Cuando hace esto, me es imposible no ir corriendo a abrazarlo.

-Víktor...-murmuro su nombre con lágrimas en mis ojos y una voz temblorosa que le hace tensar todo su cuerpo.

-Jules, por fin...-pronuncia agobiado, tomándome para envolverme en sus brazos.

Me hundo en su pecho, sintiendo su perfume en mi nariz y la calidez de su abrigo de pieles negras. Me siento mejor al hacerlo, como si volviera a respirar correctamente. Como si todo estuviera es su lugar.

Siento el cuerpo más liviano y los ojos me pican un poco. Supongo que Víktor puede notar mi angustia, pues sus brazos aumentan la fuerza de su agarre.

Luego de calmarme, me lleva hasta el auto aún descalza, dándome prendas abrigadas antes de subir.

Me visto como puedo debido a los nervios. Pongo un suéter blanco con cuello de tortuga y una campera inflable negra, además de unas zapatillas Nike blancas.


-¿Y Maxim?-pregunto luego de un rato, buscando su presencia en todos lados con mucho más ansiedad.

-Le dije que se quedara en casa, estaba como loco cuando nos llamaron para informar de tu rescate.

Arrugo la frente.

-¿Eso fue un rescate?-cuestiono enojada, mirando arriba de las escaleras dónde creo ver al chico pelirrojo asomarse un poco en el tercer piso.

-Dijeron que los secuestradores te dejaron inconveniente en el suelo, así que solo fue entrar a la casa y sacarte.

-¿Había alguien en la parte de arriba?-pregunto dudosa, pues sí llegué a escuchar gritos y disparos.

-Nadie importante-se encoge de hombros.

Quedamos en silencio luego de eso, ya yéndonos de la casa.

-¿Cómo está Maxim?-pregunto dudosa, apartando la vista de la brillante nieve.

-¿Cómo estás tú?-cuestiona sin mirarme, ya que su atención está en su teléfono.

No respondo y juzgo que es eso lo que le hace quitar su mirada del aparato para verme a mí.

Y cuando lo hace, las lágrimas empiezan una batalla para salir.

-Estoy... Yo estoy bien...-susurro con un hilo de voz, comenzando a temblar.

-Jules...-él advierte de mi estado y aunque quiero permanecer con la cabeza en alto, el dolor del alma me pesa y me desmorono-. Ven aquí.

Palmea su entrepierna y me escurro para llegar a él.

Me siento en sus piernas, con las mías separadas y abrazando su cuerpo. Apoyando mi oído en su corazón, sintiendo los fuertes latidos que produce.

-Me lastimaron mucho-lloro en sus brazos, sintiendo el nudo en mi garganta-. No vuelvas a dejar que ellos me dañen de esa forma, Víktor.

Se tensa y rápido quita sus manos de mi cintura.

-¿Quiénes?-su voz sale grave, más que de costumbre. Autoritaria, pero ahogada por la saliva.

-Kiril, Arten, Egor, Andrei y Boris-pronuncio sus nombres de memoria, recordando cada dolor que todos ellos me hicieron sentir-. Ese bastardo sigue vivo e hizo todo esto porque quemaron su puto burdel.

Su afilada mandíbula se tensa tras oírme, oscureciendo también sus ojos.

-Es nuestra culpa-pronuncia con los dientes apretados.

Asiento con los ojos cerrados.

Me levanto de su pecho, mirándolo a los ojos, sintiendo la helada vista que producen esos orbes.

-Quiero que los mates a todos, Víktor. No dejes a ninguno con vida, ¿entendido?

Se queda quieto, aun sin tocarme, pese a que me aferro a sus ropas con todas mis fuerzas. Tiemblo y lloro mirándolo a la cara, suplicando en silencio que conteste mi petición.

Asiente dos veces con lentitud, pasado su frío pulgar por mis mejillas para quitar todo rastro de lágrimas.

Tomo su mano libre y hago que la envuelva en mi cintura, como si estuviera dando permiso para que me toque.

Y es eso lo que quiero, lo que necesito en estos momentos.

Toca mis caderas, provocando que haga una mueca al sentir el dolor de los moretones, haciendo que su cuerpo se tense aún más y frunza los labios.

───────────────

Llegamos a la casa luego de una hora de viaje. Quise dormir un poco, como me lo ordenó Víktor, pero cada vez que cerraba mis ojos esa oscuridad aparecía para atormentarme.

No una simple oscuridad, esta era en forma humanoide. Esta criatura me perseguía y yo corría de ella con todas mis fuerzas, pero pese a mis esfuerzos, ella siempre lograba tomarme para hundirme.

-Vamos, él te está esperando en mi despacho.

Bajamos del auto y siento el calor de mi piel irse al chocar con el frío viento del exterior.

Me aferro a mí misma, temblando un poco, siguiendo los pasos de Víktor hasta la mansión.

Puedo ver que hay más hombres dentro, todos cargando armas grandes y hay autos pasando alrededor de la casa.

Todos parecen atentos, aunque diviso que uno que otro me mira por algunos segundos.

-¿Por qué hay tanta gente?-susurro detrás de él, acercándome más al enorme cuerpo.

Me mira sobre su hombro y noto el enojo en ellos, lo cual me pone más tensa.

-Es por seguridad-pronuncia cortante, girando su cuello para mirar a los hombres-. Aunque debí hacerlo hace rato.

La casa sigue igual, a excepción de que el sillón blanco fue reemplazo por uno de color beige oscuro, resaltando sobre las paredes.

Además, el hermoso candelabro de cristal ya no está en el techo, ahora solo están los faroles de luces claras iluminando la mansión.

No recuerdo cómo quedó la casa llego de que los hombres de Kiril hayan entrado, pero supongo que aprovecharon a destruir todo lo que estuviera a su paso.

-Señor...-su voz nos hace frente antes de subir las escaleras, lo que me hace pensar el por qué mierda no la mataron.


-Míriam, ¿tienes la habitación de Jules lista?

Lo miro sorprendido, quitando mi atención de la zorra.

-¿Tengo mi propia habitación?-pregunto curiosa, sonriendo un poco.

Víktor me mira y por primera vez en esta mañana el enojo se desvanece de su mirada.

-Sí, pero solo por unos días-advierte con voz suave-. Cuando estés mejor dormirás con nosotros.

Festejo en silencio, más por la mala cara que hace Míriam que por tener una habitación propia.

-Zorra, digo, Míriam-la llamo y la rubia me mira con mala cara-. Dile a Raquel que quiero que me preparen el baño, necesito lavarme bien para mis chicos.

-Sí... Señora.

-Vamos, Víktor-doy un paso adelante, tomándolo de la manga de su abrigo negro para arrastrarlo conmigo-. Quiero ver a Maxim.

Las ansias que tengo en mi estómago son infinitas. Incluso Víktor debe frenarme un poco al ver que casi caigo por las escaleras al estar tan apresurada, pero no es mi culpa.

Estar aquí, en la mansión, junto a los hermanos Volkov, me hace volver a estar tranquila.

Tengo paz con ellos a mi lado, aunque los malos recuerdos intentan escaparse de la caja en dónde los encerré.

La soledad se esfumó, ahora tengo dos compañías que dan luz a la oscuridad y matan al ser humanoide llamado tristeza.

Tengo una casa enorme, una cama caliente y mucha riqueza que me harán perder el miedo de volver a estar en la situación deplorable de la cual vengo escapando hace años.

-Nena...

-¡Maxim!

Solo hace dos zancadas largas hasta llegar a mí y tomarme en sus brazos.

Apenas tengo tiempo de verle la cara, pues se entierra en mi cuello mientras me abraza con demasiada fuerza.

El dolor de mi cintura es mucho, una electricidad aguda que me hace soltar un leve gemido por el malestar.

-Maxim, suéltala-demanda Víktor, sacando a su hermano de un empujón brusco.

Maxim arruga las cejas, sin entender mi dolor. Pasa su mirada por el hermano mayor y luego por mí, luego de un análisis, su felicidad se quita y puedo notar una oscuridad en sus ojos.

-¿Por qué te duele el cuerpo?-su voz me hace dar un escalofrío en la espina dorsal, aunque no lo demuestro-. ¡¿Qué fue lo que te hicieron?!

Sonrío como si nada, yendo a él para acariciar su rostro.

-No has dormido nada, incluso dejaste que te creciera la barba, Maxim-toco sus oscuras ojeras con una mano, mientras acaricio su barbilla-. Te descuidaste mucho, no eres así, ¿qué pasó?

Sus ojos vuelven a brillar, al mismo tiempo que sus manos tocan otra vez mi cintura e intento no demostrar lo mucho que me duele esta acción.

-Perdón, pero cierta persona decidió escaparse de mis garras...-ruedo los ojos por su comentario, pese a que me gusta ver la sonrisa que trae-. Víktor me ha contado la situación, pero quiero saber si estás bien, Jules. Y si te han hecho algo, dímelo.

Miro a Víktor sobre mi hombre, está con los brazos cruzados y un rostro serio.

Sonrío un poco, aun cuando su mirada vuelve a estar entre tinieblas.

-Estoy bien, cariño-le digo a Maxim-. No me han hecho nada, Kiril solo quería vengarse porque quemaron su burdel.

Víktor suelta un largo suspiro, a la vez que pasa por nuestro lado para sentarse en su silla de cuero marrón.

-¿A eso le llama venganza?-cuestiona cómico, pese a tener la vena del cuello marcada-. Ese hijo de puta no tiene idea de lo que la venganza significa.

-¿No lo has atrapado?-frunzo el ceño, siguiéndolo con la mirada-. ¿Qué hay de los otros hombres?

-¿Qué otros hombres?-se mete Maxim, más serio que antes-. Creí que era Kiril solo.

Víktor me lanza una mirada acusatoria.

-Escuchaba más hombres arriba del sótano-intento arreglar mi cagada-. Supongo que son cómplices de él.

-Ah, sí, pero los hombres de los Petrov los mataron apenas entraron a la casa-habla con más relajación, yendo a sentarse a la silla del frente del escritorio.

Quedo parada, pensando un poco. Aunque la mirada de Víktor no ayuda mucho.

-¿Y?

Maxim arruga el entre cejo.

-¿Van a perdonar a los Petrov?-digo sin más, con un enojo que me remueve las tripas-. Ellos ayudaron a Kiril a entrar a la mansión y secuestrarme.

-No-corta Víktor, poniendo sus brazos arriba de la mesa-. Fue Ron, su hermano menor. La federación de Dimitry no estuvo involucrada en esto, así que no se considera traición.

-¿Y entonces qué mierda van a hacer con Ron?

Bien, admito que mi enojo se está desbordando y son las ganas de venganza las que están hablando ahora mismo.

-Ron solo dio hombre a Kiril, así que...

-¿No van a hacer nada?-gruño enojada, mirando a Maxim y luego a Víktor.

-Si solo te secuestraron y no te hicieron daño, no hay mucho que hacer...-finaliza con titubeo Maxim, aunque sus ojos buscan los míos.

Pero yo solo miro a Víktor, el cual también me mira. Él es como una piedra, no parpadea y no estoy segura si está respirando.

Luego de un rato, termino cediendo y voy a sentarme arriba del escritorio en el medio de ambos sujetos.
Es su familia, lo entiendo, pero me dañaron, los traicionaron a ellos. Merece la muerte, y la peor de todas.

-¿Y ahora?-continúo con más calma.

-¿Tenemos sexo?-sugiere Maxim, con una enorme sonrisa.

-No, apestas-declino con rostro asqueado.

Me mira mal, pero disimuladamente huele su axila y nota que tengo razón.

-Vete a bañar, idiota-ordeno con mala cara su hermano mayor.

-Bien, bien, pero quiero dormir contigo esta noche-me tenso al oír su perdición y creo que Víktor también.

-Mandé que le dieran una habitación propia, así que dormirá sola unos días-revela Víktor y Maxim cambia su felicidad por preocupación.

-¿Por qué?-me mira consternado, acercándose para tomar mi rostro con ambas manos-. Me dijiste que no te habían hecho nada, nena. No me mientas y dime la verdad.

Su voz sale en una súplica que me deja helada, casi cayendo en esos cristalinos ojos azules.

-Maxim, no exageres-sonrío y beso sus labios resecos, tragándome la verdad-. Estuve encerrada tres semanas en un sótano sola, nadie me hizo nada. Además, tengo la regla y tú bien sabes que no me gusta hacer nada cuando me baja.

La preocupación persiste, aunque ahora lo noto menos tenso.

-¿Lo prometes?

La sonrisa flaquea antes esa petición.

Asiento en silencio.

-Si ya se terminaron de mirar como idiotas vete a bañar, Maxim. En verdad apestas.

-Eres cero romántico-se queja Maxim, pero termina yéndose a duchar tras un largo beso.

Quedo sola con Víktor, el cual mira por la ventana al patio.

Me siento frente suyo, aun en la mesa. Al notarme, Víktor se para y me toma de la cintura, aunque su fuerza es mínima al tocarme.

-¿No sé lo dirás?-pregunto al enrollar mis piernas en su cintura para acercarlo a mí.

-Se volverá más loco si lo hacemos-confiesa y besa mis labios sin apartar sus ojos de mí-. Me encargaré de esto solo, aunque llevará tiempo para que él no se entere.

Profundizo el beso, tomándolo del cuello para apretarlo más. Cierro los ojos y comienzo a jugar con nuestras lenguas para sentir como él gime entre besos.

-Jules...-me detiene, alejándose de mí con su voz entrecortada y una clara erección-. Hasta que un médico te revise no haremos nada.

-¿Crees que tengo una enfermedad o algo así?-pregunto enojada, queriendo alejarme de él, pero sus manos siguen en mi cintura.

-No lo digo por eso-refuta frustrado, moviendo mi cabello para atrás y pasando su mano por mi vientre. Haciéndome tensar al instante-. Bien sabes que tuvimos sexo sin condón la última vez, ya ha pasado casi un mes, así que si tienes algo ahí adentro que no sea un Volkov, lo debemos sacar.

Tiemblo un poco, pues su orden me hace sudar en frío.

Me había olvidado por completo de ese hecho, pensé haber tomado la píldora de emergencias.

«De todas formas, una porquería como tú no sería buena madre». Las palabras de Egor se filtran por mi cabeza, dejándome anonadada.

-No creo tener nada-argumento, aunque la duda está-. Sangré mucho estos últimos días...

Viktor se tensa y aprieta más de lo que debería mi cintura.

-Si es un Volkov, ya debería estar de casi un mes de embarazo...

-Por Dios, Víktor, deja de llamarlo así, ni siquiera sabes si estoy embarazada-me quejo alto, bagándome de la mesa para alejarme de él.

-Jules, baja la voz-sigue mis pasos, más expresivo que nunca-. Iremos mañana por la mañana, hoy solo come y duerme.

Creo que está sudando un poco, pues su rubio cabello se encuentra algo pegado a su frente. Los ojos abiertos como platos y los labios apretados.

«No quiero ser madre». Quiero decir en voz alta, pero mis labios no se mueven y mi vientre punza.

-Primero cumple con lo que te pedí-es lo único que suelto, caminando otra vez a él.

-Lo haré, Jules-la mirada de Víktor se oscurece más-. Mataré a todos los que te dañaron, lo prometo.

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